LA GRAN REVOLUCION CULTURAL PROLETARIA.
Corrían los años de la década 60 y la China Popular parecía férreamente vinculada a las bases teóricas del marxismo-leninismo. Empero todo era engañoso. En realidad, detrás de Mao, la dirección del Partido y del Estado chinos ya había sido usurpada por una camarilla derechista y revisionista muy parecida a la soviética de Jruschov. Liu Shao-chi y Teng Siao-ping, dirigían China con el criterio de que todo era una taza de leche, pero, en verdad, una poderosa capa burocrática insensible había sentado sus reales en los puntos claves de la formación social socialista china.
Tal como afirmó siempre Mao, la lucha de clases no desaparece en la sociedad socialista y lo que ocurre es que cambia de formas apareciendo en la cima misma del Estado y del Partido. En efecto, la República Popular China y el Partido Comunista Chino, dirigidos por Liu Shao-chi y Teng Siao-ping, intentaban solidificar las estructuras burocráticas separándose cada vez más de las amplias masas populares e imponiéndoles directivas del modo más autoritario y vertical. Pero no era solamente un problema administrativo, en realidad, los “burócratas” constituían un grupo revisionista y restaurador de las diferencias de clase. Sutilmente se oponían a Mao y hablaban a media voz del “culto a la personalidad de Mao” y otras cosas semejantes.
Estalló la GRCP cuando aparecieron críticas punzantes contra determinadas obras teatrales que en forma simbólica atacaban la política en torno a las Comunas Populares, el Gran Salto Adelante y otras medidas.
«Mao y la revolución cultural proletaria tienen el objetivo no sólo de liquidar totalmente las viejas ideologías, la vieja cultura y los viejos hábitos y costumbres, engendrados todos por las clases explotadoras en el curso milenario de la historia para envenenar al pueblo, sino también de crear y formar entre las amplias masas populares una ideología, cultura, hábitos y costumbres, totalmente nuevos, vale decir, del proletariado. Esta gran tarea, de transformar hábitos y costumbres, carece de precedentes en la historia humana. Es indispensable efectuar, con la concepción proletaria del mundo, la crítica sistemática de todos los legados, hábitos y costumbres de la clase feudal y la burguesía......» (33)
Al principio, las críticas tenían un carácter general y el enemigo no aparecía. Los artículos sobre todo se referían a asuntos de la teoría, por ejemplo: la lucha de clases en el terreno ideológico, el carácter de las contradicciones en la sociedad socialista, el revisionismo en el seno del Partido, y finalmente, quizá el más importante: la transformación del alma misma de la gente.
Poco a poco, una grandiosa polémica se extendió por toda China, los DATZIBAOS, o periodismo mural de características chinas, comenzaron a invadir los muros y paredes de todas las ciudades, aldeas y el campo chino. Todo estaba sometido a la crítica despiadada de las masas. Nada era intocable y comenzaron a temblar los cimientos y las estructuras del Partido y el Estado chinos. La primera "víctima" fue el alcalde de Pekín, Peng Cheng. Los propios organismos partidarios eran desconocidos por las bases cuando eran acusados de burocratismo y de oponerse a las masas.
Los remplazaban los “comités revolucionarios" elegidos directamente según el modelo de la Comuna de París.
Al frente de la Revolución Cultural apareció Mao estimulando y aplaudiendo la actividad de las masas. Los criticados pretendían eludir sus responsabilidades levantando también la bandera del “Pensamiento de Mao", sin embargo, esta táctica confundía solamente a los observadores superficiales y extranjeros que no podían calar hondo en las raíces de la revolución cultural, a la cual veían como un horroroso monstruo que se come todo y no respeta nada.
Desde un punto de vista teórico, Mao, a través de la Revolución Cultural, pretendía revolucionalizar la sobre-estructura de la formación social china, pues está probado que el cambio de la base económica, la transformación radical y profunda del nivel económico, es decir de las relaciones sociales de producción, no provoca cambios inmediatos en la sobre-estructura. En realidad, ésta última permanece muy fuerte y puede volcarse decididamente e retrotraer los cambios de la base. Las viejas costumbres e ideas arraigadas pueden volver, y en efecto vuelven, revestidas con ropaje “revolucionario” provocando una verdadera y auténtica restauración.
El Partido, considerado un fin en si mismo, había sido idealizado ya en China, como lo fue en la Unión Soviética, y nadie podía poner en duda su infalibilidad. Mao, demostró que el Partido solamente es tal, si no pierde contacto con las masas populares y las sabe interpretar correctamente en cada período de la revolución, sea antes o después de la toma de poder. Los criterios de la Revolución Cultural fueron aclarándose paulatinamente y la critica indiferenciada y a veces difusa fue cobrando profundidad y certeza.
Casi todos los líderes históricos fueron sometidos a una severa crítica. Liu Shao-chi, uno de los principales burócratas fue despojado de sus cargos y sometido a la reeducación. Teng Siao-ping, fue separado de la Secretaría General del Partido y bajado a las bases. Chou En-lai, primer ministro, fue también criticado aunque se le respetaron sus altos cargos, Peng Cheng, alcalde de Pekín, fue echado de sus cargos en el Estado y el Partido. La fracción revolucionaria del Partido surgió liderada por Chang Ching, esposa de Mao y dirigente de los comités revolucionarios, Lin Piao, jefe del ejército y propulsor de la publicación millonaria de la obra de Mao, Yao Wen-yuen, el joven organizador de la Comuna de Shangai y Chan Chung-chiao, el mejor ideólogo del grupo posteriormente llamado la “banda de los 4".
Lo más importante, fuera del ya analizado problema del verdadero carácter de la revolución cultural, es el metodológico, pues, por primera vez en la historia universal, las más amplias masas populares participaban activamente en la resolución de los problemas a todo nivel. Las “autoridades” habían perdido sus prerrogativas y tenían que discutir con las bases, trátese de una empresa, una fábrica, o cualquier repartición del Estado, la Universidad, etc., etc.
La tierra se movía y nada parecía tener estabilidad. Mao decía que:
« El árbol preferiría la calma, pero el viento no se aplaca….
Al reconocer que, en el desarrollo de la historia en su conjunto, es lo material lo que determina lo espiritual y el ser social el que determina la conciencia social, también reconocemos y debemos reconocer la reacción de lo espiritual sobre lo material, la reacción de la conciencia social sobre el ser social y la reacción de la SUPERESTRUCTURA SOBRE LA BASE ECONOMICA. ....» (34)
La dialéctica maoísta demostraba cuán hondo había calado en la comprensión de los fenómenos sociales de la revolución y la construcción socialista. Su insistencia en llevar la lucha de clases al seno mismo del Partido, escandalizó a los “marxistas” apoltronados y mecánicos que sueñan con un partido sin contradicciones y monolítico.
Durante los años de 1966, 1967, 1968 y 1969, la Revolución Cultural Proletaria rugió vigorosamente en China, mostrando la capacidad de las masas populares para vivificar la revolución e impedir su burocratización, sin embargo, en el exterior, los críticos que no entendían nada de nada en torno a tan gigantesco acontecimiento de carácter histórico, se dedicaban a denigrar y calumniar el movimiento inédito.
La prensa internacional occidental capitalista, se unió en fraternal abrazo con la prensa revisionista soviética para atacar la Revolución Cultural. Como siempre, haciendo gala de una superficialidad y un simplismo sin límites, relataban supuestas “atrocidades” de los guardias rojos. Se decía, por ejemplo, que en China se "perseguía" a los intelectuales, se destruía la cultura occidental, se "proscribía" a Beethoven, a Bach, a Shakespeare, a Cervantes, etc., etc. Se describía a los jóvenes guardias rojos, como pequeños y feroces monstruos que lo destruían todo.
En realidad de verdad, hubieron muchos excesos y se cometieron muchas injusticias y errores, presumiblemente se exageró muchas veces en la crítica y en los métodos empleados, pero todo esto carece de significación frente a la importancia histórica de semejante movilización millonaria de masas hacia la toma de conciencia. Nadie, mucho menos sus propulsores, querían que las masas campesinas y juveniles destrozaran algunas cosas, pero en realidad, esas cosas son mucho menos importantes que la búsqueda de los caminos hacia la verdadera liberación y la auténtica construcción socialista.
Todo el mundo mostraba preocupación en torno a la Revolución Cultural y parecía que ésta no concluiría nunca. Poco a poco, la "tormenta" comenzó a amainar y se fue institucionalizando nuevamente una determinada dirección que, con Chou En-lai a la cabeza, combatía de modo bastante disimulado todos los logros del movimiento. Ya hemos dicho que los principales blancos de la revolución cultural fueron el presidente de la república Liu Shao-chi y el secretario general del Partido Teng Siao-ping. Fuera de ellos también fueron criticados el viejo y legendario comandante Chu Teh, el primer ministro Chou En-lai surgiendo como poderoso número dos, el ministro de defensa Lin Piao.
Precisamente Lin Piao, fue nombrado comandante general de le revolución cultural y oficialmente fue designado sucesor del Presidente Mao en la dirección de la revolución china. Lin se dedicó a una recopilación de las “CITAS DEL PRESIDENTE MAO” que fueron publicadas por miles de millones. Seguramente el pequeño y llamativo libro rojo fue la publicación más grande que se hizo de libro alguno en la historia de la humanidad, superando muy de lejos en cantidad a las obras de Lenin y a la propia Biblia.
Sin embargo, la fuerza interior de la Revolución Cultural fue paulatinamente perdiendo intensidad y los llamados a la calma y al orden aparecieron con más frecuencia en la prensa china. Súbitamente, en 1971, se supo que Lin Piao, el conductor ejecutivo de la Revolución Cultural había fallecido en un accidente de aviación cuando trataba de escapar de China después de un supuesto fracaso de su tentativa de "asesinar” a Mao y apoderarse del poder. El caso Lin Piao, es, a no dudarlo, muy oscuro y difuso. Durante su apogeo Lin había escrito un artículo teórico cuyo título era: «¡VIVA EL TRIUNFO DE LA GUERRA POPULAR!», que sin duda alguna es un aporte muy significativo y valioso a la estrategia mundial de la revolución y que cuando pase la fobia de la actual dirección china contra todos los que participaron o dirigieron la revolución cultural, podrá ser evaluado con toda equidad.
Muerto Lin, se desató el llamado movimiento de “Crítica a Lin y a Confucio", el mismo que bajo la égida de Chou En-lai comenzó a fustigar, primera tenuemente y después francamente la revolución cultural. Mao Tse-tung, según sabemos se encontraba ya muy enfermo y había escrito el quinto tomo de sus Obras Escogidas, en el cual afirmaba con mucha claridad que a su muerte la contrarrevolución triunfaría en China casi irremisiblemente y que él no veía la fuerza que podría contener esa tendencia dominante ya en esos precisos momentos.
La historia de China actual será motivo de análisis en el capítulo cuarto de este trabajo, por ello mismo concluimos esta parte, con un criterio conciso en torno a la Revolución Cultural Proletaria China, como uno de los más grandes aportes del pensamiento de Mao Tse-tung a la teoría de la continuación de la dictadura proletaria en el período de la construcción socialista.
La Revolución de Octubre en la Rusia Zarista, fue la primera experiencia de transformación profunda de la estructura social y económica de una formación social, lo que vendría después no alteró en lo más mínimo la significación mundial e histórica de dicho acontecimiento. La Revolución Cultural Proletaria en China es, a su vez, el primer intento victorioso, en el momento, de transformar sustancialmente la superestructura de la formación social que, como podemos ver en todas las revoluciones, no se transforma mecánica ni automáticamente como reflejo de las transformaciones infraestructurales.
Es pues un error muy grande creer que, como se han cambiado las relaciones de producción aboliendo las de tipo capitalista, toda el complejo andamiaje superestructural también se transformará en vista de la determinación en última instancia del nivel económico. Por ello mismo, algún artículo de la prensa china de esa época diría:
«Debemos atribuir gran importancia al papel de la ideología, al papel de la ideología socialista, al papel del marxismo-leninismo y del pensamiento de Mao Tse-tung. Para nosotros, los comunistas, es materialismo vulgar o mecanicista no conceder a la ideología toda la importancia que le corresponde: tenemos que avivar el entusiasmo del pueblo y ensanchar sus horizontes hacia el porvenir con el gran pensamiento de Mao Tse-tung y con nuestra gran causa justa, para que marche incontenible hacia delante...
Librándose de la influencia milenaria de las tradiciones y de la fuerza de la costumbre provenientes de todas las clases explotadoras, así como de la influencia del imperialismo y obteniendo su emancipación, el pueblo chino representará una poderosa fuerza y ejercerá una influencia extraordinaria....» (35)
Toda revolución, pues, si quiere efectivamente transformar la sociedad de modo radical y evitar restauraciones, tiene NECESARIAMENTE que encarar muy seriamente la transformación de la superestructura y en especial del nivel ideológico. Ninguna transformación social o económica puede perdurar si no se han cambiado profundamente las ideas, las costumbres, los hábitos y la manera de pensar y sentir de los hombres. Si no se transforma radicalmente el alma misma de los hombres, estos volverán a encontrar la forma y la manera de reimplantar nuevamente sistemas opresores y de explotación basándose en los prestigios y autoridad que se gano en el proceso revolucionario de transformación.
Así, pues, convirtiendo al hombre en un comunista en el sentido más cabal de la expresión, se evitará su degeneración, su burocratización, su alejamiento de las aspiraciones del pueblo y finalmente su conversión en un nuevo enemigo de los derechos populares. Únicamente completando una tras otra sucesivas revoluciones culturales en los países verdaderamente socialistas, se evitará que los grandes sacrificios y la sangre derramada, NO SEA EN VANO.
(Apartado correspondiente de la Obra Revolución y Socialismo, de Jorge Echazú Alvarado)
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