Septiembre 2015
ALGUNAS OBSERVACIONES IMPORTANTES SOBRE LA MOVILIZACIÓN POPULAR DEL
13 DE AGOSTO.
La marcha nacional
convocada por algunas organizaciones sindicales, populares y campesinas para el
13 de agosto del año en curso ha
culminado. Con una última y muy particular movilización el día 27 de agosto se
selló la jornada de lucha matizada por una serie de manifestaciones, formas e
intensidades que en alguna medida le devuelven al pueblo y a las organizaciones
populares la iniciativa de lucha y una correlación de fuerza a favor en
relación a la capacidad de convocatoria y movilización que ha venido manejando
el gobierno represor.
Algunas de las
particularidades que han tenido estas movilizaciones han estado marcadas por
los reiterados intentos de infiltración política e ideológica de los sectores
más reaccionarios del país, cuyos dirigentes encabezados por el banquero
Guillermo Lasso y el alcalde de Guayaquil Jaime Nebot, permanentemente han
tratado de direccionar el esfuerzo movilizador del pueblo con claros objetivos
electoreros.
Otro de los aspectos decidores
de la marcha ha estado marcado por la ambigüedad de los dirigentes sindicales y
populares, quienes también han tratado de aprovechar el creciente descontento
popular para realizar en el seno de la convocatoria y movilizaciones
proselitismo cuyo objetivo está centrado en las próximas elecciones previstas
para el 2017.
No obstante estos
hechos, está claro que el proyecto corporativista del régimen de Correa se
desmorona. Poco a poco las masas van incrementando sus niveles de combatividad soslayando
la línea oportunista enquistada en su seno.
El régimen fascista ha
insistido mediáticamente en que “las
marchas se fueron de control y perdieron legitimidad el momento que se tornaron
violentas puesto que jamás debieron perder su carácter pacífico”. Es decir,
de manera ilusa aún considera la posibilidad de aherrojar a las masas pensando
que va a encontrar o confrontar en las calles a pusilánimes campesinos y
obreros marchando como corderos. Lo sucedido en Imbabura, Pichincha, Cotopaxi y
de manera particular en Saraguro, provincia de Loja, denota que las masas
enardecidas se mantuvieron firmes en sus propósitos y sobre todo en los
crecientes niveles de combatividad expuestos en acciones violentas criticadas
no solo por las autoridades del gobierno sino por la misma dirección del
movimiento popular que coluden en los esfuerzos por bajar los niveles de lucha
en el seno del pueblo.
Entre el 13 y 27 de agosto fueron capturados 132
manifestante en todo el país. De esos 35 en
Saraguro, la mayoría del pueblo Kichwa- Saraguro. En esta misma ciudad se presenta el
de mayor efervescencia de lucha por los niveles de conflictividad que se alcanzaron.
Las masas enardecidas confrontaron a más de 600 policías y militares entre
quienes sufrieron muchos contusos y con heridas de gravedad. Fuerzas populares de la comunidad retuvieron y tomaron
como prisioneros a autoridades del régimen corporativo así como también a un
miembro de la policía.
No
diferente fueron los niveles de beligerancia y lucha de las comunidades
indígenas y pueblo enardecido en Macas, donde policías y militares fueron
combatidos con decisión y se vieron en la necesidad de replegarse ante la
avanzada y combatividad popular.
Bajo la consigna de
¡fuera Correa, fuera! y un programa de reivindicaciones que van desde el
archivo definitivo de las 16 enmiendas constitucionales hasta reivindicaciones
locales como: mayor atención estatal, construcción de carreteras, la reapertura y no cierre de las escuelas de
educación intercultural bilingüe; los despojos
de las tierras y territorios que impulsaría el gobierno mediante la ley de
tierras, ley de aguas y ley de minerías; detener la "persecución política
y la judicialización" contra de los líderes populares marcaron
el fundamento movilizador de masas que supieron rebasar la dirección de sus
organizaciones hoy en manos del oportunismo y del revisionismo llegando
inclusive a la utilización de violencia revolucionaria cuyos puntos más álgidos
se manifestaron con la retención de un policía en Saraguro, la retención de 30
militares de la Brigada de Caballería
Blindada Galápagos en la comunidad de Ambatillo, Ambato. Retenciones que
propugnaban un “canje” de prisioneros y que en última instancia fue traicionada
por los dirigentes oportunistas que cedieron a la liberación incondicional de
los represivos en manos de los manifestantes.
De todas maneras estos
hechos marcan hitos pues han pasado muchos años desde que el movimiento
popular, constreñido por las dirigencias y la intención punitiva y carcelaria del régimen ha dejado ver su disposición
de retomar los fueros de lucha radical en aras de la conquista de sus
reivindicaciones y derechos.
Ante esta ofensiva
popular, el régimen manifestó su
decisión de endurecer la represión a “los violentos” que tratan de desestabilizar
al gobierno y hacerle el juego a la derecha banquera”, argumento que de manera
recurrente han utilizado los dirigentes de Alianza País para deslegitimar la
protesta popular.
Hoy, la efervescencia
popular ha entrado en un relativo y circunstancial repliegue. Aspectos como el
desgaste al que ha sido sometida la organización popular por parte de su
dirigencia. La violenta y masificada represión del gobierno a los
manifestantes. La activación del volcán Cotopaxi, la advenediza presencia del
fenómeno del niño, la crisis y precipitación del precio del petróleo han
generado un ambiente político distractivo que tuvo un muy peculiar epílogo en
la marcha del 26 de agosto encabezada por la dirección oportunista de la
dirigencia de la Ecuarunari y de la Conaie (Carlos Pérez y Jorge Herrera) quienes
con brocha en mano, en actitud capituladora, oportunista y sumisa se dedicaron a
pintar las paredes de la ciudad de Quito para borrar las pintas que
oportunamente recogían las expresiones de lucha y rebeldía de los
manifestantes.
El balance sigue siendo
positivo para el pueblo. Los niveles de combatividad se han cualificado y
cuantificado de mejor manera. La moral alta. La renovación por desplazamiento y
combate a las antiguas direcciones oportunistas del movimiento sindical,
popular, campesino e indígena es importante.
La consigna central de que solo
con organización y lucha se conquistan y defienden los derechos del pueblo
cobra más fuerza.
De otro lado, del
régimen fascista y del corporativismo reformista se evidencia debilidad, poco a
poco se ven rebasados por la creciente protesta y movilización popular.
Nuevas jornadas de
luchas se avecinan. De hecho, hay la propuesta por organizar una nueva
movilización que tenga el carácter ya no de un paro popular, sino de una huelga
nacional de organizaciones populares donde con toda seguridad las masas
remecerán las caducas estructuras del régimen y del Estado; donde no tenga
cabida la infiltración de actores políticos de la burguesía compradora que
permanentemente ha venido utilizando a dirigentes corruptos para permeabilizar
la lucha popular, y sobre todo, donde las reivindicaciones, consignas y
propósitos de lucha estén ajenos a la voracidad electoral de la dirigencia del
movimiento popular en general.
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