"combatir
es sobrevivir, hacer la paz es perecer", es la conclusión de los
partidarios de la resistencia; "hacer la paz es sobrevivir combatir es
perecer", es la conclusión de los partidarios de la paz."[1]
Presidente Mao Tse-tung
Julio-2016
El hecho de que las FARC haya firmado un tratado de paz con el
gobierno colombiano no llama la atención. Si bien es cierto ha estado combatiendo aproximadamente
por 50 años, la mitad de éstos se la ha pasado proponiendo “cese al fuego” “cese de hostilidades”, “crear mesas de diálogo”,
“construir la paz”, “cese al fuego bilateral”, “cese
al fuego unilateral” etc., etc.
En 1982, bajo el régimen de Belisario Betancourt, las FARC y el
estado lograron definir mecanismos que los aproximó a una serie de tratativas
por la “paz”, dando apertura a una práctica política que desconcertó no solo a
sus interlocutores (el viejo Estado de Colombia) sino al resto de guerrillas en
Latinoamérica.
En 1984 Betancourt logra la desmovilización de algunos combatientes
de las FARC y éstas dan paso a la conformación de la Unión Patriótica (UP), una
estrategia que argumentaba la creación del “frente legal”, constitucionalista;
una peligrosa dualidad política que terminó con la vida de la mayoría de sus
miembros.
Con Gaviria no fue diferente y con Pastrana menos aún (1998). De
hecho, aquí las FARC logran que el gobierne les entregue una importante zona en
el Caquetá[2],
todo para generar el ambiente que
permitan converger en la mentada “paz.” Obviamente, se avanzó en el tema pero
no se pudo materializar. Y así hasta nuestros días donde la “crónica de una muerte anunciada” devino en
una muerte cierta y que de hecho, al parecer, ya tomó forma y encontró su nicho
dentro del espacio de movilidad política de la democracia burguesa.
Podríamos considerar que los orígenes de las FARC en Marquetalia
reflejó un esfuerzo objetivo por sostener una justa guerra campesina, que
expresaba las profundas contradicciones existentes entre los grandes
terratenientes y los campesinos sin tierra. Las relaciones de producción feudal
y semifeudal que pervivían para entonces delineaban el camino a seguir.
Si bien es cierto éste fue un ejercicio democrático burgués, es
evidente que la ausencia de una correcta dirección de clase hizo que el proceso
poco a poco tome distintos rumbos hasta anidar en el reformismo pequeño burgués
y éste se mimetice en el discurso seudo marxista.
Posiblemente la mutación ideológica de las FARC se torna dramática
cuando deciden alinearse a una de las expresiones más protervas del
revisionismo: Jrushov y demás sátrapas de la reacción social imperialista. Es
importante decir que tampoco perdieron la perspectiva del guevarismo, de ahí
ese espíritu de errantes y la suicida subestimación del papel de las masas en
la guerra revolucionaria.
El “bolivarianismo” ha
sido –en términos ideológicos- lo que ha fortalecido ese catalizador
revisionista para ponerlos a la cola de la gran burguesía, de los grandes
terratenientes, haciéndole el juego al imperialismo con su estrategia
latinoamericana de “desmovilización de los
movimientos armados” y desde luego, al revisionismo castrista que tampoco
cede en su esfuerzo por seguir siendo el partero del desencanto.
La importante estructura militar de esta guerrilla y la no menos decidora
capacidad de fuego ha desconcertado a muchos revolucionarios en el mundo. La radicalidad
en el método le ha sido útil para disimular el raquitismo ideológico. Es decir,
radicales con las armas-débiles en la ideología. Fortaleza
reformista-escualidez revolucionaria.
Lejos están las FARC de haber sido una guerrilla revolucionaria. Su
reformismo ha estado expuesto permanentemente. Quizá las declaraciones últimas
de su comandante, Timoleón Jiménez (Timochenko) tienen la capacidad de
simplificar su esencia política e ideológica:
“…Este no es un proceso que va encaminado contra el empresariado. Este
no es un proceso que va encaminado a tumbar el Estado colombiano, es un proceso
que está tratando de generar las condiciones para que en Colombia se produzcan
transformaciones para que nos dejemos de matar por las ideas que cada uno
defienda”
“…nosotros lo que queremos es una Colombia que
se desarrolle. Que se desarrollen las fuerzas productivas. Necesitamos rescatar
la industria nacional, que rescatemos las riquezas…”
Como suelen decir los abogados, “a
confesión de parte, relevo de pruebas”.
Es obvio que este discurso no es nuevo, no es producto de la coyuntura que vive
las FARC, o por lo menos su espuria comandancia, este ha sido el sentir
político que ha venido arrastrando por décadas. Ni contra los empresarios, ni contra el estado. “Desarrollar las
fuerzas productivas”, qué interesante, nomás se les olvida que en el seno
de esas fuerzas productivas hay relaciones de producción y que esas relaciones generan
ANTAGONISMOS IRRECONCILIABLES y que
éstos solo pueden ser resueltos con violencia revolucionaria, o habrá que
preguntar a la gran burguesía, a los grandes terratenientes y al imperialismo
si están dispuestos a dejar de lado sus intereses sin oponer cruenta
resistencia (¿?).
Ya en la práctica las cosas
no se mostraban diferentes. Basta aquel acertado análisis que hacen los
camaradas de la UOC (Unión Obrera de Colombia) de que las FARC terminaron
disputando a los terratenientes, al estado, paramilitares (etc.) la renta extraordinaria del suelo,
dejando en el camino a dos grandes perjudicados: el campesinado pobre y al
trabajador asalariado. En los hechos el
reformismo se volvió anti popular, y desde luego, anti proletario.
No se puede soslayar esas grandes campañas militares emprendidas por
las FARC que no apuntaban a destruir y construir, a generar Poder, en absoluto,
básicamente esos combates solo apuntaban a constituirse en verdaderos
mecanismos de presión para inducir a los distingos gobiernos de turno asistan a
las famosas mesas de negociación en condiciones afables a los intereses de la
comandancia.
Pero hay que ver precisamente qué hay detrás de la “pacificación” de
las FARC. Al respecto no nos queda duda alguna, se trata de mimetizar la
derrota del revisionismo armado en Colombia en un aparente “estancamiento de la
guerra”[3].
Ese es el punto, sin desestimar el hecho de que los movimientos armados de este
orden, por ahora, no le son funcionales al imperialismo ni a la reacción que
los utilizan como pretexto para desatar la más despiadada represión contra la
justa rebelión popular, y con esto DESARMAR IDEOLÓGICA Y ORGANIZATIVAMENTE A LA
CLASE Y A LAS MASAS.
La desmovilización de las FARC se levanta desde el discurso de la
falsa paz burguesa que contrasta total y antagónicamente con el justo y legítimo anhelo que tienen las masas
de la paz, pero no de aquella que enuncia Obama, Raúl y Fidel Castro, Santos,
sus generales y las FARC[4],
sino la paz que se conquista eliminando las relaciones de producción que
generan explotación, oprobio, miseria, hambre, dolor. Las masas, y en ellas muy
particularmente el proletariado, claman la paz que implica el cese definitivo de
esa violencia integral, multifacética, multilateral que genera un país sometido
por el imperialismo y un régimen productivo incompatible con los requerimientos
históricos de los trabajadores y demás masas explotadas.
Hay que resaltar un tema de importancia. No es que el proletariado y
pueblos del mundo nos acongojemos porque las FARC se desmovilizan o que
lamentemos que lo hagan y por eso les gritemos ¡capituladores!, ¡traidores!,
pues hacerlo (desde una posición unilateral) sería asumir que su programa de
lucha, sus formas de organización, de combatir y sobre todo su base o
fundamento ideológico era el correcto, o más aún, que las masas se vayan a
quedar “huérfanas” de dirección revolucionaria, ¡NO!, ¡EN ABSOLUTO!; de todas
formas a quiénes han traicionado ha sido a sus propios compañeros y obviamente
al pueblo de Colombia que se tragó el cuento de esa revolución (bolivariana) y que
generosamente entregó su sangre que al final de cuenta ha sido traficada para
fortalecer la tesis burguesa de la falsa universalidad de concepciones sobre el
estado, la paz, la democracia, la libertad, y desde luego, la avaricia política
de sus comandantes que con sueños de perro se ven como congresistas o sentados en
los demás aparatos burocráticos del viejo estado.
No dudamos que en la base y cuadros medios de las Farc haya sectores comprometidos verdaderamente con su
pueblo. Pero ese compromiso perderá totalmente sentido si es que no está
dirigido por la línea ideológica correcta (proletaria), si no tiene el respaldo
de un Partido Comunista correcto, con una plataforma de lucha coherente con la
realidad colombiana y desde luego, bajo el fundamento de la Guerra Popular.
Persistir en lo que hasta aquí ha sido las FARC será como vivificar un cadáver
político que después de unos cuantos pasos volverá a caer y la reedición de nuevo
acuerdo no tardará en presentarse.
LAS FARC Y EL ECUADOR
El impacto que tiene la capitulación de las FARC en el Ecuador tiene
mucho peso, quizá más que en otros países.
Históricamente el Ecuador ha sido la “trastienda” de la guerrilla
colombiana. El apoyo que ha entregado esta guerrilla a los “revolucionarios”
ecuatorianos ha sido variopinto. Los esfuerzos del revisionismo hoxista del EPL
que se alojó en el PCMLE y que no pasó de convertirse sino en un esperpento
revisionista sin luz, sin claridad, sin ninguna capacidad de calar en el seno
de nuestro pueblo. Posteriormente el M19 generó AVC, una organización discordante
que repetía paso a paso lo que hizo su mentor. El ELN y su incidencia en pequeños grupos que
jamás maduraron o terminaron de despegar porque hay que reconocer, la guerrilla
colombiana transmitía el formato completo: ideología, formas de organización,
propuesta armada y desde luego, otras tantas taras que se han convertido en un
férreo obstáculo para el desarrollo de verdaderos procesos revolucionarios en
el país.
Los revolucionarios ecuatorianos se han quedado atados a ser un
instrumento logístico de la guerrilla colombiana, su retaguardia estratégica.
El mensaje que remite las FARC y todos sus acólitos en el país es el
de la paz, de la paz burgués-terrateniente, la paz del desarme pero que deja absolutamente
abiertas todas las heridas que no podrán ser sanadas por los fueros
electorales, burocráticos, constitucionales.
En el país ya salieron los revisionistas a emitir sus cacareados
argumentos con la intención de justificar lo sucedido en Colombia, pero más
allá de eso, a confundir a las masas y a la clase sobre sus tareas
fundamentales de frente a organizar y preparar la Guerra Popular como único
mecanismo y vía válida para la destrucción del viejo estado y la construcción
del Nuevo Poder.
El PCMLE: “La lucha armada como vía para conquistar el
poder no ha fracasado; las circunstancias político-sociales obligan priorizar
otras formas de lucha de las masas que permitan una mayor y más rápida
acumulación de fuerzas para tomar el poder”.
El Partido Comunista Ecuatoriano: “Saludamos los procesos fructíferos de paz
en Colombia. Que este cese al fuego sea el inicio de un cambio en la hermana
patria colombiana”.
El Partido Socialista Ecuatoriano: “Una Colombia sin conflictos armados será una
gran oportunidad para la consolidación democrática y para la cristalización del
enorme potencial económico del país (…) La paz es un viejo y profundo
anhelo de la sociedad colombiana, su concreción requiere que la sociedad
abandone su postura expectante y participe activamente en su construcción”.
Y bajo ese mismo tenor otros sectores del
revisionismo y del oportunismo sueltan sus vómitos que esparcen las aparentes
bondades de la “participación democrática, de la paz, del “adiós a las
armas”.
El mensaje que remite la desmovilización de las FARC a través de sus
voceros ecuatorianos es el de inviabilidad de la violencia revolucionaria, a la
final, para ellos, 50 años de guerra no ha dejado sino solo destrucción y
víctimas, reduciendo el problema de la guerra a su tara ideológica y a su
estrategia de guerra caduca e incompatible con la realidad de nuestros pueblos.
El mensaje de la desmovilización de las FARC que recoge el régimen
del fascista Correa es de que no todos van a entregar las armas y hay que tener
en pié de alerta a las FFAA para neutralizar la serie de bandas delincuenciales
que se van a formar y que “vendrán al país a delinquir”. Eso es lo que piensa
el régimen correista de los combatientes de las FARC, que son “delincuentes en
potencia”. Y bajo ese argumento los aparatos represivos se sigan tragando el
presupuesto nacional y den rienda suelta a su voracidad represiva con todos
aquellos que no comulgamos con esa “paz”.
Sobre los propósitos afines a los de las FARC, fascista Correa, hace
algunas semanas, anunciaba al país que el gobierno se constituiría en un
interlocutor entre el régimen paramilitar de Santos y la guerrilla guevarista
del ELN para que adelanten conversaciones de desmovilización en el Ecuador.
Que lo sepa el ELN, que lo sepa el gobierno narcoparamilitar de
Santos, que lo sepa el fascista de Correa, nuestro pueblo y su clase de
vanguardia, el proletariado, rechaza la presencia de delegados del viejo estado
de Colombia y de miembros del ELN en territorio nacional utilizándolo como base
del imperialismo para desplegar su estrategia de desarme de los pueblos y
deslegitimar el uso de las armas como legítimo derecho de los explotados.
LA DESMOVILIZACIÓN Y SUS FACILITADORES
El rol que ha cumplido la pútrida dirigencia cubana en todo este
proceso ha sido crucial.
Ya desde hace algunos años Fidel Castro se ha dedicado a
deslegitimar el uso de la violencia para la conquista del poder. No solo eso,
la califica de extemporánea y en no pocas oportunidades excitaba a las FARC a
dejar las armas. No diferente Raúl Castro, que al parecer asumió la tarea de
propender la desmovilización de los grupos alzados en armas como un mandato
imperialista y que busca demarcar las distancias entre la violencia
revolucionaria y la transformación de la sociedad, claro, detrás de esto está
ser complacientes y benévolos con la política internacional de los EEUU.
Como dice nuestro pueblo, “de incendiarios a bomberos”. Éste punto
es esencial en el análisis, pues hay que evaluar en su correcta dimensión el
rol que ha cumplido el revisionismo cubano en la desmovilización de los
procesos armados en Latinoamérica, y hay que decirlo, aún desde el revisionismo
lo han hecho tan bien que no dudamos Obama y el imperialismo deben estar tan
contentos, tanto como Santos, Timochenko,
y toda la reacción del planeta. Dicho de otra manera, lo que no ha
podido ni ha querido hacer el ejército burgués de Colombia lo ha hecho Castro
desde su oráculo del revisionismo.
El discurso fariano se manifiesta único, diferente, y hasta “garante
de la paz”. Pero vale preguntarse, ¿acaso la serie de organizaciones
político-militares, partidos, movimientos armados que ya se desmovilizaron en Colombia
no pregonaban lo mismo?
El EPL (hoxista), el Partido Revolucionario de los Trabajadores
(PRT), El Movimiento Armado Quintín Lame, la ADO (Autodefensa Obrera), las
Ricardo Franco, el M19, las FARC y el ELN que tarde o temprano lo hará porque
esa es la naturaleza de la pequeña burguesía.
Todas estas organizaciones terminaron por asumir la idea de que bajo
el paraguas de la democracia burguesa se podía hacer política y conquistar los
objetivos otrora expuestos con las armas. Lástima que se dieron cuenta muy tarde
porque de por medio dejaron el esfuerzo vital de valerosos hijos del pueblo que
creyeron en las consignas revolucionarias de los comandantes guerrilleros quienes
sabían que el corolario a sus guerras terminaban en el cadalso de la vieja
democracia y en ella, del camino burocrático.
¿ESTÁ TODO PERDIDO?
Parecería que con la desmovilización de las FARC el camino de la
lucha armada se cierra en Latinoamérica. Por lo menos es lo que van a divulgar
a los cuatro vientos el imperialismo, la reacción los Castro y desde otra
perspectiva el Movadef atrincherado en el Perú.
Pero son sueños de hienas, sueños del reformismo, sueños del
imperialismo
La violencia no es patrimonio del viejo estado y mucho menos del
revisionismo. La Guerra Popular, esa si es patrimonio del proletariado, y hay
que entenderlo así. Que hoy las FARC se tiren al barranco no es problema, el
problema está en el ¿qué hacer? Y hay que iniciar por ahí. Lenin lo simplifico
magistralmente, el tema del instrumento, del Partido. Construir y fortalecer ideológicamente
un partido comunista que responda a las
tareas históricas que tiene el proletariado de frente a objetivos concretos como
tener los instrumentos para la revolución, organizar la Guerra Popular en el
seno del pueblo, desatarla sin miramiento alguno en contra de los enemigos de
la clase y del pueblo; destruir el viejo estado y reemplazarlo por el nuevo,
por el NUEVO PODER.
Y sobre esa tarea el proletariado de Colombia ya ha avanzado
bastante, solo queda forjar, persistir, construir, persistir; la Guerra Popular
hará el resto, no dudamos sea así en Colombia, en Ecuador, en Latinoamérica, en
el mundo.
NO A LA FALSA PAZ DEL IMPERIALISMO, DEL VIEJO ESTADO DE COLOMBIA Y
DEL REVISIONISMO DE LAS FARC
SI A LA PAZ DEL PUEBLO QUE SE CONQUISTA CON LA PUNTA DEL FUSIL
UNA VEZ MÁS SE REFRENDA LA TESIS DEL PRESIDENTE MAO: EL REVISIONISMO
ES EL PRINCIPAL PELIGRO DE LA REVOLUCIÓN
VIVA EL 50 ANIVERSARIO DE LA GRAN REVOLUCIÓN CULTURAL, LEGADO
HISTÓRICO QUE NOS ENSEÑA QUE SI NO COMBATIMOS AL REVISIONISMO, NADA HABREMOS
HECHO
¡VIVA LA LUCHA DEL PROLETARIADO Y PUEBLO DE COLOMBIA!
¡VIVA EL MARXISMO-LENINISMO-MAOÍSMO!
[1] Mao Tse-tung, CONTRA LAS ACTIVIDADES
CAPITULADORAS. Obras Escogidas de Mao Tse-tung Tomo II,
[3] La tesis del llamado
“estancamiento de la guerra” ya fue expuesta por el revisionismo armado en El
Salvador, en los años 80´ del siglo pasado. Bajo esta figura se patrocina la
idea del “diálogo”, la “paz”. Un burdo
argumento en el que de la noche a la mañana la guerrilla se da cuenta de que no
puede derrotar las fuerzas vivas del enemigo, pero eso sí, que éstas tampoco
pueden derrotar a la insurgencia. Pierden la perspectiva de la guerra y caen en
la estrategia del enemigo que propugna precisamente eso, seducir a los
comandantes para que puedan acceder al Congreso o Asamblea, y obvio, éstos
arrastran a sus combatientes a la ilusión democrático-burguesa.
[4] Curiosamente Obama,
Raúl Castro, Santos y las FARC coinciden en los propósitos, argumentos y
viabilidad de la paz bajo una premisa fundamental: la legitimación de la
democracia como instrumento político que permite el acceso a las distintas
corrientes ideológicas sin que su geometría se vea alterada en absoluto. Las
FARC se da modos, de un plumazo (por lo menos lo intenta mientras el discurso
le sea funcional a su viejo reformismo), de mandar al carajo las tesis
marxistas sobre el carácter de clase que tiene la democracia, el estado, etc.
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