por: Quibian Gaytan
“Reina del hogar”, “madre y maestra de los hijos”, “la mujer para la casa, los hombres para la calle”, “derechos de la mujer” y como decimoprimer mandamiento “asegurarle el 30% de los puestos en los partidos políticos, en el gobierno y en las instituciones estatales”. Son los ditirambos y ramilletes de flores que riegan en abundancias clericales ultramontanas, liberales, fascistas, revisionistas modernas y postmoderno, para adormecer y mantener quietas a las mujeres.
La cruda realidad: rebajadas a objetos sexuales de la lujuria de los macho-hombres; incubadoras de la naciente prole; remendonas y planchadoras, cocineras y lavaplatos, en fin, dadoras de trabajo gratuito como esclavas domésticas; son el grueso de la masa de desocupados, envilecidas y embrutecidas por trabajos extenuantes y pésimamente remunerados en talleres y empresas capitalistas. Subordinación al hombre, esclavitud doméstica y esclavitud asalariada al capital es la real situación de la mujer en la imperante sociedad, semifeudal, neocolonial y capitalista burocrática-compradora.
Que dura y degradante es la situación de la mujer en las condiciones de la sociedad de clases. En sociedades en que una parte, la minoría, explota y oprime a la otra parte, la mayoría. Y en esa mayoría explotada y oprimida, ocupando lugar central, hace parte la mujer.
Degradada en su condición humana, discriminada social y políticamente y sobreexplotada por más de 10 mil años, paradoja de la historia, sólo con el advenimiento de la moderna sociedad capitalista es cuando la resolución de la cuestión de la emancipación de la mujer del infamante yugo que avergüenza al hombre es puesta al día.
No es de sorprender, pues, el hecho de que la mujer se haya puesto de pie y busque romper esas cadenas. Desde muy joven la mujer, masivamente en nuestra época, ya estudiante, obrera, campesina o profesional, padeciéndola en carne viva, se rebela. Rebelión esta, cargada de idealismo moral, de subjetivismo como estadio primario de lo consciente, en que toma partido por el cambio radical en su situación, por la revolución. Pero, y nunca falta un pero, en tal fase de su compromiso social y político entra en contacto orgánico ya con la asociación política estudiantil, ya con el sindicato, o la liga campesina o con uno de los muchos partidos políticos proclamados de “izquierda”, dentro de los cuales se ve siempre relegada a segundo plano: a desempeñar el papel de “bulto”, a vendedora de boletos de financiamiento para la Organización, ser organizadora de fiestas o contemplarse reducida a ser objeto de “trabajo político sexual” de un cualesquiera pelafustán hacedor de frases ultrarrevolucionaristas. Más aun si en la Organización alcanza a desempeñar un cargo ejecutivo de alto rango, se ve convertida en pobre títere de los grupos internos de poder en pugna.
En fin, descorazonada, llega al convencimiento que dichos Organismos de masas y/o dichos partidos reclamados de “izquierda revolucionaria” reproducen, a lo interno, la misma discriminación y degradación imperante en la sociedad con la que han roto, se oponen y combaten. Ella justamente se siente burlada, embaucada y violada en su intimidad moral.
Llegada a este momento de frustramiento en su vida intelectual y política, inevitablemente, a de preguntarse ¿Qué debo hacer? ¿Abandonar todo ideal emancipa torio y recluirme dentro de las cuatro paredes del hogar? ¿Convertirme en feminista burguesa o pequeñoburguesa y reconciliarme con el sistema? ¿Acaso, organizarse en un propio partido revolucionario de mujeres? O quizás ¿hacerse parte, como integrante del ejército revolucionario de mujeres, miembra activa y consciente, en igualdad de condiciones, del Partido proletario revolucionario y de la lucha por la emancipación social de la humanidad trabajadora y de mí país?
En mí opinión toca a la misma mujer, luego de someterse a un integral proceso de rectificación crítica y autocrítica, basada una mayor comprensión y estudio de la ciencia de la revolución, el Marxismo-Leninismo, hoy Maoísmo, purgando así su modo de pensar moralizante y pequeño burgués y transformándolo en un científico modo de pensar revolucionario proletario, dar respuesta a dichas interrogantes. A condición, además, de que persista en el compromiso de no abandonar la senda de la revolución social y de mantenerse junto al pueblo y su lucha liberadora. Con la convicción de que si quiere ser emancipada, entonces debe redoblar su confianza en el Marxismo-Leninismo, hoy Maoísmo, su confianza en la inevitabilidad de la victoria de la revolución socialista, su confianza en la capacidad revolucionaria de la clase obrera, su confianza en el Partido revolucionario proletario y su confianza, finalmente, en sí misma.
Sobre todo, hay que estar convencido o convencida de que la revolución, en cualesquiera de sus distintas etapas desarrollo en que se halle, no alcanzará a triunfar, ni tan siquiera a estallar, si la mujer no la ayuda a nacer y a vencer; si ella no se decide a empuñar el fusil contra los enemigos del pueblo, la oligarquía, el capitalismo y el imperialismo. Sobre la justeza de ésta convocatoria nuestra dirigida a la mujer a justivalorar su papel de primer plano en la revolución, el camarada Mao Tse-tung gran revolucionario proletario y Líder del pueblo chino individualizando en ella a escrito,
“La mujer representa la mitad del pueblo. La condición económica de las trabajadoras, el hecho que ellas sufran particularmente de la opresión prueba no solo que la mujer tiene urgente necesidad de la revolución, si no también que ellas constituyen una fuerza decisiva para la victoria de la revolución”.
Y este llamado del Presidente Mao para que la mujer sumase sus fuerzas a aquellas de la revolución, así como todas sus obras y acciones sobre la cuestión de la mujer, se encuentra en plena onda y continuidad con aquellas de los otros Grandes Maestros del Proletariado Mundial (Marx, Engels, Lenin y Stalin). El ha tenido plena confianza y aplicado con coherencia el modo de pensar, de ver y de actuar proletario revolucionario de frente a la temática de la emancipación de la mujer, esto es del papel y las tareas de la mujer en la revolución.
Esta lucha, desde el surgimiento del socialismo científico, ha sido considerada por los Maestros como de fundamental importancia estratégica sea para el movimiento de la mujer que para todo el movimiento obrero. En efecto, Carlos Marx valorando esta cuestión de la emancipación de la mujer ha remarcado que, “el nivel de emancipación de la mujer es la medida natural de la emancipación general”. Afirmando con ello que, precisamente, la correcta y justa solución de ésta cuestión se encuentra en su entrelazamiento con la cuestión más general de la victoria del proletariado sobre la burguesía y con el triunfo del socialismo sobre el capitalismo.
Alrededor de esta cuestión del entrelazamiento y solución de la emancipación femenina y la revolución socialista –la necesidad de la toma del poder del Estado, la inevitabilidad de la violencia revolucionaria, de la dictadura del proletariado bajo la guía de un Partido marxista-leninista revolucionario, etc.- es que se han escenificado las más ásperas luchas ideológicas y políticas entre las dos líneas en el seno del Movimiento obrero y comunista. Marx y Engels primero, Lenin y Stalin después, y finalmente Mao han debido sostener duras batallas en los planos ideológico, político, estratégico y táctico contra teorías oportunistas, reformistas, revisionistas, trotskistas y feministas pequeñoburguesas que han intentado desviar al Movimiento de la mujer de la justa senda.
Los comunistas (marxista-leninistas) y los oportunistas de derecha y de “izquierda” se han confrontado y continúan confrontándose alrededor de tres cuestiones claves en esta problemática:-
1.- SOBRE EL ORIGEN DE LA ESCLAVITUD DE LA MUJER
El que los revolucionarios proletarios y las revolucionarias proletarias comprendan esta cuestión, del origen de la esclavitud de la mujer, reviste una importancia decisiva para cómo resorverla y el qué hacer para liberarla.
Marx y Engels, y es su contribución más brillante a la cuestión que tanto dolores de cabeza ha ocasionado a sociólogos y etnólogos burgueses, a través de profundos estudios científicos han alcanzado a individualizar que la opresión de la mujer tiene su origen en el nacimiento de la propiedad privada y, en consecuencia, en la división de la sociedad, postrimería de la llamada de la comunidad primitiva, en clases sociales con intereses contradictorios antagónicos y en lucha irreconciliable. Además, subrayado que la opresión de la mujer ha cambiado, peo siempre guardando su retrogrado contenido, con el transcurrir de la historia de dicha sociedad clasista, gracias al paso del poder de una clase explotadora a otra: de aquella esclavista a la feudal, de la feudal a la capitalista actual.
Sobre esto del origen de la esclavitud de la mujer quisiera llamar la atención sobre ese magnifico pasaje de la obra de Federico Engels EL ORIGEN DE LA FAMILIA, LA PROPIEDAD PRIVADA Y DEL ESTADO, que aparece en las páginas 512-514 , y que a la letra dice, “… las riquezas, a medida que iban aumentando, daban, por una parte, al hombre una posición más importante que a la mujer en la familia y, por otra parte, hacían que naciera en él la aspiración de valerse de esta ventaja para modificar en provecho de sus hijos el orden de herencia establecido. Pero esto no podía hacerse mientras permaneciera vigente la filiación según el derecho materno. Este tenía que ser abolido, y lo fue… Esa revolución –una de las más profundas que la humanidad ha conocido- no tuvo necesidad de tocar ni un solo de los miembros vivos de la gens… El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción. Esta baja condición de la mujer… ha sido gradualmente retocada, disimulada y, en ciertos sitios, hasta revestida de formas más suaves, pero no, ni mucho menos, abolida.” (C. Marx y F. Engels, O. E., Editorial Progreso. Moscú).
La burguesía, la clase económica y políticamente dominante en el capitalismo, no sólo no ha eliminado el estado de sujeción y de inferioridad de la mujer, heredado de las anteriores formaciones sociales explotadoras, sino que le ha agregado a aquella esclavitud doméstica la esclavitud asalariada.
La mujer para la burguesía representa no sólo un precioso recurso de mano de obra al cual recurrir cuando le es necesario en período de expansión industrial y de “forzar a retornar a casa” cuando la economía se contrae, sino que también un mecanismo de paralización y retroceso del movimiento de subida de los salarios obreros. Ellas suplen para toda las necesidades domésticas y familiares, como bien de uso y disfrute del obrero, permitiendo así a la Fuerza de trabajo masculina de regenerarse, de recuperar sus energías consumidas y continuar produciendo ganancias para el capitalista. Más aun la mujer tiene la tarea de reproducir los hijos del trabajador de modo, existente el capitalismo, de suplir a éste de más y nuevas fuerzas de trabajo que sustituyan a los obreros desgastados y envejecidos, posibilitando así la perpetuación al infinito la explotación del hombre por el hombre. Asimismo, la mujer representa un beneficio suplementario para los capitalistas y terratenientes que por medio de su esclavitud doméstica les libra de tener que invertir en los sectores mal llamados “improductivos”, improductivos porque no les procuran una ganancia suplementaria como lo son los servicios públicos y sociales.
De ahí que las clases dominantes necesiten crearse una sobreestructura moral, cultural e ideológica ampliamente ramificada, portadora de principios oscurantistas, reaccionarios y anti-femeniles como son la subordinación al hombre como condición natural, su función maternal y familiar primaria como asignación divina, el matrimonio indisoluble, la familia como centro de sus relaciones humanas, sociales y afectivas.
El marxismo, pues, ha individualizado y sometido a férreo ataque a la doctrina, liberal burguesa y clerical-fascista, que no es la sobreestructura ideológica, cultural y moral o la llamada “sociedad machista”, si no la existencia de la propiedad privada y la explotación del hombre por el hombre los que determinan la esclavitud de la mujer.
2.- LA RELACION DE CLASE Y LA RELACION DE SEXO
Al contrario de cuanto afirman sobretodo las feministas pequeñoburguesas, pero también la pandilla comuno-policíaca dirigente del Partido del pueblo (“comunistas” de palabra y agentes policíacos de la dictadura militar en los hechos), los 5 Maestros del proletariado jamás han negado o subvalorado la existencia de la contradicción hombre-mujer en la sociedad y más explícitamente la opresión de la segunda por el primero. Nadie como ellos ha sido el más tenaz sostenedor de la paridad e igualdad del hombre y la mujer en la familia, en el trabajo y en la sociedad.
En esa línea ellos han combatido, empero, contra las teorías liberal burguesa y feministas que aseveran que la contradicción hombre-mujer es principal con relación a aquella entre la clase obrera y los capitalistas.
Marx y Engels han afirmado y confirmado que “las ideas de la clase dominante son en cada época las ideas dominantes; esto es la clase que es la potencia material dominante de la sociedad es al mismo tiempo su potencia espiritual dominante”. De ahí se deduce que la relación hombre-mujer no está determinada por la voluntad del hombre, en éste caso el otro sexo, si no que por el sello que le da la clase que está en el poder. De ahí se deduce que la actual relación de un sexo con el otro no puede ser sustancialmente modificada o llevada a un plano de paridad completa si no son derrocadas las clases dominantes, si no se abate el sistema económico y productivo capitalista comprador y semifeudal. “Una real equiparación de derechos del hombre y la mujer –dice Engels- puede, según mí opinión, devenir una realidad solo cuando la explotación de ambos sexos por el capitalismo y la empresa doméstica privada hayan sido transformadas en una industria pública”. Esto quiere decir que solo rompiendo las cadenas de la esclavitud asalariada y doméstica que atan a la mujer será posible resolver su discriminación familiar, personal, moral y sexual.
Bufen y caracoleen cuanto quieran reformistas, comprendidos revisionistas y trotskistas, es esta una verdad objetiva. No puede tratarse la cuestión de la emancipación de la mujer, como la de la paridad hombre-mujer, como un tema puramente de sexo, desligada de las clases sociales y de la lucha de clases. Con ello estarían afirmando la factibilidad de una realización de la completa igualdad de la mujer manteniéndose el sistema económico capitalista y el sistema de poder oligárquico. Sueñan, o en el peor de los casos traicionan concientemente el significado y el objetivo revolucionario del movimiento emancipatorio femenino, por cuanto primero que todo una real solución, aquella marxista-leninista, hoy maoísta, de la emancipación de la mujer es la de la emancipación económica y social y después moral, familiar y personal, por lo que la suya encubre la colaboración de la mujer en el trabajo productivo y con la conquista de una serie de derechos democráticos burgueses.
No obstante, esas conquistas civiles y políticas por parte de la mujer, con el aupamiento de oportunistas y reformistas, sean un paso importante y positivo, restando el capitalismo y el sistema oligárquico de poder no serán más que derechos parciales y formales que no darán ningún cambio radical en el estado de sujeción de la mujer en esta sociedad.
3.- SOBRE LOS MEDIOS Y LOS MODOS PARA REALIZAR UNA EFECTIVA PARIDAD CON EL HOMBRE
Con esto de sobre los medios y los modos para realizar una efectiva paridad de la mujer con el hombre hemos entrado en el punto nuclear, de toda la temática, en referencia al enfrentamiento ideológico político entre las dos vías: la vía revolucionaria y la vía reformista de la emancipación de la mujer. El marxismo-leninismo, hoy maoísmo, ligando la suerte y solución de la emancipación femenil a aquella de la tarea histórica de la clase obrera, indicándole así la senda de la lucha de clases y la vía de la revolución ininterrumpida por etapas (de la revolución de nueva democracia a la revolución socialista) como la única arma para abatir al capitalismo, y echar así las base de su liberación económica, doméstica y sexual.
En fin, la lucha por la emancipación de la mujer sólo alcanzará la victoria si se liga estrechamente a aquella del movimiento de emancipación de toda la sociedad, esto es a la lucha por la conquista de la Dictadura del proletariado. El camarada Mao ha remarcado claramente este concepto fundamental con las palabras siguientes:- “La emancipación de la mujer trabajadora es inseparable de la victoria de su clase en su conjunto. Sólo cuando su clase reporte la victoria podrán realmente emanciparse”.
Toda joven militante revolucionaria debe poder rearmarse espiritualmente asimilando esta enseñanza de Mao e inspirarse en su pensamiento y en su acción revolucionaria con auténtica vocación, fuerza y decisión para estar así preparada a remontar las dificultades y recodos, también para estar pertrechada contra los dardos azucarados que, para desviarla de la justa lucha, le lancen clericales, liberales y oportunista hacia la vía reformista de solución de la cuestión.
Son, precisamente, estos últimos sectores reaccionarios, actuando desde diversas áreas de la sobreestructura política e ideológica, los que han actuado para impedir que el marxismo-leninismo-pensamiento Mao tse-tung rompa el “cerco ideológico” y logre enraizarse en la mente de las mujeres revolucionarias panameñas, y estas lo asumiesen como su pensamiento-guía, con lo cual han posibilitado tantas energías revolucionarias de las jóvenes generaciones femeniles hayan sido derrochadas.
Todas las masas femeniles tienen necesidad de emanciparse. Las burguesas, las pequeñoburguesas, las campesinas, la de las minorías nacionales indígenas, las buhoneras, las empleadas domésticas y las obreras. Centralmente las obreras y las trabajadoras, esto porque no se trata de una opción ideológica, sino de clase. Ellas, por su situación económica y social, por espontáneo instinto de clase tienden a lo obrero y su socialismo, como las burguesas han de tender necesariamente a lo burgués y su capitalismo.
Las mujeres obreras y trabajadoras por el hecho mismo de que trabaja, a pesar de ser objeto de la explotación empresarial, logra en una cierta medida liberarse de su subordinación inmediata, la subordinación económica con respecto al marido. Indudablemente éste es un paso adelante, positivo y progresivo, en el camino de la emancipación de la mujer. Pero eso sólo un paso y no el definitivo. Aunque ya lo hemos señalado, más arriba, no estará de más repetirlo en trazos del “marxista de regreso” Jean Kanapa, “En síntesis, convertida en proletaria, y esto en el sentido propio del término, la mujer cuenta a partir de ese momento con la perspectiva de su liberación auténtica: la liberación del proletariado mismo… incorporándose al proletariado, la mujer se adhiere rápidamente a la conciencia de clase del proletariado y a sus luchas”. (J. Kanapa, La doctrina social de la Iglesia, p. 299. Ediciones Diáspora). De allí el nada extraño coro, en el que entremezclan curas, reformistas y revisionistas, exigiendo “la mujer regrese a la santidad del hogar”.
En contra, nosotros comunistas (marxistas-leninistas) panameños hacemos un llamado a las proletarias revolucionarias que sufren más cruelmente la esclavitud del capitalismo en talleres y empresas capitalistas y en el hogar, que conocen el verdadero rostro represivo empresarial, la caníbálesca voracidad por ganancias a costa del truncamiento de los derechos económicos, políticos, sociales y educacionales de las masas trabajadoras, a que tomen en sus manos la gran bandera roja y marchen en primera fila en la lucha por la independencia nacional y la nueva democracia popular hacia el socialismo.
“El movimiento obrero femenino –decía Lenin- se pone como tarea principal la lucha por conquistar a la mujer la igualdad económica y social, y no solo aquella formal. Hacer participar a la mujer en el trabajo social productivo, arrancarla a la ‘esclavitud doméstica’, liberarla del peso degradante y humillante, eterno y exclusivo de la cocina y del cuarto de los niños; esta es la tarea principal.
“Será una lucha prolongada porque exige la transformación radical de la técnica social y de las costumbre. Pero ella concluirá con la completa victoria del comunismo”. (V. Lenin, La jornada internacional de la mujer, (4 de marzo 1920), O. C., vol. 40).
LAS TAREAS
DE LA MUJER TRABAJADORA EN LA REVOLUCIÓN DE NUEVA DEMOCRACIA
1.- Comprometerse en la lucha contra el capitalismo y por el socialismo
Cinco siglos han demostrado que en el capitalismo las amplias masas femeninas no tienen futuro alguno. Sus seculares cadenas han permanecido intocables, hoy apenas velada bajo una formal juridicidad, vacía, mocha concedida por una democracia que no es tal democracia sino que dictadura de los magnates del capital y de la propiedad territorial, lo que exige el socialismo ocupe su lugar.
Por lo que, para hacer efectiva y real la emancipación de la mujer, ésta debe contribuir participando en primera fila en el barrer con todo el sistema capitalista, sus incrustaciones semi-feudales y neocoloniales, tanto su estructura económica como su sobreestructura estatal, ideológica, cultural y moral.
Es sólo el socialismo que, sustituyendo la propiedad privada y la ley de la ganancia con aquella de los intereses y de las necesidades de los trabajadores, liberando a la mujer de su esclavitud asalariada y doméstica, les permitirá participar a pleno título en el trabajo productivo, socializar el trabajo doméstico y salir de la marginalización y del estado de inferioridad hasta entonces legalizado.
El socialismo primera etapa de un nuevo sistema social, el comunismo, coloca las bases para la realización de la más completa paridad entre hombres y mujeres. Al hacer pasar, mediante el recurso de la revolución socialista, el poder de la minoría explotadora a manos de la mayoría de los explotados se abre camino el pasaje de la barbarie a la civilización, esto es a la construcción de una nueva organización económica y a una reconstrucción científica de las relaciones sociales entre los sexos (1). El socialismo, pues, representa la sociedad más progresista, más justa y humana de la historia.
La integral emancipación de la mujer, una real igualdad y paridad entre los sexos, sólo es realizable con la construcción de la sociedad socialista en Panamá y el mundo.
No obstante la meta del socialismo, aquí en Panamá, no está como quien dice “a la vuelta de la esquina”. La conquista del socialismo, por condiciones objetivas y subjetivas muy concretas y por particularidades histórico-nacionales del capitalismo panameño, abarcará todavía un largo período de años (varios decenios o quizá un siglo). ¿Reconocer esto implica los revolucionarios proletarios y las revolucionarias proletarias deban cruzarse de brazos y sentarse a esperar el capitalismo panameño complete su curso normal hasta llegar a su “etapa superior y última”? ¿Significa, a caso, debamos remitir a las “calendas griegas” la consigna de la emancipación de la mujer hoy?
Responder afirmativamente a estas interrogantes sería cometer un error de oportunismo economicista-nacional o, simplemente renegar del contenido socialista del proceso ininterrumpido de la revolución popular. Es como deducir del principio enunciado por Carlos Marx de que “Una formación social no perece hasta que no se han desarrollado todas las fuerzas productivas a las que puede dar lugar”, la irreazibilidad de la revolución socialista en Panamá. Que el proletariado no puede plantearse, ni tan siquiera históricamente, la tarea de la realización de la revolución y construcción socialista hasta tanto el capitalismo en Panamá no haya completado su curso de desarrollo económico histórico- natural. (Algo así como, del capitalismo comprador y semi-feudal, pasando por el capitalismo industrial nacional, al capitalismo monopolista o estadio imperialista del capitalismo panameño).
¡Qué mecanicismo! ¡Qué nacional-economicismo más vulgar! Eso es tergiversar el pensamiento de Marx, máxime cuando él nunca ha basado su teoría de la revolución socialista únicamente en la evolución económica, en primeras instancias en el nivel de las fuerzas productivas, del capitalismo, si no en el grado de agudizamiento de las contradicciones económicas y sociales existentes en la base de dicho sistema, y en el impulse de la iniciativa histórica revolucionaria del proletariado desatada. Ello lo ha confirmado tanto la Gran Revolución Socialista de Octubre, en el otrora Imperio militar-feudal de los Zares, como en la Revolución popular y socialista en China en 1949. Esto en primer lugar. Asimismo, sea dicho en segundo lugar, se presta a Marx la propia idea oportunista que se tiene de la revolución al ocultar su gran descubrimiento acerca del carácter y curso ininterrumpido por etapas de la revolución con el liderazgo de la clase obrera. Es precisamente esta teoría de la revolución ininterrumpida o permanente, descubierta por Marx y desarrollada creativamente por Lenin, Stalin y Mao, la que explica y fundamenta teórica y prácticamente el entrelazamiento, en un único y dialéctico proceso, de la revolución (socialista proletaria) en los países capitalistas altamente desarrollados y la revolución (de nueva democracia con dirección del proletariado) en los países semi-feudales y neocoloniales, con un mínimo desarrollo de sus fuerzas productivas, y países capitalistas intermedios.
La clave en todo esto consiste, algo que “olvidan” muy oportunamente los economicistas nacionalistas, en función de ala izquierda de la burguesía nacional, es que, en las condiciones económico-históricas en la que se sitúan los países semi-feudales y nacionalmente oprimidos, como Panamá, el socialismo no será si antes no conquistamos la democracia. Los trabajadores panameños tenderán con mayor fuerza y con mayor empeño a la realización de la revolución y construcción socialista, cuando mayor y más completa sean su libertad nacional, su libertad política y su libertad social.
A las revolucionarias proletarias y a los revolucionarios proletarios nos resultan sobrantes los imperialistas, la gran burguesía compradora – terrateniente y su sistema oligárquico de poder. Si se quiere luchar consecuentemente contra el capitalismo, centralmente en su forma criolla de capitalismo burocrático-comprador, entonces hoy hay que luchar contra el gobierno Martinelli su actual defensor e impulsador.
Luchar contra el gobierno de la mal llamada Alianza para el Cambio, encabezado por el neofascista Ricardo Martinelli, es una necesidad vital para la clase obrera y todo el pueblo trabajador. No apenas se ha instalado en la poltrona gubernamental, dicho régimen a pronto desnudado toda su catadura fascistoide, presentándose como un gobierno reaccionario, ferozmente neoliberista, antiobrero, antipopular y antifemenil, opuesto rabiosamente a las reivindicaciones de las masas trabajadoras, opuesto a la exigencia de un desarrollo económico independiente y a todo progreso social.
Tanto es así que ha sido capaz, en poco más de un año, de mancharse con las más sucias acciones en perjuicio de los trabajadores y de la población toda: imponiendo una inhumana reforma fiscal y aquella reforma de muerte de la seguridad social y privatizadora de la CSS., para lo cual a militarizado a todo país y desencadenado una brutal represión policíaca contra obreros, nacionalidades indígenas, educadores, estudiantes, profesionales y sectores populares que se han opuesto a tal reaccionaria ofensiva general y concéntrica contra las condiciones de vida y trabajo de las clases trabajadoras, y recortando las libertades políticas con lo que hace pender la “espada de Damocles” sobre el futuro de la democracia en el país.
Más aun, en el programa político y social de Martinelli no se contempla para nada solución alguna en beneficio específico de las masas de mujeres trabajadoras del país.
Resulta necesario las mujeres nutran las filas, en grado masivo, de la oposición revolucionaria de clase al gobierno fascista y le enfrenten en cada problema inmediato y estratégico.
Llevar a poner en primer plano la cuestión de que el capitalismo burocrático- comprador, el régimen político oligárquico, en general, y el gobierno Martinelli, en lo inmediato, defienden y perpetúan la explotación del hombre por el hombre y la esclavitud de la mujer. En ello, al mismo tiempo, rechazar y combatirla línea reformista, colaboracionista y contrarrevolucionaria de la “refundación” del reaccionario Estado oligárquico tal cual propalan las camarillas socialtraidoras dirigentes del partido del “pueblo” y del MLN-29.
2.- Comprometerse en la lucha por la paz, contra las guerras imperialistas, por la independencia nacional y la nueva democracia popular
El imperialismo es la guerra. El imperialismo norteamericano, tomando el relevo del fascismo hitleriano ya derrotado, busca construirse el más vasto imperio mundial con el recurso del chantaje nuclear, las intervenciones armadas y las guerras de agresión contra los pueblos, naciones y países de todo el planeta. Ello le ha consistado el odio, el repudio y rechazo de las masas populares y dado origen al más poderoso movimiento pro-paz de todos los tiempos.
Las masas femeninas, en primer lugar las trabajadoras conscientes y avanzadas, pueden y deben dar una contribución de máxima importancia participando y orientando revolucionariamente a este movimiento mundial pro-paz y liberándolo de la influencia del idealismo y el pacifismo pequeñoburgués.
En particular oponiéndose a la política antinacional implementada por las clases dominantes y la camarilla gobernante de complicidad con los planes dominacionistas y la política de cañoneras del imperialismo estadounidense. En éste cuadro la continuidad de esa política de cedimiento al imperialismo del gobierno Torrijos sólo puede arrojar como resultado que aquel pisotee y liquide la soberanía nacional y la soberanía estatal sobre nuestro territorio patrio, comprometer y traicionar la causa de la lucha por la completa independencia nacional.
Por lo que una contribución decisiva en esta lucha que la mujer panameña puede dar es participando en primer plano por la democratización integral de la vida política nacional. Esto es, ponerse en pies y comprometerse activamente por el derrocamiento del sistema de poder oligárquico, por la instauración revolucionaria de un nuevo orden político, de una República de nueva democracia popular orientada al socialismo.
3.- Comprometerse en la lucha por la ocupación y los servicios sociales
Para que la mujer alcance su completa emancipación un paso necesario, pero no el decisivo, es que el derecho al trabajo se haga efectivo y real.
En efecto el derecho constitucional al trabajo para la mujer esta recortado, es formal e hipócrita. El componente femenino que es la mitad de la población del país ocupa el peso más relevante en la cuota de desocupación del país. Ella que tiene necesidad del trabajo por razones económicas y por razones de independencia respecto al hogar, al marido y a los hijos, se ve en la práctica drásticamente excluida de la producción, sobretodo industrial.
La inmensa mayoría de las mujeres se encuentra aun relegada al trabajo doméstico, sea en la forma de empleada-sirvienta en casa de familias acomodadas o ya sea en la forma de estar encerrada entre las cuatro paredes del hogar familiar, al trabajo a tiempo parcial o a aquel ocasional, sin prestaciones sociales ni beneficiarse de la legislación laboral y seguridad social.
Tras el manto del “derecho constitucional al trabajo”, derecho y constitución burgués impregnados hasta su medula del más reaccionario y oscurantista espíritu feudal, apenas se mal cubre y se sanciona la esclavitud capitalista y doméstica de la mujer. En su cruda realidad este “derecho”, en condiciones de un sistema capitalista comprador y semi-feudal como el nuestro, en modo alguno es mecanismo emancipador – ni como mujer, ni como obrera- si no todo lo contrario sancionador de la conversión del trabajo humano en una mercancía. No obstante tal hipocresía juridicista, como conquista democrático burguesa sirve de base para demandar su efectiva realización. Es que para la mujer participar en la labor productiva, sobre todo en la industria transformativa, resulta un elemento indispensable para su toma de conciencia de su propio valor, de su compromiso con su clase y de su papel para con la sociedad.
A la lucha por la plena ocupación, en igualdad de condiciones con el hombre en cuanto a salario, estabilidad y disfrute de los derechos laborales y sociales, se enlaza la lucha por la satisfacción de los servicios sociales. Dado que con sólo participar en el trabajo productivo en modo alguno se resuelve la cuestión de la esclavitud doméstica de la mujer.
Es precisamente en ésta esfera, de la esclavitud doméstica de la mujer, dónde el derecho burgués pone en evidencia toda su hipocresía y falsedad.
Resulta intolerante que, en poco más de cien años de capitalismo comprador, la mitad de la población del país se encuentre sometida a condiciones feudales y primitivas. La mujer, trabaje o no, se encuentra atada de pies y manos al trabajo doméstico y familiar, una labor fatigosa, repetitiva, humillante, no remunerada que la convierte en “sierva” para toda la vida al servicio de los padres, del marido, de los hijos, de los sobrinos y de los suegros. Limpiadora, barrendera, lavadora de ropa, zurcidora o remendona, cocinera, productora de hijos y guardiana de la casa, etc., esto es sometida a dar trabajo gratuito; todo lo cual se traduce en un condicionamiento retrogrado de su vida social, política y personal.
Ese trabajo doméstico y familiar restringe sus horizontes a las cuatro paredes de la casa, la separa de la vida social, la separa de la problemática económica, social, política, nacional y del progreso cultural porque para el capitalismo la única función de la mujer es velar por el bienestar de su familia y la satisfacción de las necesidades fisiológicas del marido y nada más. Pues tal es el papel que las clases dominantes le asignan a la mujer dentro de la división del trabajo social caracterizadora de la actual organización económica de la sociedad vigente.
Cuando nosotros hablamos de liberar a la mujer del trabajo doméstico, dentro de de las condiciones del capitalismo, claro resulta de que no propugnamos “la fuga en adelante de la mujer”, esto es que abandone el hogar, tampoco que las labores domésticas recaigan en el hombre, o que se haga ilusoria redistribución de trabajo en el hogar entre la pareja, en realidad nos estamos refiriendo al hecho de que en la actual sociedad ya existen mecanismo resolutivos dentro de lo que es posible.
Esto quiere decir que, ya en el capitalismo, existen condiciones para que los problemas cotidianos de las masas sean arrancados de los estrechos límites de lo individual y familiar, y tratados colectivamente y socialmente resueltos. En otras palabras que el Estado asuma efectivamente de las necesidades de cada uno, adulto, niño o anciano que sea, y no la familia como unidad económica de base de la sociedad.
Obviamente es impensable que el capitalismo pueda resolver esta cuestión, pero de lo que aquí se trata es que actualmente puede ser limitada esencialmente, realizando esfuerzos continuos para el aligeramiento de las cargas que pesan y hacen parte del trabajo doméstico.
En éste sentido llamamos a las masas femeniles, a la mujer trabajadora consciente y avanzada, a las mujeres del pueblo y a las muchachas, a comprometerse en la gran batalla por los servicios sociales, a arrancárselos de las manos a la gran burguesía semi-feudal y confiscar los servicios sociales hoy en manos privadas. Exigiendo la estatización de restaurantes, fondas, lavamáticos, parvularios, escuelas de infancia, asilos, centros sociales, culturales, etc. Con la obligación del Estado y de los empresarios de su sostén económico, avituallamiento y normas de seguridad y aseo.
4.- Comprometerse en la lucha para darle una correcta orientación de clase al movimiento de la mujer
Por muchas décadas el movimiento de la mujer panameña ha estado en mano de feministas burguesas liberales, de feministas pequeño burguesas y feministas de orientación pro-socialimperialista soviético, las que le han impreso un carácter interclasista, reformista, legalista, pacifista, parlamentarista y anti-revolucionario proletario. En fin, empantanándolo en el conciliacionismo para con el sistema oligárquico de poder, con el capitalismo comprador y subordinándolo a la ideología liberal semi feudal y el clericalismo católico dominantes.
Hoy la situación económica y política exige que el movimiento de la mujer entre en un momento de reflexión, revalúe sobre la base del Marxismo-Leninismo, hoy Maoísmo, la experiencia pasada y sobre sus tareas futuras.
En ello una gran tarea compete a la mujer trabajadora consciente y avanzada, la de investigar y orientar la movimiento hacia una visión y una línea política que responda a la reales aspiraciones y exigencias del movimiento femenino.
Es necesario ante todo hacer comprender al movimiento de la necesidad de asumir la ideología de clase obrera como mando y guía en la lucha por la propia emancipación; demarcando y rechazando el reformismo, el oportunismo de derecha, el feminismo pequeño burgués, el legalismo, el parlamentarismo y el partipacionismo.
Es necesario el que elabore una plataforma política reivindicativa inmediata y mediata contemplativa de temas como trabajo, educación, servicios sociales, casa, consultorios, derechos civiles como aquel de pleno divorcio y de aborto asistido y gratuito, legislación contra la violencia sexual y doméstica, así como sobre problemas económicos, sociales y civiles.
Es necesario se refuerce la unidad de las masas femeninas en sus diversas categorías, bajo la guía de la mujer obrera, superadora de la actual fragmentación y desorganización del movimiento.
Para que se afirme el movimiento de la mujer como un movimiento con una correcta visión y línea clasista, anti-feudal, anti-capitalista y anti-imperialista, es imprescindible que se asuma una política de frente unido y la ideología socialista como pensamiento-guía.
5.- Comprometerse en la lucha por la construcción del Partido Comunista (Marxista-Leninista) de Panamá
Luego de madurar tal reflexión y sacar las debidas conclusiones políticas, el movimiento de emancipación de la mujer aquí en Panamá debe comprometerse conscientemente en ocupar su lugar de vanguardia en la construcción del Partido Comunista Marxista-Leninista.
Si la mujer quiere alcanzar la victoria en su lucha por su propia emancipación entonces tiene necesidad del Partido comunista marxista-leninista para ligar su lucha específica a aquella más general de la conquista del socialismo común tanto a las proletarias como a los proletarios, como a todo el pueblo panameño.
Ahora más que nunca es necesario construir un fuerte y combativo Partido comunista que se haga presente a lo largo y ancho del país, capaz de enfrentar y derrotar a la burguesía y a los terratenientes, de dar la batalla a la remilitarización y fascistización del país, de derrocar el sistema de poder oligárquico, enfrentar la política de guerra del imperialismo norteamericano, conquistar la auténtica independencia nacional y la nueva democracia popular y hacer avanzar la revolución de nueva democracia hacia la revolución socialista.
Nosotros, comunistas (marxista-Leninistas) de Panamá estamos convencidos que podremos realizar esta grandiosa tarea histórica, de emancipar a la mujer emancipando al proletariado, si la mujer trabajadora avanzada y consciente nos brinda su apoyo y concurso.
Nuestra confianza en la mujer trabajadora panameña se apoya en su infatigable lucha, de la que ha dado innumerable pruebas, y en la justa afirmación del camarada Mao de que, “Las mujeres cargan sobre sus espaldas la mitad del cielo y deben ser atraídas”.
NOTA:
(1) Me escribe la cra. Julia, comentando un artículo mío aparecido en días pasados en Kaosenlared girante sobre el tema de La Concepción Católica de la Familia y la Mujer, “"A FUER" DE SER AUTOCRÍTICOS DEBES RECONOCER QUE STALIN HIZO RETROCEDER LAS LEYES SOBRE LA FAMILIA EN LA URSS... ES DECIR RESTITUYÓ EL DERECHO BURGUÉS”. En mi opinión, primero que todo, considero que en mí escrito no hay nada de que retractarme, de “autocriticarme”. La acusación, una de tantas que se hace contra el camarada Stalin, me parece superficial por causa de la falta de información de la “crítica” comentarista. Por lo que, aprovechando la ocasión, le ofreceré algunas consideraciones que ella debería haber tenido en cuenta en su apresurado ataque al Líder soviético y del proletariado mundial:
1- El derecho al divorcio es un derecho democrático burgués, por ende una conquista social lograda por las luchas del movimiento femenino, en conjunción con las luchas del movimiento obrero socialista, lograble en las condiciones de la sociedad capitalista. Así ha sido reconocido y establecido constitucionalmente imperante la moderna sociedad capitalista en la gran mayoría de países avanzados industrialmente como en aquellos atrasados, económica y políticamente. Como todo derecho, existente en sociedad capitalista, es desigual, formal y retaceado; dado que, al burgués le es totalmente imposible el satisfacer consecuentemente con las demandas emancipatorias de la mujer, siempre encontrará la forma y la manera de burlarlo y vanificarlo.
2- En sociedad socialista, coexistiendo en unidad y lucha residuos capitalistas y lo socialista que se afirma, tanto la vía y Orientación General capitalista y la vía y Orientación General Socialista en aplicación, en lucha por la resolución de tal contradicción, le ha tocado a la clase obrera abordar y aplicar, lo más consecuentemente posible, con la tarea resolutiva de dicha temática. “Posible” porque el derecho al divorcio no es una tarea propia del socialismo, sino una herencia del pasado. De ahí, se concluye, en la satisfacción de esa demanda del divorcio consentido quede sometido a la conveniencia revolucionaria, a las necesidades de la construcción socialista y a la propia ley objetiva de población que la determinan. Con la independencia económica y la paridad real de sexo y la completa igualdad política entre hombre y mujer en el socialismo se tiende necesariamente a la desaparición de ese derecho (que es derecho burgués), como aquel de la misma familia, en sentido burgués de su concepción.
3- Sobre esa visión y línea marxista-leninista de la relación entre los sexos y de la relación entre las clases soviéticas, a la que siempre se atuvo consecuentemente Stalin ( y no olvide nunca que él sólo era Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética y sin cargo decisional alguno en aparato estatal de la República Soviética), el Soviet Supremo de la URSS contemplado las necesidades poblacionales y la oportunidad revolucionaria (sólo recuerde que a mediados de los 30 sobre la URSS, persistiendo aún el bloqueo de los países capitalistas, se hacía sentir la amenaza de la agresión imperialista, en general, y de la agresión directa de la bestia nazifascista) ha tenido que tomar una actitud flexible con relación a la aplicación de dicho derecho al divorcio no sólo valido para la mujer sino que, también, para los hombres. Flexibilidad en le cumplimiento, en modo alguno su eliminación.
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