por Quibian Gaytan
Con fecha del 19
de agosto, bajo un neutralista “punto de vista” Jean Damu, presentado como un
Organizador de la Conferencia de Solidaridad con los Sindicatos de Sudáfrica de
la bahía (USA), ha publicado un artículo (aparecido en el blog Democracia y
Lucha de Clase), intitulado “Detrás de la masacre de los mineros de Sudáfrica”,
con el cual intenta dar una explicación de los sucedido allí. ¡Y vaya explicación!
Comienza dejando por sentada una crítica a la “desgraciada tácticas de la
organización sindical” aunque vese forzado a reconocer, para matizar la
innegable acción policiaca, que “de
ninguna manera absuelve a la policía y dueños de la mina”. Así pues equipara,
en ese oportunista neutralismo -por
encima de las clases y de la lucha de clases, así como la precisa función de la
policía en sociedad capitalista-,
victimarios y víctimas.
“Hay sangre y la
culpa suficiente para cubrir ambos lados”, dice. Para fundamentar tan salomónica conclusión, nada mejor que buscar
como testigo de cargo “al inmensamente influyente Partido Comunista de
Sudáfrica”. ¡Un partido revisionista, colaboracionista y co-gobernante con el
partido Congreso Nacional de Azania (ANC)! El cual por boca de su vocero
regional ha “pedido la detención de los dirigentes del sindicato de
trabajadores de la mina separatista”,
por cuanto el mismo utiliza la violencia como recurso de lucha.
Así pues que la
utilización de formas de luchas no reformista, legalistas y pacíficas,
radicalmente opuesta al colaboracionismo de clase como quiere éste bonzo
sindical, por parte de un sindicato no sólo debe ser repudiada, sino
ilegitimizada e inclusive reprimida sangrientamente. ¡Que miserable agente de
la burguesía!
Según los
revisionistas sudafricanos, como para sus cofrades de cualquier país del mundo, toda acción
rompedora de la política de pacto social, de la
paz social y subordinación de las
organizaciones obreras a los sindicatos-correa de transmisión- del gobierno es
un crimen atentatorio a la integridad del Estado (burgués). Lo cual sólo
merece, y deberá actuar como su justificante, la ilegalidad, la persecución y
la cárcel… además, la muerte. Los trabajadores, sugiere el articulista pro-revisionista
y reformista el mismo, deberán comportarse moderadamente, como buenos chicos y
respetar la estructura verticalista y burocrática de los sindicatos al servicio
del régimen.
Eso, pese a lo que él mismo nos informa de la
existencia en Sudáfrica “de una tendencia peligrosa a la militarización de las
empresas privadas de seguridad, muchas de ellas contratadas por los centros
mineros…” y que estos guardias de seguridad privada “… se introducen en la policía nacional, (con)
armadura dada y armas automáticas”. Por
lo que se crea una situación “una gran distancia entre la policía local y las
autoridades ante las cuales deben ser responsables”. ¡Vaya! ¿Si esto no es
tratar de lavarle la cara a la Policía y a su criminal represión, echándole la
culpa a la supuesta infiltración de la seguridad privada, entonces, qué es?
Pero, lo más
sabroso viene después, lo que nos debela lo que realmente está en la
retroescena de la masacre de los mineros. El articulista nos señala, acordaos
él es un sindicalista “neutral”, un observador desde fuera, como todos
nosotros, aprobatoriamente, que un líder sindical provincial ha solicitado la
formación de una Comisión gubernamental para que investigue la “naturaleza
violenta y la anarquía asociada con el AMCU dondequiera aparezca”. Asimismo,
recordando la muerte de dos agentes de policía (16 de agosto) a machetazos
blandidos por miembros de AMCU.
El lector debe
recordar, ya que en anterior información lo señalábamos, el movimiento sindical
sudafricano pasa por momentos difíciles y en los cuales se enfrentan por la
dirección de las masas trabajadoras dos sindicatos nacionales y enfrentados
duramente. Sin obviar, choques violentos y sangrientos entre ellos.
Por un lado, la
Unión Nacional de Mineros (NUM, por sus siglas en inglés), íntimamente ligado
al aparato gubernamental y hasta la fecha monopolizador oficial del
sindicalismo sudafricano. Caracterizado, éste último, por su burocratismo
centralizador y la profunda corrupción reinante en su cúpula dirigente; tanto
así que un ex-dirigente suyo, otrora combativo líder anti-apartheid de
izquierda, hoy degenerado motor de inversiones de capital imperialista, dirige
al grupo Shanduke Inversiones y miembro directivo de la Coca Cola, hoy es
considerado el hombre más rico de África del Sur. Aunque, con desparpajo
inaudito, continúa proclamándose “socialista”.
Él, además, es un bellaco propulsar de un sedicente “sindicalismo empresarial”.
Ello, nos da la tónica de lo que es y realmente representa ésta corriente
sindical.
El NUM, por sus
migas con el aparato estatal, beneficiado de la herencia de lucha
anti-apartheid y por sus estrechos vínculos, algunos necesarios por su
actividad sindical, con los monopolios imperialistas extranjeros puede ser
considerado la fuente social de una nueva facción de la burguesía burocrática
sudafricana.
Por el otro, la Asociación
de Mineros-Unión de la Construcción (AMCU por sus siglas en inglés)), nacida a
contrapelo de la NUM y en lucha con ella, se caracteriza por sus métodos de
lucha violenta y sus huelgas salvajes. Ello le ha valido la acusa de
“anarquista”, “radical” –aunque algunas fuentes citan declaraciones de líderes
presentándose como “a-políticos y anticomunistas”- y de ser propiciadores del
“paralelismo sindical”. De cierto, sobre el aspecto del fundamento ideológico
del mismo poco o nada se puede decir, sólo especulaciones tendenciosas
provenientes de fuentes internacionales revisionistas o prorevisionistas. Lo
único cierto es que es antigubernamental, contrario a la burocracia sindical
colaboracionista y muy presto a la acción directa de los trabajadores.
En esta situación de
dualidad sindical, de antagonismo en el seno de la clase obrera, ¿cabría el
condenar, llenándose el espíritu de moral indignación, por la acción
objetivamente divisionista de AMCU? Evidentemente no. Dado que ello es el
resultado directo de la influencia y control burocrático sobre el movimiento
sindical de parte de la burguesía burocrática gobernante, posesionaria del
viejo y no alterado aparato estatal sudafricano y heredera oficial de las
luchas antiapartheid de las masas trabajadoras y masas populares.
Viendo una tal situación de
control “desde arriba” y de división desde abajo del movimiento sindical,
reflejo de la ausencia de un Partido Comunista de Nuevo Tipo y enraizado en el
seno de la clase obrera, este “paralelismo sindical” no es en absoluto una cosa
negativa sino que positiva. Nosotros comunistas (marxistas-leninistas-maoístas)
vemos en ello un paso más en la dirección correcta. La conquista de la
independencia organizativa, sindical primero y política después, de la clase
obrera, de la democracia y libertad sindicales. La ruptura ideológica de la tradición
antiapartheid, correcta en una fase ya superada por lo conquistado y
refrendado, y que hoy ha devenido en cadena de opresión espiritual y física en mano de una nueva
burguesía, aliada a aquella
anteriormente dominante. Del derecho de organizarse en su propio partido de
clase, basado en el marxismo-leninismo-maoísmo y que se ponga en camino a la
revolución socialista proletaria.
Definitivamente, el pasado
está muerto y debe ser enterrado. Si la violencia espontánea de clase de la
clase obrera, en Sudáfrica, no sólo naturalmente a ha nacido, sino que enraíza en
el seno de las masas en rebelión y se expande dado vida a nuevas formas
organizativas combativas y rompedoras de los métodos y formas de lucha
tradicionales no hay aquí porque arrugar el pico. La revolución, menos aquella
socialista, nunca marcha en línea recta, ni se hace con guantes blancos ni respetando la respetabilidad de los
señores pequeñoburgueses. Las huelgas salvajes y los métodos de acción directa
de las masas trabajadoras las preparan para formas superiores de lucha de
clase, como pudiese ser la guerra popular por el socialismo.
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