El Gran Sol Rojo del Amanecer

miércoles, 10 de agosto de 2011

de: La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo


Jorge Dimitrov

II
El frente único de la clase obrera contra el fascismo   (Segunda parte)

La lucha por la unidad sindical
¡Camaradas! La realización de la unidad sindical, tanto en el plano nacional, como internacional, debe ser una de las etapas más importantes para el afianzamiento del frente único.
Como es sabido, la táctica escicionista de los jefes reformistas fue llevada a cabo con la mayor exacerbación en los sindicatos. Es explicable; su política de colaboración de clases con la burguesía encontraba aquí su remate práctico, directamente en las empresas, a costa de los intereses vitales de las masas obreras. Esto provocaba, naturalmente, una crítica dura y encontraba la resistencia de los obreros revolucionarios, dirigidos por los comunistas, contra este modo de actuar. He aquí por qué la más enconada lucha entre el comunismo y el reformismo se desarrolló sobre el terreno sindical.
Cuanto más difícil y complicada se hacía la situación del capitalismo, más reaccionaria era la política de los jefes de los sindicatos adheridos a la Internacional de Ámsterdam y más agresivas eran sus medidas contra todos los elementos oposicionistas dentro de los sindicatos. Ni la misma instauración de la dictadura fascista en Alemania, ni la ofensiva redoblada del capital, en todos los países capitalistas, disminuyeron esta agresividad. ¿No es característico que solamente en un año, en 1933, en Inglaterra, Holanda, Bélgica y Suecia se lanzasen las más ignominiosas circulares encaminadas a expulsar de los sindicatos a los comunistas y obreros revolucionarios? En Inglaterra apareció, en 1933, una circular prohibiendo a las secciones sindicales locales adherirse a las organizaciones contra la guerra y a otras organizaciones revolucionarias. Esto fue el preludio de la célebre "Circular negra" del Consejo General de las Tradeuniones, por la cual todo consejo sindical, que admita en su seno a delegados que "estén relacionados, bajo una u otra forma, con organizaciones comunistas", es declarado fuera de la ley. Y ¿qué decir de la dirección de los sindicatos alemanes, que aplicó represalias inauditas contra los elementos revolucionarios dentro de los sindicatos?
Pero nuestra táctica no debe tomar como punto de partida la conducta de algunos jefes de los sindicatos adheridos a Ámsterdam, por muy grandes que sean las dificultades que esta conducta oponga a la lucha de clases, sino que tiene que partir, sobre todo, de este hecho: ¿dónde se encuentran las masas obreras? Y aquí tenemos que declarar abiertamente: la labor de los sindicatos es la cuestión más candente de los partidos comunistas. Debemos conseguir que se dé un verdadero viraje en la labor sindical y colocar en un lugar central la cuestión de la lucha por la unidad sindical.
Muchos de nuestros camaradas, pasando por alto la gravitación de los obreros hacia los sindicatos y ante las dificultades que ofrecía el trabajo de los sindicatos adheridos a Amsterdam, no se detenían en esta complicada terea. Hablaban invariablemente de la crisis orgánica de los sindicatos de Amsterdam, de que los obreros abandonaban los sindicatos y perdían de vista cómo éstos, después de un cierto descenso al comienzo de la crisis económica mundial, empezaron a crecer de nuevo. La particularidad del movimiento sindical consiste precisamente en que la ofensiva de la burguesía contra los derechos sindicales, los intentos en una serie de países (Polonia, Hungría, etc.) de "uniformar" a los sindicatos, la reducción de los seguros sociales, el robo de los salarios, obligaban a los obreros a, a pesar de que no había una resistencia por parte de los jefes sindicales reformistas contra todo esto, a estrechar todavía más sus filas en torno a los sindicatos, pues los obreros querían y quieren ver en el sindicato el defensor más combativo de sus intereses vitales de clase. Así se explica el hecho de que en estos últimos años haya aumentado -en Francia, Checoeslovaquia, Bélgica, Suecia, Holanda, Suiza, etc.- el número de afiliados en la mayoría de los sindicatos adheridos a Amsterdam. La Federación Americana del Trabajo ha aumentado también considerablemente en los últimos dos años el número de sus afiliados.
Si los camaradas alemanes hubiesen comprendido mejor la tarea de la labor sindical, de la que tan reiteradamente les hablaba el camarada Thaelmann, habrían tenido indudablemente dentro de los sindicatos una posición mejor que la tenida en realidad, en el momento al implantarse la dictadura fascista. A fines de 1932, sólo estaban en los sindicatos libres un 10% de los afiliados al Partido. Y esto, a pesar de que los comunistas, después del VI Congreso Mundial de la Internacional Comunista, se pusieron a la cabeza de toda una serie de huelgas. Nuestros camaradas escribían en la prensa acerca de la necesidad de consagrar en 90% de nuestras fuerzas al trabajo dentro de los sindicatos. Pero, en la práctica, todo se concentraba en la oposición sindical revolucionaria, que de hecho se esforzaba por suplantar a los sindicatos. Y ¿qué ocurrió después de la toma del poder por Hitler? En el curso de dos años, muchos de nuestros camaradas se opusieron tenaz y sistemáticamente a la justa consigna de la lucha por el restablecimiento de los sindicatos libres.
Podría aportar ejemplos parecidos de casi todos los demás países capitalistas.
Sin embargo, en la lucha por la unidad del movimiento sindical en los países europeos, hemos logrado las primeras conquistas serias. Al decir esto, me refiero a la pequeña Austria, donde, por iniciativa del Partido Comunista, se han echado las bases para un movimiento sindical ilegal. Después de los combates de febrero, los socialdemócratas con Otto Bauer a la cabeza, lanzaron esta consigna: "Los sindicatos libres sólo podrán restablecerse después de la caída del fascismo": Los comunistas emprendieron la labor de restablecer los sindicatos. Cada fase de esta labor era un fragmento del frente único vivo del proletariado austríaco. El restablecimiento eficaz de los sindicatos libres en la realidad fue una derrota seria para el fascismo. Los socialdemócratas se encontraban en una encrucijada. Una parte de ellos trataba de entablar negociaciones con el gobierno. Otra parte, en vista de nuestros éxitos, creó paralelamente algunos sindicatos ilegales propios. Pero sólo podía haber un camino: o capitular ante el fascismo, o marchar luchando conjuntamente contra el fascismo hacia la unidad sindical. Bajo la presión de las masas, la dirección vacilante de los sindicatos paralelos, creados por los antiguos jefes sindicales, se decidió por una unificación. La base de esta unificación es la lucha irreconciliable contra la ofensiva del capital y del fascismo y la salvaguardia de la democracia dentro de los sindicatos. Saludamos esta unificación de los sindicatos, que es el primer paso de este género después de la escisión formal del movimiento sindical después de la guerra y que encierra, por tanto, una significación internacional.
El frente único, en Francia, sirvió indudablemente de impulso gigantesco para la realización de la unidad sindical. Los dirigentes de la Confederación General del Trabajo frenaban y siguen frenando, por todos medios, la realización de la unidad, al contraponer al problema fundamental, la cuestión de la política de clase de los sindicatos, cuestiones de importancia secundaria, subalterna o meramente formal. Un éxito indudable de la lucha por la unidad sindical fue la creación de sindicatos únicos, sobre un plano local, sindicatos que, por ejemplo, en el ramo de los ferroviarios abrazan casi tres cuartas partes de la masa de miembros de los dos sindicatos.
Nosotros abogamos decididamente por el restablecimiento de la unidad sindical dentro de cada país y en el plano internacional.
Abogamos por un sindicato único en cada rama de producción.
Abogamos por Centrales internacionales únicas por industrias.
Abogamos por una Internacional sindical única sobre la base de la lucha de clases.
Abogamos por sindicatos de clase únicos como uno de los baluartes más importantes de la clase obrera contra la ofensiva del capital y del fascismo. Al hacerlo así, ponemos como única condición para la unificación de los sindicatos luchar contra el capital, luchar contra el fascismo y por la democracia sindical interna.
El tiempo no espera. Para nosotros, el problema de la unidad del movimiento sindical, tanto en el plano nacional, como internacional, es el problema de la gran causa de la unificación de nuestra clase en potentes organizaciones sindicales únicas contra el enemigo de clase. Saludamos la propuesta dirigida en vísperas del Primero de Mayo de este año por la Internacional Sindical Roja a la Internacional de Amsterdam para discutir conjuntamente las condiciones, métodos y formas para la unificación del movimiento sindical mundial. Los jefes de la Internacional de Amsterdam rechazaron esta propuesta con el manoseado argumento de que la unidad del movimiento sindical sólo puede realizarse dentro de las filas de la Internacional de Amsterdam, que dicho sea de paso, agrupa casi exclusivamente a organizaciones sindicales de una parte de países europeos.
Pero los comunistas, en su labor dentro de los sindicatos, deben proseguir infatigablemente la lucha por la unidad del movimiento sindical. La misión de los Sindicatos Rojos y de la Internacional Sindical Roja es hacer cuanto dependa de ellos para que llegue lo más pronto posible la hora de la lucha conjunta de todos los sindicatos contra la ofensiva del capital y del fascismo, para que la unidad del movimiento sindical se cree, pese a la tenaz resistencia de los jefes reaccionarios de la Internacional Sindical de Amsterdam. Los Sindicatos Rojos y la Internacional Sindical Roja deben recibir de nosotros, en este orden, toda clase de apoyos.
En los países, donde existen pequeños sindicatos rojos, les recomendamos que procuren ingresar en los grandes sindicatos reformistas, exigiendo la libertad para sostener sus opiniones propias, el ingreso de los miembros expulsados; y en los países, donde existen paralelamente grandes sindicatos rojos y reformistas, recomendamos que exijan la convocatoria de un Congreso de unificación sobre la plataforma de la lucha contra la ofensiva del capital y la salvaguardia de la democracia sindical.
Hay que afirmar, del modo más categórico, que el obrero comunista, el obrero revolucionario, que no pertenece al sindicato de masas de su oficio, que no lucha por convertir este sindicato reformista en una verdadera organización sindical de clase, que no lucha por la unidad del movimiento sindical sobre la base de la lucha de clases, no cumple con su deber proletario primordial.
El frente único y la juventud
¡Camaradas! Ya he señalado el papel que ha desempeñado en la victoria del fascismo la incorporación de la juventud a las organizaciones fascistas. Al hablar de la juventud, hemos de declarar francamente que hemos desdeñado nuestra misión de conducir a las masas de la juventud trabajadora a la lucha contra la ofensiva del capital, contra el fascismo y la amenaza de guerra, hemos desdeñado esta misión en una serie de países. No hemos apreciado debidamente la enorme importancia que tiene la juventud en la lucha contra el fascismo. No hemos valorado correctamente los intereses particulares económicos, políticos y culturales de la juventud. Tampoco hemos prestado la atención necesaria a la educación revolucionaria de la juventud.
Todo esto lo ha explotado muy hábilmente el fascismo en algunos países, particularmente en Alemania, para desviar a grandes sectores de la juventud del camino del proletariado.
Hay que tener muy presente que el fascismo no envuelve en sus redes a la juventud solamente con el romanticismo militarista. A unos les da comida y vestidos, enrolándolos en sus destacamentos, a otros les da trabajo, funda incluso establecimientos, llamados culturales, para la juventud, y de este modo se esfuerza por inculcar en los jóvenes la conciencia de que el fascismo quiere y puede realmente dar a la juventud trabajadora alimento, vestido, cultura y trabajo.
Nuestras Juventudes Comunistas siguen siendo, en una serie de países capitalistas, organizaciones predominantemente sectarias, desligadas de las masas. Su debilidad principal radica en que se esfuerzan todavía en copiar las formas y métodos de trabajo de los Partidos Comunistas y olvidan que las Juventudes Comunistas no son el Partido Comunista de la juventud. No tienen suficientemente en cuenta que es una organización con tareas específicas. Sus métodos y formas de trabajo, de educación, de lucha, han de adaptarse al nivel concreto y a las exigencias de la juventud.
Nuestros jóvenes camaradas han dado ejemplos inolvidables de heroísmo en la lucha contra los desafueros fascistas y la reacción burguesa. Pero carecen todavía de capacidad para arrancar concreta y perseverantemente a las masas de la juventud de la influencia enemiga. Esto se revela en la resistencia, no vencida aún hasta hoy, contra la labor dentro de las organizaciones fascistas y en el modo, no siempre acertado, de abordar a la juventud socialista y a otras juventudes no comunistas. De todo esto incumbe también una gran responsabilidad, naturalmente, a los Partidos Comunistas, que deben dirigir y apoyar a las Juventudes Comunistas en su trabajo. Pues, el problema de la juventud no es solamente un problema de las Juventudes Comunistas, es un problema del movimiento comunista en su totalidad. En el campo de la lucha por la juventud, los Partidos Comunistas y las organizaciones juveniles deben dar un viraje verdadero y resuelto. La misión principal del movimiento juvenil comunista, en los países capitalistas, consiste en marchar valientemente por la senda de la realización del frente único, por la senda de la organización y unidad de la joven generación trabajadora. ¡Qué enorme influencia ejercen sobre el movimiento juvenil revolucionario los primeros pasos dados últimamente en esta dirección, en Francia y los Estado Unidos! Bastó con que se emprendiese en estos países la realización del frente único, para que inmediatamente se consiguieran éxitos considerables. También es digna de atención, en el campo del frente único internacional, la eficaz iniciativa del Comité contra la Guerra y el Fascismo de París de llegar a una colaboración internacional de todas las organizaciones juveniles no fascistas.
Estos pasos, que se han dado con éxito en el movimiento del frente único juvenil en los últimos tiempos, ponen de manifiesto también que las formas del frente único de la juventud no pueden estar sujetas a patrones, no tiene por qué ser forzosamente las mismas que se dan en la práctica de los Partidos Comunistas. Las Juventudes Comunistas debe esforzarse, por todos los medios, por unificar las fuerzas de todas las organizaciones no fascistas de masas de la juventud, hasta llegar a la formación de diferentes organizaciones conjuntas para la lucha contra el fascismo, contra la inaudita privación de derechos y la militarización de la juventud, por los derechos económicos y culturales de las jóvenes generaciones, por ganar para el frente antifascista a esta juventud, donde quiera que se encuentre: en los campamentos de trabajo forzado, en las Bolsas de Trabajo, en los cuarteles y en la marina, en las escuelas o en las diferentes organizaciones deportivas, culturales y de otro género.
Nuestros jóvenes comunistas, a la par que desarrollan y fortalecen a las Juventudes Comunistas, deben esforzarse por crear asociaciones antifascistas de las juventudes comunistas y socialistas, sobre la plataforma de la lucha de clases.
El frente único y la mujer
No menor es, camaradas, la insuficiente apreciación que se manifiesta respecto a la labor entre las mujeres trabajadoras, las obreras, las mujeres paradas, las campesinas y las mujeres del hogar. Y si el fascismo despoja en la mayor medida a la juventud, a la mujer la esclaviza de un modo especialmente implacable y cínico, jugando con los sentimientos profundamente arraigados de la madre, de la mujer de su casa, de la obrera sin apoyo, inseguras del mañana. El fascismo, que se presenta como filántropo, arroja a las familias hambrientas una mísera limosna e intenta con ello ahogar los amargos sentimientos, provocados especialmente en las mujeres trabajadoras por la inaudita esclavización, que les acarrea el fascismo. Expulsa a las obreras de la producción. Envía al campo, por la fuerza, a las muchachas necesitadas y las condena a convertirse en criadas gratuitas de los campesinos ricos y de los terratenientes. A la par que promete a la mujer un hogar feliz, la empuja, como ninguna otra forma capitalista, por la senda de la prostitución.
Los comunistas y, sobre todo, nuestras camaradas, deben tener continuamente presente que no puede haber lucha eficaz contra el fascismo, ni contra la guerra, si no movilizan para esta lucha a las extensas masas femeninas. Y esto no se logra solamente con la agitación. Tenemos que encontrar, de acuerdo con cada situación concreta, la posibilidad de movilizar a las masas de las mujeres trabajadoras, a favor de sus intereses y reivindicaciones vitales: contra la carestía de la vida, por el aumento de los salarios, según el principio «a trabajo igual, salario igual», contra los despidos en masa, contra todo lo que signifique desigualdad de derechos y contra la esclavización fascista de la mujer.
En nuestros esfuerzos por incorporar a la mujer trabajadora al movimiento revolucionario, no debemos asustarnos tampoco de la creación de organizaciones especiales de mujeres allí donde sea necesario hacerlo. El prejuicio de que hay que liquidar en los países capitalistas las organizaciones femeninas, que se hallan bajo la dirección de los Partidos Comunistas, por exigirlo así la lucha contra el "separatismo femenino" en el movimiento obrero, es un prejuicio que acarrea frecuentemente grandes daños.
Hay que buscar las formas más sencillas y flexibles para establecer el contacto y la lucha común con las organizaciones femeninas revolucionarias, socialdemócratas y progresistas, antifascistas y antiguerreristas. Tenemos que lograr, cueste lo que cueste, que las obreras y las mujeres trabajadoras militen en el frente único de la clase obrera y en el frente popular antifascista, codo con codo con sus hermanos de clase.
El frente único antiimperialista
Una importancia extraordinaria adquiere, en relación con los cambios operados en la situación internacional e interior de todos los países coloniales y semicoloniales, el problema del frente único antiimperialista.
Respecto a la creación de un amplio frente único antiimperialista en las colonias y semicolonias, hay que tener en cuenta, ante todo, la diversidad de las condiciones, bajo las cuales se desarrolla la lucha antiimperialista de las masas, el distinto grado de madurez del movimiento de liberación nacional, el papel del proletariado en este movimiento y la influencia del Partido Comunista sobre las extensas masas.
En el Brasil el problema se plantea de manera diferente que en la India, en China, etc.
En el Brasil, el Partido Comunista, que con la creación de la Alianza Nacional Libertadora ha sentado un principio acertado para el desarrollo del frente único antiimperialista, tiene que hacer todos los esfuerzos para seguir extendiendo en los sucesivo este frente y mediante la incorporación, en primer término, de las masas de millones de campesinos, poner rumbo hacia la creación de destacamentos de un ejército nacional revolucionario entregado sin reserva a la revolución, y combatir por la instauración del poder de la Alianza Nacional Libertadora.
En la India, los comunistas deben apoyar, extender y participar en todas las acciones antiimperialistas de masas, sin exceptuar aquellas, a cuya cabeza marchan los nacional-reformistas. Conservando su independencia política y de organización, deben emprender un trabajo activo en el seno de las organizaciones adheridas al Partido del Congreso de la India y contribuir a la cristalización de un ala nacional revolucionaria, dentro de estas organizaciones, para seguir desplegando en lo sucesivo el movimiento de liberación nacional de los pueblos de la India contra el imperialismo británico.
En China, donde el movimiento popular ya ha conducido a la creación de distritos soviéticos en importantes territorios del país y a la organización de un potente Ejército Rojo, la ofensiva rapaz del imperialismo japonés y la traición del gobierno de Nanking han puesto en peligro la existencia nacional del gran pueblo chino. Sólo los Soviets chinos pueden actuar como centro de unificación en la lucha contra la esclavización y el reparto de China por los imperialistas, como centro de unificación, que agrupe a todas las fuerzas antiimperialistas para la lucha nacional del pueblo chino.
Aprobamos, por lo tanto, la iniciativa de nuestro valiente Partido Comunista hermano de China de crear el frente único antiimperialista más extenso contra el imperialismo japonés y sus agentes chinos, con todas las fuerzas organizadas existentes en el territorio de China, que estén dispuestas a desplegar una lucha efectiva por la salvación de su país y de su pueblo.
Estoy seguro de que expreso los sentimientos e ideas de todo nuestro Congreso al declarar que enviamos nuestro saludo fraternal más caluroso, en nombre del proletariado revolucionario del mundo entero, a todos los Soviets de China, al pueblo revolucionario chino. Enviamos nuestro caluroso saludo fraternal al heroico Ejército Rojo de China, probado en mil combates. Y aseguramos al pueblo chino que estamos firmemente decididos a apoyar su lucha por liberarse completamente de todos los rapaces imperialistas y de sus agentes chinos. (Impetuosos aplausos, todos los delegados se ponen en pie. Ovaciones prolongadas. Vítores por parte de los delegados).
Sobre el gobierno del frente único
¡Camaradas! Hemos tomado un rumbo resuelto y audaz hacia el frente único de la clase obrera y estamos dispuestos a seguirlo con la máxima consecuencia.
Si se nos pregunta, si nosotros, los comunistas, luchamos sobre el terreno del frente único solamente por reivindicaciones parciales o estamos dispuestos a compartir la responsabilidad, si se llegase a la formación de un gobierno sobre la base del frente único, diremos con plena conciencia de nuestra responsabilidad: ¡sí!, tenemos en cuenta que puede producirse una situación en que la creación de un gobierno de frente único proletario, o de frente popular antifascista sea no solamente posible, sino indispensable en interés del proletariado (aplausos); aceptamos, en efecto esta eventualidad. Y en este caso, sin ninguna vacilación, nos declararemos a favor de la creación de este gobierno.
No me refiero aquí al gobierno que puede ser formado después de la victoria de la revolución proletaria. Evidentemente, no está excluida la posibilidad de que en un país cualquiera, inmediatamente después del derrumbamiento revolucionario de la burguesía, se pueda formar un gobierno soviético sobre la base del bloque gubernamental del Partido Comunista con otro partido ( o su ala izquierda) que participe en la revolución. Es sabido que después de la Revolución de Octubre, el Partido de los bolcheviques rusos vencedor hizo entrar en la composición del gobierno soviético a los representantes de los socialistas revolucionarios de izquierda. Esta fue la particularidad del gobierno soviético, después de la victoria de la Revolución de Octubre.
No se trata de un caso de este género, sino de la posible formación de un gobierno de frente único en vísperas y antes de la victoria de la revolución soviética.
¿Qué sería este gobierno? ¿Y en qué situación pudiera ser posible?
Es, ante todo, un gobierno de lucha contra el fascismo y la reacción. Debe ser un gobierno formado como consecuencia del movimiento de frente único y que no limite de ninguna manera la actividad del Partido Comunista y de las organizaciones de masas de la clase obrera, sino, al contrario, que tome enérgicas disposiciones dirigidas contra los magnates financieros contrarrevolucionarios y sus agentes fascistas.
En el momento oportuno, apoyándose sobre el movimiento creciente del frente único, el Partido Comunista del país en cuestión se manifestará por la creación de semejante gobierno, sobre la base de una plataforma antifascista concreta.
¿Bajo qué condiciones objetivas será posible la formación de un tal gobierno? A esta pregunta puede contestarse de un modo muy general: bajo las condiciones de una crisis política, en que las clases dominantes ya no están en condiciones de acabar con el potente ascenso del movimiento antifascista de masas. Pero esto es sólo una perspectiva general, sin la cual apenas será posible, en la práctica, la formación de un gobierno del frente único. Solamente en presencia de determinadas premisas especiales, puede ponerse al orden del día el problema de la formación de este gobierno como tarea políticamente necesaria. Me parece que en este sentido merecen la mayor atención las siguientes premisas:
Primero: Cuando el aparato estatal de la burguesía esté ya lo bastante desorganizado y paralizado para que la burguesía no pueda impedir la formación de un gobierno de lucha contra la reacción y el fascismo.
Segundo: Cuando las más extensas masas trabajadoras y en particular los sindicatos de masas se levanten impetuosamente contra el fascismo y la reacción, pero no estén todavía preparados para lanzarse a la insurrección con el fin de luchar bajo la dirección del Partido Comunista por la conquista del Poder soviético.
Tercero: Cuando el proceso de diferenciación y radicalización en las filas de la socialdemocracia y de los demás partidos que participan en el frente único haya conducido ya a que una parte considerable dentro de ellas exija medidas implacables contra los fascistas y demás reaccionarios, luche del brazo de los comunistas contra el fascismo y se manifieste abiertamente contra el sector reaccionario y hostil al comunismo de su propio partido.
Cuándo y en qué países surgirá de hecho una situación semejante, en la que se den, en grado suficiente, estas premisas, es cosa que no puede decirse previamente, pero como esta perspectiva no está descartada en ningún país capitalista, debemos tenerla en cuenta y no sólo orientarnos y prepararnos nosotros mismos, sino orientarnos también a la clase obrera en la forma adecuada.
El mero hecho, de que pongamos hoy a discusión este problema, está relacionado, naturalmente, con nuestro modo de apreciar la situación y las perspectivas más próximas de desarrollo, así como con el ascenso efectivo del movimiento del frente único en una serie de países, en estos últimos tiempos. Durante más de diez años, la situación que se planteaba en los países capitalistas era tal que la Internacional Comunista no tenía por qué discutir un problema de esta índole.
Recordaréis, camaradas, que en nuestro IV Congreso. Celebrado en 1922, y también en el V Congreso, en 1924, se discutió el problema de la consigna del gobierno obrero u obrero y campesino. Aquí, inicialmente, se trataba, en substancia, de un problema casi análogo al que hoy se nos plantea. Los debates que en torno a esta cuestión se promovieron por aquel entonces en la Internacional Comunista y especialmente los errores políticos que se cometieron aquí tienen todavía hoy su importancia para acentuar nuestra atención vigilante ante el peligro de desviarse a derecha y a "izquierda" la línea bolchevique en esta cuestión. Por eso quiero señalar en pocas palabras algunos de estos errores, con objeto de sacar de ellos las enseñanzas necesarias para la política actual de nuestros Partidos.
La primera serie de errores obedeció precisamente a que el problema del gobierno obrero no se enlazó clara y firmemente a la presencia de una crisis política. Gracias a esto, los oportunistas de derecha pudieron interpretar la cosa en el sentido de que había que aspirar a la formación de un gobierno obrero, apoyado por el Partido Comunista, en cualquier situación, por decirlo así, "normal". Por el contrario, los ultraizquierdistas sólo admiten un gobierno obrero que e formase única y exclusivamente mediante la insurrección armada, después del derrocamiento de la burguesía. Ambas cosas eran falsas y por eso, ahora, para evitar la repetición de semejantes errores, recalcamos con tanto cuidado la necesidad de tener en cuenta exactamente las condiciones concretas y particulares de la crisis política y del ascenso del movimiento de masas, bajo las cuales puede ser posible y políticamente necesaria la formación de un gobierno del frente único.
La segunda serie de errores obedeció al hecho de que el problema del gobierno obrero no se enlazó con el desarrollo del movimiento combativo de masas del frente único proletario. Esto dio a los oportunistas de derecha la posibilidad de tergiversar el problema y reducirlo a la táctica sin principios de la formación de un bloque con los partidos socialdemócratas, a base de combinaciones puramente parlamentarias. Los ultraizquierdistas, por el contrario, gritaban: "¡Nada de coaliciones con la socialdemocracia contrarrevolucionaria!". Considerando como contrarrevolucionarios, en el fondo, a todos los socialdemócratas.
Ambas cosas eran falsas y nosotros recalcamos ahora, por una parte, que no queremos en modo alguno un "gobierno obrero", que sea sencillamente un gobierno socialdemócrata ampliado. Preferimos, incluso, renunciar al nombre de "gobierno obrero" y hablar de un gobierno del frente único que, por su carácter político, es algo completamente distinto, fundamentalmente distinto de todos los gobiernos socialdemócratas, que acostumbran a llamarse "gobiernos obreros". Mientras los gobiernos socialdemócratas representan un instrumentos de la colaboración de clases con la burguesía, en interés de la conservación del sistema capitalista, el gobierno del frente único es un órgano de la colaboración de la vanguardia revolucionaria del proletariado con otros partidos antifascistas, en interés de todo el pueblo trabajador, un gobierno de lucha contra el fascismo y la reacción. Es evidente que son dos cosas radicalmente distintas.
Por otra parte, subrayamos que es necesario ver la diferencia existente entre los diversos campos de la socialdemocracia. Como ya he señalado, existe en la socialdemocracia un campo reaccionario, pero, al mismo tiempo, existe y crece el campo de los socialdemócratas de izquierda (sin comillas), de los obreros que se revolucionizan. La diferencia decisiva entre ambos campos consiste, prácticamente, en su actitud ante el frente único de la clase obrera. Los socialdemócratas reaccionarios son contrarios al frente único, calumnian al movimiento del frente único, lo sabotean y lo descomponen, ya que éste hace fracasar su política de conciliación con la burguesía. Los socialdemócratas de izquierda son partidarios del frente único, defienden, desarrollan y fortalecen el movimiento del frente único, puesto que él es un movimiento de lucha contra el fascismo y la reacción y será siempre la fuerza que empuje al gobierno del frente único a luchar contra la burguesía reaccionaria. Cuanto con mayor vigor se desencadene este movimiento de masas, tanto mayor será la fuerza que pueda brindar al gobierno para luchar contra los reaccionarios. Y cuanto mejor organizado, desde abajo, esté el movimiento de masas y mayor sea la red de los órganos de clase del frente único, situados al margen del partido en las empresas, entre los desocupados, en los barrios obreros, entre la gente modesta de la ciudad y del campo, tanto mayores serán las garantías que se tengan contra una posible degeneración de la política del gobierno del frente único.
La tercera serie de conceptos erróneos, que se manifestaron en los anteriores debates, se referían precisamente a la política práctica del "gobierno obrero". Los oportunistas de derecha opinaban que el "gobierno obrero" debía mantenerse dentro del "marco de la democracia burguesa" y, por consiguiente, no debí dar ningún paso que se saliese de este marco. Por el contrario, los ultraizquierdistas renunciaban de hecho a todo intento de formación de un gobierno del frente único.
En 1923, pudo verse, en Sajonia y Turingia, un cuadro elocuente de la práctica oportunista derechista de un "gobierno obrero". La entrada de los comunistas en el gobierno de Sajonia, con los socialdemócratas de izquierda (grupo Zeigner), no era de por sí un error. Por el contrario, este paso estaba completamente justificado por la situación revolucionaria de Alemania. Pero los comunistas, al participar en el gobierno, tenían que haberse aprovechado de sus posiciones, ante todo para armar al proletariado, y no lo hicieron. Ni siquiera confiscaron una sola de las casas de los ricos, a pesar de que la escasez de viviendas obreras era tan grande, que muchos obreros, con mujer e hijos, no tenían donde cobijarse. Tampoco emprendieron nada para organizar el movimiento revolucionario de masas de los obreros. Procedieron en todo momento como los habituales ministros parlamentarios dentro del "marco de la democracia burguesa". Como es sabido, este fue el resultado de la política oportunista de Brandler y de sus secuaces. El resultado de todo esto fue una tal bancarrota que, incluso hoy, nos vemos obligados a referirnos al gobierno de Sajonia, como ejemplo clásico de cómo no deben actuar los revolucionarios en el gobierno.
¡Camaradas! Nosotros exigimos de todo gobierno del frente único una política completamente distinta. Le exigimos que lleve a cabo determinadas reivindicaciones cardinales revolucionarias, congruentes con la situación, como, por ejemplo, el control de la producción, el control sobre los bancos, la disolución de la policía, su sustitución por una milicia obrera armada, etc.
Hace quince años, Lenin nos invitaba a que concentrásemos toda la atención "en buscar las formas de transición o de acercamiento a la revolución proletaria". Puede ocurrir que el gobierno del frente único sea, en una serie de países, una de las formas transitorias más importantes. Los doctrinarios "de izquierda" siempre pasaron por alto esta indicación de Lenin, hablando solamente de la "meta", como propagandistas limitados, sin preocuparse jamás de las "formas de transición". Y los oportunistas de derecha intentaban establecer una "fase democrática intermedia", especial, entre la dictadura de la burguesía y la dictadura del proletariado, para sugerir a la clase obrera la ilusión de un pacífico paso parlamentario de una dictadura a otra. ¡Esta "fase intermedia" ficticia la llamaban también "forma de transición" e invocaban incluso el nombre de Lenin! Pero no fue difícil descubrir el fraude, pues Lenin hablaba de una forma de transición y de acercamiento a la "revolución proletaria", esto es, al derrocamiento de la dictadura burguesa y no de una forma transitoria cualquiera entre la dictadura burguesa y la proletaria.
¿Por qué atribuía Lenin una significación tan extraordinariamente grande a la forma que revistiese el paso a la revolución proletaria? Porque tenía presente "la ley fundamental de todas las grandes revoluciones", la ley de que la propaganda y la agitación por sí solas no pueden suplir en las masas su propia experiencia política, cuando se trata de atraer a las masas verdaderamente extensas de los trabajadores al lado de la vanguardia revolucionaria, sin lo cual es imposible la lucha victoriosa por el poder. El error habitual de tipo izquierdista es la creencia, que, tan pronto como surge la crisis política (o revolucionaria), basta con que la dirección comunista lance la consigna de la insurrección revolucionaria, para que las grandes masas la sigan. No; hasta en presencia de tales crisis, las masas distan mucho de estar siempre preparadas para eso. Hemos visto esto en el ejemplo de España. Para ayudar a las masas de millones a aprender lo más pronto posible, por medio de su propia experiencia, lo que tiene que hacer, dónde encontrar la salida decisiva y comprender qué partido merece su confianza; para esto hacen falta, entre otras cosas, junto con las consignas transitorias, también "las formas especiales de transición o de acercamiento a la revolución proletaria". Sin esto, las extensas masas del pueblo que está cautivas en las ilusiones y tradiciones democráticas pequeñoburguesas, podrán incluso, ante una situación revolucionaria, vacilar, perder tiempo, vagar, sin encontrar el camino de la revolución y hasta caer bajo los golpes de los verdugos fascistas.
Por esto señalamos la posibilidad de formar, bajo las condiciones de la crisis política, un gobierno del frente único antifascista. En la medida en que este gobierno despliegue una lucha real y verdadera contra los enemigos del pueblo, conceda libertad de acción a la clase obrera y al Partido Comunista, nosotros, los comunistas, lo apoyaremos por todos los medios y lucharemos en la primera línea de fuego, como soldados de la revolución. Pero les decimos francamente a las masas: Este gobierno no traerá la salvación definitiva. Este gobierno no está en condiciones de derrocar la dominación de clase de los explotadores y, por esta razón, no puede tampoco eliminar definitivamente el peligro de la contrarrevolución fascista. ¡Por consiguiente, hay que prepararse para la revolución socialista! Sólo y exclusivamente el Poder soviético traerá la salvación.
Si analizamos el desarrollo actual de la situación internacional, vemos que la crisis política va madurando en toda una serie de países. Esto condiciona la gran importancia y actualidad de una decisión de nuestro Congreso sobre el problema del gobierno del frente único.
Si nuestros Partidos saben aprovechar, para la preparación revolucionaria de las masas, de un modo bolchevique, la posibilidad de formar un gobierno del frente único, la lucha en torno a la formación y permanencia en el poder de este gobierno, ésta será la mejor justificación política de nuestro rumbo hacia la creación de un gobierno del frente único.
La lucha ideológica contra el fascismo
Uno de los aspectos más débiles de la lucha antifascista de nuestros Partidos consiste en que no reaccionan suficientemente, ni a su debido tiempo contra la demagogia del fascismo y siguen tratando despectivamente los problemas de la lucha contra la ideología fascista. Muchos camaradas no creían que una variedad tan reaccionaria de la ideología burguesa, como es la ideología del fascismo, que en su absurdo llega con harta frecuencia hasta el desvarío, fuese en general capaz de conquistar influencia sobre las masas. Esto fue un gran error. La avanzada putrefacción del capitalismo llega hasta la misma médula de su ideología y su cultura, y la situación desesperada de las extensas masas del pueblo predispone a ciertos sectores al contagio con los detritus ideológicos de este proceso de putrefacción.
No debemos menospreciar, en modo alguno, esta fuerza del contagio ideológico del fascismo. Al contrario, debemos librar por nuestra parte una amplia lucha ideológica, basada en una argumentación clara y popular y en un método certero a la hora de abordar lo peculiar en la psicología nacional de las masas del pueblo.
Los fascistas resuelven la historia de cada pueblo, para presentarse como herederos y continuadores de todo lo que hay de elevado y heroico en su pasado, y explotan todo lo que humilla y ofende a los sentimientos nacionales del pueblo, como arma contra los enemigos del fascismo. En Alemania se publican centenares de libros que no persiguen otro fin que el de falsear la historia del pueblo alemán sobre una pauta fascista.
Los flamantes historiadores nacionalsocialistas se esfuerzan en presentar la historia de Alemania, como si, bajo el imperativo de una "ley histórica", un hilo conductor marcara, a los largo de 2.000 años, la trayectoria del desarrollo que ha determinado la aparición en la escena de la historia del "salvador nacional", del "Mesías" del pueblo alemán, el célebre cabo de progenie austríaca. Todos los grandes hombres del pueblo alemán en épocas pasadas se presentan en estos libros como fascistas, y todos los grandes movimientos campesinos, como precursores directos del movimiento fascista.
Mussolini se esfuerza obstinadamente en sacar partido de la figura heroica de Garibaldi. Los fascistas franceses tremolan a Juana de Arco como su heroína. Los fascistas norteamericanos apelan a las tradiciones de la guerra de la independencia americana, a las tradiciones de Washington y de Lincoln. Los fascistas búlgaros explotan el movimiento de liberación nacional de la década del 70 del siglo pasado y a los héroes populares, tan queridos, de este movimiento, como Vasil Levski, Stefan Karadsha, etc.
Los comunistas, que creen que todo esto no tiene nada que ver con la causa obrera y no hacen nada, ni lo más mínimo, para esclarecer ante las masas trabajadoras el pasado de su propio pueblo con toda fidelidad histórica y el verdadero sentido marxista, marxista-leninista, para entroncar la lucha actual con las tradiciones revolucionarias de su pasado, esos comunistas entregan voluntariamente a los falsificadores fascistas todo lo que hay de valioso en el pasado histórico de la nación, para que engañen a las masas del pueblo.
¡No, camaradas! A nosotros nos afectan todos los problemas importantes, no sólo del presente y del futuro, sino también los que forman parte del pasado de nuestro propio pueblo, pues nosotros, los comunistas, no practicamos la política mezquina de los intereses gremiales de los obreros. Nosotros no somos los funcionarios limitados de las tradeuniones, ni tampoco los dirigentes de los gremios medievales de artesanos y oficiales. Somos los representantes de los intereses de clase de la más importante y grande de las clases de la sociedad moderna, de la clase obrera, que tiene por misión emancipar a la humanidad de los tormentos del sistema capitalista, que ya ha abatido el yugo del capitalismo y es la clase gobernante en una sexta parte del planeta. Nosotros defendemos los intereses vitales de todos los sectores trabajadores explotados, es decir, de la mayoría del pueblo de todos los países capitalistas.
Nosotros, los comunistas, somos, por principio, enemigos irreconciliables del nacionalismo burgués, en todas sus formas y variedades. Pero no somos partidarios del nihilismo nacional, ni podemos actuar jamás como tales. La misión de educar a los obreros y a los trabajadores en el espíritu del internacionalismo proletario es una de las tareas fundamentales de todos los Partidos Comunistas. Pero, el que piense, que esto le permite, e incluso, le obliga a escupir en la cara a todos los sentimientos nacionales de las amplias masas trabajadoras, está muy lejos del verdadero bolchevismo y no ha comprendido nada de las enseñanzas de Lenin sobre la cuestión nacional. (Aplausos).
Lenin que luchó siempre decidida y consecuentemente contra el nacionalismo burgués, en su artículo Sobre el orgullo nacional de los grandes rusos, escrito en el año 1914, nos dio un ejemplo de cómo debe enfocarse acertadamente el problema de los sentimientos nacionales.
He aquí lo que escribe:
«¿Nos es ajeno a nosotros, proletarios conscientes grandes rusos, el sentimiento de orgullo nacional? ¡Claro que no! Amamos nuestra lengua y nuestra Patria, trabajamos más que todo por elevar sus masas trabajadoras (es decir las nueve décimas partes de su población) a la vida consciente de demócratas y socialistas. Lo más duro para nosotros es ver y sentir a qué violencias, opresión y burlas someten a nuestra magnífica Patria los verdugos zaristas, los palaciegos y los capitalistas. Nos sentimos orgullosos de que estas violencias provocaran la resistencia de nuestros medios, en el seno de los grandes rusos, que estos medios dieran a Rashev, a los decembristas, a los revolucionarios-raznochintzi de la década del 70, que la clase obrera gran rusa creara en 1905 un poderoso partido revolucionario de las masas.
De nosotros se apodera un sentimiento de orgullo nacional, ya que la nación gran rusa ha creado también una clase obrera, demostró también que es capaz de dar a la humanidad grandes ejemplos de lucha por la libertad y el socialismo y que no sólo sabe organizar pogromos, elevar horcas, llenar las cárceles, causar grandes hambres y engendrar servilismo ante curas, zares, terratenientes y capitalistas.
De nosotros se apodera un sentimiento de orgullo nacional y por eso precisamente aborrecemos ante todo nuestro pasado de esclavos... y nuestro presente de esclavos, cuando estos mismo terratenientes, ayudados por los capitalistas, nos llevan a la guerra, para esclavizar a Polonia y Ucrania: ¡para aplastar el movimiento democrático en Persia y China, para reforzar la camarilla de los Romanov, Bobrinski, Purishkevich que es una vergüenza para nuestra dignidad nacional gran rusa!»
Es lo que escribe Lenin sobre el orgullo nacional.
Yo creo, camaradas, no haber procedido equivocadamente cuando, en el proceso de Leipzig, ante el intento de los fascistas de calumniar al pueblo búlgaro como a un pueblo bárbaro, defendí el honor nacional de la masas trabajadoras, del pueblo búlgaro, que lucha abnegadamente contra los usurpadores fascistas, que son los verdaderos bárbaros y salvajes, (aplausos impetuosos y prolongados) y cuando declaré que no tengo ningún motivo para avergonzarme de ser búlgaro y que, lejos de ello, estoy orgulloso de ser hijo de la heroica clase obrera búlgara (Aplausos).
¡Camaradas! El internacionalismo proletario debe "aclimatarse", por decirlo así, en cada país y echar raíces profundas en el suelo natal. Las formas nacionales, que reviste la lucha proletaria de clases, el movimiento obrero en cada país no están en contradicción con el internacionalismo proletario, sino que, al contrario, es precisamente bajo estas formas como se pueden defender también con éxito los intereses internacionales del proletariado.
Es evidente que hay que poner bien de relieve, en todas partes y en todas las ocasiones, ante las masas y demostrar de un modo concreto que la burguesía fascista, con el pretexto de defender los intereses de toda la nación, practica la política egoísta de opresión y explotación de su propio pueblo y la expoliación y la esclavización de los demás pueblos. Pero no podemos limitarnos a esto. Al mismo tiempo, tenemos que poner de manifiesto, a través de las propias luchas de la clase obrera y mediante las acciones del Partido Comunista, que el proletariado, al rebelarse contra todo vasallaje y contra toda opresión nacional, es el único y auténtico campeón de la libertad nacional y de la independencia del pueblo.
Los intereses de la lucha de clases del proletariado contra los explotadores y opresores patrios no están en pugna con los intereses de un porvenir libre y feliz de la nación. Al contrario: la revolución socialista será la salvación de la nación y le abrirá el camino para un auge más esplendoroso. Por esto, porque la clase obrera, al construir hoy sus organizaciones de clase y afianzar sus posiciones, al defender contra el fascismo los derechos y libertades democráticas, al luchar por el derrocamiento del capitalismo, lucha ya a través de todo esto por ese porvenir de la nación.
El proletariado revolucionario lucha por salvar la cultura del pueblo, por redimirla de las cadenas del capital monopolista en putrefacción, del fascismo bárbaro que la violenta. Sólo la revolución proletaria puede impedir el naufragio de la cultura, elevarla al más alto esplendor como verdadera cultura popular, de esa cultura, nacional por su forma y socialista por su contenido, que se está realizando ante nuestros ojos en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
El internacionalismo proletario no sólo no está contra la lucha de los trabajadores de cada país por la libertad nacional, social y cultural, sino que además garantiza, gracias a la solidaridad proletaria internacional y a la unidad de lucha, el apoyo necesario para triunfar en ella. Sólo en la más estrecha alianza con el proletariado victorioso de la gran Unión Soviética, puede triunfar la clase obrera de los países capitalistas. Sólo luchando codo a codo con el proletariado de los países imperialistas, pueden los pueblos coloniales y las minorías oprimidas lograr su liberación. La alianza revolucionaria de la clase obrera de los países imperialistas con los movimientos de liberación nacional de las colonias y países dependientes es un jalón, absolutamente indispensable, en la senda del triunfo de la revolución proletaria en los países imperialistas, pues como enseñaba Marx, "el pueblo que oprime a otros pueblos jamás puede ser libre".
Los comunistas, que forman parte de una nación oprimida o dependiente, no podrán luchar con éxito contra el chovinismo, en el seno de su propia nación, si al mismo tiempo no ponen de manifiesto, en la práctica del movimiento de masas, que luchan realmente por redimir a su nación del yugo extranjero. Por otra parte, los comunistas de la nación opresora tampoco podrán hacer lo que es necesario para educar a las masas trabajadoras de su nación en el espíritu del internacionalismo, si no libran una lucha decidida contra la política de opresión de su "propia" burguesía, por el derecho a la completa autodeterminación de las naciones esclavizadas por ellas. Si no lo hacen, tampoco ayudarán a los trabajadores de las naciones oprimidas a sobreponerse a sus prejuicios nacionalistas.
Sólo actuando en este sentido, demostrando de un modo convincente en toda nuestra labor de masas que estamos tan libres del nihilismo nacional, como del nacionalismo burgués, sólo entonces podremos librar una lucha verdaderamente eficaz contra la demagogia chovinista del fascismo.
Por eso, tiene una importancia tan enorme la aplicación justa y concreta de la política nacional leninista. Es ésta una premisa absolutamente indispensable, para luchar eficazmente contra el chovinismo, principal instrumento de la influencia ideológica de los fascistas sobre las masas.


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periodista obrero. Comunista (marxista-leninista). Antiimperialista, anticapitalista y antimilitarista.