El Gran Sol Rojo del Amanecer

viernes, 14 de septiembre de 2012

DONDE LLEVA LA BANDERA DE GUEVARA (Iª PARTE)


Algunas reflexiones sobre un diversivo creado  por los neorevisionistas y los trotskystas

Por: Giovanni Scuderi

(Documento aparecido en “El Bolchevique” nº 36 del 12 de
Octubre de 1995)

Para nosotros marxistas leninistas  es claro como el sol que el pensamiento, la obra, la vida y la figura de Ernesto Guevara, dicho el Che, no tiene nada a compartir con el marxismo-leninismo-pensamiento de Mao, con la revolución socialista y con el socialismo.

No es así para tantos jóvenes que aún al presente descienden a la plaza bajo la bandera del guerrillero argentino y se ponen con orgullo la camiseta  en ella estampada su efigie.  Para ellos Guevara es un modelo de revolucionario, el ejemplo de imitar y de seguir. En esto favorecidos y estimulados por el PRC (“partido de la refundación comunista”. Ndt.) y por los grupos trotskystas que tienen todo el interés político en desviar a la nuevas generaciones de revolucionarios de la vía maestra de Octubre.

Es necesario, por eso, de parte nuestra decir hasta el fondo que pensamos de Guevara, solicitados en tal sentido también por algunos jóvenes comunistas del PRC, para ayudar a los jóvenes auténticamente revolucionarios a hacerse una idea correcta y de clase de Guevara para no malgastar sus frescas e importante energías detrás de banderas que no llevan a la revolución socialista y al socialismo, y que la práctica ha demostrado ser símbolos del individualismo, del aventurerismo y del trotskysmo.

Respecto a Guevara, como del resto a cualquier personaje histórico, es necesario tener una posición científica y materialista, no infeccionado de idealismo y misticismo, mecho menos de sentimentalismo vivido como “pasión durable”, según una consigna del PRC.

Es necesario siempre analizar la realidad con una visión de clase, atenerse a los hechos, hacer un balance crítico y autocrítico de lo actuado  confrontándolo con la experiencia histórica y revolucionaria del movimiento obrero internacional y teniendo presente las enseñanzas del marxismo-leninismo-pensamiento Mao.

Nosotros estamos de acuerdo con Mao cuando afirma que “nosotros no creemos en nada más si no en la ciencia, eso significa que no es necesario tener mitos.  Sea para los chinos que para los extranjeros, se trata de vivos y muertos, lo que es justo es justo, lo que es erróneo es erróneo, de otra manera se tiene el mito. Es necesario liquidar los mitos”. (1)

Usando esta llave materialista y de clase, pongámonos ahora algunas preguntas sobre Guevara, sin  dejarnos condicionar por su imagen física y por la dramaticidad de su muerte, no por azar tan publicitada por trotskystas y por los neorevisionistas para golpear la imaginación y los sentimientos de los jóvenes revolucionarios en modo de hacer pasar a segundo plano las cuestiones políticas e ideológicas.

La formación

Comencemos condecir algunas cosas sobre su formación. Guevara nace en Rosario, Argentina, el 14 de junio de 1928, de una familia burguesa de los cuales recibe una formación burguesa que el cultiva hasta que el llega a adulto. A los 25 años es partidario aún de Freud y del psicoanálisis. Este origen burgués y esta formación burguesa no lo abandonarán jamás. Menos cuando a los 26 años, en Guatemala, lee algunas obras de Marx, Lenin y Mao, y cuando  participa, dos años después, inicialmente como médico y después como sostén de Castro, en la revolución cubana.

Aún echándose con alma y cuerpo en la revolución, y dando prueba de abnegación, de espíritu de sacrificio, de coraje y de desprecio por el peligro, ´son estos aspectos que más golpean a los jóvenes revolucionario que no han aún madurado la consciencia de clase y marxista-leninista- el empero no llega a transformar la propia concepción del mundo y a rechazar el individualismo, el idealismo y el aventurerismo de los cuales estaba impre3gnado. También porque su conocimiento del marxismo-leninismo está mediada  por los revisionistas y por los trotskystas como Mandel, Karol y Sartre. Y además porque no tenía a su espalda un partido marxista-leninista que lo ayudase a proletarizarse, a tener una concepción proletaria del mundo y a aplicar correctamente el marxismo-leninismo.

Port revolucionario democrático-burgués autodidacta y en medio de revolucionarios de su mismo tipo devenía para él prácticamente imposible ser diverso de aquello que era. Desde siempre él ha sido víctima, antes, durante y después de la revolución cubana, del aventurerismo romántico y del humanismo paracristiano, que de joven le habían llevado a atravesar casi toda América Latina y a laborar, como voluntario, laureado en medicina, en un leprosorio peruano.

La calificación de aventurero se la da él mismo cuando, el 1 de abril de 1963, antes de dejar Cuba para la empresa guerrillera en el Congo (actual Zaire), escribe en una carta a sus padres: “muchos me dirán un aventurero, y lo soy, solo que de un tipo diverso, de aquellos que arriesgan el pellejo para demostrar la propia verdad “. (2).

Con ello confirma que (sus sentimientos, su carácter y su aproximarse hacia la revolución no habían cambiado no obstante hubiesen transcurrido más de 6 años de la victoria de la revolución cubana. Habían permanecido aquellos mismos de 1955, cuando se unió a Castro “por un vínculo de romántica simpatía y la consideración que valía la pena morir en una playa extranjera por un ideal tan puro”. (3)

En la correspondencia con sus padres y familiares aflora más claramente que al centro de su vida está el “yo”, la búsqueda de sí mismo que la causa de la emancipación del proletariado. Seis meses después de la victoria de la revolución cubana, en julio de 1959, escribe a la madre estas palabras: “Soy siempre el mismo solitario de un tiempo, en la búsqueda de  mí camino, sin ayuda personal, pero poseyendo ahora el concepto de mí deber histórico, me siento cualquier cosa en la vida, no solo una potente fuerza interior, que siempre he sentido, sino también una capacidad de comprensión por los otros y un absoluto sentido fatalista de mí misión que me corta todo temor” (4).

No es de ahí un azar que en todos sus escritos y discursos ame definirse un “rebelde”, un “revolucionario”, más que un comunista. Con todo parece tomar distancia de los comunistas. En una intervención en la ONU, en diciembre del ’64, afirma: “Mí historia de revolucionario es breve comienza realmente en el “Granma” (el yate en que se habían embarcado los 82 revolucionarios que iban a liberar a Cuba de la dictadura fascista de Batista. N.d.a.) y continúa todavía. No he pertenecido jamás al partido comunista hasta hoy que estoy en Cuba” (5). Y esto mientras agrega inmediatamente después: “Podemos proclamar todos de cara a está Asamblea que el marxismo-leninismo es la teoría política de la revolución cubana”.

En realidad él se acomoda de largo, hasta que no caiga teóricamente y prácticamente en el Trotskysmo, bajo la influencia de José Martí, el líder democrático-burgués de la guerra de liberación nacional cubana contra ellos colonialistas españoles, caído en combate el 19 de mayo de 1895.

Un año después de la victoria de la revolución cubana, estamos exactamente el 28 de enero de 1960, Guevara lo exalta aún en un encuentro de masas: “Martí ha nacido, ha sufrido y a muerto por el ideal que nosotros juntos estamos realizando, y no solo: Martí fue el maestro de nuestra revolución, el hombre a cuyas palabas ha sido necesario siempre recurrir para interpretar justamente los fenómenos históricos que estábamos viviendo, el hombre a cuyas palabras y cuyo ejemplo necesitaba acogerse cada vez que en nuestra práctica se quería decir o hacer cualquier cosa de importancia” (6). De estas palabras resulta claramente que es Martí su modelo de vida, su maestro ideológico y político y su punto de referencia programático, y no los grandes maestros  del proletariado internacional y la experiencia histórica de la revolución socialista y de los Estados Socialistas.  Y esto no obstante que Alberto Granado, el amigo del viaje realizado en moto por América Latina entre diciembre del 51 y julio del 52, haya asegurado a “Liberación”, órgano del PRC, del 11 de junio de 1995 que “es a partir de la experiencia de Guatemala (en 1954, n.d.a) que el Che ha sentido la exigencia de profundizar el conocimiento del marxismo. Siendo un hombre muy estudioso y profundo, no ha leído manuales, sino directamente los escritos de Mao Tse-tung, de Lenin, de Marx”.

No tenemos ningún motivo para poner en duda esta afirmación. Solo que remarcamos que en el pensamiento y en la obra de Guevara no hay traza de las enseñanzas del  marxismo-leninismo-pensamiento de Mao. Lo demuestra también el hecho que uno de sus primeros viajes al exterior, en representación del gobierno cubano, lo hace, en agosto de 1959, a Yugoslavia, el primer Estado revisionista de la historia, ya en ruta de colisión con el entonces Campo Socialista, reportando una buena impresión.

Su biógrafo y estimador, el católico trotskysta Roberto Massai, en su libro “Che Guevara, pensamiento y política de la utopía”, citando un artículo de su héroe escrito en “Verde Olivo” del 23 de noviembre de 1959 nos informa que él ha definido a Yugoslavia, después de haberse encontrado con Tito, “el más interesante de los países socialistas”, también por “complejas e interesantes relaciones sociales”, “el único país comunista que goza de una libertad de crítica muy grande” y exalta la autogestión burguesa definiéndola un “capitalismo empresarial, con una distribución social de las ganancias”. En todo caso es un dato que él inicialmente y por un cierto período apoya y toma como  modelo para la construcción del socialismo junto a  la Yugoslavia de Tito, el “socialismo” revisionista de Checoslovaquia.

La revolución cubana

Guevara, después de Castro y bajo la dirección de estos, ha dado la contribución más importante a la victoria de la revolución antifascista y antiimperialista cubana. Una revolución atípica, original, respecto a las revoluciones dirigidas por el proletariado y por su partido comunista hasta entonces conocidas, una rfevolución que llega a la victoria en circunstancias particulares y  aún fortuitas y en presencia de una situación internacional en las cuales el viento de la revolución soplaba muy fuerte en todo el mundo y el socialismo triunfante enfrentaba, condicionaba y tenía en expectativa al imperialismo. Basta pensar en la subestimación, si no en la simpatía, inicial y hasta la victoria de la cual gozaba por parte del imperialismo USA.

Una revolución iniciada sin una estrategia, una táctica y un programa bien precisos y delineados, caracterizada del espontaneismo y por el voluntarismo, basada exclusivamente en la  voluntad revolucionaria, en la capacidades militares y guerrilleras y en el heroísmo individual de una patrulla de 82 hombres, una revolución de cualquier modo que sea  no pensada, organizada y programada como una etapa de la revolución socialista. Y aún cuando Castro proclama improvisadamente el carácter socialista, el 16 de abril de 1961, a más de dos años de la victoria, no da una explicación y no expone una estrategia.

Antes del desembarco del Granma –recuenta Guevara- predominaba una mentalidad que hasta un cierto punto podría llamarse subjetiva: ciega confianza en una rápida explosión militar y fe y entusiasmo de poder liquidar el poder batistiano con una repentina sublevación popular combinada con huelgas revolucionarias espontáneas que habrían llevado a la caída del dictador. El movimiento era el heredero directo del Partido Ortodoxo (un partido burgués cubano en la cual militaba Fidel Castro, n.d.a.),  cuya consigna era ‘honor contra dinero’. Esto es la honestidad administrativa como idea principal del nuevo gobierno cubano” (7).

En otros escritos y ocasiones Guevara retorna sobre los mismos conceptos. No tanto para explicar, en sentido crítico y autocrítico, como habían ido las cosas efectivamente, sino para exaltar, teorizar y propagandizar la mentalidad y la acción anarcoide, espontaneísta y aventurerista del grupo dirigente de la revolución cubana.

En una carta a un escritor argentino escribe complacido: “Esta revolución es la más genuina creación de la improvisación… el caos más perfectamente organizado del universo. Y esta revolución es así porque ha caminado mucho más rápidamente que su ideología anterior. En fin de cuanta Fidel Castro era un aspirante a diputado por un partido burgués, así de burgués y así de respetable como podría ser el partido radical en Argentina (un partido expresión de la burguesía media, n.d.a.) que seguía la sombra de un líder desaparecido Eduardo Chibas,…y nosotros, que  le seguíamos, éramos un grupo de hombres con escasa preparación política, sólo una carga de buena voluntad y una honestidad congénita. Así gritábamos: ‘En el año 56 seremos héroes o mártires’. Un poco antes habíamos gritado, o mejor había gritado Fidel: ‘honor contra dinero’…

Así ha nacido ésta revolución, así se ha ido creando sus  palabras de orden y así se comenzó. Poco a poco, a teorizar en los hechos para crear una ideología que venía a la cola de los sucesos” (8).

En efecto inicialmente grande era el caos ideológico y político en la cabeza de los revolucionarios cubanos. Cuando se encontraban en México y preparan el desembarco a Cuba no excluían a priori ni menos la posibilidad de hacer un golpe, aunque “basado en los principios” y tuviese un programa.

Contestando a un miembro del Movimiento del 26 de julio fundado en 1955 por iniciativa de Castro después del fallido asalto al Cuartel Moncada, que proponía de hacer un golpe en el mismo estilo de Batista (el dictador fascista entonces en el poder en Cuba), Guevara no rechaza la propuesta del todo sino la acepta en determinadas condiciones. Lo recuenta el mismo con estas palabras: “Yo le explicaba que debíamos dar un golpe basándonos en principios, que era además importante saber  lo que habremos de hacer una vez al poder” (9).

Los revolucionarios cubanos descubren esa vedad, aún más elemental, ya revelada y teorizada por el marxismo-leninismo-pensamiento de Mao, en la medida que proceden en la revolución y por experiencia práctica. Descubren la necesidad de la reforma agraria por “por una imposición de los campesinos” (10). Comprenden la necesidad de coligarse a la clase obrera y a los trabajadores y de coenvolverlos en la lucha revolucionaria después de una huelga general espontánea desenvuelta en Santiago de Cuba. “Este fenómeno popular –narra Guevara- sirvió a darnos cuenta de la necesidad de insertar en la lucha por la liberación de Cuba al componente social constituido por los trabajadores” (11).

Solo ocho meses antes de la victoria, comprenden la importancia de “de dar a la revolución una teoría y una doctrina” (12). Subentendiendo aquella saldrá de su práctica revolucionaria y no del marxismo-leninismo-pensamiento de Mao. Y lo demuestra  también el hecho que ellos consideran la vanguardia revolucionaria no el Partido sino el “Ejército Rebelde” al que educan según las enseñanzas de Martí. Lo explica Guevara con estas palabras: “El Ejército Rebelde es la vanguardia del pueblo cubano y cuando nos referimos a su progreso técnico y cultural, debemos conocer el significado moderno de estas cosas. Hemos comenzado simbólicamente su educación con una Conferencia precedida casi exclusivamente en el espíritu y en las enseñanzas de José Martí” (13).

Indudablemente la revolución cubana constituye una importante victoria del pueblo cubano y de los pueblos de todo el mundo, una gran contribución a la experiencia  a ka experiencia histórica de la guerra de liberación nacional y de la lucha antifascista y antiimperialista. Pero dadas sus características, particularidad y circunstancias históricas y políticas no podía ciertamente ser teorizada como un modelo valido para todos los pueblos de América Latina y de los otros continentes.

El error capital de Guevara consiste propio en el hecho de no haber comprendido la singularidad y la excepcionalidad de la revolución cubana  y de haberle dado un “valor universal” (14) y un “contenido universal” (15) hasta el punto de intentar de exportarla en primera persona. Este no era solo un acto de soberbia y de sobrevalorización de los hechos  y de sí mismo. Es sobre todo una violación de las leyes objetivas de la revolución, una tentativa de querer constituir un tercer modelo alternativo respecto a aquellas de la revolución rusa y de la revolución china. En un momento en las cuales, los marxistas-leninistas de todo el mundo, con a su cabeza Mao, se batían contra los revisionistas modernos para hacer afirmar a escala planetaria la vía de Octubre aplicada según las condiciones específicas de cada país.

(CONTINUARÁ)

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Datos personales

periodista obrero. Comunista (marxista-leninista). Antiimperialista, anticapitalista y antimilitarista.