sábado, 15 de octubre de 2016

URSS: Los musulmanes y el Estado soviético



«Me alegro de que muchas reglas socialistas sean la plasmación del sueño del profeta Mahoma», declaró en la Conferencia de Musulmanes, celebrada en 1970 en Tashkent, el ajund* Agáyev, de la mezquita de Jachmas (Azerbaiyán). Esta declaración refleja que ha habido una gran evolución –nada sencilla, por lo demás– en la actitud de los sacerdotes mahometanos soviéticos hacia el socialismo.

Los musulmanes
y el Estado
soviético
Tres etapas en la evolución de la
comprensión mutua

Ibraguim SARIKULOV, periodista
De la revista MUSULMANE SOVIETSKOGO VOSTOKA
Fotos de la APN

La primera etapa comenzó inmediatamente después de la Revolución de Octubre en Rusia. No había pasado todavía un mes después de ella, cuando la Dirección Clerical de los Musulmanes de Rusia en una declaración especial condenó a las fuerzas de la revolución y llamó a todos los mahometanos a luchar activamente contra el Poder Soviético.
     La Asamblea Nacional reunida en la ciudad bashkiria de Ufá, en la que participaron los representantes del clero superior y la burguesía musulmana, declaró a fines de noviembre de 1917 que renunciaba a reconocer al nuevo gobierno del país encabezado por Lenin y bendijo la creación de las fuerzas armadas para luchar contra los comunistas.
     Mientras tanto, el gobierno de Lenin lanzó un llamamiento especial a todos los musulmanes trabajadores del Oriente, que decía:
«¡Musulmanes de Rusia, tártaros del Volga y Crimea, kirguises y sartos de Siberia y el Turquestán, turcos y tártaros de Transcaucasia, chechenos y montañeses del Cáucaso, todos aquellos cuyas mezquitas y templos fueron destruidos, cuyas creencias y costumbres fueron pisoteadas por los zares y opresores de Rusia! De aquí en adelante, vuestras costumbres y creencias, vuestros institutos nacionales y culturales se declaran libres e inviolables. Ustedes tienen derecho a ello. Sepan que vuestros derechos al igual que los de todos los pueblos de Rusia, son defendidos por todo el poderío de la revolución y sus órganos, los soviets de diputados de los trabajadores, soldados y campesinos».
     Pero los soviets, con sus proyectos de reforma agraria y la liquidación de los privilegios y estamentos, despertaban el odio de los musulmanes ricos. La cúspide islámica declaró que las acciones de los soviets eran contrarias a Alá y apoyó –a veces incluso organizó– los actos terroristas de las bandas de los basmaches (contrarrevolucionarios). Sus cabecillas se daban el título amir-al-muslimin, o sea, de soberano de los musulmanes. Contra las fuerzas revolucionarias luchaban los «regimientos de Mahoma», el «ejército del Islam», etc., que recibían armas del extranjero, en particular, de los servicios secretos británicos.
     El núcleo de las bandas contrarrevolucionarias estaba compuesto por los grandes feudales y ganaderos, quienes, por supuesto, no deseaban ni la igualdad ni la fraternidad con sus ex jornaleros. Bajo sus pabellones se reunían también muchas personas sospechosas, que vieron en la guerra civil una posibilidad de saquear impunemente. Recurriendo a las amenazas, represiones y declaraciones demagógicas, estas bandas lograron provisionalmente atraer a su lado una parte de los campesinos atrasados e ignorantes, acostumbrados a una obediencia absoluta a sus preceptores religiosos.
     Cuando hoy leemos sobre las incursiones que llevan a cabo los contrarrevolucionarios desde Pakistán contra las ciudades y aldeas afganas, sobre sus acciones contra la población civil, sobre la destrucción de escuelas y hospitales en nombre del profeta, recordamos los acontecimientos ocurridos 60 años atrás en el sur de nuestro país. A propósito, las bandas contrarrevolucionarias de aquel entonces a menudo se salvaban del castigo merecido en el territorio de Afganistán.
     Estas bandas traían consigo el odio y la destrucción, mientras que los soviets, una esperanza de una vida más digna para los trabajadores, la liberación de la explotación y el atraso seculares. Todo ello explica por qué decenas de miles de musulmanes –obreros, artesanos y campesinos pobres– simpatizaban cada vez más con el Poder Soviético. Muchos de ellos se alistaban en las filas del Ejército Rojo, la milicia popular y los destacamentos de autodefensa.
 
F- 1 Oración del viernes en la mezquita de Imán al-Bujarí, en Tashkent, capital de Uzbekistán.
     En el seno de las organizaciones religiosas, se libró en los años 20 una aguda lucha en torno al problema de la actitud hacia el nuevo poder, que había rechazado todos los ataques armados y no pensaba dar marcha atrás. Sus iniciativas sociales encontraban simpatía y comprensión en cada vez más amplios círculos de la población musulmana. Los mulás más perspicaces se inclinaban a la idea de que una actitud leal hacia el Estado socialista sería más sensata.
     En otoño de 1923, la Dirección Clerical de los Musulmanes de Rusia, que había condenado a los soviets en 1917, públicamente declaró que «la revolución que ocurrió en Rusia gracias a la gran benevolencia de Alá, acabó con la autocracia cruel y despótica que había perseguido al Islam». Este ya fue un serio paso a la segunda etapa.
     En 1924, el congreso de los mulás de la República Popular de Bujará (que hoy forma parte de Uzbekistán) aprobó la siguiente resolución: «La República de Bujará fue fundada por el mismo pueblo, lo que significa que hay que obedecer a la orden de Dios, que permitió su creación, rendir las armas y al amparo del perdón general de nuevo volver a una vida laboral pacífica, ya que así nos manda Dios y demanda el pueblo. El Poder Soviético popular en Bujará es justo, benevolente y no desea que la sangre se siga derramando».
La segunda etapa en la evolución de la actitud de los musulmanes soviéticos hacia el socialismo tuvo lugar en los años 30 y 40, cuando comenzó a preponderar la lealtad hacia el Estado Soviético. En gran medida esto se debió a factores económicos y sociales: desaparecieron aquellos grupos explotadores interesados en que las organizaciones religiosas tomaran el camino del antisovietismo.
F-2 Celebración por el nacimiento del profeta Mahoma en la
 Gran Mezquita de Moscú, 1980, Moscú, Unión Soviética.
     En las antiguas periferias nacionales iba desarrollándose una clase obrera propia y crecía el papel que esta desempeñaba en la vida social. Los campesinos se reunían en cooperativas, comprendiendo todas las ventajas que esto tenía para quienes antes no habían contado ni con tierra ni con agua. Aparecía una nueva capa –socialista– de intelectuales. En tales condiciones el Islam consideró oportuno ocupar una posición benévola hacia el Estado socialista.
     Esta nueva posición pasó por una dura prueba durante la segunda guerra mundial. Los dirigentes de la Alemania nazi cifraban serias esperanzas en una explosión de la discordia nacional en las repúblicas soviéticas, en su escisión interior por motivos religiosos. Pero se equivocaron.
     Desde los primeros meses de la SGM, el clero musulmán ocupó una posición marcadamente patriótica. En el congreso celebrado en Ufá hicieron un llamamiento a todos los musulmanes de la URSS, instándolos a luchar con las armas en la mano contra los agresores hitlerianos, trabajar abnegadamente en la retaguardia y a rezar en las mezquitas por la victoria del Ejército Rojo.
     Miles de musulmanes entregaron sus ahorros al Fondo de la Defensa. Así lo hizo, por ejemplo, Rajimzhán Mujamédov, uzbeko de Tashkent, quien no pudo alistarse debido a su salud quebrantada. Con estos medios –años de honrado trabajo– y con los de otros uzbekos fue construida la escuadrilla de cazas Uzbekistán. Característico de aquel período es el artículo El deber del clero ante la Patria, publicado en la revista de la Dirección Clerical de los Musulmanes de Asia Central y Kazajstán y en el que podemos leer:
     «Toda la tierra soviética es nuestra Patria, y los distintos pueblos que viven en ella son nuestros compatriotas. Toda la economía, toda la producción es patrimonio del pueblo. Nuestro deber humanista consiste en tomar las medidas necesarias para defender y multiplicar este patrimonio. . . ¡Que no haya ninguna personalidad religiosa no patriota! ¡Vivan los clérigos que cumplen dignamente con su deber ante la Patria!».
El comienzo de la tercera etapa en las relaciones entre el Islam y el socialismo cae en los años 60, y le caracteriza una colaboración mucho más estrecha entre las organizaciones religiosas y el Estado socialista. Por ejemplo, el apoyo por los creyentes y el clero a la política interna y exterior del Gobierno, una participación activa de las organizaciones religiosas en la lucha por la paz y la amistad entre los pueblos, así como cierta modernización de los puntos de vista éticos y sociales, de la praxis eclesiástica y de una serie de aspectos dogmáticos teniendo en cuenta la solidez del socialismo contemporáneo.
     En nuestros tiempos, los clérigos han comenzado a afirmar que la construcción del socialismo la auguraron sus libros sagrados. Ya no callan el hecho de que los éxitos alcanzados por la URSS en todos los campos se deben al carácter del régimen soviético. Se amplía el aporte que hacen los creyentes a la causa de la edificación de nuestra sociedad.
     En 1984, cuando el país celebró el 60 aniversario de la formación de las repúblicas soviéticas de Uzbekistán y Turkmenistán, el muftí Shamsutdinján ibn Ziautdinján ibn Ishan Babaján, presidente de la Dirección de los Musulmanes de Asia Central y Kazajstán, en su mensaje a los fieles subrayó que los pueblos de estas repúblicas, con la ayuda de todas las naciones de la URSS, en un plazo históricamente corto se liberaron de la miseria, la oscuridad y la falta de derecho, alcanzando la justicia social y la civilización moderna.
 
F-3 Soldado soviético de vacaciones junto a su familia en Uzbekistán, Unión Soviética.
     Es interesante que esta misma idea también la enuncian algunas personalidades religiosas del extranjero. Así, Seid Baraka Molla Shamsuddovla, director de la revista El Islam en el siglo actual (Bangla Desh) declaró en particular: «Al visitar vuestro país, me convencí de que aquí los musulmanes viven bien, gozan de todos los beneficios de la civilización, obtienen una instrucción moderna, disfrutan de los servicios de la sanidad gratuita y no sufren del desempleo. La URSS no es un Estado musulmán, pero está claro que el Gobierno soviético concede a los trabajadores musulmanes derechos y oportunidades inaccesibles para ellos en muchos Estados musulmanes».https://sputnik87.files.wordpress.com/2016/03/sputnik-logo-final-black.png?w=20&h=20

*Ajund (literalemtne, preceptor), título de teólogos y clérigos musulmanes (N. de la Red.).

Tomado de la revista Sputnik, Selecciones de La Prensa Soviética, Número 10. Octubre de 1985, Págs: de la 108 a la 112. 

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