En los 100 años de la
Revolución de Octubre, levantar con firmeza la bandera de la Revolución
Proletaria Mundial
Hace
100 años, por estos días, el proletariado ruso se preparaba para protagonizar
una de las gestas heroicas más importantes de toda la humanidad: llevar a cabo
bajo la forma de la dictadura del proletariado, las enormes enseñanzas del
marxismo y brillantemente desarrolladas por el leninismo, inaugurando la era de
la Revolución Proletaria Mundial.
En
franca batalla, con la revolución de octubre de 1917, se coronó la abigarrada y
compleja lucha contra las diversas formas del revisionismo que desde las
propias filas de los marxistas hacían todos los esfuerzos para impedir que el
proletariado le asestara el golpe demoledor a la burguesía y los terratenientes.
Populistas, economistas, mencheviques y centristas se unían para desprestigiar
a los leninistas bolcheviques quienes lucharon a brazo partido en la dirección
de la clase obrera rusa para que tumbaran al zar, destruyeran por completo las
instituciones burguesas y tomaran sin reservas las riendas de la sociedad, para
comenzar la majestuosa obra de la construcción del socialismo en alianza con
los millones de campesinos y de las masas de las naciones oprimidas por el
imperio zarista que estaban necesitados de grandes cambios y dispuestos a darlo
todo por la revolución.
Hace
100 años, los obreros rusos fueron verdaderos héroes y combatientes de primera
fila en contra de quienes minimizaban su papel en la historia de la lucha de
clases, por considerarlos, como muchos lo hacen hoy, una fuerza incapaz de
comprender y liderar las grandes transformaciones revolucionarias,
considerándolos solo material de fuerza para la lucha por la supervivencia, por
la lucha económica y aduciendo que la lucha política y la aprehensión del
marxismo eran asuntos exclusivos de los intelectuales de las clases cultas.
Contra esos falsos revolucionarios, los bolcheviques fueron titanes en el
combate ideológico y político; fueron la verdadera argamasa que dio la
vitalidad y poder para tomar el cielo por asalto y desencadenar todo el
potencial creador y progresista de obreros, campesinos e intelectuales
revolucionarios.
La
Revolución de Octubre de 1917 marcó con letras de molde en el libro de la
historia de la humanidad, que desde la división de la sociedad en clases
sociales, ha sido la lucha entre ellas la fuerza motriz del desarrollo,
estancamiento o retroceso de la humanidad; y que en el caso de la sociedad
capitalista, más aún en su última etapa, el imperialismo, la clase obrera tiene
la misión histórica de destruir con la violencia revolucionaria toda la
estructura del viejo y caduco Estado reaccionario, y sobre sus cenizas
construir uno cualitativamente distinto a todos cuantos han existido hasta
ahora; un Estado al servicio de la inmensa mayoría de la sociedad, la mayor de
la democracias posibles, acompañada de la dictadura en contra de la ínfima
minoría parásita, que no por ser pequeña, es menos peligrosa, y por ende debe
ser enfrentada con el poder armado de obreros y campesinos.
Hace
100 años, los obreros rusos cristalizaron la enseñanza esencial de que para
triunfar sobre la burguesía, los terratenientes y el imperialismo, los
proletarios deben organizarse en un Partido revolucionario, en dura lucha
contra los “compañeros de viaje” del marxismo. La revolución de octubre dejó
muy claro que ese partido es el destacamento de vanguardia de la clase, su más
alta forma de organización, la materialización de los vínculos entre la
vanguardia y la inmensa masa de proletarios, una organización regida por el
centralismo democrático que armada de un científico programa para la
revolución, es la mayor garantía, tanto para el triunfo como para la
consolidación del poder obrero campesino en la revolución Proletaria.
Hace
100 años, la Revolución de Octubre dio por terminada la época de las
revoluciones dirigidas por la burguesía; demostrando que esta clase social
había perdido su capacidad de revolucionarizar la sociedad; y que en adelante,
este papel es exclusivo del proletariado, única clase capaz de dirigir la rueda
de la historia hacia el desarrollo, no solo de las revoluciones proletarias en
los países capitalistas, sino incluso de las revoluciones que tienen como tarea
principal la superación del semifeudalismo en la época del imperialismo. La
clase obrera es en el capitalismo, la única clase revolucionaria hasta el fin,
pues por su condición objetiva, no está interesada en preservar desde ningún
punto de vista al capitalismo y sobre todo su condición esencial, la
explotación del hombre por el hombre y la propiedad privada sobre los medios de
producción. Las demás clases, o sectores de ellas, solo pueden jugar un papel
revolucionario, en la medida en que acepten la dirección del proletariado y de
su Partido y Programa para su lucha.
“Todo
el poder a los Soviets” fue la consigna que retumbó en toda Rusia hace 100
años, cuando los oportunistas, aliados con la burguesía, se convirtieron en el
peligro principal para el triunfo de la revolución. La campaña represiva
desatada por los falsos revolucionarios en contra de los bolcheviques, fue
enfrentada con el clamor generalizado de entregar las riendas de la sociedad a
las organizaciones obreras y de inmediato se pasó a la tarea de preparar la
insurrección armada contra el Gobierno Provisional. Los Soviets de obreros,
campesinos y soldados, fueron la cristalización del poder omnímodo de la
alianza obrero campesina, y con ello se desencadenó un período de desarrollo
sin precedentes en la historia de la humanidad; desarrollo que llevó a enormes
alturas en unas cuantas décadas todos los ámbitos de la vida económica,
política, cultural, científica y deportiva. En pocos años, las mieles de la
revolución dirigida por la clase obrera, llevaron a Rusia a liderar la
construcción de la unidad fraternal de los pueblos y dar vida a lo que
posteriormente se conocería como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Con
la revolución de octubre de 1917, los obreros rusos mostraron al mundo entero,
y enseñaron a las masas de todo el planeta, que mientras no se destruya el
Estado burgués, la revolución es pura basura demagógica y un buen servicio para
la burguesía. Llevando a la práctica y desarrollando las enseñanzas de la
Comuna de París, la revolución de Octubre le permitió a Lenin sintetizar que la
esencia del nuevo tipo de Estado reside en que la fuente del poder está en “la iniciativa directa de las masas
populares desde abajo”, en la “sustitución
de la policía y el ejército, como instituciones apartadas del pueblo y
contrapuestas a él, por el armamento directo de todo el pueblo” y en la
sustitución de la burocracia estatal por funcionarios elegibles, removibles a
todo momento y con salarios de obreros.
Los
millones de obreros y campesinos, que hace 100 años inauguraron la era de la
Revolución Proletaria Mundial, son los mismos que además de encabezar la
magnífica obra de construir el socialismo y dejar ese enorme legado para las
generaciones futuras, ofrendaron sus vidas para derrotar años después a una de
las peores lacras de la historia moderna, el fascismo. Con José Stalin, tan
odiado por la burguesía y sus lugartenientes oportunistas, pero tan querido por
las masas, los obreros y campesinos encabezadas por el Ejército Rojo, fueron la
punta de lanza que dio la estocada definitiva a Hitler y su ejército, demostrando
también en el terreno militar la superioridad del país de los soviets.
Sin
embargo, en la larga lucha por acabar con las diferencias de clase y las formas
de opresión que subsisten en el socialismo, el proletariado fue derrotado tras
la muerte de Stalin por la nueva burguesía, surgida en el propio Estado y en el
seno del mismo partido. Esa nueva burguesía, socialista de palabra pero
imperialista de hecho, restauró el capitalismo en la Unión Soviética y desde
entonces ha competido con los demás imperialistas por esclavizar y expoliar a
los pueblos del mundo.
Hoy,
100 años después, levantar en alto la Revolución de Octubre de 1917, no puede
hacerse sin rescatar sus valiosas enseñanzas, de aplicación universal y tan
vigentes para la necesaria nueva toma del cielo por asalto. De ahí, que sea una
responsabilidad de los auténticos marxistas leninistas maoístas, no solo
rescatar sus enseñanzas, exaltar sus logros y hacer una valoración de sus
errores, sino llevar a cabo una fuerte campaña en contra de todos aquellos que
a la hora de homenajear a la Rusia de los soviets, lo hacen mellando el filo
revolucionario y rescatando solo algunos aspectos, pretendiendo hacerla
inofensiva para la burguesía, o mostrándola como una experiencia del pasado,
impracticable para el mundo de hoy. Las tergiversaciones del revisionismo de
todos los pelajes y las vacilaciones sobre el legado de la gran Revolución de
Octubre deben ser duramente combatidas por los obreros y los auténticos
comunistas en todo el mundo.
XI Asamblea de la Unión Obrera
Comunista (mlm)
Colombia,
agosto de 2017
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