por Pablo (del Colectivo de Luminoso Futuro)
(Nota de Luminoso Futuro: La contribución que presentamos de seguido son las opiniones personales del autor, por lo que la visión y el tratamiento de la temática no deben considerarse como correspondientes a los criterios generales del Colectivo)
TRABAJO, GLOBALIZACION DEL CAPITAL Y LAS LUCHAS SOCIALES DE HOY
La internacionalización de la lucha de los trabajadores contra el Imperio del Capital.
Las condiciones actuales de un mundo globalizado bajo el signo del capitalismo neoliberal, el cuál según sus teóricos es irreversible, (B. M., 1995:45) ha llevado a que en este “nuevo orden mundial” se hable desde ya hace algún tiempo del “fin del trabajo, en función de todas las transformaciones tecnológicas”, así además se adelantaban otros y hablaban del fin de la clase trabajadora y por consiguiente de la “muerte” del movimiento de los trabajadores como movimiento social.
También dicen ello es producto de las últimas transformaciones estructurales que se han producido en el mundo del trabajo, es decir neoliberalismo, flexibilización, movilidad, mundialización del capital, etc., lo que imposibilitaría cualquier acción de los trabajadores como sujeto revolucionario. Incluso es común ve este tipo posturas pesimistas desde la izquierda, que llegan a considerar que el movimiento de los trabajadores está históricamente superado y que el triunfo final del capitalismo ha clausurado toda las alternativas. Muchas de estas ideas tratan de cuestionar las de Karl Marx en cuanto a que la esencia del hombre es el trabajo y, por tanto, su centralidad en la estructuración de las otras relaciones sociales.
La práctica ha demostrado lo contrario; los grandes cambios masivos ocurridos durante el siglo pasado y que aun continúan, no son más que el producto de las leyes de cambio constante, y por tanto, la Globalización es un proceso a largo plazo muy contradictorio, en el cual cada avance en la expansión del capitalismo ha traído nuevas y mayores inestabilidades, en consecuencia, ha incrementado las posibilidades de lucha y con ello la importancia de los trabajadores como sujeto revolucionario y el valor del movimiento de los trabajadores como movimiento social en las nuevas circunstancia de lucha de clases.
Esta situación de crisis del mundo globalizado se ve muy bien descrita y anticipada en el Manifiesto comunista de 1848:
“Toda esta sociedad burguesa, que ha hecho surgir tan potentes medios de producción y de cambio, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar la potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros … Basta mencionar las crisis comerciales que, con su retorno periódico, plantean, en forma cada vez más amenazante, la cuestión de la existencia de toda la sociedad burguesa … Durante la crisis, una epidemia social, que en cualquier época anterior hubiera parecido absurdo, se extiende sobre la sociedad: la epidemia de la superproducción”.
Hoy hemos llegado a una etapa superior del imperialismo, la del Imperio del capital, “es la forma política del mercado mundial con todas sus armas y medios coerción para defenderlo, con sus instrumentos de regulación financiera y comercial, llámese FMI., B. M., OMC, G.A.F.F.I., etc., con sus formas de comunicación interconectadas, lenguajes, circulación, es decir el Imperio es el mando ejercido sobre toda la sociedad capitalista mundializada. (Negri, 1998:53).
Es en estas circunstancias que se arriba a las diversas connotaciones de la crisis del trabajo, llevándonos a tener el problema del concepto de trabajo, las significaciones del mismo son construcciones sociales que implican determinadas relaciones de poder y dominación, relaciones de fuerzas que pueden hace variar los significados de los conceptos. La sociedad capitalista y en particular la economía neoclásica mediante sus aparatos ideológicos de dominación ha logrado instalar en la mente de muchos la idea reduccionista de que el trabajo sólo es aquel asalariado.
Es por tanto el uso restringido del concepto “trabajo” como asalariado el que conduce a consideraciones como su pérdida de importancia en la población económicamente activa (PEA), o bien a la constatación de la disminución del empleo en el sector industrial, para luego entonces argumentar su fin y el fin de las posibilidades de articular luchas sociales o de construir posibilidades hacia un mundo mejor.
No obstante los defensores del Imperio del Capital saben que las posibilidades de lucha de los trabajadores no han sido liquidadas y prevén un contragolpe, y están alertas ante estas futuras eventualidades. En palabras del B. M., la “globalización ofrece oportunidades pero también exacerba riesgos”, igualmente un artículo publicado en el Foreign Affaire, titulado “Trabajo y la economía global “, declara que “la economía global está dejando millones de trabajadores desafectados en su curso”, por lo tanto advierte a los artífices de las nuevas políticas económicas que “de no hacer caso a la insatisfacción de los trabajadores, y las difíciles condiciones de los desempleados y los subempleados como si fuesen problemas menores lo hacen a cuenta de ponerse a sí mismos en riesgo”. (Kapstein, 1996:14 - 37).
Adel movimiento de los trabajadores en función a procesos económicos y políticos y por ello éste esta demostrando habilidades para superar situaciones de crisis, regenerarse y adaptarse a las nuevas condiciones de lucha. (Munck, 2001:32).
Cabe preguntarnos ¿Cuál es el sentido de la lucha hoy en día? A nuestro juicio sigue siendo el mismo, porque el problema se mantiene y aún está allí. Es decir que el germen de la luchas sociales, las cuales han ido construyendo la historia de la humanidad, no ha cambiado, simplemente se ha hecho más complejo y contradictorio, y allí residen las nuevas y grandes posibilidades de la lucha, pues vivimos en un mundo en el cual, el nivel de explotación y de contradicciones se ha elevado al nivel de lo que han dado en llama algunos “imperio del capital colectivo”. Es decir, que ha elevado las formas de explotación a otras más amplias, sociales, inmateriales, pues todos los aspectos de la vida son invadidos, porque la producción de riquezas ha salido de la fabrica hacia el resto de la sociedad.
Por tanto, estamos siendo explotados dentro de este marco de mundialización del capital, el del capitalismo en reestructuración en cada nación, y lógicamente con nuevos esfuerzos por desarticular y despolitizar a la clase trabajadora, en aras de la competitividad y el libre mercado.
De allí la emergencia de movimientos sociales amplios de nuevo tipo en toda América Latina para no decir que casi todo el mundo. Ello demuestra que la solidaridad como vínculo articulador y la lucha por la dignidad de la persona humana no ha perdido vigencia, que pueden ser relanzadas con imaginación y ubicación clara en las nuevas circunstancias.
sí es que, contrario a algunas visiones evolucionistas del movimiento de los trabajadores, según las cuales, éste tuvo una etapa de nacimiento, desarrollo, madurez, vejez y muerte, debemos más bien verlo como ciclos del
En todo caso la explicación de la crisis de los sindicatos a partir de la supuesta decadencia estructural de un tipo de trabajador (el obrero industrial) que habría sido la base de las luchas durante un siglo, no es tal cual se ha planteado. Ya que el supuesto obrero de la industria pesada, calificado, hombre, con trabajo estable y sindicalizado, siempre fue una minoría en toda las épocas, y no en todos los países y época ha sido la vanguardia del movimiento proletario. Además, los trabajadores que crearon la Primera Internacional eran sobre todo de oficios; más aun la vanguardia durante largos años para el caso de México fueron los maestros, los trabajadores ferrocarrileros, los electricistas, y en los años setenta irrumpieron trabajadores de servicios modernos para los cuales no fue una limitación para organizarse y lleva adelante luchas sociales, más allá del tema sindical clásico, el no ser de industrias o trabajadores manuales, como los telefonistas, bancarios, o de la aviación. (Garza Toledo, 2001:18).
En otras circunstancias es importante tener presente las funciones del Estado, en este mundo globalizado, estas no han cambiado, ni han desaparecido. Si bien es cierto, al Estado-nación le son permeadas sus características de soberanía política, militar, cultural, etc., a favor del Imperio, a favor del mercado, este sigue siendo fundamentalmente, y “de el se desprenden subsidios, operaciones de rescate financiada por los contribuyentes, mediante más deuda externa, recordemos los casos de México y Asia, también es necesario porque él garantiza la disciplina laboral, el orden social, la flexibilidad y movilidad”. (Meikins, 2000:116). Es decir se convierte en gendarme de los intereses de grandes potentados, de las multinacionales, de sus lugartenientes nacionales, es decir gendarme del capital.
Sus funciones como expresión política del poder de una clase social opresora de las demás, de mantener el sistema de explotación, se mantienen, solo que actualmente “Todo se reorganiza en función del nuevo horizonte unitario del imperio” (Negri, 2001). Marx ya lo había previsto cuando advierte que “se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material, como a la intelectual. La producción intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en día más imposibles … Las provincias independientes, ligadas entre sí, casi únicamente por lazos federales, con intereses, leyes, gobiernos y tarifas aduaneras diferentes, han sido consolidadas en una sola nación, bajo un solo gobierno, una sola ley, un solo interés nacional de clase y una sola línea aduanera”. (Marx, 1848).
Pero sabemos que la historia es el producto de la lucha de clases, la lucha entre explotados y explotadores, y que el movimiento de los trabajadores s hace movimiento de clase cuando pasa a la lucha política; esta lucha no ha concluido, se produce a nuevos niveles, en los cuales los movimientos de los trabajadores asumen funciones más abarcadoras dentro de la sociedad como movimiento socimitad del siglo XX, el trabajo se ha emancipado por su capacidad de hacerse intelectual y ha ganado con respecto al régimen disciplinario de la fabrica y ha podido superar la forma unilateral en la cual la estructura del proceso de trabajo era dominada mediante su división entre trabajo físico y trabajo intelectual, ya que la capacidad productiva, las herramientas de trabajo, han sido apropiadas por el trabajador, porque el trabajo se a hecho intelectual, (Negri, 1998:34-35) es decir, su capacidad productiva esta en su cerebro, es la nueva gran potencialidad productiva de riquezas en manos de toda la sociedad, y sigue siendo explotada.
La explotación hoy en día ha sido elevada a un nivel superior, supranacional, es ejercida a través de los mecanismos políticos y financieros de presión del Imperio (OMC, B.M., FMI, etc.) igualmente cuando sus intereses peligran, entran en acción sus sistemas militares multinacionales a fin de asegurar el clima de estabilidad adecuado para la inversión.
La nueva etapa de lucha entre explotados y el poder del capital, no es más que el resultado de la constitución del Imperio, el cual es la respuesta capitalista a las crisis de los viejos sistemas que servían para disciplinar la fuerza de trabajo a escala mundial.
Nos damos cuenta entonces que el enemigo común de la lucha de liberación en este siglo son la mundializacón capitalista, el gran “capital transnacional”, el FMI, el BM, la OMC , etc., responsables de las tragedias sociales, económicas, políticas, hablamos de desempleo, pobreza, violencia represiva, destrucción del medio ambiente, es una enumeración interminable.
En esta lucha contra el capital, juega una gran importancia el internacionalismo de los trabajadores y la solidaridad internacional.
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La práctica ha demostrado lo contrario; los grandes cambios masivos ocurridos durante el siglo pasado y que aun continúan, no son más que el producto de las leyes de cambio constante, y por tanto, la Globalización es un proceso a largo plazo muy contradictorio, en el cual cada avance en la expansión del capitalismo ha traído nuevas y mayores inestabilidades, en consecuencia, ha incrementado las posibilidades de lucha y con ello la importancia de los trabajadores como sujeto revolucionario y el valor del movimiento de los trabajadores como movimiento social en las nuevas circunstancia de lucha de clases.
Esta situación de crisis del mundo globalizado se ve muy bien descrita y anticipada en el Manifiesto comunista de 1848:
“Toda esta sociedad burguesa, que ha hecho surgir tan potentes medios de producción y de cambio, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar la potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros … Basta mencionar las crisis comerciales que, con su retorno periódico, plantean, en forma cada vez más amenazante, la cuestión de la existencia de toda la sociedad burguesa … Durante la crisis, una epidemia social, que en cualquier época anterior hubiera parecido absurdo, se extiende sobre la sociedad: la epidemia de la superproducción”.
Hoy hemos llegado a una etapa superior del imperialismo, la del Imperio del capital, “es la forma política del mercado mundial con todas sus armas y medios coerción para defenderlo, con sus instrumentos de regulación financiera y comercial, llámese FMI., B. M., OMC, G.A.F.F.I., etc., con sus formas de comunicación interconectadas, lenguajes, circulación, es decir el Imperio es el mando ejercido sobre toda la sociedad capitalista mundializada. (Negri, 1998:53).
Destaca entonces la necesidad de unidad de los trabajadores a fin de prepararse para la batalla, para la guerra civil de las masas contra el capital mundializado y contra el Imperio. “En esta lucha – verdadera guerra civil – se van uniendo y desarrollando todos los elementos necesarios para la batalla futura. Al llegar a este punto, la coalición adquiere un carácter político. Ante nosotros tenemos el programa y las táctica del movimiento sindical de varios decenios, y de toda la larga época durante la cual el proletariado prepara sus fuerzas “para la batalla futura”” (Lenin, 47), lo cual no significa que este deba auto-analizarse o auto-evaluarse y reconocer la necesidad y la posibilidad de nuevas formas de articular la resistencia y la lucha social.
El internacionalismo en esta etapa de la lucha es evidente en cuanto el movimiento de los trabajadores conjuga sus lucha con las de otros movimientos sociales, como ecologistas, los opositores a la mercantilización del mundo, etc., y los hemos visto luchando en Seattle en 1999 al hacer fracasar una reunión de la OMC , en Praga durante las reuniones del FMI y el BM, en el Foro Social Mundial en Porto Alegre, en enero de 2001, contra el Foro de Davos.
A nivel de cada nación el movimiento de los trabajadores, como movimiento social debe reorganizarse, pasar de sus luchas economicistas y convertirse en un verdadero movimiento de clase al pasar a la lucha política. Por tanto, debe abandonar y superar las limitaciones y posturas reformistas y revisionistas de algunos liderazgos sindicales, dejando atrás el paternalismo de gobiernos reformistas populistas, que auspician la sindicalización, limitando así las posibilidades revolucionarias de los trabajadores. Las luchas limitadas a tareas simplemente reivindicacionistas, a políticas de conciliación, a vanguardismos tradicionales distanciados del resto de las luchas sociales dificulta su politización, deben darse paso a aceptar la unidad en la práctica reconociendo la diversidad, multiplicidad y pluralidad de los nuevos actores sociales de las lucha de hoy. Pienso que las luchas de los trabajadores también son las luchas del resto de la sociedad, partiendo del hecho de que la explotación del Imperio abarca a la sociedad entera, a toda la vida, al trabajo en todas sus formas y es precisamente esa condición la que nos define, todos somos trabajadores.
Por otro lado, si bien es cierto que hay muchos sindicatos con cierta adhesión a movimientos de izquierda, esto no necesariamente significa un compromiso revolucionario, pues muchos dirigentes sindicales se reducen a tareas reivindicacionistas en torno al problema laboral, e incluso colaboran como auxiliares del sistema en tareas en conjunto, pero no promueven a los trabajadores en función de clase en la lucha por la transformación social.
Para ello es necesario que se libren de los factores alienantes que los circundan, adecuándose a las actuales condiciones, con estructuras renovadas y que abarquen a la sociedad entera, adquiriendo un compromiso real de resistencia, un compromiso hacia un mundo mejor.
BIBLIOGRAFIA
Kapstein, E., “Workers and the World economy”, 1998,
Mayo-junio, 1998. Foreign Affaire.
Lenin, V. I., “Acerca de algunas particularidades del
desarrollo histórico del marxismo”. Ed.
Progreso, Moscú.
Marx, Carlos, “Manifiesto del Partido Comunista”. Ed.
Progreso, Moscú.
Meikins, Wood E., “Trabajo, Clase y Estado en el capi
talismo global”, Revista Observa
torio Social de América Latina,
Nº 1, junio de 2000
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