lunes, 22 de noviembre de 2010

¿ES GOBERNABLE LA ECONOMÍA CAPITALISTA MUNDIAL?

Por Quibian Gaytan

El estallido de las crisis financiera y económica (2008-10), agravada bajo los efectos de la IV fase de la Crisis General del Sistema Capitalista, ha roto despiadadamente los sueños e ilusiones de mucha gente.
 Se ha pensado, ciertamente, que tras toda esa series de fenómenos macroeconómicos - tales como la internacionalización de las relaciones capitalistas de producción, la internacionalización de las finanzas, del surgimiento de una nueva división internacional del trabajo,  la interdependencia a escala mundial de las economías y por allí en adelante -, el mundo estaba a un tris de verse libre finalmente de esos nefastos "antagonismos que han separado a la humanidad", de conquistar un mundo de "paz y armonía internacional", "que las crisis económicas eran cosa del pasado" y; que "libres de todo clima de desconfianza y pugna por la hegemonía del mundo entre las naciones" se habría abierto para la entera humanidad la perspectiva de un gobierno mundial único. Abriéndose así la oportunidad de aprovechar tal cataclismo económico para la reglamentación concertada del mundo capitalista.
Reglamentación, económica primero y paralelamente política, fundamentada en domar al imperialismo,  controlar desde un centro único (especie de cerebro monitor supranacional)  la ley de la anarquía y la competencia causa de la inestabilidad de la economía capitalista, y, tras ella universalización de la república democrática burguesa (imperialista). Sueño de opio de idealistas y reformistas, o cuanto menos embellecer la dictadura internacional de la Oligarquía financiera y cubrir con sus propias manos las vergüenzas del Capitalismo Monopolista de Estado.
 Pretensión que, a la vez que sirviéndose de la adopción de la teoría del ultraimperialismo de Karl Kautski, ideólogo que fue de la socialdemocracia europea, cubriría  la implementación concertada de la dictadura fascista global de los magnates del gran capital financiero-industrial internacional, presentaría al imperialismo como una fuerza progresista unida capaz de sanear e impedir la catástrofe final del sistema económico y político.
Pero, la realidad dice otra cosa. Se constata, es cierto, en el mundo capitalista relativamente unificado de hoy una clara tendencia a la consolidación de la unidad económica y política.  Pero, esa tendencia a la internacionalización es relativa, lo absoluto en  la clase capitalista es su aspecto nacionalista y ultranacionalista. Su tendencia  a concentrar y centralizar las fuerzas productivas y todas las riquezas distribuidas por todo el mundo, capitales y ganancias, para su propia capilla nacional, para su propio Estado nacional imperialista. Internacionalismo y nacionalismo, en cada formación económica y política dominada por su propia burguesía nacional imperialista, están en indisoluble unidad dialéctica. Por razones profundas, sus particulares intereses económicos, la acumulación del capital y el monopolio de la propiedad privada,  le es absolutamente imposible el logro de la  unificación completa, permanente, del planeta.
Digan y escriban lo que quieran los ideólogos imperialistas la gobernabilidad única de la economía mundial es absolutamente imposible. El caos y la ausencia de proporcionalidad, la irracionalidad de la producción social capitalista, el absolutismo reinante en la empresa monopólica,  la ruptura continua de la unidad del sistema internacional a efecto de la disociación de las relaciones de intercambio mercantiles y de divisas,  la explotación y expoliación de las neocolonias por parte de las metrópolis imperiales;  la inexorable declinación del neoimperio global norteamericano, el ascenso y rivalidad de las nuevas superpotencias, el reto de potencias imperialistas emergentes (China, India, Pakistán), son características  que dibujan la escena mundial actual. Ello, también, desdibuja la pretensión burguesa y pequeño burguesa del reordenamiento y gobernabilidad de la economía capitalista mundial, en la que campea por su fuero  la ley dialéctica de la unidad y división, la que asperezaría aquellas de la anarquía y competencia en la producción, de la lucha por la hegemonía del mundo por tal o cual potencia imperial, por tal o cual bloque de potencias imperialistas, y de las guerras interimperialistas. Pero, sobre todo, aquellas de la lucha de clases y de la revolución proletaria.

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