Algunas
reflexiones sobre un diversivo creado
por los neorevisionistas y los trotskystas
Por: Giovanni Scuderi
(Documento aparecido en “El
Bolchevique” nº 36 del 12 de
Octubre de 1995)
Para nosotros marxistas leninistas es claro como el sol que el pensamiento, la
obra, la vida y la figura de Ernesto Guevara, dicho el Che, no tiene nada a
compartir con el marxismo-leninismo-pensamiento de Mao, con la revolución
socialista y con el socialismo.
No es así para tantos
jóvenes que aún al presente descienden a la plaza bajo la bandera del
guerrillero argentino y se ponen con orgullo la camiseta en ella estampada su efigie. Para ellos Guevara es un modelo de revolucionario,
el ejemplo de imitar y de seguir. En esto favorecidos y estimulados por el PRC
(“partido de la refundación comunista”. Ndt.) y por los grupos trotskystas que
tienen todo el interés político en desviar a la nuevas generaciones de
revolucionarios de la vía maestra de Octubre.
Es necesario, por eso, de
parte nuestra decir hasta el fondo que pensamos de Guevara, solicitados en tal
sentido también por algunos jóvenes comunistas del PRC, para ayudar a los
jóvenes auténticamente revolucionarios a hacerse una idea correcta y de clase
de Guevara para no malgastar sus frescas e importante energías detrás de
banderas que no llevan a la revolución socialista y al socialismo, y que la
práctica ha demostrado ser símbolos del individualismo, del aventurerismo y del
trotskysmo.
Respecto a Guevara, como del
resto a cualquier personaje histórico, es necesario tener una posición
científica y materialista, no infeccionado de idealismo y misticismo, mecho
menos de sentimentalismo vivido como “pasión
durable”, según una consigna del PRC.
Es necesario siempre
analizar la realidad con una visión de clase, atenerse a los hechos, hacer un
balance crítico y autocrítico de lo actuado
confrontándolo con la experiencia histórica y revolucionaria del
movimiento obrero internacional y teniendo presente las enseñanzas del
marxismo-leninismo-pensamiento Mao.
Nosotros estamos de acuerdo
con Mao cuando afirma que “nosotros no
creemos en nada más si no en la ciencia, eso significa que no es necesario
tener mitos. Sea para los chinos que
para los extranjeros, se trata de vivos y muertos, lo que es justo es justo, lo
que es erróneo es erróneo, de otra manera se tiene el mito. Es necesario
liquidar los mitos”. (1)
Usando esta llave
materialista y de clase, pongámonos ahora algunas preguntas sobre Guevara,
sin dejarnos condicionar por su imagen
física y por la dramaticidad de su muerte, no por azar tan publicitada por
trotskystas y por los neorevisionistas para golpear la imaginación y los
sentimientos de los jóvenes revolucionarios en modo de hacer pasar a segundo
plano las cuestiones políticas e ideológicas.
La formación
Comencemos condecir algunas
cosas sobre su formación. Guevara nace en Rosario, Argentina, el 14 de junio de
1928, de una familia burguesa de los cuales recibe una formación burguesa que
el cultiva hasta que el llega a adulto. A los 25
años es partidario aún de Freud y del psicoanálisis. Este origen burgués y esta
formación burguesa no lo abandonarán jamás. Menos cuando a los 26 años, en
Guatemala, lee algunas obras de Marx, Lenin y Mao, y cuando participa, dos años después, inicialmente
como médico y después como sostén de Castro, en la revolución cubana.
Aún echándose con alma y
cuerpo en la revolución, y dando prueba de abnegación, de espíritu de
sacrificio, de coraje y de desprecio por el peligro, ´son estos aspectos que
más golpean a los jóvenes revolucionario que no han aún madurado la consciencia
de clase y marxista-leninista- el empero no llega a transformar la propia
concepción del mundo y a rechazar el individualismo, el idealismo y el
aventurerismo de los cuales estaba impre3gnado. También porque su conocimiento
del marxismo-leninismo está mediada por
los revisionistas y por los trotskystas como Mandel, Karol y Sartre. Y además
porque no tenía a su espalda un partido marxista-leninista que lo ayudase a
proletarizarse, a tener una concepción proletaria del mundo y a aplicar
correctamente el marxismo-leninismo.
Port revolucionario
democrático-burgués autodidacta y en medio de revolucionarios de su mismo tipo
devenía para él prácticamente imposible ser diverso de aquello que era. Desde
siempre él ha sido víctima, antes, durante y después de la revolución cubana,
del aventurerismo romántico y del humanismo paracristiano, que de joven le
habían llevado a atravesar casi toda América Latina y a laborar, como
voluntario, laureado en medicina, en un leprosorio peruano.
La calificación de
aventurero se la da él mismo cuando, el 1 de abril de 1963, antes de dejar Cuba
para la empresa guerrillera en el Congo (actual Zaire), escribe en una carta a
sus padres: “muchos me dirán un aventurero,
y lo soy, solo que de un tipo diverso, de aquellos que arriesgan el pellejo
para demostrar la propia verdad “. (2).
Con ello confirma que (sus
sentimientos, su carácter y su aproximarse hacia la revolución no habían
cambiado no obstante hubiesen transcurrido más de 6 años de la victoria de la
revolución cubana. Habían permanecido aquellos mismos de 1955, cuando se unió a
Castro “por un vínculo de romántica
simpatía y la consideración que valía la pena morir en una playa extranjera por
un ideal tan puro”. (3)
En la correspondencia con
sus padres y familiares aflora más claramente que al centro de su vida está el
“yo”, la búsqueda de sí mismo que la causa de la emancipación del proletariado.
Seis meses después de la victoria de la revolución cubana, en julio de 1959, escribe
a la madre estas palabras: “Soy siempre
el mismo solitario de un tiempo, en la búsqueda de mí camino, sin ayuda personal, pero poseyendo
ahora el concepto de mí deber histórico, me siento cualquier cosa en la vida,
no solo una potente fuerza interior,
que siempre he sentido, sino también una capacidad de comprensión por los otros
y un absoluto sentido fatalista de mí misión que me corta todo temor” (4).
No es de ahí un azar que en
todos sus escritos y discursos ame definirse un “rebelde”, un “revolucionario”,
más que un comunista. Con todo parece tomar distancia de los comunistas. En una
intervención en la ONU, en diciembre del ’64, afirma: “Mí historia de revolucionario es breve comienza realmente en el
“Granma” (el yate en que se habían embarcado los 82 revolucionarios que
iban a liberar a Cuba de la dictadura fascista de Batista. N.d.a.) y continúa todavía. No he pertenecido jamás
al partido comunista hasta hoy que estoy en Cuba” (5). Y esto mientras
agrega inmediatamente después: “Podemos proclamar
todos de cara a está Asamblea que el marxismo-leninismo es la teoría política
de la revolución cubana”.
En realidad él se acomoda de
largo, hasta que no caiga teóricamente y prácticamente en el Trotskysmo, bajo
la influencia de José Martí, el líder democrático-burgués de la guerra de
liberación nacional cubana contra ellos colonialistas españoles, caído en
combate el 19 de mayo de 1895.
Un año después de la
victoria de la revolución cubana, estamos exactamente el 28 de enero de 1960,
Guevara lo exalta aún en un encuentro de masas: “Martí ha nacido, ha sufrido y a muerto por el ideal que nosotros juntos
estamos realizando, y no solo: Martí fue el maestro de nuestra revolución, el
hombre a cuyas palabas ha sido necesario siempre recurrir para interpretar
justamente los fenómenos históricos que estábamos viviendo, el hombre a cuyas
palabras y cuyo ejemplo necesitaba acogerse cada vez que en nuestra práctica se
quería decir o hacer cualquier cosa de importancia” (6). De estas palabras
resulta claramente que es Martí su modelo de vida, su maestro ideológico y
político y su punto de referencia programático, y no los grandes maestros del proletariado internacional y la
experiencia histórica de la revolución socialista y de los Estados
Socialistas. Y esto no obstante que
Alberto Granado, el amigo del viaje realizado en moto por América Latina entre
diciembre del 51 y julio del 52, haya asegurado a “Liberación”, órgano del PRC,
del 11 de junio de 1995 que “es a partir
de la experiencia de Guatemala (en 1954, n.d.a) que el Che ha sentido la exigencia de profundizar el conocimiento del
marxismo. Siendo un hombre muy estudioso y profundo, no ha leído manuales, sino
directamente los escritos de Mao Tse-tung, de Lenin, de Marx”.
No tenemos ningún motivo para
poner en duda esta afirmación. Solo que remarcamos que en el pensamiento y en
la obra de Guevara no hay traza de las enseñanzas del marxismo-leninismo-pensamiento de Mao. Lo
demuestra también el hecho que uno de sus primeros viajes al exterior, en representación
del gobierno cubano, lo hace, en agosto de 1959, a Yugoslavia, el primer Estado
revisionista de la historia, ya en ruta de colisión con el entonces Campo
Socialista, reportando una buena impresión.
Su biógrafo y estimador, el
católico trotskysta Roberto Massai, en su libro “Che Guevara, pensamiento y política de la utopía”, citando un
artículo de su héroe escrito en “Verde
Olivo” del 23 de noviembre de 1959 nos informa que él ha definido a
Yugoslavia, después de haberse encontrado con Tito, “el más interesante de los países socialistas”, también por “complejas e interesantes relaciones sociales”,
“el único país comunista que goza de una
libertad de crítica muy grande” y exalta la autogestión burguesa
definiéndola un “capitalismo empresarial,
con una distribución social de las ganancias”. En todo caso es un dato que
él inicialmente y por un cierto período apoya y toma como modelo para la construcción del socialismo
junto a la Yugoslavia de Tito, el
“socialismo” revisionista de Checoslovaquia.
La revolución cubana
Guevara, después de Castro y
bajo la dirección de estos, ha dado la contribución más importante a la
victoria de la revolución antifascista y antiimperialista cubana. Una
revolución atípica, original, respecto a las revoluciones dirigidas por el
proletariado y por su partido comunista hasta entonces conocidas, una
rfevolución que llega a la victoria en circunstancias particulares y aún fortuitas y en presencia de una situación
internacional en las cuales el viento de la revolución soplaba muy fuerte en
todo el mundo y el socialismo triunfante enfrentaba, condicionaba y tenía en expectativa
al imperialismo. Basta pensar en la subestimación, si no en la simpatía,
inicial y hasta la victoria de la cual gozaba por parte del imperialismo USA.
Una revolución iniciada sin
una estrategia, una táctica y un programa bien precisos y delineados,
caracterizada del espontaneismo y por el voluntarismo, basada exclusivamente en
la voluntad revolucionaria, en la
capacidades militares y guerrilleras y en el heroísmo individual de una
patrulla de 82 hombres, una revolución de cualquier modo que sea no pensada, organizada y programada como una
etapa de la revolución socialista. Y aún cuando Castro proclama
improvisadamente el carácter socialista, el 16 de abril de 1961, a más de dos
años de la victoria, no da una explicación y no expone una estrategia.
“Antes del desembarco del Granma –recuenta Guevara- predominaba una mentalidad que hasta un
cierto punto podría llamarse subjetiva: ciega confianza en una rápida explosión
militar y fe y entusiasmo de poder liquidar el poder batistiano con una
repentina sublevación popular combinada con huelgas revolucionarias espontáneas
que habrían llevado a la caída del dictador. El movimiento era el heredero
directo del Partido Ortodoxo (un partido burgués cubano en la cual militaba
Fidel Castro, n.d.a.), cuya consigna era ‘honor contra dinero’.
Esto es la honestidad administrativa como idea principal del nuevo gobierno cubano”
(7).
En otros escritos y
ocasiones Guevara retorna sobre los mismos conceptos. No tanto para explicar,
en sentido crítico y autocrítico, como habían ido las cosas efectivamente, sino
para exaltar, teorizar y propagandizar la mentalidad y la acción anarcoide,
espontaneísta y aventurerista del grupo dirigente de la revolución cubana.
En una carta a un escritor
argentino escribe complacido: “Esta
revolución es la más genuina creación de la improvisación… el caos más perfectamente
organizado del universo. Y esta revolución es así porque ha caminado mucho más
rápidamente que su ideología anterior. En fin de cuanta Fidel Castro era un
aspirante a diputado por un partido burgués, así de burgués y así de respetable
como podría ser el partido radical en Argentina (un partido expresión de la
burguesía media, n.d.a.) que seguía la
sombra de un líder desaparecido Eduardo Chibas,…y nosotros, que le seguíamos, éramos un grupo de hombres con
escasa preparación política, sólo una carga de buena voluntad y una honestidad
congénita. Así gritábamos: ‘En el año 56 seremos héroes o mártires’. Un poco
antes habíamos gritado, o mejor había gritado Fidel: ‘honor contra dinero’…
Así
ha nacido ésta revolución, así se ha ido creando sus palabras de orden y así se comenzó. Poco a
poco, a teorizar en los hechos para crear una ideología que venía a la cola de
los sucesos” (8).
En efecto inicialmente
grande era el caos ideológico y político en la cabeza de los revolucionarios
cubanos. Cuando se encontraban en México y preparan el desembarco a Cuba no excluían
a priori ni menos la posibilidad de hacer un golpe, aunque “basado en los principios” y tuviese un
programa.
Contestando a un miembro del
Movimiento del 26 de julio fundado en 1955 por iniciativa de Castro después del
fallido asalto al Cuartel Moncada, que proponía de hacer un golpe en el mismo
estilo de Batista (el dictador fascista entonces en el poder en Cuba), Guevara
no rechaza la propuesta del todo sino la acepta en determinadas condiciones. Lo
recuenta el mismo con estas palabras: “Yo
le explicaba que debíamos dar un golpe basándonos en principios, que era además
importante saber lo que habremos de
hacer una vez al poder” (9).
Los revolucionarios cubanos
descubren esa vedad, aún más elemental, ya revelada y teorizada por el
marxismo-leninismo-pensamiento de Mao, en la medida que proceden en la
revolución y por experiencia práctica. Descubren la necesidad de la reforma
agraria por “por una imposición de los
campesinos” (10). Comprenden la necesidad de coligarse a la clase obrera y
a los trabajadores y de coenvolverlos en la lucha revolucionaria después de una
huelga general espontánea desenvuelta en Santiago de Cuba. “Este fenómeno popular –narra Guevara- sirvió a darnos cuenta de la necesidad de
insertar en la lucha por la liberación de Cuba al componente social constituido
por los trabajadores” (11).
Solo ocho meses antes de la
victoria, comprenden la importancia de “de
dar a la revolución una teoría y una doctrina” (12). Subentendiendo aquella
saldrá de su práctica revolucionaria y no del marxismo-leninismo-pensamiento de
Mao. Y lo demuestra también el hecho que
ellos consideran la vanguardia revolucionaria no el Partido sino el “Ejército Rebelde” al que educan según
las enseñanzas de Martí. Lo explica Guevara con estas palabras: “El Ejército Rebelde es la vanguardia del
pueblo cubano y cuando nos referimos a su progreso técnico y cultural, debemos
conocer el significado moderno de estas cosas. Hemos comenzado simbólicamente
su educación con una Conferencia precedida casi exclusivamente en el espíritu y
en las enseñanzas de José Martí” (13).
Indudablemente la revolución
cubana constituye una importante victoria del pueblo cubano y de los pueblos de
todo el mundo, una gran contribución a la experiencia a ka experiencia histórica de la guerra de
liberación nacional y de la lucha antifascista y antiimperialista. Pero dadas
sus características, particularidad y circunstancias históricas y políticas no
podía ciertamente ser teorizada como un modelo valido para todos los pueblos de
América Latina y de los otros continentes.
El error capital de Guevara
consiste propio en el hecho de no haber comprendido la singularidad y la excepcionalidad
de la revolución cubana y de haberle
dado un “valor universal” (14) y un “contenido universal” (15) hasta el punto
de intentar de exportarla en primera persona. Este no era solo un acto de
soberbia y de sobrevalorización de los hechos
y de sí mismo. Es sobre todo una violación de las leyes objetivas de la
revolución, una tentativa de querer constituir un tercer modelo alternativo
respecto a aquellas de la revolución rusa y de la revolución china. En un
momento en las cuales, los marxistas-leninistas de todo el mundo, con a su
cabeza Mao, se batían contra los revisionistas modernos para hacer afirmar a
escala planetaria la vía de Octubre aplicada según las condiciones específicas
de cada país.
(CONTINUARÁ)
No hay comentarios:
Publicar un comentario