El Gran Sol Rojo del Amanecer

lunes, 17 de junio de 2013

STALIN: LA CLASE DE LOS PROLETARIOS Y EL PARTIDO DE LOS PROLETARIOS

STALIN: LA CLASE DE LOS PROLETARIOS Y EL PARTIDO DE LOS PROLETARIOS
(A propósito del primer artículo de los Estatutos del Partido)

Ha pasado ya el tiempo en que audazmente se proclamaba: «Rusia una e indivisible». Hoy día hasta los niños saben que la Rusia «una e indivisible» no existe, que se ha dividido hace ya mucho en dos clases antagónicas: la burguesía y el proletariado. Actualmente para nadie es un secreto que la lucha entre estas dos clases se ha convertido en el eje en torno al cual gira nuestra vida contemporánea.

Sin embargo, hasta el presente era difícil advertir todo esto, ya que hasta ahora no veíamos en la palestra más que grupos aislados, pues los que luchaban eran únicamente grupos aislados en ciudades y rincones aislados, mientras que al proletariado y a la burguesía, como tales clases, no se les veía y difícilmente se podía reparar en ellos. Pero las ciudades y las regiones se unieron, los distintos grupos del proletariado se tendieron la mano, estallaron huelgas generales y se produjeron manifestaciones, y ante nosotros apareció el grandioso panorama de la lucha entre las dos Rusias, entre la Rusia burguesa y la Rusia proletaria. Salieron a la palestra dos grandes ejércitos: el ejército de los proletarios y el ejército de los burgueses, y la lucha entre estos dos ejércitos abarcó toda nuestra vida social.

Pero como un ejército no puede actuar sin mandos, como todo ejército ha de tener su destacamento de vanguardia, que marcha delante de él y le señala el camino, es evidente que con estos ejércitos tenían que aparecer también los respectivos grupos de dirigentes, los respectivos partidos, como suele decirse.

Así, el panorama tomó el aspecto siguiente: de un lado, el ejército de los burgueses con el partido liberal a la cabeza, y del otro lado, el ejército de los proletarios con el partido socialdemócrata a la cabeza. Cada ejército es dirigido en su lucha de clase por su propio partido1.

Nos hemos referido a todo esto para comparar el Partido de los proletarios con la clase de los proletarios y esclarecer así en breves palabras la fisonomía general del mismo.

Lo expuesto demuestra con harta claridad que el Partido de los proletarios, como grupo combativo de dirigentes, tiene que ser, en primer lugar, mucho menos numeroso que la clase proletaria; en segundo lugar, su conciencia y su experiencia tienen que ser superiores a las de la clase proletaria, y en tercer lugar, debe ser una organización estrechamente unida.

A nuestro parecer, lo dicho no necesita demostración, ya que de suyo se comprende que mientras subsista el régimen capitalista, del que son compañeros inseparables la miseria y el atraso de las masas populares, el proletariado no podrá elevarse todo él hasta el nivel deseado de conciencia, y que, por tanto, se precisa un grupo de dirigentes conscientes, que instruya en los principios socialistas al ejército de los proletarios, lo agrupe y lo dirija durante la lucha. También es evidente que el partido que se ha propuesto dirigir al proletariado en lucha, no debe ser un conglomerado casual de individuos aislados, sino una organización centralizada y estrechamente unida, para que sea posible orientar su trabajo de acuerdo con un plan único.

Tal es, en breves palabras, la fisonomía general de nuestro Partido.
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1 Nada decimos de los otros partidos de Rusia, porque para el análisis de las cuestiones que nos ocupan no hay ninguna necesidad de referirnos a ellos. (NOTA DEL AUTOR)
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Recordemos todo esto y pasemos a nuestra cuestión principal: ¿a quién podemos llamar miembro del Partido? El primer artículo de los Estatutos del Partido, que ha motivado estas líneas, se refiere precisamente a dicha cuestión.

Examinémosla, pues.

¿A quién podemos llamar, por tanto, miembro del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, es decir, cuáles son los deberes de un miembro del Partido?

Nuestro Partido es un partido socialdemócrata. Esto significa que tiene su propio programa (objetivos inmediatos y finales del movimiento), su propia táctica (métodos de lucha) y sus propios principios de organización (forma de agrupación). La unidad de principios programáticos, tácticos y de organización constituye la base sobre la que se edifica nuestro Partido. Sólo la unidad de estos principios puede agrupar a los miembros del Partido en un partido centralizado. Si se deshace la unidad de principios, se deshace también el Partido. Por tanto, sólo puede ser considerado miembro del Partido quien acepte plenamente el programa del Partido, la táctica y los principios de organización del Partido. Sólo quien haya estudiado como es debido y aceptado plenamente los principios programáticos, tácticos y de organización de nuestro Partido, puede estar en sus filas, es decir, en las filas de los dirigentes del ejército de los proletarios.

Pero, ¿es suficiente para un miembro del Partido la sola aceptación del programa del Partido, de su táctica y de sus principios de organización? ¿Puede decirse que esa persona sea un dirigente auténtico del ejército de los proletarios? ¡Naturalmente que no!

En primer lugar, de todos es sabido que en el mundo existen bastantes charlatanes que «aceptarían» gustosos el programa del Partido, su táctica y sus principios de organización, pero que son incapaces de hacer algo más que charlar. ¡Sería profanar lo más sagrado del Partido llamar a semejantes charlatanes miembros del Partido (es decir, dirigentes del ejército de los proletarios)! Además, nuestro Partido no es una escuela filosófica ni una secta religiosa. ¿No es acaso nuestro Partido un partido de lucha? Y si esto es así, ¿no resulta evidente por sí solo que a nuestro Partido no habrá de satisfacerle la aceptación platónica de su programa, de su táctica y de sus principios de organización y que exigirá indudablemente de sus miembros que lleven a la práctica los principios aceptados? Esto quiere decir que quien desee ser miembro de nuestro Partido no puede limitarse a la simple aceptación de los principios programáticos, tácticos y de organización de nuestro Partido, sino que debe dedicarse a convertirlos en realidad, a ponerlos en práctica.
Pero ¿qué significa para un miembro del Partido llevar a la práctica los principios del Partido? ¿Cuándo puede llevarlos a la práctica? Tan sólo cuando lucha, cuando marcha con todo el Partido al frente del ejército del proletariado. ¿Es posible luchar aisladamente, en forma dispersa? ¡Naturalmente que no! Al contrario, los hombres empiezan por unirse, por organizarse, y sólo después marchan al combate. Si no se procede así, toda lucha es estéril. Claro está que también los miembros del Partido sólo podrán luchar y, por lo tanto, llevar a la práctica los principios del Partido, cuando se agrupen en una organización estrechamente unida. También está claro que cuanto más unida sea la organización en que se agrupen los miembros del Partido, tanto mejor lucharán y, por consiguiente, en tanta mayor medida llevarán a la práctica el programa, la táctica y los principios de organización del Partido. No en vano se dice que nuestro Partido es una organización de dirigentes y no un conglomerado de individuos. Y si nuestro Partido es una organización de dirigentes, está claro que sólo puede ser considerado miembro de dicho Partido, de dicha organización, quien actúe en ella, quien, por consiguiente, considere obligación suya fundir sus anhelos con los anhelos del Partido y actuar junto con el Partido.

Esto quiere decir que para ser miembro del Partido, es preciso llevar a la práctica el programa, la táctica y los principios de organización del Partido; que para llevar a la práctica los principios del Partido, es preciso luchar por estos principios; que para luchar por estos principios, es preciso actuar en una organización del Partido y actuar junto con el Partido. Es evidente que para ser miembro del Partido es preciso ingresar en una de sus organizaciones2. Sólo cuando ingresemos en una de las organizaciones del Partido y fundamos, de este modo, nuestros intereses personales con los intereses del Partido, entonces, y sólo entonces, podremos convertirnos en miembros del Partido y, con ello, en verdaderos dirigentes del ejército de los proletarios.

Si nuestro Partido no es un conglomerado de charlatanes aislados, sino una organización de dirigentes, que por medio de su Comité Central conduce dignamente hacia adelante al ejército de los proletarios, todo lo dicho más arriba resulta claro de por sí.

Es preciso señalar, además, lo siguiente:

Hasta el día de hoy nuestro Partido se parecía a una familia patriarcal hospitalaria, dispuesta a recibir en su seno a todos los simpatizantes. Pero cuando nuestro Partido se ha transformado en una organización centralizada, se ha despojado de este carácter patriarcal y se ha convertido plenamente en una fortaleza cuyas puertas se abren tan sólo para los que son dignos de cruzarlas. Y esto tiene para nosotros una gran importancia. En el momento en que la autocracia trata de corromper la conciencia de clase del proletariado con el «tradeunionismo», con el nacionalismo, con el clericalismo, etc.; cuando, por otra parte, la intelectualidad liberal trata obstinadamente de ahogar la independencia política del proletariado y de someterlo a su tutela, en ese momento debemos extremar nuestra vigilancia y no olvidar que nuestro Partido es una fortaleza cuyas puertas se abren sólo a la gente probada.

Hemos puesto en claro dos condiciones necesarias (aceptar el programa y actuar en una organización del Partido) para ser miembro del Partido. Si a esto añadimos la tercera condición que obliga al miembro del partido a prestarle ayuda material, tendremos a la vista todas las condiciones que dan derecho a ostentar el título de miembro del Partido.
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2 De la misma manera que todo organismo complejo se compone de innumerables organismos simples, así también nuestro Partido, como organización compleja y general, se compone de numerosas organizaciones regionales y locales, que se denominan organizaciones del Partido si han sido aprobadas por el Congreso del Partido o por el Comité Central. Como puede verse, no son únicamente los comités los que se denominan organizaciones del Partido. Para orientar el trabajo de dichas organizaciones con arreglo a un plan único, existe el Comité Central, mediante el que dichas organizaciones locales del Partido constituyen una gran organización centralizada única. (NOTA DEL AUTOR)
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Esto significa que puede llamarse miembro del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia a quien acepte el programa de dicho Partido, le preste ayuda material y participe en una de sus organizaciones.

Tal es la fórmula propuesta por el camarada Lenin3 para el primer artículo de los Estatutos del Partido.

Como puede verse, esta fórmula dimana por entero de la idea de que nuestro Partido es una organización centralizada y no un conglomerado de individuos.

En esto reside el grandísimo mérito de dicha fórmula.

Pero resulta que hay algunos camaradas que desechan la fórmula leninista como «estrecha» e «incómoda» y proponen su propia fórmula, que, es de suponer, no será ni «estrecha» ni «incómoda». Nos referimos a la fórmula propuesta por Mártov4, a cuyo análisis vamos a pasar ahora.

Según la fórmula de Mártov «se considera miembro del P.O.S.D.R. cualquiera que acepte su programa, ayude al Partido en el aspecto material y le preste con regularidad una colaboración personal bajo la dirección de una de las organizaciones del Partido». Como puede verse, en esta fórmula se ha omitido la tercera condición necesaria para ser miembro del Partido, en virtud de la cual los miembros del Partido están obligados a participar en una de sus organizaciones. Resulta que Mártov considera superflua esta condición precisa y necesaria y, en lugar de ella, introdujo en su fórmula una oscura y dudosa «colaboración personal bajo la dirección de una de las organizaciones del Partido». ¡De ello se infiere que es posible ser miembro del Partido sin ingresar en ninguna de sus organizaciones (¡vaya «partido»!) y sin considerarse obligado a someterse a la voluntad del Partido (¡vaya «disciplina de partido»!)! Pero, ¿cómo puede dirigir el Partido «con regularidad» a los que no pertenecen a ninguna de sus organizaciones ni se consideran, por tanto, incondicionalmente obligados a someterse a la disciplina del Partido?

He ahí una pregunta contra la que se estrella la fórmula propuesta por Mártov para el primer artículo de los Estatutos del Partido ya la que responde de manera magistral la fórmula de Lenin, por cuanto ésta reconoce concretamente como tercera condición necesaria para ser miembro del Partido la participación en una de sus organizaciones.

Nos resta únicamente excluir de la fórmula de Mártov su oscura y absurda «colaboración personal bajo la dirección de una de las organizaciones del Partido». Sin esta condición no quedan en la fórmula de Mártov más que dos condiciones (aceptación del programa y ayuda material), que, por sí solas, no tienen ningún valor, puesto que cualquier charlatán puede «aceptar» el programa del Partido y prestar al Partido una ayuda material, lo que en modo alguno le da derecho a ser miembro del Partido.

¡He ahí una fórmula «cómoda»!
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3 Lenin: notable teórico y práctico de la socialdemocracia revolucionaria. (NOTA DEL AUTOR).
4 Mártov: uno de los miembros del Consejo de redacción de «Iskra». (NOTA DEL AUTOR).
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Nosotros decimos que los verdaderos miembros del Partido en ningún caso deben contentarse con la simple aceptación del programa del Partido, que deben procurar obligatoriamente llevar a la práctica el programa aceptado. Mártov responde: sois demasiado severos, pues para un miembro del Partido no es tan imprescindible llevar a la práctica el programa aceptado, si no se niega a prestar ayuda material al Partido ni a otras cosas por el estilo. Parece como si Mártov se compadeciese de ciertos charlatanes «socialdemócratas» y no quisiera cerrarles las puertas del Partido.

Nosotros decimos, además, que como para llevar a la práctica el programa hay que luchar, y para luchar hay que unirse, el deber del futuro miembro del Partido es ingresar en una de las organizaciones, fundir sus deseos con los deseos del Partido y dirigir con el Partido el ejército combativo de los proletarios, es decir, organizarse en los destacamentos bien formados del Partido centralizado. Mártov responde: no es tan imprescindible para los miembros del Partido organizarse en destacamentos bien formados, unirse en organizaciones; podemos prescindir de ello, luchando cada uno individualmente.

¿Qué es, pues, nuestro Partido? –preguntamos nosotros–. ¿Un conglomerado casual de individuos o una organización estrechamente unida de dirigentes? Y si es una organización de dirigentes, ¿puede considerarse miembro de dicha organización a quien no forma parte de ella, a quien, por lo tanto, no considera como un deber ineludible el someterse a su disciplina? Mártov responde que el Partido no es una organización, o más exactamente, que el Partido es una organización ¡no organizada! (¡Valiente «centralismo»!).

Como se ve, según la opinión de Mártov, nuestro Partido no es una organización centralizada, sino un conglomerado de organizaciones locales y de individualidades «socialdemócratas», que han aceptado el programa de nuestro Partido, etc. Pero si nuestro Partido no es una organización centralizada, tampoco será una fortaleza cuyas puertas pueden abrirse únicamente a la gente probada. En efecto, para Mártov, como se ve por su fórmula, el Partido no es una fortaleza, sino un banquete al que tiene libre acceso cualquier simpatizante. Una pequeña dosis de conocimientos, otro tanto de simpatía, un poco de ayuda material y asunto listo: ya tiene uno pleno derecho a considerarse miembro del Partido. No prestéis atención –anima Mártov a los asustados «miembros del Partido»–, no prestéis atención a ciertas personas para quienes el miembro del Partido está obligado a ingresar en una de sus organizaciones y supeditar de ese modo sus deseos a los deseos del Partido. En primer lugar, a uno le cuesta trabajo aceptar dichas condiciones, pues, ¡no es una broma supeditar los deseos de uno a los deseos del Partido! Y en segundo lugar, como ya he señalado en mi explicación, la opinión de aquellas personas es errónea. En vista de ello, ¡tengan la bondad, señores, vayan pasando... al banquete!

Parece como si Mártov se compadeciese de ciertos profesores y estudiantes que no se deciden a supeditar sus deseos a los deseos del Partido, con lo que abre una brecha en la fortaleza de nuestro Partido, a través de la cual pueden filtrarse de contrabando en él estos respetables señores. Mártov abre las puertas al oportunismo, ¡y lo hace en un momento en que miles de enemigos presionan sobre la conciencia de clase del proletariado!

Pero esto no es todo, ya que, gracias a la dudosa fórmula de Mártov, la posibilidad del oportunismo en nuestro Partido surge también por otro lado.

La fórmula de Mártov, como es sabido, habla únicamente de la aceptación del programa; de la táctica y de la organización no dice ni una palabra, mientras que, para la unidad del Partido, la unidad de los principios tácticos y de organización es tan necesaria como la unidad de principios programáticos. Se nos dirá que la fórmula del camarada Lenin tampoco hace mención de esto. ¡Exacto! ¡Pero en la fórmula del camarada Lenin no hay necesidad de hablar de ello! ¿Acaso no es de por sí evidente que quien actúa en una de las organizaciones del Partido y, por consiguiente, lucha junto con el Partido y se somete a la disciplina del Partido, no puede seguir ninguna otra táctica ni otros principios de organización que no sean la táctica y los principios de organización del Partido? ¿Qué diríais del «miembro del Partido» que aceptara el programa del Partido, pero que no perteneciese a ninguna de sus organizaciones? ¿Qué garantía tendríamos de que la táctica y los principios de organización de dicho «miembro» fuesen los del Partido y no otros? ¡He ahí lo que no puede explicarnos la fórmula de Mártov! Y como resultado de la fórmula de Mártov, nos encontraremos con un «partido» extraño, cuyos «miembros» tienen un mismo programa (¡habría que verlo!), pero diferentes principios tácticos y de organización. ¡Variedad ideal! ¿En qué se distinguiría entonces nuestro Partido de un banquete?

Sólo cabe preguntar una cosa: ¿a dónde arrojamos el centralismo ideológico y práctico que nos ha sido legado por el II Congreso del Partido y al que contradice de raíz la fórmula de Mártov? Si tenemos que elegir, no cabe duda de que lo más acertado será arrojar la fórmula de Mártov.

¡Tal es la absurda fórmula que nos aporta Mártov en oposición a la del camarada Lenin!

Nosotros consideramos que la decisión del II Congreso del Partido, por la que fue adoptada la fórmula de Mártov, ha sido el resultado de una actitud irreflexiva, y confiamos en que el III Congreso del Partido corregirá indudablemente el error del II y adoptará la fórmula del camarada Lenin.

Hagamos un breve resumen de lo expuesto. El ejército de los proletarios ha salido a la arena de la lucha. Puesto que todo ejército necesita un destacamento de vanguardia, también lo necesita el ejército de los proletarios. De aquí la aparición del grupo de dirigentes proletarios: el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Como destacamento de vanguardia de un ejército, dicho Partido debe, en primer lugar, estar pertrechado con su propio programa, su táctica y sus principios de organización, y, en segundo lugar, debe ser una organización estrechamente unida. Y si preguntamos: ¿a quién debemos llamar miembro del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia?, este Partido puede darnos una sola respuesta: al que acepte el programa del Partido, le ayude en el aspecto material y actúe en una de sus organizaciones.

Precisamente esta verdad manifiesta es la que expresa el camarada Lenin en su admirable fórmula.


Publicado sin firma el 1 de enero
de 1905 en el núm. 8 del periódico
«Proletariatis Brdzola».

Traducido del georgiano

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Datos personales

periodista obrero. Comunista (marxista-leninista). Antiimperialista, anticapitalista y antimilitarista.