El Gran Sol Rojo del Amanecer

viernes, 8 de septiembre de 2017

¿A la luz de esta experiencia militar concreta del Partido Comunista y del Pueblo Chino resulta correcto los comunistas apoyen la guerra de resistencia nacional de los Pueblos Árabes y Musulmanes a la agresión de la Santa Alianza de las Superpotencias imperialistas?


PRESIDENTE MAO: LA GRAN VICTORIA DE LA GUERRA DE RESISTENCIA A LA AGRESION NORTEAMERICANA Y EN AYUDA A COREA Y NUESTRAS TAREAS ULTERIORES
(Obras Escogidas de Mao Tse-tung. EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERAS. PEKIN.
Primera edición 1977. Tomo V, págs. 121-27.)


LA GRAN VICTORIA DE LA GUERRA DE
RESISTENCIA A LA AGRESION
NORTEAMERICANA Y EN AYUDA A COREA
Y NUESTRAS TAREAS ULTERIORES [*]

    12 de septiembre de 1953

  * Discurso pronunciado por el camarada Mao Tsetung en la 24.a Sesión del Consejo del Gobierno Popular Central.



        Hemos logrado, al cabo de tres años, la gran victoria de la Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea, y con ello se ha cerrado un capítulo.

¿A qué se debe esta victoria? Los señores que acaban de hacer uso de la palabra han dicho que se debe a la correcta dirección. La dirección es un factor; sin una dirección justa, nada puede realizarse con éxito. Sin embargo, la causa principal de la victoria reside en que la nuestra fue una guerra popular, apoyada por todo nuestro pueblo y en la que combatieron hombro a hombro los pueblos chino y coreano.

Combatimos contra un enemigo como el imperialismo norteamericano, cuyo armamento era muchas veces más poderoso que el nuestro; no obstante, hemos obtenido la victoria, obligándolo a hacer la paz. ¿Por qué se ha podido llegar a la paz?

Primero. En el terreno militar, los agresores norteamericanos se hallaban en una situación desventajosa, expuestos a los golpes. Si no hubieran accedido a la paz, todo su frente de batalla habría sido roto y Seúl probablemente habría caído en manos del pueblo coreano. Esta perspectiva ya empezó a perfilarse en el verano del año pasado.

Cada una de las dos partes beligerantes califica de muralla de hierro su propio frente. Por lo que toca al nuestro, es de veras una muralla de hierro. Nuestros combatientes y cuadros son ingeniosos y valientes, no temen a la muerte. En cambio, las tropas agresoras norteamericanas tienen miedo a la muerte y sus oficiales son bastante rígidos, no muy flexibles. Su frente de batalla no tiene solidez, no es ninguna muralla de hierro.

De nuestra parte, los problemas que tuvimos que enfrentar fueron: al principio, el de si seríamos capaces de combatir; luego, el de si podríamos aguantar en la defensa; más tarde, el de si podríamos garantizar el avituallamiento y, al final, el de si podríamos desbaratar la guerra bacteriológica. Estos cuatro problemas fueron resueltos, uno tras otro. Nuestro ejército se fortalecía a medida que combatía. Este verano, fuimos capaces de romper en una hora posiciones frontales del enemigo a lo largo de veintiún kilómetros, disparar en forma concentrada cientos de miles de proyectiles de artillería y penetrar dieciocho kilómetros en sus posiciones. Otros dos, tres o cuatro combates como éste, y todo el frente enemigo se habría desmoronado.

Segundo. En el terreno político, el enemigo tenía por dentro numerosas contradicciones insuperables, y los pueblos del mundo entero exigían una solución pacífica.

Tercero. En el terreno económico, el enemigo gastó tanto dinero en la guerra de agresión a Corea que llegó a un desequilibrio presupuestario.

Todas estas causas se aunaron para obligar al enemigo a hacer la paz; la primera fue la causa principal, pues sin ella habría sido difícil llegar con él a la paz. Los imperialistas norteamericanos son sumamente arrogantes, y se niegan a entrar en razón cada vez que están en posibilidades de hacerlo. Cuando atienden algunas razones, es porque se ven arrinconados, sin otra alternativa.

 En la guerra de Corea, el enemigo tuvo 1.090.000 bajas. Por supuesto, también nosotros pagamos un precio. Pero nuestras bajas fueron mucho menores de las previstas y, después de construidos los túneles, disminuyeron todavía más. Mientras más combatíamos, más fuertes nos hacíamos. Los norteamericanos no podían expugnar nuestras posiciones y, al contrario, siempre vieron aniquiladas sus tropas.

Ustedes acaban de mencionar el factor dirección. Yo diría que la dirección es un factor, pero el factor más importante lo constituye el hecho de que las masas aportan ideas. Nuestros cuadros y combatientes ingeniaron las más variadas modalidades de combate. Voy a poner un ejemplo. En el primer mes de guerra perdimos muchos camiones. ¿Qué remedio buscar? Claro que la dirección buscó soluciones, pero fueron principalmente las masas las que encontraron la solución. Apostamos a ambos lados de las carreteras más de diez mil personas encargadas de hacer disparos de alerta para anunciar la aparición de aviones enemigos. Al oír los disparos, el chofer empezaba a conducir el camión haciendo quites, o buscaba un lugar donde esconderlo. Además, se ensancharon las carreteras existentes y se construyeron muchas otras nuevas, de modo que los camiones corrían sin obstáculos en ambas direcciones. Así, la pérdida de camiones disminuyó del 40 por ciento inicial a menos del 1 por ciento. Más tarde, construimos depósitos subterráneos e incluso salas de reunión subterráneas, y a veces ocurría que, mientras arriba el enemigo arrojaba bombas, nosotros celebrábamos mítines abajo. Algunos de los que viven en Pekín, al pensar en el campo de batalla de Corea, se imaginaban que era muy peligroso. Es obvio que había peligros, pero bastó que todos aportaran ideas para que esto no fuera nada del otro mundo.

Nuestra experiencia es que podernos vencer con armamentos inferiores a un enemigo superior en armamentos siempre que nos apoyemos en el pueblo y contemos con una dirección básicamente correcta.

La victoria de la Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea es grandiosa y reviste un significado muy importante.

Primero. Junto con el pueblo coreano, hemos combatido hasta lograr el regreso al paralelo 38 y allí nos hemos mantenido firmes. Esto es de gran importancia. Si no se hubiera logrado el regreso a ese paralelo y el frente permaneciera a lo largo de los ríos Yalu y Tumen, los habitantes de Shenyang, Anshán y Fushun no podrían dedicarse tranquilamente a la producción.

Segundo. Hemos adquirido experiencias militares. Las fuerzas terrestres, aéreas y navales de los Voluntarios del Pueblo Chino, la infantería, artillería, ingeniería militar, unidades blindadas, cuerpos de ferroviarios, unidades antiaéreas, equipos de telecomunicaciones, y las unidades sanitarias, logísticas, etc., han tenido experiencias reales de guerra con las tropas agresoras norteamericanas. Esta vez hemos medido el calibre de dichas tropas. Mientras no se entre en contacto con las tropas norteamericanas, se les tendrá miedo. Puesto que hemos sostenido contra ellas una guerra de treinta y tres meses, les hemos medido a fondo su calibre. El imperialismo norteamericano no es temible, no va más allá de lo que es. Esta experiencia que hemos adquirido es de un valor incalculable.

 Tercero. Se ha elevado la conciencia política de todo el pueblo chino.

De los tres puntos arriba mencionados se deriva un cuarto punto: Ha sido aplazada una nueva guerra imperialista de agresión contra China, así como una tercera guerra mundial.

Los invasores imperialistas deben comprender que hoy el pueblo chino ya está organizado y no se deja provocar. Si alguien lo provoca hasta hacerlo tronar de ira, las cosas serán difíciles de arreglar.

En adelante, es posible que el enemigo vuelva a desatar una guerra contra nosotros y, aun en el caso de que se abstenga de hacerlo, no dejará de recurrir a todos los medios para crear disturbios, como el envío de agentes secretos para realizar actividades de zapa. El enemigo tiene instalada una amplia red de servicio secreto en lugares corno Taiwán, Hongkong y Japón. Pero nosotros hemos adquirido experiencias en el movimiento de resistencia a la agresión norteamericana y en ayuda a Corea y, siempre que movilicemos a las masas populares y nos apoyemos en ellas, encontraremos la manera de hacerle Frente.  
Hoy vivimos una situación distinta de la del invierno de 1950. ¿Se hallaban entonces los agresores norteamericanos del lado de allá del paralelo 38? No, se encontraban a las mismas orillas de los ríos Yalu y Tumen. ¿Contábamos con experiencias de guerra contra los invasores norteamericanos? No. ¿Conocíamos bien a las tropas norteamericanas? No. Hoy, sin embargo, se ha operado un cambio en todos estos aspectos. Si el imperialismo norteamericano, en vez de postergar su nueva guerra de agresión, declara: "Iré a la guerra", nos valdremos, para enfrentarlo, de los primeros tres puntos arriba mencionados. Si afirma: "No haré la guerra", entonces tendremos a la mano el cuarto punto. También esto demuestra la superioridad de nuestra dictadura democrática popular.

¿Vamos nosotros a invadir a otros? No, no invadiremos ningún lugar. Pero, si alguien viene a invadirnos, no vacilaremos en lanzarnos al combate y combatiremos hasta el fin.

El pueblo chino siempre ha observado esta norma: estar en favor de la paz, pero no temer la guerra; estar preparado para ambas contingencias. Nosotros gozamos del apoyo del pueblo. Durante la Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea, las masas populares solicitaron con ardor alistarse en el ejército. La selección que se hacía entre los solicitantes resultaba tan rigurosa que era como la de un escogido entre cien, y la gente comentaba que ni la selección de un yerno era tan exigente. Si el imperialismo norteamericano quiere desatar una nueva guerra, lo combatiremos de nuevo.

Hacer la guerra cuesta dinero. Sin embargo, no nos costó mucho la Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea. Lo que gastamos en estos años de guerra no alcanzó ni siquiera la suma total de los impuestos de un solo año a la industria y el comercio. Sobra decir que habría sido mejor que no hubiéramos necesitado enfrentar la guerra ni gastar esa suma de dinero, pues hoy la construcción del país necesita fondos y los campesinos todavía tienen dificultades en su vida. Tanto el año pasado como el antepasado, el impuesto agrícola fue un poco gravoso, y ello dio motivo a comentarios por parte de algunos amigos nuestros. Estos reclamaron una "política de benevolencia", como si representaran los intereses de los campesinos. ¿Estamos de acuerdo con tal opinión? 

No, no lo estamos. En aquel momento, teníamos que hacer todos los esfuerzos por conquistar la victoria de la Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea. ¿Qué era lo que beneficiaba al campesinado y a todo el pueblo en general? ¿Soportar temporalmente algunas dificultades materiales en aras de la victoria o, para ahorrarse ese dinero, renunciar a la Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea? Obviamente lo que los beneficiaba era ganar la guerra. En esos dos años elevamos un poco el impuesto agrícola precisamente porque hacía falta dinero para la Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea. Este año, con el cambio de la situación, no hemos aumentado el impuesto agrícola, sino que hemos estabilizado su monto.

Si de "política de benevolencia" se trata, no hay duda de que nosotros la aplicamos. Pero, ¿cuál fue en este caso la política de benevolencia en su máxima expresión? La Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea. Para llevar a efecto esta política de máxima benevolencia fue imprescindible hacer sacrificios, gastar dinero y, por lo tanto, aumentar en cierta medida el impuesto agrícola. Pero, ante este pequeño aumento, algunos pusieron el grito en el cielo y se declararon, además, representantes de los intereses del campesinado. No estoy de acuerdo con eso.

La Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea fue una política de benevolencia, y también lo es la construcción industrial que impulsamos actualmente.
Hay dos clases de lo que se ha dado en llamar política de benevolencia: Una es la que sirve a los intereses inmediatos del pueblo y la otra la que sirve a sus intereses de largo alcance, como la Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea y la construcción de la industria pesada. La primera es una política de pequeña benevolencia, mientras que la segunda es una política de gran benevolencia. Hay que dar la debida consideración tanto a la una como a la otra, y sería erróneo proceder de otra manera. Pero, ¿en cuál de las dos debemos poner el énfasis? En la política de gran benevolencia. Actualmente, al aplicar la política de benevolencia, debemos poner el acento en la construcción de la industria pesada. La construcción requiere fondos. En consecuencia, aunque es preciso mejorar las condiciones de vida del pueblo, por el momento no se puede hacerlo en gran medida. Dicho en otras palabras, no se debe renunciar a mejorar las condiciones de vida del pueblo, y tampoco mejorarlas en demasía; es indebido desatenderlas, y lo es también darles excesiva atención. En la aplicación de la política de benevolencia, sería desviarse del camino dar preferencia a la política de pequeña benevolencia a expensas de la de gran benevolencia.

Hay amigos que han enfatizado unilateralmente la política de pequeña benevolencia, lo que en realidad hubiera significado abandonar la Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea y renunciar ahora a la construcción de la industria pesada. Debemos criticar esta idea errónea. Ideas semejantes se manifiestan también en las filas del Partido Comunista; ya en Yenán tropezamos con ellas. En 1941, cuando en la Región Fronteriza de Shensí-Kansú-Ningsia recaudamos 2000.000 dan [1] de cereales por concepto de impuesto, algunos armaron un alboroto diciendo que el Partido Comunista no mostraba solicitud por los campesinos. Y alguno que otro cuadro dirigente del Partido también planteó la supuesta cuestión de aplicar una política de benevolencia. Ya critiqué esa idea en aquel entonces. ¿Cuál era la política de máxima benevolencia en ese momento? Derrotar al imperialismo japonés. Reducir el impuesto habría significado disminuir el número de los efectivos del VIII Ejército y del Nuevo 4.ƒ Cuerpo de Ejército, lo cual habría favorecido al imperialismo japonés. Por eso, dicha opinión representaba de hecho los intereses del imperialismo japonés y le hacía el juego.

Ahora se ha cerrado un capítulo de la Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea; pero si los Estados Unidos quieren volver a la guerra, combatiremos de nuevo contra ellos. Para sostener esa lucha, será preciso recaudar de los campesinos el impuesto en grano, y entonces tendremos que hacer un trabajo de persuasión entre ellos a fin de que aporten algo. Es éste el proceder que interpreta verdaderamente los intereses de los campesinos, mientras que los clamores levantados representan en realidad los intereses del imperialismo norteamericano.

Hay razones de mayor y de menor peso. Se debe elevar, con cada año que pase, el nivel de vida de todo el pueblo; sin embargo, no se lo debe elevar en exceso. Si nos hubiéramos excedido en eso, nos habría sido imposible sostener la Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea, y más aún sostenerla de una manera tan seria. En esta guerra combatimos de manera resuelta, con seriedad y con toda energía. Enviábamos al frente de Corea todo lo que allí se necesitaba, siempre que lo teníamos en el país. Fue así como actuamos en estos años.
    
  NOTAS

[1]Medida de peso para cereales, que variaba según las localidades. En la Región Fronteriza de Shensí-Kansú-Ningsia, equivalía a 150 kilos.    [pág. 126]

Eingestellt von Verein der Neuen Demokratie  

Publicado por Nuevo Perú

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periodista obrero. Comunista (marxista-leninista). Antiimperialista, anticapitalista y antimilitarista.