SOLO PODEMOS PARAR LA GUERRA IMPERIALISTA CON
LA GUERRA POPULAR
por Quibian Gaytan
La gente por todas partes del planeta se
pregunta, justamente, ¿estamos ante el “peligro” de una guerra imperialista
global o estamos ya inmerso en ella? Éste es el motivo central de ésta nuestra
participación en este intercambio de opiniones que, escenificada sobre la
actual situación internacional y, dentro de ella, como se materializan las contradicciones
principales de la época, envuelve a representantes de Partidos y Núcleos
comunistas dirigentes del proletariado revolucionario internacional. Queremos presentar ante
Ustedes, comunistas
Marxistas-Leninistas-Maoístas y Maoístas, nuestra opinión ante tan
importante tema de actualidad.
Nuestra tesis, la visión del Partido
Comunista (Marxista-Leninista) de Panamá sobre el contenido de la actual
situación internacional y las tareas políticas que se desprenden de la misma.
El objeto específico de la dialéctica
marxista-leninista es el análisis concreto de la situación y del estadio de la
lucha de clase de la clase obrera por el que
momento concreto en que transcurre.
Lo que analizamos en esta ponencia, pues, es el
estado actual de la lucha de clases a nivel internacional, la estrategia a
asumir en este momento, siete años después de haber entrado el mundo del
capital en un nuevo estadio de la Crisis General del Sistema Capitalista
Mundial, en general, y la prolongada,
cada vez más extensiva y profunda crisis económica mundial, iniciada en 2007 y que aún no tiene visos de
terminar.
Pero, sobre todo, brindar una respuesta
valedera a las interrogantes siguientes ¿Estamos ya en una abierta guerra
imperialista mundial o ante el “peligro” de una guerra interiimperialista? ¿Qué
táctica debemos asumir los comunistas (marxistas-leninistas) para enfrentar
esta crisis económica y política que ha generado la actual fase de la crisis
general del capitalismo agonizante y el aproximar el momento de la victoria de
la revolución socialista internacional?
Es apremiante el dar respuestas claras a estas cuestiones.
Sería
facilismo, cuanto más tomando una postura anti-Materialista Histórica,
responderse: Que las potencias imperialistas no se han agarrado aún a piñazos
entre sí (de que, por ahora, sólo se
enseñen los dientes atómicos) o que las guerras de agresión del imperialismo
estadounidense, haciéndolas él solo o coaligado con potencias imperialistas
cómplices, son actos bélicos aislados o singularizados contra naciones, estados
y países debilitados por la pérdida de su otrora base de sustentación y
pertenencia, el Sistema Neocolonial Mundial del socialimperialismo
“soviético”. No alcanza a caracterizar el contenido del nuevo cambio en la
situación de crisis política y militar profundizada que hoy vivimos, la
situación de guerra internacional realmente existe desde hace una década. Por
ello, tan simplística aseveración resulta errónea. Dado que se niega la esencia
misma de la actual época histórica, la
antagónica coexistencia del imperialismo y de la revolución socialista
proletaria, de que ella es una época de guerra imperialista permanente contra
la mayoría de la población del mundo.
Hoy
el imperialismo estadounidense, seguido en eso por sus aliados y rivales, cubre
esa violencia armada ininterrumpida muchas veces bajo la máscara de “guerra
mundial al terrorismo” y otras fomentando falsa “revoluciones de colores”.
Auténticas guerras subversivas contrarrevolucionarias e ingerecionistas.
Violando, abierta y descaradamente, la soberanía nacional de los Estados, el
derecho internacional y las normas de convivencia pacíficas entre las
naciones. El ministro de relaciones
exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, haciendo denuncia de estos métodos de agresión armada
y de subversión interna de países
soberanos, el 23 de mayo último, ha denunciado acremente a Estados Unidos y a
la Unión Europea por esta auténtica
subversión de las relaciones interestatales de los países. El ha dicho,
'los intentos de imponer recetas hechas en
casa para realizar cambios internos en otras naciones, sin tomar en cuenta sus
tradiciones ni sus características nacionales, para empeñarse en la exportación
de la democracia, tiene un impacto destructivo en las relaciones
internacionales y ocasiona un aumento en la cantidad de puntos calientes en el
mapa mundial'. Aquí se impone, de nuestra parte hacer una precisión, allí donde
el ministro Lavrov habla de “puntos calientes”, dicho en lenguaje muy
diplomático, es dable que nosotros remarquemos en el lenguaje
marxista-leninista, para entender eso, que hablamos de focos de guerra en desarrollo
y abiertos por doquier. Puesto que de eso se trata, de focos de la guerra en
curso.
Asimismo,
en esa misma conferencia de seguridad realizada en Rusia, Vladimir Zarudnitsky,
jefe de Operaciones del Estado Mayor ruso , haciendo referencia a las
salazmente llamadas “revoluciones de colores” ha señalado que “Occidente
considera a las revoluciones de color como formas pacíficas de derrocar
regímenes no democráticos, pero los acontecimientos en el Medio Oriente y en el
Norte de África han demostrado que la fuerza militar es una parte integral de
todos los aspectos de las revoluciones de color. Esto incluye las presiones
sobre el régimen en cuestión para impedir que utilice la fuerza para restaurar
el orden, la disposición de ayuda militar y económica a las fuerzas rebeldes, y
si esas medidas no son suficientes, la realización de una operación militar
para derrotar las fuerzas del gobierno y permitir que los rebeldes tomen el
poder. De este modo, las revoluciones de color son una nueva técnica de presión
patentada por Estados Unidos y engranada para destruir un Estado desde adentro,
dividiendo a su población. La ventaja de esta técnica es que requiere un gasto
de recursos relativamente bajo para alcanzar sus metas”.
“Terroristas”,
para ellos, son los pueblos, naciones y estados que se resisten o defienden con
las armas su libre existencia nacional, la propia soberanía estatal y la
soberanía del uso exclusivo de sus propios recursos naturales y riquezas
sociales. Y que por desgracias se encuentran ubicados en áreas estratégicas y
que de algún modo desarrollan una política exterior independiente a la órbita
de control y dominio del bloque militar imperialista USA-UE.
Ello que
duda cabe ha dado o generado una situación de guerra imperialista generalizada,
en que el campo de batalla es todo el planeta. Así, luego
del triunfo de la contrarrevolución en la URSS, China y demás países otrora
socialistas, vemos que, cada mes y cada día, se abren más y nuevos focos de
guerra a lo largo y ancho del planeta. Esta nueva situación de guerra, abierta
desde la última década del siglo XX y la de los inicios del XXI, debe ser vista
de desde una perspectiva dialéctica en la que tanto la Primera y la Segunda
guerras imperialistas, con la excepción relativa del largo período de
existencia de la URSS y el Campo Socialista y la llamada “Guerra Fría, en que
se ha dirimido quién hegemonizaría el mundo, sólo han sido eslabones de una
sola y única cadena preparatorios de la tercera guerra imperialista de
dominación mundial.
Vivimos, pues, una situación de guerra
internacional. El imperialismo, capitaneado por la superpotencia
estadounidense, atenazado por la grave y prolongada crisis económica y política
que le ha impuesto el marchamo “tenés que morir, hermano”, para alejar de sí
ese tan justo destino se ha puesto a cabalgar sobre aquello del terror de la
inexorabilidad de la tercera carnicería mundial. Sólo que identificando esta
guerra, con su versión de “guerra nuclear”. Con ello vendiéndonos la idea de la
imparabilidad de la guerra; que ellos son los que mandan en el mundo. Y en ello el pueblo sencillo, el
hombre de la calle, nada puede hacer.
Sobre
nuestras cabezas, sobre la cabeza de la entera humanidad trabajadora, se han
puesto a blandir sus armas atómicas, la guerra nuclear. ¿Debemos temer al arma nuclear? Ciertamente, esa arma
alucinante y terrorífica realmente pone en peligro la vida sobre el planeta,
haría desaparecer de la faz de la Tierra a la gran mayoría de la humanidad
trabajadora, inclusive a ellos mismos.
Pero ¿se trata de eso? Mienten, engañan
y asustan a la gente con la guerra interiimperialista para ocultar,
malévolamente, el hecho real y actual de que esa guerra imperialista mundial ya
la están actuando. ¿No acaso, bajo el paraguas de la “guerra contra el
terrorismo”, la Oligarquía financiera angloestadounidense bajo esa excusa no
han declarado la guerra a todo el mundo, recordemos sólo como George Bush
-luego de la falsa bandera del 11 de septiembre del 2001– ha proclamado su “guerra
de los treinta años”. Sin definir a un enemigo nacional concreto, cuanto más un
potencial peligro que representarían el surgir, apenas previsible, de nuevas
superpotencias imperialistas (China y Rusia) y potencias hegemonistas
regionales (tales como Brasil, Corea del Norte, India, Irak, Irán, Pakistán y
otras) ansiosas de devenir potencias imperialistas de segundo grado; las que, presumiblemente, habrían de
cuestionar hegemonía mundial de la
superpotencia angloestadounidense.
Para conjurar tal potencial peligro,
para sus intereses hegemónicos y las ventajas del posesionamiento de áreas
estratégicas ante la eventual nueva distribución económica y territorial del
planeta, a puesto en situación de guerra al mundo entero. En su guerra por el
nuevo reparto territorial del planeta, usando su monopolio militar sobre el
brazo militar de las potencias imperialistas del Occidente europeo, la OTAN,
que desde ya actúa fuera de los confines del Atlántico Norte, ha hecho recurso
a la ley capitalista de la solidaridad interiimperialista para arrastrarles a
su guerra imperialista mundial. La burguesía angloestadounidense para alcanzar
eso les ha soltado el cebo envenenado de participación en el nuevo reparto del
mundo o en defensa y ampliación de las antiguas posesiones coloniales,
consideradas, luego de la desintegración contrarrevolucionaria de la URSS y de
la restauración del capitalismo en la antigua China Popular, plenamente
recuperables para la burguesía imperialista eurooccidental. Forjando así, por
voluntad o por arrastre, un Frente Unido de la Superpotencia estadounidense y
las viejas potencias imperialistas colonialistas de Europa Occidental, ahora
Superpotencia Unión Europea. Esta alianza estratégica de las burguesías
imperialistas noratlánticas en un solo bloque político-militar ha despertado
grandes expectativas de que sus objetivos son alcanzables en corto plazo.
Sueñan, por un lado, olvidando la ley
del desarrollo económico y político desigual y
a salto, por el otro la ley de la inevitabilidad del agudizamiento de
las contradicciones fundamentales del Sistema Capitalista Mundial. Que la
unidad interiimperialista es relativa, transicional, y que lo absoluto y
permanente es la lucha interiimperialistas. Que la burguesía imperialista, de
tal o cual país, o color, no podrá jamás lograr la unidad económica y política
del planeta.
¡Ah! Pero si lo ha logrado, dirán
algunos. Allí están la internacionalización de la economía capitalista y de las
relaciones de producción capitalista, la unidad del mercado capitalista
mundial. Que sólo faltaría, luego de lograda la globalización imperialista y la
adopción de una visión económica única de valor estratégico, el neoliberismo,
la unificación política del planeta, concretable en un único Gobierno
imperialista mundial. De ser posible se lograse eso, en condiciones de un
capitalismo agonizante, ello sería bajo la férula de una terrorista dictadura
fascista internacional, con todas sus secuelas de explotación generalizada, de
violencia patibularia y de opresión bestial de la inmensa mayoría de la
humanidad. ¡Un sueño canibalesco y una utopía ultrarreaccionaria! ¡Hundir al
mundo en una larga tiniebla y en un permanente estado de guerra, matanzas en
masas y de destrucciones de todo positivo y progresista logrado por la humanidad
hasta ahora.
No obstante, ellos, los
imperialistas, encabezados por
EE.UU., correrían ese riesgo si sus
socios y rivales la colocasen en la posición del jugador chapucero, ante el
todo o nada. Pero, sin pueblo trabajador, sin clase obrera internacional, no
hay generalización de plusvalía posible.
Matándonos se matan a sí mismos.
Por lo que no está de más recordar que,
si ciertamente la burguesía es una clase internacional y tiene objetivos
internacionales que lograr, ella no es compacta como un bloque de acero. Ella
está fraccionada en intereses político-estatales nacionales, basados en su
particular base geográfica de asentamiento, su particular forma nacional de su
base material, su mayor o menor acercamiento a las formas
democráticoburguesas –o lo qué es lo
mismo, el nivel alcanzado en sus particulares procesos de fascistización- y la
idiosincrasia que le es exclusiva a cada una de ellas. Los que inevitablemente,
contra las querencias de sus gobernantes, ideólogos y estrategas, saldrán a
flote. Con lo que, la posible unidad internacional de clase devendrá
inevitablemente en discordia y luchas. Que uno se dividirá en dos y no se podrá
volver a coser eso de dos se unirán en uno.
Actuando
en consecuencia, como nos lo han señalado Lenin y Mao, tenemos que asumir esa
verdad concreta y revolucionaria de preparar la guerra revolucionaria de los
pueblos, naciones y países del mundo. En conclusión, colocada la clase obrera
mundial ante esta situación de III Guerra imperialista mundial en curso no le
basta solidarizarse con los pueblos y naciones victimadas y su resistencia
armada, independientemente de las ideas reaccionarias de sus líderes y
combatientes, denunciar los objetivos imperialistas de los gobernantes del
propio país y los métodos con que los llevan a cabo, sino además, propagar
entre dichas masas trabajadores la idea de la urgencia de responder con la
guerra civil, la guerra popular de liberación nacional y/o la guerra civil por
el socialismo a esta Guerra Imperialista Mundial en desarrollo.
Por lo que, como nos han enseñado los
camaradas maoístas chinos encabezados
por el Presidente Mao, a los imperialistas debemos despreciarlos
estratégicamente, pero tomándoles en cuenta tácticamente por el peligro
real que representan. Y ese es el pensamiento-guía que nos han estado marcando
innúmeros Partidos Comunistas, basados ellos en la enseñanzas del Presidente
Mao, que han estado desarrollando fuertes e inderrotables guerras populares de
liberación contra los agresores y opresores imperialistas en muchos puntos del
planeta.
Por lo que, es de concluir, esa política
de aterrorizar a los pueblos del mundo con usar la bomba nuclear, el hacerles
víctimas de sus de sus guerras de agresión y de violencias desestabilizadoras
continuas, como medio de imponer su hegemonía sobre el planeta, demuestra que
son ellos, precisamente, los que podrán ser derrotados a la larga.
¿Por qué? Porque esa situación de guerra
internacional, existente hoy en el mundo,
resultado de la agudización al extremo de la contradicción entre el
imperialismo y los pueblos nacionalmente oprimidos, explotados y militarmente
agredidos, como todas las
contradicciones tiene un doble aspecto. Por un lado, es auténtica y existente guerra imperialista,
pero; por el otro, ha despertado en la mente de las grandes mayorías populares
de todos los países victimados o amenazado de serlo la disposición de actuar
contra dicha guerra imperialista de
recolonización.
De ahí debemos
extraer la única conclusión político-práctica que se nos impone: ¡Esta guerra en la que estamos inmersos no es única y exclusivamente
imperialista, sino que también, paralelamente, es una guerra revolucionaria
contra los guerreristas imperialistas y los opresores de todos los países
involucrados directa o indirectamente!
Que la naturaleza de la actual situación
internacional de guerra tiene un carácter dual;
claramente antagónicos entre sí. Por lo portadores concretos e
históricos que las impulsan y los objetivos políticos y sociales que tienden a
materializar. Burguesa imperialista y hegemonista, por un lado, y proletaria
revolucionaria y emancipatoria por el otro. Por medio de los cuales se dirime,
con las armas en la mano, el destino del mundo en esta entrada del siglo XXI:
la continuidad del capitalismo imperialista o la recuperación por la humanidad
trabajadora del camino al socialismo y al comunismo.
Con mayor claridad, que en el pasado, arraiga
el convencimiento de que la guerra imperialista de hoy es una guerra injusta,
colonialista y depredatoria, desatada en aras de los intereses de la burguesía,
de sus bandidos gobernantes y de los
grandes monopolios internacionales, y que; en respuesta, la guerra de los
pueblos por su salvación nacional y por la realización sus intereses y
fines internacionales, mil veces
superiores a aquellos de la minoría capitalista mundial (apenas son el 1% de la
humanidad), resulta el aspecto progresivo, positivo, de dicha contradicción
fundamental del sistema social imperialista imperante. Por lo que el dilema es:
La guerra revolucionaria de los pueblos y naciones oprimidas y ocupadas
militarmente forzados a hacer de puntos estratégicos en la guerra
interiimperialista mundial o la guerra
imperialista mundial, dicha “guerra contra el terrorismo”, abre paso a
la guerra popular de liberación nacional o a la guerra civil por el comunismo.
Esto quiere decir que, contrariamente a la actitud
que toma el pacifismo liberal burgués y sus seguidores de la izquierda burguesa
– anarquistas, reformistas de izquierda, socialdemócratas de izquierda,
revisionistas modernos y neorevisionistas- de oponerse a la guerra imperialista mundial en curso rechazando
toda guerra en general, los obreros comunistas han de empeñarse en preparar y
organizar la guerra revolucionaria de los pueblos en respuesta a la guerra
imperialista. Preparar y organizar la guerra popular revolucionaria contra los
gobiernos imperialistas o no de los propios países, sean de los agresores o de
los agredidos cómplices. Impulsar y organizar la lucha revolucionaria de las
clases trabajadoras y de las clases populares las miras puestas a llevarla a sus formas más elevadas y
consecuentes, el levantamiento insurreccional,
la guerra popular y la guerra civil por el socialismo.
Esa tarea política se puede y se debe hacer.
La clase obrera y las masas populares deben ser convencidas y serán convencidas
que, pese a los gritos plañideros de los pacifistas utópicos y de la izquierda
aburguesada que no deja de convocar a la “sensatez” de los bandoleros que nos
desgobiernan y que las invitan a que
centren su acción política en la supuesta “no-agresividad” de los imperialistas
emergentes presentados como “garantes de paz y democracia”, cuando en
realidad juntos realmente nos han estado
empujando a su carnicería mundial.
Obviando
la correcta posición marxista-leninista-maoísta frente a tal perspectiva
combatir al imperialismo y su política belicista sea con la máscara que se nos
presente. De que el mundo de hoy, en esta entrada del siglo XXI, es monocolor y
monopolar capitalista imperialista. Eso porque aquella contradicción
fundamental marcadora de un estadio de la época actual, la contradicción entre
países capitalistas y países socialistas, ha desaparecido escenario político
internacional. La única y valedera
conclusión extraíble, en todo esto, es que el mundo hoy es
capitalista-imperialista y subordinado a la lucha por la hegemonía mundial entre
los más voraces y famélicas superpotencias imperialistas y sus respectivos
bloques económicos y militares.
¿Qué nos está diciendo esto? Nos está
diciendo, entre otras cosas, que la actual confrontación en todos los niveles
–económico, político, militar, diplomático y cultural– entre las superpotencias
imperialistas, dada su extrema agudización, resulta totalmente imposible,
contrariamente a lo que piensen y predican algunos agoreros, una repetición de
la tristemente célebre “guerra fría” -confrontación política y político militar
entre dos sistemas sociales antagónicos, URSS vrs USA, ya no es posible que se
repita. ¿Por qué? Porque la URSS y el Campo Socialista no existen más. Son
superpotencias y potencias imperialistas las que se están confrontando en nuestros
días.
Erróneo resulta el pretender buscar –o basar
la propia estrategia de lucha contra el imperialismo y la guerra imperialista,
por la preservación de la paz, la conquista de la democracia popular y del
socialismo- un baluarte estatal de la paz y del progreso social allí dónde no está más.
Es demostrar que, tras un
antiyanquismo primario –supuestamente apoyados en las correctas tesis de las
Conferencias Internacionales de Moscú de 1957 y 1960, las que vieron juntos
todavía a marxistas-leninistas y revisionistas modernos, que han presentado
correctamente al imperialismo estadounidense como el enemigo principal de la
humanidad y de la paz, y esto cuando ya los revisionistas modernos han
completado su subversión contrarrevolucionaria antisocialista y ya no existe
país socialista en el mundo-, que se ha perdido la capacidad de razonar
revolucionariamente y con sensatez. Que
inconscientemente, adormecidos por la nostalgia de aquellos años en que la URSS
de Stalin y en China Popular de Mao eran reales bastiones de contención de la
agresividad imperialista, garantes de al Paz en el Mundo y poderosos acicates
de la lucha de países, pueblos y naciones por salvaguarda de su independencia
nacional y/o de la conquista de la liberación nacional, persisten en querer ver
a esas dos nuevas potencias
imperialistas y que ambicionan también la hegemonía mundial. No hacen o han
renunciado a hacer un análisis del mundo de hoy utilizando las herramientas del
marxismo-leninismo-maoísmo, convirtiendo el Marxismo-Leninismo en un recetario
de fórmulas muertas, momificadas. “Olvidando”, muy oportunamente, el hecho
fundamental que nos ha enseñado el marxismo-leninismo: ¡El imperialismo, como
sistema económico y político mundial, es el enemigo principal, general, siempre de las clases trabajadoras y de su
socialismo, pero el imperialismo estadounidense es el enemigo concreto,
inmediato y principal del momento!
Esto es claro para cualquier y real comunista
marxista-leninista. Pero, como hemos visto, para otros no. Estos últimos con su
uso doloso de la idea petrificada de “USA la única potencia enemiga de la
humanidad y la paz” siembran la confusión en la clase obrera, en los pueblos y
naciones victimadas por la agresión armada imperialista, la desarman
ideológicamente y la preparan a echarla en brazos del nacionalcolaboracionismo,
sea en aquellos de la potencias imperialista rivales de aquel (que no
únicamente son Rusia y el socialimperialismo chino) o en aquellas de las
burguesías del propio país, aún a costa de pintarla de “socialista”.
Mistificación de nacionalcapitulacionistas y
colaboracionismo de clase es la esencia contrarrevolucionaria de los pacifistas
burgueses y de los neorevisionistas postmodernos. Ocultamiento y engaño que,
conscientemente, se hace a la clase obrera, a los pueblos y naciones victimados
por la guerra imperialista en desarrollo. Incapacitación de las masas obreras y
masas trabajadoras a responder con la justa medida a los imperialistas en su
guerra.
Cuando
no hay nada más objetivo, revolucionario y verdadero que responder a la guerra
con la guerra. Remarcar, tras una auténtica labor comunista de esclarecimiento
de las masas trabajadoras que están
llamadas a ser el punto de torsión militar revolucionario de los planes
militares y políticos de dominación mundial de la burguesía imperialista.
De la
urgencia de que vinculen su lucha por la
paz, la independencia nacional y la preservación de sus libertades democráticas
a la construcción de auténticos partidos comunistas de nuevo tipo en los países
imperialistas y en el resto de los países capitalistas dadores de carne de
cañón y de puntos estratégicos a las potencias beligerantes.
Partidos
Comunistas intransigentemente proletarios y consecuentemente revolucionarios,
los que al calor de esta guerra imperialista y de la maduración de la crisis
revolucionaria mundial se militaricen y encuadren a las masas trabajadoras en
la lucha revolucionaria, militarizándolas a su vez, y que las conduzcan al
derrocamiento del capitalismo y del imperialismo en todo el planeta abriendo
amplio curso a la guerra popular de liberación como a la guerra civil
antiimperialista y por el socialismo.
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