El Gran Sol Rojo del Amanecer

sábado, 15 de septiembre de 2012

DONDE LLEVA LA BANDERA DE GUEVARA (IIª Parte)


Algunas reflexiones sobre un diversivo creado  por los neorevisionistas y los trotskystas

Por: Giovanni Scuderi
(Documento aparecido en “El Bolchevique” nº 36 del 12 de
Octubre de 1995)

(Nota de Luminoso Futuro: Es este un artículo al cual nos identificamos completamente. La traducción es del camarada Quibian Gaytan.  El cual, al no conocer el italiano, puede haber cometido algunos errores en la traducción, así como, además, alguna posible alteración en la construcción de las oraciones que pudiesen distorsionar de alguna manera  ideas del mismo, desea ofrecerle de antemano sus excusas al autor y a los lectores, y por lo cual solicita su comprensión).

La concepción de la revolución

Guevara tenía una concepción trotzkysta de la revolución, del todo similar a la llamada teoría de la “revolución permanente”, ya denunciada y desenmascarada por Lenin y Stalin. A su decir la revolución debe ser hecha contemporáneamente en todos los países o en muchos países, debe tener inmediato carácter socialista y puede ser exportada.
Faltado de una visión materialista dialéctica e histórica e ignorando por último la experiencia concreta de las revoluciones históricas y de aquella entonces en acto, no estaba en grado de comprender las diversas fases de la revolución, de distinguir los diferentes tipos de revoluciones –de aquella democrático-burguesa a aquella socialista, a la guerra de liberación nacional-, de saber hacer alianzas adecuadas a las diversas fases y a los diferentes tipos de revoluciones y de coenvolver en este cuadro a las burguesías nacionales antiimperialistas.
En un escrito del 63 afirma: “De cara a este panorama americano parece difícil que la victoria pueda obtenerse y consolidarse en un país aislado. En todos los países en los cuales las represiones alcanzan a niveles insoportables, es necesario izar la bandera de la rebelión y, por necesidad histórica, esta bandera tendrá características continentales. La cordillera de los Andes está llamada a denir la Sierra Maestra de América, como ha dicho el compañero Fidel Castro, y todos los inmensos territorios de este continente devendrán el teatro de una lucha a muerte contra el poder imperialista” (16).
En una famosa carta enviada a la “Tricontinental”, una organización internacional promovida y hegemonizada por Castro y que coordinaba ciertas fuerzas “revolucionarias y antiimperialistas” de Asia, África y América Latina, relanza, profundiza y desarrolla tales conceptos en la tentativa de dictar la línea al movimiento revolucionario mundial. No obstante,  que fuese ya fallida su guerrilla en el Congo, y aquella en Bolivia, donde entonces se encontraba, no alcanzaba a descolar..
En la carta, devenida de inmediato el manifiesto del trotzkysmo internacional y de los “ultraizquierdistas” en general se lee: “Las burguesías nacionales (en América Latina, n.d.a.) han pedido toda capacidad de oponerse al imperialismo (si nunca hubiera sido en serio) y constituye, así, el vagón de cola. No hay alternativa más que: o revolución socialista o caricatura de revolución.
En América Latina se lucha con las armas en la mano en Guatemala, Colombia, Venezuela y Bolivia y ya apuntan los primeros focos de lucha en Brasil… Empero en casi todos los países este continente están maduros para una lucha de naturaleza tal, que para salir victoriosa, no puedo proponerse la instauración de un gobierno de tipo socialista… De tiempo lo hemos sostenido que, dada las analogías, la lucha en América adquirirá, a un cierto punto, dimensiones continentales… Nuevos focos de guerra surgirán en este y otros países americanos, como ha sucedido en Bolivia, y se desarrollarán con todas las vicisitudes que este peligroso taller revolucionario0 moderno comporta. Muchos morirán víctima de sus errores…
América, el continente olvidado de las últimas luchas políticas de liberación, que comienza ahora hacerse sentir, a través de la Tricontinental, con la voz de la vanguardia de sus pueblos, que es la revolución cubana, tendrá una tarea muy grande: la creación del segundo o tercer Vietnam (aludía a la potente y victoriosa guerra de liberación nacional entonces en acto en Vietnam, n.d.a.), o del segundo o tercer Vietnam del mundo.
Es necesario, en definitiva, tener presente  que el imperialismo es un sistema mundial, última etapa del capitalismo, y que ocurre necesario derrotarlo en una gran confrontación mundial…
Nuestras aspiraciones, en síntesis, son estas: destrucción del imperialismo mediante la eliminación de su baluarte más potente: el dominio imperialista de los Estados Unidos de América. Como objetivos tácticos asumimos la liberación gradual de los pueblos, uno a uno, o por grupos, atrayendo al enemigo en una lucha  difícil fuera de sus terreno, liquidando sus bases de apoyo: los territorios dependientes…
Como podemos mirar a un futuro luminoso y vecino si dos, tres, muchos Vietnam surgieran sobre la superficie del globo, con sus parte de muertos y de inmensas tragedias, con su heroísmo diario, con sus repetidos golpes al imperialismo, con la obligación, por ello, de dispersar sus fuerzas bajo el choque del creciente odio de los pueblos del mundo” (17).
Nunca antes, sino también sucesivamente, idealismo, subjetivismo, espontaneismo, voluntarismo, aventurerismo, fantasía y lirismo habían prevalecido en símil medida el cerebro de un pequeño burgués revolucionario.
Guevara arriba a tanto inspirado de las lecciones que había tomado de Trotsky el cual, en el 29, así sistematizaba su teoría contrarrevolucionaria y antimarxista-leninista: “La teoría de la revolución permanente, renacida en 1905,… demostraba que en nuestra época la resolución de las tareas democráticas en los países burgueses atrasados, lleva a estos países directamente a la dictadura del proletariado y que esta dictadura pone al orden del día las tareas socialistas. Esta es la idea fundamental de la teoría. Mientras según la opinión tradicional la vía hacia la dictadura del `proletariado debía pasar a través de un largo período de democracia, la teoría de la revolución permanente proclamaba que en los países atrasados la vía hacia la democracia pasaba a través de la dictadura del proletariado…  así devendría permanente el proceso revolucionario de la revolución democrática a la transformación socialista de la sociedad…
La revolución proletaria puede permanecer dentro de un cuadro nacional solo como régimen provisional, aún si este régimen se prolonga, como demuestra el ejemplo de la Unión Soviética
Si el Estado proletario continuase a quedar en el aislado, terminaría con el sucumbir a las propias contradicciones. Su salvación reside únicamente en la victoria del proletariado de los países avanzados… La revolución mundial, no obstante los repliegue y los reflujos temporales, constituye un proceso permanente” (18).
Guevara en sus escritos y discursos, por nosotros conocidos, esconde su dependencia ideológica  a Trotsky, pero la influencia de esos en su pensamiento y en su obra es más que evidente. Cierto es que lo leía y se inspiraba en Trotsky. En Bolivia, como dice el mismo en su Diario, tenía consigo el volumen “Historia de a revolución rusa” de Trotsky, y se lamentaba de haberlo perdido durante un encuentro armado.
Que diferencia con Lenin que leía las obras de Marx y de Engels sobre el Estado y la revolución mientras preparaba la Revolución rusa, y con Mao que en la base roja de Yenan leía “Los Principios del Leninismo” de Stalin.

El internacionalismo proletario
Los trotskystas y los neorevisionistas han logrado hace penetrar entre los jóvenes una imagen de Guevara de auténtico internacionalista proletario. Pero si vamos a ver como están efectivamente las cosas advertiremos que se trata de una falsa imagen. No es suficiente morir por una causa en cual se cree. Para ser definidos internacionalistas proletarios es necesario que esta causa sea justa, pero también la línea que se persigue y las acciones que se realizan deben ser justas.
Sobre  el plano conceptual, el internacionalismo de Guevara es todo otro que proletario. No por azar lo llamaInternacionalismo revolucionario” y no proletario en el comunicado nº 4 “al pueblo boliviano”, que difunde cuando se encuentra en Bolivia.
Su concepción internacionalista es humanitaria, ecuménica, interclasista, absolutamente extraña al marxismo-leninismo-pensamiento de Mao, y esta prestada de Martí. Lo demuestran estas palabras: “Debemos practicar el verdadero internacionalismo proletario, sentir como una ofensa personal cualquier agresión, cualquier ofensa, cualquier acción que vaya contra la dignidad del hombre, contra su felicidad en cualquier parte del mundo…
Debemos tener siempre alta la misma bandera de dignidad humana que alzó nuestro Martí, guía de muchas generaciones, presente hoy con su frescura de siempre en la realidad de Cuba: ‘cada hombre verdadero debe sentir sobre su mejilla la bofetada dada a la mejilla de cualquier hombre” (cita de Martí, n.d.a.)” (19).
Cuando después pasa a las propuestas a escala internacional, cae de inmediato en el aventurerismo y en la provocación. He aquí un párrafo de su carta a la “Tricontinental” que pone los pelos de punta: “En necesario desarrollar un auténtico internacionalismo proletario, con ejércitos proletarios internacionales en cuya bandera bajo la cual se lucha sea la causa sagrada de la redención de la humanidad, de modo de morir bajo la enseña de Vietnam,  de Venezuela, Guatemala, Laos, Guinea, Colombia, Bolivia, Brasil, para no citar más que los actuales teatros de la lucha armada, sea igualmente glorioso y deseable para un americano, un asiático, un africano y aún un europeo” (20).
Sobre le plano práctico, el internacionalismo de Guevara es funcional al hegemonismo, al chovinismo y al colonialismo de Cuba, sea  él consciente o no. La exportación de la guerrilla en Congo y en Bolivia, en último análisis no era más en efecto que de Cuba en aquellos países. Este designio aparecerá más claro en los años siguientes cuando Castro enviará “ayudas” militares y tropas armadas a los régimenes filosoviéticos de África, como eran entonces de Angola y de Etiopia.

El revisionismo moderno
En los años vividos por Guevara como un revolucionario –de 1956 al 67-, entonces el movimiento comunista internacional y el campo socialista eran  sacudidos por una lucha titánica de los marxistas-leninistas contra los revisionistas modernos en defensa del socialismo, de la teoría revolucionaria proletaria, de la revolución mundial y para desarrollar la lucha de los pueblos contra el imperialismo.
En Moscú, en 1957 y en 1960, se habían desenvuelto os Conferencias internacionales, la primera de un grupo restringido de Partidos Comunistas y la segunda de bien 81 Partidos Comunistas, para tratar la cuestión del revisionismo y los problemas inherentes a la lucha revolucionaria. El revisionismo había sido señalado por todos como el peligro  principal, aún si la mayor parte lo había hecho  solo de palabra.  Por ambas parte, por aquella marxista-leninista y por aquella revisionista enmascarada se hablaba y se luchaba en nombre de la lucha contra el revisionismo y en defensa del marxismo-leninismo. Ninguno osaba definirse revisionista y aceptaba de ser acusado de revisionismo. El revisionismo, entonces, era considerado por todos, aún por los mismos revisionistas, una mancha infamante.
Se trataba de una lucha similar y de la misma importancia histórica, ideológica y política de aquella de Lenin y Stalin al inicio del siglo (se refiere al siglo XX, n.d.t.) contra la socialdemocracia.  Una lucha que exigía la unidad militante y el concurso activo de todos los verdaderos marxistas-leninistas del mundo, pero que era desertada por Guevara. También él a hecho de peor, al lado de Castro y bajo su dirección, ha desviado la atención de los movimientos revolucionarios del conflicto ideológico y político al guerrillerismo, sustrayendo y disperdiendo así las fuerzas que podían dar una fuerte contribución al triunfo del marxismo-leninismo sobre el revisionismo moderno.
En particular, antes que desenmascarar ideológicamente a los partidos revisionistas filosoviéticos de América Latina y contribuir al nacimiento y desarrollo de Partidos Marxistas-Leninistas, él oportunistamente no se ha empeñado en este frente dejando a los sinceros comunistas y a las masas revolucionarias en manos de los revisionistas y lanzándose, y exhortando a los otros a imitarlo, en acciones guerrilleras de pequeño grupo aventurerista y sin salida. Que se pueden paragonar, en ciertos aspectos, a aquellas de las sedicentes “Brigadas Rojas”. Sólo que estas se mueven en la ciudad y eran dirigidas contra autoridades burguesas singulares y aquellas al contrario se desenvuelven en la montaña y eran dirigidas contra el ejército gobiernista.
NO obstante se hubiese encontrado en Pekín con Mao en noviembre de 1960 y  que hubiera visto con sus propios ojos los preparativos, y después la explosión, de la Gran Revolución Cultural Proletaria en China, él permanece completamente sordo a todo llamado proletario revolucionario y a la necesidad de la lucha contra el revisionismo moderno, sin la cual es imposible combatir al capitalismo y al imperialismo, hacer, desarrollar y vencer en la revolución.
A cuanto nos resulta, en sus obras, escritas y orales, el revisionismo es citado una sola vez, pero en modo genérico, no cualificado, de huida y referido exclusivamente a la necesidad de crear un “hombre nuevo” en Cuba.
En aquella intervención, era marzo del 6t5 y ya Brezhnev había sucedido de tiempo a Kruschev, él ve el peligro del dogmatismo y de la “debilidad” y no aquel del revisionismo de derecha. En efecto dice: “En las actuales circunstancias allí están los peligros. No sólo existe el peligro del dogmatismo… sino existe también el peligro de la debilidad (aquella de la corrupción, n.d.a.) en la cuales se puede caer” (21).
Por un cálculo hegemónico y en la tentativa de crear una central internacional, un tercer polo, que tuviese por jefe a Cuba y que fuese  capaz de coenvolver al Vietnam del Norte y a la República Popular de Corea, el declara abiertamente de no querer ubicarse en el conflicto entre China y la URSS, esto es en el conflicto entre marxismo-leninismo y revisionismo, e invita a todos los movimientos revolucionarios del mundo a hacer otro tanto.
Una primera vez lo hace en New York, en una entrevista concedida a la CBS el 14 de diciembre de 1964, en la cual dice: “Existe un conflicto (entre la URSS y China, n.d.a.), un conflicto ideológico que todos conocemos. Hemos declarado nuestra posición en el sentido de la unidad de los países socialistas. (Recordemos que Mao había ya dicho pocos meses antes que la URSS no era más un país socialista, sino una ‘dictadura de la burguesía, una dictadura de tipo fascista alemán, una dictadura de tipo  hitleriano’, n.d.a.,) La unidad es la primera medida –continúa Guevara- y sostenemos siempre que la unidad es necesaria… No tomamos parte en la controversia porque allí hay problemas muy específicos” (22).
Casi tres años después, en la sede de la “Tricontinental”, relanza el mismo discurso, agravándolo. “Es hora de aplanar nuestras divergencias, afirma él,  y poner todo al servicio de la lucha. Que grandes controversias agiten el mundo que lucha por la libertad, todos los sabemos y no podemos esconderlo. Que hayan asumido un carácter y una agudeza tales que el diálogo y la conciliación aparezcan extremadamente difícil, si no imposible, igual lo sabemos…
Dada la virulencia y la intransigencia con los cuales cada uno defiende la propia causa, nosotros desheredados no podemos tomar posición, por la una o la otra forma de manifestación de las divergencias, aunque si a veces convengamos con alunas afirmaciones de la una o de la otra parte, o, en mayor medida, con aquellas de una parte más que de la otra” (23).
En la misma ocasión, contra la evidencia de los hechos, arriba con todo aponer sobre el mismo plano la China de Mao y la URSS de Brezhnev causando un daño incalculable a la causa del socialismo.  Estas sus palabras verdaderamente imperdonables: “Son otro tanto culpables esos (la URSS, n.d.a.) que en el momento decisivo vacilaron en hacer de Vietnam una parte inviolable del territorio socialista, corriendo así el riesgo de una guerra mundial, pero obligando a una decisión a los imperialistas USA. Y son culpables aquellos (China, n.d.a.) que continúan una guerra de insultos y golpes de punzones, iniciada ya desde tiempo por los representantes de las dos máximas potencias del campo socialista. Pedimos, exigiendo una respuesta honesta ¿si se encuentra o no aislado Vietnam, en peligroso equilibrio entre las dos potencias en lucha?” (24)
Un discurso este que manda en  embelesados a los trotskystas y los oportunistas de “izquierda” de todos los colores y que viene inmediatamente exaltado y difundido en Italia por el magnate “ultraizquierdista” Giangiaomo Feltrinelli, por el editor trotskysta Giulio Savelli ahora en Fuerza Italia, y en Europa y en el mundo por el provocador Régis Debray, ya socialista francés, amigo de Castro y Guevara, sospechoso de agente de los servicios secretos franceses devenido después “consejero” de Mitterrand, cuando era Presidente de la República, y ahora simpatizante de Chirac, sucesor de Mitterrand.
Finalmente los falsos revolucionarios, y la pequeña burguesía revolucionaria, habían encontrado en Guevara aquella nueva bandera de la cual habían necesidad para abatir las banderas de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao.

La clase obrera y el Partido
En las teorizaciones de Guevara hay poco puesto para la clase obrera y para el partido de la clase obrera. Sus atenciones mayores están todas dirigidas al hombre y a la “vanguardia guerrillera”, no a la clase obrera y a su partido. Como el papa y los ideólogos burgueses, él  centra su discurso sobre el hombre en general, no cuidándose de su origen y colocación de clase. “Nuestra misión –él afirma- es aquella de desarrollar al hombre y eso que de noble allí está en cada uno” (25).
Consiguientemente se dedica por dar a las nuevas generaciones una educación humanitaria. En una concentración de jóvenes comunistas le da esta consigna: “Cada joven comunista debe ser profundamente humano, así de humano para reasentar la perfección, elevar al hombre mediante el trabajo, el estudio, el ejercicio de la solidaridad continua con el propio pueblo y con todos los pueblos del mundo, desarrollar al máximo la propia sensibilidad hasta sentirse angustiado cuando un hombre es asesinado en cualquier ángulo del mundo” (26).
Cuando habla del hombre parece de sentir hablar al papa, por último en ciertas invocaciones.  Como cuando cierra la carta del título “El socialismo y el hombre en Cuba” con esta estupefaciente  botaratada. “Acepta nuestro saludo ritual, como una estrechez de mano o un ‘Ave María Purísima’” (27).
En esta carta encontramos otras perlas del tipo “La última y más importante ambición revolucionaria es ver al hombre liberado de su alienación… el hombre en el socialismo… alcanzará la plena conciencia de su ser social, lo que equivale a su plena realización como criatura humana, rotas las cadenas de la alienación. Esto se traducirá en concreto en la readquisición de la propia naturaleza por medio del trabajo liberado, y en la expresión de la propia condición humana a través de la cultura y el arte…
Desde mucho tiempo el hombre busca liberarse de la alienación por medio de la cultura y el arte. El muere cada día durante las ocho y más horas en las cuales actúa como mercancía, para después resucitar en su creación espiritual. Empero este remedio lleva consigo los gérmenes de su enfermedad: es un ser solitario el que busca la comunidad con la naturaleza. Defiende su individualidad oprimida por el ambiente, y reactúa  de cara a las ideas estéticas como un ser único cuya aspiración es permanecer inmaculado…
Es el hombre del siglo XXI aquel que debemos crear, si bien esta sea aún una aspiración subjetiva y no sistematizada…
La tarea del revolucionario de vanguardia está al mismo tiempo magnífico y angustioso. Déjenme decir, a riesgo de parecer ridículo, que el verdadero revolucionario es guiado por grandes sentimientos de amor… Nuestros revolucionarios de vanguardia  deben idealizar este amor por la humanidad, por la causa más santas, y hacerlo único, indivisible. No podemos descender con la pequeña dosis de amor cotidiano en los lugares dónde el hombre común lo ejercita…
Es necesario poseer una gran dosis de humanidad, una gran dosis de sentido de justicia y de la verdad para no caer en excesos dogmáticos, en fríos escolasticismos” (28).
Guevara, en último análisis, hablando del hombre, según esquemas humanitarios burgueses, idealistas y no materialistas, en realidad habla de los problemas de los pequeños burgueses y aludía a las libertades democrático burguesas que quería existiese en el socialismo.

(Continuará)

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Datos personales

periodista obrero. Comunista (marxista-leninista). Antiimperialista, anticapitalista y antimilitarista.