El Gran Sol Rojo del Amanecer

martes, 25 de octubre de 2011

UOC: El TLC: La Carne Viva de la Dominación Semicolonial Imperialista


El gobierno de Santos como fiel lacayo del imperia­lismo y protector de los intereses de la burguesía y los terratenientes ha firmado el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y ya saltan a la palestra los efectos de tal acuerdo sobre los intereses de cada clase social.

La burguesía, los terratenientes y sobre todo, los im­perialistas norteamericanos, ensalzan al TLC como “un salto hacia la consolidación del progreso económico y la mejora en el bienestar de los colombianos”; y el coro lo hace el presidente de ACOPI quien afirma que la peque­ña burguesía, la pequeña y mediana empresa (Pyme), es la “ganadora neta en el proceso de negociación del TLC”. Y en todo caso, dicen todos, los pequeños perjuicios son “daños colaterales” que se resarcirán a los damnificados con más impuestos sobre el pueblo. De nuevo se repite la legendaria artimaña de la burguesía, de no defender abiertamente sus intereses de clase, sino presentarlos como los intereses de todo el pueblo, de toda la nación, de todo el país, de toda la sociedad.

Muy contradictoriamente, a los jefes del Polo De­mocrático Alternativo (alianza electorera de la demo­cracia pequeñoburguesa y la “izquierda” oportunista), natos defensores de la pequeña propiedad, lo que más les duele del TLC son los “daños colaterales” sobre la “producción nacional” de la burguesía, sobre todo de la burguesía agraria, donde por décadas han buscado in­fructuosamente una burguesía nacional antiimperialis­ta, que se erija en timonel de su programa de reformas.

Por su parte, los comunistas revolucionarios, defen­sores conscientes e intransigentes de los intereses del proletariado, desde el comienzo mismo de las tales ne­gociaciones, dijimos que el TLC era un acuerdo a favor del capital monopolista para beneficiar a los imperia­listas norteamericanos en asocio con sus lacayos en Colombia, la burguesía y los terratenientes, a cuenta de multiplicar la superexplotación de la clase obrera, la ruina acelerada de la pequeña producción y la entrega de los recursos naturales.

¿Por qué un simple tratado comercial puede ocasio­nar conclusiones tan disímiles?

Porque el TLC beneficia o afecta directamente los in­tereses económicos de las clases, y por tanto, lo que se diga del TLC, sólo puede ser un juicio de clase.

En primer lugar existen diversas concepciones de cla­se sobre la época en que vivimos. Para los explotadores ésta es la época “más esplendorosa de la humanidad” y por tanto el capitalismo debe ser un reino eterno. Tam­bién para los ideólogos de la pequeña burguesía el ca­pitalismo es la mejor sociedad a la que se puede aspirar siempre y cuando se limiten los abusos de la burguesía monopolista y se resanen las lacras del sistema. Para los proletarios, ésta es la fase agónica del capitalismo, donde el imperialismo se ha convertido en un sistema mundial de opresión y explotación, cuya derrota por la revolución proletaria mundial es inevitable y necesaria para dar paso a la sociedad socialista.

En segundo lugar, existen diversas concepciones de clase sobre el carácter de la sociedad colombiana con relación al imperialismo. La burguesía y los terratenien­tes declaran en su Constitución Política que Colombia es una nación independiente y soberana. Los teóricos de la pequeña burguesía y sus jefes políticos demócratas y oportunistas, también lo creen, y como ciudadanos respetuosos del Estado y de sus leyes, les choca que los imperialistas mancillen la soberanía nacional con tratados como el TLC. Para los proletarios Colombia es una sociedad capitalista, dominada semicolonialmente por el imperialismo, es decir, independencia en las pa­labras y en las leyes, pero en los hechos dependencia económica y política; una forma de dominación especí­fica de la época del imperialismo, que al profundizar las diferencias típicas del capitalismo entre el proletariado y la burguesía, entre el trabajo manual y el intelectual, entre la ciudad y el campo, entre el hombre y la mujer, agudiza el antagonismo de las contradicciones de clase en la sociedad colombiana.

De ahí, que mientras los burgueses y terratenientes se envanecen del TLC como un tratado comercial “de tú a tú” con los Estados Unidos, la democracia peque­ño burguesa y el oportunismo, se rasgan las vestiduras ante tal “imposición” del imperialismo y reniegan de la burguesía apátrida que no hizo respetar la soberanía nacional.

Por su parte, el proletariado no puede distraerse y confundirse por las apariencias, sino que conociendo las contradicciones y leyes de la sociedad colombiana y del imperialismo, debe atenerse a lo que indican los he­chos: el TLC es la carne viva de la dominación semi­colonial imperialista sobre la sociedad colombiana, donde los burgueses y terratenientes no son víctimas de una imposición imperialista, sino sus socios lacayos, no por entregar la soberanía nacional que nada vale en una semicolonia, sino por pactar un negocio que le dispen­sará superganancias a la burguesía imperialista norte­americana para reposicionarse en el continente en su enfrentamiento mundial con el imperialismo europeo; y desde luego, también jugosas ganancias a la burguesía y los terratenientes, como socios cómplices que necesi­tan el oxígeno del comercio internacional para frenar la inexorable tendencia a la baja en la cuota de ganancia de una cada vez mayor producción capitalista de mer­cancías con menos cantidad de fuerza de trabajo. Y todo este gigantesco negocio del TLC está basado en la apro­piación del trabajo de la sociedad colombiana, prin­cipalmente el de la clase obrera, que será sometida a una más intensa superexplotación; además de llevar al límite la entrega de los recursos naturales y por tanto, incrementar el impacto destructivo del capitalismo so­bre la naturaleza. La pequeña burguesía muy lejos de ser la ganadora neta del TLC, será la arruinada neta, frente a lo cual será una simple caricatura la ruina o la merma en las ganancias que el TLC pueda ocasionar en algunos sectores de la burguesía, que no por eso dejará de servir para atizar las divisiones y contradicciones in­terburguesas.

Ante este aleve ataque de la alianza semicolonial en­tre imperialistas, burgueses y terratenientes, contra la sociedad colombiana, los jefes de la gran coalición de liberales, socialdemócratas y oportunistas, no ven otro recurso inmediato para enfrentar el TLC, que el litigio de sus politiqueros en el Congreso; no tienen más bandera que “salvar la producción nacional”, soñando con perpetuar la explota­ción asalariada para edificar una Co­lombia capitalista sin interferencias monopolistas, lo cual es reacciona­rio en lo económico, pues significa el regreso a una fase del capitalismo históricamente superada por el im­perialismo o fase del dominio de los monopolios; y reaccionario en lo po­lítico al pretender perpetuar el Es­tado de dictadura de la burguesía, una clase que ya no es compatible con la existencia de la sociedad en Colombia y en el mundo.

El proletariado en cambio, sí tiene una táctica y una estrategia acordes con las necesidades reales de la sociedad. El TLC empeora la situación del pueblo y beneficia a sus enemigos; por tanto en lo inme­diato, equivale a más pólvora para el enfrentamiento de clases cuyo esta­llido podemos y debemos canalizar hacia una huelga política de masas contra el gobierno de Santos y sus lesivas medidas y por la Revolución Socialista, pues las terribles conse­cuencias del TLC sobre las masas trabajadoras de la sociedad colom­biana, refuerzan objetivamente la alianza de clases entre obreros y campesinos, y tornan más urgentes y necesarias sus reivindicaciones.

Y ese será apenas un paso en la preparación y acumulación de fuer­zas, en el camino hacia el asalto de la fortaleza enemiga, que eche abajo todo el poder del capital, derrocan­do el Estado burgués terratenien­te y proimperialista, demoliendo el dominio de clase de la burguesía y los terratenientes y el dominio se­micolonial imperialista, porque en Colombia, país capitalista oprimido, es inútil pensar en derrotar al im­perialismo dejando intacto el poder del capitalismo; es imprescindible ligar la guerra civil de clases con el movimiento revolucionario antiim­perialista. Este es el profundo con­tenido de la Revolución Socialista en Colombia, cuya vía es la guerra popular que instaure al proletariado como clase dominante, y en alian­za con los campesinos, destruya el yugo semicolonial imperialista y su­prima para siempre el régimen de la explotación asalariada, manantial de todos los privilegios de clase de los capitalistas. Se comprende en­tonces, por qué el proletariado es la clase de vanguardia y la más conse­cuentemente antiimperialista.

Comité Ejecutivo

Unión Obrera Comunista (mlm) de Colombia

Tomado de R. O., Nº 327

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Datos personales

periodista obrero. Comunista (marxista-leninista). Antiimperialista, anticapitalista y antimilitarista.