El Gran Sol Rojo del Amanecer

domingo, 1 de enero de 2012

Lenin: Acerca de la derrota del propio gobierno en la guerra imperialista

(Nota de Quibian: La III Guerra Interimperialista se hace inevitable. Desde el triunfo de la contrarrevolución en antigua patria de Lenin y Stalin y en todo el exCampo Socialista el imperialismo estadounidense ha soltado su perros de guerra con miras de construirse un imperio global y de tragarse con la violencia y la agresión militar a los países que, hasta entonces, han sido parte del sistema neocolonial mundial del socialimperialismo soviético. Ya mediante promoción de las “revoluciones de terciopelo” (Albania, Alemania Oriental, Checoeslovaquia, Polonia, Países Bálticos, Rumania, Bulgaria, etc.), o ya con la agresión armada descarada: Grenada, Yugoslavia, Somalia, Yemen, Afganistán, Irak, Libia; o haciendo pender la amenaza directa de agresión sobre República Democrática de Korea, Siria e Irán. ¡El cerco sobre Eurasia está por cerrarse. Pero, a lo largo de estos últimos 20 años, Rusia se ha recuperado económica y políticamente. La China postMao,  con una economía en rapidísimo desarrollo y poseedora de fuerte y modernizado ejército, devenida en una poderosa superpotencia socialimperialista. Se han puesto de pie y reclaman su “derecho” a espacios en la nueva redistribución económica y geográfica del planeta. Conformándose de hecho dos grandes bloques imperialistas, USA y las potencias imperialistas occidentales coaligadas, UE y Australia, y aquel conformando por el imperialismo euroasiático (Rusia y China) sustentado en la Alianza estratégica denominada BRIC. Dos bloques rivales y en vertiginosa carrera por hacerse cada uno de ellos con nuevas áreas estratégicas y creando subbloques regionales. Un ejemplo de estos subbloques regionales se ha dado y sembrado división estadual en América Latina: por un lado, aquel pro euroasiático integrado por Argentina, Bolivia, Brasil, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Venezuela; por otro lado, aquellos neocolonias yanquis (Colombia, Chile, Honduras, México y Panamá y otros más). Así el tinglado de la nueva guerra imperialista está listo. Claramente resulta que dicha guerra tiene un carácter imperialista y objetivos imperialistas por ambos bandos o bloques militares. Es y será una guerra reaccionaria, contrarrevolucionaria, colonialista y depredadora. Pudiera ser detenida si se pudiese generar un poderoso movimiento pro-paz mundial, pero tal fuerza no existe todavía, está dispersa y dislocada. Los comunistas debemos prepararnos ante un eventual estallido. ¿Qué Hacer? Adaptándonos a las nuevas condiciones que se nos imponen, debemos recuperar la vieja consigna leninista de combatir revolucionariamente a los guerreristas imperialistas de ambos bloques militares, hegemonistas, como impulsar la lucha de clases, hasta sus formas superiores, contra los gobiernos cómplices de nuestros países concretos. Derribarlos y avanzar hacia la revolución socialista).

De: Acerca de la derrota del propio gobierno en la guerra imperialista
Vladimir Ilich Lenin

La revolución durante la guerra es la guerra civil, pero, de un lado la transformación de la guerra de los gobiernos en guerra civil se ve facilitada por los reveses militares (por la “derrota”) de los gobiernos, y, de otro lado, es imposible tender en la práctica a esa transformación sin contribuir con ello a la derrota.

Los chovinistas (con el Comité de Organización, con la fracción de Chjeidze) niegan la “consigna” de derrota precisamente porque esta consigna es la única que significa un llamamiento consecuente con las acciones revolucionarias contra el propio gobierno durante la guerra.   Y sin esas acciones, los millones de frases rrrevolucionarias acerca de la guerra contra “la guerra y las condiciones y etc.” no valen un comino.

Quien deseara refutar seriamente la “consigna” de derrota del propio gobierno en la guerra imperialista, debería demostrar una de las tres cosas siguientes: o 1) que la guerra de 1914-1915 no es reaccionaria; o 2) que la revolución es imposible en relación con ella; o 3) que son imposibles la concordancia y la cooperación de los movimientos revolucionarios de todos los países beligerantes. La última consideración tiene un importancia particular para Rusia, pues es el país más atrasado, un país en el que la revolución socialista es imposible de manera directa. Precisamente por eso, los socialdemócratas rusos debieron ser los primeros en exponer “la teoría y la práctica” de la “consigna” de la derrota. Y el gobierno zarista tenía toda la razón al decir  que la agitación del Grupo Parlamentario socialdemócrata obrero ruso –único ejemplo en la Internacional no sólo de oposición parlamentaria, sino de agitación verdaderamente revolucionaria entre las masas contra su propio gobierno- debilitaba “la potencia militar” de Rusia y contribuía a su derrota. Esto es un hecho. Y es poco inteligente ocultarse de él.

Los enemigos de la consigna de la derrota  se tienen simplemente miedo a sí mismos, no deseando mirar cara a cara el hecho evidentísimo de que existe una ligazón indisoluble entre la agitación revolucionaria contra el gobierno y la cooperación a su derrota.

¿Son posibles la concordancia y la cooperación del movimiento revolucionario, en el sentido democrático-burgués, en Rusia y del movimiento socialista en Occidente? Durante los diez años últimos no ha dudado de ello ni un solo socialista que haya expuesto públicamente su opinión, y el movimiento en el proletariado  austríaco después del 17 de octubre de 1905 ha demostrado de hecho esa posibilidad.

Preguntad a cualquier socialdemócrata que se llame internacionalista: ¡simpatiza con un acuerdo de los socialdemócratas de los distintos países beligerantes sobre acciones revolucionarias conjuntas contra todos los gobiernos beligerantes? Muchos responderán que ese acuerdo es imposible, como lo ha hecho Kautzky (Neue Zeit, 2 de octubre de 1914), demostrando plenamente con ello su socialchovinismo. Porque, de una parte, eso es una falsedad evidente y clamante, en contradicción con hechos de todos conocidos y con el manifiesto de Basilea. Y, de otra parte, si eso fuera cierto, ¡los oportunistas tendrían entonces razón en muchas cosas!

Muchos responderán que simpatizan con dicho acuerdo. Y entonces diremos: si esa simpatía no es hipócrita, será ridículo pensar que en la guerra y para la guerra es imprescindible un acuerdo “con todas las formalidades”: elección de representantes, entrevista, firma del acuerdo, fijación del día y de la hora. Sólo los Semkovski pueden pensar así. El acuerdo acerca de las acciones revolucionarias serias, empezándolas, desarrollándolas. Pero este empiece, a su vez, es imposible sin el deseo de derrota y sin la cooperación a la derrota. La transformación de la guerra imperialista en guerra civil no puede ser “hecha”, de la misma manera que es imposible “hacer” la revolución: esa transformación surge de toda una serie de diversos fenómenos, aspectos, rasgos, propiedades y consecuencias de la guerra imperialista. Y ese surgimiento es imposible sin una serie de reveses y derrotas militares de los gobiernos a los que asestan golpes sus propias clases oprimidas.

“Sotsial-Demokrat”, núm. 43
26 de julio de 1915.




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Datos personales

periodista obrero. Comunista (marxista-leninista). Antiimperialista, anticapitalista y antimilitarista.