El Gran Sol Rojo del Amanecer

viernes, 18 de febrero de 2011

LOS AUTENTICOS REVOLUCIONARIOS DE LA URSS



PROCLAMACION PROGRAMATICA DE
LOS COMUNISTAS (Bolcheviques)
REVOLUCIONARIOS
SOVIETICOS       
LOS CABECILLAS OPORTUNISTAS DEL PCUS BAJO LA MASCARA DEL MARXISMO
Hoy en el desarrollo del movimiento comunista se acerca el momento decisivo. En condiciones en que todo partido comunista debe adoptar una resolución histórica y pasar al camino del marxismo revolucionario o del oportunismo, es necesario que los comunistas de todo el mundo escuchen también la voz de sus camaradas soviéticos.
Actualmente se pretende que su opinión está expresada por aquellas resoluciones y declaraciones emanadas por la actual dirección del PCUS. Pero, quien conoce, por más poco que sea, la vida interna de nuestro país, quienquiera que se haya puesto en contacto, por más poco que sea, con las masas de nuestro pueblo y con los simples miembros del Partido, no puede dejar de saber que todas estas resoluciones y declaraciones, no sólo reflejan las convicciones y las verdaderas aspiraciones de la abrumadora mayoría de las gentes soviéticas, de la gran mayoría de los miembros del PCUS, sino que están en plena contradicción con ellas.
Los comunistas de China y Albania han mostrado una profunda adherencia a los principios y una abnegación revolucionaria en el desenmascaramiento del oportunismo moderno. En los documentos del PCCh y del Partido del Trabajo de Albania se ha comprobado enteramente el camino del reniego y la traición de los intereses de la revolución socialista, en el cual se ha introducido la dirección del PCUS después de la muerte de Stalin. Así que, a menudo, nosotros sólo repetiremos y concretizaremos las tesis de los camaradas chinos y albaneses. Pero, consideramos como nuestro más importante deber el descubrimiento de las causas que provocaron el antagonismo entre la dirección del PCUS, por una parte, y las masas de comunistas soviéticos del pueblo soviético, por la otra. Los dirigentes oportunistas del PCUS se deben desenmascarar desde la retaguardia, desde el punto de vista de su posición social en el interior de la Unión Soviética, allí donde ellos, en efecto, han usurpado el poder y se han puesto contra el pueblo.
Comprender esta situación muy complicada desde el exterior es extremadamente difícil. Pero es absolutamente indispensable que esta situación sea comprendida, tanto desde el punto de vista práctico como teórico. Aquí nos encontramos con un fenómeno que representa en sí mismo el peligro "interno", peligro todavía más serio para el movimiento comunista, con un fenómeno tal que nos amenazará durante todo el periodo de la transición del capitalismo al comunismo. La comprensión de la situación de los oportunistas en el interior de la Unión soviética  ayudará a los partidos comunistas y obreros del mundo a evaluar más correctamente también sus actos en la arena internacional, su hipocresía en relación con los movimientos revolucionarios y de liberación, la deformación por su parte de la idea de la lucha por la paz.
Pensamos que no es necesario comprobar que todo el nudo de las contradicciones en el actual movimiento comunista se concentra en el problema del "culto a la personalidad". Cada una de las partes de la fidelidad al marxismo-leninismo. Y esto es natural, ya que se trata del primer experimento de la dictadura del proletariado. Es evidente que sin esclarecer esta cuestión, el movimiento comunista no puede avanzar hacia adelante.
Hubo un momento (inmediatamente después del XX Congreso del PCUS) en que los críticos del "culto a la personalidad" engañaron a muchos comunistas con el carácter sensacional y aparentemente verdadero de sus desenmascaramientos. Pero tampoco entonces los oportunistas no lograron ganarse a los luchadores proletarios más resueltos y más experimentados, también entonces camaradas tales —y en primer lugar los comunistas de China y de Albania— comprendieron el carácter infame y calumniador de la campaña desencadenada por la dirección del PCUS. Los años posteriores demostraron el inmenso daño que le causaron al movimiento comunista los actos de los oportunistas, quienes no estaban en absoluto en condiciones de dar una solución positiva a los urgentes problemas que se planteaban ante el movimiento comunista. Los acontecimientos de los últimos tiempos ponen claramente en evidencia la esencia demagógica de los alaridos oportunistas sobre el "culto a la personalidad", su carácter antirrevolucionario y antimarxista.
En realidad, los oportunistas comenzaron con la crítica al "culto a la personalidad" de Stalin y terminaron con la crítica al "culto a la personalidad" de Jrushov, a quien los oportunistas lo exaltaban como un "gran marxista" y no tenían intención de dárselo a ningún otro, resultó él mismo culpable de aquel pecado por el cual criticaba a Stalin. Se trata de que, en el ejemplo de Jrushov, se hizo muy evidente la absurdidad de la misma actitud de los oportunistas, de la misma patraña sobre el "culto a la personalidad", cuando, en vez de la explicación social de las formas de la dictadura del proletariado, se pone la concepción subjetiva sobre la dominación de una persona en el Estado socialista. Tales cosas las pueden decir sólo los que han perdido toda noción sobre el materialismo histórico. La personalidad titánica de Stalin le daba aún al mito oportunista la apariencia de una verdad. Pero lo que sucedió con Jrushov desacreditó definitivamente a los revisionistas. No se puede pensar que Jruschov tenía alguna personalidad, algún mérito personal. Esto en la Unión Soviética lo saben incluso los niños. Para nadie es un secreto que el culto a Jruschov fue creado (y con grandes esfuerzos) por su círculo. La base social de la autoridad personal en este caso se manifiesta muy claramente. Para los marxistas es comprensible que las cualidades del dirigente se determinan directamente por el ambiente social que lo saca. Y nosotros tenemos mucho qué decir si comparamos, en ese sentido, a Stalin y a Jruschov.
Pero es un hecho, dirán los oportunistas, que por un largo tiempo Stalin fue el dirigente todopoderoso del Estado Soviético y del Partido Comunista de la Unión Soviética y que a él se le cantaban himnos. Y nosotros no tenemos ninguna intención de negarlo. Pero, ¿cómo es posible que personas que se autoproclaman marxistas afirmen que esto fue algo casual, que estas cosas se hacían en oposición con la voluntad del Partido y del pueblo, que el Partido y el pueblo construían el socialismo en oposición con Stalin y sin él? ¿Cómo pueden ellos conciliarse con la opinión de una persona, quien no se basaba en ningún grupo social, que no representaba a ninguna clase, sólo con la fuerza de su mente y de su carácter por 30 años consecutivos manejaba a todo un partido y a todo un pueblo? Los mismos críticos del "culto a la personalidad", que creen en la posibilidad de una semejante arbitrariedad extraordinaria e impune, elevan a Stalin al nivel de un superhombre, se alejan del marxismo y se concilian en la teoría con el "culto a la personalidad". Bajo la pluma de estos traidores al marxismo, la clara historia de la lucha de clase de 30 años del pueblo soviético por el socialismo, pierde todo su majestuoso sentido social y se convierte en el misterio del palacio de Madrid, en una chismografía obscura, infame y repugnante, en la cual la calumnia engendra la calumnia. El cuadro que presentan los oportunistas se le puede imponer a la imaginación de un pequeño-burgués, le puede gustar extraordinariamente al intelectual burgués, quien se mueve continuamente alrededor de su personalidad y, por eso, con mucho gusto está dispuesto a atribuirlo todo en este mundo a la voluntad personal. Pero los marxistas no pueden contentarse con las patrañas de la voluntad personal del pequeño-burgués y, naturalmente, deben analizar los motivos sociales de una semejante situación.
Es de señalar que la necesidad de un semejante análisis social la comprende claramente la mayoría de los comunistas soviéticos; también aquí ha hecho su efecto la gran escuela de educación comunista que ellos han pasado. Inmediatamente después del XX Congreso, en la reuniones generales de las organizaciones de base del PCUS tuvieron lugar expresiones en masa de los simples miembros del Partido que reclamaban que el Comité Central le hiciese una evaluación verdaderamente marxista la actividad de Stalin. Estas llamadas fueron tan insistentes que la dirección del PCUS se vio obligada a pasar a las persecuciones contra los distintos miembros del Partido y a la disolución de una serie de organizaciones de partido que obraban de manera particularmente compacta. Más tarde, en 1957, en las reuniones de partido obligaron a arrepentirse a todos los que anteriormente habían criticado las resoluciones del XX Congreso. Pero, incluso en el silencio la opinión pública fue tan terrible con su unidad, que los oportunistas recurrieron a las medidas extremas. Contraponiendo a la "brutalidad" de Stalin su ''humanismo", ellos, sin ninguna verificación, sin ningún procedimiento jurídico, rehabilitaron a los encarcelados políticos, jugando con sus sentimientos ofendidos y dándoles el derecho de voto en la sociedad. Pero, siendo que esto no fue suficiente, se proclamaron nuevamente amnistías generales en favor de elementos bandidos que más de una vez habían aterrorizado a la sociedad. Toda esta llamada política fue coronada con el encuentro celebrado por Jruschov con uno de los bandidos arrepentidos y con una generosa recompensa por el motivo que este último, al fin, había decidido convertirse en una persona honrada. La indignación general obligó a la prensa oficial a poner fin rápidamente a las descripciones llenas de admiración de este "acto humanitario". Pero, en general, en el límpido arroyo se echaron tantas inmundicias que por cierto tiempo sus aguas se enturbiaron un poco. No influenciaron poco en este sentido aquellos residuos de la vieja sociedad, los cuales por 40 años consecutivos fueron obligados a esconder sus opiniones y verdaderos sentimientos y que ahora, de imprevisto, lograron la posibilidad de expresar abiertamente su indignación contra la dictadura del proletariado. Arena principal para el desarrollo de su actividad se hizo la literatura. Allí se dirigieron también las nuevas podredumbres.
Pero, por más activos que se mostraron estos luchadores contra el "culto a la personalidad", los oportunistas no podían dejar de comprender que no todos podían caer en una semejante trampa, que la crítica contra Stalin se debía reforzar a toda costa con argumentos tales que se pareciesen a los argumentos marxistas. La persona que es culpable de tantos pecados no puede quedarse marxista-leninista en la teoría. En caso contrario, éste sería el fenómeno más sorprendente en el mundo. Conscientes de ello, los oportunistas y sus servidores instruidos hace más de 10 años buscan en las obras de Stalin teorías, y si no teorías, por lo menos tesis particulares, y si no tesis particulares, por lo menos alusiones particulares, que estén en contradicción con el marxismo-leninismo. Buscan pero no encuentran nada.
    Comenzaron por burlarse del capítulo filosófico del curso abreviado de Stalin "Historia del Partido Comunista (b) de la URSS" y todo consistió en el hecho de que el número de particularidades indicadas por Stalin fue aumentando de 4 a 12, las cuales no es difícil sólo aplicarlas, sino también recordarlas. Se pusieron al trabajo para criticar la obra de Stalin "Problemas Económicos del Socialismo en la Unión Soviética". Nada pudieron descubrir, se quedaron callados. Atacando en todo sentido, con palabras, a los artículos de Stalin sobre los problemas de lingüística, llegaron a la conclusión que en estos artículos había algunas deformaciones. Operaron de esta manera decenas y decenas de veces en los campos más diversos: gritos, informes triunfantes, pero, por último, vemos a los liliputienses haciendo fuerzas a los pies de Gulliver.
Nos dirán que ahora ha sido echada abajo una de las tesis más importantes de Stalin, sobre la cual él se basaba en sus actos, es decir la tesis según la cual, con la aproximación al comunismo, la lucha de clases va agudizándose y tomando formas cada vez más complicadas. Pero, por el momento, dejemos aparte la teoría, señores oportunistas. ¿Cómo ustedes mismos definirían aquella lucha que estalló en la URSS después de la muerte de Stalin, en la cual ustedes mismos están participando tan activamente? ¿Acaso no es ésta lucha de clases? Quizás su carácter violento no sirve como la mejor prueba de la justeza de Stalin? Al responder a estas demandas, a los oportunistas no les queda otra vía de salida que ponerse de acuerdo con nosotros o volverse ridículos ante todos los marxistas.
Así, pues, si los críticos del "culto a la personalidad" quieren mantener una actitud más o menos seria hacia el problema y convencer a los demás sobre su justeza, deben explicar la sorprendente circunstancia de que Stalin, quien —según ellos— había ido tan lejos en el sentido de los errores prácticos, en la teoría había quedado un marxista ortodoxo. Para nosotros semejante incompatibilidad no existe, ya que consideramos que la actividad de Stalin encuentra una plena explicación y justificación. Y, si en ella ha habido errores, Stalin históricamente no podía comprenderlos ni evitarlos.
Cabe preguntar: ¿por qué los oportunistas se aferran a un punto de vista cuya absurdidad no constituye ningún gran secreto? A los que están en favor del análisis social del "culto a la personalidad", los oportunistas los acusan demagógicamente de que, supuestamente, quieren ligar el "culto a la personalidad" con la misma naturaleza del sistema socialista. Pero, ¿por qué entonces todas estas exageraciones? Por qué estos o aquellos aspectos de la actividad de Stalin no podían condicionarse, no por la esencia del socialismo en general, sino por las condiciones históricas concretas en las cuales actuaba Stalin Aquí no se puede dejar de sospechar que la crítica al "culto a la personalidad" de Stalin es necesaria a los oportunistas para sus intereses egoístas, que esta crítica se aprovecha por los oportunistas como cortina de humo, detrás de la cual esconden su verdadera faz y sus monstruosos actos. Semejante conclusión se deduce aún más por el hecho de que han pasado más de 10 años desde la muerte de Stalin, pero la dirección oportunista del PCUS hasta el presente se ve obligada a probar su valor, no con éxitos reales, sino criticando a los que desde hace algún tiempo no viven más.
A pesar de eso, en este caso, la expulsión de Jruschov explica muchas cosas. Todo el mundo sabe que este enano charlatán puso en práctica todos los programas políticos y particularmente económicos propuestos por su grupo. Ahora resulta que él solo es culpable por todos los fracasos del "gran decenio". No cabe duda que, en este caso, los cabecillas oportunistas del PCUS sacrificaron a Jruschov en aras de la opinión pública de la URSS, borrando con un simple rasgo de pluma los deplorables resultados de su actividad común decenal y echando la culpa para todo esto al cabrón-mandadero Jruschov. Pero sintiendo instintivamente que esta explicación era inestable y llevaba a conclusiones muy poco satisfactorias, los oportunistas ahora intentan en general, no poner el acento sobre la expulsión de Jruschov.
En realidad, comparando a Stalin y Jruschov, no podemos dejar de recordar las palabras de Marx de que la historia se repite dos veces, pero en principio se nos presenta en forma de tragedia, mientras que después en forma de comedia. Lo que sucedió con Jruschov no es sino una parodia de la campaña oportunista del desenmascaramiento del "culto a la personalidad" de Stalin: traicionando en la persona de Jruschov a un bufón y un renegado, en la persona de Stalin ellos han traicionado a un guía y un gran pensador revolucionario.
STALIN Y LA DEMOCRACIA PROLETARIA
Si hacemos un resumen de todas las acusaciones que los oportunistas le hacen a Stalin, en general todas se pueden incluir en un rubro — Violación de la democracia proletaria. Según las afirmaciones de los oportunistas, Stalin había usurpado el poder en el país y en el Partido, había liquidado a los mejores y más idóneos cuadros de los trabajadores del Partido y del Estado.
Criticando a Stalin, los oportunistas a él le contraponen Lenin, creyendo que éste es el argumento mejor y más evidente para ellos. También nosotros estamos de acuerdo que esta comparación ayuda a la cuestión, pero sólo que cae sobre la cabeza de los mismos , oportunistas."Intransigencia", "brutalidad", comportamiento dictatorial, ¿dónde se encontró todo ese léxico? ¿Estamos acaso citando el editorial de "Pravda" de los últimos años dedicado al "culto a la personalidad"? No, éstos son calificativos ordinarios que los oportunistas han hecho a la actividad de Lenin durante toda la revolución rusa. ¿Por qué la actual dirección del PCUS no se da cuenta que ahora se está repitiendo hacia Stalin todo lo que en el pasado se le atribuía a Lenin? ¡Y qué metamorfosis! Según el tratamiento de los oportunistas contemporáneos, Lenin se nos presenta sostenedor de la tesis "no te opongas al mal con la violencia". Para denigrar la táctica revolucionaria de Stalin, cuya crítica para ellos tiene directa y vital importancia, los oportunistas están dispuestos a olvidar el pasado y presentar a Lenin en una forma "ennoblecida", según su punto de vista. "Somos los jacobinos del proletariado" — Estas palabras de Lenin se las deben recordar bien todos los que quieren ahora disfrazar a Lenin, para darle el aspecto de Jesucristo.
Pero, ¿existía alguna diferencia en el carácter de las acciones de Lenin y Stalin? Sí. Comparando a estos dos dirigentes revolucionarios, los oportunistas (en plena concordancia con su concepción burguesa) todo lo reducen a las cualidades personales de estos dos hombres. Pero es evidente que la actividad de Lenin y de Stalin como dirigentes del Partido y del Estado corresponde a dos diferentes periodos de desarrollo de nuestra revolución; periodos que difieren radicalmente el uno del otro. La muerte de Lenin coincidió aproximadamente con la conclusión del periodo de la ofensiva revolucionaria europea, así que sobre las espaldas de Stalin recayó la tarea de la dirección del primer Estado proletario en el momento de su pleno aislamiento en la arena mundial, en las condiciones de la falta de alguna base considerable para la construcción del socialismo. La ruptura del débil eslabón en la cadena del capitalismo fue una debilidad también de la misma revolución, "...un país atrasado puede comenzar fácilmente, ya que su adversario está podrido, —escribía Lenin—porque su burguesía no está organizada, pero, para continuar, él debe abrir cien mil veces más los ojos, debe tener cien mil veces; más cuidado y paciencia. En la Europa occidental esto será diferente, allí es inmensamente más difícil comenzar, es inmensamente más fácil proseguir más allá... la revolución en un país atrasado, a quien los acontecimientos en una medida considerable, gracias al atraso de este país, lo han puesto, naturalmente por un breve tiempo y, naturalmente, en las cuestiones parciales, ante los otros países adelantados, naturalmente esta revolución está destinada inevitablemente a atravesar momentos de los más difíciles y, en un próximo futuro, también los más amargos..." (discurso "Sobre las Tareas Inmediatas del Poder Soviético"). No es sorprendente que en esta situación desesperada también las medidas adoptadas por el Partido bolchevique dirigido por Stalin tenían un carácter desesperado y extraordinario. El frente económico era casi más peligroso y, en todo caso, mucho más complicado que los frentes de la guerra civil.
En realidad la revolución alemana condujo, no a la victoria del proletariado, sino a la victoria de la burguesía; y con, esto desvaneciéronse las esperanzas de la ayuda directa revolucionaria muy esperada por parte de Europa; la NEP ayudó a salvar al país del hambre, pero no resolvió el problema del financiamiento de la construcción de la gran industria de las maquinarias, sin la cual no puede haber socialismo. El socialismo se debía construir totalmente con los recursos internos del país. Base material de toda la construcción socialista debía ser la agricultura. Pero su paso a este camino estaba relacionado con inmensas dificultades políticas y organizativas.
     Después del triunfo de la revolución, después de su afirmación definitiva, la agricultura estaba desorganizada, no controlada y sus re-cursos estaban esparcidos en las pequeñas economías privadas. La especulación que prosperaba sobre esta base, la infección de una parte del proletariado por el egoísmo de la propiedad. Tal era el reflejo del elemento pequeño-burgués que asolaba el país.
Sólo una férrea organización, sólo la vigilancia y el más riguroso control, la más rigurosa disciplina en el trabajo podían salvar a la revolución socialista en estas circunstancias. ¿Podía, acaso realizar-se todo esto mediante medidas democráticas?
Absolutamente lo mismo debía suceder también en el terreno de lo lucha ideológica, Debemos llamar la atención sobre el hecho de que la posibilidad de la realización de la revolución proletaria en Rusia fue asegurada porque, en un momento dado, la pequeña burguesía, después de haber comprendido que los medios burgueses para la solución de las tareas vitales inmediatas eran inútiles, osciló de la parte del proletariado, aceptando prácticamente su incapacidad política. Precisamente "osciló" es un término de Lenin, Pero al igual que una persona débil, que en el momento del peligro se confía enteramente a una persona más fuerte y, pasado el peligro, comienza inmediatamente a gloriarse y a jactarse y además a atribuirse a sí misma la victoria, también la pequeña burguesía, desde el momento del derrocamiento del zarismo y de la gran burguesía, se hizo inmediatamente fuerte y exigente. Y al mismo tiempo, como consecuencia de su debilidad nerviosa, comprendía la victoria del socialismo sólo bajo la forma de un respaldo inmediato idílico a Rusia por parte de la Europa insurrecta. En el momento en que se desvaneció la esperanza de la revolución "mundial", en que se hizo evidente que el socialismo se debía construir con las propias fuerzas y los propios medios, desaparecieron sin dejar huellas los últimos ímpetus revolucionarios de los ideólogos pequeño-burgueses y se rompieron sus lazos con los bolcheviques. Aquí comenzaron las dudas "profundas" y clarividentes, se oyeron gritos para salvar por lo menos una parte de las conquistas revolucionarias mediante la capitulación ante el imperialismo europeo, se escucharon acusaciones contra los bolcheviques "extremistas", en una palabra, comenzó aquella corriente de palabrería que, de ordinario, tiene como fin enmascarar en el pequeño-burgués su espíritu de cobarde.
Naturalmente, la mejor arma para los demagogos pequeño-burgueses de aquel tiempo era la demanda de la democracia, la demanda de "dirigirse a las masas". Y les aconsejaríamos a los oportunistas contemporáneos que recordaran que no fue Stalin sino Lenin el que escribió en aquel entonces:
"Cuando los mencheviques se desgañitan gritando contra "el bonapartismo" de los bolcheviques (que, según ellos, se apoyan en el ejército y en el aparato estatal contra la voluntad de la "democracia"), de esta manera ellos expresan muy bien la táctica de la burguesía... La burguesía ha comprendido justamente que las fuerzas reales de la "clase obrera" están constituidas actualmente por la poderosa vanguardia de esta clase (el Partido Comunista de Rusia, el cual, no inmediatamente sino con sus obras durante una lucha de 25 años, se aseguró el papel, el título y la fuerza de "vanguardia" de la única clase revolucionaria), más los elementos debilitados mayormente por el desclasamiento, quienes más fácilmente pueden caer en los tambaleamientos mencheviques y anarquistas... Bajo la consigna "más confianza en la fuerza de la clase obrera", se está trabajando prácticamente para la consolidación de las influencias mencheviques y anarquistas; en la primavera de 1921, Kronstad comprobó y demostró esto muy bien.... Nuestra consigna es: ¡Abajo los charlatanes! ¡Abajo los servidores inconscientes de los guardias blancos!... Aprontémonos al trabajo práctico y concreto, comprendamos bien las particularidades del momento actual y las tareas que éste plantea! No queremos palabras, sino obras!" ("Tiempos Nuevos, Errores Viejos en una Nueva Forma").
Los ideólogos pequeño-burgueses se esforzaban en convertir también la democracia interna del Partido en un tal amparo para su actividad oportunista. Basta recordar las innumerables discusiones que los mencheviques y los socialrevolucionarios le impusieron al Partido en los momentos más críticos para la revolución, gastando fuerzas y tiempo muy preciosos. Y no fue Stalin, sino Lenin el promotor de la famosa resolución del X Congreso del Partido que prohíbe todo fraccionalismo en el Partido. Y desde el punto de vista formal, esto era sin duda una violación de la democracia.
     Para comprender cómo y por qué se concentró en las manos de Stalin un poder tan grande, es significativa la situación creada en el XV Congreso del Partido. Leyendo el estenograma del congreso, sin querer uno se sorprende de lo que ocurrió allí. Los opositores demandan, ruegan y suplican para que hacia ellos se tenga una actitud democrática elemental, piden un simple intercambio de opiniones, mientras todo el congreso grita: "¡Abajo los opositores, Viva Stalin!" Y allí sucedió, no el aplastamiento de la democracia proletaria, sino su afirmación. El congreso defendía la causa revolucionaria contra la fraseología pequeño-burguesa. Y el representante de esta causa revolucionaria era Stalin, quien por primera vez planteó resuelta y definitivamente el problema de la construcción del socialismo en un solo país, mostró la resolución histórica de encauzar la agricultura en los carriles de la construcción socialista mediante la colectivización general y guió a la industrialización del país.
El Partido y el pueblo confiaron en Stalin. ¿Era necesaria en esta etapa una tal confianza hacia los dirigentes? Quien quiera que se llame marxista debe aceptar que nosotros debemos ver la democracia, al igual que todos los fenómenos sociales, de manera histórica y concreta. En su primera etapa, la democracia proletaria (particularmente en un país como la Rusia atrasada se debía expresar en la más fuerte centralización ante el peligro de muerte, en las condiciones de la lucha muy violenta de clases al igual que se aplica en el frente la disciplina militar. Preguntamos: ¿Es necesaria la confianza en el comandante, en cuyas manos en un momento decisivo se encuentra el destino del ejército revolucionario? Es evidente que bajo la máscara de las frases oportunistas sobre la democracia se encubre el individualismo burgués y el intento de asegurar a tiempo la posibilidad de desertar. Quien quiere luchar no puede prescindir del coman-danto. Y si ahora no vive Stalin nosotros lucharemos en los batallones de Mao Tse-tung y Enver Hoxha.
Analicemos esta cuestión desde el punto de vista de la organización del trabajo. Es evidente que en aquel nivel de desarrollo económico que tenía Rusia, la distribución del trabajo no sólo podía debilitarse sino que ni siquiera estaba desarrollada en una medida suficiente. La función del poder como una de las funciones de la actividad social, adquiría particular importancia en su independencia. Y esto no era una negación de la democracia. Las masas populares les transfirieron conscientemente el poder a los representantes elegidos por ellas, quienes en la lucha revolucionaria demostraron su temple marxista y su fidelidad al pueblo.
Lenin decía que nosotros tendremos que pagar por nuestra ignorancia bajo las más diferentes formas. En este caso él ponía de relieve la necesidad de tomar al servicio del proletariado a los viejos especialistas burgueses. Pero el tributo a pagar por nuestra ignorancia debía tomar, al parecer, también otras formas más complicadas. Esto se puede comprender fácilmente si las cosas se ven concretamente. Así, por ejemplo, el budionista de ayer, que había sido designado secretario del comité de distrito, no podía resolver él mismo, en el plano general, los problemas políticos y económicos El decía: "Denme el decreto y lo se lo introduciré en la oreja de quien quiera con el máuser". De esta manera el poder efectivo se concentró legalmente en las manos de los que tenían la sabiduría, la experiencia revolucionaria y la autoridad. ¿Era bueno esto desde el punto de vista de los ideales socialistas abstractos? Supongamos que esto era. malo. ¿Pero, qué objeción pueden tener en relación a esto las personas que verdaderamente quieren la realización del socialismo de la teoría a la práctica? Y precisamente esta retirada (y no sólo la toma al servicio de los viejos especialistas burgueses) fue el "tributo" pagado al viejo orden de cosas como consecuencia de nuestra ignorancia general, la retirada de la completa igualdad socialista, lo que era inevitable en las condiciones de nuestro atraso cultural. A los oportunistas les gusta hacer fraseología en relación con sus adversarios, diciendo que supuestamente éstos son más izquierdistas que el sentido común. Pero, ¿dónde se encuentran ellos mismos cuando no quieren comprender la lógica del desarrollo social real? Además, es evidente que ellos quieren ser más católicos que el Papa, más demócratas que las mismas masas populares que, mucho antes que los demócratas de los gabinetes, han solucionado el problema de saber si son necesarios los dirigentes en la lucha y si hay que obedecerles.
Listos a aceptar la necesidad del centralismo en la teoría, estos pseudo-marxistas no la pueden aceptar en absoluto en la práctica y conciliarse con su reflejo ideal en la cabeza de las gentes. Construir el socialismo con el material humano que tenemos en realidad y, por consiguiente, también con las condiciones que existen en la sociedad actual, ésta era la recomendación de Lenin. Los bolcheviques, guiados por Stalin, han cumplido esta recomendación.
Naturalmente aquí no se trata en absoluto de la pureza cristalina y de la santidad de los oportunistas. Después de una actitud servil durante40 años consecutivos ante la dictadura del proletariado, ellos de improviso adquirieron la posibilidad de discutir sus méritos y sus deficiencias y descubrieron uno de los puntos "débiles" en la ideología de la sociedad socialista en construcción. Pues, ¡dichosos de ustedes! Nosotros en efecto estamos constituidos sólo de puntos débiles, porque somos la vida latente. Mientras que ustedes están de cabo a rabo llenos de virtudes, porque han salido de la tumba política, ustedes son doncellas envejecidas, incapaces de cometer pecados y de fecundarse.
Naturalmente estos enemigos del marxismo no pueden compren-der que, si se habla del "culto a la personalidad", éste ha comenzado entonces cuando Lenin fue sepultado en el Mausoleo y Stalin prestó juramento sobre su ataúd. Entonces, ¡vayamos hasta el fin, señores! ¿Tendrán ustedes el coraje de violar este "culto" y este juramento? Acaso no son ustedes los que, siendo más indignos que cualquier otro para hacerlo, juran cada día y cada hora sobre Lenin? ¿Dónde está aquí el principismo? Nosotros juramos sobre Lenin y sobre Stalin, pero no somos gente de dos caras. Declaramos abierta y públicamente que el proletariado tiene sus guias en los cuales nosotros vemos la más alta realización de las posibilidades de nuestra clase y de la humanidad en general, en la exaltación de los cuales, en efecto, afirmemos lo mejor que tenemos.
El juramento prestado a Lenin era un testimonio de que había acabado el periodo ofensivo de la revolución. Ahora la lógica del desarrollo revolucionario no podía dejar de eclipsarse por las contradicciones sociales muy complicadas, ella no se les descubría a las masas en su forma natural y viva. Esta lógica debía ser comprendida y explicada por los dirigentes. Ahora todo se debía edificar confiando en lo que se había adquirido, confiando en los dirigentes. Nos referimos al mismo hecho de la revolución como una manifestación de grandiosidad. Y esto era justo. Así hemos evaluado también a los hombres que hicieron esta revolución. Pero la canonización del presente. Stalin lo comprendía muy bien y hablaba siempre de esto de manera lacónica y precisa. Stalin es bandera del pasado.
El poder que Stalin recibió del Partido y del pueblo se basaba sólo en la aceptación de sus cualidades de gran pensador y combatiente revolucionario, en la confianza general en él, ya que en él quedó el resuelto portador del leninismo aun bajo los golpes de los "de-rechistas", de los "izquierdistas" y de toda clase de oportunistas. Hablar hoy del "culto a la personalidad" de Stalin como de la violación de la democracia, como de un desconocimiento de la voluntad del Partido y del pueblo, es la mayor ofensa a los sentimientos más sagrados de nuestras gentes, ofensa que la pueden hacer sólo los que no estuvieron con nosotros en nuestra primera marcha hacia el socialismo, o los que no pueden olvidar la férrea mano de la dictadura del proletariado que probaron sobre sus propias espaldas.
Y aquí venimos a la cuestión de las "represiones" cometidas por Stalin. Los señores oportunistas, esforzándose en esconder la base social de estas represiones, intentan presentar a Stalin como persona que consideraba como inteligente y sensata. Naturalmente, esto es completamente infundado incluso en relación con sus colaboradores más cercanos. De lo contrario, por ejemplo, los miembros de la camarilla oportunista tendrían que aceptar que ellos vivieron en los tiempos de Stalin sólo porque desde el punto de vista mental no merecían ninguna atención. Es completamente absurdo explicar de tal manera las represiones que se les hicieron a los trabajadores responsables de base, a quienes Stalin en su mayoría, naturalmente, jamás había conocido personalmente. La actitud malévola de los oportunistas se ve precisamente en el hecho de que ellos, afirmando que Stalin fue sanguinario y cruel, jamás se han esforzado seriamente en comprender los motivos de las represiones.
Para todos los que no predican el principio "no te opongas al mal" es comprensible el rebote físico contra el golpe físico. Pero la cuestión se complica mucho más cuando nos dirigimos a la política, donde los resultados directos de este o aquel acto quizás se harán sentir después de decenas de años. ¿Se debía construir la industria en la Unión Soviética con el precio de increíbles esfuerzos y privaciones? ¿Tenía razón Stalin cuando decía: o debemos hacer esto o nos aplastarán? Opinamos que la mejor respuesta a estas preguntas pueden dársela los soldados de la guerra patriótica, quienes tenían en sus manos las armas forjadas por las industria staliniana. Y precisamente contra la industrialización se levantaban los mencheviques y los social-revolucionarios. Ellos gritaban que se estaba sacrificando la agricultura en aras de la industria. Objetivamente, pues, querían que los campesinos rusos se pusieran bajo la esclavitud fascista. Stalin perseguía a la masa principal de los ideólogos pequeño-burgueses que no eran sino personas que cambiaban de color y se infiltraban en las filas bolcheviques. En esto consiste la esencia de los famosos "procesos de Moscú". Stalin liberó a Rusia de la "quinta columna".
Para comprender cuán verdadero es esto, cuánto Stalin tenía en cuenta en sus actos el problema del desarrollo del fascismo, llamaremos la atención sobre el hecho de que el fascismo, como movimiento social, fue una directa respuesta de la burguesía europea a la Revolución de Octubre.
No se pueden escuchar sin indignación y sin repugnancia los esfuerzos de los dirigentes oportunistas del PCUS por presentar como inocentes a los traidores mencheviques y social-revolucionarios, por negar los hechos de sus relaciones con los fascistas alemanes. Los oportunistas no mencionan el nombre de Trotski, él era demasiado conocido como uno de los eventuales führers rusos. Pero, en los tiempos de Jruschov, las conversaciones secretas para la rehabilitación de Bujarin se desarrollaban tenazmente. El valor que tienen las rehabilitaciones efectuadas por los revisionistas se puede demostrar con un ejemplo muy claro. En la actualidad ha sido rehabilitado Tujachevski, este verdadero aventurero político, a quien, ningún otro sino precisamente Trotski y Bujarin, lo llamaban hombre de "pasta napoleónica". Se dice que los materiales de Tujachevski, falsificados por el serviciosecreto alemán, se le entregaron a Benes, quien los transmitió a Stalin. Pero, por qué no se dice que Tujachevski fue procesado no en base de los materiales del espionaje, sino por su participación en el complot trotskista-bujarinista, en el cual una serie de altas personalidades militares soviéticas acaudilladas por Tujachevski, constituían el grupo especial de choque para el derrocamiento por las armas del gobierno de Stalin. En el proceso conclusivo en Moscú, en relación a esto depusieron detalladamente no los representantes del servicio secreto alemán, sino el mismo Bujarin. He aquí sus auténticas palabras: "Siendo que se trata de un golpe de Estado Militar, por la misma lógica de las cosas, el peso especifico precisamente del grupo militar de los complotistas será extraordinariamente grande. Y de ahí puede nacer un típico peligro bonapartista, y los bonapartistas, —yo tenía presente, entre otros, a Tujachevsky—ante todo arreglarán las cuentas con sus aliados, con los así llamados inspiradores, según el modelo napoleónico". Y asi por el estilo. ¿Por qué los revisionistas, al rehabilitar a Tujaehevsky, no citan estos hechos? Inclusive en la prensa extranjera, personas con tendencias antifascistas escribían con preocupación y con sorpresa que Tujachevsky durante sus viajes a Berlín y a otras capitales- europeas, desacreditaba la fuerza de nuestro ejército y ensalzaba al Wermacht fascista, lo que era inadmisible para una persona que estaba al frente del estado mayor general del Ejército Rojo. ¿Por qué los oportunistas, que se jactan tanto de su amor a la justicia, no se acuerdan que los procesos de Moscú, más que a cualquier otro, golpeaban a Trotsky que se encontraba en el extranjero, mientras que el fusilamiento de Tujachevsky y de sus colaboradores venció definitivamente el espíritu de "Judas de la revolución rusa".
Así, pues, podemos sacar la conclusión que las represiones que la dictadura del proletariado, la dictadura staliniana, hizo hasta 1934, se dirigían directamente contra los oportunistas pequeño-burgueses que estaban contra la construcción del socialismo en nuestro país, contra la colectivización y la industrialización. ¿Se podía y se debía obrar así según el punto de vista de Lenin? He aquí su respuesta:
"Que se golpeen el pecho y que griten los Martovs, los chernovs y sus compañeros, los filisteos sin partido, diciendo: "Gracias a Dios que no soy como 'ellos', estoy y he estado siempre contra el terror". Estos tontos "están contra el terror" porque han escogido para sí el papel de fieles sirvientes de los guardias blancos para engañar a los obreros y a los campesinos. Los social-revolucionarios y los mencheviques "están contra el terror", porque han tomado para si la tarea de embaucar a las masas con la bandera del "socialismo", para ponerlas bajo los golpes del terror de los guardias blancos. Esto lo demostró el régimen de Kerensky y Kornilov en Rusia, el de Kolchak en Siberia, el menchevismo en Georgia; esto lo demostraron los héroes de la Segunda Internacional y de la Internacional "II y media" en Finlandia, Hungría, Austria, Alemania, Italia, Inglaterra, etc. Dejemos a los sostenedores serviles del terror de los guardias blancos que se jacten de que niegan toda clase de terror. Mientras nosotros diremos abiertamente la amarga pero indudable verdad: en los países que atraviesan una crisis sin precedentes, en los países donde las viejas relaciones se derrumban y la lucha de clases se agudiza, después de la guerra imperialista de los años 1914-1918 —tales son todos los países del mundo—, no se puede prescindir del terror, independientemente de lo que podrán decir los hipócritas y los charlatanes. O el terror de los guardias blancos, el terror burgués de tipo norteamericano, inglés (Irlanda), italiano (los fascistas), alemán, húngaro, etc., o el terror rojo, proletario. No hay camino intermedio, no hay ni puede haber un "tercer camino". ("Sobre el Impuesto en Especie").
Pero en los tiempos dé Lenin, dirán los oportunistas, las represiones eran menores. Esto es verdad. Pero la cuestión es que en los tiempos de Lenin la lucha entre las fuerzas proletarias y contrarrevolucionarias del país aún no habían alcanzado la fase definitiva. La verdadera batalla debía desarrollarse con los ideólogos pequeños-burgueses en relación con la colectivización. Y precisamente aquí ellos fueron desbaratados por los bolcheviques guiados por Stalin. Y esto sucedió porque el campesinado ruso se mostró más revolucionario que sus ideólogos. Este momento es bastante importante, por esto le dedicamos una atención particular. En efecto, las masas campesinas de la Rusia soviética, que habían pasado por tres revoluciones, que se habían acostumbrado a confiar en los bolcheviques gracias a sus obras, en vísperas de la colectivización habían sentido la tendencia de su diferenciación. A pesar de que los kulaks rusos aún no habían alcanzado un espesor considerable (lo que les da actualmente a los oportunistas el pretexto para hacer juicios estériles de que supuestamente en nuestro país no había quien fuese expropiado como kulak), la incompatibilidad de estos embriones de la burguesía con el poder soviético demostró perfectamente al campesinado lo que le espera en el camino del desarrollo sobre la base de la propiedad privada. Precisamente por esto, a pesar de que la colectivización se realizó, por las necesidades, mucho antes de lo que se debía efectuar en condiciones favorables, a

pesar de que los empleados soviéticos apresurados aceleraron los plazos de su realización violando las directivas del Partido, aunque hubo también casos particulares en que se obró contra la colectivización, el campesinado de Rusia en general entró en koljoses y no respondió a la colectivización con la insurrección, para la cual le hacían llamados los mencheviques y los social-revolucionarios. El campesinado siguió la vida y la revolución prácticamente. Pero esto no podían hacerlo sus ideólogos instruidos, ya que ellos eran la personificación de las posibilidades teóricas de la conciencia campesina, la personificación de la debilidad de la clase obrera. Por eso, su liquidación se hacía igualmente en interés del proletariado y en interés del campesinado.
Pero bien, dirán los oportunistas, a pesar de que intentamos re-habilitar a Bujarin, a pesar de que tenemos intención de erigir un monumento a Tujaehevsky, no criticamos a Stalin por las represiones realizadas hasta 1934. Pero ¿cómo se pueden justificar las de 1937? Nada se puede encontrar cerca de Lenin para explicar estas represiones. Los oportunistas en vano se alegran de que supuestamente ahora no tengan nada qué hacer con Lenin. Lenin los desbaratará también esta vez.
Para hacerles una evaluación de clase a las represiones de 1937 es suficiente formular la pregunta:¿qué clase sufrió estas represiones? ¿El proletariado? No. Fueron arrestadas algunas personas salidas de su seno y que ocupaban altos cargos. Pero la misma clase estaba fuera de todo atentado. Por el contrario, siendo que las represiones en gran medida correspondían a la cuestión del origen social, el origen y la posición proletaria servían como la mejor garantía contra las represiones. Por esta razón, muchas personas salidas de las altas capas de la Rusia zarista iban entonces a trabajar en las usinas. Y eso las salvaba continuamente. ¿Quizás en 1937 sufrió el campesinado? No, tampoco él. Y si los campesinos particulares guardan amargos recuerdos, estos recuerdos se relacionan con el año 1929 cuando fueron expropiados como kulaks. ¿Acaso los arrestos en general no tenían carácter de clase y no expresaban los intereses de clase de alguien? Precisamente este concepto los oportunistas intentan introducirlo a escondidas y, justamente por esta razón, intentan atribuir a Stalin casi también la

esquizofrenia y explicar con esta enfermedad las represiones. Pero es evidente que una opinión tal no pude servir sino de prueba de que ellos están desequilibrados.
Las represiones de 1937, desde el punto de vista social, tenían una dirección absolutamente determinada: estaban dirigidas contra el aparato burocrático existente, contra los residuos de las clases explotadoras y una parte de la intelectualidad. Ahora es evidente el motivo por qué precisamente estas capas atacan tan furiosamente el "culto a la personalidad" y por qué nuestras masas trabajadoras manifiestan un sorprendente cariño, desde el punto de vista de los oportunistas, ante el recuerdo de Stalin. Los señoras oportunistas con su megalomanía hablan sobre "nuestra naturaleza de esclavos", dicen que nuestro pueblo tiene necesidad de un zar y otras semejantes infamias y tonterías. Pero, como se ve, la cuestión es muy simple, la cuestión consiste en el olfato de clase del pueblo. Este, en realidad, también antes pensaba que los burócratas y los "ex-burócratas" se debían desbaratar, también ahora mantiene ese punto de vista. Stalin, como es sabido, obraba sobre sólidas bases en este asunto. Por esto: el pueblo siente que Stalin es "suyo", que es .representante del pueblo.
Pero, ¿eran verdaderamente necesarias la represiones? Los oportunistas, refiriéndose a la situación interna del país, dicen que no eran necesarias. Al hacer esto cierran los ojos "como ingenuos" ante el hecho no esencial según ellos, de que al occidente el fascismo se levantaba como una nube de tempestad y declaraba abiertamente que se dirigía contra la Unión Soviética. Los oportunistas, que no olvidan las bofetadas recibidas por Stalin, han comenzado a sufrir de amnesia cuando se trata de la historia, y dejan de lado el hecho de que precisamente en los años 1936-1937 el peligro de guerra era particularmente grande. ¿Era, pues, necesario, en vísperas de la guerra, depurar una vez más la retaguardia de todos los elementos indecisos y peligrosos, en vísperas de la guerra en la cual los imperialistas querían ver a la Unión Soviética a merced de la Alemania hitleriana? Esta respuesta la dieron los Vlasovs rusos, los Benderes ucranianos, los verdugos de Crimea que quedaron sin ser fusilados en 1937.
Pero ¿debemos acaso creer a los oportunistas que dicen que en1937 fueron fusilados no los que se debían fusilar? Los oportunistas están particularmente afectados porque, según ellos, fue liquidada la mejor parte del aparato del Partido y del Estado. Para aclarar esto, dirijámonos a Lenin. "¿Por qué hacemos tonterías? —preguntaba Lenin—. Esto es comprensible: primero, nosotros somos un país atrasado; segundo, la instrucción en nuestro país es mínima; tercero, nosotros no recibimos ayudas. Ningún Estado civilizado nos ayuda. Por el contrario, todos ellos actúan contra nosotros. Cuarto, por culpa de nuestro aparato estatal; hemos heredado el viejo aparato estatal y esto ha sido una desgracia para nosotros. El aparato estatal muy a menudo trabaja contra nosotros. La cuestión fue así: en 1917, después de que nos apoderamos del poder, el aparato estatal nos saboteaba. Entonces tuvimos gran temor y les dijimos: 'Les rogamos que retornen a nosotros'. Y he aquí, todos retornaron y esto fue una desgracia para nosotros".
Pero todo el mal consistía en el hecho de que la cuestión no se limitaba en absoluto a la lucha contra los residuos y las tradiciones del viejo aparato. Estas tradiciones le daban, como decir, sólo el "aroma" al nuevo burocratismo que crecía en un nuevo terreno. El burocratismo se había convertido en una plaga para la revolución, en un enemigo peligroso e inasible.
El número de los burócratas de tipo capitalista en nuestro país no se debía limitar sólo a las personas salidas directamente de las viejas clases, del viejo aparato. Las condiciones eran tales que hacia el burocratismo podían resbalar también los comunistas que no sabían preservarse en una situación social tan complicada. Pero la recomendación leninista de la actitud hacia los burócratas, al parecer debía de ser extendida aún más a los comunistas degenerados. Y, de esta manera damos respuesta a la pregunta: ¿Tenía razón Stalin efectuando la depuración del aparato burocrático durante toda su actividad y particularmente en vísperas de la guerra?
Las objeciones en relación con su política, como se ve, pueden tener sólo carácter parcial, pueden referirse a la justicia de decisiones particulares. Pero todo el asunto consiste en el hecho de que los oportunistas quieren echar abajo a Stalin en principio. Ellos han rehabilitado a todos los que alguna vez; habían sufrido de la mano de Stalin. Las bandas contrarrevolucionarias que participaron en las expediciones punitivas de 1905, los renegados que robaban el dinero del pueblo, los policías alemanes.. todos llevan hoy en la frente el sello de mártires. A todos ellos los besó, sea en sentido figurativo o en sentido directo, el "gran marxista" Jruschev y los oportunistas contemporáneos se atribuyen, como anteriormente, el mérito de haberlos liberado. Acaso, hay que maravillarse si los historiadores podían entrar en los archivos del Ministerio del Interior "sólo con la autorización personal de Jruschov? Este gran "defensor de la verdad" tenía miedo de poner sobre la mesa aquellos documentos falsos. Sus sucesores prosiguen la misma triste misión y ahora intentan comprobar las más monstruosas acusaciones contra Stalin, las cuales Jruschev las inventó pero no pudo probarlas. En todo caso, ¿hubo víctimas injustificables durante las represiones? Opinamos que ha podido haber. Pero, ¿quién fue culpable de eso? En primer lugar allí tiene responsabilidad la burocracia. Quizás algunos acontecimientos de 1937 están determinados por el hecho de que el aparato burocratizado en aquel tiempo también la lucha contra el burocratismo y las tendencias pequeño-burguesas la llevaba de manera burocrática, por el hecho do que la misma pequeña burguesía con sus denuncias, provocaba su propia ruina. Los señores intelectuales denunciaban, calumniaban, saldaban los cuentas, se convertían en falsos testigos... Y, naturalmente, algunas veces contra personas honradas y fieles. ¡Y precisamente estas arañas ahora llevan luto por el humanismo atropellado y cometen una profanación!
La actitud de Stalin ante los excesos que sucedían en aquel entonces mejor que en cualquier otra ocasión se ven en el hecho de que fusiló a su comisario del interior Yejov por el solo motivo del burocratismo durante las depuraciones. Hay que tener presente que Stalin no tenía otros brazos que este aparato burocrático y prácticamente podía actuar sólo a nivel de este aparato.
Pero, ¿quién se atreverá a acusar a la dictadura del proletariado por las víctimas? Cuarenta siglos de historia humana, conocidos por nosotros, son la historia que demuestra cómo los opresores mataban, saqueban, torturaban y violaban a los oprimidos; durante cuarenta siglos los opresores no hicieron más que esforzarse en ofuscar la con-ciencia de los oprimidos, privándolos del desarrollo elemental, de las expresiones elementales de la actividad social. Y he aquí ahora, cuando los oprimidos finalmente se han apoderado del poder, cuando ellos en las condiciones más difíciles del bloqueo general, sin instrucción, sin experiencia, sin suficientes recursos materiales, bajo la amenaza de la guerra devastadora, se han visto obligados a construir su sociedad se les exige que esto lo hagan sin errores, con guantes blancos. ¿A quien puede venir la idea de una semejante exigencia sino a los opresores, a la burguesía, que, después de su derrota, improvisamente se convirtió en fogoso defensor del humanismo y de la pureza moral? Si el poder soviético es culpable hacia alguno de sus dignos hijos, en este caso, señores, no tienen ustedes por qué identificarse con ellos. Estos hijos han estado listos en todo momento a donar su vida por el poder popular. Y si ellos tuviesen la posibilidad de escucharlos hoy, las cosas no irían bien para ustedes.
El stalinismo, si se le da una definición general, representa en sí mismo el carácter de la acción de la dictadura del proletariado, un conjunto de medidas utilizadas por la dictadura del proletariado en las condiciones de un país de pequeños campesinos para la construcción de las bases del socialismo. Encontrándose, de hecho, en un terreno económico hostil para él, terreno que reanima incesantemente y en más amplia escala al capitalismo, el proletariado no puede dejar de poner acción a su dictadura con todos los medios y a toda costa. Particularmente dura y asociada con algunos errores inevitables debía de ser esta lucha del proletariado contra el carácter burgués en Rusia, donde estalló por primera vez. Sin duda esta difícil experiencia aliviará mucho y hará más racionales los actos de la clase obrera de los demás países en tales condiciones. Esta experiencia ayudará también a evitar la situación que se ha creado hoy en la Unión Soviética. En efecto, el desarrollo de la burocracia ha hecho que, entre el centro revolucionario y el pueblo, se cree gradualmente una capa burocrática que los separa, que los obstaculiza a actuar en plena unidad. Creando y consolidando el aparato estatal y cumpliendo así un trabajo de trascendencia histórica muy grande, que aseguró nuestro éxitos económicos en todo el camino de la construcción de las bases del socialismo, Stalin se hallaba en el terreno de este aparato burocrático, luchaba contra él con la ayuda de este mismo aparato y, por esta razón, no podía vencerlo definitivamente. El veía cómo iba creciendo la hidra de la burocracia, a pesar de que le cortaba inexorablemente las cabezas que le renacían. En sus esfuerzos por una pureza revolucionaria, él no confiaba (y es difícil afirmar que no tenia razón) en todos los que lo circundaban, (sólo Molotov resultó su digno compañero de armas). La personalidad de Stalin es verdaderamente una personalidad heroica y sagrada. Stalin se yergue en la historia como modelo para los revolucionarios, como una advertencia para los indecisos y como terror para los enemigos.
LA DOMINACION DE LA BUROCRACIA
La muerte de Stalin desató las manos a la burocracia. La parte más pequeña de ella, que había conservado la fidelidad al Estado socialista y consideraba como misión suya servir a este Estado, naturalmente prosiguió la línea de Stalin. La mayor parte, que desde hace tiempo vivía sólo para si, vio ante sí la posibilidad de liberarse del control proletario en general, de la dirección comunista desde arriba que tenia como objetivo golpear las veleidades egoístas de la burocracia y en último término, eliminarla gradualmente mediante las formas más amplias de la soberanía del pueblo. Pero, ¿podía la burocracia declarar abiertamente su dominación sin sufrir en nuestro país un inmediato golpe? Naturalmente que no. Para afirmarse en las condiciones del Estado socialista, la burocracia debía mostrar que apoyaba el justo curso, que ella no sólo permanece fiel más que a los ideales revolucionarios sino que les permanece fiel más que a Stalin. Su libe-ración de la tenaza staliniana debía presentarla como liberación de todo el pueblo de esta tenaza. Naturalmente era imposible realizar fácilmente una tal maniobra. Más aún cuanto que la clase obrera de la URSS rechazó desde el principio todas las invenciones de los oportunistas y mantuvo hacia ellas una actitud totalmente intransigente. Aún más cuando una parte de la dirección del Partido y del Estado (Molotov, Malenkov, etc.), fiel a la dictadura del proletariado, intentó oponerse abiertamente a la burocracia.
Siendo ella misma la encarnación material del centralismo del po-der y de sus exagerados defectos, la burocracia hizo todo lo posible paro atribuir a Stalin estos defectos y para alejar de sí la atención de los trabajadores. Pero, si de todo es culpable Stalin, entonces hay que renunciar resueltamente a los métodos del ''culto a la personalidad" —tal debía ser la lógica. Pero los burócratas no quieren en absoluto cambiar sus costumbres, su gran brutalidad. Y precisamente por esta razón, desbaratando los métodos del "culto a la personalidad" en la teoría acogen con extraordinaria irritación y con odio cualquier paso práctico para la democratización y la limitación de su poder, ya que los métodos del "culto a la personalidad" no son métodos de Stalin, sino métodos de la misma burocracia, la cual, también en los tiempos de Stalin, envenenaba la realidad soviética y después de Stalin sofoca y persigue todo lo que es vivo, activo, verdaderamente soviético.
En efecto, el "culto a la personalidad", si hay que hablar de esta cuestíón, era una simple repetición (aunque la repetición más alta) del culto a la burocracia, cada representante de la cual en su oficina era una "personalidad" como causa del burocratismo, mientras que él sólo es su consecuencia. Fueron precisamente los burócratas los que profanaron el cariño que todo el pueblo tenía hacia Stalin, transformándolo en un rito mecánico, y no sin cálculos egoístas, ya que esto les daba la posibilidad de exigir que también hacia ellos se mantuviese una actitud análoga. Y, mientras ensalzaban a Stalin a los ojos de las gentes, los burócratas murmuraban y barbotaban en su círculo familiar. Ellos odiaban a Stalin porque éste era la columna central del Estado socialista que se alimentaba de la linfa del pueblo, mientras ellos eran puntales podridos del Estado. ¿Es acaso sorprendente el hecho de que los burócratas intenten cubrir su odio hacia Stalin con un manto humanitario y democrático? En efecto, bajo la máscara de la crítica a Stalin, los burócratas desahogan todo su odio contra la dictadura del proletariado, a la que servían obligados por Stalin.
¿Puede verse la usurpación del poder por parte de la burocracia y la lucha contra ella como una manifestación de la lucha de clases? Como es sabido, los oportunistas en general niegan la existencia de la lucha de clases en la Unión Soviética. Se comprende que a ellos no les conviene hablar de la lucha de clases, en la cual ellos desempeñan un papel antipopular, ya que esto es peligroso para ellos. Por esta razón esta cuestión merece un análisis atento y multilateral.
La política de clase burguesa de la burocracia soviética se ha manifestado muy claramente en el hecho de que su primer paso fue la abolición oficial de la dictadura del proletariado. Naturalmente esto se hizo bajo el pretexto de que supuestamente ella no es necesaria ya en la Unión Soviética. Y esto se hace en las condiciones en que la mitad de la humanidad se encuentra aún bajo el yugo del capitalismo, cuando, por consiguiente, también en el interior de la Unión Soviética no pueden dejar de manifestarse las consecuencias de los conflictos mundiales de clase y las influencias burguesas. La burocracia contra-puso a la dictadura del proletariado y el Parido del proletariado, el "Estado de todo el pueblo" y el "partido de todo el pueblo". Pero, cuando hablan sobre el "Estado de todo el pueblo" y "Partido de todo el pueblo", dicen sólo que este Estado y este partido lo guían los "dirigentes", es decir los burócratas, quienes ahora no representan más a ninguna clase trabajadora, a nadie sino a si mismos.
¡Miren, pues, a los burócratas soviéticos! ¿Puede hablarse en nuestro país de una verdadera reelección de toda persona con cargo de responsabilidad; reelección no desde arriba (por el camino buro-crático), sino desde abajo (por el camino democrático)? Por deducción, sobre toda la vida práctica del país dominan losburócratas. El pueblo no puede destituirlos si lo desea. Mientras que la burocracia puede despedir a todo empleado del aparato del Partido o del poder, si éste es demasiado honrado y fiel a los intereses del pueblo. ¡Miren los sueldos de los burócratas, sus coches y sus villas! Cuando son afectados en sus intereses, ellos comienzan a gritar en una forma repugnante sobre la "vulgarización del marxismo", pobre el ''alejamiento del principio del interés material" y, por último, sobre el "stalinismo". La conversión de los burócratas de servidores del Estado en sus dueños, hoy se ha hecho una realidad en la Unión Soviética.
Pero, ¿no fue acaso la dirección oportunista del PCUS y toda la burocracia soviética las que proclamaron el programa de la construcción del comunismo y que se esfuerzan en construir ese comunismo? El secreto de esta prisa de los burócratas soviéticos se descubre inmediatamente si tenemos presente que, en relación al comunismo todavía no construido, ellos abolieron la dictadura del proletariado. Pero basta mirar de cerca para darse cuenta de lo que significan, no con palabras, sino con obras, este programa y esta construcción. Leyendo el programa oportunista no puede dejar de sorprender su completa vaciedad y su deplorable carácter declamativo. En él se habla sobre la construcción de jardines y guarderías de infancia, de parques y piscinas, se habla sobre el aumento de la democracia, pero en él no hay ningún análisis de aquella realidad que es el punto de partida de todas estas grandes realizaciones, por esto, no hay nada en relación con el camino que hay que recorrer. ¡Podemos imaginarnos la indignación de los oportunistas en relación con una se-mejante declaración!
La burocracia ha convertido la demagogia social en amparo de su bienestar, El pueblo siente instintivamente la situación real de las cosas y dice que los burócratas viven ya desde hace tiempo en el comunismo.
Los oportunistas se jactan con realizaciones brillantes de la Unión Soviética tales como la conquista del cosmos, el desarrollo de la base energética, etc. Pero, ¿acaso éstos son méritos de ellos? ¿Acaso no son éstos los frutos de la semilla sembrada por Stalin? ¿No son acaso estos éxitos el resultado de la inercia de nuestro movimiento anterior? Gritar sobre las realizaciones es fácil. ¡Que hablen los oportunistas sobre sus iniciativas que no hayan terminado vergonzosamente!
¿Se puede acaso dudar sobre la más completa degeneración de la burocracia, sobre el vacío más completo que ésta ha creado en todas las formas de la vida socialista y de la conciencia socialista, cuando se mira directamente hoy nuestra vida cotidiana? ¡La falta completa de todo entusiasmo! en las masas, el indiferentismo total hacia el trabajo, la vida social convertida en una comedia, el dominio completo de los principios egoístas, el aplastamiento de todo lo vivo, activo y fresco, —he aquí el balance de la dominación del sistema burocrático. Es preciso perder totalmente la conciencia, la razón y las menores imágenes y recuerdos de la revolución y el bolchevismo, en fin uno debe estar definitivamente vendido para no ver eso y negarlo. ¿De cuál servicio al pueblo, de cuáles lazos con las masas pueden hablar los burócratas, quienes han fusilado más de una vez a obreros huelguistas? Todos los esfuerzos de los oportunistas tienden a engañar a las gentes soviéticas, degenerar a nuestra juventud, deformar la historia revolucionaria, pasaren silencio el hecho de que toda su esencia ha consistido en la afirmación del bolchevismo, que representa en sí mismo la cultura más compleja y más alta de la revolución. Los revisionistas revisan el bolchevismo, todos sus aspectos los marcan con el sello del dogmatismo y del talmudismo, vengándose contra el bolchevismo por haber tenido que inclinarse ante él en el pasado y por el secreto temor que ellos sienten hoy ante él. Hay que desgarrarle a esta camarilla las cortinas de la gloria tradicional bolchevique, de la fraseología marxista, de las vagas promesas. Y ante nosotros se presenta el pequeño burgués enfurecido, egoísta, insaciable y, al mismo tiempo, cobarde. Pero el burócrata soviético no es incluso un verdadero burgués; las condiciones sociales no le permiten hacerse tal. Es una absurda parodia del burgués, es un pequeño burgués que tiende a la ideología y a la situación del burgués. Por esta razón se esfuerza con toda el alma en adoptar la manera de vida "occidental". Enmascarando su servilismo con frases grandilocuentes acerca de la amplitud de sus ideas, burlándose de los puntos de vista verdaderamente marxistas, llamados por él dogmatismo y grosera ortodoxia, el burócrata soviético degenera totalmente pasando a toda costa a la sucia atmósfera de la vida burguesa que es tan cercana para él y que él la asimila también en la manera de vestirse y de comportarse, también en las obras de arte que sirven para el uso doméstico. No empleamos casualmente el término doméstico. A los ojos de todo el mundo, el burócrata se ve obligado a mantenerse en los límites de la respetabilidad soviética, en el círculo privado da rienda suelta a sus verdaderos sentimientos, aquí se libra de los principios soviéticos. En el círculo privado, rodea su espíritu torturado por la ideología con los trapos del mundo burgués y ve películas que, por su corrompido contenido, están prohibidas incluso en la Europa burguesa. Precisamente sobre esta base crecen abiertos traidores a la patria como Penkovski.
Escuchen qué patrañas dicen los burócratas cuando se trata de la teoría socialista. ¿Ha habido dogmatismo en los tiempos de Stalin? Sí, ha habido. Nosotros contestamos así sin tener miedo en absoluto de este hecho. El dogmatismo ha sido el resultado natural o inevitable de nuestra ignorancia general, del periodo de aprendizaje en la asimilación del marxismo de parte de las masas. Toda arma en el momento de su asimilación, la asimilamos de manera dogmática. La utilización libre, creadora, viene junto con la maestría. Lo mismo pasa también en el campo del pensamiento dialéctico. Esto es comprensible para toda persona que quiere comprender algo. Este dogmatismo inicial se debe superar, pero esto no quiere decir que nosotros debemos vender el marxismo, como lo hacen los oportunistas, sustituirlo con la libertad burguesa de la opinión. Los burgueses son libres en su pensamiento porque éste es completamente vacío.
Pero no podemos decir que esta gente no se preocupa en absoluto del marxismo. El carácter tragicómico de su posición consiste en que ellos pueden conservar su existencia sólo predicando el marxismo en palabras. Ellos se nutren leyendo aquel libro en el cual está escrita su condena a muerte. ¿Puede acaso sorprender el hecho de que ellos intenten deformar lo que leen, debilitar la fuerza de esta condena? Aprovechándose del hecho de que los otros no los conocen, ellos intentan atar al marxismo de pies y manos, redondear todos "sus ángulos agudos", de manera que pueda ajustarse a su confort pequeño burgués. Ante nosotros se encuentra un enemigo de clase tanto más peligroso en cuanto lleva nuestro uniforme, por cuanto en el fuego de la batalla de clase podemos tomarlo como nuestro, tener confianza en él y darle la posibilidad de clavarnos el puñal por las espaldas.
LOS OPORTUNISTAS EN LA ARENA INTERNACIONAL
Si en el interior de la Unión Soviética el oportunismo condujo a la pérdida del curso socialista y a la desorganización del organismo social, sus consecuencias son todavía más peligrosas en la arena internacional. En las condiciones en que particulares destacamentos nacionales de comunistas se encuentran en diversas fases de desarrollo, en que ellos a menudo, no sólo no han superado la etapa staliniana, sino que ni siquiera la han alcanzado, la falsa critica de los oportunistas hacia Stalin debía causar un daño muy grande al movimiento comunista, armar a todos los elementos pequeño burgueses tambaleantes en su seno, a los elementos que con toda clase de formas se sustraen a la disciplina revolucionaria, a la sumisión a la unidad del Partido y al riguroso espíritu de abnegación, sin los cuales el comunista no puede ser tal. Los actos de la dirección oportunista del PCUS abrieron horizontes para toda clase de demagogia y traiciones secretas en las filas de los partidos comunistas, para especular con lo que es más noble y más sagrado para el comunista: con la verdad y la pureza ideológica. Ahora, para todo embrollón y persona de dos caras, para todo ambicioso fracasado, surgió la posibilidad de no someterse a la dirección revolucionaria, a los dirigentes revolucionarios, acusándolos de ''stalinismo". Así, la crítica al "culto a la personalidad" de Stalin se convirtió en la mayor provocación a escala de todo el movimiento comunista, provocación que tiene como objetivo "dejar sin mando" a sus destacamentos de vanguardia.
Pero, hablando sobre el oportunismo en la arena mundial, debemos examinar su influencia no sólo en la organización interna del movimiento comunista, sino también en la política internacional de los comunistas. Más arriba hemos dicho que los oportunistas en sus teorías no dicen nada que sea harina de su costal, sino que deforman los factores que existen realmente. Para su apartamiento de los ideales revolucionarios, ellos han encontrado asimismo una explicación "real" —esta explicación es la lucha por la paz—.
Cuando se trata de la guerra y de la paz y cuando se propone una elección abstracta entre ellas, es comprensible que toda persona normal elegirá sin hesitación la paz. Especulando sobre esta aspiración natural y muy fuerte, los oportunistas intentan presentar la situación de que supuestamente ellos están a favor de la paz sin ninguna reserva ni duda, mientras que sus adversarios se esfuerzan en practicar una cierta política bajo la amenaza del exterminio general, se esfuerzan en construir el comunismo sobre los escombros atómicos, etc. "Paz a toda costa", declaró una vez abiertamente Jruschov. Estamos amenazados por la guerra atómica, ante todo aseguremos la existencia de la humanidad, luego pensemos en todo el resto, dicen los oportunistas, haciéndole coro. Se crea la impresión de que el problema de la paz y del alejamiento de la guerra en las relaciones entre los pueblos es enteramente una cuestión independiente de la lucha de clases y se puede resolver separadamente de los problemas sociales. La resolución de la ONU para la solución de todos los conflictos entre los Estados por la vía pacífica, la prohibición de las armas atómicas, el desarme total y general. Este es el plan para la instauración de la paz perpetua sobre la   tierra, plan que es presentado y defendido tenazmente por los oportunistas. Es evidente que hay que haber bajado de la Luna para elaborar semejantes planes y preguntar por qué los imperialistas no aceptan propuestas tan razonables. En efecto, ¿por qué los imperialistas no quieren liquidar sus bases de ultramar y los ejércitos coloniales, lo que llevaría inmediatamente a la pérdida de todo dominio de ellos en el globo terrestre y al triunfo de una serie de revoluciones de liberación nacional y social?¿Por qué los imperialistas no quieren desarmarse, lo que llevaría in-mediatamente a la pérdida de su dominación de clase y de sus riquezas? No es en absoluto necesario estudiar el marxismo para llegar a semejantes estúpidas preguntas. Nos dirán que los imperialistas combaten no sólo contra el proletariado, sino también entre sí —inducidos por su tendencia rapaz. Esto es justo. Pero también este hecho no se puede tratar sólo en el plano subjetivo. Algún capitalista personalmente puede no ser insaciable, puede ser que no quiera aumentar sus riquezas. Pero, la aseguración de mayores ganancias es necesaria para él como condición para su existencia. Si todo dependiese de las cualidades personales de los capitalistas, opinamos que podríamos hacerles recobrar la razón (lo que tratan de hacer los oportunistas). Pero no se trata sólo de sus cualidades personales; estas cualidades por su parte están determinadas por factores materiales. En realidad, la guerra no es el resultado de la voluntad personal de alguien, sino una indispensabilidad económica para el capitalismo. Las contradicciones internas del sistema capitalista hacen que los países capitalistas, buscando nuevos mercados, se enfrenten entre si, que la crisis de la superproducción busque una salida para las fuerzas productivas de la sociedad capitalista y que estas fuerzas, no estando debidamente dirigidas, tomen la forma de la producción de armas. La guerra es el resultado inevitable de las actuales relaciones sociales en el mundo capitalista. Hablar sobre el establecimiento de la paz en base de un acuerdo general con los capitalistas, significa hablar sobre la liquidación del sistema capitalista en base de un acuerdo con sus representantes. El idiotismo total de un semejante plan es muy evidente. Precisamente por esta razón, al defender su concepción de la paz, los oportunistas intentan con todos los medios crear ante los pueblos la impresión de que hay éxitos en el camino del desarme, etc. En nombre de esta paz ellos traicionaron abiertamente los intereses del pueblo —suscribieron el tratado sobre la prohibición de pruebas atómicas en las tres esferas. De acuerdo con este tratado, a la Unión Soviética se le privó de la posibilidad de realizar pruebas atómicas en general, mientras los E.E.U.U. conservan esta posibilidad ya que esta prohibición no se extiende a las pruebas subterráneas que pueden realizar y realizan los E.E.U.U. En efecto, ningún enemigo puede ser para nosotros tan terrible como el oportunismo.
     Sólo los oportunistas no comprenden que presentar la paz como la primera y principal tarea significa echarse por tierra y levantar las manos. Esta es una actitud capituladora, por la cual los imperialistas tienen la posibilidad de especular con la amenaza militar y alcanzar su objetivo en todo problema concreto político e internacional. Por consiguiente nosotros, "salvando a la humanidad", debemos ir hacia concesiones interminables. Lógicamente, al término de semejante ca-mino llamado humanitario, nosotros y toda la humanidad debemos arrodillarnos y ponernos al cuello el yugo imperialista.
Esta es una calumnia, dirán los oportunistas, nosotros no tenemos intención de retroceder hasta tal punto. ¿Pero, hasta qué punto tienen ustedes intención de retirarse, señores? Es decir que también ustedes se ven obligados a aceptar que la lucha por la paz tiene un límite para todos los que no están de acuerdo en adquirir la paz con el precio de la esclavitud. Es decir que no se trata de que los dirigentes del PCUS están en general de parte de la paz, mientras los comunistas de China y de Albania en general están de parte de la guerra. Es decir que los oportunistas y los marxistas revolucionarios comprenden de manera diferente la importancia y el peso especifico de la lucha por la paz en el programa y en las acciones de los comunistas.
Nosotros declaramos: Sí, la guerra es una cosa terrible y debemos  luchar de una manera consecuente para conjurarla completamente de la vida de la humanidad. Pero no se puede luchar contra la guerra y ser consecuente en esta lucha de maneras diversas. Es posible levantarse contra la guerra como contra un hecho. Es así como luchan contra la guerra los pacifistas y en este sentido tienden también los oportunistas. Es evidente que tal lucha por la paz representa en sí misma una corriente democrático-burguesa, la cual tiende a eliminar una de las peores consecuencias del sistema capitalista —la guerra—, sin atacar la esencia de este sistema. Como se ve, la actitud consecuente formal de este género es, de hecho, una flagrante inconsecuencia. Para luchar de manera verdaderamente consecuente contra la guerra hay que luchar contra la fuente y la causa de las guerras en el mundo actual —contra el imperialismo. En otros términos, los comunistas no pueden poner en primer plano el problema de la guerra y de la paz y examinarlo en forma aislada, este problema puede ser para ellos sólo una parte de su lucha general por el socialismo. Nosotros no negamos esto, dirán los oportunistas. Pero, entonces cómo se puede presentar como línea general del m.c. la lucha por la consecuencia (la paz) en lugar de su causa (el socialismo).
La lógica de los oportunistas se distingue por una simplicidad, que se puede envidiar: Los países socialistas ocupan una posición dirigente en el movimiento comunista; su importante tarea revolucionaria, según palabras de Lenin, es el fortalecimiento de su economía; se deduce de eso que el desarrollo económico de los países del socialismo debe convenirse, en efecto, en el objetivo principal al cual deben subordinarse todas las acciones del comunismo mundial. Es comprensible que, en este caso, las palabras "paz a toda costa" parecen completamente correctas y supuestamente le sirven a la revolución mundial. Pero no es difícil descubrir la base egoísta y sucia de toda esta lógica oportunista. Los países socialistas están en el m.c. como las partes están en el todo. "La clase obrera de la Unión Soviética —ha dicho Stalin en el XVII Congreso del PC(b) US— es una parte del proletariado mundial, su destacamento de vanguardia, mientras que nuestra república es la creación del proletariado mundial. No cabe duda de que, si no tuviese el apoyo de la clase obrera de los países capitalistas, no podría mantener en sus manos el poder, no aseguraría las condiciones para la construcción socialista y, por consiguiente, no tendría aquellos éxitos que tiene ahora... Pero esto nos impone muchas obligaciones. Esto significa que con nuestro trabajo debemos justificar el título de honor de brigada de choque de los proletarios de todos los países. Esto nos obliga a trabajar mejor por la victoria decisiva del socialismo en nuestro país, por la victoria del socialismo en todos los países". No cabe duda que lo mismo se puede decir también para el campo de los países socialistas en conjunto. Sólo orientándose en todas sus acciones y en lodos sus planes en base de los procesos que se desarrollan en el m.c. mundial, sólo teniendo presente sus intereses generales, los países socialistas pueden cumplir su verdadera misión histórica y ejecutar una correcta política revolucionaria. Mientras que los oportunistas, desde sus primeros pasos, prácticamente comenzaron a insistir en su hegemonía sobre todo el m.c. internacional. Ellos utilizaron la posesión del arma atómica como un nuevo argumento en favor de su posición dirigente.
     Repetimos que los objetivos de clase no se pueden alcanzar en el marco de la lucha por la paz. No sólo esto, sino que desde el momento que la lucha por la paz se presenta como línea fundamental del m. c. mundial, está en abierta oposición con la lucha de clases. En efecto, si los partidos comunistas de los países capitalistas plantearan como su principal tarea la lucha por la paz, ellos perderían su carácter de clase y, dentro de sus propios países se fundirían con la corriente, de los partidarios de la paz, la cual tiene un carácter democrático. La aplicación de semejante política provocaría que, por consiguiente, renunciaran a toda acción, por menos resuelta y revolucionaria que sea, para no entrar en conflicto interno con la otra masa de partidarios de la paz, con los representantes de la pequeña burguesía, de la media y hasta de la gran burguesía, las cuales no tienen interés en un derrocamiento revolucionario. Cuando la burguesía sienta la posibilidad de un tal derrocamiento, ¿no comenzará a buscar una vía de salida mediante la guerra, mediante leyes extraordinarias de tiempo de guerra, mediante la victoria militar, la cual le permitiría nutrir su clase obrera con el botín robado, y, en el peor de los casos, mediante una intervención militar provocada? Estamos exponiendo aquí no nuestras consideraciones especulativas, sino la historia real de la Rusia zarista. ¿Con qué conferencias de paz y qué declaraciones se puede evitar tal desarrollo de los acontecimientos? Al parecer, para no "empujar" de esta manera a la burguesía hacia la guerra, los trabajadores debían renunciar a las acciones revolucionarias y a la insurrección. Si no se comprende la lucha por la paz de tal manera radical y se habla de ella como de la línea general de los comunistas significa decir patrañas. Y si se prosiguiera hasta el fin por este camino, esto sería una verdadera contrarrevolución.
Las insurrecciones revolucionarias y anticoloniales, en caso de victoria, llevan siempre a la intervención extranjera, a la intervención de la burguesía mundial. La historia de la Rusia soviética en el pasado, la suerte de Vietnam del Sur y del Congo hoy, son pruebas suficientes para demostrarlo. En el proceso de la penetración extranjera, la revolución se convierte en lucha del pueblo contra la potencia extranjera. Nosotros aceptamos las guerras justas y rechazamos las guerras rapaces, declaran los oportunistas asumiendo una actitud de marxistas. Pero entonces de qué línea general de lucha por la paz se puede hablar para los partidos comunistas en los países capitalistas. Línea general para ellos puede ser sólo la lucha de clases contra los capitalistas en el interior del país hasta sus formas armadas y la lucha revolucionaria contra los invasores extranjeros.
También los trabajadores de los países capitalistas tienen necesidad de paz, dicen los oportunistas. Estos gritan histéricamente en relación con la muerte atómica, perdiendo toda dignidad humana, invadidos por un terror bestial. Pero, ¿a quién atemorizan con estas amenazas? ¿A los hombres que ahora mueren por millones de hambre y de las enfermedades en los países del capital y en los países dependientes? Verdaderamente hay que tener el cinismo que tienen los oportunistas para predicar a los que se mueren de hambre, como tarea principal la lucha por la paz y no la revolución. ¿Quizás los oportunistas, mediante el día del juicio, quieren atemorizar a los guerrilleros del Vietnam del Sur y a los insurrectos del Congo, a sus mujeres y a sus niños? Para ellos el día del juicio ya ha llegado. En su amargura y en la amargura de todo el pueblo, quizás no desearían ellos que sus sufrimientos se solucionaran inmediatamente mediante un enfrentamiento mundial del capitalismo por el socialismo? ¿Acaso no es igual para ellos morir por el napalm por la bomba atómica? Naturalmente, no han llegado aún todos los oprimidos a la convicción de que es mejor morir de pie que vivir de rodillas. Pero todos avanzan en este sentido, esta es la tendencia de su desarrollo. Por consiguiente, tampoco la amenaza de la guerra atómica puede anular la línea general de los comunistas hacia la revolución socialista.
El destino del campo socialista y de la paz en el mundo están indisolublemente ligados al desarrollo del movimiento revolucionario internacional. La verdadera contradicción entre los partidos comunistas de los países socialistas y capitalistas surge porque los oportunistas, después de haber usurpado el poder en la Unión Soviética, no se preocupan de las perspectivas revolucionarias de los países socialistas y ven la cuestión de su propia existencia desde un punto de vista puramente pequeño-burgués. Precisamente por esta razón los oportunistas intentan convertir también al m.c. mundial, de una base y fuente de la fuerza revolucionaria de los países socialistas, en un apéndice dócil suyo en la arena de la lucha por la paz. Precisamente, al igual que en el interior de la URSS los oportunistas aprovecharon de su posición provisional histórica para sistematizarse en detrimento de sus conciudadanos, también en la arena mundial intentan crear la situación análoga en relación con los partidos comunistas y, en general con las masas trabajadoras de los países capitalistas, subordinando los intereses de estas masas a sus intereses.
No es difícil comprender que, para la realización de la línea general internacional, los partidos comunistas deben apoyarse en toda la clase obrera y en toda la masa de trabajadores en Asia, África y América Latina, mientras que en los países del capitalismo desarrollado deben apoyarse sólo en las capas más pobres de la clase obrera y del campesinado. Pero, en la práctica, constatamos ahora un alejamiento oportunista de los partidos comunistas de los países capitalistas más grandes de este principio de clase. Los comunistas europeos, por ejemplo, deberían aceptar el hecho de que la conservación de las posiciones de principio marxistas actualmente llevará inevitablemente a una acentuada disminución de sus filas. Pero, ¿es acaso éste un argumento para la traición oportunista? ¿Y es, acaso, éste un síntoma de debilidad de los comunistas? Como se sabe, precisamente en vísperas de la Revolución de Octubre hubo un momento en que el número de los bolcheviques disminuyó de manera sensible. ¿Quizás Lenin hacía concesiones a los partidarios del compromiso sólo para aumentar el número de miembros del partido bolchevique? No, jamás. ¿Acaso impidió esto a los bolcheviques apoderarse del poder en el momento decisivo? ¿Impidió esto a toda Rusia bolchevizarse casi dentro de pocos días? Absolutamente que no. Por decenas de años consecutivos los partidos comunistas de los países de Asia y América Latina han luchado en condiciones sobrehumanas y han realizado enormes sacrificios para los esfuerzos más elementales de la propaganda marxista. ¿Quizás los comunistas europeos venderán hoy el marxismo por el plato de lentejas de la gloria pequeño-burguesa? Significa esto acaso que los comunistas deben renunciar a la unión de todas las fuerzas progresistas en la lucha contra el imperialismo? No, no significa esto. Pero esta unión ellos deben alcanzarla, no alejándose del marxismo, no fundiéndose en la masa pequeño-burguesa, sino comprobando con sudor y paciencia, en base de los hechos reales, su justeza, la justeza del análisis marxista de las relaciones de clase, de la política marxista. Naturalmente, este camino de organización de las masas es mucho más complicado y más difícil y mucho más largo que la especulación sobre sus prejuicios y sobre sus tendencias del momento. Pero la historia no se puede engañar, a ella se le puede dar esta o aquella dirección sólo basándose en la fuerza de la indispensabilidad. He aquí por qué Lenin decía que la única política correcta es la política de principio.
Los hechos demuestran que actualmente en los partidos europeos se están formando los núcleos de los verdaderos partidos comunistas futuros. No importa si por el momento estos son sólo grupos; ellos crecerán inevitablemente; se desprenderán de la mayoría oportunista y se pondrán al frente del movimiento revolucionario de sus propios países. Sus éxitos futuros están garantizados por el hecho de que el proletariado de los más grandes países capitalistas se está revolucionando rápidamente. Pero aún a menudo los revisionistas representan a los partidos comunistas de los países capitalistas. No puede dejar de causar hilaridad cuando se escuchan sus jactancias sobre sus éxitos que ellos miden con el aumento del número de los miembros del partido. Si ellos completaran su programa con la tesis de que el fundador del comunismo fue Jesucristo, se les creería una posibilidad real de incluir en sus filas también al Papa de Roma, por aumentar su influencia y por incrementar el número de sus miembros, han pasado desde hace tiempo todos los límites permitidos por el marxismo, demuestra claramente su actitud hacia la intelectualidad burguesa. Nos acusan de dogmatismo, pero si este dogmatismo consiste en el hecho de que nosotros recordamos las enseñanzas de la historia revolucionaria, entonces estamos listos a aceptar que somos dogmáticos. Sí, recordamos aún la lucha de los bolcheviques y de los mencheviques en el segundo congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso en relación con el problema de quién debe ser miembro del partido. Entonces se resolvió la cuestión: el partido debía ser o una organización revolucionaria proletaria profesional o una hostería para charlatanes intelectuales, para quienes el ingreso en el partido y la salida de él en su biografía espiritual atormentada es sólo un momento que llena el intervalo entre la pasión por alguna teoría filosófica de moda y una intriga de amor.
Sólo en partidos tales como el francés o el italiano, en los cuales la tendencia pequeño-burguesa del compromiso ha sofocado definitivamente las aspiraciones verdaderamente revolucionarias, podía yacer la absurda ilusión sobre la transición "pacífica" al socialismo. También si el poder, por casualidad, pasara a las manos de un partido tal, que por su naturaleza de clase es una ensalada rusa, esto no sería en absoluto una victoria de la dictadura del proletariado. A un partido tal le esperaría la disgregación, el caos y la destrucción bajo los golpes de los verdugos contrarrevolucionarios. Y los trabajadores que siguieron a los oportunistas pagarían semejante victoria con innumerables víctimas. Naturalmente, aquí hay también una variante "victoriosa". Este es el camino de los laboristas ingleses, el camino de la abierta colaboración con los capitalistas. Pero los oportunistas en el movimiento comunista aún no se han quitado el hábito marxista que recubre su piel burguesa, por esto intentan presentar la transición "pacífica" como una verdadera marcha hacia el socialismo.
*Defendiendo su concepto de la transición "pacífica", los oportunistas se refieren a Lenin que hablaba sobre la posibilidad de un tal paso del poder a las manos del proletariado en octubre de 1917. Pero esta posibilidad quedó sólo como posibilidad. Y es muy significativo el hecho de que en la historia aún no ha habido algún caso en base al cual nosotros podríamos juzgar realmente sobre las condiciones de la transición "pacifica". Además, incluso la Revolución de Octubre, basándose en la facilidad del derrocamiento inicial, los oportunistas intentan en cierto modo adaptarla a la teoría de la transición pacífica". Pero eso es toda una fábula. Primero, el derrocamiento en octubre de1917 fue un derrocamiento casi incruento, no como resultado de la orientación hacia la solución pacífica del conflicto de clase, no como resultado del empleo de los medios pacíficos, sino porque las fuerzas del proletariado en el interior de Petrogrado eran muy superiores que las fuerzas de la burguesía, porque toda la flota del Báltico estaba de parte de los bolcheviques y hacia el Palacio de Invierno estaba dirigida toda la artillería de la fortaleza de Pedro y Pablo que se había puesto de parte del proletariado. Por otra parte, en octubre de 1917 el poder del proletariado acababa sólo de proclamarse, mientras que el verdadero choque de los explotados y los explotadores prosiguió por cuatro años consecutivos en los frentes de la guerra civil. ¿Quizás precisamente esta sangrienta epopeya los oportunistas proponen que la veamos como paso "pacífico" del poder a las manos del proletariado?
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* En el texto original aparece una errata por la inclusión entre la primera y la segunda línea de este párrafo de un texto que no correspondería y el cual dice: "El hecho de que el partido francés y el italiano, en la competencia".

Los oportunistas se refieren al paso "pacífico" del poder de manos de la burguesía a las del proletariado después de la guerra en los países de Europa Oriental. Pero sólo los oportunistas pueden intencionalmente dejar de lado el hecho de que este paso fue el resultado de la victoria de la Unión Soviética en la guerra, el resultado del hecho de que la burguesía de estos países estaba desarmada.
Hoy podemos juzgar cómo, en realidad la lucha por la paz entra en conflicto con la lucha revolucionaria de liberación cuando los oportunistas hacen de la lucha por la paz su objetivo principal. Mejor que cualquier otra cosa esta verdad la demostró la suerte de Lumumba. En lugar de apoyar la lucha revolucionaria del pueblo congolés y de ayudarlo a liberarse de las ilusiones liberales pequeño-burguesas, los dirigentes del PCUS empujaban al Congo por todos los medios hacia la solución de sus problemas a través de la ONU, o mejor dicho, por camino "pacífico", garantizándole a Lumumba el éxito con la participación de ellos en esta organización. Esto desmoralizó a los partidarios de Lumumba y ayudó a los imperialistas a que, estableciendo en el Congo el control extranjero de la ONU, raptaran a Lumumba con la ayuda de los mercenarios y lo suprimieran. ¡He aquí cómo se reveló la lucha por la paz como la línea general de los oportunistas! La verdad es que las manos de Jruschov están manchadas con la sangre de Lumumba.
Otro claro ejemplo que demuestra cómo los imperialistas pueden especular sobre la lucha por la paz en sus acciones contra el movimiento revolucionario de liberación, es la situación actual en Vietnam. Hoy los norteamericanos acusan a Vietnam del Norte por las victorias de los guerrilleros de Vietnam del Sur y, bajo la amenaza de la guerra entre los dos campos, intentan obligar a los vietnamitas del Sur a interrumpir la lucha por la liberación. Mientras tanto, los imperialistas pueden depositar sus esperanzas sólo en los nervios débiles de los oportunistas, pensando que estos últimos ejercerán una presión pacificadora sobre los revolucionarios. Naturalmente, una tal situación, junto con los bombardeos provocadores contra la República Democrática de Vietnam, sería imposible si los dirigentes soviéticos hubiesen seguido una política por menos resuelta que fuere, si hubiesen tenido, por más poco que fuese, prestigio mundial. Le escupen en la cara, mientras él dice que esto es un rocío del cielo, —dice un refrán ruso. Sólo así se pueden comprender las declaraciones que los oportunistas hacen en el papel, allí donde ellos deben recurrir al ultimátum y a contramedidas tales que les quiten para siempre a los bandidos imperialistas toda veleidad para violar los confines del campo socialista.
Durante el desarrollo de las contradicciones sociales, los imperialistas van hacia la guerra, mientras los trabajadores hacia la revolución. El peligro de la revolución incrementa aún más los esfuerzos de los imperialistas para salir, mediante la guerra, del callejón sin salida histórico en el cual se han metido. ¿Pero, significa esto que los trabajadores deben renunciar a las acciones revolucionarias, a la revolución? Los oportunistas, inducidos por el miedo, por la falta de voluntad y por el egoísmo, responderán: Sí. Los marxistas dicen: No. Ya que es imposible sustraerse al desarrollo de las contradicciones objetivas, las cuales reflejan el desarrollo de la historia humana. El crecimiento del movimiento revolucionario, aumentando las miras subjetivas de los imperialistas para la guerra, al mismo tiempo les quita la posibilidad objetiva de desencadenar esta guerra. No comprender hoy esta dialéctica significa renunciar al comunismo, renunciar a la revolución. Los oportunistas, esforzándose en imponer al m.c. mundial la lucha por la paz como línea general, como se ve, tratan de crear la apariencia de paz por un acuerdo inestable y engañoso con los imperialistas, en detrimento de la verdadera garantía de la paz, en detrimento del desarrollo del movimiento revolucionario. Desorganizando a las masas, desorganizando a los partidos comunistas, debilitando el potencial militar de los países del socialismo, los revisionistas no sólo contribuyen a la conjuración de la guerra termonuclear global sino, de hecho, llevan hacia esta guerra.
Existe un medio real para poner fin al chantaje atómico de los imperialistas, a su monstruoso balanceo al borde de la guerra termo-nuclear, existe un medio real para quitarles de las manos el arma ató-mica. Sí, existe. ¿En qué consiste este medio? ¿En las conversaciones, las peticiones, las demostraciones, etc.? No, ninguno de estos medios puede convencer a los imperialistas. Hay sólo un medio para hacer fracasar el chantaje atómico: Hacerles frente. Los oportunistas, que propagan el pánico en relación con la amenaza de la guerra termonuclear, no se dan cuenta de una cosa simple: si los imperialistas pu-dieran realmente comenzar una guerra general, la hubieran comenzado desde hace tiempo. La hubieran comenzado ayer, hoy, en este minuto, porque su situación hace tiempo exige la utilización de todas las fuerzas, los medios y las posibilidades. Encontrándose sobre un volcán revolucionario, ellos sienten que la tierra les arde bajo sus pies. ¿Quizás necesitarían ellos, aunque sólo fuese por un instante, exterminar a algunos centenares de millones de personas, cuando ellos han liquidado mucho más durante su explotación de clase y colonial? A ellos se les impide el pensamiento de que, al mismo tiempo desaparecerán de la faz de la tierra ellos mismos. Los imperialistas no son en absoluto capaces de aniquilarse ellos mismos por considerarse ideales, son capaces sólo de cerrar con un golpe la puerta en el momento de despedirse. Y ellos no pasarán este límite si los oportunistas no disuelven al ejército revolucionario del proletariado mundial y no socavan el potencial militar del campo socialista. Los oportunistas, con su debilidad y su indecisión, estimulan ellos mismos la arrogancia de los imperialistas, blanden sus cohetes muy livianamente y luego, cuando el conflicto adquiere importancia de principio, se retiran, cubriendo de vergüenza a sí mismos y a sus aliados.
No se trata de que los imperialistas respeten los derechos de la Unión Soviética, decimos por nuestra cuenta, sino que respeten los derechos de todos los pueblos del mundo. Y los obreros soviéticos nos apoyarán como un solo bloque. Los pueblos del mundo deben saber que, si en un dado país o en un dado caso la Unión Soviética se ha cubierto de vergüenza, culpables por eso no son los trabajadores soviéticos, quienes con su lucha de cincuenta años han probado su abnegación revolucionaria; culpables son los oportunistas. El miedo no les permite ver la esencia del chantaje atómico. Pero, ¿quizás ustedes piensan que ellos creen siempre en este chantaje? No. Los oportunistas aprovechan ellos mismos este chantaje para sus fines egoístas. Mejor que en toda otra ocasión, esto se constató cuando se produjo la ruptura con China, cuando ellos, bajo el pretexto de la preparación antiatómica, comenzaron a proyectar por doquier en la Unión Soviética una película que presentaba los horrores del ataque atómico. Los oportunistas intentan sembrar en los países socialistas la psicosis atómica para intimidar a nuestras gentes, para hacer que los que podrían decidir levantarse abiertamente contra ellos no tengan la posibilidad de polemizar con ellos, declarándolos partidarios de la guerra atómica. En realidad, los oportunistas toman parte muy activa en la política del chantaje atómico y, en los límites de sus posibilidades, apoyan esta política.
La serpiente del capitalismo no puede trabarse en un combate a muerte con el socialismo ya que está desgarrado como resultado de las contradicciones internas de su sistema social. El se esfuerza en unirse y reconstituirse en un todo con la ayuda de toda clase de pactos y alianzas en todas partes del mundo, pero todos estos esfuerzos son vanos. Entonces, en su ciega locura, esta serpiente envenena a los que puede —a los pueblos pequeños, a las mujeres y niños pacíficos en Vietnam del Sur y en el Congo. No hablamos de altas virtudes humanas, pero es necesario haber perdido todo sentimiento de vergüenza para no decirle "no" a este monstruo, para no romperle la cabeza y arrancarte su terrible diente: el arma atómica.
COMUNISTAS, ADELANTE
Para actuar como hemos dicho más arriba se necesitan grandes energías revolucionarias, iniciativa revolucionaria sin precedentes.
Aquí, en primer lugar, debemos llamar la atención sobre el hecho de que, en nuestros días, todas las contradicciones sociales están enredadas en una madeja muy grande y complicada. Si en el pasado existían muchos sectores de la lucha de clases, esparcidos y desligados el uno del otro, en los cuales se enfrentaban entre sí el proletariado y la burguesía locales, si la esencia de los problemas sociales en cada uno de estos casos ha sido muy clara, si cada partido comunista en tales condiciones podía apoyarse plenamente en sus propias fuerzas y en su propia iniciativa, ahora todo el mundo se ha convertido en un único campo de batalla social, en el cual el socialismo y el capitalismo se están enfrentando como dos fuerzas organizadas, ahora la solución de esta o aquella crisis local como regla general, adquiere importancia mundial.
En efecto, la unión de todas las relaciones y las contradicciones sociales no sólo no elimina el problema de la revolución, sino, por el contrario, la plantea con una fuerza y en una escala jamás vista hasta ahora, la plantea no en forma particular sino en forma general: un complejo único exige una solución única. Comprender esto clara y definitivamente después de un largo desarrollo del m.c. a través de particulares capas nacionales, naturalmente, es algo difícil. Pero es tanto más importante declarar ahora muy francamente: lo que han dicho Marx y Engels en el momento del nacimiento del m.c, lo que han escrito en sus banderas los obreros y los soldados rusos antes del ataque de octubre, para nosotros se convierte en tarea histórica real: nosotros debemos preparar incesantemente y por doquier esta tarea, puntualizando, todas nuestras opiniones y acciones para ello. Hablamos de la revolución mundial.
Tratemos la cuestión desde el punto de vista histórico. El desarrollo del capitalismo, cuando vivía Marx, era un desarrollo inicial que, en efecto, se hacia en los limites determinados por la época feudal. En estos límites (con excepción de los EE.UU.) el mundo capitalista representaba en sí una unidad económica tan limitada y sus contradicciones se habían agudizado y complicado tanto que Marx con justeza comprendía la desaparición del capitalismo como resultado de una revolución mundial conjunta, de una lucha general revolucionaria.
Pero, durante la lucha por las colonias y durante la monopolización del capital, se manifestó claramente la ley más importante del desarrollo de los países capitalistas —su desarrollo desigual—. El desarrollo desigual del capitalismo no dejó lugar para una revolución en todos los continentes. La situación económica, el poder de los explotadores y el desarrollo del movimiento obrero en diversos países capitalistas eran muy diferentes, Pero este desarrollo desigual abrió la posibilidad —y Lenin se dio cuenta de esta posibilidad—de romper el eslabón débil en la cadena del capitalismo. La teoría leninista de la revolución en un solo país era, sin duda el ulterior desarrollo de la teoría de la revolución.
A pesar del diverso nivel de desarrollo y de la diversa situación de los países capitalistas, entre ellos se han creado en general relaciones tales que no se pueden romper diversamente sino rompiendo todas las correlaciones, es decir que el mundo en su situación contradictoria se ha hecho nuevamente único, como en los tiempos de Marx. Es natural que en la actual etapa del desarrollo de la lucha de clases no podemos dejar de regresar a la concepción de Marx sobre la revolución mundial y esta vez de manera definitiva.
¿Pero, acaso quiere decir esto que la teoría leninista del desarrollo desigual y de la ruptura de sus débiles eslabones particulares resultaría ahora errónea? Naturalmente que no. La preparación del estallido revolucionario mundial no sólo no excluye la ruptura de la cadena del imperialismo en sus débiles eslabones, la lucha revolucionaria de los pueblos en este sentido, sino presupone esta lucha, su intensificación continua y en todas partes. "Eslabones débiles" en nuestros días son la entera Asia, África y América Latina. Según las palabras de los camaradas chinos, estos continentes se han convertido en una "zona de tempestades revolucionarias". Cuando los oportunistas gritan que los marxistas revolucionarios subestiman el papel dirigente del campo socialista en el m.c. mundial en relación con este problema, ellos hacen abiertamente demagogia y maquinaciones lógicas. El papel de los países socialistas es claro también para China, para Albania y para todos los revolucionarios. Hablaremos de eso en el futuro. Pero esto no impide que los países de Asia, África y América Latina sean aquel punto débil donde se está llevando a cabo la liquidación ulterior de los eslabones de la cadena capitalista. Negando esto, los oportunistas contemporáneos se comportan exactamente como los cabecillas europeos de la II Internacional, quienes negaban la teoría leninista de la victoria del socialismo en la Rusia atrasada. La definición de los países de Asia, África y América Latina como ''zonas de tempestades revolucionarias" es un aporte y un notable desarrollo práctico de la teoría leninista del "eslabón débil". Los oportunistas que no desean comprender esto se oponen a la teoría leninista, la cual adquiere ahora una nueva y mucha mayor importancia y, exactamente como si cerrara el ciclo, nos hace regresar nuevamente al curso de la revolución mundial.
Subrayamos que el ímpetu revolucionario mundial, al comienzo del cual nos encontramos, es el tercero por orden cronológico en la historia del desarrollo del movimiento obrero mundial. El primero de ellos pertenece aproximadamente a mediados del siglo pasado. En aquel entonces, en la lucha contra las teorías utópicas del socialismo, contra sus proyectos de la transición evolucionaria hacia el socialismo, nació la teoría del socialismo científico, proletario. El movimiento revolucionario fue encabezado por Marx y Engels. Todo este periodo está caracterizado por la majestuosidad de la Comuna de París.
El ímpetu revolucionario, que comenzó antes de la primera guerra mundial y alcanzó su apogeo durante esta guerra, fue una etapa nueva, superior, del desarrollo de la revolución proletaria. En esta etapa el marxismo fue desarrollado y profundizado por Lenin. Este desarrollo el marxismo se efectuaba ahora en la lucha directa contra los oportunistas de la II Internacional y, en primer lugar, contribuyó a la liberación de la clase obrera de su influencia dañina. El resultado de la política revolucionaria de los bolcheviques rusos, con Lenin al frente, y de la política revolucionaria de los partidos comunistas que nacieron en Europa, América y Asia fue el nacimiento y el fortalecimiento del primer Estado de la dictadura del proletariado en el mundo, de la URSS.
Está claro que, sólo luchando contra los oportunistas y venciéndolos, los comunistas pueden esperar el nuevo ímpetu revolucionario estando completamente listos a ponerse a su cabeza. Naturalmente, la orientación hacia la revolución mundial alejará del m.c. a los ideólogos pequeñoburgueses, que pueden aceptar el comunismo sólo cocinado con salsa oportunista. En otros términos, la escisión actualmente existente en una serie de partidos comunistas es inevitable. "Antes de unirnos —decía Lenin— debemos separarnos resuelta y definitivamente". Esto es válido también para nuestro tiempo. El m.c. no tiene ninguna razón de avanzar adelante teniendo entre los pies los obstáculos revisionistas. Aún más porque en el proceso del desarrollo de los acontecimientos revolucionarios las filas de los partidos comunistas serán integradas por miles y decenas de miles de verdaderos proletarios de las ciudades y el campo que han comprendido la necesidad de las acciones verdaderamente revolucionarias, que permanecen fieles de todo corazón a la causa del comunismo. Ante nosotros se plantea ahora una gran tarea: derrocar la dominación de los oportunistas en el movimiento comunista mundial, desenmascararlos y desprestigiar su autoridad a los ojos de los trabajadores de todos los países, hacer que el humo sea reemplazado por la llama.
     La lucha revolucionaria no exige sólo valentía y resolución en el momento decisivo, ella no se puede llevar exitosamente sin un trabajo cotidiano, incansable y continuo, sin una férrea firmeza, sin un cálculo frío y realista. En el primer momento, el mismo golpe asestado a los oportunistas, bajo cualquier forma que fuese dado, era un gran hecho histórico, un gran heroísmo revolucionario. Los pueblos de China y de Albania, que atravesaron en esta ocasión pruebas difíciles, merecieron la gratitud y la admiración de todo el proletariado mundial y el recuerdo de su firmeza vivirán en los siglos. Pero los oportunistas movilizan ahora todas sus fuerzas, toda su sabiduría y su capacidad para desacreditar al marxismo revolucionario y para obstruirle el camino que conduce a los corazones de los trabajadores. En estas "condiciones debemos superar alos oportunistas no sólo en el campo de la estrategia general revolucionaria (su causa en este terreno ha sufrido fracasos desde el principio), sino también en la táctica. Para que nuestra táctica revolucionaria no se convierta sólo en un autosacrificio, es necesario que se determine clara y exactamente su esencia.
También aquí nos ayuda nuevamente Lenin. En efecto, analizándolos problemas del derrocamiento revolucionario en escala mundial, no se puede dejar de observar que la correlación de fuerzas en la arena mundial ahora nos recuerda de manera sorprendente la correlación existente en Rusia en vísperas de la gran Revolución Socialista de Octubre. Ante nosotros se encuentran nuevamente las tres clases principales: la gran burguesía y el proletariado, que se encuentran en, un antagonismo inconciliable, y la masa pequeño burguesa campesina, que está revolucionada al colmo pero que es menos estable y consecuente que el proletariado. Y ahora la división de clase en la arena mundial ha tomado una definición geográfica original: la "burguesía: las grandes potencias imperialistas, el proletariado: los países socialistas, el campesinado: los países en vías de liberación de Asia, África y América Latina. Se nos dirá que en cada una de es-las divisiones hay también correlaciones internas de clase. Nosotros no olvidamos esto. La sobredicha división no pierde por eso su importancia en el análisis general de la correlación de fuerzas de clase en la arena internacional. Los marxistas revolucionarios pueden mirar hacia adelante con coraje: ellos no tienen motivos para buscar a ciegas, tienen en sus manos una experiencia enorme de la lucha más que centenaria del proletariado, experiencia analizada y generalizada en sus diversas etapas por los más grandes pensadores de la humanidad —Marx y Lenin—.
     Para aprovechar correctamente esta experiencia hay que tener presente que el éxito de la Revolución de Octubre y de la revolución mundial futura está determinado por la misma condición —por la capacidad del proletariado para ganarse a las masas democráticas del campesinado, para desprenderlas de la burguesía y organizarías en la lucha revolucionaria. Ahora, el aspecto más importante de este problema es la actitud de los países socialistas hacia los pueblos de Asia, África y América Latina que luchan por su liberación nacional y social. Aquí los oportunistas, que mantienen una abierta actitud antileninista, nos han causado un grave daño. No cabe duda de que los países socialistas pueden y deben ayudar a los países liberados de Asia, África y América Latina. Mientras tanto, no debemos de ningún modo imponerles nuestro programa comunista, al igual que Lenin no lo imponía jamás a las masas y a los partidos campesinos en Rusia. Los pueblos que se están liberando deben convencerse ellos mismos por su propia experiencia de la necesidad del desarrollo socialista. Pero esto no significa que los comunistas pueden olvidar el principio de clase y apoyar a quienquiera.
     Los países en vía de liberación de Asia, África y América Latina, que se encuentran en contradicción con los más grandes Estados capitalistas, se convierten ellos mismos en la arena de una lucha terrible entre las tendencias democrático populares y las burguesas. Los comunistas no deben forjarse ninguna ilusión sobre esto. En estos países, al igual de lo que sucedió también en Rusia, es más fácil comenzar la revolución y más difícil llevarla a término. La comprensión de este hecho nos ayudará a evaluar más correctamente también las perspectivas del movimiento revolucionario en los mayores países capitalistas. Aquí no debemos demostrar escepticismo, a pesar de que tengamos que ver con la ciudadela del capitalismo.
Cuanto más se desprendan los pueblos de Asia, África y América Latina de la dependencia política y económica de las potencias imperialistas, tanto más el capitalismo norteamericano, europeo y, por último, australiano sienten la tierra deslizarse bajo sus pies, tanto más lo corroen las contradicciones internas, tanto más se estimula el desarrollo del movimiento revolucionario en los mayores países capitalistas. Desde ahora se puede hablar sobre el fin de aquel auge económico que tuvieron los países capitalistas después de la Segunda Guerra Mundial. En el horizonte de la economía capitalista se ve la crisis general. La oleada extraordinariamente grande del movimiento huelguístico que abarca actualmente a los países capitalistas preanuncia futuras borrascas revolucionarias. Los comunistas de Europa, América y Australia deben estar listos a ponerse al frente de este ímpetu revolucionario y, por eso deben desprenderse de los oportunistas y formar su propia organización. Precisamente partidos tales, como el Partido Comunista de Australia dirigido por el camarada Hill, guiarán a los trabajadores de los países capitalistas en las futuras batallas revolucionarias. El proletariado de las grandes potencias capitalistas ahora tiene más dificultad para moverse que las masas populares de Asia, África y América Latina, pero cuando este proletariado se levante sonará la última hora de la dominación capitalista. Precisamente por esta razón, los comunistas de los países capitalistas deben mirar con coraje hacia adelante, comprendiendo su gran misión histórica. Por más difícil que sea para ellos la prosecución de una política revolucionaria consecuente en el momento actual, por más superioridad que tengan los oportunistas que los rodean por todas partes, tanto más importante y gloriosa es la tarea que pesa sobre sus espaldas, más brillante será su victoria.
Evaluando hoy las perspectivas del movimiento revolucionario mundial, podemos decir que ellas son grandes como jamás antes. Vivimos en un tiempo en que, como lo ha dicho Molotov, todos los caminos llevan al socialismo. Más rápidamente o más lentamente, todas las corrientes del movimiento revolucionario actualmente se están uniendo y formando un impetuoso río. Por duras que sean las pruebas que deben pesar sobre las espaldas de los comunistas, por más graves que sean las contradicciones internas manifestadas en el movimiento comunista, ellas no pueden hacer vacilar a los marxistas dialécticos. No hay que temer los extremos: los contrarios son los dos puños de la historia, mediante los cuales ella se abre el camino.
Pero, ¿significa esto que no debemos esforzarnos en que nuestras acciones sean razonables y miren hacia un objetivo, que las energías revolucionarias se gasten de manera racional, que en la solución de los problemas de principio seamos consecuentes? Precisamente ahora, preparándose para la batalla final con el capitalismo, las fuerzas revolucionarias deben unirse como un solo hombre, deben subordinar sus intereses parciales a un único fin y a una única voluntad. Se les reprocha ahora a los camaradas chinos y albaneses no comprender el papel de la Unión Soviética. Pero fue Mao Tsetung y nadie otro quienen las reuniones de Moscú propuso particularmente que se acentuase la posición dirigente del país de los soviets en el m.c, mundial. Los marxista-leninistas hicieron todo lo posible en ese sentido, pero todo tiene un límite. Desde el momento en que la autoridad, el poder material e ideológico del Estado Soviético se convirtieron plena y totalmente en un arma para la afirmación del oportunismo en el m.c, la separación de los verdaderos revolucionarios de la actual dirección de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se hizo inevitable e indispensable. Hubo un momento en que la revolución rusa al preció de pérdidas innumerables, tuvo en sus manos un campo de batalla para los proletarios de todos los países, tuvo en sus manos la bandera de las grandes batallas revolucionarias del comienzo del siglo XX. Ahora el m.c. mundial debe venir en ayuda de la revolución rusa, de la Unión Soviética. Y para esto será plenamente suficiente la abierta excomunión de los jefes oportunistas del PCUS del comunismo, la abierta demanda de que ellos abandonaron la dirección. Una tal demanda sería una prueba de la fuerza muy grande y del desarrollo del m.c. mundial. Ella sería acogida por los trabajadores de la URSS como un acto de solidaridad revolucionaria, ya que las gentes soviéticas han visto siempre a la Unión Soviética nada más que como primer bastión de la Internacional Comunista.
No cabe duda de que el aislamiento de los cabecillas oportunistas del PCUS en las filas de los partidos comunistas les haría completamente impotentes también en el interior del país. En efecto, la camarilla oportunista de la URSS se mantiene de pie sólo porque nuestras gentes, a pesar de que ven claramente el carácter podrido yegoísta de la burocracia soviética, aún no han comprendido esto en el aspecto social de clase, no han comprendido la necesidad de una lucha dura e inexorable hasta el fin. Inculcarles esta conciencia sería poner a los oportunistas en una situación catastrófica, ya que en un país tal como es la URSS con la fuerza de las armas ellos no podrían mantenerse ni una sola hora. Pero, ¿existen acaso en la Unión Soviética las condiciones favorables para el derrocamiento de los oportunistas? Los comunistas de otros países, no conociendo de cerca las inclinaciones y la vida de los trabajadores soviéticos y juzgando la situación de la opinión pública en base de la prensa, pueden sobreestimar el poder de las tendencias oportunistas (por ejemplo la importancia acordada a las veleidades pequeño-burguesas por nuestros literatos). Los comunistas de otros países deben saber que todas estas inmundicias que nadan en la superficie, por más que naden, no pueden decidir nada. El destino de la Unión Soviética se encuentra en las manos de los obreros ylos campesinos, en las manos de millones de comunistas simples; y ellos dirán su palabra. Hay que tener presente que la crítica que los oportunistas le hicieron a Stalin fue un golpe directo y llevó a la victoria provisional de los oportunistas, ya que se dirigió contra la pureza ideológica y la honradez de nuestro pueblo, contra aquellas peculiaridades de nuestras gentes que las han elevado hacia los grandes heroísmos y permitido superar las más grandes pruebas. Pero, aún en es-tas condiciones, la clase obrera de la Unión Soviética no ha vacilado y no ha caído en la trampa de la provocación oportunista. Su odio hacia los oportunistas es inmenso y sólo la falta de un programa concreto de acciones la deja provisionalmente desarmada. El campesinado soviético pasa a una oposición cada vez más resuelta contra los oportunistas. Alentado en principio por las patrañas de Jruschov, muy pronto se dio cuenta de que los oportunistas son impotentes. La crisis de la agricultura en la Unión Soviética no se puede resolver por ninguna medida incompleta. En efecto, aquí tenemos que ver con el boicot de una clase entera, y sólo una política verdaderamente revolucionaria, verdaderamente democrática, seguida por la dictadura del proletariado, abrirá al campesinado soviético las perspectivas para el futuro.
     Naturalmente esto no vendrá por sí mismo. Para el derrocamiento del sistema burocrático en la URSS es indispensable tener una organización revolucionaria, es indispensable un álveo en el cual se encauce la indignación del pueblo y la lucha popular. Y para eso no es necesario hacer búsquedas. Ante nosotros se encuentra un camino probado —el camino de la reconstitución del partido proletario—. En efecto, en el presente el PCUS se ha convertido en una organización completamente formal, en una cortina que le da a la dominación de los burócratas una apariencia democrática. Es evidente que el nuevo partido verdaderamente proletario no será otro sino el Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética reconstituido. Todos los que están dispuestos a luchar contra la burocracia, todos aquellos para quienes las grandes victorias revolucionarias de nuestro pueblo y la causa de la revolución mundial son sagradas, deben emprender resuelta y firmemente este camino. La hora ha sonado. Desde las células numerosas y aisladas del P.C. (b) de la Unión Soviética hasta la fusión de ellas en un poderoso e inquebrantable alud que barrerá a los burócratas —he aquí el camino que deben recorrer los comunistas soviéticos. La actividad de las células del. PC (b) de la Unión Soviética, sus consignas y sus volantes se deben transformar en una verdadera lucha guerrillera. A los burócratas debe arderles la tierra bajo los pies. Y, ¿es necesario decir que en esta lucha nacerán héroes? Los oportunistas, en su cinismo pequeñoburgués y su desconfianza hacia los hombres, no ven nada más en el mundo que el principio del interés material. Pero el heroísmo y la fidelidad comunista de nuestro pueblo son inmensos. Ahogados en la atmósfera sofocante de la descomposición burocrática, algunos de nuestros hombres perecen y se pierden. Pero si se les muestra el camino, ellos harán milagros. Por más pequeñas y débiles que parezcan en principio las células del PC (b) de la Unión Soviética, sus organizadores deben comprender claramente la importancia histórica de su iniciativa. La persecución contra ellas ciertamente despertará a todo el pueblo y pondrá a las masas frente a los burócratas, pero la burocracia no es capaz de soportar esta confrontación.
Pero el fin de los oportunistas puede llegar también mucho más pronto. La falta de todo apoyo activo de parte de los comunistas hace posible su derrocamiento por las fuerzas sanas y fieles al pueblo dentro de las mismas esferas dirigentes del Estado Soviético. Particularmente hay que tener presente que muchos comunistas, que fueron engañados y mostraron cierta debilidad en el momento en que los oportunistas atacaron a Stalin, ahora han comprendido su error. Al igual que los girondinos, desde el día siguiente del asesinato de Robespierre, se dieron cuenta de que eran impotentes ante la reacción, también una parte de los dirigentes del PCUS han comprendido cuán bajo han caído viendo los resultados de la crítica del "culto a la personalidad" en escala mundial y la intransigencia con que los trabajadores de la URSS recibieron esta campaña. Podemos depositar gran confianza en los cuadros de los militares soviéticos educados por Stalin y que comprenden mejor que nadie el peligro de muerte al cual los oportunistas exponen a la Unión Soviética. Toda persona en cuyo corazón resuena aún el llamado de la revolución, cualquiera que no haya renunciado al nombre de comunista, debe comprender que hasta cuando los oportunistas no se habían desenmascarado definitivamente la colaboración con ellos era sólo un error, mientras ahora la colaboración con ellos es una participación en sus crímenes contra el pueblo. Derrocar a los oportunistas y, luego de haber creado un gobierno revolucionario, poner a la burocracia entre este gobierno y el pueblo como entre el martillo y el yunque —tal es la tarea que se plantea ante los comunistas soviéticos. No se trata en absoluto de la liquidación total de los burócratas. En absoluto. Se debe aplastar inexorablemente sólo a los que se opongan abiertamente a la victoria de la democracia. Es necesario que la clase obrera de la Unión Soviética, después de haber tomado el poder en sus manos, ponga a los burócratas en su sitio y les obligue a restituir mediante el trabajo todo lo que le han robado al pueblo, a restituir mediante el trabajo las nociones y las capacidades adquiridas gracias al pan del pueblo. Es necesario que la dirección general política y económica se haga según la voluntad del pueblo, en concordancia con sus convicciones y exigencias. No cabe duda de que esta política será revolucionaria, comunista, inter-nacionalista, que los trabajadores de todo el mundo dirán: esta es nuestra política.
Viva la bandera roja sagrada, la bandera de la revolución socialista, la bandera de Marx, Engels, Lenin y Stalin.
Por más que intenten los oportunistas cubrirla de barro, esta bandera queda inmaculada. Por más que intenten bajar esta bandera a su nivel, existen fuerzas en el mundo que la mantienen a la debida altura. ¡Honor y gloria para ellos! Está cercana la hora en que esta bandera ondeará nuevamente en la patria del socialismo.
¡Viva el Partido Comunista Bolchevique de la Unión Soviética!

1 comentario:

  1. Hola compañeros del Blog Luminoso Futuro.

    Les queremos pedir que al final de todo este documento pongan la fuente original en donde esta subido el documento, que es el blog revolución cultural.

    enlace: http://cine-cultural-revolution.blogspot.com/

    Gracias y saludos.

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periodista obrero. Comunista (marxista-leninista). Antiimperialista, anticapitalista y antimilitarista.