El Gran Sol Rojo del Amanecer

martes, 18 de septiembre de 2012

TKP/ML: LA REVOLUCIÓN NEPALÍ ATRAPADA POR EL REFORMISMO Y EL REVISIONISMO (1ª parte de 3)


 PARTIDO COMUNISTA DE TURQUÍA MARXISTA-LENINISTA (TKP/ML):

 LA REVOLUCIÓN NEPALÍ ATRAPADA POR EL REFORMISMO Y EL REVISIONISMO (1ª parte de 3)

Tras la muerte del camarada Mao Tse Tung, de modo similar al proceso que tuvo lugar tras la muerte del camarada Stalin, el revisionismo moderno se hizo con el poder en el partido y el Estado y causó graves daños al frente revolucionario mundial. El Movimiento Comunista Internacional (MCI), a pesar de haberse enriquecido con las distintas experiencias prácticas de guerra y lucha de clases –entre ellas la librada en Turquía-, tras haber sufrido duros reveses a manos del revisionismo moderno no ha sido capaz de oponerse a las ofensivas ideológicas del imperialismo, que cobraron un impulso considerable especialmente durante la década de los 90.
En aquellas circunstancias en que la resistencia no estaba lo suficientemente organizada, las fuerzas comunistas sufrieron graves pérdidas a lo largo de este proceso. Mientras algunos se hundieron con sus barcos averiados, otros, sin embargo, terminaron barridos en la orilla opuesta. Sólo unos pocos “afortunados” sobrevivieron, considerando la supervivencia como un gran éxito en dichas circunstancias. Hubo quienes impulsaron algunos desarrollos excepcionales mediante análisis precisos y políticas correctas para hacer avanzar la guerra popular. Incluso a éstos, sin embargo, les resultó imposible avanzar sin que les pillara la tormenta.
En la historia reciente, la derrota más importante de las experiencias de guerra popular fue la sufrida por el Partido Comunista del Perú (PCP) dirigido por Gonzalo. A pesar de los importantes avances revolucionarios que consiguió, el PCP fracasó en su marcha victoriosa hacia la etapa final. Quienes explican la derrota en términos prácticos y tácticos, que supusieron un duro golpe a la dirección, o incluso sobre la base de planteamientos políticos, desaprovechan la ocasión de ver la realidad. Los puntos de vista sobre la revolución y la guerra popular que hizo públicos la dirección encarcelada apuntan a una deriva alejada de los principios filosóficos fundamentales de la ciencia del Marxismo-Leninismo-Maoísmo (MLM).
La misma situación parece darse también en el proceso de la revolución nepalí. Lo que es aún más preocupante es que se reproducen peligros semejantes en los casos de ciertos integrantes del MCI, lo que inevitablemente conduce a graves y negativas consecuencias en términos de absorción y práctica de la ideología marxista. Como guía para la acción, la ideología marxista debe, en primer lugar, ser comprendida correctamente como filosofía; como método de razonamiento. Sobre la base de esta comprensión, se puede aplicar al análisis de la lucha de clases y transferirse al ámbito político.
La verdad debe derivarse de los hechos pero para llegar a la verdad se necesitan los mecanismos y métodos adecuados. El carácter materialista de la dialéctica se forja gracias a la concepción correcta de las leyes económicas, sociales y políticas. El marxismo no es un montón de dogmas, sino una ciencia que echa por tierra los códigos del sistema actual; contiene un conjunto de tesis y diagnósticos que se han demostrado correctos y válidos. Gracias a su esencia íntimamente exacta, a su poder para explicar las transformaciones y a su estructura abierta a nuevos desarrollos, su luz no se ha atenuado; su misión como guía está aún vigente.
Como se sabe, antes del proceso de paz que comenzó hace unos 6 años en Nepal, el 80 por ciento del territorio estaba prácticamente bajo el control de las fuerzas revolucionarias, el enemigo había sufrido una gran derrota y Katmandú, la capital, estaba bajo un poderoso asedio. En el momento de asestar el golpe final, los llamamientos contrarrevolucionarios por la paz fueron respondidos positivamente, teniendo en cuenta la falta de una acumulación suficiente en la capital, la posibilidad de intervención de las potencias imperialistas y expansionistas (el Estado indio) y la vía alternativa para completar la revolución de nueva democracia desde el poder que se obtendría en el proceso de elecciones al Parlamento.
De esta manera, el resultado absoluto, por decirlo explícitamente, es que se evitó una victoria decisiva. Se dijo que las revueltas populares fueron la fuerza determinante. Sin embargo, desde un principio quedó claro cuál era el camino elegido y que ese camino no tenía vuelta atrás. De hecho, los comentarios y argumentos que se esgrimieron desde el primer momento del proceso ya mostraban signos claros de lo que había de venir después. La fórmula de “república democrática” de Baburam era, en realidad, una versión alambicada de la infame elaboración de Kruschev sobre la “transición pacífica”. Ya no cabe duda de que esta concepción se convirtió en el punto de vista dominante que describe la estrategia actual.
Antes de abordar esta nociva concepción para poder concluir en una serie de verdades y conceptos fundamentales, es necesario, en este punto, tratar siquiera brevemente algunas cuestiones sobre el equilibrio de poderes. Tanto la comprensión del poder de las masas como los análisis sobre el papel y la posición de los imperialistas y de las clases reaccionarias muestran las típicas concepciones de clase erróneas. En este sentido, la discusión sobre la dificultad o incluso la imposibilidad de la revolución en un solo país no es nueva. El argumento basado en la “gran” influencia y la dominación de los imperialistas, y que pone como ejemplo diversos casos de intervenciones, se esgrime para terminar defendiendo que el socialismo no puede sobrevivir en un solo país. El contenido de dicho argumento se opone a las revoluciones proletarias. Esto es reformismo: alzar muros como la colaboración entre clases, la disposición a ceder al destino y una filosofía basada en la noción de “mejora”. El viaje que comienza en la incredulidad de que la revolución sea posible en un solo país termina en la creencia en la imposibilidad de cualquier revolución y, en consecuencia, en la inutilidad de la revolución.
El concepto de “revolución regional” o los esfuerzos por formular en términos absolutos la noción de “frente nacional” como colaboración con las clases contrarrevolucionarias encuentran un terreno abonado en estos cimientos. También de esta misma base surge un fenómeno de clase contrarrevolucionario aislado del imperialismo y un concepto de revolución que se reduce a la funcionalidad de la influencia del enfrentamiento entre camarillas. Después de Gonzalo, éste es el traje que Prachanda y sus amigos se han puesto: sumisión y desviacionismo una vez tomado el camino de la derrota y del callejón sin salida. ¿Cómo si no pueden explicar que hayan amortajado las armas en teorías que llevaban largo tiempo fuera de la circulación debido a su incapacidad para mantener y renovar la lucha y hacer frente a retos aún mayores de la revolución?
En octubre de 2010, en la reunión ampliada del partido, se adoptó la política de formar un frente unido contra las clases dominantes. Se identificó el levantamiento popular armado como la forma principal de lucha. Además, como forma secundaria de lucha, se decidió continuar con la lucha en las calles, en el ámbito legal y en el gobierno. En la práctica, sin embargo, se siguió la línea opuesta a esta política. El foco principal fue el parlamento donde, a pesar de que los comunistas y los patriotas conformaban una mayoría de 2/3, no pudieron siquiera obtener una posición decisiva de poder gubernamental. En las poltronas ministeriales que recibieron, como distracción, lo mejor que consiguieron fue desarrollar teorías para justificar su posición.
Sin embargo, la cosa no quedó ahí. El principio de que quien no sirve al proletariado y al pueblo servirá brutalmente al imperialismo siguió funcionando. Las clases dominantes, que conocen perfectamente los elementos fundamentales del mecanismo del estado, trataron de liquidar, en primer lugar, el Ejército Popular. Posteriormente vinieron las decisiones sobre la devolución de las tierras expropiadas durante la guerra y la liquidación de la organización de las juventudes, que era otro centro fundamental de poder de las fuerzas revolucionarias. Por otro lado, se firmaron sin la menor vacilación acuerdos de sumisión con los indios reaccionarios, los subcontratistas del imperialismo. Irónicamente, el primer ministro que firmó estos acuerdos fue Baburam Bhattarai quien, en otros tiempos, ponía “en claro” estas cuestiones.
Como se recordará, el proceso que llevó a la liquidación del Ejército Popular de Liberación (EPL) comenzó con la disolución de las bases de apoyo rojas y del armamento del ejército rojo. Los intentos de explicar esta política aludiendo a la práctica china como analogía son una clara distorsión de los hechos. Sin embargo, como parte de su polémica con el PCR de los Estados Unidos, en una carta fechada el 1 de julio de 2006, los maoístas nepalíes exhortaban a tener paciencia, a esperar y ver, y explicaban que ellos conocían el verdadero rostro de los partidos parlamentarios con los que estaban formando alianzas; que estaban utilizando las contradicciones que existían entre sus enemigos; que su prioridad era fortalecer aún más el EPL y tenerlo dispuesto para la guerra las 24 horas del día; que, por supuesto, podría haber compromisos diplomáticos; que con el fin de deshacerse de lo peor de la burguesía era necesario reconocer dichos compromisos; y que no había ningún cambio esencial en la estrategia.
En la misma carta oficial, los representantes del Partido Comunista de Nepal Unificado (Maoísta) [PCNU (M)] reconocen que hay contradicciones en sus declaraciones y añaden que era para engañar al enemigo y valerse de las contradicciones que existen en el ámbito internacional; que saben que aunque se acepte la propuesta de la Asamblea Constituyente, ésta no traerá la solución definitiva; y que la situación no debe leerse en términos puramente formales. En ella se preguntan: “Por ejemplo, si la Asamblea Constituyente puede garantizar la disolución del ejército real, la reorganización del ejército nacional bajo nuestra dirección, la puesta en marcha de la reforma agraria revolucionaria basada en la política de la tierra para el que la trabaja, el derecho de las nacionalidades a su autodeterminación, acabar con la discriminación social, conseguir desarrollo y prosperidad, etc., ¿por qué habríamos de oponernos?” Y siguen: “Las masas nunca llegan a compromisos cuando se trata de sus necesidades pero prefieren el arreglo pacífico. La tarea de los partidos revolucionarios es demostrar en la práctica que las necesidades de las masas no pueden verse satisfechas por la vía pacífica. Sólo así puede el Partido del proletariado encaminarlas a la lucha violenta. Sabemos que el enemigo no nos permitirá alcanzar nuestro objetivo estratégico de forma pacífica, pero nosotros podemos dirigir a las masas en la lucha violenta para derrocarle con esas tácticas políticas.” No obstante, el proceso avanza en la dirección opuesta. Se deja de lado la reforma agraria e incluso se devuelven las tierras expropiadas; se deja de lado la reorganización del ejército nacional bajo su dirección e incluso se liquida el Ejército Popular. No es convincente, ni en aquellos días ni en éstos, justificar la situación porque “las masas piden una solución pacífica”.
En los debates en el seno del partido, algunos camaradas critican en los términos más duros las políticas que condujeron a los acuerdos antes mencionados. Sin embargo, hay que plantearse si esos camaradas, que se sabe fueron los arquitectos del proceso previo, han asumido o no una posición que pueda facilitar una ruptura real con los que ostentan el poder del partido al más alto nivel.
El PCNU (M) dirigió con éxito una guerra popular en Nepal y se encuentra actualmente en un umbral histórico: frente a la cuestión de continuar o no la revolución. En la lucha contra la línea revisionista dominante en el partido, algunos camaradas, en especial los que ocupan puestos en la dirección, están adoptando una postura activa en las discusiones, expresando sus opiniones y críticas abiertamente, incluso públicamente, de un tiempo a esta parte. Esta evolución de los hechos es una prueba más de que la situación es extremadamente grave.
El camino que lleva a esta etapa está jalonado por los conceptos teorizados por el Presidente Prachanda y el Primer Ministro Baburam, el “segundo hombre”. Sin embargo, no se puede ignorar que cuando estas políticas tomaron forma, los camaradas disidentes de hoy que ocupan puestos en la dirección no se opusieron a ellas sino que adoptaron, más bien, una actitud defensiva. Se entenderán mejor la situación y las políticas actuales, y se verán con mayor claridad los antecedentes de la práctica actual, examinando más en detalle lo que ocurrió.
Todos estos conceptos en discusión, como lo fueron otros semejantes a lo largo de la historia, se basan en análisis sobre el sistema mundial, en otras palabras, sobre el imperialismo. Todos los revisionistas, una línea que se extiende de Bernstein a Kautsky, de Kruschev a Deng, al objeto de encontrar una base sobre la que asentar sus concepciones no marxistas, comenzaron su labor, en primer lugar, sometiendo las condiciones existentes a una línea de descripción que difiere de la realidad, lo cual es natural. Al fin y al cabo, cada política y cada acción se articulan a partir de dicha base.
El primer concepto abordado es el “imperialismo”. Lo que se pretende al hablar de “condiciones/cambio de circunstancia” es redefinir contradicciones básicas del sistema, apuntando al carácter decisivo de la estructura económica y concluyendo así en nuevas descripciones de los conceptos de Estado, democracia y revolución. Posteriormente las prioridades, las alianzas y los métodos cambian, y lo que es más importante, los objetivos se vuelven otros. La desviación en la valoración del sistema no apunta a una simple diferencia de análisis; lo que ocurre, más bien, es que esa desviación decodifica la orientación ideológica. En realidad, es así como se imbrica el revisionismo moderno con el imperialismo.
El uso de términos como “ultra”, “súper” y “global” pretende presentar al imperialismo como invencible, inalterable e intocable. De hecho, un análisis más coherente admitiría el fin de la historia y la victoria final del imperialismo, tal como predican sus ideólogos. Por supuesto, cuando se habla de “fin de la historia” lo que se pretende decir es fin de las revoluciones: el final de los sueños del socialismo y el comunismo. Como resultado, esto significa, en lugar de un capitalismo “moribundo”, un capitalismo inmortal: un capitalismo inapelable y absolutamente victorioso, que se ha desembarazado de todas las clases y ha convertido al mundo entero en un lugar unificado.
Este “brillante” periodo de la historia se alcanza gracias a la sociedad de la información/la era de la información, en que la revolución tecnológica pone un punto final a cualquier otra forma de revolución. Lo que sigue es la solución pacífica de los problemas existentes sobre una base reformista en un mundo llamado a mejorar gradualmente mediante la cooperación mutua hasta llegar a un punto de perfección. En unas condiciones, éstas, en que a la lucha de clases se le dan vacaciones indefinidas, los elementos cuya razón de ser ya no existe deben rendirse urgentemente a esta realidad y eligir su nueva situación...
Al parecer debemos este cuadro deslumbrante del mundo a los gigantescos progresos realizados por el imperialismo o, para ser más exactos, a sus “revoluciones” en los campos de la información y la comunicación. La metáfora del mundo transformado en una sola ciudad o gran aldea pretende dibujar una especie de visión de la sociedad comunista, visión en la que se destacan las fronteras como algo artificial llamado a desaparecer entre llamamientos a unirse bajo las alas de las fuerzas que son el arquitecto de estos grandes avances. No hay problema alguno que no pueda ser resuelto a tiempo por aquellos que han demostrado sus capacidades por medio de todos esos hechos.
Mientras millones de ejemplos a lo largo y ancho del mundo demuestran todo lo contrario, quienes pretenden que veamos un cuadro diferente en realidad muestran sin quererlo la perspectiva misma desde la que se debe contemplar la situación. Curiosamente, las circunstancias invocadas resultan aplicables a todas las edades dominadas por la barbarie. El “paraíso” siempre ha existido en el mundo de las clases dominantes. En cada etapa histórica atravesada por la humanidad, quienes se han podido beneficiar de la totalidad de los bienes materiales han considerado siempre que los representantes de la humanidad eran ellos mismos. Nada es diferente hoy. Quienes poseen los medios de producción se consideran legitimados para ser los propietarios del mundo y dirigir el mundo como deseen. El desarrollo y el progreso de la ciencia y la tecnología suceden según los criterios y términos que ellos establecen sobre la base de sus mezquinos intereses y necesidades opuestos a los de la humanidad toda. Y todo ello con el fin de perpetuar su reinado.
Como señaló el camarada Lenin, el capitalismo monopolista, víspera del socialismo, no puede engendrar más desarrollo y progreso que el que su propia vida le permite. El imperialismo es la fase superior del capitalismo y como tal marca la etapa última de la vida del capitalismo. En este sentido, los esfuerzos por llevar al imperialismo a una nueva etapa que no sea el socialismo son esfuerzos para crear una alternativa al socialismo y, en consecuencia, para eliminar al socialismo del inevitable porvenir.
El orden económico mundial, tal como lo enfocan, distorsionan y exageran una amplia gama de corrientes revisionistas y reformistas, describe un cambio en las características del capitalismo monopolista. Por supuesto que siempre se dan cambios y desarrollo de algún tipo. Estamos hablando de un periodo que se extiende más allá de un siglo. En todos los campos, y no sólo en los de la información y la comunicación, ha habido progresos significativos. En el ámbito de la tecnología se produjo más de un avance revolucionario. Es inevitable que estos acontecimientos tengan consecuencias en la estructura económica.
Sin embargo, el problema se refiere a si se ha producido o no un cambio estructural. Ésta es la cuestión principal que va a afectar al resto de parámetros. Cuando se ve la realidad desde esta perspectiva, se hace evidente que no se puede hablar de cambio fundamental alguno ni en la naturaleza del capitalismo ni en las características del sistema imperialista mundial.
En especial en el ámbito de la tecnología se han producido avances en todas las áreas. Sin embargo, también podemos detectar un “crecimiento” paralelo en todas las “áreas de conflicto”. Por decenios, se observa claramente que la distribución de los ingresos ha ido empeorando a los largo de los años. La pobreza, el hambre, la falta de agua potable, el desempleo, la privación de derechos y libertades básicos, las persecuciones y la tortura no han dejado de crecer. La proporción de quienes murieron, fueron heridos y/o desplazados debido a las guerras y otros conflictos violentos ha aumentado. Lo cierto es que tenemos un planeta mucho más contaminado y degradado en todos los aspectos y, precisamente por esta razón, el capitalismo está cada vez más cerca de su propia muerte. La tarea de deshacerse de este sistema antes de que destruya a la humanidad entera se plantea ante el proletariado mundial con urgencia creciente.
Los camaradas nepalíes describen el “nuevo mundo” del siguiente modo:
“La principal especificidad del imperialismo de hoy en día es explotar y oprimir económica, política, cultural y militarmente a las amplias masas populares de la tierra, bajo la forma de un solo estado globalizado. El mundo, influido, por un lado, por la oleada de movimientos de liberación nacional, democráticos y socialistas inmediatamente posteriores a la II Guerra Mundial y, por otro, por la rivalidad interimperialista durante la guerra fría, se encuentra ahora atrapado en la hegemonía única del imperialismo de los EE.UU. Debido a una serie de factores principales como la derrota de los estados socialistas y de nueva democracia que se desarrollaron en el transcurso de la primera oleada de la Revolución Proletaria Mundial en la lucha por el poder contra el capitalismo estatal-burocrático, la superioridad económica y sobre todo militar del
imperialismo estadounidense sobre otros grandes países imperialistas, el control del capital financiero multinacional sobre el capital nacional y la economía de los países del tercer mundo así como la intensificación de la intervención cultural en todo el orbe por medio del monopolio sobre las tecnologías de la información, etc., gracias a todos estos factores se ha mantenido la hegemonía mencionada.” (“Resolución del Comité Central: Resolución Política y Organizativa”, Worker #10, mayo de 2006, Edición especial con motivo del 10 aniversario de la Guerra Popular.)
Se diría que el imperialismo estadounidense, aprovechando la ocasión de las restauraciones [capitalistas] en los antiguos países socialistas y tras haber sometido a sus oponentes, ha establecido un estado global (o incluso un imperio) y reina en un mundo unipolar. No hay fuerza alguna que pueda intervenir en sus asuntos ni levantarse contra él. Y esto es así también en gran medida gracias a su hegemonía sobre el capital financiero y a sus avances tecnológicos.
Estos argumentos no sólo no valen en la actualidad o para la realidad de hace 6 años sino tampoco para los años en que los Estados Unidos se sintieron aún más solos en la cúspide de su poder. Es más, ni siquiera si llegara a establecerse un estado global en un mundo unipolar habría base para argumentar que se ha producido un cambio del carácter en el imperialismo ni que han variado la necesidad y función de la revolución y el socialismo.
Gracias a su posición y acumulación de la época anterior, los Estados Unidos surgieron del proceso de los años 90 como potencia principal. Su capacidad militar es incomparablemente mayor que la del resto de países. Su capacidad para orientar la economía mundial y su posición de estado dirigente siguen ahí. Sin embargo, existen otros estados imperialistas e incluso bloques sobre los que los Estados Unidos no ejercen un control absoluto. La interdependencia a distintos niveles de los principales actores es diferente, en este escenario, al control que se podía ejercer sobre otros en la época colonial. Además, esto es contrario a la naturaleza del imperialismo. El imperialismo avanza entre una rápida centralización, por una parte, y una constante reproducción de conflictos, por otra. Esta situación contradictoria se debe a la naturaleza anárquica del capitalismo.

Publicado por el blog camarada Odio de Clase

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periodista obrero. Comunista (marxista-leninista). Antiimperialista, anticapitalista y antimilitarista.