de Stefan Engel
III. La traición
revisionista y el revés en la lucha por la liberación nacional
1. El
neocolonialismo del socialimperialismo soviético
La victoria del
revisionismo moderno, los efectos corrosivos de la restauración del capitalismo
en la URSS y, más tarde también en China, son las causas principales para el
grave revés en la lucha por la liberación nacional y social.
El neocolonialismo no
quedó limitado a los EE.UU., los imperialistas europeos y el Japón. Después de la
traición al socialismo y la usurpación del poder por una nueva burguesía bajo la
dirección de Jruschov en el XX Congreso del PCUS, en febrero de 1956, la Unión
Soviética, en el lapso de pocos años, se transformó en una superpotencia socialimperialista.
La restauración del capitalismo en la Unión Soviética introdujo igualmente la
transformación capitalista en Polonia, RDA, Checoslovaquia, Bulgaria, Rumania,
Hungría y Mongolia. Willi Dickhut escribió en el libro La restauración del
capitalismo en la Unión Soviética:
“Esta restauración
ocurrió de manera decisiva por la brutal intervención de los revisionistas soviéticos
en estos países, por astutas intrigas y la formación secreta de camarillas.
Estos países ni se desarrollaron como potencia socialimperialista independiente
como la Unión Soviética, ni se vendieron a los imperialistas occidentales como
lo hizo Tito; se desarrollaron más bien como colonias del socialimperialismo.” (La restauración del
capitalismo en la Unión Soviética, Editorial Agora, Buenos Aires,
1994, pág. 262).
Una teoría especial
fue construida, según la cual la dependencia económica del socialimperialismo
era progresista: la así denominada “división internacional” o “socialista” del
trabajo.
El órgano teórico del
PCUS, Kommunist [Comunista] No 1, de 1959, dijo sobre esto:
“A través de la
unidad fraterna y la cooperación económica de los países del campo socialista,
que está extendiéndose continuamente, la división internacional socialista del
trabajo adquiere un significado siempre mayor que posibilita a cada país desarrollar
sus fuerzas productivas de tal modo que se puede especializar –sin imitar la estructura
industrial de la Unión Soviética–, en la producción de aquellos productos para
los cuales dispone de los más favorables recursos naturales y económicos.
Por ejemplo, para
Albania, Bulgaria y la República Popular de Mongolia sería desventajoso e
inadecuado desarrollar ramas de la industria de construcción de maquinaria pesada
tales como la construcción de vehículos, tractores, locomotoras y equipos de
prensas de forja.”
También los países en
vías de desarrollo, que estaban bajo la influencia de la Unión Soviética,
fueron empujados a renunciar a un desarrollo completo de su economía y a
concentrarse en algunas pocas ramas de la economía para las cuales, debido a su
subdesarrollo “tradicional”, tendrían favorables condiciones previas. Estos
países deberían transformarse más bien en mercados de venta y talleres de
elaboración subordinados a la Unión Soviética, mientras que quedaba entendido
que la Unión Soviética desarrollaba todas las ramas de la economía.
Esto corresponde
exactamente a la teoría imperialista de las llamadas “ventajas financieras
comparativas”, según la cual es más rentable para los países en vías de
desarrollo, desde el punto de vista de la economía nacional, si producen y
exportan materias primas baratas. En cambio, deberían importar caros productos
industriales acabados porque la producción propia supuestamente sería demasiado
cara. El resultado de esta “división del trabajo” es la dependencia de los
países en vías de desarrollo frente a los países imperialistas.
Cuando los
socialimperialistas se comprometieron a ayudar en la construcción de una industria
estatal, anhelaban llevar a estos países a la completa dependencia tanto en el
equipamiento técnico, en el mantenimiento del proceso de producción como
también en la venta de las mercancías.
El REVOLUTIONÄRER WEG
No 19 constató:
“La exportación de
capital se realiza sobre todo en forma de créditos para la compra de equipos
técnicos (máquinas, construcciones de acero, materia prima y – armas). La
dependencia de un país en vías de desarrollo resulta del endeudamiento así como
también de las condiciones del contrato con las que se otorgan los créditos.
Para encubrir la explotación, los créditos se dan a intereses bajos. Los
contratos prevén normalmente la compra de los equipos de la Unión Soviética y la
paga de las deudas mediante mercancías de las empresas construidas.
A menudo, los países
en vías de desarrollo se deben comprometer también de vender una determinada
cantidad de los productos de las empresas exclusivamente a la Unión Soviética.
Los
socialimperialistas logran su ganancia máxima sobre todo por el medio de dictar
los precios para la entrega de los equipos y la adquisición de las mercancías.”
(REVOLUTIONÄRER
WEG No
19, Der
staatsmonopolistische Kapitalismus in der BRD [El capitalismo monopolista
de Estado en la RFA], parte IV, tomo II, 1979, pág. 484/485).
En 1990 se publicó
por primera vez en la Unión Soviética una lista mostrando la dimensión del
endeudamiento de otros paí-
Endeudamiento de los
países en vías de desarrollo frente a la Unión
Soviética en millones
de rublos (cifras de 1. 11. 1989)
Afganistán 3.055,0
Madagascar 100,6
Albania 127,8 Malí 285,0
Angola 2.028,9 Marruecos 2,2
Argelia 2.519,3 Mongolia 9.542,7
Bangladesh 6,6 Mozambique 808,6
Benin 31,6
Nepal
2,0
Burkina Faso 4,3
Nicaragua 917,3
Burundi 14,8
Nigeria 26,7
Camboya 714,8 Pakistán
173,8
Camerún 0,6 Perú 541,1
Cabo Verde 7,2 República
Centroafricana 1,0
China 6,2 Santo Tomé y Príncipe 4,8
Congo 199,5
Senegal 1,6
Corea del Norte
2.234,1
Seychelles 0,2
Cuba 15.490,6
Siria 6.742,6
Egipto 1.711,3
Somalia 260,8
Etiopía 2.860,5 Sri
Lanka 1,1
Ghana 9,6 Sudán
3,8
Granada 0,2 Tanzania 310,3
Guinea 258,3 Tchad
2,2
Guinea-Bissau 66,0 Túnez 17,7
Guinea Ecuatorial 1,5
Turquía 91,8
India 8.907,5 Uganda
36,4
Indonesia 404,5 Vietnam
9.131,2
Irán 1,0
Yemen (RDPY) 1.847,6
Iraq 3.795,6 Yemen
(RAY) 979,6
Jordania 369,0 Yugoslavia 394,0
Laos 758,2 Zambia
206,0
Libia 1.707,3
Fuente: Tchass Pik,
(Periódico de la sección de Leningrado del sindicato de periodistas de la
URSS), No
1, 26 de
febrero de 1990.
ses –incluyendo
numerosos países en vías de desarrollo– frente a la Unión Soviética. A fines de
1989 las obligaciones frente a la Unión Soviética alcanzaron en total casi 86
mil millones de rublos, lo que correspondió en ese tiempo a 141 mil millones de
dólares de los EE.UU. (véase tabla 18, pág. 181).
La Unión Soviética,
en calidad de superpotencia militar, intentó compensar su inferioridad
económica con respecto a los EE.UU. por el medio de hacer dependientes a la
burguesía y al ejército de muchos países en vías de desarrollo a través de la
tecnológica armamentística y consejeros militares. Ella recibía en cambio
materias primas baratas, tratados comerciales ventajosos, derechos de usufructo
de las bases militares o, incluso, la disposición de dejarse enredar en guerras
por delegación de la Unión Soviética.
(………..)
Los dirigentes del
Kremlin bajaron tanto hasta llegar a ser los traficantes de armas más
importantes a escala mundial.
Sólo de 1985 a 1991,
los socialimperialistas vendieron bienes de equipamiento militar por un valor
de 53,5 mil millones de dólares a los países neocoloniales.
Esto hizo avanzar a
fuerzas políticas, en estos países, que querían escapar de la dependencia del
imperialismo norteamericano colaborando con el socialimperialismo. Los
dirigentes moscovitas intentaron decidir los conflictos entre las diferentes fracciones
para su propia ventaja, lo que en junio de 1989 fue admitido con toda franqueza
por Víctor Kremenjuk, un consejero científico de Gorbachov, que trabajaba en el
instituto moscovita para estudios sobre América del Norte. En un congreso con
científicos estadounidenses en junio de 1989, en Viena, declaró, sin perder el
aliento sobre la hipocresía de la “coexistencia pacífica” y la “no injerencia”,
machacada durante décadas:
“La competencia de
las superpotencias por el Tercer Mundo ha malgastado miles de millones de
dólares y rublos, conducido a los Estados de Africa, Asia y América Latina al
borde de la bancarrota, promovido a castas militares y motivado guerras locales”.
(citado
en el periódico económico alemán Handelsblatt, el 13 de junio de
1989).
Hasta su colapso, a
inicios de los años noventa, el socialimperialismo ha trazado una larga huella
sangrienta en la rivalidad con el imperialismo norteamericano: de la invasión
de Checoslovaquia en 1968, las provocaciones fronterizas contra la China
socialista en 1969, a través de la instauración de la dictadura militar del
comandante Mengistu en Etiopía en 1977 y la intervención con mercenarios cubanos
en la lucha de liberación de Angola en 1975, hasta la brutal sumisión militar del
Afganistán en 1979.
2. La
transformación del camino socialista de la liberación nacional en camino
capitalista
El socialimperialismo
ensayó de incorporar en su estructura de dominación neocolonial en particular a
las antiguas colonias y semicolonias que habían tomado el camino socialista de
la liberación nacional tales como China, Corea del Norte, Cuba o Vietnam. El
método principal consistía en transformar, con engaño y chantaje, el camino
socialista de liberación nacional en un camino burocrático-capitalista
dependiente de la Unión Soviética. Hábilmente se despertó la impresión de que
los éxitos económicos de la Unión Soviética podrían reemplazar la lucha
revolucionaria y la confianza en las propias fuerzas.
Ante el XXI Congreso
en enero de 1959, Jruschov afirmó:
“El potencial
económico alcanzado por los países socialistas garantiza entonces la
superioridad decisiva en la correlación de fuerzas en el mundo en favor de la
paz.” (Geschichte
der Kommunistischen Partei der Sowjetunion [Historia del Partido Comunista
de la Unión Soviética], Berlín, 1960, pág. 925).
Tomaremos los
ejemplos de Cuba, Vietnam y Nicaragua para demostrar que
esta oferta aparentemente desinteresada no se quedó sin efecto.
La
humillación de Cuba al ser un apéndice del socialimperialismo
Bajo la dirección de Fidel
Castro y Ernesto (Ché) Guevara la revolución democrático-antiimperialista
cubana, ya poco tiempo después de su victoria en el año 1959, comenzó a
nacionalizar ampliamente los medios de producción y a establecer una economía
planificada centralista. Estas medidas afectaron al 63 % de las explotaciones
agrarias y, hasta 1968, a la completa industria nacional y extranjera, el
comercio y los bancos, los transportes, así como los sistemas de sanidad y
educación. Así, Cuba parecía tomar el mismo camino que el adoptado diez años antes
por la República Popular de China.
La revolución cubana,
sin embargo, no estaba bajo la dirección de la clase obrera. Los dirigentes de
la revolución cubana, quienes según su origen y su situación social eran
intelectuales pequeñoburgueses, desconocieron la importancia de la clase obrera
como única clase revolucionaria consecuente y el papel de un partido proletario
con claridad teórica y estrecha ligazón con la masas. Así la revolución cubana
estuvo ciega frente al revisionismo moderno de Moscú.
La fundación del
Partido Comunista de Cuba (PCC) en el año 1965 tuvo lugar bajo la presión de la
Unión Soviética y se realizó fusionándose con las fuerzas del Partido
Socialista revisionista sujeto a Moscú. Se renunció a elaborar un fundamento programático
científico-socialista. Desde el principio hubo diferentes orientaciones y
tendencias en el nuevo partido fundado.
Se trataba de una
unidad sin principios lo que, bajo la condición de la creciente injerencia por
parte de la Unión Soviética, inició un desarrollo fatal.
Es cierto que Fidel
Castro rechazara el rumbo de la “coexistencia pacífica” con el imperialismo
norteamericano, pero al mismo tiempo despreció las protestas de Ché Guevara
contra una nueva dependencia, en este caso de la Unión Soviética. Ché Guevara,
el primer ministro de industria de la Cuba nueva declaró, en febrero de 1965,
en un seminario de la “solidaridad afroasiática” en Argel, que uno no podía “…
más hablar de un desarrollo del comercio que tiene las mismas ventajas
para ambas partes” si éste se basaba sobre precios “determinados por
relaciones de cambio desiguales … y que perjudican a los países
atrasados.”
Después abordó el fondo del
problema: naciones, tenemos que ser conscientes de que los países
socialistas, en cierta medida, son cómplices de la explotación
imperialista… Los países socialistas tienen el deber moral de liquidar su
complicidad tácita con los países explotadores del Occidente.” (citado en:
Karin Stahl, Kuba – eine neue Klassengesellschaft? [Cuba – ¿una nueva sociedad
de clases?], Heidelberg 1987, pág. 124).
El trasfondo de esta
crítica fue, entre otras cosas, el hecho de que Cuba, ya en 1963, había abandonado
la orientación hacia la construcción de una propia economía autónoma.
Esto se reflejó en el
acuerdo marco a largo plazo concluido con la Unión Soviética en 1964. A
diferencia de los acuerdos precedentes, se preveía que el pago del azúcar
cubano exclusivamente se realizaría en forma de suministros de
mercancías soviéticas. De ahí resultó que Cuba llegó a ser cada vez más dependiente
del comercio con la Unión Soviética que aprovechó el boicot económico y
comercial del imperialismo norteamericano contra Cuba para sus propios
intereses imperialistas.
Esto lo demostró la
evolución del comercio exterior cubano (véase tabla 19).
Es verdad que Cuba,
desde 1970 hasta 1984, lograra imponer una multiplicación por siete del precio
del azúcar a ser pagado por la Unión Soviética, pero los precios para los
productos y las materias primas industriales, etc., –en parte de calidad inferior–
comprados de la Unión Soviética subieron aún más rápidamente. Así se decupló, por
ejemplo, en el mismo período el precio del petróleo.
Ché Guevara abandonó
Cuba en 1965 y tomó parte de la lucha armada por la revolución en Bolivia, donde
fue asesinado por los militares en 1967. En el corazón de los pueblos latinoamericanos
y de la juventud del mundo se le guarda un puesto de honor como revolucionario
desinteresado. El luchó por la liberación de la humanidad de la explotación y
opresión y, por eso, se levantó también contra una nueva dependencia de Cuba frente
a la Unión Soviética.
Tabla 19
La participación de la
URSS en el comercio exterior de Cuba de 1970 a 1989 (en %)
Año Exportación
Importaciones
1970 50,6 52,7
1975 56,3 40,2
1980 54,3 60,8
1984 72,1 66,3
1985 74,8 66,9
1986 73,9 70,2
1987 71,6 72,2
1988 66,7 70,8
1989 59,9 68,0
Fuente: International
Trade Statistics Yearbook 1980, 1984, 1990
Fidel Castro, vaciló
entre concesiones fundamentales con respecto al rumbo revisionista de Moscú e
ilusiones ultraizquierdistas.
Esto fue la expresión
de un modo de pensar pequeñoburgués predominante. Así en 1968, con el plan de
una “ofensiva revolucionaria”, Fidel Castro anunció la edificación simultánea
del socialismo y del comunismo lo que iba acompañado de la meta de hacer subir
la producción de la caña de azúcar a 10 millones de toneladas. Los obreros
fueron estimulados a aumentar el rendimiento del trabajo y trabajar turnos
adicionales no pagados. Pero al mismo tiempo las decisiones Así en 1968, con el
plan de una “ofensiva revolucionaria”, Fidel Castro anunció la edificación
simultánea del socialismo y del comunismo lo que iba acompañado de la meta de
hacer subir la producción de la caña de azúcar a 10 millones de toneladas. Los
obreros fueron estimulados a aumentar el rendimiento del trabajo y trabajar turnos
adicionales no pagados. Pero al mismo tiempo las decisiones fueron tomadas de
manera centralizada, por encima de las cabezas de los trabajadores, y sin dar
cuenta sobre el trabajo por medio de una contabilidad exacta. Los trabajadores
no tenían ninguna posibilidad de ejercer un control democrático.
El proyecto terminó
en 1970 con un grave revés económico y político. El descontento de los
trabajadores estalló a la luz del día. En las reuniones sindicales denunciaron
públicamente las planificaciones erróneas, el dejar malograr la propiedad
pública, el desprecio de los problemas y necesidades de los obreros así como
casos de enriquecimiento y corrupción de los cuadros.
Estas críticas se
dirigieron contra la nueva burguesía burocrática que se había desarrollado a
partir de los dirigentes pequeñoburgueses de la revolución en el seno del
aparato del partido, del Estado y de la economía.
Bajo la presión de la
crítica de masas influida por la revolución cultural proletaria en China,
también Fidel Castro, al principio, se pronunció abiertamente contra el “espíritu
pequeñoburgués en la administración estatal”, el “desprecio de
los obreros” que “predomina en una parte de los funcionarios de la
administración” y, finalmente, contra “casos de asegurarse privilegios
e incluso de corrupción” que se deberían “eliminar desde las raíces” (Discurso
en el encuentro provincial de la confederación de sindicatos cubanos, CTC, del
20 septiembre de 1970; citado en: Granma Weekly Review, del 23 de
septiembre de 1970).
Pero esta crítica de
Fidel Castro a los órganos del partido y del Estado no fue sincera porque en
este momento debería ser ligada a una crítica y autocrítica de principios con
respecto al papel de la Unión Soviética y la propia responsabilidad de la
dirigencia cubana con el objetivo de movilizar a las masas contra el
revisionismo moderno. Pero el “líder máximo”, –como Fidel Castro, hasta hoy en
día, se hace venerar con gusto– reculó hacerlo pues la Unión Soviética empleó
encauzadas sanciones económicas.
Nuevos contratos
económicos y acuerdos sobre la prolongación del plazo de reembolso para los
créditos hasta el año 1986, sólo fueron concluidos después de que Fidel Castro
hubiera consentido a la incorporación de Cuba en el CAME y, así, a su papel
asignado de suministrador de azúcar.
En los años setenta
él adoptó completamente las posiciones revisionistas soviéticas en la política
interior y exterior.
a) En julio de 1972 Cuba ingresó al CAME.
b) En la IV conferencia cumbre del movimiento no
alineado, en 1973, en Argel, Fidel Castro llamó a los países no alineados de
apoyarse en la Unión Soviética.
c) Con ocasión de la
visita de Brezhnev a Cuba, en 1974, Fidel Castro demostró su obediencia a los
señores del Kremlin por sus ataques a la China socialista de Mao Tsetung.
d) El I Congreso del PCC aprobó, en 1975, un
programa revisionista cuya consecuencia era la transformación consecuente de la
economía según el principio de orientarse hacia la ganancia y ofrecer
incentivos materiales.
e) En 1976, finalmente,
la “amistad fraternal” con la Unión Soviética fue asentada en la constitución.
Cuba tuvo que pagar
cara, política y económicamente, la “sumisión fraternal” bajo el socialimperialismo:
En 1975, por primera vez, tropas cubanas fueron puestas en marcha hacia Angola por
orden del socialimperialismo soviético.
El abandono del
camino socialista de la liberación nacional y la transformación de Cuba en un
país burocrático-capitalista dependiente, y de su dirigencia partidaria y
estatal en un instrumento dócil del socialimperialismo, causaron su decadencia social.
En 1986 Cuba llegó a ser finalmente insolvente.
La Unión Soviética se
vio forzada de declararse de acuerdo con la suspensión de la amortización de
los créditos que alcanzaban aproximadamente 2,6 mil millones de dólares de los EE.UU.
pero, subió, al mismo tiempo, la tasa de interés de 2,5 a 4 %. Estas prácticas
del chantaje económico no se diferenciaban en lo esencial de aquéllas
realizadas por los tiburones financieros en las metrópolis occidentales. A
fines de 1988 las deudas de Cuba frente al Este como el Oeste alcanzaron 31 mil
millones de dólares. Según las informaciones del Banco Nacional de Cuba las
reservas de divisas contaban sólo con 234,5 millones de dólares (Selected
Statistical Information of the Cuban Economy, [Informaciones estadísticas
escogidas de la economía cubana], La Habana, 1989, pág. 29).
(………..)
El callejón
sin salida del así denominado “camino no capitalista con orientación
socialista” en Nicaragua
Cuando en 1979 el
pueblo nicaragüense, bajo la dirección del Frente Sandinista de Liberación
Nacional, FSLN, derrocó a Somoza, marioneta de los EE.UU., Nicaragua llegó a
ser la esperanza de mucha gente en el mundo entero.
Al principio se
lograron grandes éxitos. Las 168 empresas industriales y gran parte de la
tierra que el clan de Somoza se había apropiado, fueron nacionalizadas. Las
minas que estaban en manos norteamericanas fueron expropiadas. Una campaña de
alfabetización con 100.000 voluntarios hizo bajar la tasa de analfabetos del 50
% al 12 %. Un aprovisionamiento básico de alimentos fue asegurado, los
alquileres fueron bajados e instaurado un sistema de salud gratuito. El
imperialismo norteamericano reaccionó con intensificadas medidas de embargo
económico y la organización de bandas contrarrevolucionarias (“Contras”).
Por eso hubiera sido
necesario utilizar los éxitos, que se habían logrado al principio, como medidas
para seguir movilizando a la clase obrera y los campesinos pobres para la lucha
de clases revolucionaria y la lucha de liberación antiimperialista.
Pero la dirigencia
sandinista no podía ni quería hacerlo por causa de su programa y de su origen
de clase burgués o pequeñoburgués.
El papel dirigente de
la clase obrera y la necesidad de un partido revolucionario marxista-leninista
fueron rechazados por ellos. El programa de la “unidad nacional” intentó de
reconciliar los intereses de los obreros y campesinos con los de la burguesía,
incluida la gran burguesía. Eso se expresó por el principio de la “economía
mixta”, concebido como estratégico, por el reconocimiento de la deuda externa
frente a los países imperialistas y por la libertad concedida a las demás partes
de la gran burguesía, con excepción del clan de Somoza.
La pauta ideológica
era el así denominado “pluralismo”.
No eran los obreros y
campesinos los que tenían el poder, después de haber derrocado a Somoza y
aplastado su “guardia nacional”, sino la burguesía nacional que se juntó a la
nueva burocracia estatal ascendiente. Las empresas industriales nacionalizadas
y las cooperativas agrícolas tenían un carácter capitalista de Estado. Una reforma
agraria tardía y poco decidida extendió el margen de maniobra de los Contras
entre partes de los campesinos pobres. En vez de confiar en las masa de los
obreros y campesinos, la dirigencia sandinista confió en la colaboración con la
Unión Soviética, la CE y la “Internacional Socialista” socialdemócrata.
Los
socialimperialistas soviéticos se aprovecharon de estos hechos y propagaron, en
los años ochenta, a Nicaragua como ejemplo de un así llamado “camino no
capitalista” de la liberación nacional.
Un acuerdo comercial
a largo plazo, pactado en 1980 con la Unión Soviética, comprendía condiciones
muy desfavorables para Nicaragua. Sólo el banco estatal de la URSS tenía el
derecho de fijar el tipo de cambio de las monedas respectivas. A la dependencia
de Nicaragua frente a los imperialistas occidentales, que seguía existiendo,
fue añadida así la dependencia neocolonial frente al socialimperialismo
soviético.
Los productos
industriales suministrados a menudo eran de mala calidad, de tal manera que en
1984 la mitad de los tractores soviéticos entregados hasta este entonces habían
fallado.
En algún momento,
durante la segunda mitad de los años ochenta, dos tercios del total de las
importaciones de Nicaragua procedían de la Unión Soviética. Finalmente, en
1988, la deuda externa del país había aumentado hasta los 7 mil millones de
dólares. En ese mismo año la tasa de inflación alcanzó la cifra vertiginosa de
7.000 %.
Mientras los líderes
sandinistas residían en viviendas asignadas que habían pertenecido a la clase
alta bajo Somoza, el poder adquisitivo de los sueldos obreros cayó, a fines de
1987, al 6 % del nivel alcanzado en 1980. La reducción de los suministros de
petróleo por parte de la Unión Soviética a partir de 1987, y la declaración
pública de Gorbachov, en el sentido de que respetaba los intereses de los
EE.UU. en Centroamérica, prepararon el derrumbe del gobierno sandinista. Una
“acción concertada” realizada en 1989, según el modelo de los programas del
FMI, condujo a nuevas bajas de los sueldos reales, al incremento del desempleo
y a la anulación de numerosas prestaciones sociales. A pesar de eso, Daniel
Ortega, presidente del FSLN, afirmó que la política sandinista en su esencia
seguía manteniendo una orientación socialista. La adhesión del FSLN a la
“Internacional Socialista” socialdemócrata demostró lo que él quería decir con
eso.
Finalmente, la
derrota electoral de los sandinistas en febrero de 1990 manifestó claramente el
fracaso del pretendido “camino no capitalista con orientación socialista”. En
la clase obrera, dentro de los campesinos pobres y los militantes del FSLN, eso
llevó a discusiones más intensas en torno a las enseñanzas de este fracaso y a
la búsqueda de una verdadera alternativa.
Sólo poco después de
la victoria electoral de la “Unión Nacional Opositora” (UNO) bajo Violeta Chamorro,
apoyada por los EE.UU., la agudización de las contradicciones de clase se
descargó en huelgas, manifestaciones y luchas de barricadas.
Tanto el ejemplo de
Cuba como también los ejemplos de Vietnam y de Nicaragua demuestran: si se
abandona el camino largo y espinoso de confiar en las propias fuerzas y la
iniciativa revolucionaria de las masas populares y, si se toma, en vez de eso,
el camino aparentemente más fácil de depender de la ayuda exterior, eso conduce
inevitablemente al pantano de la impotencia nacional y de la humillación
neocolonial.
3. El
aprovechamiento abusivo de los movimientos de liberación nacional en la lucha
por el dominio mundial
Los
socialimperialistas abusaron hábilmente del prestigio mundial que la Unión
Soviética socialista, bajo Lenin y Stalin, había ganado entre los
pueblos oprimidos, para emplearlo como garantía y masa de maniobra en su lucha
por el dominio del mundo.
Debido a la rivalidad
y el regateo con el imperialismo norteamericano, los revisionistas desarrollaron
una política sumamente ambigua. Denegaron a los movimientos de liberación nacional
el derecho a la revolución social y nacional e intentaron de confundirles con
la teoría revisionista del “camino pacífico hacia el socialismo”. En un discurso
ante el Soviet Supremo, en octubre de 1959, Jruschov propagó que “guerras
locales”, y supuestamente sobre todo las guerras de liberación de los pueblos
oprimidos, eran extremadamente peligrosas y podían provocar en cualquier
momento una guerra mundial – “puesto que hasta una pequeña chispa puede
provocar una conflagración mundial”.
Esto no impedía a los
revisionistas de practicar la infiltración armada, mantener tropas mercenarias
y provocar guerras por delegación. Hasta levantaron regímenes títeres y no
vacilaron en oprimir sangrientamente la lucha por la autodeterminación nacional.
Para justificar estas actividades se necesitaron otras teorías revisionistas
como la así llamada “doctrina Brezhnev” de la “soberanía limitada” o la teoría
del “ejército en calidad de vanguardia del movimiento nacional
antiimperialista.”
Así los revisionistas
modernos intentaron de transformar la teoría liberadora revolucionaria del
marxismo-leninismo en una mezcolanza de justificaciones de su política
neocolonialista.
Confusión, división y
liquidacionismo se extendieron en el movimiento comunista mundial y en los
movimientos revolucionarios de liberación nacional, y muchos combatientes por
la libertad perdieron la vida.
La ilusión
sangrienta de la liberación pacífica del imperialismo
El papel nefasto que
jugó la influencia del revisionismo moderno en Indonesia, donde más de
500.000 comunistas y progresistas fueron asesinados de 1965 a 1967 bajo el
régimen militar del general Suharto, es menos conocido por clase obrera y las
personas progresistas de Europa que el ejemplo de Chile.
En el libro Klassen
und Klassenkampf in den Entwicklungsländern [Clases y lucha de clases en
los países en vías de desarrollo], publicado en 1968 por la Academia de
las Ciencias de la URSS, se sacaron conscientemente lecciones abstractas
y hueras:
“Bajo las condiciones
difíciles de la histeria anticomunista y del imperio de la reacción, las filas
del Partido son nuevamente organizadas, los acontecimientos son analizados y
las causas para la debilidad del Partido, los errores y las desviaciones del
fundamento del marxismo-leninismo son examinadas.” (Klassen und Klassenkampf in den Entwicklungsländern, tomo 3,
Berlín/RDA 1970, pág. 161).
Contrariamente a esta
actitud, el buró político del CC del Partido Comunista de Indonesia (PCI)
publicó en septiembre de 1966 y, luego ulteriormente, diversos documentos
conteniendo una autocrítica de principios. Al estudiar estos documentos uno
comprende rápidamente por qué los autores soviéticos se empeñan de borrar las
huellas. En estos documentos se puede leer entre otras cosas:
“El revisionismo
moderno comenzó a penetrar en nuestro Partido, cuando la 4a sesión plenaria del
CC y el 5o
Congreso
aprobaron de manera acrítica un informe que se declaró de acuerdo con las
directrices del PCUS establecidas en el XX Congreso… El «camino pacífico«, un
rasgo esencial del revisionismo moderno, fue confirmado en el 6o Congreso Nacional del
PCI mediante la inserción del párrafo siguiente en los estatutos del Partido:
«Es posible conseguir
en Indonesia un sistema democrático- popular en calidad de fase transitoria
hacia el socialismo a través de medios pacíficos, a través del camino
parlamentario.»
… La formulación de
las directrices estratégicas y tácticas del Partido era ambigua.” (Die
Kommunistische Partei Indonesiens vereinigt und stärkt sich im Kampf gegen den
modernen Revisionismus [El Partido Comunista de Indonesia se unifica y
fortalece en la lucha contra el revisionismo moderno], Münster 1973,
págs. 48/49 y 54).
Los documentos
demuestran la relación concreta entre la ilusión del “camino pacífico hacia el
socialismo” y las esperanzas falaces en el así denominado aspecto “benévolo
para el pueblo” del Estado burgués. Una confianza peligrosa en las leyes burguesas
se difundió en el seno del PCI. La revelación amplia de sus estructuras
orgánicas facilitó a la contrarrevolución de imponer graves daños al PCI y de
paralizar su organización al cabo de muy poco tiempo.
El buró político del
CC del PCI se esforzó de sacar lecciones de esta grave derrota y constató acerca
de las causas de los errores:
“La pequeña burguesía
constituye la base social de esta ideología subjetivista. Indonesia es un país
de la pequeña burguesía, donde el número de las empresas pequeñoburguesas, en
particular de las pequeñas haciendas, es grande. Nuestro Partido está rodeado
por la numéricamente importante pequeña burguesía y muchos miembros del Partido
proceden de esta clase.
Es inevitable que
penetren ideas y costumbres pequeñoburguesas en el Partido. El método de pensar
pequeñoburgués es subjetivista, es unilateral en el análisis de los problemas.
No es guiado por la realidad objetiva, sino por ilusiones subjetivas…
El subjetivismo sólo
puede ser liquidado si el Partido en su conjunto es capaz de separar la ideología
proletaria de la ideología pequeñoburguesa, si se practican la crítica y la
autocrítica.
Separar la ideología
proletaria de la ideología pequeñoburguesa sólo es posible mediante el estudio
concienzudo del marxismo- leninismo.” (Ibíd., págs. 46/47 y 84/85).
El
liquidacionismo revisionista en la lucha armada de liberación
Por el contrario, los
revisionistas modernos no estaban dispuestos de sacar lecciones del fracaso de
la ilusión del “camino pacífico hacia el socialismo”, tal como precisamente lo
demostró la derrota sangrienta en Chile.
Cuando algunos
partidos revisionistas como el PC de El Salvador participaron temporalmente en
la lucha armada de liberación, no fue porque habían roto por principio con el
revisionismo moderno sino por razones tácticas, pues corrieron el riesgo de
aislarse completamente de las masas populares.
Así, ya en 1970, se
formaron grupos revolucionarios y fuerzas de liberación popular en El
Salvador que prepararon el comienzo de la lucha armada contra la dictadura
militar. En el mismo año una fracción abandonó el PC de El Salvador. Schafik
Jorge Handal, secretario general del partido, explicó que el rápido crecimiento
de las organizaciones “radicales de izquierda” (es decir revolucionarias),
quienes encabezaron la lucha armada, fue la razón por la cual la dirigencia del
partido decidió finalmente en 1977 preparar el apoyo de la lucha de liberación
armada.
“Si no hubiéramos
realizado este giro organizativo, hasta hoy en día las masas llamarían a la
puerta de nuestro Partido pidiendo la participación en la lucha y no nos
hubiera sido posible de recibirles aparte de algunas pocas excepciones. El
Partido hubiera sido excluido de la primera fila de la revolución,
probablemente se hubiera dividido y se encontraría ante su fin.”
Los revisionistas
esperaron obtener “… tarde o temprano la posibilidad de crear una dirección
revolucionaria unificada y hasta integrar una parte de las
organizaciones de la izquierda revolucionaria en un partido marxista-
leninista unificado”, es decir, bajo su alto mando revisionista. (Citado
en: El Salvador – Die unsichtbare Front [El Salvador – el frente
invisible], Dortmund 1983, págs. 106/107 y 114).
Para engañar a las
masas fue presentada una autocrítica seudorevolucionaria y oportunista. S. J.
Handal dio la impresión de una persona purificada del oportunismo y firme de
principios:
“Según nuestra
opinión es un grave error en la discusión en torno a la cuestión del camino de
la revolución en América Latina, si se supone que sería una verdad irrefutable
(un dogma, por decirlo así) que hayan posibilidades iguales tanto para el
camino armado como para el pacífico, aun atenuando esta idea con la restricción
«en principio». Otro error grave es, además, considerar la cuestión del camino
de la revolución como una cuestión meramente «táctica», expuesta a «variantes
imprevisibles».” (Ibíd.,
pág. 102).
Pero, ¿por qué no
mencionó a los autores moscovitas de este “dogma” revisionista, desarrollado
exactamente con el fin de utilizar también a los movimientos revolucionarios de
liberación para los fines del socialimperialismo?
Hay sólo una
respuesta: porque se trató de un cambio en la táctica introducida por Moscú
para América Central. En los países donde regímenes reaccionarios, como el de
Marcos en las Filipinas, estaban dispuestos a establecer relaciones comerciales
con la URSS y legalizar el PC revisionista, se aplicaba el “principio” del
camino pacífico. Si el apoyo de la lucha de liberación armada contra los
regímenes títeres del imperialismo norteamericano abrió mayores posibilidades
de influencia para el socialimperialismo, como en América Central, se levantó
el “principio” de la revolución violenta.
Por esta razón, a
juicio de S. J. Handal, las anteriores ideas del PC de El Salvador sobre la
liberación nacional y social a través del parlamento no eran ni una traición de
la revolución, mucho menos un error de principio. El sostuvo la opinión: “Según
las experiencias del Partido Comunista de El Salvador, muchos factores en
nuestras filas han generado modelos de pensar e ilusiones reformistas:
evaluaciones erróneas en ciertas cuestiones fundamentales; no eran
verdaderamente errores, sino más bien debilidades
teórico-ideológicas en relación con la cuestión del poder, de
la esencia y del camino de la revolución.” (Ibíd.; el
resaltado es de la Redacción RW).
Esa es la expresión
de un modo de pensar puramente pequeñoburgués: en calidad de partido bajo la
gracia de Moscú, con arrogancia y por todas partes, reclama el alto mando, pero
en seguida se escabulleron con vergüenza de su responsabilidad por la traición
a los principios revolucionarios y de los daños causados a la lucha de
liberación.
Después de que los
socialimperialistas habían cambiado otra vez su rumbo (esta vez bajo M.
Gorbachov) y empujado al PC de El Salvador de liquidar la lucha armada, a principios
de los años noventa, S. J. Handal tampoco tuvo dificultades para cumplir esta
tarea. El hizo valer su influencia como miembro de la comandancia general del
FMLN1.
El 16 de enero de
1992 se firmó en la Ciudad de México un “contrato de paz” de 85 páginas por el
presidente Christiani y la comandancia general del FMLN. Su punto esencial fue
el previsto desarme de los grupos guerrilleros bajo supervisión de la ONU. El
FMLN, a cambio, debía ser legalizado como partido político. El reclamo de una
amplia reforma agraria, que constituyó el punto de partida para el conflicto y
la lucha de liberación armada, quedó como un castillo en el aire. Eso es, en lo
esencial, una capitulación de la dirección del FMLN en favor de su legalización
como partido político y su participación en el parlamentarismo burgués.
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