Por Quibian Gaytan
Las viviendas familiares en este país se han convertido en auténticas jaulas, fortines resguardados contra la intrusión de "extraños". Muros rematados en trozos de filosos vidrios, o con cortantes alambres o electrificados; feroces y babeantes perros se pasean, amenazantes, por sus patios; ominosos letreros proliferan por calles y veredas de barriadas unifamiliares: "Vecinos vigilantes"; amén de cámaras y otros ingenios electrónicos de espionaje en avenidas, centros comerciales y bancarios. Los comerciantes y banqueros, la "gente bien", se arman hasta los dientes. Sólo eres político de "pegue" sí te paseas rodeado de media docena de guaruras, privados u oficiales. El miedo se ha entronizado en nuestras calles, barrios y ciudades.
¿El miedo? No sólo, el terror social. Los periódicos, la radio y la televisión en sospechosa unicidad, cada mañana de cada día, alimentan eso interesadamente: gacetillas sanguinolentas y truculentas fotos de quién apareció con un tiro en la nuca o en la sien, apuñalado o de quién gime en los estertores de la muerte entre los retorcidos fierros de su automóvil.
Pero, si ponemos un poco más de atención en lo que se dice y como se dice enseguida saltan a la luz pública, una serie de puntos centrales los que han de descubrirnos que es lo que se busca. "La violencia que se desborda", "la inseguridad de la ciudadanía", las "bandas juveniles", "las guerras entre narcotraficantes", "la falta de policías en las calles y lo mal armados que están", etc. La dirección inmediata de esa propaganda, muy lejos de ser información objetiva y veraz, insemina odio social y racial contra los pobres a nombre de la SEGURIDAD, MANO DURA y REMILITARIZACIÓN DE LA POLICÍA NACIONAL.
El Chorrillo, cueva de "maleantes y negros", quemado totalmente por el invasor gringo ese 20 de diciembre del 89, hoy se ha reproducido como hongos después de la lluvia por doquier. San Joaquín, Curundú, 24 de diciembre, Río Abajo y otros muchos barrios y barriadas, a lo largo y ancho del país, se han convertido en virtuales "ghettos" de marginados y atados a un sistema injusto, opresor e inhumano. Dónde campean por sus fueros, desde un alto condominio sito en un barrio "de gente bien", los barones de la droga, de la trata de blanca y el lavado de dinero sucio, por intermedio de oficiales de la Policía Nacional controladores de la distribución al menudeo del narcótico. ¿Quién no ha visto el arribo de policías a los centros de distribución al menudeo, en búsqueda de coimas y cobro de la cuota para los de "arriba"? Y si las malllamadas "bandas juveniles" se muestran remisas al juego de la violencia, allí están las fuerzas del "orden" para actuar las batidas y rastrillajes violentos para provocarles. La sociedad capitalista panameña, organizada a imagen y semejanza de una burguesía lumpénesca, improductiva y parasitaria, es la fuente real y única de la violencia en el seno del pueblo. Resulta claro de ahí que las campañas de "armas por comida", de "lucha a la violencia", "castigar a los menores como mayores" y "establecimiento de pena de muerte", no son más que meras hipocresías y falacias encaminadas desviar la atención de las gentes hacia soluciones falsas.
A la raíz de ésta violencia insensata y desbordada se encuentran la explotación, opresión, discriminación y violencia organizada desde "arriba" contra la minoría racial afropanameña y de las nacionalidades indígenas originarias por parte de la capa dirigente de la minoría blanca dominante, oligárquica y fascista. Todo marcha, con fuerza indetenible ya, hacia la entronización y oficialización de una abierta y terrorista dictadura neofascista en Panamá. Las clases dominantes, en el paróximo de su terror y odio de clase hacia los de “abajo”, máxime cuando estos últimos comienzan a pasar del descontento social a una resistencia espontánea y que se generaliza, sólo encuentran camino de salida en la extensión y generalización de la violencia institucionalizada como respuesta. Precisamente, esta opresión nacional y racial, recrudecida a niveles inconcebibles en los últimos tiempos, de los afropanameños y nacionalidades indígenas ha sido la clave de la perpetuación de las relaciones feudales y del desarrollo distorsionado del capitalismo en el Istmo de Panamá, de la sobreexplotación, del desempleo masivo, la subalimentación generalizada y el hambre crónica, la marginalización, y; de ahí, el desborde programado de la violencia en el seno del pueblo.
Bajo el estandarte de "mano dura" y "seguridad", oligarcas, de ultraderechistas y reaccionarios cubren, en su cruda realidad, cual hoja de parra, el creciente clima de restauración militarista y segregacionista que atizan los ricos y superricos contra el pueblo pobre en el país y; que anuncia, por otro lado, el renacimiento de la Guardia Nacional, de tan triste memoria para el sencillo "ciudadano de a pie", demócratas, sindicalistas y revolucionarios. Sí, de esa misma Guardia Nacional, ahora con nuevos nombres y los mismos uniformes, que por más de 36 años (contando desde su creación en 1952) aterrorizó, apaleó y asesinó la legalidad constitucional, la democracia y a quienes pretendieron defenderla. ¿Aceptaremos, otra vez, que ponga su bota claveteada sobre nuestras espaldas, su pistola sobre nuestra nuca y cercene nuestra voluntad de hombres libres?
A los dominantes y a los gobernantes, de siempre colocados de espaldas a los intereses del pueblo y con miras de salvaguardar sus mezquinos intereses opresivos y explotadores, se les escapa que los ciudadanos tienen necesidad de un ambiente sano, de libertad, democracia y de bienestar material y espiritual.
Puestos a hablar de represión de la delincuencia, deben hablar y dedicarse a reprimir no tan sólo a la microcriminalidad sino que también a la macrocriminalidad, de los criminales de saco y corbata, comerciantes chupasangre y banqueros lavadores de dinero sucio, mucho más peligrosos para la salud de la Patria. Allí están, como monumentos institucionalizados a la degradación moral, los presidenciales el lavador de dinero sucio Martinelli, como la Balbina Herrera beneficiada con la "inversión millonaria" del narcotráfico, el pretendiente alcaldicio "Bobby" Velázquez y las 134 grandes empresas (Supermercados X-tra, 99, Arrocha, Machetazo, Shell, Novey, Saks, Stevens y otras) todos vinculados al caso Murcia.
¡Ah! Eso no lo quieren ver, lo ocultan más bien. Prefiriendo recurrir, mal hábito ya, al uso desmedido de la represión policiaca antipopular. Nunca, ni lugar alguno, la violencia policial ha sido formula de solución a los graves problemas sociales, económicos, nacionales y políticos que sofocan a la sociedad entera. En nombre del saneamiento social y moral de su podrida sociedad, se encaminan por la senda de la militarización y la fascistización. ¿Les dejaremos hacer?
No a la violencia policiaca, no al militarismo gorila, no más dictadura militar-fascista o cívico-policial. Derrotémoslos, antes que asalte la libertad de nuestro pueblo. Es este nuestro llamado a los revolucionarios, a los demócratas, a los antimilitaristas para que aperturemos el más fructífero debate respecto al peligro que entraña la violencia policiaca y para que desentrañemos, juntos, las reales raíces económicas y sociales de la violencia inserta en el seno del pueblo, y, en fin que las masas se deshagan de una vez por todas de este corrupto, infame y opresor sistema económico y su correspondiente sistema oligárquico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario