Belgrado bajo los bombardeos de la OTAN |
Entre el 24 de marzo y el 15 de julio de 1999 los ejércitos de la OTAN bombardearon Yugoslavia. La excusa, proteger a los albaneses de Kósovo, detener el supuesto éxodo forzado de albaneses por culpa de los serbios. Alguno habrá que se lo crea. Todavía recuerdo la prensa española sobre la Guerra de Yugoslavia, con desvergonzados periodistas haciendo el papel de coriféos de los criminales de la OTAN (donde se incluye España que también participó, no lo olvidemos), mintiendo y engañando con sus artículos, supuestos expertos que ni siquiera sabían distinguir Eslovenia de Eslovaquia o Eslavonia pero tenían muy claro en sus artículos quién era el "malo" y "quién" el bueno (como si la realidad fuera una estúpida película de Hollywood). Recuerdo también la campaña contra todo aquel que osara levantar la voz frente a la visión manipulada que estaban dando de los acontecimientos, se los(nos) acusaba de ser simpatizantes de Milosevic, o de estar favoreciendo las matanzas interétnicas. No se me olvidará un artículo de no sé qué periódico (seguramente sería El País o El Mundo, que eran los que leía por aquel entonces), en el que el ignorante del periodista (¿de verdad se trataba de ignorancia? ¿o era algo intencionado?) se empeñaba en hablar de la invasión serbia de Croacia, ni siquiera sabía que la región de la que estaba hablando (Krajina), en realidad era desde hacía siglos de población serbia, y esa invasión a la que se refería no era más que la decisión de sus ciudadanos de declararse independientes de Croacia, ya que Croacia se había declarado independiente de Yugoslavia y había aprobado una constitución étnica (Croacia era de los croatas, los demás extranjeros, como los serbios que vivían allí desde hacía siglos). Pero ya sabemos cómo son las cosas, hay quienes tienen derecho a declararse independientes (por ejemplo Kósovo), hay a quienes se les niega ese derecho por principio (Abjazia, Transdniester y otros muchos), dependiendo de si son amigos nuestros o no lo son. Por lo demás ya se encargará la prensa de lavarnos el cerebro y manipular las cosas para justificarnos lo que haya que justificar.
Con este panorama son de destacar aquellas voces que se levantaron contra los bombardeos de la OTAN, muy pocas, es cierto. Peter Handke, por ejemplo, y ya hemos visto las consecuencias que ha tenido para él. En Hungría, sorprendentemente una de las voces que se levantó en contra de los bombardeos fue la de György Konrád. Digo "sorprendentemente" porque Konrád, era y es uno de los intelectuales liberales más destacados de Hungría, anticomunista y liberal yo diría clásico. Una de las voces de la disidencia en la época de Kádár, uno de los que luchó por la caída del régimen comunista, y también uno de los pocos que se atrevió a decir lo que no se debía decir sobre la Guerra de Yugoslavia.
Hay que saber que la Guerra de Yugoslavia tuvo efectos muy graves en Hungría. Son países fronterizos y por ambos cruza el Danubio, importante centro de transporte y comunicaciones. Además la zona norte de Yugoslavia, Voivodina, era una región donde vivían y viven aún importantes minorías húngaras. Por eso el destino de Yugoslavia era algo que afectaba por completo a Hungría y de lo que éste país no podía desentenderse. Por supuesto había diversos puntos de vista extendidos entre la población húngara, por un lado cierta esperanza, en algunos círculos radicales (sobre todo al principio), de que los cambios de fronteras que estaban teniendo lugar afectaran también a Voivodina y Hungría recuperara el territorio perdido de Voivodina. Esa esperanza se fue desvaneciendo con el paso del tiempo y dio paso al rechazo. Por otro la incomprensión y el rechazo de parte importante de la población ante los bombardeos de la OTAN, sobre todo cuando éstos afectaron a los territorios de población húngara de Yugoslavia (por ejemplo el bombardeo sobre Subotica) o a infraestructuras importantes como los puentes sobre el Danubio. Y por supuesto gran parte de la población se creía las manipulaciones de la propaganda de la OTAN para justificar el ataque. Además Hungría acababa de entrar en la OTAN y tenía bases militares norteamericanas en su territorio desde las cuales se lanzaron repetidos ataques contra Yugoslavia. La guerra tuvo también sus consecuencias negativas directas en la economía húngara, que por aquel entonces estaba todavía inmersa en la crísis brutal que supuso la introducción del capitalismo, por ejemplo, cuando la OTAN voló los puentes sobre el Danubio quedó interrumpido el transporte de mercancías a grandes distancias por el río. Además la zona sur del país se llenó de refugiados que huían de la guerra (aunque en realidad eso sucedió desde el momento en que hubo guerra en Yugoslavia). En muchos lugares del sur de Hungría no se encendía la iluminación nocturna por las noches para dificultar un posible ataque, aunque, claro está, eso no podía evitar los "errores", las bombas que lanzaban contra los serbios y que por equivocación acabaron en territorio húngaro (también en Rumanía o en Bulgaria, recuérdese que un misil llegó incluso a caer en un barrio de las afueras de Sofia, capital de Bulgaria).
Bueno, os dejo aquí el texto de György Konrád, de él se pueden decir muchas cosas, no estoy de acuerdo por completo en la manera en que plantea la situación o la crítica que hace. Pero me parece un documento importante.
Un último apunte, György Konrád es uno de los mejores escritores húngaros actuales, ha sido traducido al castellano en numerosas ocasiones. Por ejemplo, en los últimos años han aparecido en castellano "El reloj de piedra", "Una fiesta en el jardín", "Viaje de ida y vuelta", magníficas traducciones realizadas por Adán Kovacsics. También hay obras suyas anteriores editadas en España, como "El cómplice".
Bueno, os dejo aquí el texto de György Konrád, de él se pueden decir muchas cosas, no estoy de acuerdo por completo en la manera en que plantea la situación o la crítica que hace. Pero me parece un documento importante.
Un último apunte, György Konrád es uno de los mejores escritores húngaros actuales, ha sido traducido al castellano en numerosas ocasiones. Por ejemplo, en los últimos años han aparecido en castellano "El reloj de piedra", "Una fiesta en el jardín", "Viaje de ida y vuelta", magníficas traducciones realizadas por Adán Kovacsics. También hay obras suyas anteriores editadas en España, como "El cómplice".
El original del texto está aquí: http://www.freeweb.hu/cskadar/konrad.htm
Estoy sentado en un rincón de mi jardín, rodeado por un muro de piedra, arbustos de sauco y una mesa de nogal. Aromático minimalismo hedonista, y lo mejor es lo que no sucede aquí. Por ejemplo aquí no nos bombardean, solo se escuchan el rugir de los bombarderos que despegan a altas horas de la madrugada.
Vuelan hacia su objetivo y vuelven de él, y justo en el centro de la cruz de la diana se enciende una pequeña llamita, como en un juego de ordenador para jóvenes, eso si aprietan en el momento adecuado el botón necesario. Desde aquí, desde este rincón de mi jardín, tengo la impresión de que esta guerra la hacen jóvenes que se han vuelto adultos de pronto. Ahora les toca a ellos, ahora es de ellos el show, y nos mostrarán para qué vale el presupuesto de guerra, este va a ser ahora su mejor examen. Han conseguido mostrarnos sus rostros implacables y las fotos de los puentes destrozados de Novi Sad.
Por toda Europa, en conversaciones privadas, muchos se oponen a los bombardeos, en público son muy pocos. Los que se oponen reciben el sanbenito de quinta columna, de traidores. Yo no puedo aceptar la guerra aérea de las mayores potencias del mundo contra un pequeño país de Europa Central, no puedo aprobar los ataques aéreos, de los que tengo conocimiento todas las mañanas, que han segado la vida de cientos de personas y han destrozado la economía de nuestro vecino del sur para las próximas décadas. Soy un ciudadano de la OTAN desde hace seis semanas, y desde hace cinco bombardeo Yugoslavia con ese derecho, aunque no quiero hacerlo. No afirmo que sea por los bombardeos, pero desde que han comenzado, lo ha hecho también la huída masiva de albaneses.
Hasta ahora las democracias occidentales significaban algo positivo. Ahora también que los grandes golpean al pequeño. Y el pequeño golpea a otro más pequeño. Es un hecho que el Kósovo defendido también ha sido reducido a cenizas por los bombardeos. Han envuelto en la histeria a dos pueblos enemigos y a sí mismos, ordenando un bombardeo cada vez más salvaje, cada vez más destructor. Han empezado una guerra en interés de los albaneses, pero no estaban dispuestos a defenderlos de verdad, en la lucha cuerpo a cuerpo. ¿Quién era capaz de pensar seriamente que podría defenderse a los albaneses con ataques aéreos, a cinco mil metros de altura, de los serbios armados y enfurecidos por las bombas. Y no creo que el UCK sea más democrático que las autoridades serbias, ¿por qué es mejor un musulmán que un ortodoxo? ¿Por qué es más justo el asunto de uno de los partidarios de una religión que el de otra?
Para nosotros, todos los habitantes del Balcán son nuestros vecinos, el problema de nuestro vecino debe ser también nuestro problema. Dos pueblos tienen exigencias por un mismo territorio: es una equivocación aciaga mezclar la retórica nacionalista con los derechos humanos. También es nacionalismo si diecinueve personas vestidas de blanco golpean a uno de negro. ¿Y quién les ha dado derecho a los diecinueve a hacerlo? ¿Sus conciencias? ¿algún mandato legal internacional? ¿O algún algún contable hipotético que valora el beneficio y los gastos de la acción? Si existe una legitimación democrática para el ataque aéreo, ¿quizás mañana también la habrá para la guerra terrestre?
Después de haber pasado decisiones fundamentales, de vida o muerte, a los organismos directores de la OTAN y de que los parlamentos nacionales las apoyaran a posteriori, está justificado plantearse si una decisión tal como es la guerra aérea en contra de Yugoslavia, puede ser uno de los medios - según dicen sin otra alternativa- para el cumplimiento de los derechos humanos, y en qué medida se dispone de autoridad democrática. En cualquier caso es seguro que por ejemplo el gobierno húngaro y el parlamento húngaro no habrían tomado tal resolución por propia iniciativa. Y también es seguro que no lo habrían hecho los gobiernos de Rumanía, Bulgaria o Macedonia. E igualmente es seguro que la élite dirigente de Albania, Croacia y Eslovenia tampoco habría bombardeado Belgrado, Novi Sad, Panchevo, Kragujevac, Niš, todas ellas ciudades de Europa Central. Un húngaro ni siquiera habría pensado en la peor de sus pesadillas que en defensa de los albaneses de Kósovo se bombardearan los puentes de Novi Sad. Nosotros somos menos beligerantes que los europeos occidentales, no hemos llegado aún a un grado de abstracción mediática característico de las sociedades occidentales, cuyos ciudadanos pueden crearse una visión rápida y general en función de noticias textuales y gráficas, de un país que ni siquiera conocen. ¿Es quizás porque se encuentran tan lejos del lugar de los hechos? ¿O porque se identifican con el piloto que apunta al objetivo y ya está? Allí está la explosión, en la tierra se libera un fuego inmenso y gases venenosos. Tengo la sospecha de que los ciudadanos de Europa Central rehuyen identificarse con los culpables, y todos los que van armados lo son, tanto los que expulsan a las familias albanesas, los bandidos uniformados que se afanan en llenar las fosas comunes, como esos radiantes pilotos cuyo objetivo no es matar, aunque ese sea en algunos casos el producto secundario e inevitable.
¿Le está permitido a la OTAN bombardear las ciudades de otros países aunque sean con objetivos "casi pedagógicos", incluso en caso de no haber sido atacados? Para comprender la mentalidad centroeuropea, llamo la atención de que nuestras sociedades han creado una democracia parlamentaria normal sin necesidad de disparar un tiro.
Pensamos por principio en una estrategia libre de violencia, en un método de erosión, de rebelión interna, que fue apoyado también desde fuera y que llevó a los cambios de 1989. Y eso que ni el Pacto de Varsovia ni el partido-estado eran trastos inútiles ni un tigre de papel. Este comportamiento se fundamenta en la reflexión moral que toma en serio el mandamiento de la Biblia de no matarás y que se impone como objetivo la minimalización de la violencia, la política sin agresividad. No respondimos a la violencia estatal con otro tipo de violencia, sino con que introdujimos un nuevo lenguaje, un nuevo modo de pensar en la conciencia de la sociedad, que debilitó e influyó la mentalidad de los poderosos. En Europa Central existe la solidaridad que sitúa uno junto a otro actos bárbaros y no piensa sobre ellos que son buenos males, porque los hacen nuestros aliados y que aquello de más allá es un mal perverso y bárbaro porque los hace el malvado enemigo. Los ciudadanos de Europa Central, aunque no hayan estado nunca en Yugoslavia, pueden imaginarse, con su propia experiencia vital cómo es todo esto. Tenemos allí parientes y amigos. Voivodina es un crisol étnico donde encuentras serbios, húngaros, croatas, rumanos, eslovacos, gente que se afana en lo difícil, de cuyo trabajo se han creado los puentes, los almacenes de combustible, las emisoras de televisión y todos los demás edificios. En una región pobre en construcciones es lamentable derrochar, y es que aquí están presentes aún las ruinas del ayer, ¿qué idea puede ser esa de crear nuevas ruinas? El ciudadano de Europa Central tiene conciencia de ser un "hombre pequeño" que preferiría sobrevivir la historia antes que hacerla, y que atiende a las víctimas antes que a los poderosos y que no gusta de esta agresividad segura de sí misma. Porque un ciudadano yugoslavo haga daño a otro, ¿hay que matar acaso a un tercero por casualidad desde el aire? La OTAN está disgustada con Milošević y por eso los bombardeos asesinan como efecto secundario, sin intención, a ciudadanos yugoslavos casuales. ¿Qué justicia es esta? ¿Cuál es el fundamiento moral de esa ética militar-colectivista?
La mayor parte de la población húngara se opone a que Hungría sea el punto de partida para las operaciones militares por tierra. El primer ministro dice que sería bueno evitarla y que lo mejor es que continúen la fase aérea de la guerra, que exige menos vidas humanas, y que está de acuerdo en que trescientos aviones bombardéen a nuestro vecino meridional desde aeropuertos húngaros. Se habla del tema porque cada vez es más evidente la exigencia de los líderes de nuestra federación militar de que en caso de necesidad, si la guerra aérea no socava la oposición del gobierno yugoslavo, se pueda avanzar contra Belgrado a través de la llanura de Hungría, por tierra, a través del estado que acaba de entrar en la OTAN, que se pueda hacer un campo de batalla en las ciudades de los húngaros de Voivodina y se pueda exponer a ese mismo peligro a las ciudades y aldeas húngaras. Está claro que si esto sucediera sería en contra de la voluntad de la población húngara, pero parece que podría suceder. O es que acaso, cuando Hungría entró en la OTAN, ¿no aceptó la obligación de poder convertirse en campo de batalla? Pues claro que sí, si un país de la OTAN sufre un ataque exterior. Pero ¿atacar a un país vecino que no nos ha agredido? ¿Quién nos ha dado derecho a eso?
La intervención de buena voluntad de la OTAN para detener los asesinatos, ha tenido como resultado todavía más asesinatos. Cuando son asesinados civiles albaneses que huyen de las bombas de la OTAN, los portavoces oficiales lo lamentan. Si se trata de civiles serbios el lamento o no ha existido o simplemente no ha tenido el menor peso. ¿Qué muerto es el bueno, y cuál el malo? ¿Cuántos muertos son necesarios para que paren los bombardeos? Ya esta claro que la OTAN no tiene una solución para este problema.
Desde este rinón de mi jardín, en la séptima semana de guerra, tengo la impresión de que la comunidad occidental no ha valorado la situación lo suficiente. Este movimiento de ajedrez no estaba fundamentado en una seria reflexión. En lugar de la tranquilidad, del apaciguamiento y del salvamento de vidas al estilo de la Cruz Roja, han elegido la estrategia de moldear un culpable a la medida, de la violencia y la destrucción, del castigo y de la humillación. Y como la comunidad de estados democráticas ha optado por una estrategia antidemocrática, dicha comunidad debe enfrentarse a ciertas cuestiones fundamentales. Considero necesario una instancia de control intelectual dentro de la OTAN, que más allá de su claridad de miras y del prestigio que de ella se desprende, no disponga de ningún otro medio de poder.
Es un gran error bombardear una sociedad humana en nombre de los derechos humanos. Cuando los señores de la guerra se imaginan que deben hacerlo, en la mayoría de los casos ha quedado claro que no era necesario y que lo que habría sido necesaria habría sido una política más creativa, algo totalmente diferente, una política no de amenaza y exclusión, sino de integración, de apaciguamiento, de cooperación, que ponga a toda la sociedad bajo la influencia del espíritu democrático, en un mundo de valores comunes. Habría que haber hecho atractiva la democracia para la sociedad yugoslava. Las bombas son el medio de la guerra entre estados, no de la salvación de vidas.
Pero puede que ya no se trate siquiera de la ayuda a los perseguidos, sino de que no es posible acabar una guerra sin una victoria. La OTAN no debe perder, no puede fracasar, no puede quedar en vergüenza. ¿Y qué victoria será esa? ¿Quién estará alegre con ella? Después de esa acción humanitaria solo quedará el odio, el caos, el desarraigo y el cinismo. Qué fácil es abusar de la retórica de los derechos humanos. La guerra aerea ni ha sido inteligente como un farol amenazante, ni mucho menos como una acción práctica. Uno amenaza a veces con algo que no piensa en serio. Pero si la cuestión no va ya de si es correcto un bombardeo, sino de que hay que proteger la credibilidad de la OTAN, es decir hay que cumplir la amenaza, si se trata de que la legitimización a posteriori de un farol es la única justificación de un bombardeo, si se trata de que bombardeamos porque hemos dicho que vamos a hacerlo si el gobierno serbio no desiste, entonces hemos llegado a un callejón sin salida, entonces no es la racionalidad ni la defensa del hombre, sino el principio de autoridad y el castigo el principio rector de nuestros actos. El que amenaza se obliga, es esclavo de su propio discurso.
Es obligación de los dirigentes de una gran potencia, prever de antemano y escuchar a la gente experimentada, fuerte, anciana, sabia, a aquellos que preven y sienten el peligro desde lejos. Pero los dirigentes no han escuchado. La verdadera cuestión es cómo ha sido posible tal error, o más bien, como ha sido posible que ese error se haya convertido, por así decir, en historia mundial.
Los políticos ven en esta guerra principalmente a Milošević, y no a los civiles afectados por la guerra, a pesar de que los muertos son precisamente ellos. Occidente necesitaba un malvado. Qué suerte, ahí tenemos a Milošević. Y han metido en el cuadro la figura de un demonio. Y en cierta manera ha sido él quien ha ganado: los ha hecho similares a sí mismo, ha hecho bajar a su mismo nivel a la OTAN, y la ha metido en el juego del asesinato, de la destrucción y de la violencia. Y ha ganado porque le ha arrebatado a Occidente su inocencia.
Cuando el grande golpea al pequeño no puedo apoyar al grande, ni siquiera si la exactitud de los objetivos presta cierta elegancia a la acción. Ningún pueblo, ninguna población merece ser perseguida. Ningún pueblo, ninguna ciudad, merece ser bombardeada. La respuesta a la persecución de los albaneses de Kósovo no es destruir los puentes del Danubio. La última vez que vi yo mismo cómo volaban un puente fue en el cuarenta y cuatro, cuando los alemanes destruyeron los puentes sobre el Danubio. El objetivo es siempre el mismo: que el enemigo no pueda usarlos. Los habitantes de Novi Sad recibían el agua potable a través de los puentes. ¿Por qué hay que evitar que los habitantes de Novi Sad reciban agua potable?
En cuestiones pequeñas, los dirigentes de los estados no tienen un poder tan inmenso. Cuando habría que dar y recibir, entonces su poder es limitado, pero si quieren hacer un bombardeo, entonces nadie está en su camino, entonces incluso la oposición interna los apoya, y los soldados saludan y la decisión rueda como la exigencia de democracia en todo el mundo occidental, y cuando la OTAN acepta el consejo de los jefes de estado, entonces millones de personas deben trabajar por cumplir una decisión catastrófica desde el punto de vista humanitario.
Que se emple la fuerza militar si cualquier país de la OTAN es atacado, está claro, es un principio inamovible. La moral puede aceptarlo. Uno para todos, todos para uno. Es también evidente ante la moral de uso corriente. Pero que la OTAN organice un ataque aereo contra un país que ni siquiera ha atacado a otro país de la OTAN, es un hecho tan peculiar, que exige una crítica única. Porque igual que la respuesta es automática en el primer caso, si se trata de un ataque, si la OTAN no ha sido víctima de ninguna agresión, entonces se vuelve algo cuestionable y abrupto.
¿Han autorizado los ciudadanos de la OTAN a los militares de la OTAN para asesinar sin un juicio a extranjeros, cientos, quizás posteriormente incluso miles de ciudadanos yugoslavos, principalmente civiles? Pueden decir que las circunstancias son extraordinarias. Pero ¿dónde había aquí una situación extraordinaria? La situación es extraordinaria si la anuncian como tal. Este bombardeo fue decidido con la cabeza fría, sin ningún tipo de urgencia apremiante, en tiempo de paz y sin haber sido agredidos.
Ni siquiera se puede uno referir a la exigencia del tiempo apremiante. No fue obligatorio ordenar el bombardeo, la dirección de la OTAN decidió líbremente, no estuvo bajo ninguna obligatoriedad de acción. A los países de la OTAN no los amenazaba nadie. Pero claro, implantaron la metáfora del Imperio del Mal a Yugoslavia.
El hombre sin rasgos, la familia Thibault(1) de nuevo es de actualidad. Los dos tratan - entre otras cosas - de que nadie quería la Primera Guerra Mundial, pero tuvo lugar(2). ¿Hemos vuelto al punto inicial?, ¿a la atmósfera de 1914? En esta primavera de 1999, el honor, la lengua y las imágenes militares han irrumpido y se han extendido por nuestras vidas. Ocultas en la fraseología sobre los derechos humanos, modernizada por los ayer mismo radicales antimilitaristas de izquierda. Gentes relativamente jóvenes se han vestido sus rostros bien varoniles y han dejado claro que con nosotros no se juega, pero lo que han provocado en las cabezas de otras gentes, eso no pueden ni imaginarlo.
Desearía que a los defensores de la verdad, a los luchadores del humanitarismo, les invadiera por completo la humildad para que examinaran si no han acabado en la prisión de la histeria de la acción por sus palabras grandilocuentes. Si los gobiernos de diecinueve países se han equivocado conjuntamente, entonces hay que revisar por completo las nociones que regulan nuestro comportamiento.
Cuando los señores del cielo se cansen del bombardeo, abandonarán los Balcanes como antes Afganistán, y los escenarios de guerras étnicas en África, diciendo que reconstruyan lo que destruimos, y que se las apañen como buenamente puedan.
En las pequeñas cuestiones, la mano de los dirigentes está atada, pero en las grandes para nada. La autorización deben conseguirla a posteriori y por eso mismo hay que influir en los medios de comunicación para justifiquen la belicosa decisión. El caudal de noticias está identificado con los gobiernos. Y al momento se ha presentado la censura, y las noticias de televisión son parciales, y estamos en una situación en la que las barbaridades cometidas por el enemigo se nos muestran de manera expresiva, en cambio los efectos de nuestros bombardeos, las víctimas mortales, solo de una manera abstracta, todo se vuelve cuestionable y se apodera de uno algo como un vértigo que le hace sentir que todo eso no es verdad.
Es un lugar común que la violencia engendra violencia y que la destrucción de una casa alimentan la intención, como respuesta, de reducir a cenizas a toda una aldea. Si comienza la partida de "quien puede golpear más fuerte", entonces las fuerzas del desvarío se lanzan al ataque y la reflexión moral se cubre los ojos y huye corriendo, avergonzada. Después regresa y mira alrededor, ve las ruinas, los muertos, los individuales y las fosas comunes, el patrimonio común destrozado, ve la amargura, el duelo, y empeza a preguntarse. ¿Quien nos defendenderá de nuestros propios errores, de los demonios que acompañan a nuestro propio poder?
¿Quién nos defenderá de la incomprensión que brota con todas las nuevas generaciones? Nuestros líderes pueden tomar las decisiones más influyentes de manera relativamente rápida, sin que centenares de millones de ciudadanos puedan ni siquiera rechistar.
La guerra se extiende y la hibris (3) que al comienzo de la acción está segura de la victoria, como si todo fuera una cuestión de maniobras técnicas, es causa de una catástrofe, y será castigada por al ira de los dioses, que darán una lección a los bravucones y humillarán a los arrogantes.
György Konrád.
30 de abril de 1999
NOTAS:
(1) Se trata de la saga de los Thibault, del escritor francés Roger Martin du Gard (Fuente: Wikipedia)
(2) Se refiere a la acción de la obra mencionada anteriormente.
(3) "Hibris", concepto griego, puede traducirse como "desmesura", se refiere a la confianza exagerada en uno mismo y la falta de control en los propios impulsos. Ver más información en el artículo de la Wikipedia.
Vuelan hacia su objetivo y vuelven de él, y justo en el centro de la cruz de la diana se enciende una pequeña llamita, como en un juego de ordenador para jóvenes, eso si aprietan en el momento adecuado el botón necesario. Desde aquí, desde este rincón de mi jardín, tengo la impresión de que esta guerra la hacen jóvenes que se han vuelto adultos de pronto. Ahora les toca a ellos, ahora es de ellos el show, y nos mostrarán para qué vale el presupuesto de guerra, este va a ser ahora su mejor examen. Han conseguido mostrarnos sus rostros implacables y las fotos de los puentes destrozados de Novi Sad.
Por toda Europa, en conversaciones privadas, muchos se oponen a los bombardeos, en público son muy pocos. Los que se oponen reciben el sanbenito de quinta columna, de traidores. Yo no puedo aceptar la guerra aérea de las mayores potencias del mundo contra un pequeño país de Europa Central, no puedo aprobar los ataques aéreos, de los que tengo conocimiento todas las mañanas, que han segado la vida de cientos de personas y han destrozado la economía de nuestro vecino del sur para las próximas décadas. Soy un ciudadano de la OTAN desde hace seis semanas, y desde hace cinco bombardeo Yugoslavia con ese derecho, aunque no quiero hacerlo. No afirmo que sea por los bombardeos, pero desde que han comenzado, lo ha hecho también la huída masiva de albaneses.
Hasta ahora las democracias occidentales significaban algo positivo. Ahora también que los grandes golpean al pequeño. Y el pequeño golpea a otro más pequeño. Es un hecho que el Kósovo defendido también ha sido reducido a cenizas por los bombardeos. Han envuelto en la histeria a dos pueblos enemigos y a sí mismos, ordenando un bombardeo cada vez más salvaje, cada vez más destructor. Han empezado una guerra en interés de los albaneses, pero no estaban dispuestos a defenderlos de verdad, en la lucha cuerpo a cuerpo. ¿Quién era capaz de pensar seriamente que podría defenderse a los albaneses con ataques aéreos, a cinco mil metros de altura, de los serbios armados y enfurecidos por las bombas. Y no creo que el UCK sea más democrático que las autoridades serbias, ¿por qué es mejor un musulmán que un ortodoxo? ¿Por qué es más justo el asunto de uno de los partidarios de una religión que el de otra?
Para nosotros, todos los habitantes del Balcán son nuestros vecinos, el problema de nuestro vecino debe ser también nuestro problema. Dos pueblos tienen exigencias por un mismo territorio: es una equivocación aciaga mezclar la retórica nacionalista con los derechos humanos. También es nacionalismo si diecinueve personas vestidas de blanco golpean a uno de negro. ¿Y quién les ha dado derecho a los diecinueve a hacerlo? ¿Sus conciencias? ¿algún mandato legal internacional? ¿O algún algún contable hipotético que valora el beneficio y los gastos de la acción? Si existe una legitimación democrática para el ataque aéreo, ¿quizás mañana también la habrá para la guerra terrestre?
Después de haber pasado decisiones fundamentales, de vida o muerte, a los organismos directores de la OTAN y de que los parlamentos nacionales las apoyaran a posteriori, está justificado plantearse si una decisión tal como es la guerra aérea en contra de Yugoslavia, puede ser uno de los medios - según dicen sin otra alternativa- para el cumplimiento de los derechos humanos, y en qué medida se dispone de autoridad democrática. En cualquier caso es seguro que por ejemplo el gobierno húngaro y el parlamento húngaro no habrían tomado tal resolución por propia iniciativa. Y también es seguro que no lo habrían hecho los gobiernos de Rumanía, Bulgaria o Macedonia. E igualmente es seguro que la élite dirigente de Albania, Croacia y Eslovenia tampoco habría bombardeado Belgrado, Novi Sad, Panchevo, Kragujevac, Niš, todas ellas ciudades de Europa Central. Un húngaro ni siquiera habría pensado en la peor de sus pesadillas que en defensa de los albaneses de Kósovo se bombardearan los puentes de Novi Sad. Nosotros somos menos beligerantes que los europeos occidentales, no hemos llegado aún a un grado de abstracción mediática característico de las sociedades occidentales, cuyos ciudadanos pueden crearse una visión rápida y general en función de noticias textuales y gráficas, de un país que ni siquiera conocen. ¿Es quizás porque se encuentran tan lejos del lugar de los hechos? ¿O porque se identifican con el piloto que apunta al objetivo y ya está? Allí está la explosión, en la tierra se libera un fuego inmenso y gases venenosos. Tengo la sospecha de que los ciudadanos de Europa Central rehuyen identificarse con los culpables, y todos los que van armados lo son, tanto los que expulsan a las familias albanesas, los bandidos uniformados que se afanan en llenar las fosas comunes, como esos radiantes pilotos cuyo objetivo no es matar, aunque ese sea en algunos casos el producto secundario e inevitable.
¿Le está permitido a la OTAN bombardear las ciudades de otros países aunque sean con objetivos "casi pedagógicos", incluso en caso de no haber sido atacados? Para comprender la mentalidad centroeuropea, llamo la atención de que nuestras sociedades han creado una democracia parlamentaria normal sin necesidad de disparar un tiro.
Pensamos por principio en una estrategia libre de violencia, en un método de erosión, de rebelión interna, que fue apoyado también desde fuera y que llevó a los cambios de 1989. Y eso que ni el Pacto de Varsovia ni el partido-estado eran trastos inútiles ni un tigre de papel. Este comportamiento se fundamenta en la reflexión moral que toma en serio el mandamiento de la Biblia de no matarás y que se impone como objetivo la minimalización de la violencia, la política sin agresividad. No respondimos a la violencia estatal con otro tipo de violencia, sino con que introdujimos un nuevo lenguaje, un nuevo modo de pensar en la conciencia de la sociedad, que debilitó e influyó la mentalidad de los poderosos. En Europa Central existe la solidaridad que sitúa uno junto a otro actos bárbaros y no piensa sobre ellos que son buenos males, porque los hacen nuestros aliados y que aquello de más allá es un mal perverso y bárbaro porque los hace el malvado enemigo. Los ciudadanos de Europa Central, aunque no hayan estado nunca en Yugoslavia, pueden imaginarse, con su propia experiencia vital cómo es todo esto. Tenemos allí parientes y amigos. Voivodina es un crisol étnico donde encuentras serbios, húngaros, croatas, rumanos, eslovacos, gente que se afana en lo difícil, de cuyo trabajo se han creado los puentes, los almacenes de combustible, las emisoras de televisión y todos los demás edificios. En una región pobre en construcciones es lamentable derrochar, y es que aquí están presentes aún las ruinas del ayer, ¿qué idea puede ser esa de crear nuevas ruinas? El ciudadano de Europa Central tiene conciencia de ser un "hombre pequeño" que preferiría sobrevivir la historia antes que hacerla, y que atiende a las víctimas antes que a los poderosos y que no gusta de esta agresividad segura de sí misma. Porque un ciudadano yugoslavo haga daño a otro, ¿hay que matar acaso a un tercero por casualidad desde el aire? La OTAN está disgustada con Milošević y por eso los bombardeos asesinan como efecto secundario, sin intención, a ciudadanos yugoslavos casuales. ¿Qué justicia es esta? ¿Cuál es el fundamiento moral de esa ética militar-colectivista?
La mayor parte de la población húngara se opone a que Hungría sea el punto de partida para las operaciones militares por tierra. El primer ministro dice que sería bueno evitarla y que lo mejor es que continúen la fase aérea de la guerra, que exige menos vidas humanas, y que está de acuerdo en que trescientos aviones bombardéen a nuestro vecino meridional desde aeropuertos húngaros. Se habla del tema porque cada vez es más evidente la exigencia de los líderes de nuestra federación militar de que en caso de necesidad, si la guerra aérea no socava la oposición del gobierno yugoslavo, se pueda avanzar contra Belgrado a través de la llanura de Hungría, por tierra, a través del estado que acaba de entrar en la OTAN, que se pueda hacer un campo de batalla en las ciudades de los húngaros de Voivodina y se pueda exponer a ese mismo peligro a las ciudades y aldeas húngaras. Está claro que si esto sucediera sería en contra de la voluntad de la población húngara, pero parece que podría suceder. O es que acaso, cuando Hungría entró en la OTAN, ¿no aceptó la obligación de poder convertirse en campo de batalla? Pues claro que sí, si un país de la OTAN sufre un ataque exterior. Pero ¿atacar a un país vecino que no nos ha agredido? ¿Quién nos ha dado derecho a eso?
La intervención de buena voluntad de la OTAN para detener los asesinatos, ha tenido como resultado todavía más asesinatos. Cuando son asesinados civiles albaneses que huyen de las bombas de la OTAN, los portavoces oficiales lo lamentan. Si se trata de civiles serbios el lamento o no ha existido o simplemente no ha tenido el menor peso. ¿Qué muerto es el bueno, y cuál el malo? ¿Cuántos muertos son necesarios para que paren los bombardeos? Ya esta claro que la OTAN no tiene una solución para este problema.
Desde este rinón de mi jardín, en la séptima semana de guerra, tengo la impresión de que la comunidad occidental no ha valorado la situación lo suficiente. Este movimiento de ajedrez no estaba fundamentado en una seria reflexión. En lugar de la tranquilidad, del apaciguamiento y del salvamento de vidas al estilo de la Cruz Roja, han elegido la estrategia de moldear un culpable a la medida, de la violencia y la destrucción, del castigo y de la humillación. Y como la comunidad de estados democráticas ha optado por una estrategia antidemocrática, dicha comunidad debe enfrentarse a ciertas cuestiones fundamentales. Considero necesario una instancia de control intelectual dentro de la OTAN, que más allá de su claridad de miras y del prestigio que de ella se desprende, no disponga de ningún otro medio de poder.
Es un gran error bombardear una sociedad humana en nombre de los derechos humanos. Cuando los señores de la guerra se imaginan que deben hacerlo, en la mayoría de los casos ha quedado claro que no era necesario y que lo que habría sido necesaria habría sido una política más creativa, algo totalmente diferente, una política no de amenaza y exclusión, sino de integración, de apaciguamiento, de cooperación, que ponga a toda la sociedad bajo la influencia del espíritu democrático, en un mundo de valores comunes. Habría que haber hecho atractiva la democracia para la sociedad yugoslava. Las bombas son el medio de la guerra entre estados, no de la salvación de vidas.
Pero puede que ya no se trate siquiera de la ayuda a los perseguidos, sino de que no es posible acabar una guerra sin una victoria. La OTAN no debe perder, no puede fracasar, no puede quedar en vergüenza. ¿Y qué victoria será esa? ¿Quién estará alegre con ella? Después de esa acción humanitaria solo quedará el odio, el caos, el desarraigo y el cinismo. Qué fácil es abusar de la retórica de los derechos humanos. La guerra aerea ni ha sido inteligente como un farol amenazante, ni mucho menos como una acción práctica. Uno amenaza a veces con algo que no piensa en serio. Pero si la cuestión no va ya de si es correcto un bombardeo, sino de que hay que proteger la credibilidad de la OTAN, es decir hay que cumplir la amenaza, si se trata de que la legitimización a posteriori de un farol es la única justificación de un bombardeo, si se trata de que bombardeamos porque hemos dicho que vamos a hacerlo si el gobierno serbio no desiste, entonces hemos llegado a un callejón sin salida, entonces no es la racionalidad ni la defensa del hombre, sino el principio de autoridad y el castigo el principio rector de nuestros actos. El que amenaza se obliga, es esclavo de su propio discurso.
Es obligación de los dirigentes de una gran potencia, prever de antemano y escuchar a la gente experimentada, fuerte, anciana, sabia, a aquellos que preven y sienten el peligro desde lejos. Pero los dirigentes no han escuchado. La verdadera cuestión es cómo ha sido posible tal error, o más bien, como ha sido posible que ese error se haya convertido, por así decir, en historia mundial.
Los políticos ven en esta guerra principalmente a Milošević, y no a los civiles afectados por la guerra, a pesar de que los muertos son precisamente ellos. Occidente necesitaba un malvado. Qué suerte, ahí tenemos a Milošević. Y han metido en el cuadro la figura de un demonio. Y en cierta manera ha sido él quien ha ganado: los ha hecho similares a sí mismo, ha hecho bajar a su mismo nivel a la OTAN, y la ha metido en el juego del asesinato, de la destrucción y de la violencia. Y ha ganado porque le ha arrebatado a Occidente su inocencia.
Cuando el grande golpea al pequeño no puedo apoyar al grande, ni siquiera si la exactitud de los objetivos presta cierta elegancia a la acción. Ningún pueblo, ninguna población merece ser perseguida. Ningún pueblo, ninguna ciudad, merece ser bombardeada. La respuesta a la persecución de los albaneses de Kósovo no es destruir los puentes del Danubio. La última vez que vi yo mismo cómo volaban un puente fue en el cuarenta y cuatro, cuando los alemanes destruyeron los puentes sobre el Danubio. El objetivo es siempre el mismo: que el enemigo no pueda usarlos. Los habitantes de Novi Sad recibían el agua potable a través de los puentes. ¿Por qué hay que evitar que los habitantes de Novi Sad reciban agua potable?
En cuestiones pequeñas, los dirigentes de los estados no tienen un poder tan inmenso. Cuando habría que dar y recibir, entonces su poder es limitado, pero si quieren hacer un bombardeo, entonces nadie está en su camino, entonces incluso la oposición interna los apoya, y los soldados saludan y la decisión rueda como la exigencia de democracia en todo el mundo occidental, y cuando la OTAN acepta el consejo de los jefes de estado, entonces millones de personas deben trabajar por cumplir una decisión catastrófica desde el punto de vista humanitario.
Que se emple la fuerza militar si cualquier país de la OTAN es atacado, está claro, es un principio inamovible. La moral puede aceptarlo. Uno para todos, todos para uno. Es también evidente ante la moral de uso corriente. Pero que la OTAN organice un ataque aereo contra un país que ni siquiera ha atacado a otro país de la OTAN, es un hecho tan peculiar, que exige una crítica única. Porque igual que la respuesta es automática en el primer caso, si se trata de un ataque, si la OTAN no ha sido víctima de ninguna agresión, entonces se vuelve algo cuestionable y abrupto.
¿Han autorizado los ciudadanos de la OTAN a los militares de la OTAN para asesinar sin un juicio a extranjeros, cientos, quizás posteriormente incluso miles de ciudadanos yugoslavos, principalmente civiles? Pueden decir que las circunstancias son extraordinarias. Pero ¿dónde había aquí una situación extraordinaria? La situación es extraordinaria si la anuncian como tal. Este bombardeo fue decidido con la cabeza fría, sin ningún tipo de urgencia apremiante, en tiempo de paz y sin haber sido agredidos.
Ni siquiera se puede uno referir a la exigencia del tiempo apremiante. No fue obligatorio ordenar el bombardeo, la dirección de la OTAN decidió líbremente, no estuvo bajo ninguna obligatoriedad de acción. A los países de la OTAN no los amenazaba nadie. Pero claro, implantaron la metáfora del Imperio del Mal a Yugoslavia.
El hombre sin rasgos, la familia Thibault(1) de nuevo es de actualidad. Los dos tratan - entre otras cosas - de que nadie quería la Primera Guerra Mundial, pero tuvo lugar(2). ¿Hemos vuelto al punto inicial?, ¿a la atmósfera de 1914? En esta primavera de 1999, el honor, la lengua y las imágenes militares han irrumpido y se han extendido por nuestras vidas. Ocultas en la fraseología sobre los derechos humanos, modernizada por los ayer mismo radicales antimilitaristas de izquierda. Gentes relativamente jóvenes se han vestido sus rostros bien varoniles y han dejado claro que con nosotros no se juega, pero lo que han provocado en las cabezas de otras gentes, eso no pueden ni imaginarlo.
Desearía que a los defensores de la verdad, a los luchadores del humanitarismo, les invadiera por completo la humildad para que examinaran si no han acabado en la prisión de la histeria de la acción por sus palabras grandilocuentes. Si los gobiernos de diecinueve países se han equivocado conjuntamente, entonces hay que revisar por completo las nociones que regulan nuestro comportamiento.
Cuando los señores del cielo se cansen del bombardeo, abandonarán los Balcanes como antes Afganistán, y los escenarios de guerras étnicas en África, diciendo que reconstruyan lo que destruimos, y que se las apañen como buenamente puedan.
En las pequeñas cuestiones, la mano de los dirigentes está atada, pero en las grandes para nada. La autorización deben conseguirla a posteriori y por eso mismo hay que influir en los medios de comunicación para justifiquen la belicosa decisión. El caudal de noticias está identificado con los gobiernos. Y al momento se ha presentado la censura, y las noticias de televisión son parciales, y estamos en una situación en la que las barbaridades cometidas por el enemigo se nos muestran de manera expresiva, en cambio los efectos de nuestros bombardeos, las víctimas mortales, solo de una manera abstracta, todo se vuelve cuestionable y se apodera de uno algo como un vértigo que le hace sentir que todo eso no es verdad.
Es un lugar común que la violencia engendra violencia y que la destrucción de una casa alimentan la intención, como respuesta, de reducir a cenizas a toda una aldea. Si comienza la partida de "quien puede golpear más fuerte", entonces las fuerzas del desvarío se lanzan al ataque y la reflexión moral se cubre los ojos y huye corriendo, avergonzada. Después regresa y mira alrededor, ve las ruinas, los muertos, los individuales y las fosas comunes, el patrimonio común destrozado, ve la amargura, el duelo, y empeza a preguntarse. ¿Quien nos defendenderá de nuestros propios errores, de los demonios que acompañan a nuestro propio poder?
¿Quién nos defenderá de la incomprensión que brota con todas las nuevas generaciones? Nuestros líderes pueden tomar las decisiones más influyentes de manera relativamente rápida, sin que centenares de millones de ciudadanos puedan ni siquiera rechistar.
La guerra se extiende y la hibris (3) que al comienzo de la acción está segura de la victoria, como si todo fuera una cuestión de maniobras técnicas, es causa de una catástrofe, y será castigada por al ira de los dioses, que darán una lección a los bravucones y humillarán a los arrogantes.
György Konrád.
30 de abril de 1999
NOTAS:
(1) Se trata de la saga de los Thibault, del escritor francés Roger Martin du Gard (Fuente: Wikipedia)
(2) Se refiere a la acción de la obra mencionada anteriormente.
(3) "Hibris", concepto griego, puede traducirse como "desmesura", se refiere a la confianza exagerada en uno mismo y la falta de control en los propios impulsos. Ver más información en el artículo de la Wikipedia.
Publicado por jozko
(Tomado de cronicas hungaras)
jueves 16 de diciembre de 2010
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