El Gran Sol Rojo del Amanecer

domingo, 5 de enero de 2014

José Stalin: Las bases marxistas-leninistas del trabajo político de los comunistas en las capas medias


LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE Y EL PROBLEMA DE LAS CAPAS MEDIAS

José Stalin

Es indudable que uno de los problemas fundamentales de la revolución obrera es el problema de las capas medias, o sea, el campesinado y la clase media trabajadora de la ciudad. Aquí es preciso incluir a las nacionalidades oprimidas, compuestas en sus nueve décimas partes por capas medias. Como veis son las mismas capas que, por su situación económica, se hallan situadas entre el proletariado y la clase de los capitalistas. Dos circunstancias determinan  el peso específico de estas capas: en primer lugar, son la mayoría o, en todo caso, un minoría considerable de la población de los Estados actuales; en segundo lugar, constituyen las importantes reservas de donde la clase capitalista recluta su ejército contra el proletariado.  El proletariado no puede mantenerse en el poder sin la simpatía, sin el apoyo de las capas medias, y sobre todo del campesinado, particularmente en un país como nuestra Unión de Repúblicas. El proletariado no puede siquiera aspirar en serio a conquistar el Poder, si estas capas no han sido, por lo menos, neutralizadas, si estas capas no han tenido aún tiempo de apartarse de la clase capitalista, si todavía constituyen, en su masa, el ejército del capital. De aquí la lucha por las capas medias, la lucha por el campesinado, que pasa como hilo de engarce por toda nuestra revolución, desde 1905 hasta 1917, lucha que se halla lejos de haber terminado y que todavía continuará en el futuro.

La revolución de 1848 en Francia fue derrotada porque, entre otras cosas, no logró despertar la simpatía del campesinado francés. La Comuna de París cayó porque, entre otras cosas, tropezó  con la oposición de las capas medias, y ante todo con la del campesinado. Lo mismo cabe decir de la revolución rusa de 1905.

Partiendo de la experiencia de las revoluciones europeas, algunos marxistas vulgares, con Kautsky a la cabeza, llegaron a la conclusión de que las capas medias, y ante todo, el campesinado, son casi enemigos naturales de la revolución obrera; que,  por consiguiente,  es preciso orientarse hacia un período más prolongado del desarrollo, al cabo del cual el proletariado constituirá la mayoría de la nación, y con ello se darán las condiciones reales para la victoria de la revolución obrera. Basándose en esta conclusión, los marxistas vulgares ponían en guardia al proletariado contra la revolución “prematura”. Basándose en esta conclusión, y por consideraciones de principios, entregaban por entero a las capas medias a merced del capital. Basándose en esta conclusión, nos pronosticaban la muerte de la Revolución rusa de Octubre, alegando que el proletariado constituye en Rusia una minoría, que Rusia es un país campesino y que, por consiguiente, el triunfo de la revolución obrera es imposible en Rusia.

Es significativo que el propio Marx tuviese una opinión completamente distinta de las capas medias, y ante todo del campesinado. Mientras los marxistas vulgares se desatendían del campesinado y lo entregaban a la entera disposición política del capital, alardeando vocingleramente de la firmeza de sus principios, Marx, el marxista más firme de todos los marxistas en el terreno de los principios, aconsejaba insistentemente al Partido Comunista que no dejase de tener en cuenta al campesinado, que lo conquistara para el proletariado y que se asegurase su apoyo en la próxima revolución proletaria. Es sabido que, en la década del 50 del siglo pasado, después de la derrota de la revolución de febrero en Francia y Alemania, Marx escribía a Engels y, por intermedio suyo, al Partido Comunista de Alemania:

     “En Alemania todo dependerá de la posibilidad de respaldar la revolución proletaria con alguna segunda edición de la guerra campesina”.

Esto se escribía acerca de la Alemania de la década del 50, país campesino, en el que el proletariado constituía una minoría insignificante, en el que el proletariado estaba menos organizado que en Rusia de 1917, en el que el campesinado hallábase, por su situación,  menos dispuesto a apoyar la revolución proletaria que el de la Rusia de 1917.

No cabe duda de que la Revolución de Octubre fue la feliz combinación de la “guerra campesina” y de la revolución proletaria, de que hablaba Marx, a despecho de todos los charlatanes “fieles a los principios”. La Revolución de Octubre demostró que esta combinación es posible y realizable. La Revolución de Octubre demostró que el proletariado puede tomar el Poder y mantenerse en él, si consigue apartar de la clase capitalista a las capas medias, u ante todo al campesinado;  si consigue transformar a estas capas, de reserva del capital, en reserva del proletariado.

En pocas palabras: La Revolución de Octubre fue la primera de las revoluciones del mundo que destacó en primer plano el problema de las capas medias, y, ante todo, el problema del campesinado, y lo resorbió victoriosamente; a despecho de todas las “teorías” y de todas las lamentaciones de los héroes de la IIa Internacional.

En esto reside el primer mérito de la Revolución de Octubre, si es que en general se puede hablar de méritos en el presente caso.

Pero las cosas no se reducen a esto. La Revolución de Octubre ha ido más allá, tratando de agrupar en torno al proletariado a las nacionalidades oprimidas. Ya hemos dicho más arriba que, en sus nueve décimas partes, estas últimas están compuestas por campesinos y por la clase media trabajadora de la ciudad, sino también como nacionalidades, es decir, como trabajadores de una determinada nacionalidad, con un idioma, una cultura, un modo de vida, unos usos y unas costumbres determinadas. Este doble peso de la opresión no  puede por menos de revolucionar a las masas trabajadoras de las nacionalidades oprimidas, no puede por menos de empujarlas a la lucha contra la fuerza principal de la opresión: contra el capital. Esta circunstancia constituyó la base sobre la cual el proletariado consiguió conjugar la “revolución proletaria”, no sólo con la “guerra campesina”, sino también con la “guerra nacional”. Todo esto no pudo por menos de extender el campo de acción de la revolución proletaria mucho más allá de los límites de Rusia, no pudo por menos de comprometer a las reservas más profundas del capital. Si la lucha por las capas medias de una determinada nacionalidad dominantes es la lucha por las reservas más  próximas del capital,  la lucha por la liberación de las nacionalidades oprimidas no podía dejar de convertirse en una lucha por las conquista de algunas de las reservas más profundas del capital, en una lucha por liberar de la opresión del capital a las colonias y a los pueblos que no gozan de la plenitud de derechos. Esta última lucha se halla lejos de haber terminado; es más, ni siquiera ha tenido tiempo de dar los primeros éxitos decisivos. Pero esta lucha por las reservas profundas ha comenzado gracias a la Revolución de Octubre y, sin duda, se irá desarrollando gradualmente, a media que se desarrolla el imperialismo, a medida que se desarrolla la revolución proletaria en el Occidente.

En pocas palabras: la Revolución de Octubre inició de hecho la lucha del proletariado por las reservas profundas del capital, formadas por las masas populares de los países oprimidos y que no gozan de la plenitud de derechos; la Revolución de Octubre fue la primera en levantar la bandera de la lucha por la conquista de estas reservas. En esto reside su segundo mérito.

La conquista del campesinado se llevó a cabo en nuestro país bajo la bandera del socialismo. Los campesinos que recibieron la tierra de manos del proletariado, que vencieron a los terratenientes con ayuda del proletariado y que subieron al Poder bajo la dirección del proletariado, no podían dejar de sentir, no podían dejar de comprender que el proceso de su liberación se realizó y seguirá realizándose todavía bajo la bandera del proletariado, bajo su roja bandera. Esta circunstancia tenía que convertir forzosamente la bandera del socialismo, que antes era un espantajo para el campesinado, en una bandera que atrae su atención y le ayuda a liberarse del atraso, de la miseria y de la opresión.

Lo mismo cabe decir, pero en mayor grado, de las nacionalidades oprimidas. El llamamiento a la lucha por la liberación de las nacionalidades, llamamiento respaldado por hechos como la liberación de Finlandia, la retirada de las tropas de Persia y de China, la formación de la Unión de Repúblicas, la franca ayuda moral a los pueblos de Turquía, de China, de Indostán y de Egipto, ha sido un llamamiento que por  vez primera salió de los labios de los hombres vencedores en la Revolución de Octubre. No puede considerarse casual el hecho de que Rusia, que era antes los ojos de las nacionalidades oprimidas una bandera de opresión, se haya convertido ahora, después de haberse hecho socialista, en bandera de liberación. No es casual tampoco el hecho de que el nombre del camarada Lenin, jefe de la Revolución de Octubre, sea ahora el nombre más querido en labios de los campesinos aherrojados y oprimidos y de la intelectualidad revolucionaria de las colonias y de los países que no gozan de la plenitud de derechos. Si antiguamente los esclavos oprimidos y aplastados del vasto Imperio Romano consideraban el cristianismo como un ancla de salvación, hoy día los acontecimientos nos llevan a que el socialismo pueda servir (¡y ya empieza a servir!) de bandera de liberación para los millones y millones de hombres de los vastos Estados coloniales del imperialismo. Apenas si se puede dudarse de que esta circunstancia ha facilitado considerablemente la lucha contra los prejuicios existentes contra el socialismo y ha abierto el camino a las ideas del socialismo en los rincones más apartados de los países oprimidos. Si antes un socialista no podía presentarse a cara descubierta entre las capas medias, no proletarias, de los países de los países oprimidos u opresores, ahora puede actuar abiertamente entre estas capas propagando las ideas del socialismo, con la esperanza de ser escuchado e incluso secundado, ya que posee un argumento de tanto peso como la Revolución de Octubre.

En pocas palabras: la Revolución de Octubre desbrozó el camino para hacer llegar las ideas del socialismo a las capas medias, no proletarias, a las capas campesinas de todas las nacionalidades y pueblos, y convirtió la bandera del socialismo en una bandera popular para ellas. En esto reside el tercer mérito de la revolución de Octubre.


Publicado con la firma de J. Stalin
el 7 de noviembre de 1923 en el
Núm. 253 de <Pravda>


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Datos personales

periodista obrero. Comunista (marxista-leninista). Antiimperialista, anticapitalista y antimilitarista.