El Gran Sol Rojo del Amanecer

lunes, 12 de marzo de 2018

Ecuador: Fotos de actividades del 8 de marzo 2018




8 de marzo del 2018




Discurso de la cámara responsable del Frente de Defensa de los Trabajadores de Imbabura. Evento de las compañeras del Sindicato Nacional de la Salud.
VIVA LA EMANCIPACIÓN DE LA MUJER TERABAJADORA Y REBELDE
No quisiera iniciar sin emitir mi más profundo y respetuoso saludos a la ideología del proletariado, el marxismo-leninismo-maoísmo, al pensamiento Gonzalo; saludar la memoria de la camarada Nora, del Partido Comunista del Perú; de la camarada Sandra, del Movimiento Femenino Popular del Brasil, a nuestra recordada camarada Cecilia, quien con criterio de clase estuvo al frente de este sindicato; a todas las mártires que entregaron sus vidas por la causa de la mujer, que no es otra sino la causa de la liberación de los pueblos y la permanente lucha por la conquista del poder para la clase, para los oprimidos; a mis compañeras y camaradas del Movimiento Femenino Popular, organización de las mujeres proletarias, campesinas y populares al servicio de la transformación de nuestra sociedad y del mundo.
Queremos también saludar al sindicato de la Osuntramsa, a las compañeras y camaradas por la realización de este acto del cual aspiramos convertir en un verdadero homenaje a la mujer oprimida, explotada y que clama su emancipación.
A las mujeres obreras explotadas, a las campesinas pobres y a las sencillas mujeres de nuestro pueblo. A las mujeres oprimidas del mundo.
Estamos aquí compañeras, muchas de nosotras lo hacemos sujetas de criterios coherentes, consecuentes con el significado que tiene este día, sin embargo, otras, ajenas al verdadero sentir que debemos tener aquellas mujeres que comprendemos que la mitad del cielo descansa en nuestros hombros, y con eso, la responsabilidad compartida de ser partícipes en la transformación del mundo.
No basta compañeras con reunirnos y hablar de la liberación de las mujeres, mucho menos de caer en el feminismo burgués que nos coloca a la cola de aquellas oportunistas que lo único que buscan es tener la posibilidad de ocupar los mismos escenarios de los hombres, ya sea en a la actividad económica, política, social, sexual, y hasta conductual. No compañeras, eso no es liberarnos, porque en la mayoría de los casos terminaremos colocándonos del lado de ellos, pero también del lado de sus taras, de su comportamiento ruin, oportunistas, otros, revisionistas, traidores y traidoras con los intereses de los trabajadores y trabajadoras explotadas.
Ya Mariátegui decía: "Las mujeres como los hombres son reaccionarias, centristas o revolucionarias, no pueden por consiguiente combatir juntas la misma batalla, en el actual panorama humano, la clase diferencia más a los individuos que el sexo.
Así ha sido hasta aquí compañeras.
Nos hablan de Manuelita Sáenz, libertadora del libertador que se dio modos de morir junto a sus dos esclavas, Jonatas y Nathan y sin embargo junto a Simón Bolívar no tuvieron los arrestos necesarios para dar la libertad a negros, negras indios e indias, hechos que solo se dieron 30 años después en el gobierno de Urbina, en 1852-1853.
Pero eso sí, nada dicen que en esos mismos años de la independencia tuvimos insignes representantes del campesinado pobre y explotado, del pueblo oprimido y de las mujeres libertarias como Lorenza Abimañay, Jacienta Juárez y Lorenza Peña que encabezaron el levantamiento indígena de Columbe, Chimborazo, en 1803, en contra del régimen colonial y sentando las verdaderas bases campesinas para la lucha por la independencia que en fin de cuentas poco o nada representó para nuestro pueblo.
Estas luchadoras indómitas posteriormente fueron capturadas y particularmente, Lorenza Abimañay degollada junto a Julián Quito, otro de los líderes del levantamiento campesino.
En 1871, con el levantamiento de Fernando Daquilema, en Yaruqíes, Chimborazo, contra el régimen clerical de García Moreno. Esta vez fue Manuela León, aguerrida combatiente del pueblo que ya luchó por nuestros intereses de mujer; a Tránsito Amaguaña, que junto al único lado donde las mujeres podemos compartir de mejor manera nuestras vidas, codo a codo, hombro a hombro, suspiro a suspiro con los hombres, aquellos comprometidos con la lucha y las justas causas de la clase y del pueblo.
Nada de eso recoge la historia oficial, pero eso sí, la prensa de estos días nos habla de la Dra. Matilde Hidalgo de Procel que en 1929, a decir de aquellos que escriben la historia a su manera, nos abrió el camino para que nosotras nos incorporemos al régimen electivo y podamos votar en las urnas.
Patrañas, mentiras, lo que ahí se registró fue el hecho de dar inicio a una nueva forma de domesticación de la mujer, está vez con ese cuento de la democracia representativa, electiva, farisea, que nos abría los brazos a la ingenuidad y al oportunismo.
No dicen, sin vergüenza alguna, que la mujer ecuatoriana se ha redimido porque hoy ocupan puestos como asambleístas o directoras de partidos políticos de la reacción, el oportunismo y el revisionismo, pero no nos dicen que su comportamiento político e ideológico no es diferente de aquellos que nos han gobernado por centenas de años y que sólo han dejado un reguero de miseria y violencia.
Y así ha sido a lo largo de la historia.
Pero también es importante que ustedes compañeras conozcan que hace ya algunos años, en la década de los 90 del siglo pasado, este sindicato estaba militado y dirigido también por mujeres de nueva estirpe como la camarada Cecilia Hidalgo, militante del Partido Comunista del Ecuador-Sol Rojo.
Cuenta que ustedes conozcan que nuestras compañeras no solo luchaban por la firma del contrato colectivo y la reivindicación de nuestros derechos de los cuales ustedes aún se benefician, sino que luchaban por las reivindicaciones del pueblo en general, es decir, el sindicato tenía una correcta línea de clase, ideológica, que muchas de esas mujeres que nos llevaron a vivir jornadas de lucha pocas veces vista y reconocidas participando activa y combativamente en las huelgas nacionales, la toma de la catedral en la plaza de la independencia de Quito, de la presidencia, lugares donde nuestras compañeras de la Fetsapí y de la Osuntramsa en general lucharon y resistieron los fuertes y violentos embates de la reacción, o aquella acción que dio la vuelta al mundo cuando junto a los compañeros del Frente de Defensa de las Luchas del Pueblo, nos tomamos la embajada de México para denunciar las políticas anti obreras del régimen de turno.
Cuanta gloria compañeras, cuanta lucha, cuantos espacios donde verdaderamente estábamos ejercitando nuestro proceso de liberación, de emancipación como mujeres.
Entonces, eso es lo que debemos rescatar, ese espíritu de lucha que tiene nervio, pensamiento, filosofía y acción que se muestra en la ideología. Es decir compañeras, sino tenemos la ideología correcta que guíe nuestras luchas, nuestros propósitos como mujeres, pero sobre eso, como clase, nada habremos hecho, en nada habremos avanzado sino ponernos a la cola de aquellos hombres que hoy se muestran serviles al viejo estado burgués-terrateniente.
Compañeras, hay que tener claro que este no es un día de fiesta, no es un día de rosas y de brindis, es un día conmemorativo, de lucha, donde la obligación de retomar la banderas de Lorenza Abimañay, de Manezuela León, Transito Amaguaña, de la camarada Nora, Sandra, Edith Lagos, de Cecilia, urge, más cuando asistimos a la decadencia del imperialismo, del capitalismo burocrático y su sistema de gobierno, la democracia burgués-terrateniente, que definitivamente está podrida, corrupta, y con ella quienes la sostienen, pero hay que entender que sola, por sí misma no se derrumbará sin que nosotras, nosotros, no pongamos esa necesaria cuota de lucha, de sacrificio.
Que esta oportunidad compañeras, se constituya en un acto de reflexión y compromiso sobre el verdadero papel que tenemos las mujeres, no en los partidos políticos electoreros que nos utilizan como ganado electoral, no compañeras, mucho menos sumisas ante el régimen patriarcal y machista que siempre se da modos para ponernos a la cola porque esa es su naturaleza semifeudal. Nuestro rol está más allá, está junto al hombre y ellos junto a las mujeres que tienen criterio y conciencia de clase de su rol transformador.
Vamos a bregar por recuperar el movimiento sindical en el país, vamos establecer jornadas de formación y lucha, que, sobre los hechos, nos forjen como mujeres libertas, verdaderas hijas de la clase y del pueblo.
Vamos a bregar porque el sindicato también esté dirigido por mujeres, no necesariamente desde actividades suplementarias, sino ahí, al frente de todas y de todos, pero no por el sencillo y natural hecho de ser mujeres, sino de ser proletarias con conciencia de clase, cobijadas por la ideología correcta, y créanme compañeras, no es otra que el marxismo leninismo maoísmo.
No queremos rosas, queremos el fuste para castigar a los que oprimen al pueblo.
No queremos que nos vena como ganado en competencia, o como ganado electoral, si nos ven, que nos vean como somos, trabajadoras, madres, compañeras, hijas, combatientes; que nos vean como sus verdugos, como esa pesadilla roja que estremecerá sus vidas minutas a minuto hasta que sean barridos por siempre; nos guste o no, como sus sepultureras, sus sepultureros. Eso somos.
No queremos halagos ni que nos subestimen, queremos desatar la furia milenaria de la mujer que desde la perspectiva de clase que es centro para la construcción de la sociedad de Nueva Democracia, tránsito ininterrumpido al socialismo, antesala del dorado comunismo.


¡VIVA LA MUJER PROLETARIA!
¡SIN CORRECTA DIRECCIÓN IDEOLÓGICA EN LA LUCHA DE LAS MUJERES, NADA CONQUISTAREMOS!
¡LA EMANCIPACIÓN DE LA MUJER SOLO SERÁ POSIBLE EN EL CURSO DE LA TRANSFORMACIÓN REVOLUCIONARIA DE LA SOCIEDAD CON GUERRA POPULAR!
¡VIVA EL MARXISMO-LENINISMO-MAOÍSMO!
¡VIVA LA GUERRA POPULAR EN LA INDIA, TURQUÍA, FILIPINAS Y EL PERÚ!
¡SI NO COMBATIMOS AL REVISIONISMO, NADA HABREMOS HECHO!
¡VIVA EL MOVIMIENTO FEMENINO POPULAR!




Discurso de la compañera representante del MFP en la base norte del Comité Popular Campesino en el acto realizado en una comunidad campesina del norte del país.


LAS MUJERES Y LA ALIANZA OBRERO-CAMPESINA
En sociedades como la nuestra, semicolonial y semifeudal, el papel que cumplimos las mujeres proletarias y campesinas es fundamental en esa histórica tarea por liberarnos de todas las formas de dominación, explotación y opresión a la que estamos sometidas.
Es importante reconocer que las formas de explotación, opresión y violencia que se ejercita sobre la mujer campesina genera una serie de contradicciones que no han podido ser resueltas por el estado o los distintos gobiernos de turno.
Somos explotadas por el sencillo hecho de ser mujeres. Por considerar que tenemos menos fuerza que el hombre para realizar las tareas en el campo, de hecho, nos pagan jornales menores en un 30% al de nuestros compañeros, y, si son niñas, más bajos aún, el 50% a pesar de cumplir exactamente las mismas actividades con azadón, pico, pala y machete.
En el campo no tenemos derechos, salvo que los conquistemos. Nuestra jornada diaria inicia a las 4 de la mañana y a duras penas termina a las 9 de la noche. No tenemos voz y también somos explotadas por nuestros padres, esposos y compañeros, quienes por costumbre, nos otorgan tareas y jornadas de trabajo extenuantes en el cuidado del hogar, crianza de hijos, cuidado de animales menores, acarreo de leña y agua desde distancias lejanas, ayudar en las tareas agrícolas como apoyo en la búsqueda y tala de madera, en el campo o en la mina, sin asistencia médica, mala nutrición y por qué no decirlo, agredidas físicamente por nuestros esposos o padres quienes reproducen culturalmente esa subyugación brutal.
Pero también somos explotadas como campesinas, sometidas a un régimen feudal y semifeudal profundo, que aún subsiste en nuestra sociedad, sobre todo en el campo.
Trabajamos en condiciones muy duras y difíciles. Sin herramientas, mal alimentadas, permanentemente acosadas por los intermediarios o enganchadores. No se respetan nuestros horarios de trabajo y hacen que cumplamos otras actividades como empleadas domésticas de nuestros patrones, cuidado de sus hijos o cualquier otra actividad que no tiene nada que ver por lo que nos contratan y pagan, es decir, nos empujan a una servidumbre forzada, y en el caso de algunas compañeras, una servidumbre voluntariosa producto de la cultura, de la costumbre.
Acompañamos a nuestros esposos a trabajar la tierra a cambio de un pedazo de ella para poder vivir. ¿Acaso eso no es feudalidad? Vivimos en predios que no nos pertenecen, ahí levantamos nuestras casitas de madera, nosotras lavamos, planchamos y cocinamos para el patrón, los hombres trabajan en la tierra, no nos pagan, y si lo hacen es insignificante, nuestros verdaderos ingresos para consumo provine de lo poco que sacamos de la venta de aquello que producimos en un terrenito que nos presta el dueño de la tierra.
De igual manera, nuestros compañeros, nosotras, nuestros hijos se suman a las haciendas o tierras que nos invitan a trabajar bajo la modalidad de “al partir,” donde toda nuestra familia pone el trabajo duro; a veces, los gastos de semilla, fungicidas, los ponemos a medias con el dueño de la tierra, y, cuando sacamos la siembra, nos repartimos el producto a mitad, si es que así llegamos al acuerdo. El transporte generalmente lo pone el dueño de la tierra porque él tiene vehículo, entonces nos cobra y terminamos cogiendo muy poco del producido. Si eso no es explotación, ¿qué es?
De igual manera compañeras, cuando somos abandonadas o viudas trabajamos igual que los hombres, arrendando tierras o una vez más volviendo al régimen de “al partir”, con la diferencia que ahí involucramos a nuestras familias, hijos, padres, hermanos.
Si pertenecemos a una etnia o minería nacional, somos oprimidas y discriminadas como tal. Es decir, si somos negras nos discriminan, si somos indígenas o mestizas igual, y desde luego, nuestra carga se vuelve cada vez más pesada. Somos negras putas o indias sucias. Igual les servimos. Igual nos explotan. Igual nos necesitan.
Si somos niñas nos sometemos al riesgo de ser enviadas a trabajar en las casas de los patronos, de los dueños de la hacienda. Ahí nos dicen que somos como hijas, pero nos tienen durmiendo en espacios reducidos, no nos permiten utilizar los mismos platos que ellos, nos tienen asco, nos dan de comer las sobras, nos maltratan, no nos permiten estudiar porque dicen que nos vamos a embarazar en la escuela o el colegio, pero eso sí, somos violadas sexualmente por los hijos de los patrones o éstos, y, si nos quedamos embarazadas, nos hacen abortar y nos regresan al campo. Ya no somos explotadas en condiciones feudales, sino como esclavas del siglo XXI
Compañeras. ¿Ustedes saben que en el campo los campesinos morimos por enfermedades raras que se supone ya no existen en nuestras sociedades?
Tuberculosis, tétanos, malaria, leishmaniosis, neumonía, desnutrición, cáncer por el uso de químicos en las grandes haciendas donde no nos otorgan protección adecuada; mujeres que mueren pariendo, hijos que nacen con enfermedades raras, ciegos, otros con labios leporinos, sin poder caminar, polio. Que nuestros niños se mueren de disentería por las difíciles condiciones de salubridad e higiene; neumonía, enfermedades respiratorias, pulmonía, etc.
Compañeras, eso es un poquito de lo mucho que vivimos a diario. Entonces quisiera hacerles una pregunta ¿debemos festejar algo en nuestra calidad de mujeres, de campesinas, de compañeras, de indígenas o negras? Desde luego que no.
Es importante que ustedes recreen todo esto para entender que poco o nada es lo que tenemos que festejar hoy, más sí mucho de aquello sobre lo que debemos tomar conciencia para comprometernos más en el cambio de nuestra sociedad, porque es poco menos que difícil que estas cosas cambien si es que no eliminamos es semifeudalidad que siempre viene acompañada del uso de la religión y de la cultura para mantenernos en esas condiciones, cambios que no pueden ser realizados por las autoridades, el estado, mucho menos sentadas bajo el sol esperando el milagro divino.
Si es que no somos nosotras junto a nuestros compañeros quienes cambiamos por la fuerza este sistema burgués, terrateniente, sometido por el imperialismo yanqui fundamentalmente, nadie nos otorgará derechos y libertades, mucho menos, una sociedad que sea digna para las proletarias, para nosotras, las campesinas, para nuestro pueblo.
No podemos seguir creyendo que los politiqueros, la asamblea, el presidente o las elecciones las que van a evitar que la explotación siga haciendo de nosotros sus víctimas.
Es obvio pensar, compañeras, que, ante lo señalado, que no hay cabida a las flores, los agasajos, de esas tontas ideas de igualdad y equidad que citan muchas compañeras sin darse cuenta que la explotación y la opresión responden a un modelo de sociedad en concreto y que sino la cambiamos todo lo demás queda como un discurso hueco e insultante.
Hoy, como ayer y como mañana, lo que queremos es fortalecer nuestras organizaciones campesinas, fortalecer nuestros mecanismos de lucha para tratar de que nuestros esposas y compañeros cambien, que no nos agredan, que nuestros patrones no nos exploten y que nuestro color de piel no sea lo importante, lo que verdaderamente cuenta es el lugar que tenemos en la producción, es decir, si tenemos o no la tierra en nuestras manos, el lugar ocupamos en la sociedad, si estamos o no del lado del pueblo o, a pesar de ser pobres, estamos del lado de los terratenientes y de los grandes burgueses. Pero igual, también cuenta si soportamos toda esa humillación, agresión, opresión y explotación con la cabeza baja, sumisos, reverentes, o si nos atrevemos a ser ese trueno de la montaña dispuesto a quemar todo lo viejo para volvernos luz de la mañana en una nueva sociedad. Eso importante y ustedes deben asumir posición, es importante que lo hagan ya, ahora, mientras vamos construyendo nuestra organización y las condiciones que favorezcan el cambio violento de la sociedad.
Compañeras, que este 8 de marzo tenga un nuevo significado para ustedes, que se vean en nosotras, que nosotras también nos vemos en ustedes, no débiles, sí fuertes, no sumisas, sí luchadoras, no conciliadoras, si rebeldes, no contentas con lo que vivimos, si dispuestas a luchar por una nueva sociedad una Nueva Democracia, donde abriremos la brega al socialismo y posteriormente al comunismo.
Para las compañeras que no son campesinas sino proletarias, ustedes, compañeras tienen en sus manos la gran responsabilidad de conducir el proceso de liberación y emancipación de la mujer campesina. ¿Por qué?, porque tienen una ideología más avanzada, la del proletariado, y eso es luz, es amanecer, es guía, nosotras estamos dispuestas a seguirla, a someternos a su proyecto guía que sabemos eliminará, al final del camino, toda forma de explotación y opresión, donde nuestros hijos sean los hijos de todos, de los muchos, de los comunes.
Como campesina, pero sobre todo, como militante del Movimiento Femenino Popular, solo me queda saludar este día, no el de la mujer cualquiera, porque a aquellas mujeres que nos engañan, explotan en la hacienda, en las grandes empresas, en los partidos políticos, en la asamblea, en el gobierno, para ellas, nuestro más profundo odio y desprecio, pero para ustedes, las obreras, las campesinas, las que luchan junto a sus maridos por llevar el pan a la casa, para aquellas que luchan solas por no caer en la miseria, para la mujer consciente, combativa, luchadora y revolucionaria, el más grande de los reconocimientos.
Antes de terminar compañeras, nuestro más profundo cariño y reconocimiento para las heroínas del pueblo, para las mujeres trabajadoras que se levantaron en armas por conquistar sus derechos, nuestros derechos, pero sobre todo por haber entregado sus vidas por la conquista del poder para el proletariado, el campesinado y demás pueblo explotado. En esa medida me permito recordar a Lorenza AbImañay y su lucha campesina en el país, a la camarada Nora, del Partido Comunista del Perú, una verdadera hija de la guerra popular y la conquista del poder; a la camarada Sandra, del Movimiento Femenino Popular de Brasil, indómita mujer, indómitas mujeres que viven en nuestras luchas, en nuestros triunfos y que desde ya tienen un lugar en nuestra memoria histórica por la conquista del poder, único escenario en el que nuestra emancipación será una realidad.


¡VIVA LA MUJER TRABAJADORA, EXPLOTADA Y OPRIMIDA!
¡VIVA LA MUJER REBERLDE, REVOLUCIONARIA Y COMUNISTA!
¡VIVA LA DIRECCIÓN PROLETARIA DE LA LUCHA CAMPESINA!
¡VIVA LA ALIANZA OBRERO-CAMPESINA!
¡VIVA EL MOVIMIENTO FEMENINO POPULAR!
¡VIVA EL MARXISMO-LENINISMO-MAOÍSMO!
¡HONOR Y GLORIA A LA COMPAÑERA LORENZA ABIMAÑAY!
¡HONOR Y GLORIA A LA CAMARADA NORA!
¡HONOR Y GLORIA A LA CAMARADA SANDRA!



Discurso de la compañera representante del MFP en la base norte del Comité Popular Campesino en el acto realizado en una comunidad campesina del norte del país.


LAS MUJERES Y LA ALIANZA OBRERO-CAMPESINA
En sociedades como la nuestra, semicolonial y semifeudal, el papel que cumplimos las mujeres proletarias y campesinas es fundamental en esa histórica tarea por liberarnos de todas las formas de dominación, explotación y opresión a la que estamos sometidas.
Es importante reconocer que las formas de explotación, opresión y violencia que se ejercita sobre la mujer campesina genera una serie de contradicciones que no han podido ser resueltas por el estado o los distintos gobiernos de turno.
Somos explotadas por el sencillo hecho de ser mujeres. Por considerar que tenemos menos fuerza que el hombre para realizar las tareas en el campo, de hecho, nos pagan jornales menores en un 30% al de nuestros compañeros, y, si son niñas, más bajos aún, el 50% a pesar de cumplir exactamente las mismas actividades con azadón, pico, pala y machete.
En el campo no tenemos derechos, salvo que los conquistemos. Nuestra jornada diaria inicia a las 4 de la mañana y a duras penas termina a las 9 de la noche. No tenemos voz y también somos explotadas por nuestros padres, esposos y compañeros, quienes por costumbre, nos otorgan tareas y jornadas de trabajo extenuantes en el cuidado del hogar, crianza de hijos, cuidado de animales menores, acarreo de leña y agua desde distancias lejanas, ayudar en las tareas agrícolas como apoyo en la búsqueda y tala de madera, en el campo o en la mina, sin asistencia médica, mala nutrición y por qué no decirlo, agredidas físicamente por nuestros esposos o padres quienes reproducen culturalmente esa subyugación brutal.
Pero también somos explotadas como campesinas, sometidas a un régimen feudal y semifeudal profundo, que aún subsiste en nuestra sociedad, sobre todo en el campo.
Trabajamos en condiciones muy duras y difíciles. Sin herramientas, mal alimentadas, permanentemente acosadas por los intermediarios o enganchadores. No se respetan nuestros horarios de trabajo y hacen que cumplamos otras actividades como empleadas domésticas de nuestros patrones, cuidado de sus hijos o cualquier otra actividad que no tiene nada que ver por lo que nos contratan y pagan, es decir, nos empujan a una servidumbre forzada, y en el caso de algunas compañeras, una servidumbre voluntariosa producto de la cultura, de la costumbre.
Acompañamos a nuestros esposos a trabajar la tierra a cambio de un pedazo de ella para poder vivir. ¿Acaso eso no es feudalidad? Vivimos en predios que no nos pertenecen, ahí levantamos nuestras casitas de madera, nosotras lavamos, planchamos y cocinamos para el patrón, los hombres trabajan en la tierra, no nos pagan, y si lo hacen es insignificante, nuestros verdaderos ingresos para consumo provine de lo poco que sacamos de la venta de aquello que producimos en un terrenito que nos presta el dueño de la tierra.
De igual manera, nuestros compañeros, nosotras, nuestros hijos se suman a las haciendas o tierras que nos invitan a trabajar bajo la modalidad de “al partir,” donde toda nuestra familia pone el trabajo duro; a veces, los gastos de semilla, fungicidas, los ponemos a medias con el dueño de la tierra, y, cuando sacamos la siembra, nos repartimos el producto a mitad, si es que así llegamos al acuerdo. El transporte generalmente lo pone el dueño de la tierra porque él tiene vehículo, entonces nos cobra y terminamos cogiendo muy poco del producido. Si eso no es explotación, ¿qué es?
De igual manera compañeras, cuando somos abandonadas o viudas trabajamos igual que los hombres, arrendando tierras o una vez más volviendo al régimen de “al partir”, con la diferencia que ahí involucramos a nuestras familias, hijos, padres, hermanos.
Si pertenecemos a una etnia o minería nacional, somos oprimidas y discriminadas como tal. Es decir, si somos negras nos discriminan, si somos indígenas o mestizas igual, y desde luego, nuestra carga se vuelve cada vez más pesada. Somos negras putas o indias sucias. Igual les servimos. Igual nos explotan. Igual nos necesitan.
Si somos niñas nos sometemos al riesgo de ser enviadas a trabajar en las casas de los patronos, de los dueños de la hacienda. Ahí nos dicen que somos como hijas, pero nos tienen durmiendo en espacios reducidos, no nos permiten utilizar los mismos platos que ellos, nos tienen asco, nos dan de comer las sobras, nos maltratan, no nos permiten estudiar porque dicen que nos vamos a embarazar en la escuela o el colegio, pero eso sí, somos violadas sexualmente por los hijos de los patrones o éstos, y, si nos quedamos embarazadas, nos hacen abortar y nos regresan al campo. Ya no somos explotadas en condiciones feudales, sino como esclavas del siglo XXI
Compañeras. ¿Ustedes saben que en el campo los campesinos morimos por enfermedades raras que se supone ya no existen en nuestras sociedades?
Tuberculosis, tétanos, malaria, leishmaniosis, neumonía, desnutrición, cáncer por el uso de químicos en las grandes haciendas donde no nos otorgan protección adecuada; mujeres que mueren pariendo, hijos que nacen con enfermedades raras, ciegos, otros con labios leporinos, sin poder caminar, polio. Que nuestros niños se mueren de disentería por las difíciles condiciones de salubridad e higiene; neumonía, enfermedades respiratorias, pulmonía, etc.
Compañeras, eso es un poquito de lo mucho que vivimos a diario. Entonces quisiera hacerles una pregunta ¿debemos festejar algo en nuestra calidad de mujeres, de campesinas, de compañeras, de indígenas o negras? Desde luego que no.
Es importante que ustedes recreen todo esto para entender que poco o nada es lo que tenemos que festejar hoy, más sí mucho de aquello sobre lo que debemos tomar conciencia para comprometernos más en el cambio de nuestra sociedad, porque es poco menos que difícil que estas cosas cambien si es que no eliminamos es semifeudalidad que siempre viene acompañada del uso de la religión y de la cultura para mantenernos en esas condiciones, cambios que no pueden ser realizados por las autoridades, el estado, mucho menos sentadas bajo el sol esperando el milagro divino.
Si es que no somos nosotras junto a nuestros compañeros quienes cambiamos por la fuerza este sistema burgués, terrateniente, sometido por el imperialismo yanqui fundamentalmente, nadie nos otorgará derechos y libertades, mucho menos, una sociedad que sea digna para las proletarias, para nosotras, las campesinas, para nuestro pueblo.
No podemos seguir creyendo que los politiqueros, la asamblea, el presidente o las elecciones las que van a evitar que la explotación siga haciendo de nosotros sus víctimas.
Es obvio pensar, compañeras, que, ante lo señalado, que no hay cabida a las flores, los agasajos, de esas tontas ideas de igualdad y equidad que citan muchas compañeras sin darse cuenta que la explotación y la opresión responden a un modelo de sociedad en concreto y que sino la cambiamos todo lo demás queda como un discurso hueco e insultante.
Hoy, como ayer y como mañana, lo que queremos es fortalecer nuestras organizaciones campesinas, fortalecer nuestros mecanismos de lucha para tratar de que nuestros esposas y compañeros cambien, que no nos agredan, que nuestros patrones no nos exploten y que nuestro color de piel no sea lo importante, lo que verdaderamente cuenta es el lugar que tenemos en la producción, es decir, si tenemos o no la tierra en nuestras manos, el lugar ocupamos en la sociedad, si estamos o no del lado del pueblo o, a pesar de ser pobres, estamos del lado de los terratenientes y de los grandes burgueses. Pero igual, también cuenta si soportamos toda esa humillación, agresión, opresión y explotación con la cabeza baja, sumisos, reverentes, o si nos atrevemos a ser ese trueno de la montaña dispuesto a quemar todo lo viejo para volvernos luz de la mañana en una nueva sociedad. Eso importante y ustedes deben asumir posición, es importante que lo hagan ya, ahora, mientras vamos construyendo nuestra organización y las condiciones que favorezcan el cambio violento de la sociedad.
Compañeras, que este 8 de marzo tenga un nuevo significado para ustedes, que se vean en nosotras, que nosotras también nos vemos en ustedes, no débiles, sí fuertes, no sumisas, sí luchadoras, no conciliadoras, si rebeldes, no contentas con lo que vivimos, si dispuestas a luchar por una nueva sociedad una Nueva Democracia, donde abriremos la brega al socialismo y posteriormente al comunismo.
Para las compañeras que no son campesinas sino proletarias, ustedes, compañeras tienen en sus manos la gran responsabilidad de conducir el proceso de liberación y emancipación de la mujer campesina. ¿Por qué?, porque tienen una ideología más avanzada, la del proletariado, y eso es luz, es amanecer, es guía, nosotras estamos dispuestas a seguirla, a someternos a su proyecto guía que sabemos eliminará, al final del camino, toda forma de explotación y opresión, donde nuestros hijos sean los hijos de todos, de los muchos, de los comunes.
Como campesina, pero sobre todo, como militante del Movimiento Femenino Popular, solo me queda saludar este día, no el de la mujer cualquiera, porque a aquellas mujeres que nos engañan, explotan en la hacienda, en las grandes empresas, en los partidos políticos, en la asamblea, en el gobierno, para ellas, nuestro más profundo odio y desprecio, pero para ustedes, las obreras, las campesinas, las que luchan junto a sus maridos por llevar el pan a la casa, para aquellas que luchan solas por no caer en la miseria, para la mujer consciente, combativa, luchadora y revolucionaria, el más grande de los reconocimientos.
Antes de terminar compañeras, nuestro más profundo cariño y reconocimiento para las heroínas del pueblo, para las mujeres trabajadoras que se levantaron en armas por conquistar sus derechos, nuestros derechos, pero sobre todo por haber entregado sus vidas por la conquista del poder para el proletariado, el campesinado y demás pueblo explotado. En esa medida me permito recordar a Lorenza AbImañay y su lucha campesina en el país, a la camarada Nora, del Partido Comunista del Perú, una verdadera hija de la guerra popular y la conquista del poder; a la camarada Ángela, del Movimiento Femenino Popular de Brasil, indómita mujer, indómitas mujeres que viven en nuestras luchas, en nuestros triunfos y que desde ya tienen un lugar en nuestra memoria histórica por la conquista del poder, único escenario en el que nuestra emancipación será una realidad.


¡VIVA LA MUJER TRABAJADORA, EXPLOTADA Y OPRIMIDA!
¡VIVA LA MUJER REBERLDE, REVOLUCIONARIA Y COMUNISTA!
¡VIVA LA DIRECCIÓN PROLETARIA DE LA LUCHA CAMPESINA!
¡VIVA LA ALIANZA OBRERO-CAMPESINA!
¡VIVA EL MOVIMIENTO FEMENINO POPULAR!
¡VIVA EL MARXISMO-LENINISMO-MAOÍSMO!
¡HONOR Y GLORIA A LA COMPAÑERA LORENZA ABIMAÑAY!
¡HONOR Y GLORIA A LA CAMARADA NORA!
¡HONOR Y GLORIA A LA CAMARADA ÁNGELA!
















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Datos personales

periodista obrero. Comunista (marxista-leninista). Antiimperialista, anticapitalista y antimilitarista.