Los cuatros jinetes del fascismo criollo |
La República de Panamá pasa por una dramática situación económica y política como nunca antes en la historia del país. Situación signada por cambios traumáticos que ocurren en la superestructura política y estatal como en la base económica: el pasaje del viejo sistema de Estado, semifeudal y neocolonial, y del sistema de gobierno republicano representativo elitista y oligárquico hacia un sistema de poder burocrático, corporativista y de más abierta distribución de las cuotas de poder entre nuevas facciones de las clases dominantes. La remilitarización y la fascistización, ya indetenibles, velan el nacimiento y establecimiento de una III República oligárquica presidencialista, corporativista y neofascista.
Este sistema de poder, en proceso de implantación en nuestro país, no puede no desenvolverse por la senda de la concentración y centralización de todos los poderes en mano del Poder Ejecutivo, la violencia institucionalizada y la asupmción de medidas liberticidas, en fin del terrorismo de Estado y la conculcación de los derechos democráticos, sociales y laborales conquistados por las masas populares en dura lucha. La imposición abierta y terrorista de la dictadura de clase, de la facción más derechista y antinacional de los dominantes, una dictadura cívico-policial que choca duramente con la resistencia de las masas trabajadoras y de las masas populares.
Al calor de la profunda crisis económica y financiera mundial, manifestación que es de la entrada de la Crisis General del Sistema Capitalista Mundial en una nueva fase de su desenvolvimiento, y de la grave crisis estructural que padece desde hace mucho tiempo la sociedad semifeudal, neocolonial y capitalista compradora en nuestro país, vivimos la apertura de una crisis revolucionaria. Crisis revolucionaria que pone al día el dilema de Dictadura fascista abierta o Democracia Popular. Aquí, en Panamá, camaradas, sólo falta el detonante y la existencia de un fuerte Partido comunista que sepa sacar las conclusiones pertinente para que estalle una revolución política desembocante en revolución social.
Nuestro país, Panamá, situado en el área circumcaribe, de América Latina, funge de puente entre Centro y Suramérica. Es esa su peculiaridad esencial, ser un área sumamente estratégica, tanto para el imperialismo internacional, en general, y para la superpotencia imperialista estadounidense en particular. Precisamente, ésta Superpotencia de siempre lo ha utilizado como base estratégica para la realización de sus planes de expansión y hegemonía en todo el subcontinente latinoamericano. Hoy, como de siempre, Estados Unidos de Norte América la utiliza, una vez más, como rampa de desestabilización y agresión armada contra países y pueblos con Estados nacionales, democrático-burgueses y populistas de izquierda latinoamericanos, ya antiyanquistas o ya hasta cierto grado ya antiimperialistas.
Nuestro país es, uno más dentro de aquellos latinoamericanos, de escaso territorio de sólo ocho millones de hectáreas y escasamente poblados, según el Censo del 2000 somos 2, 839,177 habitantes. Con una población económicamente activa de 1, 814,927 (63.32%) y la población económicamente no activa redondeaba la cifra de 728,229 (25.04%). Según la misma fuente la población ocupada era de 942,024 (51.09%) y aquella desocupada totalizaba 144,574 (7.96%).
En una variación en 37 años de dicha población económicamente activa pasó de 631,627 (1963) a 1, 814,827 en el 2000. Es decir, conocimos una triplicación en el número (de 2.77%). Asimismo, la población económicamente activa ocupada pasó, en el mismo período, de 345,373 a 942,024 (se ha triplicado también); con relación aquella desocupada pasó de 21,395 a 144,574 (esto es, ¡se ha sextuplicado!). En cuanto a la clase trabajadora asalariada, si la consideramos en un sentido amplio, ella redondea la cifra de 612,303 y si la considerásemos en un sentido restringido serían 336,362. En tal sentido, contrariamente a lo que señalan algunos economistas políticos y teóricos reclamados “marxistas”, tendremos que un sexto de la población económicamente activa del país es numéricamente el núcleo de la clase proletaria panameña. Esto es, que la clase obrera en modo alguno va en vías de desaparecer u ocupa un rinconcito in-útil en la economía social.
Es interesante resaltar que, esto para la perspectiva de realización de la línea estratégica del Partido Comunista (Marxista-Leninista) de Panamá, ha habido una gran fluctuación en la estructura social de la clase obrera panameña: hoy día cuenta con una edad social de tres generaciones, pese a que se haya acrecido, en gran parte, con la afluencia de sectores campesinos y nacionalidades originarias forzados a migrar por los desalojos masivos y el acoso de los Grandes propietarios territoriales (Terratenientes ausentistas o no, monopolios agrícolas imperialistas y emigrantes provenientes principalmente de Estados Unidos de Norteamérica). Ellos llevando al seno de la nueva clase obrera un gran resentimiento, son la fuerza impulsora de su nueva radicalidad y combativilidad.
Si bien, bajo la política populista de derecha de la dictadura militar de los generales Torrijos, Paredes y Noriega –“tres generales que no hacen uno”, como lapidariamente ha dicho Augusto César Sandino estigmatizando a entorchados nicaragüenses de ingrata memoria para toda América Central- nuestro país conoció un boom sindical, con el surgimiento de más y nuevos sindicatos, éste fue un logro cuantitativo, pero no cualitativo. Dado que, dichos fenómeno social se debió a la suscripción de un pacto social entre la Alta Burocracia Sindical y los militares en función de gobierno. Fue una traición social a toda regla, ya que los Sindicatos perdieron su independencia orgánica, política e ideológica.
Crecieron los Sindicatos en número, pero sacrificando su capacidad de lucha y reforzando la esclavitud de los trabajadores. Los Mandos militares les utilizaban como masas de maniobra, controlaban su funcionamiento interno y les utilizaban como medios de presión contra los empresarios disidentes y contra la izquierda, en general. Es más, conscientemente la Alta y Mediana Burocracia sindical colaboracionista actuaban como una especie de “policía sindical” de control, espionaje y soplonería frente a los militantes sindicales de izquierda. Sobre los cuales abatieron toda una serie de medidas violatorias de la democracia sindical interna, expulsiones, agresiones físicas y denuncias ante los Servicios de Inteligencia de la Guardia Nacional.
Estas acciones y manipulaciones de la dictadura militar, en el seno del movimiento sindical y de la clase obrera, estaban encaminadas a impedir la articulación de una oposición obrera a los traidores Tratados canaleros, que se negociaban con el imperialismo, y a reforzar la dictadura de clase del capital comprador y burocrático. La dictadura militar con su demagogia nacionalista y populista de derecha, cubría de hecho la real dictadura de la gran burguesía y del imperialismo estadounidense sobre la sociedad panameña y el país.
Nuestro país, desde la fundación de la República canalera y bananera hasta la dictadura militar y después de ella, a hoy, ha estado bajo el dominio monopolista económico y político de un pequeño grupo del Gran Capital el cual, en la realidad 100 familias de origen europeo y que en la práctica hoy por su tradicional costumbre matrimonial endogámica se han reducido a una docena, resulta ser una conjunción de grandes terratenientes, compradores y burocráticos, y, caracterizado por su orfandad de sentido nacional alguno. Piensan y hablan como yanquis, “adoradores del modo de vida norteamericano” y sus sueños más deliciosos es poder residir permanentemente en un Penthouse en Miami o cualquier otra “cálida” ciudad estadounidense.
De ahí, siempre bajo la guía y beneplácito yanqui, se haya dotado de un reaccionario Estado clientelar, antidemocrático y antilatinoamericanista. Para decirlo más claramente, sin rubor alguno, de un Estado no-nacional, neocolonial, y en su sistema de gobierno una clásica República canalera y bananera, principalmente canalera. Como lo dijese una vez un Presidente de esta Republiqueta nuestra, “Panamá vive por y para los Estados Unidos”. Eso lo dice todo de la moral y la conciencia nacional de nuestras clases dominantes. Sobre sus cabezas vaya, pues, todo el ludibrio de los pueblos del mundo y de toda América; hasta tanto los revolucionarios proletarios, la clase obrera y las masas populares panameñas no laven, con la revolución política y social, tal afrenta a la dignidad nacional y a la soberanía nacional.
La realidad desnuda de la llamada economía “nacional” panameña es la de ser una prolongación de la economía estadounidense, perceptora de mercancías y de capitales, prestadora de servicios al gobierno de esa superpotencia, productora de materias primas y exportadora de capitales especulativo hacia el mercado financiero-industrial norteamericano. En otras palabras, para decirlo lo más brevemente posible, una economía neocolonial y parasitaria.
Otros dos rasgos, esencialmente, vienen a sumarse a la caracterización de esta economía bajo control monopólico del imperialismo estadounidense.
Uno, su carácter semifeudal, por la gran concentración de la tierra en manos del gran capital monopolista terrateniente y del gran capital monopolista comprador, enfrentados en pugna antagónica al minifundismo autoconsumista campesino y nacionalidades indígenas de subsistencia expulsados inmisericordemente de sus tradicionales medios de producción y de vida.
Dos, su carácter Protoindustrial. Este dominio del imperialismo norteamericano en el Istmo de Panamá ha tenido una doble incidencia en el desarrollo del capitalismo en nuestro país: Por un lado, el surgimiento y predominio de formas avanzadas de capitalismo (Monopolista de Estado en el Canal y zona adyacente al mismo y monopolista imperialista privado en áreas rurales y urbanas), a la que deberemos sumar el predominio hipertrófico del monopolismo capitalista burocrático- comprador resultado de la acción distorsionante del imperialismo estadounidense en el desarrollo de la economía del país.
Pese a la acción deformadora que ello implica para la economía del país, ello no ha podido impedir cierto grado de desarrollo del capitalismo nacional. Por cierto, un capitalismo industrial raquítico y bloqueado. Resulta así por su carácter dependiente (dependiente por su necesidad para su abastecimiento de medios de producción para la industria ligera de los monopolios y del mercado mundial norteamericano), rudimentario (artesanal-manufacturero y ausencia casi total de un mercado interno para su expansión), desproporcionado-inarmónico (además de, anarquía productiva, rendimiento por debajo de su capacidad real, baja tasa de acumulación de capital productivo, poca absorción de la mano de obra y sobreexplotación de los trabajadores ocupados, desvarío entre comercio e industria, entre agricultura e industria, entre el campo y la ciudad, aumento catastrófico del ejército de reserva y la “fuga de capitales”); a lo que es de agregarse la fragmentación del mercado interno –dos tercios del mismo en manos de los monopolios imperialistas, del capital monopolista burocrático-comprador y terrateniente; poco menos de un tercio al capital industrial nacional- y copamiento monopólico imperialista del mercado exterior (por parte de dicha superpotencia, Europa, Japón y de la China socialimperialista).
Este capital industrial nacional incipiente y, asimismo, explotador pugna desesperadamente por sobrevivir a un bajo la cruel y dura lucha de competencia y la asfixia financiera de los monopolios imperialistas y la burguesía burocrático-compradora de Panamá. Aunque sus representantes sociales y políticos, en su masa, se subordinan todavía hoy a aquellos y se espantan de sólo oír la palabra revolución o cambio revolucionario. Toda su fe la pone a los cambios que pudiesen venir “desde arriba”, desde el Estado oligárquico-imperialista. Pero, la situación comienza a cambiar, y no sólo por los aires del populismo de izquierda que viene de Sudamérica, sino que otro factor, sorpresivo para ella, resulta ser el nuevo irrumpir en masas de la clase obrera panameña.
Como resultado de la reaccionaria ofensiva general y concéntrica desatada por el gran capital comprador y burocrático contra las condiciones de trabajo y de vida de las masas trabajadoras en las dos últimas décadas el país ha estado viviendo una nueva y dramática página de la historia social, como nunca antes vista de la era republicana.
De pronto, como consecuencia de la crisis económica global y la dramática profundización de la crisis económico-política permanente, la que por muchas décadas ha estado resquebrajando el orden político y social regentado por la fracción de la burguesía compradora, la relativa estabilidad con que la gran burguesía venía espoliando a las masas trabajadoras se ha ido a pique definitivamente. La clase obrera, que daban por descontada y había casi desaparecido de la escena social y política en este país, se ha puesto de pie. Movilizaciones, abarcantes hasta 20 mil demostrantes e incluso extendidas a todas las provincias del país, marcan un salto, cuantitativo y aunque no cualitativo. Esto dada la ausencia de un Partido Comunista revolucionario, fuerte en la ideología marxista-leninista- maoísta y con ligazón permanente en las organizaciones reivindicativas espontáneas de las masas trabajadoras y masas populares, se haya propiciado una cierta influencia en estas movilizaciones y luchas reivindicativas de entidades orgánicas pequeñoburguesas reformistas de izquierda y que hacen recurso de una fraseología “marxista” y “leninistas”. Lo que no ha sido óbice para que se haya dado el repunte de la clase obrera, como la parte más activa del movimiento de resistencia. Lo que a abierto un episodio nuevo en la historia social del país. Huelgas sindicales y lucha callejeras contra las fuerzas del orden, inclusive en centros donde están prohibidas por ley, son cada vez más frecuentes.
Al calor de estas luchas obreras, por ahora reivindicativas y espontáneas, se movilizan y luchan otros sectores sociales antes marcadas por el inmovilismo y el modo de pensar burgués (pacifismo, espera de la buena disposición de empresarios y del gobierno, legalismo, recursos a métodos no violentos de lucha y tributo pagado a los prejuicios anticomunistas, etc.). Las masas originarias en defensa de sus áreas comarcales, contra las minerías, los embalses y el deterioro del medio ambiente; los educadores bastante radicalizados, médicos, empleados públicos. Todo ello bajo el impulso del ejemplo de los proletarios en lucha, en la cual un papel de avanzada cumplen los obreros de la construcción, lo cuales se van convirtiendo en un referente y punto de convergencia unitaria.
Con la particularidad, cabe remarcar, que las campañas anticomunistas han sido neutralizadas y rechazadas por las masas en lucha. Poco a poco se van abriendo las perspectivas de convertir estas luchas reivindicativas y economicistas en lucha política revolucionaria de masas. Para impedir eso, además para entrabar las masas en lucha se vuelque a las ideas del comunismo revolucionario, algunas Organizaciones de “izquierda” asumiendo posiciones del anticomunismo moderno, el anti-maoísmo más rabioso, se han unido a la campaña de “cerco y aniquilamiento político” del comunismo marxista-leninista-maoísta panameño de la gran burguesía y del imperialismo norteamericano. Contra nuestro partido, el Partido Comunista (Marxista-Leninista) de Panamá, se vuelcan las sucias calumnias, ataques, injurias, agresiones físicas a nuestros militantes, objetivamente se ha formado un Frente unido antirrevolucionario de viejos revisionistas (Partido del Pueblo) y revisionistas postmodernos (con a la cabeza el Movimiento de Liberación Nacional-29 de noviembre).
En estas condiciones de la lucha social en Panamá, las clases explotadoras y sus sucesivos gobiernos, postinvasión, se han visto obligados a hacer mayor y más abierto recurso a la violencia del Estado y a la represión policiaca. En ello recurriendo al asesinato selectivo, a la utilización de sicarios y desatando medidas persecutorias judiciarias contra los dirigentes y organismos sindicales. Toda acción de masas, por legales y pacíficas que sean, es enfrentada por el gobierno con detenciones en masas e indiscriminadas. Alcanzándose las altas cifras de 100 y 300 detenidos en un solo día, algo nunca visto en Panamá hasta la fecha. Asimismo, la represión alcanza niveles extraordinarios, disparando los gendarmes a altura de hombro e indiscriminadamente, las torturas y violaciones de los derechos humanos en las cárceles son cada vez más pan de cada día. La cosa es sembrar terror entre la población y las masas en luchas.
Cada vez más se toman nuevas y mayores medidas liberticidas: penalización de la protesta social (con penas de hasta 4 años), condenas de menores de edad como si fueran adultos, liquidación del derecho de huelga, desmantelamiento desvergonzado de la Caja del Seguro Social y malversación descarada de los fondos sociales acumulados a través de dicha institución como arma de presión contra la misma población trabajadora; se propalan sucias injurias racistas contra los obreros organizados y las masas de pobladores indígenas y afroistmeños, como armas de provocación y justificadoras de esta política represora. Búsqueda de la destrucción de los sindicatos, vanificación de las convenciones colectivas, liquidación de la jornada de 8 horas, entre otras muchas medidas.
Como pueden ver, estimados camaradas, estamos de cara a un recrudecimiento de la reaccionaria ofensiva general y concéntrica que tiene como mira los sindicatos y a la clase obrera. Aplastar a la clase obrera, causarle una sangría y de ese modo hacerla retroceder y disolverla como única fuerza social que puede encabezar el pasaje de la Defensa a una Contraofensiva popular.
Pero, no sólo. Este designio político de los dominantes contra la clase obrera, el causarle una sangría y liquidar a sus elementos más combativos mira, por otro lado el liquidar cualquier vestigio de las libertades democráticas, viabilizar la estabilidad de la recién instalada dictadura fascista del neoDuce Martinelli y el dar curso libre al pasaje del país del un capitalismo comprador semifeudal al capitalismo burocrático neocolonial.
Este nuevo viraje hacia el capitalismo burocrático, impulsado por la facción pro-europea de la gran burguesía, busca sustentarse en la remilitarización de la Nueva Guardia Nacional y la neofascistización del país, no puede no provocar desaveniencias, divergencias y pugnas con la facción pro-norteamericana (los Galindo, Navarros y los jerarcas de la cúpula del PRD). Contradicciones y pugnas en el seno de las clases dominantes, entre los pro-europeos y los pro-yanquis, que inexorablemente se irán agudizando con la pretensión del neoDuce Martinelli de imponer una III Gran Reforma del Estado oligárquico y una III República con un más marcado signo personalista de la gestión pública, un mayor acentuamiento del corporativismo y abierta dictadura neofascista.
La dictadura fascista abierta en Panamá es una realidad política y una amenaza actuante. Los comunistas (Marxista-Leninistas) de Panamá, como nuestros hermanos proletarios revolucionarios de todos los países en esta época del imperialismo y de la revolución proletaria, somos los más firme y consecuentes luchadores antifascistas. Con tiempo hemos llamado a la alerta antifascista, a la forja de un amplio Frente de liberación Popular antifascista, anticapitalista burocrático y antiimperialista. Con tal fin, hemos hecho todo lo posible, hemos hecho todas las concesiones políticas para el logro de tal fin; iniciados contactos y debates para la búsqueda de la unidad de acción de todos los Partidos y Organizaciones reclamadas de izquierda marxista. Hemos sido impulsores en la promoción de la Mesa de Encuentro de la Izquierda, una entidad en búsqueda de esa necesaria unidad de acción de las fuerzas políticas marxistas, marxista-leninistas de la segunda etapa y marxistas-leninistas- maoístas. Pero, no está de más el señalar que la única entidad política que ha respondido positiva y consecuentemente, a éste nuestro llamado, ha sido el Movimiento Democrático Popular.
De cara a éste, nuestro llamado de alerta antifascista y por la constitución del Frente antifascista, cabe consignar que ha dominado el sectarismo ideológico, la miopía política y el oportunismo electoralista. Pero, sobre todo el más vulgar anticomunismo maoísta. Arguyéndose nuestra pequeña dimensión, nuestro relativo aislamiento de las masas, nuestro carácter violentista, el que queremos fagotizar y subordinar a los otros Partidos y Organizaciones de izquierda, nuestra actitud extraparlamentaria y antielectoralista, etc. En realidad, ellos han puesto toda su fe y subordinado su línea en un supuesto espíritu democratizador existente en el régimen del neoDuce Martinelli.
Ellos niegan la existencia del fascismo en el poder gubernamental hoy día, cuando nosotros hemos afirmado y reafirmado que Ricardo Martinelli da al país un rostro fascista. Ellos convocan y esperan un cambio democratizador desde “arriba”, con la esperanza que se les permitirá incidir determinantemente en las reformas constitucionales, institucionales y del Código electoral. Cuando nosotros comunistas (marxista-leninistas) convocamos a la conquista de la democracia, el derrocamiento revolucionario del actual régimen oligárquico-fascista.
Ellos ponen sus esperanzas e ilusiones constitucionalistas en la formación de partidos obreros y populares legales, amplios y participativos. Cuando nosotros proclamamos la urgencia de la ruptura de la paz social y de la paz civil, como medio necesario para impedir la ruptura de orden constitucional por la derecha fascista y golpista;
Ellos convocan a la constitución de una “constituyente originaria” con la cual se “refunde al Estado” semifeudal. Nosotros proclamamos la urgencia de la liquidación revolucionaria del actual sistema de poder oligárquico, la constitución de un Gobierno provisional revolucionario y la inmediata convocatoria a elecciones de una Asamblea Constituyente con plenos poderes y refrendadora de la nueva república democrática popular.
Ellos propugnan por la creación de diversos partidos obreros, interclasistas y pluriideológicos. Nosotros no negamos puedan existir varios partidos que se reclamen obreros por su clientela, pero si planteamos que sólo puede existir un Partido comunista, que este está ya en construcción, que aunque por ahora sea de pequeña dimensión numérica históricamente es el destacamento de vanguardia de la clase proletaria y, en un futuro no lejano, devenga en la fuerza dirigente en la revolución de nueva democracia y construcción de la sociedad democrático-popular y, ulteriormente, de la revolución y construcción socialista en Panamá.
¡Viva la República Mundial del Trabajo!
¡Gloria y éxitos en la construcción del Partido Comunista Marxista Leninista Mundial!
¡Cien años de éxitos al Marxismo-Leninismo-Pensamiento de Mao Tse-tung!
¡Que la bandera roja de la Conferencia Internacional de Partidos Y Organizaciones Marxistas-Leninistas flamee radiante en todo el mundo!