por: Quibian Gaytan
La izquierda burguesa –sí, esa identificada como del revisionismo moderno reciclado, neorevisionistas y reformistas “de izquierda”(realmente, reformistas con el uniforme equivocado)- buscan apantallarnos invalidando subjetivistamente la rebelión popular en Libia y demás países del Mahgreb y en el Medio Oriente con eso de que ella es un acto “de conspiración imperialista contra el régimen <socialista>, <antiimperialista> del compañero Khaddafy”, “monarquistas y proimperialistas”, etc. Por lo que no es marxista-leninista, ni revolucionario el apoyar a los rebeldes y reclamar el derrocamiento revolucionario del régimen imperante. Ello, porque la contradicción principal es con el imperialismo y no con el gobernante libio. Y así creen habernos callado la boca, paralizado nuestro dedo en la tecla.
En apariencia para sostener su tesis, de la incondicionalidad del apoyo del régimen burocrático semifeudal y semiburgués de Khaddafy, subliminarmente se remiten a conocida tesis del camarada Stalin. Sólo que descontextualizadamente y olvidado la condicionalidad generada por una URSS que, hoy, no es ya.
Ciertamente, el camarada Stalin en 1924 ha dejado por sentado que: “El carácter indudablemente revolucionario de la inmensa mayoría de los movimientos nacionales es algo tan relativo y peculiar, como lo es el carácter posiblemente reaccionario de algunos movimientos nacionales concretos. El carácter revolucionario del movimiento nacional, en las condiciones de la opresión imperialista, no presupone forzosamente, ni mucho menos, la existencia de elementos proletarios en el movimiento, la existencia de un programa revolucionario o republicano del movimiento, la existencia en éste de una base democrática. La lucha del emir de Afganistán por la independencia de su país es una lucha objetivamente revolucionaria, a pesar de las ideas monárquicas del emir y de sus partidarios, porque esa lucha debilita al imperialismo, lo descompone, lo socava…” Así como que “La lucha de los comerciantes y de los intelectuales burgueses egipcios por la independencia de Egipto es, por las mismas causas, una lucha objetivamente revolucionaria, a pesar del origen burgués y de la condición burguesa de los líderes del movimiento nacional egipcio, a pesar de que estén en contra del socialismo”. “Y no hablo ya –prosigue Stalin- del movimiento nacional de otras colonias y países dependientes más grandes, como la India y China, cada uno de cuyos pasos por la senda de la liberación, aun cuando no se ajuste a los requisitos de la democracia formal, es un terrible mazazo asestado al imperialismo, es decir, un paso indiscutiblemente revolucionario”.
¿Le han comprendido realmente? Creo que no. Stalin ha hablado de una situación económica y política totalmente diferente a la actual (la existencia de una URSS que construía el socialismo y en la cual su fuerza irradiaba revolucionariamente por todo el mundo, la correlación de fuerza históricamente iba en su favor y entrababa las iniciativas belicosas del imperialismo. Por otro lado, en esas condiciones históricas y políticas internacionales, la contradicción países imperialistas vrs pueblos y naciones oprimidas y en lucha por la liberación nacional (o salvaguardar la propia independencia nacional), se subordinándose e influida por aquella otra, es decir retaguardia de las fuerzas del socialismo en avance, impregnaba de un contenido nuevo la lucha revolucionaria de los movimientos democrático burgueses de liberación nacional. De ahí, su reclamo de no someter a los mismos a los grilletes ultraizquierdistas de la exigencia del cumplimiento de los requisitos de la “democracia formal”.
Se olvida su advertencia sobre la “relatividad y peculiaridad” de los movimientos nacionales de liberación. Dictaminadas por los cambios de la correlación de fuerzas en el plano internacional, la destrucción de la Unión Soviética Socialista y su conversión socialimperialista (1956-1989), la desaparición del Movimiento de Liberación Nacional en los países del Tercer Mundo, el salto delante de la globalización imperialista; la negativa resolución de la lucha entre la clase obrera y la burguesía por la hegemonía en el Movimiento de Liberación nacional, en disfavor de los proletarios y de los comunistas su otrora vanguardia efectiva; la subordinación y su sumpcisión de la intelectualidad pequeñoburguesa de izquierda (vale decir, la burguesía nacional) a los intereses generales de la Gran burguesía Semifeudal, en su fracción burocrática; las pugnas entre los compradores, proimperialistas, y los burocráticos, no menos proimperialista, por la conducción de los Estados Nacionales neocolonizados. Todo lo cual ha acentuado la “relatividad” respecto a la “peculiaridad” entrabándose así la absolutización, en la actualidad, de la posibilidad del recurso al elemento revolucionario burgués de los movimientos por la independencia nacional.
Pareciese que todos estos teóricos “marxistas” han tomado la letra del planteamiento del camarada Stalin y no la sustancia de su idea. La forma (la táctica) no les deja ver el contenido (la relatividad histórica). Que la contradicción principal, como toda contradicción, tiene dos aspectos, dos polos: la lucha de liberación o de salvación nacional antiimperialista, por un lado, y la lucha por la conquista de la democracia y el abatimiento del sistema de Estado y del sistema de gobierno semifeudales y proimperialistas. De ahí, la exigencia política a los comunistas y revolucionarios proletarios de los países capitalistas adelantados de combatir a “sus” propios imperialistas y la ayuda incondicional, multifacética, a las fuerzas combatientes contra la agresión militar de los (neo)colonizadores, y; a aquellas del movimiento de liberación nacional antiimperialistas oponiéndose a la agresión armada extranjera el no dejar de combatir el sistema de poder de la burguesía burocrática, forzándola a embarcarse en la lucha frontal y consecuente y a subordinarse a un Frente único nacional revolucionario y democrático.
La situación política y militar en Libia es compleja, por lo que reina por doquier la confusión. La que es alimentada por la campaña negra imperialista de desinformación, para ocultar lo que verdaderamente está en el fondo de su acción en daño del pueblo libio y, más allá, de los pueblos de todo el mundo. Pero, si bien es cierta esta campaña desinformadora imperialista, no menos lo es aquella propalada por la izquierda burguesa encaminada a barrerles la senda a otros imperialistas no menos ambiciosos de adueñarse del planeta. ¡Acusando a aquellos de desinformadores, ellos mismos caen en el mismo pecado!
Míreles pues. Niegan el carácter progresivo de la rebelión de una parte del pueblo libio porque ellos levantan la bandera que izó un día la monarquía colonial, porque solicita y recibe cobertura de potencias imperialistas (USA y UE) y dizque porque no van más allá, en su programa político, de simples reivindicaciones burguesas. Marcándoles de reaccionarias y contrarrevolucionarias, suscribiendo a-críticamente los ataques propagandísticos del Coronel Khaddafy: “terroristas”, “enemigos de la nación”, “agentes del imperialismo” y por allí en adelante. Pero, realmente, ¿se puede calificar de seria asumir una posición negativa frente a un movimiento nacional antidictatorial, arguyendo de estar infiltrado por el imperialismo? Evidentemente, no. Los hechos históricos nos señalan que ningún movimiento popular revolucionario de cierta envergadura, ningún partido político revolucionario u Organización en combate podrá nunca verse libre de la infiltración y acción provocadora de agentes a sueldo del enemigo de clase o nacional. Esto dado la misma heterogeneidad social de sus componentes, los desniveles de la conciencia de clase y patriótica existentes en las masas comprometidas en la lucha, por el déficit organizativo imperante o la debilidad interna de las Organizaciones de lucha.
Si no fuese así, entonces, por ejemplo, se debería en retrospectiva condenar a la guerra de guerrilla castrista antibatistiana, de 1956, y que por largo tiempo se ha beneficiado de la tolerancia favorable de USA; porque Fidel mismo se ha demarcado del marxismo exhibiéndose con un crucifijo ante el pecho, públicamente; además, porque el programa castrista, en esos momentos, era únicamente antidictadura militar y sólo se proponía “adecentar” y “eliminar la corrupción” en la gestión del Estado cubano. Evidentemente, dicho programa político era democrático burgués, por cuanto se proponía “refundar”, modernizar, democratizar el Estado oligárquico-militar y no destruirlo. (Además, está el hecho que la dirigencia revolucionaria castrista jamás se propuso ni creó nuevo poder estatal en las zonas guerrilleras). Finalmente, “tomaron” el poder del viejo y reaccionario Estado y lo pusieron en marcha.
Pretenden con sonrisas socarronas y sarcasmos los izquierdistas burgueses que, con relación a la guerra civil desatada entre sectores del pueblo de Libia, nosotros nos autocritiquemos o que nos callemos. Dando por ley, o verdad de última instancia, la justeza de marcarlas de “reaccionarias” y “contrarrevolucionarias”, ya que se han levantado contra un régimen “antiimperialista” y “socialista”. Con ello intentan cubrir con un taparrabo las vergüenzas del despotismo Semifeudal y burocrático del crel. Khaddafy y cofrades tribales. Arguyendo que este último es por su pasado y porque hoy es atacado por la coalición imperialista occidental un antiimperialista. Puede serlo. Pero, sólo a condición de que combata realmente a los agresores imperialistas y, hasta donde tengo sabido, no lo está haciendo. Se limita a aguantar los bombazos que caen sobre el pueblo de Libia todo. Olvidando entretanto que “la guerra no se hace con papelitos”.
Si, si, ya sé: en la guerra hay momentos de confrontación y momentos de negociación. Pero, no se trata de eso. Se trata que en el fondo de la llamada política (y la política es guerra sin derramamiento de sangre) “antiimperialista” del Sr. Khaddafy anida la ilusión pequeñoburguesa respecto a la permanencia de un clima de paz y conciliación entre las clases, las naciones y los Estados. Consecuencia de ella, la política del pendulamiento entre los grandes poderes que intentan repartirse el mundo. Agaño fue un nacionalista árabe, el año siguiente instrumento del socialimperialismo soviético, luego conmilitón de la burguesía europea, ¿y mañana?... ¿Agente del imperialismo norteamericano o. quizás, del socialimperialismo chino? Consistiría un error de bulto el que los comunistas basaran la política exterior de su partido, en un sedicente “antiimperialismo” de la burguesía burocrático-compradora árabe o de cualquier otra región.
Allí está, también, eso del “socialismo estilo árabe” del sr. Khaddafy. Sobre el cual se tejen mil mantas. Dizque, “Libia tiene el más alto nivel de ingreso per cápita”… sólo que de África. Nadie puede olvidar que las Estadísticas las construyen los lacayos diplomados de la burguesía, en beneficio de los intereses de los regentadores del Estado, por lo que las mismas no son un reflejo fiel de la realidad económica y social de la distribución efectiva, prevalente el capitalismo, de las riquezas sociales. Por otro lado, pobre imagen se da de lo que es el socialismo y lo que representa. La idea del mismo que transmiten es que se trata de un socialismo de distribución, tal y como el supuesto “comunismo de bienes” del mítico Jesús. Mientras que para los comunistas el socialismo es un estadio transitorio de la socialización de las fuerzas productivas (los medios de producción y la fuerza de trabajo) para su utilización más racional en aras del acrecentamiento de la riqueza social y su distribución según sus necesidades. El socialismo es el posesiona miento social sobre las fuerzas productivas y no la distribución “de los panes”.
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