“La causa obrera es la causa irlandesa. La causa irlandesa es la causa obrera. Ambas son indisociables.” (James Connolly, socialista revolucionario irlandés, mártir de 1916).
Introducción
Cuando éirígí (palabra que en irlandés significa ‘levantamiento’) se fundó en Abril de 2006, sus miembros fundadores lo hicieron plenamente conscientes de la importancia histórica de su decisión de fundar una nueva organización, así como de la larga y difícil lucha que tenemos por delante para alcanzar nuestro objetivo de construir una República Socialista Irlandesa. La génesis de la fundación de éirígí está marcada en su esencia por la comprensión de que el potencial que había existido previamente para la transformación revolucionaria de Irlanda se había invertido, siendo así acorralado en el espacio reaccionario del nacionalismo constitucionalista. La lucha republicana de casi cuatro décadas de resistencia en contra de la poderosa maquinaria de guerra británica había sido, en efecto, derrotada.
Esta era una lucha que había producido toda una generación de militantes abnegados y comprometidos, entre los que podemos contar a los diez mártires de la huelga de hambre de 1981, que murieron en una lucha épica que enfrentó a sus cuerpos desnudos y desgarrados en contra del hierro, del concreto y de la férula del campo de concentración conocido como el Bloque H, la primera línea del sistema británico en su guerra contra los prisioneros republicanos. Fidel Castro se inspiró en estos heroicos prisioneros cuando escribió sobre ellos que el suyo había sido “el gesto más conmovedor de sacrificio, abnegación y coraje que uno podría imaginar”. Tanto ellos, como muchos otros, fueron miembros de un movimiento que en algún determinado momento tuvo la oportunidad real de alterar radicalmente el curso de la historia irlandesa. El movimiento republicano provisional, sin embargo, no logró aprovechar esta oportunidad ni tampoco logró, pese a los discursos que afirman lo contrario, realizar avances significativos hacia la conquista de sus objetivos. Es así como toda la sangre derramada por sus propios militantes y por todos los que dieron su vida en casi cuarenta años de conflicto, desde que éste se reactivó en 1969, fue derramada en vano. Como una persona que pasó toda su vida adulta en ese movimiento y que estuvo comprometido como muchos otros militantes con él, me duele reconocerlo. Pero es la verdad.
Nosotros, republicanos revolucionarios irlandeses, nos encontramos en la odiosa situación de haber sido derrotados, primordialmente, por el fracaso de la dirección del movimiento republicano provisional en desarrollar una comprensión revolucionaria de la base histórica de este conflicto, y, más importante aún, de los cambios económicos, sociales y políticos necesarios para remediar las causas del conflicto; no definieron de manera sustancial la naturaleza del proyecto socialista que el movimiento proclamaba como fundamental para la futura república. De hecho, la verdad sea dicha, la derrota fue siempre probable dado que figuras como Gerry Adams, el entonces indiscutible líder de la lucha republicana supuestamente “socialista”, podía decir sin siquiera sonrojarse y sin la menor ironía, durante una entrevista en los 1980s que “No hay influencias marxistas en Sinn Féin, sencillamente no se trata de una organización marxista. No sé de nadie en Sinn Féin que sea marxista o que haya sido influenciado por el marxismo”.
El error fundamental de evitar definirse políticamente, tuvo un impacto sobre cuestiones organizativas y tácticas en el movimiento. El movimiento republicano provisional, durante su período “revolucionario”, era en realidad una organización en la cual predominaba una inadecuada mezcla de estructuras autoritarias acopladas con una postura exclusivista hacia la lucha armada. La “política” era entendida como una influencia corruptora, y el activismo político sin armas y la misma noción de movilización de masas eran, consecuentemente, relegadas a una importancia secundaria. El movimiento carecía de profundidad y sofisticación, tanto en términos teóricos como tácticos. Evidencia incontrovertible de esta realidad, es entregada por la realidad de un “proceso de paz” que, en última instancia, vio al movimiento republicano provisional adoptar un carácter nacionalista constitucionalista burgués, y, haciendo el juego a sus enemigos, se limitó a sí mismo tácticamente a la utilización de “métodos exclusivamente pacíficos”. De hecho, la realidad es que el movimiento republicano provisional ha cerrado el círculo y ahora busca re escribir la historia y afirmar, en retrospectiva, que por lo que se luchó fue por la igualdad en el Estado del Norte (controlado por los británicos), y no por derrocar a ese Estado, reemplazándolo por un Estado único, unitario, en toda la isla de Irlanda.
Como consecuencia de toda esta confusión ideológica y táctica en el seno del movimiento, la comunidad republicana jamás logró desarrollar la conciencia socialista revolucionaria necesaria para entender la verdadera naturaleza del conflicto en Irlanda. Esto tuvo por efecto la creación de una base de apoyo que, sin importar lo grande que pudiera ser en determinados momentos, era incapaz de hacer nada más que dejarse dirigir. Y en este caso, al final fue dirigida a la derrota.
James Connolly dijo una vez que: “jamás conseguiremos una república irlandesa sin un partido revolucionario que actúe según la premisa de que las clases capitalista y terrateniente en las ciudades y el campo de Irlanda son cómplices criminales del gobierno británico en la esclavitud y sometimiento de la nación. Tal partido revolucionario debe ser socialista, y solamente el socialismo representa la salvación de Irlanda”. El fracaso para alcanzar (o al menos, para hacer progresos significativos hacia) los objetivos declarados del movimiento republicano provisional en este período reciente de luchas fue, como siempre, en último análisis, fruto del fracaso en comprender, aceptar y trabajar para dar una expresión práctica, a este postulado crucial de Connolly.
Aun dejando de lado la cuestión de la transformación socialista de la sociedad, el fracaso en hacer de la construcción del movimiento revolucionario socialista un elemento central del programa republicano, ha sido en gran medida la razón por la cual la lucha para terminar la ocupación política y militar británica ha fracasado. Esto se debe a que, al final de cuentas, el pueblo trabajador no puede tener una afinidad real y sostenida con un nacionalismo solamente preocupado de fronteras y control territorial. Uno no puede comerse una bandera ni puede vivir en ella. Son las relaciones sociales vivas en una comunidad, sociedad o nación las cuales son de real importancia. La mayoría de la clase trabajadora no está dispuesta a entregarse indefinidamente a una lucha que no les prometa mejorar sus circunstancias materiales. El creciente éxodo de militantes y antiguos colaboradores del movimiento republicano provisional (Sinn Féin) es testigo de ello. El creciente número de personas que han terminado por compartir el mismo análisis que éirígí refleja que la perspectiva de un futuro cambio revolucionario en Irlanda está, una vez más, convirtiéndose en una propuesta realista.
A lo largo del “proceso de paz”, el ejercicio del poder político se convirtió en el objetivo que guió a los líderes republicanos provisionales, los cuales cada vez mostraban menos entusiasmo por su compromiso retórico con el cambio revolucionario, dejándose guiar por la “realpolitik” y la búsqueda de la respetabilidad. Toda mención al socialismo se volvió secundaria a la construcción de un movimiento en el cual todos los principios podían, y de hecho fueron, tranzados en negociaciones con el enemigo. Esto era la antítesis de lo que representa históricamente la lucha republicana; la resistencia al gobierno británico debe ser, en esencia, el rechazo a una filosofía que defiende los intereses de una clase que se cree superior a sus subalternos. De no ser así, está condenada al fracaso. Este fracaso es el que vio al proyecto republicano provisional finalmente derrotado.
Quienes fundamos éirígí somos conscientes de la condición extremadamente débil de la base de apoyo para el republicanismo socialista en la Irlanda de comienzos del siglo XXI. Sin embargo, nos entregamos de nuevo a construir una organización que pueda contribuir hacia el necesario objetivo de alcanzar las metas interrelacionadas de la liberación social y nacional de Irlanda. Como revolucionarios comprometidos con la lucha por un mundo diferente, mejor, no nos queda otra opción; nuestra contribución a un mundo libre de explotación, ambición, pobreza y guerra será la fundación de una República Socialista Irlandesa Democrática de 32 condados .
Éirígí se fundó con plenamente resuelta y comprometida a la tarea de rescatar la lucha republicana del callejón sin salida nacionalista y reformista en el cual se encuentra. Tal cual James Connolly hace más de cien años, nosotros también reconocemos que:
“Si el movimiento nacional en nuestros días no quiere terminar meramente repitiendo las tristes tragedias del pasado, debe ser capaz de salir al paso a las exigencias del momento. Debe demostrar al pueblo de Irlanda que nuestro nacionalismo no es sencillamente una especie de mórbida idealización del pasado, sino que es capaz de formular respuestas definidas y claras a los problemas del presente y que tiene un credo capaz de ajustarse a las necesidades del futuro”
Hemos sido guiados en este esfuerzo durante cuatro años y medio por el principio de que quien no aprende las lecciones del pasado, está condenado a repetir los mismos errores. Por esto, éirígí tiene la firme convicción de que cualquier intento de rejuvenecer la lucha por la liberación, debe comenzar por re-examinar las razones de los más recientes fracasos. Nuestro punto de partida debe ser el análisis crítico de las modalidades y métodos organizativos y tácticos que han sido usados tradicionalmente en el curso de la lucha por la liberación. Las principales experiencias fracasadas son aquellas fundadas en el militarismo, el reformismo y en la política de “los obreros deben esperar”, es decir, aquella posición que sostiene que la liberación nacional es más importante que la liberación social, y por tanto, prioritaria.
En relación a la cuestión de la fuerza armada, es necesario aclarar que la posición de éirígí se basa en la defensa del derecho que todo pueblo sometido a una ocupación militar e imperialista tiene a utilizar los medios que estimen necesarios para resistir y derrotar a la ocupación. No creemos, sin embargo, que la utilización de la lucha armada deba ser un asunto de principios. Entender la lucha armada como una cuestión de principios y no de táctica en la lucha revolucionaria ha sido un factor que ha retardado históricamente el desarrollo del proyecto republicano. La política militarista estimula el elitismo y atrofia la iniciativa en nuestras comunidades; siempre ha terminado por elevar al “ejército” a una posición de importancia por encima y más allá de la lucha popular en general, y por esto, ha terminado por quitar el agua al pez, la cual necesita para nadar y de la cual depende su vida. La desastrosa campaña de bombardeos en Inglaterra de fines de los ‘30s y comienzos de los ‘40s, la frustrada Campaña de la Frontera de 1956-1962, y la fracasada campaña militar del P.IRA (Ejército Republicano Irlandés Provisional –nombre oficial del IRA que lideró la lucha armada en el norte de Irlanda después del Domingo Sangriento en 1972) de 1971-1994, son ejemplos perfectos de períodos en donde la lucha armada fracasó porque se aisló de la lucha política de masas. Podría argumentarse que las campañas armadas como las que vivimos en esos momentos, de hecho impidieron la posibilidad de desarrollo para una necesaria lucha política de masas. Nuestra posición es que no existen actualmente condiciones para el éxito de la lucha armada en contra del gobierno británico en Irlanda.
Introducción
Cuando éirígí (palabra que en irlandés significa ‘levantamiento’) se fundó en Abril de 2006, sus miembros fundadores lo hicieron plenamente conscientes de la importancia histórica de su decisión de fundar una nueva organización, así como de la larga y difícil lucha que tenemos por delante para alcanzar nuestro objetivo de construir una República Socialista Irlandesa. La génesis de la fundación de éirígí está marcada en su esencia por la comprensión de que el potencial que había existido previamente para la transformación revolucionaria de Irlanda se había invertido, siendo así acorralado en el espacio reaccionario del nacionalismo constitucionalista. La lucha republicana de casi cuatro décadas de resistencia en contra de la poderosa maquinaria de guerra británica había sido, en efecto, derrotada.
Esta era una lucha que había producido toda una generación de militantes abnegados y comprometidos, entre los que podemos contar a los diez mártires de la huelga de hambre de 1981, que murieron en una lucha épica que enfrentó a sus cuerpos desnudos y desgarrados en contra del hierro, del concreto y de la férula del campo de concentración conocido como el Bloque H, la primera línea del sistema británico en su guerra contra los prisioneros republicanos. Fidel Castro se inspiró en estos heroicos prisioneros cuando escribió sobre ellos que el suyo había sido “el gesto más conmovedor de sacrificio, abnegación y coraje que uno podría imaginar”. Tanto ellos, como muchos otros, fueron miembros de un movimiento que en algún determinado momento tuvo la oportunidad real de alterar radicalmente el curso de la historia irlandesa. El movimiento republicano provisional, sin embargo, no logró aprovechar esta oportunidad ni tampoco logró, pese a los discursos que afirman lo contrario, realizar avances significativos hacia la conquista de sus objetivos. Es así como toda la sangre derramada por sus propios militantes y por todos los que dieron su vida en casi cuarenta años de conflicto, desde que éste se reactivó en 1969, fue derramada en vano. Como una persona que pasó toda su vida adulta en ese movimiento y que estuvo comprometido como muchos otros militantes con él, me duele reconocerlo. Pero es la verdad.
Nosotros, republicanos revolucionarios irlandeses, nos encontramos en la odiosa situación de haber sido derrotados, primordialmente, por el fracaso de la dirección del movimiento republicano provisional en desarrollar una comprensión revolucionaria de la base histórica de este conflicto, y, más importante aún, de los cambios económicos, sociales y políticos necesarios para remediar las causas del conflicto; no definieron de manera sustancial la naturaleza del proyecto socialista que el movimiento proclamaba como fundamental para la futura república. De hecho, la verdad sea dicha, la derrota fue siempre probable dado que figuras como Gerry Adams, el entonces indiscutible líder de la lucha republicana supuestamente “socialista”, podía decir sin siquiera sonrojarse y sin la menor ironía, durante una entrevista en los 1980s que “No hay influencias marxistas en Sinn Féin, sencillamente no se trata de una organización marxista. No sé de nadie en Sinn Féin que sea marxista o que haya sido influenciado por el marxismo”.
El error fundamental de evitar definirse políticamente, tuvo un impacto sobre cuestiones organizativas y tácticas en el movimiento. El movimiento republicano provisional, durante su período “revolucionario”, era en realidad una organización en la cual predominaba una inadecuada mezcla de estructuras autoritarias acopladas con una postura exclusivista hacia la lucha armada. La “política” era entendida como una influencia corruptora, y el activismo político sin armas y la misma noción de movilización de masas eran, consecuentemente, relegadas a una importancia secundaria. El movimiento carecía de profundidad y sofisticación, tanto en términos teóricos como tácticos. Evidencia incontrovertible de esta realidad, es entregada por la realidad de un “proceso de paz” que, en última instancia, vio al movimiento republicano provisional adoptar un carácter nacionalista constitucionalista burgués, y, haciendo el juego a sus enemigos, se limitó a sí mismo tácticamente a la utilización de “métodos exclusivamente pacíficos”. De hecho, la realidad es que el movimiento republicano provisional ha cerrado el círculo y ahora busca re escribir la historia y afirmar, en retrospectiva, que por lo que se luchó fue por la igualdad en el Estado del Norte (controlado por los británicos), y no por derrocar a ese Estado, reemplazándolo por un Estado único, unitario, en toda la isla de Irlanda.
Como consecuencia de toda esta confusión ideológica y táctica en el seno del movimiento, la comunidad republicana jamás logró desarrollar la conciencia socialista revolucionaria necesaria para entender la verdadera naturaleza del conflicto en Irlanda. Esto tuvo por efecto la creación de una base de apoyo que, sin importar lo grande que pudiera ser en determinados momentos, era incapaz de hacer nada más que dejarse dirigir. Y en este caso, al final fue dirigida a la derrota.
James Connolly dijo una vez que: “jamás conseguiremos una república irlandesa sin un partido revolucionario que actúe según la premisa de que las clases capitalista y terrateniente en las ciudades y el campo de Irlanda son cómplices criminales del gobierno británico en la esclavitud y sometimiento de la nación. Tal partido revolucionario debe ser socialista, y solamente el socialismo representa la salvación de Irlanda”. El fracaso para alcanzar (o al menos, para hacer progresos significativos hacia) los objetivos declarados del movimiento republicano provisional en este período reciente de luchas fue, como siempre, en último análisis, fruto del fracaso en comprender, aceptar y trabajar para dar una expresión práctica, a este postulado crucial de Connolly.
Aun dejando de lado la cuestión de la transformación socialista de la sociedad, el fracaso en hacer de la construcción del movimiento revolucionario socialista un elemento central del programa republicano, ha sido en gran medida la razón por la cual la lucha para terminar la ocupación política y militar británica ha fracasado. Esto se debe a que, al final de cuentas, el pueblo trabajador no puede tener una afinidad real y sostenida con un nacionalismo solamente preocupado de fronteras y control territorial. Uno no puede comerse una bandera ni puede vivir en ella. Son las relaciones sociales vivas en una comunidad, sociedad o nación las cuales son de real importancia. La mayoría de la clase trabajadora no está dispuesta a entregarse indefinidamente a una lucha que no les prometa mejorar sus circunstancias materiales. El creciente éxodo de militantes y antiguos colaboradores del movimiento republicano provisional (Sinn Féin) es testigo de ello. El creciente número de personas que han terminado por compartir el mismo análisis que éirígí refleja que la perspectiva de un futuro cambio revolucionario en Irlanda está, una vez más, convirtiéndose en una propuesta realista.
A lo largo del “proceso de paz”, el ejercicio del poder político se convirtió en el objetivo que guió a los líderes republicanos provisionales, los cuales cada vez mostraban menos entusiasmo por su compromiso retórico con el cambio revolucionario, dejándose guiar por la “realpolitik” y la búsqueda de la respetabilidad. Toda mención al socialismo se volvió secundaria a la construcción de un movimiento en el cual todos los principios podían, y de hecho fueron, tranzados en negociaciones con el enemigo. Esto era la antítesis de lo que representa históricamente la lucha republicana; la resistencia al gobierno británico debe ser, en esencia, el rechazo a una filosofía que defiende los intereses de una clase que se cree superior a sus subalternos. De no ser así, está condenada al fracaso. Este fracaso es el que vio al proyecto republicano provisional finalmente derrotado.
Quienes fundamos éirígí somos conscientes de la condición extremadamente débil de la base de apoyo para el republicanismo socialista en la Irlanda de comienzos del siglo XXI. Sin embargo, nos entregamos de nuevo a construir una organización que pueda contribuir hacia el necesario objetivo de alcanzar las metas interrelacionadas de la liberación social y nacional de Irlanda. Como revolucionarios comprometidos con la lucha por un mundo diferente, mejor, no nos queda otra opción; nuestra contribución a un mundo libre de explotación, ambición, pobreza y guerra será la fundación de una República Socialista Irlandesa Democrática de 32 condados .
Éirígí se fundó con plenamente resuelta y comprometida a la tarea de rescatar la lucha republicana del callejón sin salida nacionalista y reformista en el cual se encuentra. Tal cual James Connolly hace más de cien años, nosotros también reconocemos que:
“Si el movimiento nacional en nuestros días no quiere terminar meramente repitiendo las tristes tragedias del pasado, debe ser capaz de salir al paso a las exigencias del momento. Debe demostrar al pueblo de Irlanda que nuestro nacionalismo no es sencillamente una especie de mórbida idealización del pasado, sino que es capaz de formular respuestas definidas y claras a los problemas del presente y que tiene un credo capaz de ajustarse a las necesidades del futuro”
Hemos sido guiados en este esfuerzo durante cuatro años y medio por el principio de que quien no aprende las lecciones del pasado, está condenado a repetir los mismos errores. Por esto, éirígí tiene la firme convicción de que cualquier intento de rejuvenecer la lucha por la liberación, debe comenzar por re-examinar las razones de los más recientes fracasos. Nuestro punto de partida debe ser el análisis crítico de las modalidades y métodos organizativos y tácticos que han sido usados tradicionalmente en el curso de la lucha por la liberación. Las principales experiencias fracasadas son aquellas fundadas en el militarismo, el reformismo y en la política de “los obreros deben esperar”, es decir, aquella posición que sostiene que la liberación nacional es más importante que la liberación social, y por tanto, prioritaria.
En relación a la cuestión de la fuerza armada, es necesario aclarar que la posición de éirígí se basa en la defensa del derecho que todo pueblo sometido a una ocupación militar e imperialista tiene a utilizar los medios que estimen necesarios para resistir y derrotar a la ocupación. No creemos, sin embargo, que la utilización de la lucha armada deba ser un asunto de principios. Entender la lucha armada como una cuestión de principios y no de táctica en la lucha revolucionaria ha sido un factor que ha retardado históricamente el desarrollo del proyecto republicano. La política militarista estimula el elitismo y atrofia la iniciativa en nuestras comunidades; siempre ha terminado por elevar al “ejército” a una posición de importancia por encima y más allá de la lucha popular en general, y por esto, ha terminado por quitar el agua al pez, la cual necesita para nadar y de la cual depende su vida. La desastrosa campaña de bombardeos en Inglaterra de fines de los ‘30s y comienzos de los ‘40s, la frustrada Campaña de la Frontera de 1956-1962, y la fracasada campaña militar del P.IRA (Ejército Republicano Irlandés Provisional –nombre oficial del IRA que lideró la lucha armada en el norte de Irlanda después del Domingo Sangriento en 1972) de 1971-1994, son ejemplos perfectos de períodos en donde la lucha armada fracasó porque se aisló de la lucha política de masas. Podría argumentarse que las campañas armadas como las que vivimos en esos momentos, de hecho impidieron la posibilidad de desarrollo para una necesaria lucha política de masas. Nuestra posición es que no existen actualmente condiciones para el éxito de la lucha armada en contra del gobierno británico en Irlanda.
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