El 5 de marzo de 1953 murió Iosif Visariónovich Dzhugashvili, conocido mundialmente con el sobrenombre de Stalin.
La burguesía y todos sus agentes-representantes le odian a muerte. Tampoco las izquierdas de colorines ni las fuerzas pequeñoburguesas le tienen mucho cariño. Algún motivo tendrán para seguir teniendo este odio al camarada Stalin.
Y es que el camarada Stalin fue un comunista implacable contra el enemigo de clase del proletariado, contra el fascismo y contra los seudoizquierdistas.
Su persona y su gestión política entre 1929, año en que se impuso sobre sus adversarios políticos, y el año de su fallecimiento, han merecido los peores calificativos. No ha quedado ni una sola parcela de su gobierno que no haya sido juzgada con los términos más duros y la más absoluta de las descalificaciones.
La figura de Stalin no necesita hagiografías absurdas ni alabanzas desmesuradas. Se trata de algo tan sencillo como hacer historia de forma rigurosa y científica. Sin negar los errores, su política de planificación económica y colectivización agraria convirtió a la URSS en diez años en la segunda potencia industrial del mundo, erradicó el analfabetismo, y puso la base técnica y científica que permitió a la Unión Soviética vencer a la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial. La victoria sobre Hitler, con el inmenso sacrificio de 27 millones de ciudadanos soviéticos muertos en la contienda, salvó al género humano de la barbarie fascista. Eso es una realidad y, sin duda, muy brillante.
Detrás de la satanización de Stalin hay un objetivo más ambicioso: la criminalización del comunismo. La burguesía libra una incasable guerra ideológica cuyo objetivo es desarmar política e ideológicamente a la clase obrera y apartarla de las posiciones revolucionarias, sembrando la confusión y la desorientación entre los trabajadores. Elementos fundamentales de esa estrategia son la identificación entre fascismo y comunismo y la representación de Stalin como un dictador sangriento.
No es una casualidad que los abanderados del antiestalinismo hayan terminado en su inmensa mayoría en las filas de la derecha más rancia y reaccionaria.
En el aniversario de su muerte el Colectivo Odio de Clase asumimos la obra de Stalin y su legado como parte fundamental de la historia del comunismo y del movimiento obrero mundial, y defendemos públicamente su inmensa talla de comunista y revolucionario.
El camarada Mao Tse-tung defendió a Stalin, considerando que sus aciertos fueron mayores y más importantes que sus errores. Así, planteó que la tarea de los comunistas con respecto a Stalin es, primero, defenderlo, y solo despues criticar sus errores. Tal valoración de Stalin chocó tanto con las opiniones del PCUS y los Partidos Comunistas que de él dependían, como con las del trotskismo y del liberalismo y la socialdemocracia capitalistas.
Mao Tse-tung analizó los cambios producidos en la URSS tras la muerte de Stalin, y afirmó que tras el XX Congreso del PCUS se habían abandonado no sólo las banderas de Stalin, sino las de Lenin y Marx, comenzando así el proceso de restauración capitalista en lo que había sido la patria del socialismo.
Publicado por el blog camarada Odio de Clase
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