Presentación
Octubre es un gran mes, en muchos países del mundo, termina la primavera y da inicio el invierno. Pero, no sólo. El reviste una importancia trascendental para los comunistas marxistas leninistas y revolucionarios proletarios: el indica dos acontecimientos históricos que han vuelto patas arriba al mundo viejo el nacimiento del Socialismo como sistema social vivible y gozable para la humanidad trabajadora. Octubre ha sido marcado indeleblemente por los triunfos de la Gran Revolución Socialista de 1917, en la Rusia imperialista feudal, y la Gran Revolución Socialista en la milenaria China, feudal y semicolonial.
Dichos dos acontecimientos que han estremecido al Mundo, han señalado a la humanidad trabajadora y explotada el camino justo para aplanar las “tres montañas” y conquistar el radiante futuro. Gracias a los camaradas Lenin y Stalin, en Rusia, y al camarada Mao Tse-Tung en China, la clase obrera y el pueblos trabajador de ambos países, dirigidos por sus respectivos Partidos Comunistas, han aperturado y consolidado la fe y confianza de que el futuro nos pertenece. A la vez que comprobado toda la justeza y cientificidad del Marxismo-leninismo, como Pensamiento-guía para la liberación nacional y la emancipación social.
Tenemos el alto honor de poner en sus manos un artículo, intitulado “La Gran Revolución Socialista en China. 1949, redactado por el intelectual marxista-leninista-maoísta boliviano camarada Jorge Echazú Alvarado. El camarada Echazú, además de Secretario General del Partido Comunista (Marxista-Leninista-Maoísta) Bolivia, es elemento representativo del potencial del proceso de cambios revolucionarios en dicho país andino. Su presencia y actividad en dicho proceso democrático revolucionario resulta garantía del carácter ininterrumpido del proceso de cambio indetenible ya de una revolución democrática burguesa a la revolución de nueva democracia popular encaminada, a su vez, a la revolución socialista y el comunismo. Éste artículo debe ser estudiado detenidamente, asesorados por la lupa revolucionaria del Marxismo-Leninismo-Maoísmo lo cual permitirá a todos los revolucionarios proletarios de Panamá, América Latina y el mundo entero extraer las lecciones necesaria para hacer como los rusos y los chinos para emancipar a la humanidad trabajadora aún esclavizada por el semifeudalismo, el capitalismo burocrático-comprador y por el imperialismo, principalmente por aquel estadounidense “enemigo principal de todos los pueblos del mundo”.
LA GRAN REVOLUCION SOCIALISTA EN CHINA. 1949
Los maoístas de Bolivia, celebramos alborozados este primero de noviembre de 2010, el 61º Aniversario de la Gran Revolución China.
La gran revolución democrático-popular en China que culminaría con la toma del poder en 1949, tuvo su inicio en el año de 1921, cuando un grupo de revolucionarios funda el Partido Comunista de China, PCCh.
En esta histórica oportunidad, estuvieron presentes el Presidente Mao Tse-tung, Dong Pi-Whu, junto a otros que después desviarían la lucha siendo separados del Partido. Los dirigentes del nuevo Partido que se había organizado a instancias de la III Internacional, consideraban necesario seguir un tanto mecánicamente las experiencias de la Revolución de Octubre centrando la actividad en los círculos de obreros y proletarios de las grandes ciudades chinas como Shangai, Pekín o Nanking. Esta política condujo, efectivamente, a una serie de derrotas que pusieron en serio riesgo a la existencia misma del joven movimiento revolucionario.
Siguiendo esa línea, en el otoño e invierno de 1926, los organismos dirigentes del Partido decidieron iniciar la rebelión, pero, cálculos erróneos sobre la descomposición del enemigo y lo inoportuno del comienzo de las acciones, llevaron a un completo fracaso. Al año siguiente, en febrero de 1927, se produjo la insurrección de Cantón, cuando un ejército revolucionario se preparaba para ocupar la ciudad. El Partido Comunista se lanzó a la lucha proclamando una enorme huelga en la que participaron 80 000 trabajadores. La incorrecta coordinación entre el ejército revolucionario y los combatientes de la ciudad, condujo a otro fracaso de proporciones muy grandes.
Finalmente, en marzo del mismo año, se produjo la tercera insurrección de Shanghai, en circunstancias en que el Ejército Nacional Revolucionario se acercaba a la ciudad y por otro lado las masas obreras decididas a la lucha se lanzan a la rebelión. Esta vez, los huelguistas llegan a 800 000. Después de encarnizados combates, los rebeldes triunfan tomando la ciudad y poniendo en fuga a los enemigos que tuvieron que refugiarse en las concesiones extranjeras de la ciudad.
Todas estas derrotas y algunos triunfos locales, se deben, en primer lugar a la colaboración que, durante estos años, se establece entre el Kuomintang (El Partido Nacionalista) del viejo líder Sun Yat-sen y el Partido Comunista. Sin embargo, en el seno del Kuomintang anidaba una fracción ultraderechista y reaccionaria liderada por Chiang Kai-shek, la misma que comenzó e realizar una tarea destinada a socavar la alianza dentro del Kuomintang propiciada por el venerable Sun. De esta manera, utilizando a los sectores reaccionarios del ejército, Chiang ahogó en sangre el levantamiento victorioso de Shangai al que siguió una feroz represión en la misma ciudad y en todo el país.
A comienzos de 1928, se estableció una nueva alianza, esta vez entre la fracción reaccionaria del Kuomintang y las fuerzas armadas imperialistas estacionadas en China y que la habían convertido en una verdadera colonia. El 3 de mayo de ese mismo año, tropas japonesas entraron en Shantung destruyendo la ciudad de Tsi-nan y matando más de mil personas. La enorme ola revolucionaria de los años 25-28 concluyó en una gran derrota del movimiento revolucionario, ocasionada por la traición de Chiang y su fracción kuomintanista que desde entonces quedaría como la guarida de toda la reacción china pues los elementos patriotas se retiraron brindando su apoyo al Partido Comunista; así como por la línea errónea propiciada por la dirección del Partido, como pasaremos a ver.
Después de tan catastróficas derrotas, los restos de las fuerzas revolucionarias al mando de Mao Tse-tung y Chu Teh, se retiraron a las montañas de Ching-kang, para dar comienzo a la guerra de guerrillas. En un giro táctico de valor estratégico decisivo, en la práctica, por resolución de Mao, se traslada el núcleo de los enfrentamientos de la ciudad al campo y allí se establecen fuertes bases de apoyo campesino. Comienza a crecer el “poder rojo” del pueblo chino en el seno mismo de las inmensas masas campesinas en un período que va desde la derrota de 1928 a la invasión japonesa de 1931.
Pretextando la desaparición de un capitán japonés de nombre Nakamura a manos de “bandidos”, las tropas niponas estacionadas en Manchuria, cruzan el puente llamado Liu-Tiao-Kow, dando comienzo a la guerra chino-japonesa. Durante la noche del 18 de septiembre, una columna japonesa ataca Mukden, mientras las tropas chinas que tenían ordenes de no ofrecer resistencia y dejarse desarmar, pasaban a la pasividad completa.
En menos de tres meses y como resultado de la política entreguista y traidora del gobierno central, China perdió ante el Japón, varias decenas de ciudades y la integridad de tres provincias. La capitulación del Kuomintang frente el agresor era casi total, pero, contrariamente, el pueblo y las masas clamaban por un movimiento nacional-popular de resistencia para la salvación de la patria.
En lugar de luchar contra los japoneses que seguían penetrando en China, Chiang Kai-shek, mandaba a sus generales a combatir a los comunistas y no sólo eso, sino que, además, reprimía brutalmente al pueblo que se manifestaba por la unidad nacional contra el agresor militarista japonés.
En enero de 1932, el Japón ensoberbecido por sus triunfos gratuitos frente a un régimen corrupto, decidió seguir su agresión hacia el sur de China. El objetivo inmediato era la toma de Shangai que era resguardado por el 19 Cuerpo de Ejercito el mismo que resistió heroicamente el embate japonés. La defensa de Shangai fue exitosa y los japoneses fueron rechazados. Los éxitos de la resistencia del 19 cuerpo, fueron posibles gracias a la ayuda del pueblo y a la resuelta intervención del Partido Comunista Chino que participó en los combates.
El gobierno traidor de Chiang, mientras tanto, ordenaba a la flota china en sentido de no atacar a las embarcaciones japoneses con el objeto de mantener relaciones «amistosas con el Japón», cuando éste ya tenía ocupada la mitad de China.
El 5 de mayo del 32, el Kuomintang, siguiendo con su política pro-japonesa, negoció un «armisticio» en virtud del cual se permitía al Japón mantener tropas en Shangai, en cambio las tropas chinas no tenían «autorización» para entrar en la ciudad mientras no se restableciere en ella «la normalidad».
Como explicábamos líneas arriba, en el seno del Partido Comunista de China, había estallado una enconada disputa de carácter estratégico entre aquellos comunistas que, siguiendo las orientaciones de la Internacional Comunista (IC), pretendían con insistencia volcar el núcleo del trabajo político revolucionario a las grandes ciudades, es decir en los centros proletarios y los otros que, al mando de Mao Tse-tung, habían ya centrado el trabajo en las zonas rurales. Oficialmente, por esta época, el partido se hallaba dirigido por Chen Tu-siu, empero debido a los rotundos fracasos de las insurrecciones urbanas ya conocidas por nosotros, fue sustituido por Li Li-san, el mismo que persistió en los errores de dogmatismo para ser reemplazado por el conocido Wang Ming, llegado directamente de Moscú a hacerse cargo de la sección china de la Internacional Comunista.
Sin embargo, los problemas de la revolución china, no sólo eran debatidos por los comunistas chinos, también la Internacional Comunista con sus grandes líderes discutía apasionadamente la complejidad de la primera revolución en el mundo colonial de la época. Para Stalin, en China debía seguirse el camino ya trazado por la revolución rusa, es decir, trabajo entre los obreros: la fuerza principal y dirigente, para después conquistar el apoyo de las masas campesinas. Empero, como la clase obrera china era una ínfima minoría de la población en virtud del débil desarrollo capitalista de China, no quedaba otro remedio, por el momento, que ceder la hegemonía a la burguesía nacional en la lucha contra el imperialismo. En una palabra, continuar el trabajo de alianza con el Kuomintang, cuyo presidente ya no era Sun Yat-sen, sino el anticomunista Chiang Kai-shek.
También terciaba en la disputa teórica sobre China el dirigente Trotski, quien explicaba que en China sólo podía darse una revolución socialista, bajo la dictadura proletaria, planteando que, en vista de la debilidad y dependencia de la burguesía nacional china, debía ser el proletariado el que asuma la dirección del movimiento revolucionario. Para Trotski, debía ser el proletariado el que obligatoriamente sea, al mismo tiempo la principal fuerza motriz y el dirigente de la revolución. No contaba para nada --como siempre para el trotskismo-- el hecho de que la clase obrera china justamente por el escaso desarrollo capitalista de la formación social, era muy débil orgánicamente.
El euro-centrismo de la IC, era muy grande por aquellas épocas y nadie ponía en duda el principio según el cual la liberación de las colonias sería solamente el resultado de la revolución socialista de los países capitalistas adelantados. Ni Lenin pudo librarse completamente de aquella falsa óptica determinada, claro está, por la época, aunque en los últimos escritos de Lenin se puede entrever un cambio de perspectiva.
La crítica contemporánea de Mao, sobre todo propiciada por el revisionismo moscovita, hace énfasis en que el líder chino siempre fue un “campesino” y nunca un “proletario”. En torno a este problema que tiene capital importancia, nos detendremos un poco.
En efecto, el Partido Comunista de Colombia, marxista-leninista, tiene los siguientes párrafos en torno el problema que debatimos:
« Como ha quedado claro al analizar la obra teórica y practica de Mao Tse Tung, se puede apreciar que el PCCH SOBREESTIMO el papel del campesinado en el proceso revolucionario, colocándolo por encima de la clase obrera…….
Mao Tse-tung ha atribuido al campesinado chino la mayor importancia y la condición de CLASE DIRIGENTE porque representaba el 80% de la población del país, mientras que el proletariado contaba con unos cuantos millones. También en este problema Mao Tse-tung se aparta radicalmente del marxismo. Porque el problema de qué fuerza es más importante en la revolución, cual es la clase dirigente, no se puede mirar como un problema de cantidad, sino de calidad. El problema clave consiste en establecer que no es el factor numérico el que determina qué clase debe dirigir el proceso revolucionario, sino la ubicación que le corresponde dentro de la sociedad de acuerdo con el sistema social vigente...
La concepción que Mao aplicó en relación con el trabajo en el campo dependía de la primacía que otorgaba al campesinado en la revolución. Está comprobado por la propia realidad que Mao se guió por este planteamiento esquemático, antiproletario, relegando a segundo término el papel dirigente de la clase obrera china. EN ESTE PLANTEANIENTO RADICA EL PROBLEMA PRINCIPAL....
Las tesis antimarxistas de la revolución campesina y el carácter de VANGUARDIA DEL CAMPESINADO en la revolución china sirvieron a Mao Tse-tung para formular sus tesis de "utilizar las aldeas para rodear las ciudades dando así primacía las zonas apartadas del país, precisamente donde no existe clase obrera industrial".....» (20)
(Las mayúsculas son nuestras)
Veamos a continuación cual es la versión de Wang Ming, el viejo y sectario secretario general del PCCh designado por IC, en cuanto se refiere al asunto que tratamos:
«En realidad, la reunión del Buró político del PCCh en la ciudad de Tsunyi, convocada por Mao Tse-tung en enero de 1935, con el propósito de organizar un complot, estaba dirigida contra la línea justa de la Internacional Comunista. Las pautas política, militar y orgánica de esta reunión fueron absolutamente erróneas. ¡¡Mao Tse-tung programó esta reunión para usurpar el poder militar en el Partido...!!» (21)
Wang Ming, en su trabajo se abstiene de decir cuales eran las justas líneas de la Internacional Comunista que como reconoció Stalin eran erróneas; lo que le interesa a Ming es atacar sañudamentea Mao por "desobedecer" al centro comunista de Moscú. En forma hábil elude el problema principal que radica en el viraje radical que pretendía Mao frente a la línea de la dirección del Partido de poner el énfasis en el trabajo clandestino de las ciudades, el mismo que era propiciado por la Internacional Comunista. Sin embargo, la crítica de Wang Ming, quien fuera excluido del Partido y después fuera utilizada por el revisionismo moscovita para atacar a Mao, que pretende un conocimiento profundo de la teoría militar del "partido" frente a la de Mao, termina cayendo por su base cuando hace la siguiente declaración:
« Nunca estuve EN NINGUNA ZONA SOVIETICA CHINA. A fines de la década del veinte y comienzos de la del treinta trabajé en la clandestinidad en Shangai. El 18 de octubre de 1931 me marché de Shangai y el 7 de noviembre llegué a Moscú. A partir del 10 de noviembre de 1931 fui representante del PCCR en la Internacional Comunista y cumplí mis obligaciones en los organismos dirigentes de la misma. Tan solo el 14 de noviembre de 1937 partí de Moscú, el 29 de noviembre llegué en avión a Yenan.....» (22) (Mayúsculas y subrayado son nuestros)
Ahora bien, si Wang Ming no estuvo nunca en la lucha guerrillera de los campesinos chinos dirigidos por Mao Tse-tung, su testimonio sobre los movimientos de tropas, sobre las "malas" campañas de Mao y otras precisiones resultan pues totalmente ridículas y no tienen ninguna autoridad. En realidad Wang Ming se oponía no a una u otra maniobra táctica del Ejército Rojo Chino, sino a toda la estrategia que promovía Mao aún sin ser oficialmente jefe del Partido ni del Ejército.
La superficial e interesada y hasta absurda crítica de Wang Ming, llega a censurar la célebre y grande “Larga Marcha” que tendremos la oportunidad de seguir más adelante. Pero escuchemos a Wang en torno a ese problema:
«De otra parte, existen pruebas de que por culpa de Mao Tse-tung, el CC del Partido y el grueso del Ejército Rojo (con más de 40 000 hombres) resultaron arrinconados en una estrecha franja de tierra en el Norte de la provincia de Shensi; y sólo los éxitos de la política del frente nacional antijaponés único acabaron con la difícil situación en que se encontraban el CC del Partido y el Ejército Rojo....» (23)
Agrega Wang que Lui Shao-chi, habría reconocido esta realidad en los siguientes términos:
«No fue la aldea la que salvó a la ciudad, sino que la ciudad salvó a la aldea....» (24)
En otras palabras, las de Wang:
«... los éxitos de la política del frente nacional antijaponés único en la CIUDAD SALVARON A LA ALDEA». (Mayúsculas nuestras) (25)
Para mayor claridad en torno al asunto del frente nacional antijaponés único, diremos que, efectivamente, existían discrepancias entre Mao y la IC. Sobre todo Stalin insistía en la necesidad de ese Frente en el cual el Partido y el Ejército Rojo debían subordinarse al Kuomintang. Mao, por su parte insistía en la independencia del Ejército Rojo en vista de las negras experiencias de trabajo conjunto con el Kuomintang.
Sin embargo, lo importante de esta etapa de la lucha revolucionaria del pueblo chino es que, efectivamente, desde la célebre reunión de la dirección del Partido en Tsunyi, varió toda la estrategia asumiendo Mao Tse-tung, la conducción directa de las operaciones. La reunión de Tsunyi tuvo en cuenta las grandes dificultades que tenían que enfrentar las bases rojas frente a las sucesivas campañas de “cerco y aniquilamiento” que lanzaba, una tras otra, Chiang Kai-shek.
Como ya sabemos, desde antes de la agresión japonesa, la única y verdadera lucha del traidor Chiang estaba dirigida a aplastar al Partido Comunista y a sus fuerzas armadas. Tres anteriores “campañas de cerco y aniquilamiento” habían fracasado ruidosamente y en el verano de 1932 y en el otoño de 1933 fueron emprendidas la cuarta y quinta "expediciones" contra las bases guerrilleras del Partido Comunista.
El Kuomintang movilizó en la última cerca de un millón de soldados, tomando el propio Chiang el mando de las operaciones. Entre las instrucciones adoptadas para aplastar definitivamente al "enemigo principal" ya que el invasor japonés pasaba a ser un verdadero aliado táctico, Chiang ordenaba:
«1. 1. que todos los hombres aptos para el servicio militar que fuesen hallados en las zonas de los bandidos debían ser pasados por las armas;
1. 2. que todos los edificios existentes en las zonas de los bandidos debían ser incendiados;
1. 3. que todos los víveres existentes en las zonas de los bandidos debían distribuirse a las unidades voluntarias de lucha contra los comunistas, o bien saqueados y, si esto no era posible, incendiados......» (26)
No obstante que sucesivamente todas las campañas de "cerco” y lanzadas por el traidor Chiang fueron destrozadas, las mismas habían causado enormes pérdidas en las fuerzas revolucionarias. Por otro lado, escuchando la voz del pueblo que exigía un Frente Único Antijaponés, Mao y el alto mando del Ejército Rojo, decidieron emprender la más grande hazaña militar de todos los tiempos: La Gran Marcha, llamada también Larga Marcha para posibilitar una resistencia más activa contra el Japón.
La columna principal al mando de Mao partió de la provincia de Hu Peh, en septiembre de 1934, rumbo al noroeste del país.
La epopeya revolucionaria fue desarrollándose durante más de un año y, con el propósito de eludir y burlar las furiosas acometidas de las tropas del Kuomintang, tuvo que realizar largas maniobras de alejamiento e internarse profundamente en el interior del país, atravesando las provincias de Kwang-tung, Hunan, Hanchow, Kwangsi, Yunnan, Szechwan, Sinkiang y Kansu. A principios del año siguiente de 1935, las fuerzas comunistas rodeadas al mando de Mao y Chu Teh, lograron romper el cerco de hierro enemigo reanudando la marcha hasta llegar a Yenan.
Escuchemos como evalúa Mao Tse-tung la “Gran Marcha":
« A propósito de la Gran Marcha, se puede preguntar: ¿cual es su significación? Contestamos que la Gran Marcha es la primera de su género en los anales de la historia, y es a la vez un manifiesto, un destacamento de propaganda y una máquina sembradora. Desde que Pan Ku separó el cielo de la tierra y desde la época de los Tres Soberanos y los Cinco Emperadores, ¿ha conocido la historia una gran marcha como la nuestra? Día tras día durante doce meses, seguían nuestros pasos y nos bombardeaban decenas de aviones desde el aire, mientras por tierra, una inmensa fuerza de centenares de miles de hombres nos cercaba, nos perseguían, nos cerraban el paso y nos interceptaban; innumerables fueron las dificultades y peligros que encontramos en el camino. Sin embargo, haciendo funcionar nuestras dos piernas, recorrimos más de veinte mil LI, a través de once provincias. Cabe preguntar: ¿Ha habido en la historia una gran marcha como la nuestra? No, nunca. La Gran Marcha es un manifiesto. Ha proclamado ante el mundo entero que el Ejército Rojo es un ejército de héroes, mientras que los imperialistas y sus lacayos, Chiang Kai-shek y compañía, son totalmente impotentes. Ha proclamado el fracaso del imperialismo y de Chiang Kai-shek en sus operaciones para cercarnos, perseguirnos, cerrarnos el paso e interceptarnos. La Gran Marcha es también un destacamento de propaganda. Ha dado a conocer a unos doscientos millones de habitantes de las once provincias recorridas que el camino del Ejército Rojo es el único que los conduce a la liberación. De no ser por esta hazaña, ¿cómo habrían podido las grandes masas populares enterarse con tanta rapidez de que existía en el mundo la gran verdad encarnada por el Ejército Rojo? La Gran Marcha es también una maquina sembradora. Ha esparcido por las once provincias gran cantidad de semillas, que germinarán, echarán hojas, florecerán y darán frutos: rendirán cosecha en el futuro. En una palabra, la Gran Marcha ha terminado con la victoria nuestra y la derrota del enemigo. ¿Quién la ha conducido a la victoria? El Partido Comunista. Sin él, esta Gran Marcha habría sido inconcebible. El Partido Comunista de China, su organismo dirigente, sus cuadros y sus miembros no temen ninguna dificultad ni sufrimiento. Todo el que ponga en tela de juicio nuestra capacidad para dirigir la guerra revolucionaria se hundirá en el pantano del oportunismo. Con el término de la Gran Marcha, ha surgido una situación nueva.
" En la batalla de Chiluochen, el Ejército Rojo Central y el Ejército Rojo del Noroeste, unidos fraternalmente, desbarataron la campaña de "cerco y aniquilamiento” lanzada por el vendepatria Chiang Kai-shek contra la Región Fronteriza de Shensí-Kansu, y asentaron así la piedra angular para la tarea emprendida por el Comité Central del Partido: establecer en el Noroeste el cuartel general nacional de la revolución..» (27)
Efectivamente, como lo afirma el Presidente Mao, la famosa Gran Marcha fue un acontecimiento que marcó época. Otras hazañas militares como el paso de Bolívar por los Andes o la marcha de Aníbal de España a Italia, se quedan, sin lugar a dudas, como juego de niños frente a la epopeya revolucionaria china que atravesando un inmenso territorio trasladó las bases principales de la revolución desde el sur de China al noroeste Los diez mil kilómetros vencidos bastan para mostrar la colosal hazaña de un verdadero ejército de héroes. Aunque diezmado por las pérdidas sufridas durante el increíble recorrido, las fuerzas del Ejército Rojo llegaron a Yenan llenas de optimismo y seguras de la victoria final.
Una vez consumada la marcha e instalados los mandos en el Noroeste, se comenzó a planificar la lucha contra los invasores japoneses que persistían en su política de ir penetrando lenta pero seguramente en el corazón de China ante la impasibilidad del traidor Chiang.
Unidades reforzadas del Ejército Rojo intentaron desde sus bases de Shen-si, dirigirse hacia el este en busca de las fuerzas japonesas ocupantes y, cruzando el Huang Ho, se acercaron a la ciudad de Tai-yuan. Los habitantes de todas las zonas por las que pasaba el Ejército Rojo manifestaban su alegría al ver como las fuerzas revolucionarias marchaban a combatir al invasor odiado. Sin embargo, los planes del traidor Chiang eran muy diferentes. Acumulando fuerzas que alcanzaron a diez divisiones en colaboración de tropas locales del Kuomintang, ordenó que se interceptara al Ejército Rojo y se evitase su confrontación con los japoneses. En la provincia de Shan-si, el Ejército Rojo logró una victoria decisiva contra los traidores, pero no podía continuarse con la lucha intestina por lo que se decidió volver a las bases de Shen-si.
La política general del Kuomintang y sobre todo de Chiang Kai-shek, no variaba en absoluto: lucha a muerte contra los comunistas y conciliación y apaciguamiento con los invasores japoneses. Naturalmente esta política era rechazada por toda la población que ardía en deseos de pelear con los japoneses.
Una prueba palpable de la contradicción entre la traición y los intereses populares es el célebre incidente de Sian que puede sintetizarse en la siguiente forma:
En octubre de 1936, Chiang Kai-shek viaja en avión de Nanking a Sian, ciudad situada en la provincia de Shen-si, con el objeto de controlar a su ejército al mando de Yang Hu-cheng y obligarlo a atacar a los comunistas. No obstante la persistente agresividad nipona, Chiang insistía en atacar a los comunistas. El día 8 de diciembre escribió a sus generales Chang Sue-liang y Yang Hu-cheng, expresándoles que:
«...ocurra lo que ocurra, en estos momentos es preciso aplastar la actividad del Partido Comunista, y si alguien se atreve a desoír esa orden, el Comité Ejecutivo Central del Kuomintang..... tendrá que tomar las medidas que sean del caso...» (28)
Los aludidos generales, cansados de tener que luchar y perseguir a los comunistas, sus compatriotas, en lugar de combatir a los japoneses, decidieron "convencer" a Chiang con la fuerza de las armas. El 12 de diciembre lo arrestaron y le impusieron que tomara claramente posición contra el Japón. Chiang Kai-shek se vio obligado a firmar un documento comprometiéndose a luchar contra el Japón, mientras las autoridades de Nanking enviaban tropas para "liberar" al traidor y arrestar a los rebeldes. Finalmente el "incidente" se solucionó pacíficamente cuando firmado el compromiso, los generales liberaron a Chiang enviándolo en avión a Nanking.
Inmediatamente que se encontró en libertad, el traidor Chiang arrestó a Chang Sue-liang y desconoció el compromiso adquirido y lanzó una represión violenta contra los jefes militares que propugnaban una cesación de la guerra interna para volcar todas las fuerzas contra el Japón.
En la parte norte del territorio chino controlado por el Ejército Rojo, todas las fuerzas anti-japonesas habían sido unificadas bajo la hegemonía del Partido Comunista, en cambio en las zonas controladas por el Kuomintang prevalecían las luchas internas y sobre todo la represión anti-comunista del pleno agrado de los invasores japoneses.
La noche del 7 de julio de 1937, las tropas japonesas atacaron a fuerzas chinas acantonadas en las cercanías del puente de Lu-kou-tsiao, que precipitó la agresión generalizada del Japón contra China. El Japón cambió completamente su estrategia y se decidió a completar de una vez por todas, la ocupación de toda China.
Como no podía ser de otra manera, ante la pasividad del gobierno central, las fuerzas japonesas alcanzaron y tomaron rápidamente Pekín, la vieja capital y Tientsin, casi sin resistencia, lanzándose, sobre la marcha, sobre Shangai. Los meses finales de 1937, mostraron a las desmoralizadas tropas del Kuomintang retirarse desordenadamente hacia el sur.
Sin embargo, el 8° Ejército, al mando del general Lin Piao, comunista, logró una sensacional victoria sobre los japoneses en la localidad de Pin-Sing-kuang derrotando a uno de los mayores criminales de guerra japoneses, el general Itagaki. El triunfo de Pin-Sing-kuan, constituyó una demostración muy clara de las ansias del pueblo para combatir al invasor y sobre todo de las posibilidades reales de derrotarlo, en contradicción de la prédica derrotista del Kuomintang.
Empero la ofensiva general japonesa ya tocaba los centros neurálgicos de China y, por parte de los traidores, solamente se oía la consigna "la paz después de la derrota". A principios de 1938, fue evacuada la capital Nanking, y a la par, también volvían los triunfos patriotas como los de Tai-er-chuang. El derrotismo kuomintanista era realmente pavoroso y, en realidad, el gobierno estaba dispuesto a aceptar cualquier transacción a fin de lograr el "cese de hostilidades con el Japón". Cayeron sucesivamente las ciudades sureñas de Wu han y Cantón, retirándose el gobierno "nacionalista” a la ciudad de Chung king.
El Presidente Mao Tse-tung, férreamente instalado en Yenan, había organizado las fuerzas armadas revolucionarias nominalmente subordinadas al ejército nacional chino dirigido por el Kuomintang. Sin embargo, en los hechos el Nuevo 4to y el 8vo. Ejércitos solamente obedecían las instrucciones del Alto Mando de Mao. Estas unidades militares desarrollaban sus operaciones en la profunda retaguardia japonesa causando enormes pérdidas a los invasores que marchaban a paso de vencedores, sin ninguna resistencia en el sur frente a las unidades kuomintanistas.
La persistente propaganda de los vendepatrias de Chiang Kai-shek, quería convencer el pueblo chino que la derrota frente al Japón era un hecho consumado y que lo único sensato era llegar a un arreglo negociado aun a costa de la pérdida de toda la región norte china y el reconocimiento del gobierno fantoche del llamado "Manchukuo".
Justamente al refutar esos presuntos "argumentos" de los traidores del Kuomintang, Mao escribió su célebre obra titulada "Sobre la guerra prolongada", la misma que, en síntesis, sostenía la necesidad de la resistencia y la posibilidad de la derrota del Japón a manos de China. Según los razonamientos de Mao, el Japón, si bien tenía un poder militar, económico y político-organizativo muy grande, había iniciado una guerra de agresión bárbara y reaccionaria; sus reservas de hombres y material eran insuficientes para el fin de sojuzgar toda China. En cambio, China presentaba una situación completamente opuesta, pues siendo sus fuerzas militares, económicas y político-organizativas relativamente débiles, pero el país libraba una guerra justa de resistencia que podía contar con el pleno apoyo de las masas populares, disponía de un territorio muy grande que permitía una guerra de desgaste prácticamente indefinida, contando además con el apoyo de toda la humanidad progresista. Este balance genial de Mao, llegaba a la siguiente síntesis: la guerra no podía tener un desenlace rápido, pues ninguno de los contendientes estaba en condición de lograr un triunfo relámpago; la guerra, en consecuencia, sería de larga duración y poco a poco se harían sentir las ventajas que tenía China y las desventajas estratégicas del Japón. Finalmente, decía Mao, China se impondría al Japón inevitablemente.
Los hechos posteriores vendrían a confirmar plenamente los puntos de vista de Mao. De esta forma se desvirtuaron definitivamente los "argumentos" reaccionarios que querían forzar al pueblo chino a capitular frente al Japón.
En 1939, comienzan a sentirse cambios fundamentales en el curso de la guerra de agresión japonesa. En septiembre se había desatado la Segunda Guerra Mundial con la agresión alemana a Polonia, como ya lo vimos. En junio de 1941, la Alemania hitleriana atacaba a la Unión Soviética y finalmente el 7 de diciembre del mismo año, el Japón Imperialista sorprendía a los Estados Unidos hundiendo su flota en Pearl Harbour.
El Japón, a partir de entonces, debía atender un nuevo frente y tal situación no podía sino influir decisivamente en sus acciones agresivas en China.
Los japoneses atacaron a los EE.UU., pensando que la guerra con China estaba prácticamente concluida y que faltaba solamente "limpiar" las zonas ocupadas por los guerrilleros de Mao, pues el llamado gobierno ”nacionalista” de Chung King, les tenía sin cuidado. En efecto, a partir de 1941, las fuerzas japonesas al mando del general Okamura se empeñaron en campañas ininterrumpidas de “rastrilleo” sobre las bases antijaponesas, las mismas que tenían como principal objetivo el saqueo de los recursos de China para lanzarlos en su guerra del Pacífico. Se organizaron escuadrones especiales como los “escuadrones de incendiarios”, “escuadrones de destrucción”, “escuadrones de requisa de víveres” "escuadrones de fusilamientos”, etc., etc. Fue enorme el cuadro de barbarie que alcanzó esta política japonesa contra China y se calcula entre 150 mil viviendas incendiadas, 15 millones de tings de víveres saqueados, más de 10 mil cabezas de ganado saqueados. Todo esto solamente en la provincia de Shansi.
Los ejércitos revolucionarios con su centro en Yenan, bajo la conducción de Mao Tse-tung, se encontraron apretados entre dos frentes: el de los japoneses y el de los reaccionarios del Kuomintang. Las regiones liberadas por los ejércitos 4to y 8vo, atravesaron momentos muy difíciles y su territorio se estrechó drásticamente en 1943. También el número de los combatientes se redujo por efecto de las fuertes pérdidas.
Mao Tse-tung escribió es esta época su obra titulada: "Problemas estratégicos de la guerra de guerrillas contra el Japón", en la que expone de modo sistemático ideas revolucionarias sobre el curso de la lucha. Sostiene, por ejemplo, la tesis de:
« 1. Iniciativa, flexibilidad y planificación en la realización de operaciones ofensivas dentro de la guerra defensiva, operaciones de decisión rápida dentro de la guerra prolongada y operaciones en líneas exteriores dentro de la guerra en líneas interiores.
2. Coordinación con la guerra regular.
3. Creación de bases de apoyo.
4. Defensiva y ofensiva
5. Transformación de la guerra de guerrillas en guerra de movimientos,
6. Correctas relaciones de mando.........» (29)
Poco a poco y basándose en la experiencia concreta de la gigantesca guerra del pueblo chino contra el pérfido invasor japonés, Mao va poniendo los cimientos de su genial doctrina de la GUERRA POPULAR que alcanzara su clímax en 1949.
Durante toda la guerra mundial que se desarrollaba en los frentes europeo, asiático y africano, los japoneses, por una parte y los ejércitos del Kuomintang, por el otro, no cesaron de atacar a las bases rojas de Yenan mediante sucesivas campañas “anticomunistas”. En 1944, viendo los japoneses que el curso de la guerra, en general, se volcaba contra las potencias del Eje nazi-fascista, resolvieron lanzar una gran ofensiva para ocupar toda China, la Indochina y hacerse de fuertes bases en el continente. Ante el peligro inminente de una verdadera derrota total de China, el Partido Comunista volvió a insistir en la unidad nacional para obtener la victoria. El 24 de septiembre se realizó en Chung King una conferencia de los de 500 representantes de todos los partidos y grupos políticos en la que se aprobó la reorganización del gobierno; sin embargo, una y otra vez, Chiang Kai-shek logró evadir los acuerdos y continuar con su política anti-nacional pro-japonesa.
A mediados de 1945 finalizó la Segunda Guerra Mundial con la derrota definitiva de los ejércitos alemanes y unos meses después, con la rendición incondicional del Japón que sufrió dos ataques atómicos de parte de los Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki.
La derrota total de los ejércitos japoneses estacionados en Manchuria y el norte chino, no se dejó esperar y la presión, por el norte de la Unión Soviética que entró en la guerra contra El Japón, determinó que una buena parte de los pertrechos bélicos japoneses, sobre todo del Ejército del Manchukuo, pasaron a manos de los comunistas chinos.
Por su parte el Kuomintang pretendía que todas las tropas japonesas se rindieran exclusivamente ante el propio Kuomintang. El mismo día de la rendición incondicional de El Japón, el 10 de agosto de 1945, Chu Te, comandante en jefe del Ejército Popular de Liberación, ordenó a todas las unidades en las zonas de guerra de China del norte, central y meridional, trasladarse inmediatamente a los lugares en que debían recibir el acto de rendición de las fuerzas japonesas.
El Kuomintang, por su parte, pretendía ordenar a las fuerzas patrióticas que permanecieran estáticas a la espera de “órdenes”. Al mismo tiempo encargaba el general japonés derrotado Yesuji Okamura, "liberar los territorios perdidos", limpiándolos de "bandidos” y “resistir” cualquier orden de los comunistas para obtener la rendición japonesa.
De todos modos, pese a las maquinaciones reaccionarias realizadas por Chiang Kai-shek para robarle al pueblo chino su victoria contra el Japón, se tuvieron que realizar las conversaciones llamadas de Chung King entre los bandos kuomitanistas y comunistas. El 28 de agosto, Mao Tse-tung, en persona viajó a Chung king para tratar con las autoridades kuomintanistas los problemas de la paz, la democracia y la unidad. Finalmente se firmaron los “acuerdos del 10 de octubre" que propiciaban una China independiente, libre y próspera.
No obstante que los acuerdos del 10 de octubre nunca fueron observados por los traidores nacionalistas, se puede decir que fue una paz relativa, duró desde aquellos acuerdos hasta junio de 1946, fecha formal de la iniciación de la Tercera Guerra Civil Revolucionaria del pueblo chino. Le habían precedido la de 1925-27, la de 1927-37 y la guerra antijaponesa de 1937-45.
Podemos dividir esta Tercera Guerra en dos fases, la primera defensiva ante el avance de los kuomintanistas sobre las bases rojas y la segunda de la contraofensiva victoriosa del pueblo y ejércitos chinos.
Inicialmente la situación, como no podía ser de otra manera, favorecía netamente el Kuomintang. Los Estados Unidos y la administración Truman, mediante su enviado el Gral. Marshall, venían proporcionando todo tipo de material de guerra a los nacionalistas, entregándoles, además, todos los equipos capturados a los japoneses al término de la guerra en el Asia sudoriental y el Pacífico. De este modo, con el respaldo moral y material de los EE.UU., Chiang Kai-shek se lanzó a liquidar definitivamente a los “bandidos” comunistas.
La ofensiva lanzada por Chiang determinó un repliegue general de las fuerzas populares en todas las zonas liberadas. De junio de 1945 a julio de 1947, se adoptó por parte del mando militar a cargo de Mao Tse-tung, la llamada defensiva estratégica que consistía en conservar las fuerzas vivas aun a costa de la pérdida de territorios y zonas liberadas. De este modo, se logró nivelar las pérdidas territoriales con un desgaste muy grande de las fuerzas agresoras del Kuomintang.
«La situación se presentaba oscura cuando el Kuomintang, apoyado por Estados Unidos, inició la guerra contra el pueblo. Para Chiang Kai-shek llegaban aviones, tanques y fusiles "marca U.S.A". Los jefes del Kuomintang estaban muy orgullosos de su invencible máquina de guerra. Los ejércitos del Kuomintang lanzaron una nueva ofensiva, atacando la zona liberada de la llanura central. Los oportunistas políticos buscaron refugio en el pesebre del Kuomintang. Algunos cobardes fueron presa del terror. Otros, privados de experiencia, aun siendo favorables a la revolución, empezaron a dudar que el débil, pequeño y mal equipado Ejército de las zonas liberadas pudiera derrotar, por si solo, al Kuomintang. ¿Qué iba a traer el futuro?....» (30)
Tan profunda fue la ofensiva reaccionaria de los nacionalistas contra las fuerzas populares desde mediados de 1946 a mediados de 1947, que el 19 de marzo de 1947, lograron apoderarse de Yenan, asiento del Comité Central del Partido Comunista de China y faro resplandeciente de la lucha revolucionaria del pueblo chino. La pérdida de Yenan fue, indudablemente, un duro golpe que lejos de desmoralizar a las fuerzas revolucionarias, les dio nuevos bríos en la lucha a muerte con los kuomintanistas.
Empero, el repliegue general había sido previamente planificado y una poderosa contraofensiva en todos los frentes dio comienzo en julio de 1 947.
Tres grupos de ejércitos se lanzaron en agosto-septiembre hacia el sur señalando el comienzo de la ofensiva final del Ejército Popular. Fue una época de grandes y sensacionales victorias de un pueblo y un ejército que asombraban el mundo. Desesperados los imperialistas enviaban toda clase de ayuda a Chiang para detener a los comunistas que, como una avalancha, arrasaban las posiciones nacionalistas.
Todo el año de 1948 estuvo signado por decisivas victorias de los ejércitos populares al mando de insignes generales como Chu Te, Lin Piao, Pen De Huai, Liu Po Chen, Chen Yi, Su Yu, y otros. La guarnición nacionalista de Pekín de 250 000 hombres, aceptó las condiciones de rendición impuestas por el Ejército de Liberación, abandonando la ciudad el día 22 de enero de 1949. El 31 de mismo mes y año quedó libre Pekín sin lucha. El resto fue una sucesión ininterrumpida de liberaciones de ciudades y regiones hasta que, por orden de 21 de abril (1949) Mao disponía el avance en todo el país:
« 1. Avanzar valientemente y aniquilar resuelta, definitiva, cabal y totalmente, en todo el territorio chino, a todos los reaccionarios kuomintanistas que se atrevan a oponer resistencia; liberar al pueblo entero; defender la independencia, la integridad territorial y la soberanía de China.
2. Avanzar valientemente y arrestar a todos los criminales de guerra incorregibles. A dondequiera que huyan, deben ser llevados ante la justicia y castigados de acuerdo a Ley. Hay que prestar especial atención al arresto de Chiang Kai-shek, cabecilla de los bandidos.
3. Dar a conocer la versión enmendada del Acuerdo sobre la Paz Interior a todos los gobiernos y grupos militares locales del Kuomintang. De conformidad con el espíritu de dicho Acuerdo pueden ustedes concluir acuerdos locales con los que deseen poner fin a las hostilidades y resolver los problemas por medios pacíficos.
4. Si, después que el Ejército Popular de Liberación haya asediado a Nankin, el gobierno de Li Tsung-yen en Nankin aún no ha huido ni se ha dispersado y desea firmar el Acuerdo sobre la Paz Interior, estamos dispuestos a dar a este gobierno una nueva ocasión de hacerlo.
Mao Tse-tung. Presidente de la Comisión Militar del Pueblo Chino.
Chu Teh. Comandante en Jefe del Ejército Popular de Liberación…». (31)
Finalmente, después de tantos y tantos años de lucha heroica y sacrificada, el pueblo chino podía instaurar la República Popular el lo de octubre de 1949, a las 2 de la tarde en un gigantesco mitin en la Plaza Tien An Men de Pekín, en medio de una multitud enfervorizada y vibrante. China, la milenaria China conseguía, por fin, su triunfo de significado mundial incalculable gracias a la sabia y certera dirección de su más esclarecido hijo de todos los tiempos: El Presidente Mao.
China había alcanzado la victoria. Todos los críticos de la dirección maoísta quedan en el ridículo, llámense Wang Ming, Teng Siao-ping y los diversos emisarios de la Komintern. En cuanto a Stalin, tenemos la siguiente versión que nos proporciona uno de sus enemigos más enconados como el español Fernando Claudín:
« En relación con las presiones de Stalin sobre Mao existe un testimonio de primer orden, que a nuestro conocimiento nunca ha sido desmentido por Moscú. Ya hemos aludido a él en otro lugar y lo reproducimos ahora con mayor detalle. Según la referencia dada por Kardelj, en febrero de 1948 Stalin reveló ante él y Dimitrov lo siguiente :"Después de la guerra hemos invitado a los camaradas chinos a venir aquí e discutir la situación de su país. Les dijimos BRUTAMENTE (textual) que, a nuestro juicio, la insurrección en China no tenía porvenir y debían buscar un MODUS VIVENDI con Chang Kai-shek, entrar en el gobierno de Chiang Kai-shek y disolver su ejército. Los camaradas chinos dijeron que APROBABAN EL PUNTO DE VISTA DE LOS CAMARADAS S0VIETICOS, pero una vez de regreso a China HICIERON TODO LO CONTRARIO. Reagruparon sus fuerzas, organizaron su ejército, y como todo el mundo puede ver hoy, están en camino de batir a Chiang Kai-shek. EN EL CASO DE CHINA NOS HEMOS EQUIV0CADO Y LO RECONOCEMOS ...."».(32) (Las mayúsculas y los subrayados son nuestros)
Este importantísimo testimonio, utilizado por Claudín para demostrar las "presiones" y el autoritarismo de Stalin, se vuelve contra él y todos los críticos de Stalin y de Mao, demostrando la grandeza y honestidad de ambos. El primero reconociendo sus propios errores en cuanto a China, lo cual viene e poner justicia en lo referente a la buena fe con la que actuaba Stalin al dar determinados consejos al Partido Chino y al mismo tiempo quitar razón a todas las críticas contra el autoritarismo staliniano; el segundo demostrando la justeza, originalidad y hasta genialidad de su línea político-militar.
En cuanto a la crítica tardía de Mao que se originó con la gran controversia, y que ahora esgrimen las diversas tendencias revisionistas comenzando por las soviéticas y las de cierto “marxismo-leninismo” de tinte anti-maoísta, diremos que tienen tan poca base que no vale la pena perder el tiempo refutándolas.
Triunfó China y triunfó Mao Tse-tung, eso es lo importante. Solamente aquellos “revolucionarios” por encargo pueden hoy lanzarse contra la memoria de Mao, insistiendo en la estupidez de confundir el “revisionismo” con el maoísmo, posición que rechazamos total y resueltamente.
Junto a la Revolución Socialista de Octubre, la Revolución China, constituye el clímax más elevado al que pudo llegar la ola revolucionaria del Siglo XX. La cuarta parte de la población del planeta se unía fraternalmente en un abrazo con la sexta parte de su territorio, inaugurando una época corta desde el punto de vista histórico (1949-1953), pero fecundísima desde el punto de vista socio-económico. Temblaba el sistema capital-imperialista mundial frente a la colosal alianza socialista de los países más grandes del orbe y los oprimidos de todos los continentes comprendían el significado histórico de la lucha revolucionaria de esos dos pueblos heroicos conducidos por líderes incomparables: Lenin, Stalin y Mao.
La construcción socialista de China fue acelerada y la presencia física del constructor de la Nueva China hizo posible logros tan significativos como el "Gran Salto Adelante", que convirtió el agro chino en una infinidad de Comunas Populares que ponían los cimientos reales de la futura sociedad comunista a la que marchaba China con paso seguro.
Pero la muerte de José Vissarionovich Dyugasvili (Stalin), fracturó, casi inmediatamente, la poderosa y colosal alianza que daba tanta fuerza y esperanza a la lucha revolucionaria de los pueblos del mundo. Ya sabemos que Jruschov, nuevo jefe del PCUS, impuso en la Unión Soviética una contracorriente tan nefasta que solamente ahora, en el siglo XXI, podemos apreciar sus efectos letales y nocivos.
China, esto también ya lo sabemos, se enfrentó vigorosamente a la contracorriente jruchovista en la gran controversia y nuevamente el genio de Mao brilló a grandes alturas al desenmascarar completamente el revisionismo derrotándolo completamente en el terreno teórico. Sin embargo, el revisionismo parece ser una enfermedad que ataca a las sociedades que han intentado cambios estructurales totales y radicales en el momento en que los líderes históricos abandonan la escena política por razones biológicas. Mao se dio cuenta de que en China también existían los gérmenes que originaron la contracorriente en la URSS y decidió emprender la GRAN REVOLUCION CULTURAL PROLETARIA que pasaremos e analizar a continuación para dar fin el recuento materialista histórico del triunfo y posterior derrota de la “Utopía” China.
LA GRAN REVOLUCION CULTURAL PROLETARIA.
Corrían los años de la década 60 y la China Popular parecía férreamente vinculada a las bases teóricas del marxismo-leninismo. Empero todo era engañoso. En realidad, detrás de Mao, la dirección del Partido y del Estado chinos ya había sido usurpada por una camarilla derechista y revisionista muy parecida a la soviética de Jruschov. Liu Shao-chi y Teng Siao-ping, dirigían China con el criterio de que todo era una tasa de leche, pero, en verdad, una poderosa capa burocrática insensible había sentado sus reales en los puntos claves de la formación social socialista china.
Tal como afirmó siempre Mao, la lucha de clases no desaparece en la sociedad socialista y lo que ocurre es que cambia de formas apareciendo en la cima misma del Estado y del Partido. En efecto, la República Popular China y el Partido Comunista Chino, dirigidos por Liu Shao-chi y Teng Siao-ping, intentaban solidificar las estructuras burocráticas separándose cada vez más de las amplias masas populares e imponiéndoles directivas del modo más autoritario y vertical. Pero no era solamente un problema administrativo, en realidad, los “burócratas” constituían un grupo revisionista y restaurador de las diferencias de clase. Sutilmente se oponían a Mao y hablaban a media voz del “culto a la personalidad de Mao” y otras cosas semejantes.
Estalló la GRCP cuando aparecieron críticas punzantes contra determinadas obras teatrales que en forma simbólica atacaban la política en torno a las Comunas Populares, el Gran Salto Adelante y otras medidas.
«Mao y la revolución cultural proletaria tienen el objetivo no sólo de liquidar totalmente las viejas ideologías, la vieja cultura y los viejos hábitos y costumbres, engendrados todos por las clases explotadoras en el curso milenario de la historia para envenenar al pueblo, sino también de crear y formar entre las amplias masas populares una ideología, cultura, hábitos y costumbres, totalmente nuevos, vale decir, del proletariado. Esta gran tarea, de transformar hábitos y costumbres, carece de precedentes en la historia humana. Es indispensable efectuar, con la concepción proletaria del mundo, la crítica sistemática de todos los legados, hábitos y costumbres de la clase feudal y la burguesía......» (33)
Al principio, las críticas tenían un carácter general y el enemigo no aparecía. Los artículos sobre todo se referían a asuntos de la teoría, por ejemplo: la lucha de clases en el terreno ideológico, el carácter de las contradicciones en la sociedad socialista, el revisionismo en el seno del Partido, y finalmente, quizá el más importante: la transformación del alma misma de la gente.
Poco a poco, una grandiosa polémica se extendió por toda China, los DATZIBAOS, o periodismo mural de características chinas, comenzaron a invadir los muros y paredes de todas las ciudades, aldeas y el campo chino. Todo estaba sometido a la crítica despiadada de las masas. Nada era intocable y comenzaron a temblar los cimientos y las estructuras del Partido y el Estado chinos. La primera "víctima" fue el alcalde de Pekín, Peng Cheng. Los propios organismos partidarios eran desconocidos por las bases cuando eran acusados de burocratismo y de oponerse a las masas.
Los remplazaban los “comités revolucionarios" elegidos directamente según el modelo de la Comuna de París.
Al frente de la Revolución Cultural apareció Mao estimulando y aplaudiendo la actividad de las masas. Los criticados pretendían eludir sus responsabilidades levantando también la bandera del “Pensamiento de Mao", sin embargo, esta táctica confundía solamente a los observadores superficiales y extranjeros que no podían calar hondo en las raíces de la revolución cultural, a la cual veían como un horroroso monstruo que se come todo y no respeta nada.
Desde un punto de vista teórico, Mao, a través de la Revolución Cultural, pretendía revolucionalizar la sobre-estructura de la formación social china, pues está probado que el cambio de la base económica, la transformación radical y profunda del nivel económico, es decir de las relaciones sociales de producción, no provoca cambios inmediatos en la sobre-estructura. En realidad, ésta última permanece muy fuerte y puede volcarse decididamente e retrotraer los cambios de la base. Las viejas costumbres e ideas arraigadas pueden volver, y en efecto vuelven, revestidas con ropaje “revolucionario” provocando una verdadera y auténtica restauración.
El Partido, considerado un fin en si mismo, había sido idealizado ya en China, como lo fue en la Unión Soviética, y nadie podía poner en duda su infalibilidad. Mao, demostró que el Partido solamente es tal, si no pierde contacto con las masas populares y las sabe interpretar correctamente en cada período de la revolución, sea antes o después de la toma de poder. Los criterios de la Revolución Cultural fueron aclarándose paulatinamente y la critica indiferenciada y a veces difusa fue cobrando profundidad y certeza.
Casi todos los líderes históricos fueron sometidos a una severa crítica. Liu Shao-chi, uno de los principales burócratas fue despojado de sus cargos y sometido a la reeducación. Teng Siao-ping, fue separado de la Secretaría General del Partido y bajado a las bases. Chou En-lai, primer ministro, fue también criticado aunque se le respetaron sus altos cargos, Peng Cheng, alcalde de Pekín, fue echado de sus cargos en el Estado y el Partido. La fracción revolucionaria del Partido surgió liderada por Chang Ching, esposa de Mao y dirigente de los comités revolucionarios, Lin Piao, jefe del ejército y propulsor de la publicación millonaria de la obra de Mao, Yao Wen-yuen, el joven organizador de la Comuna de Shangai y Chan Chung-chiao, el mejor ideólogo del grupo posteriormente llamado la “banda de los 4".
Lo más importante, fuera del ya analizado problema del verdadero carácter de la revolución cultural, es el metodológico, pues, por primera vez en la historia universal, las más amplias masas populares participaban activamente en la resolución de los problemas a todo nivel. Las “autoridades” habían perdido sus prerrogativas y tenían que discutir con las bases, trátese de una empresa, una fábrica, o cualquier repartición del Estado, la Universidad, etc., etc.
La tierra se movía y nada parecía tener estabilidad. Mao decía que:
« El árbol preferiría la calma, pero el viento no se aplaca….
Al reconocer que, en el desarrollo de la historia en su conjunto, es lo material lo que determina lo espiritual y el ser social el que determina la conciencia social, también reconocemos y debemos reconocer la reacción de lo espiritual sobre lo material, la reacción de la conciencia social sobre el ser social y la reacción de la SUPERESTRUCTURA SOBRE LA BASE ECONOMICA. ....» (34)
La dialéctica maoísta demostraba cuán hondo había calado en la comprensión de los fenómenos sociales de la revolución y la construcción socialista. Su insistencia en llevar la lucha de clases al seno mismo del Partido, escandalizó a los “marxistas” apoltronados y mecánicos que sueñan con un partido sin contradicciones y monolítico.
Durante los años de 1966, 1967, 1968 y 1969, la Revolución Cultural Proletaria rugió vigorosamente en China, mostrando la capacidad de las masas populares para vivificar la revolución e impedir su burocratización, sin embargo, en el exterior, los críticos que no entendían nada de nada en torno a tan gigantesco acontecimiento de carácter histórico, se dedicaban a denigrar y calumniar el movimiento inédito.
La prensa internacional occidental capitalista, se unió en fraternal abrazo con la prensa revisionista soviética para atacar la Revolución Cultural. Como siempre, haciendo gala de una superficialidad y un simplismo sin límites, relataban supuestas “atrocidades” de los guardias rojos. Se decía, por ejemplo, que en China se "perseguía" a los intelectuales, se destruía la cultura occidental, se "proscribía" a Beethoven, a Bach, a Shakespeare, a Cervantes, etc., etc. Se describía a los jóvenes guardias rojos, como pequeños y feroces monstruos que lo destruían todo.
En realidad de verdad, hubieron muchos excesos y se cometieron muchas injusticias y errores, presumiblemente se exageró muchas veces en la crítica y en los métodos empleados, pero todo esto carece de significación frente a la importancia histórica de semejante movilización millonaria de masas hacia la toma de conciencia. Nadie, mucho menos sus propulsores, querían que las masas campesinas y juveniles destrozaran algunas cosas, pero en realidad, esas cosas son mucho menos importantes que la búsqueda de los caminos hacia la verdadera liberación y la auténtica construcción socialista.
Todo el mundo mostraba preocupación en torno a la Revolución Cultural y parecía que ésta no concluiría nunca. Poco a poco, la "tormenta" comenzó a amainar y se fue institucionalizando nuevamente una determinada dirección que, con Chou En-lai a la cabeza, combatía de modo bastante disimulado todos los logros del movimiento. Ya hemos dicho que los principales blancos de la revolución cultural fueron el presidente de la república Liu Shao-chi y el secretario general del Partido Teng Siao-ping. Fuera de ellos también fueron criticados el viejo y legendario comandante Chu Teh, el primer ministro Chou En-lai surgiendo como poderoso numero dos, el ministro de defensa Lin Piao.
Precisamente Lin Piao, fue nombrado comandante general de le revolución cultural y oficialmente fue designado sucesor del Presidente Mao en la dirección de la revolución china. Lin se dedicó a una recopilación de las “CITAS DEL PRESIDENTE MAO” que fueron publicadas por miles de millones. Seguramente el pequeño y llamativo libro rojo fue la publicación más grande que se hizo de libro alguno en la historia de la humanidad, superando muy de lejos en cantidad a las obras de Lenin y a la propia Biblia.
Sin embargo, la fuerza interior de la Revolución Cultural fue paulatinamente perdiendo intensidad y los llamados a la calma y al orden aparecieron con más frecuencia en la prensa china. Súbitamente, en 1971, se supo que Lin Piao, el conductor ejecutivo de la Revolución Cultural había fallecido en un accidente de aviación cuando trataba de escapar de China después de un supuesto fracaso de su tentativa de "asesinar” a Mao y apoderarse del poder. El caso Lin Piao, es, a no dudarlo, muy oscuro y difuso. Durante su apogeo Lin había escrito un artículo teórico cuyo título era: «¡VIVA EL TRIUNFO DE LA GUERRA POPULAR!», que sin duda alguna es un aporte muy significativo y valioso a la estrategia mundial de la revolución y que cuando pase la fobia de la actual dirección china contra todos los que participaron o dirigieron la revolución cultural, podrá ser evaluado con toda equidad.
Muerto Lin, se desató el llamado movimiento de “Crítica a Lin y a Confucio", el mismo que bajo la égida de Chou En-lai comenzó a fustigar, primera tenuemente y después francamente la revolución cultural. Mao Tse-tung, según sabemos se encontraba ya muy enfermo y había escrito el quinto tomo de sus Obras Escogidas, en el cual afirmaba con mucha claridad que a su muerte la contrarrevolución triunfaría en China casi irremisiblemente y que él no veía la fuerza que podría contener esa tendencia dominante ya en esos precisos momentos.
La historia de China actual será motivo de análisis en el capítulo cuarto de este trabajo, por ello mismo concluimos esta parte, con un criterio conciso en torno a la Revolución Cultural Proletaria China, como uno de los más grandes aportes del pensamiento de Mao Tse-tung a la teoría de la continuación de la dictadura proletaria en el período de la construcción socialista.
La Revolución de Octubre en la Rusia Zarista, fue la primera experiencia de transformación profunda de la estructura social y económica de una formación social, lo que vendría después no alteró en lo más mínimo la significación mundial e histórica de dicho acontecimiento. La Revolución Cultural Proletaria en China es, a su vez, el primer intento victorioso, en el momento, de transformar sustancialmente la superestructura de la formación social que, como podemos ver en todas las revoluciones, no se transforma mecánica ni automáticamente como reflejo de las transformaciones infraestructurales.
Es pues un error muy grande creer que, como se han cambiado las relaciones de producción aboliendo las de tipo capitalista, toda el complejo andamiaje superestructural también se transformará en vista de la determinación en última instancia del nivel económico. Por ello mismo, algún artículo de la prensa china de esa época diría:
«Debemos atribuir gran importancia al papel de la ideología, al papel de la ideología socialista, al papel del marxismo-leninismo y del pensamiento de Mao Tse-tung. Para nosotros, los comunistas, es materialismo vulgar o mecanicista no conceder a la ideología toda la importancia que le corresponde: tenemos que avivar el entusiasmo del pueblo y ensanchar sus horizontes hacia el porvenir con el gran pensamiento de Mao Tse-tung y con nuestra gran causa justa, para que marche incontenible hacia delante...
Librándose de la influencia milenaria de las tradiciones y de la fuerza de la costumbre provenientes de todas las clases explotadoras, así como de la influencia del imperialismo y obteniendo su emancipación, el pueblo chino representará una poderosa fuerza y ejercerá una influencia extraordinaria....» (35)
Toda revolución, pues, si quiere efectivamente transformar la sociedad de modo radical y evitar restauraciones, tiene NECESARIAMENTE que encarar muy seriamente la transformación de la superestructura y en especial del nivel ideológico. Ninguna transformación social o económica puede perdurar si no se han cambiado profundamente las ideas, las costumbres, los hábitos y la manera de pensar y sentir de los hombres. Si no se transforma radicalmente el alma misma de los hombres, estos volverán a encontrar la forma y la manera de reimplantar nuevamente sistemas opresores y de explotación basándose en los prestigios y autoridad que se gano en el proceso revolucionario de transformación.
Así, pues, convirtiendo al hombre en un comunista en el sentido más cabal de la expresión, se evitará su degeneración, su burocratización, su alejamiento de las aspiraciones del pueblo y finalmente su conversión en un nuevo enemigo de los derechos populares. Unicamente completando una tras otra sucesivas revoluciones culturales en los países verdaderamente socialistas, se evitará que los grandes sacrificios y la sangre derramada, NO SEA EN VANO.
Jorge Echazú Alvarado
01-11-10
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