lunes, 9 de junio de 2014

Parar la guerra imperialista





CONVENCETE
SOLO PODEMOS PARAR LA GUERRA IMPERIALISTA CON
LA GUERRA POPULAR
por Quibian Gaytan

La gente por todas partes del planeta se pregunta, justamente, ¿estamos ante el “peligro” de una guerra imperialista global o estamos ya inmerso en ella? Éste es el motivo central de ésta nuestra participación en este intercambio de opiniones que, escenificada sobre la actual situación internacional y, dentro de ella,  como se materializan las contradicciones principales de la época, envuelve a representantes de Partidos y Núcleos comunistas dirigentes del proletariado revolucionario  internacional. Queremos presentar ante Ustedes, comunistas  Marxistas-Leninistas-Maoístas y Maoístas, nuestra opinión ante tan importante tema de actualidad.

Nuestra tesis, la visión del Partido Comunista (Marxista-Leninista) de Panamá sobre el contenido de la actual situación internacional y las tareas políticas que se desprenden de la misma.

El objeto específico de la dialéctica marxista-leninista es el análisis concreto de la situación y del estadio de la lucha de clase de la clase obrera por el que  momento concreto en que transcurre.

 Lo que analizamos en esta ponencia, pues, es el estado actual de la lucha de clases a nivel internacional, la estrategia a asumir en este momento, siete años después de haber entrado el mundo del capital en un nuevo estadio de la Crisis General del Sistema Capitalista Mundial, en general,  y la prolongada, cada vez más extensiva y profunda crisis económica mundial,  iniciada en 2007 y que aún no tiene visos de terminar.

Pero, sobre todo, brindar una respuesta valedera a las interrogantes siguientes ¿Estamos ya en una abierta guerra imperialista mundial o ante el “peligro” de una guerra interiimperialista? ¿Qué táctica debemos asumir los comunistas (marxistas-leninistas) para enfrentar esta crisis económica y política que ha generado la actual fase de la crisis general del capitalismo agonizante y el aproximar el momento de la victoria de la revolución socialista internacional?

Es apremiante el dar respuestas claras a estas cuestiones. 

Sería facilismo, cuanto más tomando una postura anti-Materialista Histórica, responderse: Que las potencias imperialistas no se han agarrado aún a piñazos entre  sí (de que, por ahora, sólo se enseñen los dientes atómicos) o que las guerras de agresión del imperialismo estadounidense, haciéndolas él solo o coaligado con potencias imperialistas cómplices, son actos bélicos aislados o singularizados contra naciones, estados y países debilitados por la pérdida de su otrora base de sustentación y pertenencia, el Sistema Neocolonial Mundial del socialimperialismo “soviético”. No alcanza a caracterizar el contenido del nuevo cambio en la situación de crisis política y militar profundizada que hoy vivimos, la situación de guerra internacional realmente existe desde hace una década. Por ello, tan simplística aseveración resulta errónea. Dado que se niega la esencia misma de la actual época histórica, la  antagónica coexistencia del imperialismo y de la revolución socialista proletaria, de que ella es una época de guerra imperialista permanente contra la mayoría de la población del mundo.
Época histórica, iniciada en 1917 y que sólo terminará muy adentrado el siglo XXI. Época histórica, de larga duración y conformada de continua violencia armada contra clases, naciones y países, con brevísimos concretos períodos de relativa paz; de revoluciones y contrarrevoluciones, instauraciones-restauraciones—contrarrestauraciones; época conformada por guerras grandes y guerras pequeñas; guerras civiles revolucionarias y guerras civiles contrarrevolucionarias: la que sólo tendrá como punto final la victoria de la revolución y construcción socialista en el último país capitalista, en el último rincón del planeta.  Haber olvidado eso, la dialéctica objetiva de las cosas y procesos, no ver la concatenación universal existente entre fenómenos económicos, políticos e ideológicos, entre la lucha de clases y la lucha de naciones, entre la guerra y la paz, nos costó dejarnos sorprender por la degeneración revisionista de los ex-partidos “comunista” hasta entonces en el poder, la pérdida de todas las conquistas sociales y políticas estatales socialistas logradas en dura y sangrienta lucha de clase de la clase obrera por 80 años.
Hoy el imperialismo estadounidense, seguido en eso por sus aliados y rivales, cubre esa violencia armada ininterrumpida muchas veces bajo la máscara de “guerra mundial al terrorismo” y otras fomentando falsa “revoluciones de colores”. Auténticas guerras subversivas contrarrevolucionarias e ingerecionistas. Violando, abierta y descaradamente, la soberanía nacional de los Estados, el derecho internacional y las normas de convivencia pacíficas entre las naciones.  El ministro de relaciones exteriores de Rusia,  Sergei Lavrov, haciendo  denuncia de estos métodos de agresión armada y de subversión interna de  países soberanos, el 23 de mayo último, ha denunciado acremente a Estados Unidos y a la Unión Europea  por esta auténtica subversión de las relaciones interestatales de los países. El ha dicho,
 'los intentos de imponer recetas hechas en casa para realizar cambios internos en otras naciones, sin tomar en cuenta sus tradiciones ni sus características nacionales, para empeñarse en la exportación de la democracia, tiene un impacto destructivo en las relaciones internacionales y ocasiona un aumento en la cantidad de puntos calientes en el mapa mundial'. Aquí se impone, de nuestra parte hacer una precisión, allí donde el ministro Lavrov habla de “puntos calientes”, dicho en lenguaje muy diplomático, es dable que nosotros remarquemos en el lenguaje marxista-leninista, para entender eso, que hablamos de focos de guerra en desarrollo y abiertos por doquier. Puesto que de eso se trata, de focos de la guerra en curso.
Asimismo, en esa misma conferencia de seguridad realizada en Rusia, Vladimir Zarudnitsky, jefe de Operaciones del Estado Mayor ruso , haciendo referencia a las salazmente llamadas “revoluciones de colores” ha señalado que “Occidente considera a las revoluciones de color como formas pacíficas de derrocar regímenes no democráticos, pero los acontecimientos en el Medio Oriente y en el Norte de África han demostrado que la fuerza militar es una parte integral de todos los aspectos de las revoluciones de color. Esto incluye las presiones sobre el régimen en cuestión para impedir que utilice la fuerza para restaurar el orden, la disposición de ayuda militar y económica a las fuerzas rebeldes, y si esas medidas no son suficientes, la realización de una operación militar para derrotar las fuerzas del gobierno y permitir que los rebeldes tomen el poder. De este modo, las revoluciones de color son una nueva técnica de presión patentada por Estados Unidos y engranada para destruir un Estado desde adentro, dividiendo a su población. La ventaja de esta técnica es que requiere un gasto de recursos relativamente bajo para alcanzar sus metas”.
“Terroristas”, para ellos, son los pueblos, naciones y estados que se resisten o defienden con las armas su libre existencia nacional, la propia soberanía estatal y la soberanía del uso exclusivo de sus propios recursos naturales y riquezas sociales. Y que por desgracias se encuentran ubicados en áreas estratégicas y que de algún modo desarrollan una política exterior independiente a la órbita de control y dominio del bloque militar imperialista  USA-UE.
Ello que duda cabe ha dado o generado una situación de guerra imperialista generalizada, en que el campo de batalla es todo el planeta.  Así, luego del triunfo de la contrarrevolución en la URSS, China y demás países otrora socialistas, vemos que, cada mes y cada día, se abren más y nuevos focos de guerra a lo largo y ancho del planeta. Esta nueva situación de guerra, abierta desde la última década del siglo XX y la de los inicios del XXI, debe ser vista de desde una perspectiva dialéctica en la que tanto la Primera y la Segunda guerras imperialistas, con la excepción relativa del largo período de existencia de la URSS y el Campo Socialista y la llamada “Guerra Fría, en que se ha dirimido quién hegemonizaría el mundo, sólo han sido eslabones de una sola y única cadena preparatorios de la tercera guerra imperialista de dominación mundial.
Vivimos, pues, una situación de guerra internacional. El imperialismo, capitaneado por la superpotencia estadounidense, atenazado por la grave y prolongada crisis económica y política que le ha impuesto el marchamo “tenés que morir, hermano”, para alejar de sí ese tan justo destino se ha puesto a cabalgar sobre aquello del terror de la inexorabilidad de la tercera carnicería mundial. Sólo que identificando esta guerra, con su versión de “guerra nuclear”. Con ello vendiéndonos la idea de la imparabilidad de la guerra; que ellos son los que mandan  en el mundo. Y en ello el pueblo sencillo, el hombre de la calle, nada puede hacer.

 Sobre nuestras cabezas, sobre la cabeza de la entera humanidad trabajadora, se han puesto a blandir sus armas atómicas, la guerra nuclear. ¿Debemos temer  al arma nuclear? Ciertamente, esa arma alucinante y terrorífica realmente pone en peligro la vida sobre el planeta, haría desaparecer de la faz de la Tierra a la gran mayoría de la humanidad trabajadora, inclusive a ellos mismos. 

Pero ¿se trata de eso? Mienten, engañan y asustan a la gente con la guerra interiimperialista para ocultar, malévolamente, el hecho real y actual de que esa guerra imperialista mundial ya la están actuando. ¿No acaso, bajo el paraguas de la “guerra contra el terrorismo”, la Oligarquía financiera angloestadounidense bajo esa excusa no han declarado la guerra a todo el mundo, recordemos sólo como George Bush -luego de la falsa bandera del 11 de septiembre del 2001– ha proclamado su “guerra de los treinta años”. Sin definir a un enemigo nacional concreto, cuanto más un potencial peligro que representarían el surgir, apenas previsible, de nuevas superpotencias imperialistas (China y Rusia) y potencias hegemonistas regionales (tales como Brasil, Corea del Norte, India, Irak, Irán, Pakistán y otras) ansiosas de devenir potencias imperialistas de segundo  grado; las que, presumiblemente, habrían de cuestionar  hegemonía mundial de la superpotencia angloestadounidense. 

Para conjurar tal potencial peligro, para sus intereses hegemónicos y las ventajas del posesionamiento de áreas estratégicas ante la eventual nueva distribución económica y territorial del planeta, a puesto en situación de guerra al mundo entero. En su guerra por el nuevo reparto territorial del planeta, usando su monopolio militar sobre el brazo militar de las potencias imperialistas del Occidente europeo, la OTAN, que desde ya actúa fuera de los confines del Atlántico Norte, ha hecho recurso a la ley capitalista de la solidaridad interiimperialista para arrastrarles a su guerra imperialista mundial. La burguesía angloestadounidense para alcanzar eso les ha soltado el cebo envenenado de participación en el nuevo reparto del mundo o en defensa y ampliación de las antiguas posesiones coloniales, consideradas, luego de la desintegración contrarrevolucionaria de la URSS y de la restauración del capitalismo en la antigua China Popular, plenamente recuperables para la burguesía imperialista eurooccidental. Forjando así, por voluntad o por arrastre, un Frente Unido de la Superpotencia estadounidense y las viejas potencias imperialistas colonialistas de Europa Occidental, ahora Superpotencia Unión Europea. Esta alianza estratégica de las burguesías imperialistas noratlánticas en un solo bloque político-militar ha despertado grandes expectativas de que sus objetivos son alcanzables en corto plazo. 

Sueñan, por un lado, olvidando la ley del desarrollo económico y político desigual y  a salto, por el otro la ley de la inevitabilidad del agudizamiento de las contradicciones fundamentales del Sistema Capitalista Mundial. Que la unidad interiimperialista es relativa, transicional, y que lo absoluto y permanente es la lucha interiimperialistas. Que la burguesía imperialista, de tal o cual país, o color, no podrá jamás lograr la unidad económica y política del planeta.

¡Ah! Pero si lo ha logrado, dirán algunos. Allí están la internacionalización de la economía capitalista y de las relaciones de producción capitalista, la unidad del mercado capitalista mundial. Que sólo faltaría, luego de lograda la globalización imperialista y la adopción de una visión económica única de valor estratégico, el neoliberismo, la unificación política del planeta, concretable en un único Gobierno imperialista mundial. De ser posible se lograse eso, en condiciones de un capitalismo agonizante, ello sería bajo la férula de una terrorista dictadura fascista internacional, con todas sus secuelas de explotación generalizada, de violencia patibularia y de opresión bestial de la inmensa mayoría de la humanidad. ¡Un sueño canibalesco y una utopía ultrarreaccionaria! ¡Hundir al mundo en una larga tiniebla y en un permanente estado de guerra, matanzas en masas y de destrucciones de todo positivo y progresista logrado por la humanidad hasta ahora.

No obstante, ellos, los imperialistas,   encabezados por EE.UU.,  correrían ese riesgo si sus socios y rivales la colocasen en la posición del jugador chapucero, ante el todo o nada. Pero, sin pueblo trabajador, sin clase obrera internacional, no hay generalización  de plusvalía posible. Matándonos se matan a sí mismos. 

Por lo que no está de más recordar que, si ciertamente la burguesía es una clase internacional y tiene objetivos internacionales que lograr, ella no es compacta como un bloque de acero. Ella está fraccionada en intereses político-estatales nacionales, basados en su particular base geográfica de asentamiento, su particular forma nacional de su base material, su mayor o menor acercamiento a las formas democráticoburguesas  –o lo qué es lo mismo, el nivel alcanzado en sus particulares procesos de fascistización- y la idiosincrasia que le es exclusiva a cada una de ellas. Los que inevitablemente, contra las querencias de sus gobernantes, ideólogos y estrategas, saldrán a flote. Con lo que, la posible unidad internacional de clase devendrá inevitablemente en discordia y luchas. Que uno se dividirá en dos y no se podrá volver a coser eso de dos se unirán en uno.

Actuando en consecuencia, como nos lo han señalado Lenin y Mao, tenemos que asumir esa verdad concreta y revolucionaria de preparar la guerra revolucionaria de los pueblos, naciones y países del mundo. En conclusión, colocada la clase obrera mundial ante esta situación de III Guerra imperialista mundial en curso no le basta solidarizarse con los pueblos y naciones victimadas y su resistencia armada, independientemente de las ideas reaccionarias de sus líderes y combatientes, denunciar los objetivos imperialistas de los gobernantes del propio país y los métodos con que los llevan a cabo, sino además, propagar entre dichas masas trabajadores la idea de la urgencia de responder con la guerra civil, la guerra popular de liberación nacional y/o la guerra civil por el socialismo a esta Guerra Imperialista Mundial en desarrollo.
Por lo que, como nos han enseñado los camaradas maoístas chinos  encabezados por el Presidente Mao, a los imperialistas debemos despreciarlos estratégicamente, pero tomándoles en cuenta tácticamente por el peligro real que representan. Y ese es el pensamiento-guía que nos han estado marcando innúmeros Partidos Comunistas, basados ellos en la enseñanzas del Presidente Mao, que han estado desarrollando fuertes e inderrotables guerras populares de liberación contra los agresores y opresores imperialistas en muchos puntos del planeta. 

Por lo que, es de concluir, esa política de aterrorizar a los pueblos del mundo con usar la bomba nuclear, el hacerles víctimas de sus de sus guerras de agresión y de violencias desestabilizadoras continuas, como medio de imponer su hegemonía sobre el planeta, demuestra que son ellos, precisamente, los que podrán ser derrotados a la larga.

¿Por qué? Porque esa situación de guerra internacional, existente hoy en el mundo,  resultado de la agudización al extremo de la contradicción entre el imperialismo y los pueblos nacionalmente oprimidos, explotados y militarmente agredidos,  como todas las contradicciones tiene un doble aspecto. Por un lado,  es auténtica y existente guerra imperialista, pero; por el otro, ha despertado en la mente de las grandes mayorías populares de todos los países victimados o amenazado de serlo la disposición de actuar contra  dicha guerra imperialista de recolonización. 

 De ahí debemos  extraer la única conclusión político-práctica que se nos impone: ¡Esta guerra en la que estamos inmersos no es única y exclusivamente imperialista, sino que también, paralelamente, es una guerra revolucionaria contra los guerreristas imperialistas y los opresores de todos los países involucrados directa o indirectamente!

Que la naturaleza de la actual situación internacional de guerra tiene un carácter dual;  claramente antagónicos entre sí. Por lo portadores concretos e históricos que las impulsan y los objetivos políticos y sociales que tienden a materializar. Burguesa imperialista y hegemonista, por un lado, y proletaria revolucionaria y emancipatoria por el otro. Por medio de los cuales se dirime, con las armas en la mano, el destino del mundo en esta entrada del siglo XXI: la continuidad del capitalismo imperialista o la recuperación por la humanidad trabajadora del camino al socialismo y al comunismo.

Con mayor claridad, que en el pasado, arraiga el convencimiento de que la guerra imperialista de hoy es una guerra injusta, colonialista y depredatoria, desatada en aras de los intereses de la burguesía, de sus bandidos gobernantes  y de los grandes monopolios internacionales, y que; en respuesta, la guerra de los pueblos por su salvación nacional y por la realización sus intereses y fines  internacionales, mil veces superiores a aquellos de la minoría capitalista mundial (apenas son el 1% de la humanidad), resulta el aspecto progresivo, positivo, de dicha contradicción fundamental del sistema social imperialista imperante. Por lo que el dilema es: La guerra revolucionaria de los pueblos y naciones oprimidas y ocupadas militarmente forzados a hacer de puntos estratégicos en la guerra interiimperialista mundial o la guerra  imperialista mundial, dicha “guerra contra el terrorismo”, abre paso a la guerra popular de liberación nacional o a la guerra civil por el comunismo. 

Esto quiere decir que, contrariamente a la actitud que toma el pacifismo liberal burgués y sus seguidores de la izquierda burguesa – anarquistas, reformistas de izquierda, socialdemócratas de izquierda, revisionistas modernos y neorevisionistas- de oponerse a  la guerra imperialista mundial en curso rechazando toda guerra en general, los obreros comunistas han de empeñarse en preparar y organizar la guerra revolucionaria de los pueblos en respuesta a la guerra imperialista. Preparar y organizar la guerra popular revolucionaria contra los gobiernos imperialistas o no de los propios países, sean de los agresores o de los agredidos cómplices. Impulsar y organizar la lucha revolucionaria de las clases trabajadoras y de las clases populares las miras puestas a  llevarla a sus formas más elevadas y consecuentes, el levantamiento insurreccional,  la guerra popular y la guerra civil por el socialismo.

Esa tarea política se puede y se debe hacer. La clase obrera y las masas populares deben ser convencidas y serán convencidas que, pese a los gritos plañideros de los pacifistas utópicos y de la izquierda aburguesada que no deja de convocar a la “sensatez” de los bandoleros que nos desgobiernan  y que las invitan a que centren su acción política en la supuesta “no-agresividad” de los imperialistas emergentes presentados como “garantes de paz y democracia”, cuando en realidad  juntos realmente nos han estado empujando a su carnicería mundial. 

Obviando  la correcta posición marxista-leninista-maoísta frente a tal perspectiva combatir al imperialismo y su política belicista sea con la máscara que se nos presente. De que el mundo de hoy, en esta entrada del siglo XXI, es monocolor y monopolar capitalista imperialista. Eso porque aquella contradicción fundamental marcadora de un estadio de la época actual, la contradicción entre países capitalistas y países socialistas, ha desaparecido escenario político internacional.  La única y valedera conclusión extraíble, en todo esto, es que el mundo hoy es capitalista-imperialista y subordinado a la lucha por la hegemonía mundial entre los más voraces y famélicas superpotencias imperialistas y sus respectivos bloques económicos y militares.

¿Qué nos está diciendo esto? Nos está diciendo, entre otras cosas, que la actual confrontación en todos los niveles –económico, político, militar, diplomático y cultural– entre las superpotencias imperialistas, dada su extrema agudización, resulta totalmente imposible, contrariamente a lo que piensen y predican algunos agoreros, una repetición de la tristemente célebre “guerra fría” -confrontación política y político militar entre dos sistemas sociales antagónicos, URSS vrs USA, ya no es posible que se repita. ¿Por qué? Porque la URSS y el Campo Socialista no existen más. Son superpotencias y potencias imperialistas las que se están confrontando en nuestros días.

 Erróneo resulta el pretender buscar –o basar la propia estrategia de lucha contra el imperialismo y la guerra imperialista, por la preservación de la paz, la conquista de la democracia popular y del socialismo- un baluarte estatal de la paz y del progreso social allí dónde  no está más.


Es demostrar que, tras un antiyanquismo primario –supuestamente apoyados en las correctas tesis de las Conferencias Internacionales de Moscú de 1957 y 1960, las que vieron juntos todavía a marxistas-leninistas y revisionistas modernos, que han presentado correctamente al imperialismo estadounidense como el enemigo principal de la humanidad y de la paz, y esto cuando ya los revisionistas modernos han completado su subversión contrarrevolucionaria antisocialista y ya no existe país socialista en el mundo-, que se ha perdido la capacidad de razonar revolucionariamente y con sensatez.  Que inconscientemente, adormecidos por la nostalgia de aquellos años en que la URSS de Stalin y en China Popular de Mao eran reales bastiones de contención de la agresividad imperialista, garantes de al Paz en el Mundo y poderosos acicates de la lucha de países, pueblos y naciones por salvaguarda de su independencia nacional y/o de la conquista de la liberación nacional, persisten en querer ver a esas dos  nuevas potencias imperialistas y que ambicionan también la hegemonía mundial. No hacen o han renunciado a hacer un análisis del mundo de hoy utilizando las herramientas del marxismo-leninismo-maoísmo, convirtiendo el Marxismo-Leninismo en un recetario de fórmulas muertas, momificadas. “Olvidando”, muy oportunamente, el hecho fundamental que nos ha enseñado el marxismo-leninismo: ¡El imperialismo, como sistema económico y político mundial, es el enemigo principal, general, siempre de las clases trabajadoras y de su socialismo, pero el imperialismo estadounidense es el enemigo concreto, inmediato y principal del momento!

Esto es claro para cualquier y real comunista marxista-leninista. Pero, como hemos visto, para otros no. Estos últimos con su uso doloso de la idea petrificada de “USA la única potencia enemiga de la humanidad y la paz” siembran la confusión en la clase obrera, en los pueblos y naciones victimadas por la agresión armada imperialista, la desarman ideológicamente y la preparan a echarla en brazos del nacionalcolaboracionismo, sea en aquellos de la potencias imperialista rivales de aquel (que no únicamente son Rusia y el socialimperialismo chino) o en aquellas de las burguesías del propio país, aún a costa de pintarla de “socialista”.

Mistificación de nacionalcapitulacionistas y colaboracionismo de clase es la esencia contrarrevolucionaria de los pacifistas burgueses y de los neorevisionistas postmodernos. Ocultamiento y engaño que, conscientemente, se hace a la clase obrera, a los pueblos y naciones victimados por la guerra imperialista en desarrollo. Incapacitación de las masas obreras y masas trabajadoras a responder con la justa medida a los imperialistas en su guerra.

Cuando no hay nada más objetivo, revolucionario y verdadero que responder a la guerra con la guerra. Remarcar, tras una auténtica labor comunista de esclarecimiento de las masas trabajadoras  que están llamadas a ser el punto de torsión militar revolucionario de los planes militares y políticos de dominación mundial de la burguesía imperialista.
De la urgencia de que vinculen su lucha  por la paz, la independencia nacional y la preservación de sus libertades democráticas a la construcción de auténticos partidos comunistas de nuevo tipo en los países imperialistas y en el resto de los países capitalistas dadores de carne de cañón y de puntos estratégicos a las potencias beligerantes.
Partidos Comunistas intransigentemente proletarios y consecuentemente revolucionarios, los que al calor de esta guerra imperialista y de la maduración de la crisis revolucionaria mundial se militaricen y encuadren a las masas trabajadoras en la lucha revolucionaria, militarizándolas a su vez, y que las conduzcan al derrocamiento del capitalismo y del imperialismo en todo el planeta abriendo amplio curso a la guerra popular de liberación como a la guerra civil antiimperialista y por el socialismo.















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