El anterior
post trató sobre la expropiación de las tierras por el imperialismo británico
en Ceilán. Éste centra su atención en la mano de obra barata de las nuevas
plantaciones coloniales y el llamado problema indo-cingalés.
¿De
dónde sacaron los plantadores británicos la fuerza de trabajo? Recurrieron a la
India meridional, cuya economía ya habían saqueado y donde había un gran número
de desempleados. Con ayuda de kanganis[1] indios,
embaucaron con falsas promesas a trabajadores pobres a quienes luego
esclavizaron en las plantaciones de Ceilán, obligándoles a roturarlas primero y
a trabajar en ellas después. Cientos de ellos murieron a causa de los inhumanos
métodos de transporte. Las condiciones higiénicas en que se vieron obligados a
vivir debieron de ser tan terribles, que enfermedades como el cólera campaban a
sus anchas. Las cosas debieron de ponerse bastante feas porque el gobierno de
la India hubo de intervenir y el gobierno de Ceilán –ambos gobiernos eran
británicos, aunque estaban separados– tuvo que dictar una serie de normas
mínimas para regular la vivienda, la salud, la higiene y otros aspectos sobre
las condiciones de vida de aquellos trabajadores inmigrantes. Se trata de
mantener vivos incluso a quienes se explota de la manera más inmisericorde para
poder seguir explotándolos.
Así,
aconteció que los imperialistas británicos, a mediados del siglo pasado[2],
trasladaron a Ceilán a un gran número de trabajadores inmigrantes indios a
quienes arrojaron en la región de Kandy, transmitiendo a la posteridad, de esa
manera, un legado que continúa envenenando la política cingalesa hasta nuestros
días. Debe quedar claro, por lo tanto, que fueron los imperialistas británicos
los responsables de haber llevado mano de obra inmigrante india a Ceilán.
Además, ya desde la época de las primeras instituciones representativas, como
el Consejo de Estado, esta política de importación de mano de obra inmigrante
india para las plantaciones recibió el apoyo de los políticos burgueses
cingaleses. Cada año, el Consejo de Estado aprobaba fondos con que financiar
esta inmigración. Todos los dirigentes burgueses, desde D. S. Senanayake hasta
S. W. R. D. Bandaranaike, consintieron en ello. ¡Hay que recordárselos a los
modernos héroes antiindios!
Junto con los trabajadores indios
llegaron los comerciantes, los prestamistas y toda una cáfila de parásitos que
iban a explotar por igual a indios y cingaleses. Hay un refrán en África que
dice que dondequiera que fuera el imperialismo británico, llevaba consigo un
indio en el bolsillo, lo cual es totalmente cierto en el caso de Ceilán. La
rapacidad y la explotación inhumana de los comerciantes y prestamistas indios
se encuentran, en gran medida, en el origen de los sentimientos antiindios que,
por desgracia, algunos políticos intrigantes supieron volver hábilmente contra
los trabajadores de esa nacionalidad.
Estos antecedentes de lo que ahora se
llama el problema indo-cingalés, o el problema de la apatridia de varios
cientos de miles de trabajadores de origen indio deben tenerse muy presentes,
si queremos contestar correctamente a la pregunta de ¿quiénes son nuestros
enemigos y quiénes nuestros amigos? Ora la ignorancia más absoluta, ora la
falta de una comprensión adecuada de estos antecedentes han permitido a los
reaccionarios, tanto extranjeros como locales, dividir las filas
revolucionarias en Ceilán gracias a una siniestra propaganda antiindia, así
como escindir a los trabajadores de las plantaciones de origen indio, que, por
cierto, constituyen un sector considerable de la clase obrera de Ceilán, del
resto de la población cingalesa.
Esta división ha costado muy cara al
movimiento revolucionario. Por ello es imprescindible señalar que tanto los
trabajadores de origen indio como los campesinos cingaleses son víctimas del
mismo imperialismo británico y, por tanto, constituyen aliados naturales y no
enemigos. Una solución duradera sólo puede proceder de un enfoque en esa
dirección.
***
La importancia del problema
indo-cingalés no surge del hecho de afectar a más de un millón de personas de
origen indio, sino del hecho de que la inmensa mayoría de esas personas
constituye el grueso de la clase obrera de Ceilán y, especialmente, de los
trabajadores de la industria, responsable de la prosperidad del moderno Ceilán.
Aunque el movimiento de izquierdas no lo hizo, D. S. Senanayake interpretó
correctamente este problema como una cuestión de clase y no como una cuestión
nacional. Entendió que estos trabajadores de las plantaciones de origen indio
eran una fuerza potencialmente revolucionaria y, en consecuencia, sus enemigos.
En 1948, D. S. Senanayake presentó la
Ley de Ciudadanía, que establecía criterios muy rigurosos para todas aquellas
personas de origen indio y paquistaní que quisieran convertirse en ciudadanos
cingaleses. Dichos criterios se implantaron para que sólo unos pocos pudieran
cumplirlos. Al mismo tiempo, se decretó que sólo los ciudadanos cingaleses
tuvieran derecho al voto. De un solo golpe los trabajadores de origen indio
perdieron su ciudadanía y el derecho al voto, quedando reducidos a la categoría
de apátridas. Ya no eran ciudadanos ni de la India ni de Ceilán. El Congreso
Indo-Cingalés fue incapaz de organizar protesta efectiva alguna más allá de
actos simbólicos de resistencia pasiva. Para su eterna vergüenza, el movimiento
de izquierdas permaneció de brazos cruzados. D. S. Senanayake había dado una
victoria incruenta a la reacción.
Nota del blog: La situación no ha
mejorado en las últimas décadas. Poco después de escribirse este texto en los
años 70, estalló una guerra civil entre los Tigres Tamiles (organización
sustentadora de un “Estado tamil/indio independiente”) y el gobierno cingalés
(1.983-2.009). Según algunas estimaciones durante la guerra más de 150.000
personas murieron. Un genocidio contra los tamiles incluyendo mujeres y niños.
Traducido
por el camarada SADE
Libro Una Mirada marxista a la
historia de Ceilán. Pág 32-34, 48.
Publicado por victoria
oprimidos
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