Algunas reflexiones sobre un
diversivo creado por los
neorevisionistas y los trotskystas
Por:
Giovanni Scuderi
(Documento
aparecido en “El Bolchevique” nº 36 del 12 de
Octubre
de 1995)
(Nota de Luminoso
Futuro: Es este un artículo al cual nos identificamos completamente. La
traducción es del camarada Quibian Gaytan.
El cual, al no conocer el italiano, puede haber cometido algunos errores
en la traducción, así como, además, alguna posible alteración en la
construcción de las oraciones que pudiesen distorsionar de alguna manera ideas del mismo, desea ofrecerle de antemano
sus excusas al autor y a los lectores, y por lo cual solicita su comprensión).
La concepción de la revolución
Guevara
tenía una concepción trotzkysta de la revolución, del todo similar a la llamada
teoría de la “revolución permanente”, ya denunciada y desenmascarada por Lenin y
Stalin. A su decir la revolución debe ser hecha contemporáneamente en todos los
países o en muchos países, debe tener inmediato carácter socialista y puede ser
exportada.
Faltado
de una visión materialista dialéctica e histórica e ignorando por último la
experiencia concreta de las revoluciones históricas y de aquella entonces en
acto, no estaba en grado de comprender las diversas fases de la revolución, de
distinguir los diferentes tipos de revoluciones –de aquella
democrático-burguesa a aquella socialista, a la guerra de liberación nacional-,
de saber hacer alianzas adecuadas a las diversas fases y a los diferentes tipos
de revoluciones y de coenvolver en este cuadro a las burguesías nacionales antiimperialistas.
En
un escrito del 63 afirma: “De cara a este
panorama americano parece difícil que la victoria pueda obtenerse y
consolidarse en un país aislado. En todos los países en los cuales las
represiones alcanzan a niveles insoportables, es necesario izar la bandera de
la rebelión y, por necesidad histórica, esta bandera tendrá características
continentales. La cordillera de los Andes está llamada a denir la Sierra
Maestra de América, como ha dicho el compañero Fidel Castro, y todos los
inmensos territorios de este continente devendrán el teatro de una lucha a
muerte contra el poder imperialista” (16).
En
una famosa carta enviada a la “Tricontinental”, una organización internacional
promovida y hegemonizada por Castro y que coordinaba ciertas fuerzas
“revolucionarias y antiimperialistas” de Asia, África y América Latina,
relanza, profundiza y desarrolla tales conceptos en la tentativa de dictar la
línea al movimiento revolucionario mundial. No obstante, que fuese ya fallida su guerrilla en el
Congo, y aquella en Bolivia, donde entonces se encontraba, no alcanzaba a
descolar..
En
la carta, devenida de inmediato el manifiesto del trotzkysmo internacional y de
los “ultraizquierdistas” en general se lee: “Las burguesías nacionales (en América Latina, n.d.a.) han pedido toda capacidad de oponerse al
imperialismo (si nunca hubiera sido en serio) y constituye, así, el vagón de
cola. No hay alternativa más que: o revolución socialista o caricatura de
revolución.
En América Latina se lucha
con las armas en la mano en Guatemala, Colombia, Venezuela y Bolivia y ya
apuntan los primeros focos de lucha en Brasil… Empero en casi todos los países
este continente están maduros para una lucha de naturaleza tal, que para salir
victoriosa, no puedo proponerse la instauración de un gobierno de tipo
socialista… De tiempo lo hemos sostenido que, dada las analogías, la lucha en
América adquirirá, a un cierto punto, dimensiones continentales… Nuevos focos
de guerra surgirán en este y otros países americanos, como ha sucedido en
Bolivia, y se desarrollarán con todas las vicisitudes que este peligroso taller
revolucionario0 moderno comporta. Muchos morirán víctima de sus errores…
América, el continente
olvidado de las últimas luchas políticas de liberación, que comienza ahora
hacerse sentir, a través de la Tricontinental, con la voz de la vanguardia de
sus pueblos, que es la revolución cubana, tendrá una tarea muy grande: la
creación del segundo o tercer Vietnam (aludía
a la potente y victoriosa guerra de liberación nacional entonces en acto en
Vietnam, n.d.a.), o del segundo o tercer
Vietnam del mundo.
Es necesario, en definitiva,
tener presente que el imperialismo es un
sistema mundial, última etapa del capitalismo, y que ocurre necesario
derrotarlo en una gran confrontación mundial…
Nuestras aspiraciones, en
síntesis, son estas: destrucción del imperialismo mediante la eliminación de su
baluarte más potente: el dominio imperialista de los Estados Unidos de América.
Como objetivos tácticos asumimos la liberación gradual de los pueblos, uno a
uno, o por grupos, atrayendo al enemigo en una lucha difícil fuera de sus terreno, liquidando sus
bases de apoyo: los territorios dependientes…
Como podemos mirar a un
futuro luminoso y vecino si dos, tres, muchos Vietnam surgieran sobre la
superficie del globo, con sus parte de muertos y de inmensas tragedias, con su
heroísmo diario, con sus repetidos golpes al imperialismo, con la obligación,
por ello, de dispersar sus fuerzas bajo el choque del creciente odio de los
pueblos del mundo”
(17).
Nunca
antes, sino también sucesivamente, idealismo, subjetivismo, espontaneismo, voluntarismo,
aventurerismo, fantasía y lirismo habían prevalecido en símil medida el cerebro
de un pequeño burgués revolucionario.
Guevara
arriba a tanto inspirado de las lecciones que había tomado de Trotsky el cual,
en el 29, así sistematizaba su teoría contrarrevolucionaria y
antimarxista-leninista: “La teoría de la
revolución permanente, renacida en 1905,… demostraba que en nuestra época la
resolución de las tareas democráticas en los países burgueses atrasados, lleva
a estos países directamente a la dictadura del proletariado y que esta
dictadura pone al orden del día las tareas socialistas. Esta es la idea
fundamental de la teoría. Mientras según la opinión tradicional la vía hacia la
dictadura del `proletariado debía pasar a través de un largo período de
democracia, la teoría de la revolución permanente proclamaba que en los países
atrasados la vía hacia la democracia pasaba a través de la dictadura del
proletariado… así devendría permanente
el proceso revolucionario de la revolución democrática a la transformación
socialista de la sociedad…
La revolución proletaria
puede permanecer dentro de un cuadro nacional solo como régimen provisional,
aún si este régimen se prolonga, como demuestra el ejemplo de la Unión
Soviética
Si el Estado proletario
continuase a quedar en el aislado, terminaría con el sucumbir a las propias contradicciones.
Su salvación reside únicamente en la victoria del proletariado de los países
avanzados… La revolución mundial, no obstante los repliegue y los reflujos
temporales, constituye un proceso permanente” (18).
Guevara
en sus escritos y discursos, por nosotros conocidos, esconde su dependencia
ideológica a Trotsky, pero la influencia
de esos en su pensamiento y en su obra es más que evidente. Cierto es que lo
leía y se inspiraba en Trotsky. En Bolivia, como dice el mismo en su Diario,
tenía consigo el volumen “Historia de a
revolución rusa” de Trotsky, y se lamentaba de haberlo perdido durante un
encuentro armado.
Que
diferencia con Lenin que leía las obras de Marx y de Engels sobre el Estado y
la revolución mientras preparaba la Revolución rusa, y con Mao que en la base
roja de Yenan leía “Los Principios del Leninismo” de Stalin.
El internacionalismo proletario
Los
trotskystas y los neorevisionistas han logrado hace penetrar entre los jóvenes
una imagen de Guevara de auténtico internacionalista proletario. Pero si vamos
a ver como están efectivamente las cosas advertiremos que se trata de una falsa
imagen. No es suficiente morir por una causa en cual se cree. Para ser
definidos internacionalistas proletarios es necesario que esta causa sea justa,
pero también la línea que se persigue y las acciones que se realizan deben ser
justas.
Sobre el plano conceptual, el internacionalismo de
Guevara es todo otro que proletario. No por azar lo llama “Internacionalismo
revolucionario” y no proletario en el comunicado nº 4 “al pueblo boliviano”, que difunde cuando se encuentra en Bolivia.
Su
concepción internacionalista es humanitaria, ecuménica, interclasista,
absolutamente extraña al marxismo-leninismo-pensamiento de Mao, y esta prestada
de Martí. Lo demuestran estas palabras: “Debemos
practicar el verdadero internacionalismo proletario, sentir como una ofensa
personal cualquier agresión, cualquier ofensa, cualquier acción que vaya contra
la dignidad del hombre, contra su felicidad en cualquier parte del mundo…
Debemos tener siempre alta
la misma bandera de dignidad humana que alzó nuestro Martí, guía de muchas
generaciones, presente hoy con su frescura de siempre en la realidad de Cuba:
‘cada hombre verdadero debe sentir sobre su mejilla la bofetada dada a la mejilla
de cualquier hombre”
(cita de Martí, n.d.a.)” (19).
Cuando
después pasa a las propuestas a escala internacional, cae de inmediato en el
aventurerismo y en la provocación. He aquí un párrafo de su carta a la
“Tricontinental” que pone los pelos de punta: “En necesario desarrollar un auténtico internacionalismo proletario, con
ejércitos proletarios internacionales en cuya bandera bajo la cual se lucha sea
la causa sagrada de la redención de la humanidad, de modo de morir bajo la
enseña de Vietnam, de Venezuela,
Guatemala, Laos, Guinea, Colombia, Bolivia, Brasil, para no citar más que los
actuales teatros de la lucha armada, sea igualmente glorioso y deseable para un
americano, un asiático, un africano y aún un europeo” (20).
Sobre
le plano práctico, el internacionalismo de Guevara es funcional al hegemonismo,
al chovinismo y al colonialismo de Cuba, sea
él consciente o no. La exportación de la guerrilla en Congo y en
Bolivia, en último análisis no era más en efecto que de Cuba en aquellos
países. Este designio aparecerá más claro en los años siguientes cuando Castro
enviará “ayudas” militares y tropas armadas a los régimenes filosoviéticos de
África, como eran entonces de Angola y de Etiopia.
El revisionismo moderno
En
los años vividos por Guevara como un revolucionario –de 1956 al 67-, entonces
el movimiento comunista internacional y el campo socialista eran sacudidos por una lucha titánica de los
marxistas-leninistas contra los revisionistas modernos en defensa del
socialismo, de la teoría revolucionaria proletaria, de la revolución mundial y
para desarrollar la lucha de los pueblos contra el imperialismo.
En
Moscú, en 1957 y en 1960, se habían desenvuelto os Conferencias
internacionales, la primera de un grupo restringido de Partidos Comunistas y la
segunda de bien 81 Partidos Comunistas, para tratar la cuestión del
revisionismo y los problemas inherentes a la lucha revolucionaria. El
revisionismo había sido señalado por todos como el peligro principal, aún si la mayor parte lo había
hecho solo de palabra. Por ambas parte, por aquella
marxista-leninista y por aquella revisionista enmascarada se hablaba y se
luchaba en nombre de la lucha contra el revisionismo y en defensa del
marxismo-leninismo. Ninguno osaba definirse revisionista y aceptaba de ser
acusado de revisionismo. El revisionismo, entonces, era considerado por todos,
aún por los mismos revisionistas, una mancha infamante.
Se
trataba de una lucha similar y de la misma importancia histórica, ideológica y
política de aquella de Lenin y Stalin al inicio del siglo (se refiere al siglo
XX, n.d.t.) contra la socialdemocracia.
Una lucha que exigía la unidad militante y el concurso activo de todos
los verdaderos marxistas-leninistas del mundo, pero que era desertada por
Guevara. También él a hecho de peor, al lado de Castro y bajo su dirección, ha
desviado la atención de los movimientos revolucionarios del conflicto
ideológico y político al guerrillerismo, sustrayendo y disperdiendo así las
fuerzas que podían dar una fuerte contribución al triunfo del
marxismo-leninismo sobre el revisionismo moderno.
En
particular, antes que desenmascarar ideológicamente a los partidos
revisionistas filosoviéticos de América Latina y contribuir al nacimiento y
desarrollo de Partidos Marxistas-Leninistas, él oportunistamente no se ha
empeñado en este frente dejando a los sinceros comunistas y a las masas
revolucionarias en manos de los revisionistas y lanzándose, y exhortando a los
otros a imitarlo, en acciones guerrilleras de pequeño grupo aventurerista y sin
salida. Que se pueden paragonar, en ciertos aspectos, a aquellas de las
sedicentes “Brigadas Rojas”. Sólo que estas se mueven en la ciudad y eran
dirigidas contra autoridades burguesas singulares y aquellas al contrario se
desenvuelven en la montaña y eran dirigidas contra el ejército gobiernista.
NO
obstante se hubiese encontrado en Pekín con Mao en noviembre de 1960 y que hubiera visto con sus propios ojos los
preparativos, y después la explosión, de la Gran Revolución Cultural Proletaria
en China, él permanece completamente sordo a todo llamado proletario
revolucionario y a la necesidad de la lucha contra el revisionismo moderno, sin
la cual es imposible combatir al capitalismo y al imperialismo, hacer,
desarrollar y vencer en la revolución.
A
cuanto nos resulta, en sus obras, escritas y orales, el revisionismo es citado
una sola vez, pero en modo genérico, no cualificado, de huida y referido
exclusivamente a la necesidad de crear un “hombre
nuevo” en Cuba.
En
aquella intervención, era marzo del 6t5 y ya Brezhnev había sucedido de tiempo
a Kruschev, él ve el peligro del dogmatismo y de la “debilidad” y no aquel del revisionismo de derecha. En efecto dice:
“En las actuales circunstancias allí
están los peligros. No sólo existe el peligro del dogmatismo… sino existe
también el peligro de la debilidad (aquella de la corrupción, n.d.a.) en la cuales se puede caer” (21).
Por
un cálculo hegemónico y en la tentativa de crear una central internacional, un
tercer polo, que tuviese por jefe a Cuba y que fuese capaz de coenvolver al Vietnam del Norte y a
la República Popular de Corea, el declara abiertamente de no querer ubicarse en
el conflicto entre China y la URSS, esto es en el conflicto entre
marxismo-leninismo y revisionismo, e invita a todos los movimientos revolucionarios
del mundo a hacer otro tanto.
Una
primera vez lo hace en New York, en una entrevista concedida a la CBS el 14 de
diciembre de 1964, en la cual dice: “Existe
un conflicto (entre la URSS y China, n.d.a.), un conflicto ideológico que todos conocemos. Hemos declarado nuestra
posición en el sentido de la unidad de los países socialistas. (Recordemos
que Mao había ya dicho pocos meses antes que la URSS no era más un país
socialista, sino una ‘dictadura de la burguesía, una dictadura de tipo fascista
alemán, una dictadura de tipo
hitleriano’, n.d.a.,) La unidad es
la primera medida –continúa Guevara- y
sostenemos siempre que la unidad es necesaria… No tomamos parte en la
controversia porque allí hay problemas muy específicos” (22).
Casi
tres años después, en la sede de la “Tricontinental”, relanza el mismo
discurso, agravándolo. “Es hora de aplanar
nuestras divergencias, afirma él, y poner todo al servicio de la lucha. Que
grandes controversias agiten el mundo que lucha por la libertad, todos los
sabemos y no podemos esconderlo. Que hayan asumido un carácter y una agudeza
tales que el diálogo y la conciliación aparezcan extremadamente difícil, si no
imposible, igual lo sabemos…
Dada la virulencia y la
intransigencia con los cuales cada uno defiende la propia causa, nosotros
desheredados no podemos tomar posición, por la una o la otra forma de
manifestación de las divergencias, aunque si a veces convengamos con alunas
afirmaciones de la una o de la otra parte, o, en mayor medida, con aquellas de
una parte más que de la otra”
(23).
En
la misma ocasión, contra la evidencia de los hechos, arriba con todo aponer
sobre el mismo plano la China de Mao y la URSS de Brezhnev causando un daño
incalculable a la causa del socialismo.
Estas sus palabras verdaderamente imperdonables: “Son otro tanto culpables esos (la URSS, n.d.a.) que en el momento decisivo vacilaron en hacer
de Vietnam una parte inviolable del territorio socialista, corriendo así el
riesgo de una guerra mundial, pero obligando a una decisión a los imperialistas
USA. Y son culpables aquellos (China, n.d.a.) que continúan una guerra de insultos y golpes de punzones, iniciada ya
desde tiempo por los representantes de las dos máximas potencias del campo
socialista. Pedimos, exigiendo una respuesta honesta ¿si se encuentra o no
aislado Vietnam, en peligroso equilibrio entre las dos potencias en lucha?”
(24)
Un
discurso este que manda en embelesados a
los trotskystas y los oportunistas de “izquierda” de todos los colores y que
viene inmediatamente exaltado y difundido en Italia por el magnate
“ultraizquierdista” Giangiaomo Feltrinelli, por el editor trotskysta Giulio
Savelli ahora en Fuerza Italia, y en Europa y en el mundo por el provocador
Régis Debray, ya socialista francés, amigo de Castro y Guevara, sospechoso de
agente de los servicios secretos franceses devenido después “consejero” de Mitterrand,
cuando era Presidente de la República, y ahora simpatizante de Chirac, sucesor
de Mitterrand.
Finalmente
los falsos revolucionarios, y la pequeña burguesía revolucionaria, habían
encontrado en Guevara aquella nueva bandera de la cual habían necesidad para
abatir las banderas de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao.
La clase obrera y el Partido
En
las teorizaciones de Guevara hay poco puesto para la clase obrera y para el
partido de la clase obrera. Sus atenciones mayores están todas dirigidas al
hombre y a la “vanguardia guerrillera”,
no a la clase obrera y a su partido. Como el papa y los ideólogos burgueses,
él centra su discurso sobre el hombre en
general, no cuidándose de su origen y colocación de clase. “Nuestra misión –él afirma- es aquella de desarrollar al hombre y eso
que de noble allí está en cada uno” (25).
Consiguientemente
se dedica por dar a las nuevas generaciones una educación humanitaria. En una
concentración de jóvenes comunistas le da esta consigna: “Cada joven comunista debe ser profundamente humano, así de humano para
reasentar la perfección, elevar al hombre mediante el trabajo, el estudio, el
ejercicio de la solidaridad continua con el propio pueblo y con todos los
pueblos del mundo, desarrollar al máximo la propia sensibilidad hasta sentirse
angustiado cuando un hombre es asesinado en cualquier ángulo del mundo”
(26).
Cuando
habla del hombre parece de sentir hablar al papa, por último en ciertas
invocaciones. Como cuando cierra la
carta del título “El socialismo y el
hombre en Cuba” con esta estupefaciente
botaratada. “Acepta nuestro saludo
ritual, como una estrechez de mano o un ‘Ave María Purísima’” (27).
En
esta carta encontramos otras perlas del tipo “La última y más importante ambición revolucionaria es ver al hombre
liberado de su alienación… el hombre en el socialismo… alcanzará la plena
conciencia de su ser social, lo que equivale a su plena realización como
criatura humana, rotas las cadenas de la alienación. Esto se traducirá en
concreto en la readquisición de la propia naturaleza por medio del trabajo
liberado, y en la expresión de la propia condición humana a través de la
cultura y el arte…
Desde mucho tiempo el hombre
busca liberarse de la alienación por medio de la cultura y el arte. El muere
cada día durante las ocho y más horas en las cuales actúa como mercancía, para
después resucitar en su creación espiritual. Empero este remedio lleva consigo
los gérmenes de su enfermedad: es un ser solitario el que busca la comunidad
con la naturaleza. Defiende su individualidad oprimida por el ambiente, y
reactúa de cara a las ideas estéticas
como un ser único cuya aspiración es permanecer inmaculado…
Es el hombre del siglo XXI
aquel que debemos crear, si bien esta sea aún una aspiración subjetiva y no
sistematizada…
La tarea del revolucionario
de vanguardia está al mismo tiempo magnífico y angustioso. Déjenme decir, a
riesgo de parecer ridículo, que el verdadero revolucionario es guiado por
grandes sentimientos de amor… Nuestros revolucionarios de vanguardia deben idealizar este amor por la humanidad,
por la causa más santas, y hacerlo único, indivisible. No podemos descender con
la pequeña dosis de amor cotidiano en los lugares dónde el hombre común lo
ejercita…
Es necesario poseer una gran
dosis de humanidad, una gran dosis de sentido de justicia y de la verdad para
no caer en excesos dogmáticos, en fríos escolasticismos” (28).
Guevara,
en último análisis, hablando del hombre, según esquemas humanitarios burgueses,
idealistas y no materialistas, en realidad habla de los problemas de los
pequeños burgueses y aludía a las libertades democrático burguesas que quería
existiese en el socialismo.
(Continuará)
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