"Lo único que sé es que yo no soy <marxista>" |
Jorge Gómez Barata
En estos días cuando de modo infausto Pakistán ha saltado a los primeros planos he recordado que mis primeras lecturas intencionadas del caso tuvieron lugar allá por 1969 o 1970 cuando, siendo un joven profesor asistí a unos cursos de verano en la Universidad de La Habana, entonces cuando todavía no se habían inventado las maestrías y los posgrados que dan “créditos” y la burocracia académica no había nacido, valía la pena.
En la conferencia un famoso francés, colaborador de Louis Althusser, lanzó una discreta diatriba contra Carlos Marx por no haber entendido al Tercer Mundo y elogiado al colonialismo británico. Algunos de los presentes, más maduros y preparados, polemizaron mientras yo fui del anfiteatro a la biblioteca y pedí el artículo de marras.
Lo que leí me impresionó, no tanto por el contenido sino por la prosa. Se trataba de un fascinante comentario escrito por Carlos Marx para el New York Daily en 1853 en el cual el fundador del socialismo de matriz científica, escribió una de sus más logradas metáforas: “....El Indostán (entonces India y Pakistán) es una Italia de proporciones asiáticas…La misma riqueza y diversidad de productos del suelo e igual desmembración en su estructura política…” No pudo ser más exacto.
Marx que quería escribir sobre del Indostán y no de Italia se refiere a la fragmentación política de la península europea a mediados del siglo XIX donde el nacionalismo, el liberalismo y la unidad nacional se desarrollaban tardíamente, de modo que la falta de avances políticos actuabas como obstáculo al progreso general. El asunto se resolvió por vía de la Revolución encabezada por Garibaldi que apenas unos años después promovería la unidad nacional y construiría el Estado italiano centralizado, con Roma por capital y Victor Manuel como monarca.
Según Marx, las estructuras económicas, culturales, sociales y políticas vigentes en la región del Indo al llegar los británicos eran tan anacrónicas que impedían el progreso a toda una vasta región de Asia.
Debido a esa percepción, en aquel artículo, titulado “La dominación británica en la India”, quizás su mejor análisis sobre la cuestión nacional y colonial, el fundador del socialismo, efectivamente, se debatía en la contradicción de enjuiciar críticamente al colonialismo británico por su deshumanizada ejecutoria, sin absolver al despotismo oriental. Según el sabio alemán, al destruir el régimen de castas, Gran Bretaña removió obstáculos que impedían progresar a la región.
Para el científico, los siglos de historia, las tragedias y el esplendor de la región, las guerras y las conquistas, las hambrunas y los períodos de abundancia tuvieron un efecto superficial porque en lugar de contribuir a la destrucción de las sociedad patriarcal y despótica, acabar con las división en castas y sus efectos paralizadores, consolidaban aquellos rasgos negativos; mientras el colonialismo británico, guiado por el implacable afán de lucro, “…Destrozó el entramado de aquella sociedad…”
Para rematar, Marx expone la más polémica de sus conclusiones y el argumento que confundió al francés y fue la causa de que el brillante artículo fuera escamoteado por el dogmatismo que creyó que el marxismo era mejor siendo de una sola pieza, sin contradicciones ni matices y sin concesiones a la pluralidad y la diversidad: “…Al realizar una revolución social en el Indostán, Inglaterra actuaba bajo el impulso de los intereses más mezquinos…Pero no se trata de eso…Inglaterra fue el instrumento inconsciente de la historia al realizar dicha revolución…”
Al regresar a la actualidad, a los tiempos de los Comandos SEAL, las ejecuciones extrajudiciales, el video y el ADN, armado entre otras con aquellas reflexiones, ratifiqué lo que muchos saben: los que alguna vez especularon sobre el conflicto de civilizaciones tienen los hechos a la vista.
Las elites gobernantes en el mundo cristiano o musulmán, no actúan guiadas por la fe religiosa, sino por mezquinos intereses políticos y económicos. Entre los países musulmanes como entre los cristianos los hay aliados y vasallos de los Estados Unidos.
Aunque aliado, Pakistán ha sido tratado como su fuera bananera o como uno los “60 rincones oscuros” mencionado por George Bush, en los cuales Estados Unidos podía atacar en cualquier momento; la reacción de su gobierno ante la irrupción de tropas norteamericanas en su territorio para ultimar a Osama Bin Laden es patética: “Al Qaeda —ha descubierto su primer ministro— no nació en Pakistán, que además reconoció que “…Hubo fallos de inteligencia…Pero no sólo nuestros sino de los servicios de inteligencia del mundo." Sobran los comentarios.
En cualquier caso, tal vez la tragedia sirva ahora, como hace más de un siglo para recordar que, en el Indostán, en este caso en Pakistán, hay deudas pendientes con la historia, entre otras un esclarecimiento de categorías tan elementales como: Estado/Nación y soberanía nacional. Allá nos vemos.
PUBLICADO POR ARGENPRESS
No hay comentarios:
Publicar un comentario