«Me alegro de que muchas reglas socialistas sean la plasmación del sueño
del profeta Mahoma», declaró en la Conferencia de Musulmanes, celebrada en 1970
en Tashkent, el ajund* Agáyev, de la mezquita de Jachmas (Azerbaiyán).
Esta declaración refleja que ha habido una gran evolución –nada sencilla, por
lo demás– en la actitud de los sacerdotes mahometanos soviéticos hacia el
socialismo.
Los musulmanes
y el Estado
soviético
y el Estado
soviético
Tres etapas en la evolución de la
comprensión mutua
comprensión mutua
Ibraguim SARIKULOV, periodista
De la revista MUSULMANE SOVIETSKOGO
VOSTOKA
Fotos de la APN
La primera etapa comenzó inmediatamente después de la Revolución de
Octubre en Rusia. No había pasado todavía un mes después de ella, cuando la
Dirección Clerical de los Musulmanes de Rusia en una declaración especial
condenó a las fuerzas de la revolución y llamó a todos los mahometanos a luchar
activamente contra el Poder Soviético.
La Asamblea Nacional reunida en la ciudad
bashkiria de Ufá, en la que participaron los representantes del clero superior
y la burguesía musulmana, declaró a fines de noviembre de 1917 que renunciaba a
reconocer al nuevo gobierno del país encabezado por Lenin y bendijo la creación
de las fuerzas armadas para luchar contra los comunistas.
Mientras tanto, el gobierno de Lenin lanzó un
llamamiento especial a todos los musulmanes trabajadores del Oriente, que
decía:
«¡Musulmanes de Rusia, tártaros del Volga y Crimea, kirguises y sartos
de Siberia y el Turquestán, turcos y tártaros de Transcaucasia, chechenos y
montañeses del Cáucaso, todos aquellos cuyas mezquitas y templos fueron
destruidos, cuyas creencias y costumbres fueron pisoteadas por los zares y
opresores de Rusia! De aquí en adelante, vuestras costumbres y creencias,
vuestros institutos nacionales y culturales se declaran libres e inviolables.
Ustedes tienen derecho a ello. Sepan que vuestros derechos al igual que los de
todos los pueblos de Rusia, son defendidos por todo el poderío de la revolución
y sus órganos, los soviets de diputados de los trabajadores, soldados y
campesinos».
Pero los soviets, con sus proyectos de reforma
agraria y la liquidación de los privilegios y estamentos, despertaban el odio
de los musulmanes ricos. La cúspide islámica declaró que las acciones de los
soviets eran contrarias a Alá y apoyó –a veces incluso organizó– los actos
terroristas de las bandas de los basmaches (contrarrevolucionarios).
Sus cabecillas se daban el título amir-al-muslimin, o sea, de soberano de los
musulmanes. Contra las fuerzas revolucionarias luchaban los «regimientos de
Mahoma», el «ejército del Islam», etc., que recibían armas del extranjero, en
particular, de los servicios secretos británicos.
El núcleo de las bandas contrarrevolucionarias
estaba compuesto por los grandes feudales y ganaderos, quienes, por supuesto,
no deseaban ni la igualdad ni la fraternidad con sus ex jornaleros. Bajo sus
pabellones se reunían también muchas personas sospechosas, que vieron en la
guerra civil una posibilidad de saquear impunemente. Recurriendo a las
amenazas, represiones y declaraciones demagógicas, estas bandas lograron
provisionalmente atraer a su lado una parte de los campesinos atrasados e
ignorantes, acostumbrados a una obediencia absoluta a sus preceptores
religiosos.
Cuando hoy leemos sobre las incursiones que
llevan a cabo los contrarrevolucionarios desde Pakistán contra las ciudades y
aldeas afganas, sobre sus acciones contra la población civil, sobre la
destrucción de escuelas y hospitales en nombre del profeta, recordamos los
acontecimientos ocurridos 60 años atrás en el sur de nuestro país. A propósito,
las bandas contrarrevolucionarias de aquel entonces a menudo se salvaban del
castigo merecido en el territorio de Afganistán.
Estas bandas traían consigo el odio y la
destrucción, mientras que los soviets, una esperanza de una vida más digna para
los trabajadores, la liberación de la explotación y el atraso seculares. Todo
ello explica por qué decenas de miles de musulmanes –obreros, artesanos y
campesinos pobres– simpatizaban cada vez más con el Poder Soviético. Muchos de
ellos se alistaban en las filas del Ejército Rojo, la milicia popular y los
destacamentos de autodefensa.
F- 1 Oración del viernes
en la mezquita de Imán al-Bujarí, en Tashkent, capital de Uzbekistán.
En el seno de las organizaciones religiosas, se
libró en los años 20 una aguda lucha en torno al problema de la actitud hacia
el nuevo poder, que había rechazado todos los ataques armados y no pensaba dar
marcha atrás. Sus iniciativas sociales encontraban simpatía y comprensión en
cada vez más amplios círculos de la población musulmana. Los mulás más
perspicaces se inclinaban a la idea de que una actitud leal hacia el Estado
socialista sería más sensata.
En otoño de 1923, la Dirección Clerical de los
Musulmanes de Rusia, que había condenado a los soviets en 1917, públicamente
declaró que «la revolución que ocurrió en Rusia gracias a la gran benevolencia
de Alá, acabó con la autocracia cruel y despótica que había perseguido al
Islam». Este ya fue un serio paso a la segunda etapa.
En 1924, el congreso de los mulás de la
República Popular de Bujará (que hoy forma parte de Uzbekistán) aprobó la
siguiente resolución: «La República de Bujará fue fundada por el mismo pueblo,
lo que significa que hay que obedecer a la orden de Dios, que permitió su
creación, rendir las armas y al amparo del perdón general de nuevo volver a una
vida laboral pacífica, ya que así nos manda Dios y demanda el pueblo. El Poder
Soviético popular en Bujará es justo, benevolente y no desea que la sangre se
siga derramando».
La segunda etapa en la evolución de la actitud de los musulmanes
soviéticos hacia el socialismo tuvo lugar en los años 30 y 40, cuando comenzó a
preponderar la lealtad hacia el Estado Soviético. En gran medida esto se debió
a factores económicos y sociales: desaparecieron aquellos grupos explotadores
interesados en que las organizaciones religiosas tomaran el camino del
antisovietismo.
F-2 Celebración por el nacimiento del
profeta Mahoma en la
Gran Mezquita de Moscú, 1980, Moscú, Unión Soviética.
En las antiguas periferias nacionales iba
desarrollándose una clase obrera propia y crecía el papel que esta desempeñaba
en la vida social. Los campesinos se reunían en cooperativas, comprendiendo
todas las ventajas que esto tenía para quienes antes no habían contado ni con
tierra ni con agua. Aparecía una nueva capa –socialista– de intelectuales. En
tales condiciones el Islam consideró oportuno ocupar una posición benévola
hacia el Estado socialista.
Esta nueva posición pasó por una dura prueba durante
la segunda guerra mundial. Los dirigentes de la Alemania nazi cifraban serias
esperanzas en una explosión de la discordia nacional en las repúblicas
soviéticas, en su escisión interior por motivos religiosos. Pero se
equivocaron.
Desde los primeros meses de la SGM, el clero
musulmán ocupó una posición marcadamente patriótica. En el congreso celebrado
en Ufá hicieron un llamamiento a todos los musulmanes de la URSS, instándolos a
luchar con las armas en la mano contra los agresores hitlerianos, trabajar
abnegadamente en la retaguardia y a rezar en las mezquitas por la victoria del
Ejército Rojo.
Miles de musulmanes entregaron sus ahorros al
Fondo de la Defensa. Así lo hizo, por ejemplo, Rajimzhán Mujamédov, uzbeko de
Tashkent, quien no pudo alistarse debido a su salud quebrantada. Con estos
medios –años de honrado trabajo– y con los de otros uzbekos fue construida la
escuadrilla de cazas Uzbekistán. Característico de aquel período es el artículo El
deber del clero ante la Patria, publicado en la revista de la Dirección
Clerical de los Musulmanes de Asia Central y Kazajstán y en el que podemos
leer:
«Toda la tierra soviética es nuestra Patria, y
los distintos pueblos que viven en ella son nuestros compatriotas. Toda la
economía, toda la producción es patrimonio del pueblo. Nuestro deber humanista
consiste en tomar las medidas necesarias para defender y multiplicar este
patrimonio. . . ¡Que no haya ninguna personalidad religiosa no patriota! ¡Vivan
los clérigos que cumplen dignamente con su deber ante la Patria!».
El comienzo de la tercera etapa en las relaciones entre el Islam y el
socialismo cae en los años 60, y le caracteriza una colaboración mucho más
estrecha entre las organizaciones religiosas y el Estado socialista. Por
ejemplo, el apoyo por los creyentes y el clero a la política interna y exterior
del Gobierno, una participación activa de las organizaciones religiosas en la
lucha por la paz y la amistad entre los pueblos, así como cierta modernización
de los puntos de vista éticos y sociales, de la praxis eclesiástica y de una
serie de aspectos dogmáticos teniendo en cuenta la solidez del socialismo
contemporáneo.
En nuestros tiempos, los clérigos han comenzado
a afirmar que la construcción del socialismo la auguraron sus libros sagrados.
Ya no callan el hecho de que los éxitos alcanzados por la URSS en todos los
campos se deben al carácter del régimen soviético. Se amplía el aporte que
hacen los creyentes a la causa de la edificación de nuestra sociedad.
En 1984, cuando el país celebró el 60
aniversario de la formación de las repúblicas soviéticas de Uzbekistán y
Turkmenistán, el muftí Shamsutdinján ibn Ziautdinján ibn Ishan Babaján,
presidente de la Dirección de los Musulmanes de Asia Central y Kazajstán, en su
mensaje a los fieles subrayó que los pueblos de estas repúblicas, con la ayuda
de todas las naciones de la URSS, en un plazo históricamente corto se liberaron
de la miseria, la oscuridad y la falta de derecho, alcanzando la justicia
social y la civilización moderna.
F-3 Soldado soviético
de vacaciones junto a su familia en Uzbekistán, Unión Soviética.
Es interesante que esta misma idea también la
enuncian algunas personalidades religiosas del extranjero. Así, Seid Baraka
Molla Shamsuddovla, director de la revista El Islam en el siglo actual (Bangla
Desh) declaró en particular: «Al visitar vuestro país, me convencí de que aquí
los musulmanes viven bien, gozan de todos los beneficios de la civilización,
obtienen una instrucción moderna, disfrutan de los servicios de la sanidad
gratuita y no sufren del desempleo. La URSS no es un Estado musulmán, pero está
claro que el Gobierno soviético concede a los trabajadores musulmanes derechos
y oportunidades inaccesibles para ellos en muchos Estados musulmanes».
*Ajund (literalemtne,
preceptor), título de teólogos y clérigos musulmanes (N. de la Red.).
Tomado de la revista Sputnik, Selecciones de La Prensa Soviética, Número 10. Octubre de 1985, Págs: de la 108 a la 112.
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