Una poderosa revuelta popular estalla
inesperadamente en el “patio trasero” yanqui
27 de abril de 2015. Servicio
Noticioso Un Mundo Que Ganar.
En este abril se conmemoran dos
eventos de hace medio siglo que necesitan ser recordados. Uno fue el
levantamiento que aparentemente empezó de la nada el 24 de abril de 1965.
Miles de dominicanos incluyendo algunos de los más pobres tomaron las armas
y, por un corto tiempo, empezaron a tomar su país y la historia en sus
propias manos. Fue uno de esos raros momentos que repercuten por décadas. El
otro fue el 28 de abril de 1965. Aterrorizado por la perspectiva de “perder”
la República Dominicana y todo lo que significaría para la resistencia global
por todo el imperio estadounidense, Washington envío decenas de miles de
tropas para mantener la república en manos de hombres de su confianza.
Eran tiempos complicados en la
República Dominicana. Una variedad de fuerzas contendían por el poder.
Estaban los generales, algunos de los más grandes explotadores, y la Iglesia
Católica, que querían continuar el régimen construido por el general Rafael
Trujillo. Durante tres décadas este sádico tirano gobernó por medio de una
combinación de terror abierto, corrupción generalizada y total respaldo de
Estados Unidos, pero se aislaba cada vez más. Después de una disputa con
EEUU, Trujillo fue asesinado en 1961, probablemente con complicidad de la
CIA. Había otras fuerzas de las clases dominantes que buscaban sus propios
arreglos con EEUU, nacionalistas de diverso tipo y organizaciones que se
decían revolucionarias. De las más prominentes una era muy influenciada por la
revolución cubana y la otra por Mao Tsetung y la revolución china. Debido a
las décadas de abierta dictadura terrorista, estos grupos antes clandestinos
eran los únicos partidos políticos realmente de masas en el país.
Las fuerzas contendientes en la cúpula
cayeron en un punto muerto y algunas llamaron a la gente del común de la
capital a salir a las calles. La fuerza, rapidez y determinación de la
respuesta popular fue inesperada para casi todo el mundo. Miles de personas
empezaron a armarse con cocteles molotov y armas que les daban oficiales de
bajo rango del ejército o que obtenían en asaltos a estaciones de policía, un
blanco particularmente odiado por su papel directo y cotidiano en el trato
cruel y el robo a la gente del pueblo. Los acontecimientos se les salieron de
las manos a los que trataban de manejarlos.
Un punto clave fue la famosa batalla
del Puente Duarte. Las tropas de elite del régimen de Trujillo, entrenadas
por EEUU para mantener aterrorizada a toda la población, incluso al resto del
ejército, salieron de su fortaleza en el margen oriental del rio Ozama y
trataron de penetrar el corazón de la capital. Se les opusieron unos cuantos
cientos de soldados organizados y miles de civiles de las barriadas
circundantes y de las clases medias. Los informes de las aterrorizadas
autoridades estadounidenses los tacharon de “chusma”, “saqueadores” y
“revoltosos”, pero estaban organizados en unidades de combate llamadas
“comandos”, con claros objetivos militares.
En combates a lo largo de cinco
manzanas de la avenida principal que recorre la ciudad, repelieron a las
tropas del régimen. Los aviones del régimen cobraron un gran número de
víctimas pero no pudieron cambiar las cosas. Las unidades del ejército que
habían atacado, cuya moral no estaba a la altura de un combate real, se
desbandaron. Hasta los tanques del régimen tuvieron que retirarse hacia la
base aérea que era la principal conexión con EEUU, protegido por una pequeña
fuerza de soldados estadounidenses. Los rebeldes estaban al borde de un
contraataque y las fuerzas armadas al borde de un colapso. Lo que más temía
la CIA era que la rebelión se extendiera hacia el campo, vinculando a los
campesinos pobres desesperados y a los trabajadores de la caña de azúcar que
constituían la mayor parte de la población del país, y que pasara de una
revuelta urbana a una completa guerra revolucionara.
Fue entonces cuando los navíos
estadounidenses que esperaban a poca distancia de la costa desembarcaron a
otros 23.000 hombres, con un número similar en reserva. Aunque estas tropas
retomaron rápidamente el puente Duarte, los rebeldes armados controlaron el
distrito central comercial y la zona de clase media por varias semanas. Las
fuerzas del régimen y las estadounidenses cortaron la capital en dos para
aislar las zonas rebeldes del resto de la ciudad y la ciudad del campo. Luego
las tropas estadounidenses acompañaron al ejército recién reconcentrado en
sus incursiones a la barriada de Barrios Altos al otro lado de la ciudad,
cometiendo atrocidades. La resistencia continuó otros ocho días.
Hubo enfurecidas protestas por toda
Latinoamérica. En un momento en el que Washington buscaba mostrarse como una
fuerza a favor de la reforma en un continente que bullía de descontento, EEUU
había mostrado su verdadera cara.
Neocolonialismo estadounidense en la
República Dominicana
Para 1930 Trujillo había ascendido
rápidamente a comandante del ejército dominicano [la guardia nacional] que
EEUU creó al finalizar su gobierno directo del país. Como escribiera
posteriormente el cónsul estadounidense Henry Dearborne: “Tenía sus cámaras
de tortura, y sus asesinatos políticos. Pero mantenía la ley y el orden,
limpió el lugar, lo saneó, construía obras públicas y no molestaba a Estados
Unidos. Por lo tanto no nos incomodaba”. Con “no molestaba a Estados Unidos”
el cónsul quería decir que Trujillo no interfería con los intereses
comerciales de EEUU ni desafiaba su supremacía política.
Veamos algunos infames ejemplos de
cómo gobernaba Trujillo: Se consideraba a sí mismo el macho supremo del país,
el patriarca de todos los patriarcas, obligó a cada hogar dominicano a poner
una placa que decía: “Aquí Trujillo es el jefe”. Consideraba que cualquier
mujer de cualquier clase social era una presa legítima que podía secuestrar
para violarla. Su cárcel más infame tenía fosos de agua de mar donde
literalmente alimentaba a los tiburones con sus opositores políticos y
disidentes.
Durante la II Guerra Mundial, cuando,
a nombre de la “democracia”, EEUU combatía a sus rivales imperialistas Alemania
y Japón, el secretario de Estado del presidente Franklin Roosevelt dijo de
Trujillo: “Puede ser un hijo-de-puta, pero es nuestro hijo-de-puta”. Décadas
más tarde, poco después de la muerte de Trujillo, EEUU decidió que su régimen
se debía perpetuar bajo un secuaz de Trujillo, Joaquín Balaguer. Un oficial
de alto rango de la inteligencia estadounidense señaló: “La maquinaria
militar y policial construida por Trujillo está todavía intacta”.
Para darle estabilidad y legitimidad
al régimen se organizaron elecciones, pero el inesperado ganador, el
socialdemócrata Juan Bosch, no era del agrado de Washington. Aunque algunas
de las reformas económicas y sociales de Bosch no eran en sí mismas
antagónicas con los intereses a largo plazo de EEUU, cualquiera que fuese su
juego, no era considerado un protector confiable de la dominación
estadounidense.
El riesgo era a nivel internacional:
esa dominación estaba siendo desafiada no solo en lo que EEUU arrogantemente
llamaba su “patio trasero”, como si la cercanía le diera el derecho a
intervenir, sino por todo el mundo, incluyendo Vietnam donde las tropas
estadounidenses ya estaban combatiendo. Las rebeliones contra el colonialismo
y el neocolonialismo se entrecruzaron con el ascenso del principal rival de
EEUU por la hegemonía mundial, la otrora socialista Unión Soviética, que para
entonces era ya una superpotencia capitalista e imperialista. Los presidentes
y los comentaristas políticos de EEUU declararon cínicamente su preocupación
de que la República Dominicana pudiera convertirse en “otra Cuba”, un país
que se escabulló del control de EEUU y pasó a ser parte de la órbita
soviética. Cuba tenía sus admiradores incluso entre la elite y las fuerzas
armadas dominicanas, en cierta medida precisamente porque la caída del testaferro
de EEUU en Cuba no fue seguida por un proceso de transformación
revolucionaria de las relaciones económicas y sociales y de las ideas.
El presidente estadounidense
John F. Kennedy hizo el siguiente análisis de la situación tras la muerte de
Trujillo: “Solo hay tres posibilidades… un régimen democrático presentable,
una continuación del régimen de Trujillo, o un régimen como el de Castro.
Debemos apuntarle a la primera, pero en realidad no podemos renunciar a la
segunda hasta que nos aseguremos de que no podemos evitar la tercera”. El
enfoque básico de la clase dominante de EEUU y de las clases dominantes de
todos los imperialistas es, en pocas palabras: Es preferible un régimen
“presentable” dotado con la legitimidad de las elecciones y con caparazón
democrático, pero los países tienen que permanecer bajo su control sin
importar lo que implique. El control de EEUU sobre el Caribe, Centro y
Suramérica, por medio de regímenes como el de Trujillo cuando se considere
necesario debe decir mucho sobre la verdadera naturaleza de los capitalistas
monopolistas que gobiernan EEUU y los límites de la “democracia” que ofrece
su imperio.
El embajador estadounidense, enviado a
ser la máxima autoridad en la República Dominicana tras bambalinas, se quejó
de que Bosch se negaba a aceptar sus consejos y a gobernar el país “con
métodos una vez usados por la policía en Chicago… detención ilegal y hasta
peores cosas… yo apoyo esos métodos”. Se quejaba de que Bosch, no asesinaba
“castristas/comunistas” y no tenía prisioneros políticos.
El sucesor de Kennedy, Lyndon Johnson,
había asistido a la posesión de Bosch como presidente, del único gobierno
realmente elegido que la República Dominicana había conocido en muchas
décadas, por no decir nunca, pero a los pocos meses ordenó que se tenía que
derrocar a Bosch. La intervención estadounidense volvió a poner en el poder a
Balaguer y lo mantuvo allí por otros 12 años.
Por supuesto EEUU insistía en la
“democracia”, en otras palabras, elecciones, y asegurar que el gobierno de
Balaguer fuera consagrado electoralmente. El jefe de la CIA admitió luego que
el presidente Johnson le había ordenado a su agencia “arreglar” el triunfo de
Balaguer en las urnas, pero ese triunfo de todas formas era un resultado
inevitable. Bosch no quería una confrontación frontal con EEUU en ningún
campo. Posteriormente dijo sobre el régimen de Trujillo y su continuación con
Balaguer: “El gobierno dominicano no es pro-estadounidense. Es propiedad de
Estados Unidos”. Pero él y sus herederos políticos buscaron su propia alianza
con EEUU, y en cierta medida al final iban a lograrla.
Sin embargo EEUU mantuvo a
Balaguer en escena hasta terminar su tarea. Esa tarea era tratar de borrar
los vestigios y el espíritu de la rebelión popular persiguiendo y asesinado,
encarcelando o forzando al exilio a toda una generación de revolucionarios. No
se podía jugar el juego de la democracia electoral hasta que la cancha se
podara despiadadamente. Bajo este prolongado ataque y después, muchos de los
rebeldes de esa generación trataron de tener claridad en sus metas y en cómo
lograrlas. Dos cuestiones cruciales e interconectadas eran la del carácter de
la revolución que el país necesitaba, y la de la relación entre esta
revolución y las divisiones en la clase dominante. Había una tendencia a
buscar organizar una repetición del abril de 1965 con un resultado diferente.
Al mismo tiempo, algunos de los elementos disidentes de las clases altas que
hicieron posible el aislamiento del régimen en 1965 volvieron al redil.
Hoy la República Dominicana no es como
en los días de Trujillo. Tiene una clase media más grande, y muchos de los
antiguos campesinos, especialmente sus hijas, trabajan para empresas
estadounidenses y de otras partes en las zonas francas, ensamblando productos
de consumo con partes hechas en otros países, o cosiendo ropa, todo para la
exportación, principalmente a EEUU. La economía del país depende de esta
exportación de manufacturas, exportación de minerales y exportación de los
mismos dominicanos, el 10% de la población que llevó su fuerza de trabajo y
fermento político a EEUU. Hoy la “industria” más importante del país es el
turismo, casi otro tipo de exportación. Esto entraba el desarrollo de una
economía equilibrada, promueve el servilismo y todo tipo de relaciones
sociales y concepciones desiguales y opresivas por toda la sociedad, como lo hace
el comercio de drogas, que, al igual que en otros países latinoamericanos, es
uno de los principales motores del desarrollo económico.
¿Desarrollo económico a qué precio,
pagado en el pasado, el presente y el futuro? Analizando qué hacer tras la
muerte de Trujillo, un asesor estadounidense escribió que el país tenía que
ser “reocupado y reconstituido”. La República Dominicana actual, producto de
la invasión estadounidense de 1965 a pesar de los cambios desde entonces,
continua bajo el firme control de EEUU, y su pueblo nunca podrá comenzar a
emanciparse hasta que haga añicos ese control.
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