por Quibian Gaytan
No es copiar o rechazar en
bloque. Pero, algo debemos aprehender de los acontecimientos políticos y de la
crisis revolucionaria en Grecia. Total las situaciones políticas y nacionales
son concretas, diferentes y muy reales en la contrariedad conque se nos manifiestan.
Empero, en la diversidad y diferencialidad de las situaciones concretas, en la
variabilidad de las condiciones económicas y políticas regionales y planetaria
las cuales determinan el tipo de acción concreta necesaria de su
solución aflora, remarcablemente, una misma base común: la fase de madurez de
la crisis general del sistema imperialista mundial en estos inicios del siglo XXI y la
determinación revolucionaria de su reemplazo revolucionario por el sistema
socialista.
Más claro el agua. La
putrefacción avanzada del sistema capitalista mundial, la que afecta
directamente a su cabeza, a la vieja Superpotencia estadounidense y a las
potencias imperialistas europeas, fenómeno económico y político que pone de
manifiesto su agonía histórica, ha terminado por generar una crisis
revolucionaria general mundial. La burguesía imperialista mundial, lastrada por
la crisis general de su sistema, ya ni quiere ni puede mantener su dominación
política en base al Estado-nación-imperialista y a la tradicional y regular
redistribución del planeta. Tiene, hoy, sueños catastrofistas que le impulsan
desesperadamente a buscar como salida, bordeando en eso el hacer estallar al
planeta por sus cuatro esquinas para lograrlo, un gobierno único mundial, una
República Capitalista Mundial. Implantar una Dictadura fascista internacional
de la oligarquía financiera monopolista transnacional.
Tras su voz de mando “¡Abajo
el Estado-nación!”, la que guía todas sus movidas económicas, políticas y
militares, pone crudamente sus reales
fines y el qué hacer para alcanzarlo mundialmente, aplastar a sangre y fuego el mas mínimo
vestigio de soberanía estatal y de libertad nacional de los pueblos y naciones
de todo el Orbe. Para realizarlo todos
los medios son dables, en eso no les vale ni ley ni moral alguna: crisis
económicas y financieras programadas con miras de socavar y desorganizar las
economías nacionales (no importando si son de países del tercer mundo o países
imperialistas de tercer grado); pisoteando su propio orden político
internacional tradicional, su derecho internacional y a la misma normatura de
basamento de existencia de la Organización de las Naciones Unidas impulsa, ante
sí y de por sí, la desestabilización y la subversión armada interna
reaccionaria, guerras de agresión y conquista neocoloniales, generalización de
la política de depredación y saqueo de las riquezas y recursos naturales,
sociales y culturales de los pueblos y naciones víctimas de sus sangrientas
brutalidades; refeudalización y compradorización de las economías nacionales;
pisoteamiento de las libertades democráticas, dentro y allende a sus propias
fronteras, matanzas en masa y oficialización de la violencia y las torturas sin
mirar clase social, género o edad.
Pero, y es lo esencial, al
centro de toda esta violencia generalizada y mundializada, cuya mira central es
sentar las bases para su gobierno capitalista mundial único, mira que no ha
olvidado en momento alguno, su lucha contra su principal enemigo: la clase
obrera y su ideal del socialismo. Todo su accionar gira en derredor del
desorganizamiento de las filas del movimiento obrero mundial. Lo suyo pues
imponerle a la clase obrera un sangrienta guerra contrarrevolucionaria preventiva.
Ahogar a la revolución proletaria antes que renazca y derrumbe sus planes de
sojuzgamiento mundial.
Esas son sus miras y sus
sueños locos, fascistas y antihumanistas. Pero, su misma violencia
reaccionaria, sus afanes de recrudecimiento de la esclavitud asalariada y su
aplicación del terrorismo en las relaciones entre las clases han terminado por
despertar los factores sociales de la revolución. Su agudizamiento artificial
de la violencia reaccionaria y contrarrevolucionaria contra las masas ha
logrado despertar la disposición de lucha y al relanzamiento del fenómeno que
se ha afanado en desarticular, una tercera ola de la revolución proletaria
mundial se ha iniciado. Tocar a reunión de las fuerzas revolucionarias
proletarias y comunistas.
Y eso involucra unir,
política e ideológicamente, a los
movimientos comunistas (mlm), a los movimientos comunistas (mlpm), como a
aquellos hoxhistas, con el movimiento social consecuente. Tan diferentes todos
en su interpretación y aplicación de los métodos de resolución de la
contradicción matriz del cambio socialista urgente. Unir a lo que una vez se
dividió, es tarea impostergable y de máxima urgencia y del momento. Unir al
proletariado comunista en un solo destacamento internacional, para hacer
realidad la conducción de la inevitable revolución proletaria socialista
internacional. Se trata, ello cae de su peso, no de una unidad sin principios
únicos identificatorios o de unidad porque sí, por el contrario, de debate por
la unidad de visión y línea política de clase, unidad de trabajo
político-ideológico y de acción política por el cambio revolucionario y
socialista inevitable.
Grecia es la gota que
refleja al mar, la incertidumbre y la violencia antirrevolucionaria que impera en el sistema. Grecia, atenazada hasta
la asfixia total por la subversión financiera, con su prolongada lucha
revolucionaria de masas y exacerbación de la lucha de clases bordeante su transformación en guerra social abierta,
nos está ofreciendo una lección política, una lección histórica. Aquella de la
acción revolucionaria directa de las masas combinadas con las guerras populares
revolucionarias en curso, paralelamente en diversos países del mundo, confirma el
aserto histórico de que las masas proletarias y populares saben tomar la
iniciativa política y militar, mucho antes que su Dirección política
revolucionaria organizada.
Puestas en movimiento de
masas, como resultado de la crisis del sistema y de la violencia del Estado
desatada, ellas sin dirección comunista revolucionaria en su espontaneidad y de
una falsa conciencia de clase recorre viejos caminos ya trillados, repite
viejos errores y forja nuevas ilusiones.
La posibilidad, dada por real, imponer con la papeleta electoral su voluntad
nacional de cambiar el orden constitucional e institucional vigente. Huérfana
de una estrategia revolucionaria de poder ellas, equívocamente, separan
gobierno de Estado.
Torcer la barra es lo que
toca.
A mí, como probablemente a
ti, eso de la política electoralista y el parlamentarismo como estrategia
–aunque se esconda tras una aparente ortodoxia a la táctica política
parlamentarista leninista, en su momento justa en la Rusia zarista y para el
período de la III Internacional, quizás valida aún en algunos países hoy- me
pone los pelos del brazo izquierdo de punta. ¡Bueno es un exabrupto personal!
Aunque sería bueno, en estos momentos, la intelectualidad
marxista-leninista-maoísta abriese un debate-balance, en vista de la
experiencia parlamentaria “leninista” de los PC de Francia, Italia, España y
otros que por esa vía se deslizaron, vía de su interpretación y aplicación
dogmática del parlamentarismo leninista, frustradas sus esperanzas de tomar el
poder del Estado por la vía pacífica, electoral, al eurocomunismo esa versión
“occidental” del revisionismo moderno, a la renuncia a la revolución proletaria,
al renegamiento de la experiencia histórica de la revolución y construcción
socialista en Rusia, al marxismo-leninismo y a la concepción leninista misma
del Partido Comunista y a sus tareas hoy.
Habría que preguntarse pues ¿ha
llegado ser correcto hoy eso de la vía electoral al poder? Y más en específico:
¿El Parlamentarismo leninista es aplicable hoy? A fin de cuentas nosotros,
comunistas revolucionarios, como tampoco Lenin y ninguno de los grandes
Maestros del proletariado internacional, no somos electoralistas por
principios, somos soldados en activo permanente de la revolución. Por lo que, para
nosotros, abstencionismo y participación electoral no están en contradicción
estratégica, son dos caras de la misma moneda. Son recursos tácticos necesarios
dictados por el nivel de la experiencia, organización política independiente y
de conciencia comunista de clase de las
masas en lucha. Haber olvidado esto, en el pasado reciente, llevó a la
bancarrota política e ideológica al viejo movimiento comunista internacional.
Mao Tse-tung, por su parte, auténtico
marxista-leninista, ha sacado conclusiones innovadoras y avanza una respuesta
negativa a ésa última interrogante. De sus palabras debemos extraer la
siguiente conclusión valorativa: Al presente los países adelantados de Europa
hacen renuncia a la democracia burguesa imperialista y se pasan al fascismo,
dejando ser simples potencias coloniales y se subordinan voluntariamente ellas
mismas al nuevo orden neocolonial mundial, sus burguesías nacionales
imperialistas devienen marionetas de la
oligarquía supranacional, centralmente de aquella estadounidense. De ahí,
podemos extraer la conclusión absolutamente justa de la universalidad de la
guerra popular.
Esto, visto a la luz de la
lección histórica de la universalidad del recurso a la guerra popular para
conquistar la nueva democracia y el socialismo y la no opcionalidad de la
cuestión de violencia revolucionaria frente a la reclamada revolución
“electoral”, de la vía pacífica de la revolución y de la reducción de la
cuestión del poder político a la mera cuestión de la conquista de mayoría de
los escaños parlamentarios, de largo auténtico suplicio de Tántalo de comunistas y reformistas.
Ya en las primeras décadas
del siglo XX, Lenin con respecto a los revisionistas de viejo cuño, encabezados
por Eduardo Bernstein y Carlos Kautzky, marcaba la distinción fundamental entre
comunistas y renegados. O con la revolución violenta o con la revolución
“pacífica” Hoy el dilema teórico y
práctico de dicha cuestión está al día nuevamente. No nos referimos a la
experiencia negativa de Allende en Chile, también empecinado en demostrar la
factibilidad de la toma electoral del poder, sino a esa que está tomando cuerpo
en Grecia, al calor de la movilización y las luchas de masas contra la
pretensión de la burguesía transnacional europea de neocolonizarla. Nos
referimos a Syriza, segunda fuerza
electoral y que posiblemente pudiese, luego de las elecciones de junio del
corriente, servir de base a la formación de un gobierno de “izquierda radical”.
La importancia y vitalidad
del tema, por ejemplo, ha llevado a la intelectualidad de “marxista” europea a
plantear al movimiento revolucionario como tarea política el “apoyar a la izquierda radical griega, y el impulso
democrático, antifascista y unitario que la impulsa. Está, en estos momentos,
en la punta del combate para sacar a Grecia, y como consecuencia, a Europa, de
la pesadilla de la austeridad neoliberal”.
El dilema que se plantea al
Movimiento Comunista (Marxista-Leninista-Maoísta), a la luz de nuestros
principios universales y de nuestra
línea táctica y estratégica, apoyar al pueblo griego apoyando a Syriza o apoyar
por todos los medios al pueblo griego en lucha pese a Syriza, en base a sus
elementos políticos revolucionarios más consecuentes.
Syriza
es
un frente electoral y no un partido revolucionario único o una alianza de
partidos revolucionarios, mucho menos un Partido Comunista Marxista-Leninista.
Él es una coalición política de partidos reformistas de “izquierda”,
democráticos nacionalistas y reagrupamientos políticos menores maoístas y
trotskystas. De ahí, pluriideológico y heteroclasista. Amén que se siente
orgulloso de su fuente de origen el “movimiento social”, del movimiento global
mundialista y no del movimiento obrero griego. Y según apuntes noticiosos de la
prensa internacional se puede deducir que él se ha propuesto llegarse al
gobierno (“de izquierda”, dicen) para “administrar al Estado” mejor que la
burguesía misma. Reformismo burgués mondo y lirondo.
No obstante, Syriza, con su heterogeneidad política e
ideológica, con su entrechocar de líneas políticas, con sus diferencias de
clase, con su comprensión de que nada está hecho ya y que todo se está haciendo aún, nos está
haciendo llamado a una autocrítica profunda de nuestra recién pasada conducta
política. Que es la hora de una
rectificación integral de nuestra concepción organizativa y nuestra conducta
estratégica respecto al frente unido necesario. En ello, en lo ideológico no
hay ni puede haber retroceso alguno, el marxismo-leninismo-maoísmo es base
inconmovible en la unidad, por ende, unidad en lucha para la salvaguardia de
nuestros principios generales y particulares. ¿Todo por el frente y nada fuera
del frente? Los comunistas somos los más fervientes defensores de la unidad
interior en un Frente Unido, cualquiera que sea su naturaleza y objetivos
concertados, pero, en ello, no podemos dejar de lado o hacer renuncia “en aras
de la unidad” de nuestra independencia ideológica, política y orgánica.
En ello, aceptación y
respeto para con la concepción general de nuestros aliados o posibles aliados
para un futuro cercano y debate activo por la salvaguardia de nuestra
independencia ideológica como partido comunista marxista-leninista-maoísta y
como independiente destacamento político de clase proletaria.
Syriza es
una experiencia política, ahora de masas, plena de contradicciones conciliables
e irreconciliables, aún no salidas a flote plenamente estas últimas, las que
inevitablemente al calor del recrudecimiento de la lucha de clases en la
sociedad griega estallarán inevitablemente.
Uno se divide en dos, es ley
dialéctica del desarrollo social. El Presidente Mao, al respecto, nos
alecciona: en el mundo no hay nada que no pueda dividirse. Y es cierto, no hay desarrollo en la sociedad sin contradicción. Sin lucha
entre las clases sociales, sin revolución
o guerra revolucionaria, esto es sin guerra civil entre las clases. Dividir y
unir están en unidad dialéctica, no hay unidad sin lucha, pero tampoco hay
lucha sin unidad. Dime cuál es el enemigo principal concreto, inmediato o
general, y la práctica revolucionaria comunista mundial del siglo XX te dirá:
¡dos se reúnen en uno! Que todo depende de las condiciones concreta en que se
logra la unidad, de los objetivos políticos revolucionarios comunes que se
pretenden alcanzar y del hecho de que las mismos no entraben u obstaculicen las
tareas propias del partido revolucionario (comunista) por pequeño que aún sea. Tal
es la esencia de la unidad del sujeto político cambio social revolucionario, la
visión dialéctica en el desarrollo y funcionabilidad de la acción política
revolucionaria concertada en tal o cual momento político concreto.
Es hora de dejar de pensar
que la revolución la haremos solo nosotros, los comunistas; la situación
histórica, económica y política, nos impone la evaluación del grado de amplitud
o de reducción de las alianzas de clases necesarias para el triunfo de la
revolución y, más allá, del éxito de la construcción de la nueva sociedad.
Separar a la clase obrera y trabajadores no-asalariados de la alianza
antinatura con la burguesía imperialista y/o de la burguesía burocrática
semifeudal es un primer momento de nuestra lucha como comunistas por la
sociedad comunista; en un segundo momento, unión del proletariado comunista con
las fuerzas democráticas revolucionarias de la vieja sociedad para absolver la
contradicción del momento o de la etapa dada de la revolución ininterrumpida
hacia el comunismo.
¿Podemos imponerles a nuestros
aliados o posibles aliados como condición sine qua non tal o cual forma de
lucha, nuestro programa de acción y nuestro Programa Político integral?
Dar respuesta a eso no resulta fácil.
Hay que ver primero la situación y las condiciones que norman la lucha
revolucionaria. Hay aquí cuestiones como a qué nivel de desarrollo ha llegado
el Partido, cuál el de su entrelazamiento con la clase revolucionaria, su
implantación en el seno de las masas trabajadoras y masas populares, su
articulación interna de cuya solidez depende su capacidad de asimilar los
golpes del enemigo, su capacidad de recuperación o de devolverlo movilizando a
las masas; el cómo enfrenta y resuelve sus contradicciones internas (lucha de
líneas); finalmente, su capacidad de asumir la iniciativa político-militar y de
pasar a la ofensiva no sólo para derrotar a tal o cual destacamento de las
clases reaccionarias, sino para imponer revolucionariamente su autoridad
política y estatal. No responder a esto, como a otras interrogantes necesarias,
sin subestimar la obligante tarea de propagandizar sobre la inevitabilidad de
la violencia revolucionaria y de organizar la revolución, sería hundirnos en el
ilusionismo revolucionario y en una autocontemplativa fraseología
revolucionaria.
La crisis revolucionaria en
Grecia está madura. La revolución pasa por ese momento mismo que precede al
parto. Dejarse adormecer, en este momento, por el ilusionismo constitucionalista
es desviación de derecha, revisionismo. Dejarse llevar por la frase revolucionarista
desviación de izquierda condenaría a abortar la revolución. Es un deber
insoslayable, máximos en estos momentos de nacimiento de la revolución,
organizar científicamente a los combatientes comunistas y proletarios en Syriza o contra Syriza apenas aflore cualquier especie de conciliación o
apaciguamiento.
Publicado por vientodeleste.webnode.es
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