PRESIDENTE MAO: LA GRAN VICTORIA DE LA GUERRA DE
RESISTENCIA A LA AGRESION NORTEAMERICANA Y EN AYUDA A COREA Y NUESTRAS TAREAS
ULTERIORES
(Obras Escogidas de Mao Tse-tung.
EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERAS. PEKIN.
Primera edición 1977. Tomo V,
págs. 121-27.)
LA GRAN VICTORIA DE LA GUERRA DE
RESISTENCIA A LA AGRESION
NORTEAMERICANA Y EN AYUDA A COREA
Y NUESTRAS TAREAS ULTERIORES [*]
12
de septiembre de 1953
*
Discurso pronunciado por el camarada Mao Tsetung en la 24.a Sesión del Consejo
del Gobierno Popular Central.
Hemos
logrado, al cabo de tres años, la gran victoria de la Guerra de Resistencia a
la Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea, y con ello se ha cerrado un
capítulo.
¿A
qué se debe esta victoria? Los señores que acaban de hacer uso de la palabra
han dicho que se debe a la correcta dirección. La dirección es un factor; sin
una dirección justa, nada puede realizarse con éxito. Sin embargo, la causa
principal de la victoria reside en que la nuestra fue una guerra popular,
apoyada por todo nuestro pueblo y en la que combatieron hombro a hombro los
pueblos chino y coreano.
Combatimos
contra un enemigo como el imperialismo norteamericano, cuyo armamento era
muchas veces más poderoso que el nuestro; no obstante, hemos obtenido la
victoria, obligándolo a hacer la paz. ¿Por qué se ha podido llegar a la paz?
Primero.
En el terreno militar, los agresores norteamericanos se hallaban en una
situación desventajosa, expuestos a los golpes. Si no hubieran accedido a la
paz, todo su frente de batalla habría sido roto y Seúl probablemente habría
caído en manos del pueblo coreano. Esta perspectiva ya empezó a perfilarse en
el verano del año pasado.
Cada
una de las dos partes beligerantes califica de muralla de hierro su propio
frente. Por lo que toca al nuestro, es de veras una muralla de hierro. Nuestros
combatientes y cuadros son ingeniosos y valientes, no temen a la muerte. En
cambio, las tropas agresoras norteamericanas tienen miedo a la muerte y sus
oficiales son bastante rígidos, no muy flexibles. Su frente de batalla no
tiene solidez, no es ninguna muralla de hierro.
De
nuestra parte, los problemas que tuvimos que enfrentar fueron: al principio, el
de si seríamos capaces de combatir; luego, el de si podríamos aguantar en la
defensa; más tarde, el de si podríamos garantizar el avituallamiento y, al
final, el de si podríamos desbaratar la guerra bacteriológica. Estos cuatro
problemas fueron resueltos, uno tras otro. Nuestro ejército se fortalecía a
medida que combatía. Este verano, fuimos capaces de romper en una hora
posiciones frontales del enemigo a lo largo de veintiún kilómetros, disparar en
forma concentrada cientos de miles de proyectiles de artillería y penetrar
dieciocho kilómetros en sus posiciones. Otros dos, tres o cuatro combates como
éste, y todo el frente enemigo se habría desmoronado.
Segundo.
En el terreno político, el enemigo tenía por dentro numerosas contradicciones
insuperables, y los pueblos del mundo entero exigían una solución pacífica.
Tercero.
En el terreno económico, el enemigo gastó tanto dinero en la guerra de agresión
a Corea que llegó a un desequilibrio presupuestario.
Todas
estas causas se aunaron para obligar al enemigo a hacer la paz; la primera fue
la causa principal, pues sin ella habría sido difícil llegar con él a la paz.
Los imperialistas norteamericanos son sumamente arrogantes, y se niegan a
entrar en razón cada vez que están en posibilidades de hacerlo. Cuando atienden
algunas razones, es porque se ven arrinconados, sin otra alternativa.
En
la guerra de Corea, el enemigo tuvo 1.090.000 bajas. Por supuesto, también
nosotros pagamos un precio. Pero nuestras bajas fueron mucho menores de las
previstas y, después de construidos los túneles, disminuyeron todavía más.
Mientras más combatíamos, más fuertes nos hacíamos. Los norteamericanos no
podían expugnar nuestras posiciones y, al contrario, siempre vieron aniquiladas
sus tropas.
Ustedes
acaban de mencionar el factor dirección. Yo diría que la dirección es un
factor, pero el factor más importante lo constituye el hecho de que las masas
aportan ideas. Nuestros cuadros y combatientes ingeniaron las más variadas
modalidades de combate. Voy a poner un ejemplo. En el primer mes de guerra
perdimos muchos camiones. ¿Qué remedio buscar? Claro que la dirección buscó
soluciones, pero fueron principalmente las masas las que encontraron la
solución. Apostamos a ambos lados de las carreteras más de diez mil
personas encargadas de hacer disparos de alerta para anunciar la aparición
de aviones enemigos. Al oír los disparos, el chofer empezaba a conducir el
camión haciendo quites, o buscaba un lugar donde esconderlo. Además, se
ensancharon las carreteras existentes y se construyeron muchas otras nuevas, de
modo que los camiones corrían sin obstáculos en ambas direcciones. Así, la
pérdida de camiones disminuyó del 40 por ciento inicial a menos del 1 por
ciento. Más tarde, construimos depósitos subterráneos e incluso salas de
reunión subterráneas, y a veces ocurría que, mientras arriba el enemigo arrojaba
bombas, nosotros celebrábamos mítines abajo. Algunos de los que viven en Pekín,
al pensar en el campo de batalla de Corea, se imaginaban que era muy peligroso.
Es obvio que había peligros, pero bastó que todos aportaran ideas para que esto
no fuera nada del otro mundo.
Nuestra
experiencia es que podernos vencer con armamentos inferiores a un enemigo
superior en armamentos siempre que nos apoyemos en el pueblo y contemos con una
dirección básicamente correcta.
La
victoria de la Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana y en Ayuda a
Corea es grandiosa y reviste un significado muy importante.
Primero.
Junto con el pueblo coreano, hemos combatido hasta lograr el regreso al
paralelo 38 y allí nos hemos mantenido firmes. Esto es de gran importancia. Si
no se hubiera logrado el regreso a ese paralelo y el frente permaneciera a lo
largo de los ríos Yalu y Tumen, los habitantes de Shenyang, Anshán y Fushun no
podrían dedicarse tranquilamente a la producción.
Segundo.
Hemos adquirido experiencias militares. Las fuerzas terrestres, aéreas y
navales de los Voluntarios del Pueblo Chino, la infantería, artillería,
ingeniería militar, unidades blindadas, cuerpos de ferroviarios, unidades
antiaéreas, equipos de telecomunicaciones, y las unidades sanitarias,
logísticas, etc., han tenido experiencias reales de guerra con las tropas
agresoras norteamericanas. Esta vez hemos medido el calibre de dichas tropas.
Mientras no se entre en contacto con las tropas norteamericanas, se les tendrá
miedo. Puesto que hemos sostenido contra ellas una guerra de treinta y tres
meses, les hemos medido a fondo su calibre. El imperialismo norteamericano no
es temible, no va más allá de lo que es. Esta experiencia que hemos adquirido
es de un valor incalculable.
Tercero.
Se ha elevado la conciencia política de todo el pueblo chino.
De
los tres puntos arriba mencionados se deriva un cuarto punto: Ha sido aplazada
una nueva guerra imperialista de agresión contra China, así como una tercera
guerra mundial.
Los
invasores imperialistas deben comprender que hoy el pueblo chino ya está
organizado y no se deja provocar. Si alguien lo provoca hasta hacerlo tronar de
ira, las cosas serán difíciles de arreglar.
En
adelante, es posible que el enemigo vuelva a desatar una guerra contra nosotros
y, aun en el caso de que se abstenga de hacerlo, no dejará de recurrir a todos
los medios para crear disturbios, como el envío de agentes secretos para
realizar actividades de zapa. El enemigo tiene instalada una amplia red de
servicio secreto en lugares corno Taiwán, Hongkong y Japón. Pero nosotros hemos
adquirido experiencias en el movimiento de resistencia a la agresión
norteamericana y en ayuda a Corea y, siempre que movilicemos a las masas
populares y nos apoyemos en ellas, encontraremos la manera de hacerle Frente.
Hoy
vivimos una situación distinta de la del invierno de 1950. ¿Se hallaban
entonces los agresores norteamericanos del lado de allá del paralelo 38? No, se
encontraban a las mismas orillas de los ríos Yalu y Tumen. ¿Contábamos con
experiencias de guerra contra los invasores norteamericanos? No. ¿Conocíamos
bien a las tropas norteamericanas? No. Hoy, sin embargo, se ha operado un
cambio en todos estos aspectos. Si el imperialismo norteamericano, en vez de
postergar su nueva guerra de agresión, declara: "Iré a la guerra",
nos valdremos, para enfrentarlo, de los primeros tres puntos arriba
mencionados. Si afirma: "No haré la guerra", entonces tendremos a la
mano el cuarto punto. También esto demuestra la superioridad de nuestra
dictadura democrática popular.
¿Vamos
nosotros a invadir a otros? No, no invadiremos ningún lugar. Pero, si alguien
viene a invadirnos, no vacilaremos en lanzarnos al combate y combatiremos hasta
el fin.
El
pueblo chino siempre ha observado esta norma: estar en favor de la paz, pero no
temer la guerra; estar preparado para ambas contingencias. Nosotros gozamos del
apoyo del pueblo. Durante la Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana
y en Ayuda a Corea, las masas populares solicitaron con ardor alistarse en el
ejército. La selección que se hacía entre los solicitantes resultaba tan
rigurosa que era como la de un escogido entre cien, y la gente comentaba que ni
la selección de un yerno era tan exigente. Si el imperialismo norteamericano
quiere desatar una nueva guerra, lo combatiremos de nuevo.
Hacer
la guerra cuesta dinero. Sin embargo, no nos costó mucho la Guerra de
Resistencia a la Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea. Lo que gastamos en
estos años de guerra no alcanzó ni siquiera la suma total de los impuestos de
un solo año a la industria y el comercio. Sobra decir que habría sido mejor que
no hubiéramos necesitado enfrentar la guerra ni gastar esa suma de dinero, pues
hoy la construcción del país necesita fondos y los campesinos todavía tienen
dificultades en su vida. Tanto el año pasado como el antepasado, el impuesto
agrícola fue un poco gravoso, y ello dio motivo a comentarios por parte de
algunos amigos nuestros. Estos reclamaron una "política de
benevolencia", como si representaran los intereses de los campesinos.
¿Estamos de acuerdo con tal opinión?
No, no lo estamos. En aquel momento,
teníamos que hacer todos los esfuerzos por conquistar la victoria de la Guerra
de Resistencia a la Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea. ¿Qué era lo que
beneficiaba al campesinado y a todo el pueblo en general? ¿Soportar
temporalmente algunas dificultades materiales en aras de la victoria o, para
ahorrarse ese dinero, renunciar a la Guerra de Resistencia a la Agresión
Norteamericana y en Ayuda a Corea? Obviamente lo que los beneficiaba era ganar
la guerra. En esos dos años elevamos un poco el impuesto agrícola precisamente
porque hacía falta dinero para la Guerra de Resistencia a la Agresión
Norteamericana y en Ayuda a Corea. Este año, con el cambio de la situación, no
hemos aumentado el impuesto agrícola, sino que hemos estabilizado su monto.
Si
de "política de benevolencia" se trata, no hay duda de que nosotros
la aplicamos. Pero, ¿cuál fue en este caso la política de benevolencia en su
máxima expresión? La Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana y en
Ayuda a Corea. Para llevar a efecto esta política de máxima benevolencia fue
imprescindible hacer sacrificios, gastar dinero y, por lo tanto, aumentar en
cierta medida el impuesto agrícola. Pero, ante este pequeño aumento, algunos
pusieron el grito en el cielo y se declararon, además, representantes de los
intereses del campesinado. No estoy de acuerdo con eso.
La
Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea fue una
política de benevolencia, y también lo es la construcción industrial que
impulsamos actualmente.
Hay
dos clases de lo que se ha dado en llamar política de benevolencia: Una es la
que sirve a los intereses inmediatos del pueblo y la otra la que sirve a sus
intereses de largo alcance, como la Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana
y en Ayuda a Corea y la construcción de la industria pesada. La primera es
una política de pequeña benevolencia, mientras que la segunda es una política
de gran benevolencia. Hay que dar la debida consideración tanto a la una como a
la otra, y sería erróneo proceder de otra manera. Pero, ¿en cuál de las dos
debemos poner el énfasis? En la política de gran benevolencia. Actualmente, al
aplicar la política de benevolencia, debemos poner el acento en la construcción
de la industria pesada. La construcción requiere fondos. En consecuencia,
aunque es preciso mejorar las condiciones de vida del pueblo, por el momento no
se puede hacerlo en gran medida. Dicho en otras palabras, no se debe renunciar
a mejorar las condiciones de vida del pueblo, y tampoco mejorarlas en demasía;
es indebido desatenderlas, y lo es también darles excesiva atención. En la
aplicación de la política de benevolencia, sería desviarse del camino dar
preferencia a la política de pequeña benevolencia a expensas de la de gran
benevolencia.
Hay
amigos que han enfatizado unilateralmente la política de pequeña benevolencia,
lo que en realidad hubiera significado abandonar la Guerra de Resistencia a la
Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea y renunciar ahora a la construcción
de la industria pesada. Debemos criticar esta idea errónea. Ideas semejantes se
manifiestan también en las filas del Partido Comunista; ya en Yenán tropezamos
con ellas. En 1941, cuando en la Región Fronteriza de Shensí-Kansú-Ningsia
recaudamos 2000.000 dan [1] de cereales por concepto de impuesto, algunos
armaron un alboroto diciendo que el Partido Comunista no mostraba solicitud por
los campesinos. Y alguno que otro cuadro dirigente del Partido también planteó
la supuesta cuestión de aplicar una política de benevolencia. Ya critiqué esa
idea en aquel entonces. ¿Cuál era la política de máxima benevolencia en ese
momento? Derrotar al imperialismo japonés. Reducir el impuesto habría
significado disminuir el número de los efectivos del VIII Ejército y del Nuevo 4.ƒ
Cuerpo de Ejército, lo cual habría favorecido al imperialismo japonés. Por eso,
dicha opinión representaba de hecho los intereses del imperialismo japonés y le
hacía el juego.
Ahora
se ha cerrado un capítulo de la Guerra de Resistencia a la Agresión
Norteamericana y en Ayuda a Corea; pero si los Estados Unidos quieren volver a
la guerra, combatiremos de nuevo contra ellos. Para sostener esa lucha, será
preciso recaudar de los campesinos el impuesto en grano, y entonces tendremos
que hacer un trabajo de persuasión entre ellos a fin de que aporten algo. Es
éste el proceder que interpreta verdaderamente los intereses de los campesinos,
mientras que los clamores levantados representan en realidad los intereses del
imperialismo norteamericano.
Hay
razones de mayor y de menor peso. Se debe elevar, con cada año que pase, el
nivel de vida de todo el pueblo; sin embargo, no se lo debe elevar en exceso.
Si nos hubiéramos excedido en eso, nos habría sido imposible sostener la Guerra
de Resistencia a la Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea, y más aún
sostenerla de una manera tan seria. En esta guerra combatimos de manera
resuelta, con seriedad y con toda energía. Enviábamos al frente de Corea todo
lo que allí se necesitaba, siempre que lo teníamos en el país. Fue así
como actuamos en estos años.
NOTAS
[1]Medida
de peso para cereales, que variaba según las localidades. En la Región
Fronteriza de Shensí-Kansú-Ningsia, equivalía a 150
kilos. [pág. 126]
Eingestellt
von Verein der Neuen Demokratie
Publicado por Nuevo Perú
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