(Nota de Luminoso Futuro: La cuestión de sí ya estamos en la III guerra interimperialista o ésta está por desencadenarse, se encuentra en el debate del comunismo internacional. Con todo su importancia este es un tema secundario. Puesto que al centro del debate se coloca la táctica del comunismo internacional a seguir frente a la misma. Es decir, las condiciones que contornean la guerra, la situación de la misma y su significado; vale decir, nuestra caracterización y nuestra actitud frente a dicha guerra interimperialistas. Unos, los herederos del revisionismo moderno, atruenan el ciberespacio con sus descalificaciones, intentonas de cerrarles la boca a los comunistas marxistas-leninistas-maoístas y adjetivaciones: “ni nis”, “le hacen el juego al imperialismo yanqui”, “dogmáticos”, etc. Prefiriendo, en contra, centrar su agitación exclusivamente contra el imperialismo USA-UE, sus reales depredaciones guerreras en aras de establecer su imperio colonial global, su mordisquear y hacerse con la violencia bélica de las excolonias y neocolonias del imperio del otrora socialimperialismo ruso. A la vez que, impúdicamente, tienden un velo para invisibilidad al imperialismo ruso y al socialimperialismo chino presentados como garantía de la libertad e independencia de los pueblos y Estados objetos de la rapiña del bloque yanqui-europeo.
Del otro lado se encuentran los maoístas de derecha, definibles también como mencheviques contemporáneos. Los que caracterizan exclusivamente al imperialismo USA-UE como el “enemigo principal” y a regañadientes teniendo que reconocer el hecho del imperialismo ruso restaurado, ponen todo su esfuerzo en ocultar el carácter imperialista de China. Como un justificante de la relación económica y política entre la burguesía burocrática monopolista china y sus propias burguesías nacionales. Pretendiendo presentarla como una relación no-neocolonialista. Empeñados en justificar una Línea Política errónea, soslayando un hecho histórico probado, pasan por alto que cuando un país socialista, degenerado revisionista, abandona su justa senda y ocurre la contrarrevolución burguesa se convierte o en imperialista o en un país colonial.
Estos señores, como verdaderos embaucadores de la clase obrera y de sus propios pueblos, en vano intento de forjar fundamentos para sus tesis nacionaloportunistas, recurren a destiempo a la Conferencia de los Partidos Comunistas y Obreros de 1957, el último encuentro internacional entre revisionistas y comunistas, dónde se ha calificado al imperialismo estadounidense como el “enemigo número uno de la humanidad” y principal peligro de guerra. Más aún, redoblando la dosis de píldoras que pretenden hacernos tragar, tienen la osadía de recurrir a la táctica aplicada por el camarada Stalin y la Internacional Comunista en la situación internacional en víspera de la Segunda Guerra mundial respecto a dividir al mundo imperialista en “potencias agresivas” y “potencias no agresivas”. Correspondientemente a ello, el trabajar y luchar por la construcción de un Frente Antifascista Internacionalcon el cual enfrentar exitosamente a las potencias imperialistas agresoras. Pero, como dice el refrán “quién mucho corre pronto para”. Sólo olvidan una minucia: Hoy no existen ni el camarada Stalin ni la Unión Soviética; tampoco, la Internacional Comunista; como que también el mundo es monocolor (imperialista) y monopolar (imperialista).
Por lo que es de concluirse: La táctica antiguerra fascista recomendada y aplicada por el camarada Stalin y los comunistas tercerinternacionalistas, justa y exitosa en aquellos dramáticos momentos, hoy no lo es, no tiene aplicabilidad. Por lo que, si queremos tener un punto histórico de referencia a Lenin debemos remitirnos. Oponernos y combatir a los dos bloques imperialistas, los que se contienden por la hegemonía del mundo, y el apresurar las condiciones para el derrocamiento de la burguesía de todos los países capitalistas, concretamente aquella del propio país, mediante la guerra civil por el socialismo y la guerra popular por la nueva democracia popular.
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La guerra europea, preparada durante decenios por los gobiernos y los partidos burgueses de todos los países, se ha desencadenado. El aumento de los armamentos, la exacerbación extrema de la lucha por los mercados en la época de la novísima fase, la fase imperialista, de desarrollo del capitalismo en los países avanzados y los intereses dinásticos de las monarquías mas atrasadas, las de Europa Oriental, debían conducir inevitablemente y han conducido a esta guerra. Anexionar tierras y sojuzgar naciones extranjeras, arruinar a la nación competidora, saquear sus riquezas, desviar la atención de las masas trabajadoras de las crisis políticas internas de Rusia, Alemania, Inglaterra y demás países, desunir y embaucar a los obreros con la propaganda nacionalista y exterminar su vanguardia a fin de debilitar el movimiento revolucionario del proletariado: he ahí el único contenido real, el significado y el sentido de la guerra presente.
A la socialdemocracia le incumbe, ante todo, el deber de poner al descubierto este verdadero significado de la guerra y denunciar implacablemente la mentira, los sofismas y las frases “patrióticas” propagandas por las clases dominantes, por los terratenientes y la burguesía en defensa de la guerra.
A la cabeza de un grupo de naciones beligerantes se halla la burguesía alemana, que engaña a la clase obrera y a las masas trabajadoras, asegurándoles que hacen la guerra en aras de la defensa de la Patria, de la libertad y de la cultura, en aras de la emancipación de los pueblos oprimidos por el zarismo, en aras del derrocamiento del zarismo reaccionario. Pero en realidad, precisamente esta burguesía, servil lacayo de los junkers prusianos encabezados por Guillermo II, fue siempre la más fiel aliada del zarismo y enemiga del movimiento revolucionario de los obreros y campesinos de Rusia. En realidad, esta burguesía, juntamente con los junkers, orientará todos sus esfuerzos, cualquiera que sea el desenlace de la guerra, a sostener la monarquía zarista contra la revolución en Rusia.
En realidad, la burguesía alemana ha emprendido una campaña de rapiña contra Servia, con el deseo de sojuzgar este país y sofocar la revolución nacional de los eslavos del Sur, dirigiendo a la par el grueso de sus fuerzas militares contra países más libres, Bélgica y Francia, a fin de despojar a un competidor más rico. Al difundir la fabula de una guerra defensiva por su parte, la burguesía alemana ha elegido, en realidad, el momento más propicio, desde su punto de vista, para hacer la guerra, aprovechándose de sus últimos perfeccionamientos en la técnica militar y adelantándose a los nuevos armamentos, ya proyectados y predeterminados por Rusia y Francia.
A la cabeza del otro grupo de naciones beligerantes se encuentra la burguesía inglesa y francesa, que engaña a la clase obrera y a las masas trabajadoras asegurándoles que sostienen la guerra por la Patria, la libertad y la cultura contra el militarismo y el despotismo de Alemania. Mas en realidad, esta burguesía, con sus miles de millones, ha contratado y preparado hace ya tiempo para el ataque contra Alemania a las tropas del zarismo ruso, la monarquía más reaccionaria y bárbara de Europa.
En realidad m la lucha de la burguesía inglesa y francesa tiene por objetivo apoderarse de las colonias alemanas y arruinar a la nación competidora, que se destaca por un desarrollo económico más rápido. Y para este noble fin, las naciones “avanzadas” y “democráticas” ayudan al zarismo salvaje a oprimir más aun a Polonia, a Ucrania, etc., a sofocar con mayor violencia todavía la revolución en Rusia.
Ambos grupos de los países beligerantes no ceden en nada el uno al otro en lo que se refiere a los interminables saqueos, ferocidades y crueldades de la guerra. Mas para embaucar al proletariado y distraer su atención de la única guerra verdaderamente emancipadora, es decir, de la guerra civil contra la burguesía, tanto de su “propio” país como de los “ajenos”, para este fin elevado, la burguesía de cada país se esfuerza, con frases mendaces acerca del patriotismo, por enaltecer el significado de “su” guerra nacional y por asegurar que aspira a vencer al adversario no en aras del saqueo y las conquistas territoriales, sino en aras de la “emancipación” de todos los demás pueblos, salvo el suyo propio.
Pero cuanto mayor es el celo con que los gobiernos y la burguesía de todos los países tratan de dividir a los obreros y de azuzarlos a unos contra otros, cuanto mayor es la ferocidad con que se aplica para este elevado fin el sistema del estado de guerra y de la censura militar (que incluso ahora, durante la guerra, persigue al enemigo “interior” mucho más que al exterior), mas imperioso es el deber del proletariado consciente de salvaguardar su cohesión de clase, su internacionalismo, sus convicciones socialistas frente al de todo los países. Renunciar a esta tarea equivaldría, por parte de los obreros conscientes, a renunciar a todas sus aspiraciones emancipadoras y democráticas, sin hablar ya de las aspiraciones socialistas.
Es preciso constatar con un sentimiento de profundísima amargura que los partidos socialistas de los principales países europeos no han cumplido esa tarea suya, y que la conducta de los jefes de dichos partidos –en partículas del alemán- linda con la franca traición a la causa del socialismo. En el momento de la mayor trascendencia histórica de la II Internacional Socialista (1899-1914), tratan de suplantar el socialismo por el nacionalismo. Gracias a su conducta, los partidos obreros de estos países no se han opuesto a la criminal conducta de sus gobiernos, sino que han llamado a la clase obrera a fundir su posición con la de los gobiernos imperialistas. Los jefes de la Internacional han cometido una traición contra el socialismo al votar los créditos de guerra al repetir las consignas chovinistas (“patrióticas”) de la burguesía de “sus” países, al justificar y defender la guerra, al entrar en los ministerios burgueses de los países beligerantes, etc., etc. Los jefes socialistas más influyentes y los órganos más influyentes de la prensa socialista de la Europa contemporánea adoptan un punto de vista burgués chovinista y liberal que nada tiene que ver con el punto de vista socialista. La responsabilidad de esta deshonra del socialismo recae, ante todo, sobre los socialdemócratas alemanes, cuyo partido era el más fuerte e influyente de la II Internacional. Pero tampoco se puede justificar a los socialistas franceses, que aceptan carteras ministeriales en el gobierno de esa misma burguesía que traiciono a su Patria y se alió con Bismarck para aplastar a la Comuna.
Los socialdemócratas alemanes y austriacos tratan de justificar su apoyo a la guerra con el pretexto de que así luchan contra el zarismo ruso. Nosotros, los socialdemócratas rusos, declaramos que consideramos puro sofisma semejante justificación. En los últimos años, el movimiento revolucionario contra el zarismo había vuelto a adquirir en nuestro país enormes proporciones. A la cabeza de ese movimiento ha marchado todo el tiempo la clase obrera de Rusia. Las huelgas políticas de estos últimos años, en las que habían participado millones de trabajadores, se hacían bajo la consigna del derrocamiento del zarismo y la reivindicación de una república democrática. En las vísperas mismas de la guerra, Poincaré, Presidente de la República Francesa, Pudo ver en las calles de Petersburgo, en el curso de su visita a Nicolás II, las barricadas levantadas por los obreros rusos. Ningún sacrificio detenía al proletariado de Rusia en su obra encaminada a liberar a toda la humanidad de la ignominia que representa la monarquía zarista. Pero debemos decir que si algo puede aplazar, en ciertas condiciones, el hundimiento del zarismo en la lucha contra toda la democracia de Rusia, es precisamente la guerra actual, que ha puesto al servicio de los fines reaccionarios del zarismo la bolsa de oro de la burguesía inglesa, francesa y rusa. Y si algo puede dificultar la lucha revolucionaria de la clase obrera de Rusia contra el zarismo, es precisamente la conducta de los jedes de la socialdemocracia alemana y austriaca, que no cesa de sernos presentada como ejemplo por la prensa chovinista de Rusia.
Incluso si se admite que la escasez de fuerzas de la socialdemocracia alemana era tan grande que podía obligarla a renunciar a toda acción revolucionaria, incluso en tal caso no hubiera debido incorporarse al campo chovinista, no hubiera debido dar pasos que han permitido a los socialistas italianos declarar con razón que los jefes de los socialdemócratas alemanes deshonran la bandera de la internacional proletaria.
Nuestro partido, el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, ha sufrido ya y seguirá sufriendo aun enormes pérdidas con motivo de la guerra. Toda nuestra prensa obrera legal ha sido destruida. La mayoría de los sindicatos han sido clausurados, numerosos camaradas nuestros han sido encarcelados y deportados. Pero nuestra representación parlamentaria –la minoría del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia en la Duma de Estado- considero un incondicional deber socialista no botar los créditos de guerra e incluso abandonar la sala de sesiones de la Duma para expresar más enérgicamente aun su protesta; considero un deber estigmatizar la política de los gobiernos europeos como política imperialista. Y, a pesar de la opresión decuplicada del gobierno zarista, los obreros socialdemócratas de Rusia publican ya las primeras proclamas clandestinas contra la guerra, cumpliendo así su deber ante la democracia y la Internacional.
Si los representantes de la socialdemocracia revolucionaria, personificados por la minoría de los socialdemócratas alemanes y por los mejores socialdemócratas de los países neutrales, experimentan el más punzante sentimiento de vergüenza con motivo de esta bancarrota de la II internacional; si se oyen voces de socialistas en Inglaterra y en Francia contra el chovinismo de la mayoría de los partidos socialdemócratas; si los oportunistas, personificados, a título de ejemplo, por los Cuadernos Mensuales Socialistas (“Sozialitische Monatshedfte”) alemanes, que ocupan desde hace mucho tiempo una posición nacional-liberal, celebran muy legítimamente su victoria sobre el socialismo europeo, quien más flaco servicio presta al proletariado son las gentes que (como el “centro” del Partido Socialdemócrata Alemán) vacilan entre el oportunismo y la socialdemocracia revolucionaria y procuran silenciar o encubrir con frases diplomáticas la bancarrota de la II Internacional.
Es preciso, por el contrario, reconocer abiertamente esta bancarrota y comprender sus causas, a fin de poder edificar una nueva agrupación socialista, más firme, de los obreros de todos los países.
Los oportunistas han hecho fracasar los acuerdos de los Congresos de Stutgart, Copenhague y Basilea, que obligaban a los socialistas de todos los países a luchar contra el chovinismo, cualesquiera que fuesen las condiciones, que obligaban a los socialistas a responder a toda guerra iniciada por la burguesía y los gobiernos con la predica redoblada de la guerra civil y de la revolución social. La bancarrota de la II internacional es la bancarrota del oportunismo, que se ha desarrollado sobre la base de las particularidades de la época histórica pasada (la llamada época “pacifica”) y ha obtenido durante los últimos años un predominio efectivo en la Internacional. Los oportunistas venían preparando hace ya tiempo esta bancarrota, al negar la revolución socialista y sustituirla por el reformismo burgués; al negar la lucha de clases y su indispensable transformación, en determinados momentos, en guerra civil y al propugnar la colaboración de clases; al preconizar el chovinismo burgués bajo el nombre de patriotismo y de defensa de la Patria y al pasar por alto o negar la verdad fundamental del socialismo expuesta ya en el Manifiesto Comunista, según la cual los obreros no tienen Patria; al limitarse en la lucha contra el militarismo al punto de vista sentimental filisteo, en lugar de reconocer la necesidad de la guerra revolucionaria de los proletarios de todos los países contra la burguesía de todos los países; al convertir la utilización ineludible del parlamentarismo burgués y de la legalidad burguesa en un fetichismo de esa legalidad y en el olvido de la necesidad obligatoria de las formas ilegales de organización y agitación en las épocas de crisis. El Complemento natural del oportunismo, la corriente anarcosindicalista –concepción igualmente burguesa y hostil al punto de vista proletario, es decir marxista-, se ha manifestado no menos ignominiosamente por una repetición fatua de las consignas del chovinismo durante la presente crisis.
En los momentos actuales es imposible cumplir las tareas del socialismo, es imposible conseguir la verdadera agrupación internacional de los obreros sin romper decididamente con el oportunismo y explicar a las masas la inevitabilidad del fracaso de este.
La tarea de los socialdemócratas de cada país debe consistir, ante todo, en luchar contra el chovinismo en su propio país. En Rusia, este chovinismo se ha adueñado por completo del liberalismo burgués (los demócratas constitucionalistas) y de parte de los populistas, incluyendo a los socialistas revolucionarios y a los socialdemócratas “de derecha”. (Es imprescindible, sobre todo, estigmatizar las declaraciones chovinistas, por ejemplo, de E. Smirnov, P. Máslov y J. Plejánov, recogidas y utilizadas ampliamente por la prensa “patriótica” burguesa)
En la situación actual es imposible determinar, desde el punto de vista del proletariado internacional, la derrota de cuál de los dos grupos de naciones beligerantes constituiría el mal menor para el socialismo. Pero para nosotros, socialdemócratas rusos, no puede caber duda alguna de que, desde el punto de vista de la clase obrera y de las masas trabajadoras de todos los pueblos de Rusia, el mal menor seria la derrota de la monarquía zarista, el gobierno más reaccionario y bárbaro que oprime a un mayor número de naciones y a una mayor masa de población de Europa y de Asia.
La consigna política inmediata de los socialdemócratas de Europa debe ser la formación de los Estados Unidos republicanos de Europa; pero a diferencia de la burguesía, que está dispuesta a “prometer” cuanto se quiera con tal de arrastrar al proletariado a la corriente general del chovinismo, los socialdemócratas habrán de poner al descubierto toda la falsedad e inconsistencia de esta consigna sino son derrocadas por la revolución las monarquías alemana, austriaca y rusa.
En Rusia, las tareas de los socialdemócratas, en virtud del mayor atraso de este país, que no ha llevado aun a termino su revolución burguesa, deben ser, lo mismo que antes, las tres condiciones fundamentales de la trasformación democrática consecuente: república democrática (con plena igualdad de derechos y autodeterminación de todas las naciones), confiscación de las tierras de los terratenientes y jornada de ocho horas. Pero en todos los países avanzados, la guerra pone al orden del día la consigna de la revolución socialista, que se hace tanto más urgente cuanto más pesen sobre los hombros del proletariado las cargas de la guerra, cuanto más activo haya de ser su papel en la reconstrucción de Europa después de los horrores de la barbarie “patriótica” contemporánea, dados los gigantescos progresos técnicos del capitalismo. La utilización por la burguesía de las leyes de tiempos de guerra para amordazar por completo al proletariado plantea ante este la tarea indiscutible de crear formas ilegales de agitación y de organización. Pueden los oportunistas “conservar” las organizaciones legales a costa de la traición a sus convicciones; los socialdemócratas revolucionarios utilizaran los hábitos de organización y los vínculos de la clase obrera para crear formas ilegales de lucha por el socialismo, correspondientes a la época de crisis, y unir estrechamente a los obreros, no con la burguesía chovinista de su país, sino con los obreros de todos los países. La internacional proletaria no ha perecido ni perecerá. Las masas obreras crearan la nueva Internacional por encima de todos los obstáculos. El actual triunfo del oportunismo es efímero. Cuanto mayor sea el número de victimas causadas por la guerra, más clara aparecerá ante las masas obreras la traición a la causa obrera cometida por los oportunistas y la necesidad de volver las armas contra los gobiernos y la burguesía de cada país.
La transformación de la actual guerra imperialista en guerra civil es la única consigna proletaria justa, indicada por la experiencia de la Comuna, señalada por la resolución de Basilea (1912) y derivada de todas las condiciones de la guerra imperialista entre los países burgueses altamente desarrollados. Por muy grandes que parezcan las dificultades de semejante transformación en uno u otro momento los socialistas jamás renunciarán a efectuar un trabajo preparatorio sistemático, perseverante y continuo en esta dirección, ya que la guerra es un hecho.
Solo siguiendo esta vía podrá librarse el proletariado de su dependencia de la burguesía chovinista y dar, en una u otra forma y con mayor o menor rapidez, los pasos decisivos hacia la verdadera libertad de los pueblos y hacia el socialismo.
¡Viva la fraternidad internacional de los obreros contra el chovinismo y el patriotismo de la burguesía de todos los países!
¡Viva la Internacional proletaria depurada del oportunismo!
El Comité Central del Partido Obrero
Socialdemócrata de Rusia
1 de noviembre de 1914
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