(Nota de Luminoso Futuro: Como
contribución al debate sobre la guerra popular, de siempre una preocupación
central en el movimiento comunista (marxista-leninista-maoísta) internacional,
hemos en este Colectivo decidido dar publicidad a un artículo proveniente de
las filas del (nuevo) Partido Comunista Italiano, aparecido en las páginas de La Voce del 2004. Aprovechando la
ocasión, invitamos a intelectuales y/o cuadros teóricos de Partidos y
Organizaciones marxistas-leninistas y marxistas-leninistas-maoístas ha
participar en este debate enviándonos sus contribuciones alrededor de este
tema. Gracias).
(n) PCI: Es preciso distinguir las leyes universales de las leyes particulares de la guerra
popular prolongada (Iª parte)
Cada vez son más los partidos y organizaciones
comunistas de un extremo a otro del mundo que están adoptando conscientemente
la estrategia de la guerra popular prolongada para llevar a cabo la revolución
socialista o la revolución de nueva democracia. La situación revolucionaria se
desarrolla, aunque de forma desigual, en cada país y a nivel internacional. La
burguesía imperialista lleva a cabo una guerra no declarada de exterminio
contra las masas populares en todo el mundo, que golpea directa y brutalmente a
cientos de millones de hombres y mujeres. En este contexto miles de comunistas
se interrogan acerca de la vía a seguir para llevar a las masas populares a
hacer frente eficazmente a la burguesía imperialista, acabar con el
ordenamiento social actual y establecer el socialismo. La herencia de la
primera oleada de la revolución proletaria es un factor importante que ejerce
su influencia a todos los niveles. Un número creciente de comunistas adopta
entonces la estrategia de la guerra popular prolongada (GPP).
La teoría de la GPP es una de las principales
aportaciones de Mao al pensamiento comunista (véase a este respecto La
octava discriminante y el llamamiento ¡Que
los comunistas de los países imperialistas unan sus fuerzas en pro
del renacimiento del movimiento comunista¡ publicados,
respectivamente, en La Voce n. 10 (págs. 19 y
siguientes) y en La Voce n. 12 (pág. 56). La adopción de la
GPP como estrategia universal de la revolución proletaria, tanto de cara a la
revolución socialista en los países imperialistas como de cara a la revolución
de nueva democracia en los países semifeudales y semicoloniales, se está
imponiendo a través de una encarnizada lucha ideológica en pro de la adopción
del marxismo-leninismo-maoísmo como base ideológica de los nuevos partidos
comunistas. En esta lucha los comunistas ajustan las cuentas con los
revisionistas modernos que se abrieron paso en los años 50. Pero todavía las
ajustan más específicamente con los dogmáticos que durante años han limitado el
desarrollo del movimiento anti-revisionista de los marxista-leninistas surgido
en los años 60. En efecto, en el movimiento m-l se ha desarrollado una larga y
tortuosa lucha por la afirmación del maoísmo. Algunos compañeros y organismos
lo ocultan velada o ingenuamente: presentan la adopción del
marxismo-leninismo-maoísmo como un simple cambio de denominación con el que etiquetan
un contenido que sigue siendo el mismo de los años 60 y 70. El Comité del
Movimiento Revolucionario Internacionalista (MRI) reeditó en 1998 su
Declaración constitutiva de 1984 cambiando en el texto la denominación de
marxismo-leninismo por la de marxismo-leninismo-maoísmo: es un modo de seguir
ofreciendo la vieja mercancía cambiando la etiqueta. Durante mucho tiempo los
marxista-leninistas han concebido esencialmente la lucha contra el revisionismo
moderno como restauración de los principios que los revisionistas modernos
declararon superados (conquista revolucionaria del poder, dirección de la clase
obrera y dictadura del proletariado). No comprendieron que el revisionismo
moderno había logrado imponerse en el movimiento comunista (la derecha se impuso
sobre la izquierda) debido a los límites de la izquierda del viejo movimiento
comunista. Se trataba de los mismos límites que habían hecho que la primera
oleada de la revolución proletaria no llegara a instaurar el socialismo en
ninguno de los países imperialistas. El maoísmo es, en síntesis, la superación
de esos límites. Todavía hoy existen en el movimiento comunista partidos que se
declaran marxista-leninistas y que ignoran el maoísmo o se oponen a
considerarlo como tercera etapa, superior, del pensamiento comunista. Pero
también existen partidos que se declaran a regañadientes
marxista-leninista-maoístas, atenúan la aportación universal del maoísmo al
pensamiento comunista y enarbolan el m-l-m como una nueva enseña. Sin embargo,
ninguno de ellos ha señalado claramente ni siquiera hasta ahora cuáles son las
principales aportaciones universales del maoísmo al pensamiento comunista (no
hacen como Stalin, que, contrariamente a ellos, indicó las principales
aportaciones de Lenin al pensamiento comunista en Fundamentos del
leninismo(1924)). Por esto hay que reconocer al Partido comunista del Perú
y a su dirigente, el Presidente Gonzalo, que se encuentra desde 1992 en manos
de los cómplices peruanos del imperialismo, el mérito de haber contribuido
fuertemente a afirmar en todo el mundo la tesis de que el maoísmo es la tercera
etapa superior del pensamiento comunista y a enseñar las nuevas aportaciones
que el maoísmo ha hecho al movimiento comunista.
La lucha acerca de la estrategia de la revolución
también es, en definitiva, la lucha acerca del balance de la primera oleada de
la revolución proletaria. En esta lucha los comunistas se distinguen cada vez
más claramente tanto de los revisionistas-oportunistas de derecha (que de una
forma u otra, más o menos abiertamente, defienden la "vía pacífica y
demócrata al socialismo") como de los comunistas dogmáticos (defensores
más o menos convencidos de un trabajo legalista hoy con vistas a la
insurrección que tendrá lugar mañana). Sin embargo, hay un refrán que dice:
"De los amigos me guarde Dios, que de los enemigos me guardo yo".
También en la lucha en torno a la GPP, además de los revisionistas-oportunistas
de derecha y de los comunistas dogmáticos, que en ambos casos se oponen
abiertamente a la GPP, hay una tercera corriente que daña no poco a la causa de
la adopción de la GPP como estrategia universal de la revolución proletaria.
Esta está constituida por los defensores de la GPP que no distinguen entre
leyes universales y leyes particulares de la misma, específicas de cada país y
ligadas a sus condiciones concretas: son los dogmáticos de la GPP. Por
consiguiente, los que luchan por imponer la GPP como estrategia universal de la
revolución proletaria y quieren adoptarla para hacer la revolución en su país,
y entre ellos nos encontramos concretamente nosotros, comunistas italianos,
tienen que llevar a cabo la lucha ideológica en tres frentes distintos: 1.
contra los revisionistas-oportunistas de derecha, 2. contra los comunistas
dogmáticos de la insurrección, 3. contra los comunistas dogmáticos de la GPP
que no distinguen entre lo universal y lo particular.
1. Los revisionistas-oportunistas de derecha continúan
la tradición de los revisionistas modernos, aunque la práctica ya haya
demostrado el carácter burgués y desastroso de sus concepciones y líneas. Los
factores que les hacen ser políticamente importantes, sus puntos fuertes, son
dos: 1. el apoyo de la burguesía y 2. el oportunismo ingenuo y espontáneo de
las masas populares que apenas han entrado en la lucha política, están todavía influenciadas ideológicamente por la
burguesía y todavía creen que es posible mejorar la sociedad burguesa en vez de
cambiarla radicalmente. En cuanto a la influencia ideológica burguesa, es
imposible eliminarla de una vez por todas en tanto exista la burguesía. Por
consiguiente, es preciso combatirla constantemente, contenerla y rechazar con
iniciativas apropiadas a cada situación: con el desenmascaramiento, con la
denuncia, con la refutación y con la expulsión de nuestras filas de sus portadores
irreductibles y de los infiltrados. Por tanto, con la lucha ideológica, con la
propaganda y con medidas orgánicas. En cuanto al oportunismo ingenuo y
espontáneo de una parte de las masas populares, la vía más importante para
corregirlo es la experiencia práctica directa de las mismas masas populares
asistida por el partido. Por una parte es preciso indicar claramente y
practicar la vía de la lucha revolucionaria, o sea, que el partido debe
enarbolar, difundir y practicar su línea avanzada: sin esto, la experiencia por
sí sola no lleva a avanzar. Por otra parte, el partido tampoco tiene que
apartarse de esta parte atrasada de las masas. Al contrario, debe guiarla en
sus experiencias prácticas de lucha y organización. Si los comunistas señalan
el camino justo, la derrota en este caso es la premisa de la victoria. Los
comunistas no debemos abandonar a las masas atrasadas a la burguesía ni
permitir que sean sus curas y agentes reformistas los que las organicen.
Tenemos que ser nosotros los que los que nos encarguemos de su movilización por
modestos que sean sus objetivos y llevarlas paso a paso, de experiencia en
experiencia, a que se adhieran a la revolución. La lucha y sus derrotas les
enseñarán y lo harán de forma particularmente rápida y eficaz en el caso de los
miembros de las clases más oprimidas y explotadas. Más aún en la medida en que
los comunistas estemos presentes y adoptemos una posición activa. Las enseñarán
que es imposible mejorar la sociedad burguesa e inducir a la burguesía por las
buenas a respetar los intereses de las masas populares y ni siquiera los
derechos ya conquistados por ellas. El atraso de las masas nunca puede ser una
buena justificación para la ausencia del partido: un partido es tanto más
avanzado cuanto más capaz es de movilizar a las masas más atrasadas y de
llevarlas también a la revolución (línea de masas).
2. En cuanto a los comunistas dogmáticos de la
insurrección, ya no desempeñarán de ahora en adelante un papel importante entre
las masas populares. Sin embargo, todavía apartan a un cierto número de
comunistas de la revolución porque han tenido una gran importancia política
(negativa) hasta los años 70. Entonces englobaban a gran parte de la izquierda
de los viejos partidos comunistas: a la izquierda que, debido a su dogmatismo,
no supo hacer frente a los revisionistas modernos e impedir que tomaran la dirección
de los correspondientes partidos comunistas. Los comunistas dogmáticos eran
favorables a la revolución, eran revolucionarios sinceros, pero no extraían las
lecciones que la práctica del movimiento comunista aportaba a todos los
comunistas. Su anti-revisionismo dogmático ha perjudicado enormemente al
movimiento marxista-leninista, del que muchos de ellos formaban parte. La
ruptura con su dogmatismo presupone la aceptación del maoísmo como tercera
etapa superior del pensamiento comunista. La contradicción entre los maoístas y
estos dogmáticos era y es fundamentalmente una contradicción entre lo
nuevo y lo viejo, entre lo verdadero y lo falso. No es directamente una
contradicción de clase, aunque la burguesía, cuando no tiene otra cosa mejor,
se apoya en ellos para estorbar a los verdaderos comunistas. En cuanto a la
estrategia revolucionaria, ellos y sus epígonos no tienen en cuenta la
enseñanza que ya Engels extrajo de la experiencia del movimiento comunista y en
particular de la Comuna de París (1871), sintetizada en la Introducción de 1895
a la reedición del folleto de Marx Las luchas de clases en Francia de
1848 a 1850 (véase al respecto el folleto CARC, F.Engels: 10,
100, 1000 CARC por la reconstrucción del partido comunista). Los dogmáticos
no tienen una visión dialéctica de la revolución. Separan esquemáticamente las
distintas fases de la revolución y no ven su conexión. No comprenden que de una
fase se pasa a otra y menos aún cómo se produce esa transición. No ven, por
tanto, que es preciso dirigir cada fase de modo que cuando llegue a un punto se
transforme en la siguiente. Por consiguiente, cada fase está inmediatamente
"marcada" por ese destino. En cambio, según ellos, el paso de una
fase a la siguiente "cae del cielo", ocurre por casualidad, o bien
responde a una decisión arbitraria y subjetiva. En suma, en su concepción falta
el paso de una fase a otra mediante el desarrollo cuantitativo de la primera
hasta que ese mismo desarrollo cuantitativo determina el salto cualitativo.
Muchos de ellos esperan la insurrección (mantienen una actitud pasiva, de
espera). Otros adoptan iniciativas aventureras (militarismo o putchismo).
Según ellos, la acumulación de las fuerzas
revolucionarias debería ser fruto de una labor partidista llevada a cabo
totalmente en la legalidad, en el marco del orden burgués y bajo el poder de la
burguesía. A no ser que la burguesía misma ponga fuera de la ley al partido
comunista. Y ya aquí es evidente la debilidad de su razonamiento. ¿Acaso la
burguesía ha prohibido por casualidad el partido comunista en muchos países
durante el siglo pasado? ¿Cuál es el origen de este hecho y la enseñanza que
extraen de ello? ¿Acaso no es inevitable que, por las mismas razones, lo
prohiba de nuevo o impida su construcción a menos que el partido se pliegue a
sus condiciones? ¿Qué hace el partido comunista cuando la burguesía lo prohibe?
¿Acaso no conviene a la causa del comunismo que el partido se anticipe a la
decisión de la burguesía? ¿Son los trabajadores avanzados tan estúpidos como
para no comprender que es justo que el partido comunista se anticipe a la
burguesía? ¿Tuvieron una línea justa los partidos comunistas italiano y alemán
cuando actuaron de tal modo que sus respectivos secretarios (Antonio Gramsci en
1926 y Ernest Thälmann en 1933) fueron detenidos y luego eliminados?
¿Acaso es una casualidad que nunca se haya desarrollado ninguna revolución
socialista victoriosa en la forma en la que, según ellos, debería desarrollarse
toda revolución socialista, aunque distintos partidos de la primera
Internacional Comunista hubiesen tratado de seguir la línea que todavía ellos
mismos proponen? Naturalmente, los dogmáticos no dan respuestas a estas
preguntas. Si las buscaran, dejarían de ser dogmáticos.
En general, los dogmáticos se distinguen de los
revisionistas-oportunistas por la concepción que defienden, por la propaganda
que hacen y por las consignas que lanzan. Es decir, se distinguen en el plano
subjetivo, ideológico y en cuanto a sus aspiraciones. Pero, en el mejor de los
casos, los dogmáticos sólo se distinguen en la práctica de los
revisionistas-oportunistas, aunque no siempre, por sus objetivos y métodos de
lucha radicales: son menos acomodaticios con respecto a la burguesía y tensan
más la cuerda. Sin embargo, no por casualidad Pietro Secchia pudo convivir en
el pasado en el mismo partido, hasta al final de sus días (1973), con Giorgio
Amendola y Palmiro Togliatti. A diferencia (pero no siempre) de los
revisionistas-oportunistas, algunos de ellos elevan a la categoría de principio
revolucionario el rechazo a dirigir a las masas populares en la intervención en
comicios electorales, en actividades parlamentarias y en general en la
actividad política de la burguesía (abstencionismo). Con esta y otras consignas
radicales tratan de distinguirse de los revisionistas-oportunistas de
derecha.
En cuanto al paso a la fase siguiente, a la
insurrección, algunos de ellos cuentan con que "antes o después" se
producirá un estallido del movimiento revolucionario de masas (una
insurrección) y adoptan una posición pasiva, de espera. Otros cuentan con
provocar el estallido mediante iniciativas insurreccionales. Éstos consideran
como una Biblia el lamentable libro de La insurrección de
Neuberg, redactado por una comisión del Ejército soviético por encargo de la
primera Internacional Comunista. Este libro describe una serie de intentos de
golpes de mano e iniciativas insurreccionales fracasadas. Algunos de esos
intentos fracasaron, a decir de sus mismos autores, por motivos banales, que
confirman en realidad hasta qué punto los partidos que los protagonizaron
estaban desligados del movimiento de masas. Sus autores no consideran la
insurrección como lo que ha sido en todas las revoluciones proletarias
victoriosas: un momento de una guerra más amplia. La aíslan del antes y
después, confiándolo todo a la espontaneidad de las masas (el estallido de su
descontento) o a una u otra iniciativa más o menos acertada del partido
comunista o de sus jefes geniales, cuya suerte depende, como tan seriamente osa
decir Neuberg, de la puntualidad de los que participan en las operaciones, de
la sincronización de los relojes, de la rigurosa observancia del secreto y de
otros accidentes parecidos. Para toda persona que reflexione es evidente que el
éxito de una determinada y puntual operación táctica militar depende
ciertamente de factores como los ya indicados. Pero está completamente fuera de
lugar sostener que el desarrollo o no de un movimiento revolucionario que, por
su naturaleza tiene como protagonista a las amplias masas, depende de una sola
operación táctica. Pensad en la insurrección de octubre (1917): dos importantes
dirigentes bolcheviques (Kamenev y Zinoviev) denunciaron públicamente los
preparativos insurreccionales, pero la insurrección se produjo de todas formas
y con éxito. Pensad también en la Resistencia: ¿acaso no habría tenido lugar
aunque una u otra operación militar, incluidas las iniciales, hubiera
fracasado? En realidad, fracasaron diversas operaciones militares , pero
la Resistencia se desarrolló a pesar de todo. En conclusión, los dogmáticos no
entienden que es el justo trabajo actual de los comunistas el que, llegado a un
cierto nivel de desarrollo cuantitativo, debe determinar un salto cualitativo,
la entrada en una nueva fase. Si el partido rechaza realizar el salto, el
trabajo ya realizado degenera: así ha ocurrido más de una vez en el curso de la
primera oleada de la revolución proletaria, precisamente porque muchos partidos
comunistas no dominaron la teoría de la GPP. Cuando el salto cualitativo tiene
lugar o está a punto de producirse, en general los dogmáticos no están
preparados, se encuentran desprevenidos, no saben qué hacer y se dividen en
cuanto a las soluciones a adoptar.
3. En cuanto a los dogmáticos que no distinguen entre
lo universal y lo particular, son hoy uno de los polos de las contradicciones
en el movimiento marxista-leninista-maoísta. En particular, la contradicción
divide al Movimiento revolucionario internacionalista (MRI).
La concepción dogmática de la GPP es todavía hoy un
serio obstáculo a su aplicación en los países imperialistas, puesto que no
existe todavía una demostración práctica de que en un país imperialista haya
resultado victoriosa una revolución socialista dirigida conscientemente como
GPP. Un ejemplo práctico también serviría para convencer a los dogmáticos que
sean sinceramente revolucionarios. Rechazando combinar las verdades universales
con las verdades particulares, estos dogmáticos presentan la GPP de una forma
que es impracticable. Quien comparte semejante concepción o bien se ve obligado
a rendirse ante la evidencia de la imposibilidad de llevar a cabo semejante
GPP, o bien se dedica a llevar a cabo intentos que resultan desastrosos y que
son utilizados por los que se oponen a la estrategia de la GPP como demostración
de que ésta es impracticable. Algunos compañeros consideran dogmáticamente como
universales las leyes que la GPP ha seguido con éxito en su país, confundiendo
lo particular con lo universal. El error más difundido es asumir como
universales, es decir, como válidas también para los países imperialistas, las
leyes seguidas por la GPP en países semifeudales y semicoloniales, pretender
también seguirlas en los países imperialistas y no buscar las leyes específicas
de la GPP en su propio país. "Cada verdad es concreta", es decir,
cada afirmación sólo es verdadera con relación a determinadas circunstancias de
tiempo y lugar, en determinadas condiciones, incluso cuando no se precisan
porque se dan por supuestas o implícitas en la situación en que esa verdad es
enunciada. La GPP ha sido teorizada por Mao Tse-tung sobre la base de la
experiencia de un gran país concreto, semifeudal y semicolonial, dominado por
potencias imperialistas en lucha entre sí: China. Mao Tse-tung no se ocupó de
hacer una sistemática distinción entre las leyes universales y las leyes
específicas de la GPP en China (1).
De la misma manera tampoco Lenin se ocupó de hacer una distinción sistemática
entre cuánto había de universal y cuánto de específicamente ruso en la línea
seguida por su partido. Sin embargo, declaró más de una vez, en el marco de la
primera IC, en cuya creación y actividad participó hasta 1922, que los
comunistas de otros países no debían seguir al pie de la letra la experiencia
rusa y que los comunistas rusos debían evitar favorecer o imponer la imitación
de la línea rusa. También Stalin se cuidó mucho de imponer a otros partidos la
línea seguida por el partido soviético. No por casualidad los partidos de la primera
IC siguieron de hecho líneas muy diferentes entre sí. Si acaso hay que señalar
que en la primera IC hubo una constante incertidumbre en cuanto a la estrategia
general a seguir, como he puesto de manifiesto en el artículo La
actividad de la Primera Internacional Comunista en Europa y el maoísmo publicado
en el n. 10 de La Voce. La estrategia de la GPP fue seguida
conscientemente por el Partido comunista chino, pero no fue indicada ni
estudiada como posible estrategia universal. Sólo a partir de 1968 el PCCh
sostuvo que el pensamiento de Mao también tenía un valor universal, pero no
señaló nunca en un texto exhaustivo cuáles eran las principales nuevas
aportaciones de Mao al pensamiento comunista. Por tanto, nada más fácil para
los dogmáticos y demagogos que mantener que la GPP debe seguir en todos los
países las mismas leyes enunciadas por Mao Tse-tung para China. Cosa que
obviamente avala y da alas a los que defienden que la revolución socialista en
los países imperialistas sigue otras leyes, diferentes a las de la GPP. También
existen personajes que no se preocupan de trazar una línea específica para su
propio país, recogen de aquí y de allí, como verdaderos espontaneístas que son,
cualquier práctica corriente y enarbolan demagógicamente, ahora que está de
moda, la GPP para darse pábulo y presentarse como grandes revolucionarios en la
escena internacional, en los congresos y asociaciones internacionales, en las
declaraciones y comunicados difundidos en el extranjero. Son como aquéllos
(Togliatti, Thorez, etc.) que en el viejo movimiento comunista hasta 1956
alababan a Stalin y la URSS, mientras en su país seguían líneas que poco o nada
tenían que ver con las enseñanzas universales de Stalin y de la Unión
Soviética.
Es importante distinguir claramente las leyes
universales de la GPP de las leyes particulares, propias de un país o de un
grupo de países. Sólo así conduciremos con éxito la lucha ideológica para que
todos los partidos comunistas adopten la GPP como vía de la revolución
proletaria. Sólo así extenderemos su aplicación práctica y lograremos, por
tanto, el renacimiento del movimiento comunista que está ligado a ella. Es
evidente, por ejemplo, que los campesinos de los países imperialistas (en los
que son una pequeña minoría de los trabajadores, del 1 al 3 %, están
completamente entregados a la producción mercantil, dominada en gran medida por
los monopolios industriales y comerciales, y en ellos la ciudad predomina
ampliamente sobre el campo) no desempeñan el mismo papel que en la GPP de los
países semifeudales. En estos países los campesinos forman la amplia mayoría de
los trabajadores, se dedican todavía en gran medida a una agricultura de
subsistencia, dependen de relaciones semifeudales y en ellos el campo predomina
sobre la ciudad, o al menos está poco ligado a ella.
Son dos los partidos que dirigen actualmente en su
país una revolución siguiendo conscientemente con mayor éxito y desde hace
mucho tiempo la estrategia de GPP: el Partido comunista peruano y el Partido
comunista nepalés (maoísta). Ambos destacan como condición necesaria para
lanzar y llevar a cabo con éxito la GPP, junto a la adopción del
marxismo-leninismo-maoísmo (es decir, la asimilación de las leyes universales
de la GPP), la elaboración de una concepción y una línea basadas en las
características especificas de sus respectivos países ("el pensamiento de
Gonzalo” y la “vía de Prachanda", respectivamente).
A su vez el Partido comunista maoísta de Turquía y del
norte de Kurdistán, que tiene una rica y larga experiencia de GPP, se ha
posicionado muy justamente numerosas veces contra la aplicación a los países
imperialistas como leyes universales de la GPP de las leyes específicas de ésta
en los países semifeudales. Pero, precisamente debido a la falta de una
distinción clara entre las leyes universales y las leyes particulares de la
GPP, ha llegado a negar en bloque la validez de la GPP para los países
imperialistas (véase la declaración enviada por el TKP(m) a la Conferencia
Internacional de Palermo del 3-4 de enero de 2003).
El Partido comunista revolucionario de EE.UU. y el
Comité del Movimiento revolucionario internacionalista (MRI) niegan
sustancialmente (como otros partidos y organizaciones comunistas que han
participado en la Conferencia Internacional sobre la GPP de 1998) que la GPP
sea también una estrategia válida para los países imperialistas, precisamente
porque presentan las leyes específicas de los países semifeudales y
semicoloniales como leyes universales de la GPP (véase el artículo On
the Struggle to Unite the Genuine Communist Forces en A World
to Win n. 30/enero de 2004).
El Movimiento popular Perú (MPP) - Sol Rojo ha hecho
un serio esfuerzo, sobre todo recientemente, en la lucha que lleva a cabo por
la adopción de la GPP como estrategia universal, por distinguir leyes
universales y leyes particulares (véase la intervención presentada por el MPP a
la Conferencia Internacional de París del 27-28 de marzo de 2004).
¿Qué hacer para distinguir las leyes universales de la
GPP? El marxismo-leninismo-maoísmo es una ciencia, no una doctrina esotérica,
una adivinanza o algo por el estilo. Por tanto, se trata de analizar la
experiencia de las revoluciones proletarias y de elaborarla para descubrir las
leyes que han seguido en su desarrollo. Más concretamente: el desarrollo de un
fenómeno sigue sus propias leyes aunque los hombres las ignoren. La ley de la
gravitación universal (la atracción que cada masa ejerce sobre otra) fue
seguida también cuando los hombres no la habían descubierto todavía. Cuando los
constructores no situaban el baricentro de un edificio según criterios que sólo
posteriormente se comprendieron, el edifico se derrumbaba. Después que Newton
(1642 - 1727) la descubrió y fue asimilada progresivamente por científicos y
estudiosos y poco a poco por “todo el mundo”, fue posible ver que,
efectivamente, fenómenos que hasta entonces eran inexplicables, o parecían
casuales o extraños, en realidad se hacían comprensibles a la luz de la nueva
ley. También se hizo posible llevar a cabo con mucha mayor facilidad y regularmente
operaciones que antes resultan unas veces exitosas y otras no, que eran
difíciles de llevar a cabo o tenían un resultado incierto. Fue posible hacer
cosas que antes nunca se habían logrado hacer. De la misma manera, si es verdad
que la GPP es la forma universal de las revoluciones proletarias, eso quiere
decir que cada revolución proletaria que ha tenido lugar hasta ahora se ha
desarrollado según sus leyes universales, aunque sus protagonistas no las
conocieran todavía. Si esas revoluciones proletarias han tenido éxito, es
porque sus protagonistas han seguido esas leyes universales, aunque fuese a
ciegas, instintivamente, sin saberlo, mediante sucesivos intentos. Por el
contrario, si han fracasado, ha sido porque sus protagonistas, a pesar de su
buena voluntad, entrega y heroísmo, se han obstinado en trabajar en desacuerdo
con esas leyes que no conocían.
(Continuará en próxima entrega)
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