Hacen 65 años, el Ejército Rojo conducido por el Mariscal Gueorgui Zhukov y con la dirección estratégica del Mando Supremo Mariscal José Stalin, obligaba la rendición de la Wehrmacht hitleriana en los escombros berlineses del bunker del genocida Adolf Hitler. Días antes a las 21 horas y 30 minutos del 30 de abril, dos combatientes soviéticos, los sargentos M. Egórov y M. Kantaria, enarbolaban la bandera roja con la hoz y el martillo en las cúpulas del Reichstag alemán, símbolo de la barbarie nazi-fascista.
La larga «gran guerra patria» comenzará el 22 de junio de 1941, con una aleve agresión que rompía un pacto de No Agresión que había sido acordado por los cancilleres Molotov y Ribbentrop el mismo que determinó un aplazamiento momentáneo del comienzo de la guerra.
Efectivamente, en la madrugada de aquel 22 de junio, un ejército jamás visto en la historia de las guerras irrumpió en las vastas estepas rusas. Tres millones y medio de soldados con 3580 tanques, 7148 cañones y 500 000 otros motorizados, comenzaron a marchar en un frente que se extendía a través de toda Europa desde el Artico hasta el Mar Negro.
Radio Moscú interrumpía sus transmisiones normales para comunicar tan terrible noticia. Sin declaración formal de guerra, las hordas fascistas habían cruzado la frontera común dando comienzo a la guerra más grande, sangrienta y cruel y pérfida de que se tenga memoria. Era, ésta, una guerra de nuevo tipo. Hitler decía a sus generales que los comunistas no eran combatientes normales y que se trataba de una guerra de exterminio. Todos los “comisarios políticos”, por ejemplo, debían ser inmediatamente ejecutados.
Hitler bautizó su criminal agresión con el nombre de “Operación Barbaroja” y declaró: «Cuando Barbaroja golpèe, el mundo guardará silencio y contendrá el aliento…..»
Por otro lado confesaba a su amigo Rauschning, antes de su ataque la Unión Soviética:
«Por tanto se nos impone el deber de despoblar, como tenemos el de cultivar metódicamente el aumento de la población alemana. Habrá que instituir una técnica del despoblamiento. Me preguntareís lo que significa “despoblamiento”, y si tengo la intención de suprimir a naciones enteras. Pues bien, si, es más o menos eso. ¿Quién podría impugnarme el derecho de aniquilar a millones de hombres de razas inferiores que se multiplican como insectos y que, por lo demás, no haré, pero cuyo crecimiento impediré sistemáticamente? ….. Existe más de un método para suprimir sistemáticamente a las naciones indeseables, relativamente sin dolor, y en todo caso sin hacer correr sangre». (Hermann Rauschning. “Hitler me dijo”).
¡¡Efectivamente, Hitler conocía la magnitud de su crimen!!
Los primeros meses después de la invasión fueron catastróficos para las armas soviéticas por las grandes pérdidas humanas que ocasionaba la brutal ofensiva nazi que no respetada a los niños, a las mujeres, a los ancianos. 20 millones de ciudadanos soviéticos fueron asesinados por la bestia hitleriana. Una a una iban cayendo las ciudades, las aldeas y los campos soviéticos en manos alemanas. Los baluartes soviéticos de Sebastopol y la fortaleza de Brest, cayeron después de inaudita resistencia.
«El 7 de noviembre se realizó en la plaza Roja el tradicional desfile de tropas, y de nuevo habló J. Stalin. Dirigiéndose a los combatientes que al terminar la parada saldrían directamente para el frente, dijo: “todo el mundo ve en vosotros la fuerza capaz de aniquilar a los rapaces tropas de los invasores alemanes. Los pueblos sojuzgados de Europa ven en vosotros… a sus libertadores”. El discurso de Stalin terminó con estas palabras “¡Que os inspire la victoriosa bandera del gran Lenin!...¡Bajo la bandera de Lenin, adelante, hacia la victoria» (La Gran Guerra Patria de la Unión Soviética)
La ofensiva alemana para tomar Moscú, recibió el nombre de operación “Tifón”. Los sangrientos combates llegaban y se realizaban ya en los arrabales de Moscú y los barrios de su periferia ya habían sido tomados por el enemigo. Hitler declaraba que la ciudad debía ser enteramente cercada de modo que ningún habitante, niño, mujer o anciano pudiera salir del cerco. Había que aniquilar a toda la población.
Stalin, impertérrito, permanecía en su despacho del Kremlin a pocas cuadras del frente. Jamás dispuso ninguna retirada de Moscú. Estaba dispuesto a rendir su vida en la defensa de la capital.
«Stalin estaba en Moscú, organizando las fuerzas y los medios para derrotar al enemigo. Hay que hacerle justicia: al frente del Comité de Defensa del Estado y apoyándose en los dirigentes de los comisariados del pueblo, llevó a cabo una titánica labor de organización de las reservas estratégicas y de los medios materiales y técnicos necesarios. Con la rígida exigencia propia de él logró lo que, podría decirse, era casi imposible» (Zhukov. Memorias)
La batalla de Moscú finalmente fue ganada heroicamente por los defensores de la capital haciendo retroceder a la bestia hitleriana unos cien kilómetros.
«En julio de 1942, cuando la agrupación de choque del enemigo penetró en el recodo del Don, empezó la más grandiosa batalla de la segunda guerra mundial». (La Gran Guerra Patria)
Esta segunda oleada de julio de 1942 se dirigió hacia Stalingrado, la heroica, donde se libró la batalla más grande todos los tiempos con millones de combatientes por ambos bandos y que durara cuatro meses de la manera más enconada que uno puede imaginarse. Se lucho calle por calle, edificio por edificio, cuatro por cuarto, cuerpo a cuerpo. El túmulo de Mamai, perdido y vuelto a conquistar alternativamente por los adversarios y la Casa de Pavlov, fueron los reductos stalingradenses que el ejército nazi no pudo conquistar nunca.
«Un brillante ejemplo del papel desempeñado por los puntos de apoyo es la defensa de la “Casa de Pavlov” que se incorporó a la historia de la batalla de Stalingrado…. Una noche a finales de septiembre, cumpliendo la orden recibida, el sargento Y. Pavlov con tres soldados realizaron la exploración y ocuparon el edificio» (La batalla de Stalingrado. Sansonov)
En Stalingrado funcionó algo más importante que las condiciones materiales de la guerra, algo muy superior al mecanismo normal de la guerra.
Una poderosa contraofensiva soviética era planificada entonces por el Mando Supremo a la cabeza de Stalin y Zhukov. Dos gigantescas tenazas desde el norte y el sur de Stalingrado, aprisionaron al Sexto Ejército germano que fue aniquilado y rendido incondicionalmente con un millón de soldados alemanes conducidos por el Mariscal de Campo Von Paulus.
Por su parte la ciudad de Lenin, Leningrado, sostenía un cerco completo durante 900 días, que la aislaba totalmente de la retaguardia soviética. Leningrado soportó la falta de todo: agua, alimentos, municiones, empero resistió y venció.
La batalla de Kursk fue otro gran encuentro de dimensiones históricas, donde los blindados, tanques y carros de asalto soviéticos destrozaron la maquinaria acorazada nazi-fascista decretándose la retirada precipitada de todo el ejército detrás de las fronteras soviéticas.
«La batalla por Berlín fue una lucha a muerte. Desde la profundidad de la Madre-Rusia, desde Moscú y las heroicas ciudades de Stalingrado y Leningrado, desde biolorusia, desde las repúblicas del Báltico, de Transcaucasia y de otras repúblicas llegaron allí nuestros hombres para poner fin a la justa guerra contra quienes habían atentado a la libertad de su patria» (Zhukov. Memorias)
Los grandes mariscales soviéticos que dirigieron las batallas fundamentales fueron oficiales revolucionarios después de la purga que realizó Stalin de los altos mandos corrompidos y traidores de la calaña de Tukasheski y Vlasov, provenientes del viejo ejército zarista y reclutados por el traidor Trotsky; son los siguientes: Gyorgy Zhukov, Simeón Timoshenko, S. Budionny, Shaposnikov, Ivan Koniev, Voroshilov, Grechko, Ribalko, Chuikov, Yeremenko, etc.
Los héroes soviéticos que luchaban en difíciles condiciones en la retaguardia alemana como francotiradores y como guerrilleros fueron incontables, entre ellos se destacan la figura hermosa de la francotiradora Luzmila Pavlichenko (doscientos oficiales alemanes abatidos por la gran francotiradora), de la adolescente Soya Kosmodemianskaya y del intrépido francotirador V. Záitsev.
«A las 0 horas 50 minutos el 9 de mayo de 1945, se clausuró la reunión en la que fue aceptada la capitulación incondicional de las fuerzas armadas alemanas» (Zhukov. Memorias)
Después de la guerra y cuando lamentablemente sobrevino la vil traición al socialismo de los revisionistas “soviéticos” a la cabeza del renegado Nikita Jruschov, se difundió la mentira y falacia más grande que trataba de negar la participación principal de Stalin en la conducción de la guerra y en el triunfo anti-nazi. Se decía del modo más infame que “la guerra había sido ganada a pesar de Stalin”. Naturalmente esta desdichada afirmación calumniosa no podía sostenerse y hoy a los 65 años de la sensacional victoria, todos los pueblos honrados del mundo celebran y agradecen a los pueblos soviéticos, al gran Ejército Rojo, al Partido Comunista Bolchevique y a su gran líder el camarada Josif Vissarionovich Dyugasvili (José Stalin), por el inmenso servicio prestado a la Humanidad por ellos que la salvaron de la bestia apocalíptica del nazi-fascismo, pariente cercano del actual Cuarto Reich de los bandidos yanquis.
La verdad histórica sobre el papel destacadísimo de Stalin se va reponiendo poco a poco. Mientras el diminuto nombre del traidor Jruschov va desapareciendo hacia los imperceptible, se va destacando con rasgos propios, por el peso de la realidad inconmovible, la figura y el nombre del Mariscal Stalin, vencedor universal del nazismo, gran comandante mundial de la victoria sobre los peores enemigos del genero humano.
La gran guerra patria había concluido, la atrocidad cometida por el nazismo había costado 50 millones de vidas, una Europa desangrada se dividía entre las zonas liberadas por el Ejército Rojo y las que habían quedado en poder de las fuerzas occidentales. De las cenizas de esa Europa destruida se levantaría una nueva sociedad, la sociedad socialista construida y organizada por el camarada Stalin cuyo ejército había liberado Europa oriental.
El campo socialista, lamentablemente duró muy poco. Al fallecimiento del gran héroe, pequeños falsarios que habían usurpado el poder en el Partido Bolchevique, iniciaron el proceso restaurador del capitalismo que hoy oprime nuevamente a esos pueblos.
A nombre de los comunistas, marxistas-leninistas y maoístas de Bolivia, América Latina y el mundo, expresamos en este 65 Aniversario de la firma de capitulación del nazi-fascismo, nuestro más emocionado homenaje a los héroes conocidos y anónimos de esta majestuosa gesta liberadora.
¡¡Gloria a los pueblos heroicos de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas!!
¡¡Gloria al heroico Partido Comunista Bolchevique!!
¡¡Gloria el inmortal Ejército Rojo de obreros y campesinos!!
¡¡Gloria eterna al gran Mariscal Jose V. Stalin!!
Por el Comité Central del Partido Comunista (MLM)- Bolivia
c. Jorge.
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