El Gran Sol Rojo del Amanecer

domingo, 9 de septiembre de 2012

(n) PCI: CONTRIBUCIÓN AL DEBATE SOBRE LA CUESTIÓN DE LA GUERRA POPULAR


 (Nota de Luminoso Futuro: Como contribución al debate sobre la guerra popular, de siempre una preocupación central en el movimiento comunista (marxista-leninista-maoísta) internacional, hemos en este Colectivo decidido dar publicidad a un artículo proveniente de las filas del (nuevo) Partido Comunista Italiano, aparecido en las páginas de La Voce del 2004. Aprovechando la ocasión, invitamos a intelectuales y/o cuadros teóricos de Partidos y Organizaciones marxistas-leninistas y marxistas-leninistas-maoístas ha participar en este debate enviándonos sus contribuciones alrededor de este tema. Gracias).

(n) PCI: Es preciso distinguir las leyes universales de las leyes particulares de la guerra popular prolongada (Iª parte)

Cada vez son más los partidos y organizaciones comunistas de un extremo a otro del mundo que están adoptando conscientemente la estrategia de la guerra popular prolongada para llevar a cabo la revolución socialista o la revolución de nueva democracia. La situación revolucionaria se desarrolla, aunque de forma desigual, en cada país y a nivel internacional. La burguesía imperialista lleva a cabo una guerra no declarada de exterminio contra las masas populares en todo el mundo, que golpea directa y brutalmente a cientos de millones de hombres y mujeres. En este contexto miles de comunistas se interrogan acerca de la vía a seguir para llevar a las masas populares a hacer frente eficazmente a la burguesía imperialista, acabar con el ordenamiento social actual y establecer el socialismo. La herencia de la primera oleada de la revolución proletaria es un factor importante que ejerce su influencia a todos los niveles. Un número creciente de comunistas adopta entonces la estrategia de la guerra popular prolongada (GPP).  
La teoría de la GPP es una de las principales aportaciones de Mao al pensamiento comunista (véase a este respecto La octava discriminante y el llamamiento ¡Que los comunistas de los países imperialistas unan sus fuerzas en pro del renacimiento del movimiento comunista¡ publicados, respectivamente, en  La Voce n. 10 (págs. 19 y siguientes) y en La Voce  n. 12 (pág. 56). La adopción de la GPP como estrategia universal de la revolución proletaria, tanto de cara a la revolución socialista en los países imperialistas como de cara a la revolución de nueva democracia en los países semifeudales y semicoloniales, se está imponiendo a través de una encarnizada lucha ideológica en pro de la adopción del marxismo-leninismo-maoísmo como base ideológica de los nuevos partidos comunistas. En esta lucha los comunistas ajustan las cuentas con los revisionistas modernos que se abrieron paso en los años 50. Pero todavía las ajustan más específicamente con los dogmáticos que durante años han limitado el desarrollo del movimiento anti-revisionista de los marxista-leninistas surgido en los años 60. En efecto, en el movimiento m-l se ha desarrollado una larga y tortuosa lucha por la afirmación del maoísmo. Algunos compañeros y organismos lo ocultan velada o ingenuamente: presentan la adopción del marxismo-leninismo-maoísmo como un simple cambio de denominación con el que etiquetan un contenido que sigue siendo el mismo de los años 60 y 70. El Comité del Movimiento Revolucionario Internacionalista (MRI) reeditó en 1998 su Declaración constitutiva de 1984 cambiando en el texto la denominación de marxismo-leninismo por la de marxismo-leninismo-maoísmo: es un modo de seguir ofreciendo la vieja mercancía cambiando la etiqueta. Durante mucho tiempo los marxista-leninistas han concebido esencialmente la lucha contra el revisionismo moderno como restauración de los principios que los revisionistas modernos declararon superados (conquista revolucionaria del poder, dirección de la clase obrera y dictadura del proletariado). No comprendieron que el revisionismo moderno había logrado imponerse en el movimiento comunista (la derecha se impuso sobre la izquierda) debido a los límites de la izquierda del viejo movimiento comunista. Se trataba de los mismos límites que habían hecho que la primera oleada de la revolución proletaria no llegara a instaurar el socialismo en ninguno de los países imperialistas. El maoísmo es, en síntesis, la superación de esos límites. Todavía hoy existen en el movimiento comunista partidos que se declaran marxista-leninistas y que ignoran el maoísmo o se oponen a considerarlo como tercera etapa, superior, del pensamiento comunista. Pero también existen partidos que se declaran a regañadientes marxista-leninista-maoístas, atenúan la aportación universal del maoísmo al pensamiento comunista y enarbolan el m-l-m como una nueva enseña. Sin embargo, ninguno de ellos ha señalado claramente ni siquiera hasta ahora cuáles son las principales aportaciones universales del maoísmo al pensamiento comunista (no hacen como  Stalin, que, contrariamente a ellos, indicó las principales aportaciones de Lenin al pensamiento comunista en Fundamentos del leninismo(1924)). Por esto hay que reconocer al Partido comunista del Perú y a su dirigente, el Presidente Gonzalo, que se encuentra desde 1992 en manos de los cómplices peruanos del imperialismo, el mérito de haber contribuido fuertemente a afirmar en todo el mundo la tesis de que el maoísmo es la tercera etapa superior del pensamiento comunista y a enseñar las nuevas aportaciones que el maoísmo ha hecho al movimiento comunista. 
La lucha acerca de la estrategia de la revolución también es, en definitiva, la lucha acerca del balance de la primera oleada de la revolución proletaria. En esta lucha los comunistas se distinguen cada vez más claramente tanto de los revisionistas-oportunistas de derecha (que de una forma u otra, más o menos abiertamente, defienden la "vía pacífica y demócrata al socialismo") como de los comunistas dogmáticos (defensores más o menos convencidos de un trabajo legalista hoy con vistas a la insurrección que tendrá lugar mañana). Sin embargo, hay un refrán que dice: "De los amigos me guarde Dios, que de los enemigos me guardo yo". También en la lucha en torno a la GPP, además de los revisionistas-oportunistas de derecha y de los comunistas dogmáticos, que en ambos casos se oponen abiertamente a la GPP, hay una tercera corriente que daña no poco a la causa de la adopción de la GPP como estrategia universal de la revolución proletaria. Esta está constituida por los defensores de la GPP que no distinguen entre leyes universales y leyes particulares de la misma, específicas de cada país y ligadas a sus condiciones concretas: son los dogmáticos de la GPP. Por consiguiente, los que luchan por imponer la GPP como estrategia universal de la revolución proletaria y quieren adoptarla para hacer la revolución en su país, y entre ellos nos encontramos concretamente nosotros, comunistas italianos, tienen que llevar a cabo la lucha ideológica en tres frentes distintos: 1. contra los revisionistas-oportunistas de derecha, 2. contra los comunistas dogmáticos de la insurrección, 3. contra los comunistas dogmáticos de la GPP que no distinguen entre lo universal y lo particular.
1. Los revisionistas-oportunistas de derecha continúan la tradición de los revisionistas modernos, aunque la práctica ya haya demostrado el carácter burgués y desastroso de sus concepciones y líneas. Los factores que les hacen ser políticamente importantes, sus puntos fuertes, son dos: 1. el apoyo de la burguesía y 2. el oportunismo ingenuo y espontáneo de las masas populares que apenas han entrado en la lucha política, están todavía influenciadas ideológicamente por la burguesía y todavía creen que es posible mejorar la sociedad burguesa en vez de cambiarla radicalmente. En cuanto a la influencia ideológica burguesa, es imposible eliminarla de una vez por todas en tanto exista la burguesía. Por consiguiente, es preciso combatirla constantemente, contenerla y rechazar con iniciativas apropiadas a cada situación: con el desenmascaramiento, con la denuncia, con la refutación y con la expulsión de nuestras filas de sus portadores irreductibles y de los infiltrados. Por tanto, con la lucha ideológica, con la propaganda y con medidas orgánicas. En cuanto al oportunismo ingenuo y espontáneo de una parte de las masas populares, la vía más importante para corregirlo es la experiencia práctica directa de las mismas masas populares asistida por el partido. Por una parte es preciso indicar claramente y practicar la vía de la lucha revolucionaria, o sea, que el partido debe enarbolar, difundir y practicar su línea avanzada: sin esto, la experiencia por sí sola no lleva a avanzar. Por otra parte, el partido tampoco tiene que apartarse de esta parte atrasada de las masas. Al contrario, debe guiarla en sus experiencias prácticas de lucha y organización. Si los comunistas señalan el camino justo, la derrota en este caso es la premisa de la victoria. Los comunistas no debemos abandonar a las masas atrasadas a la burguesía ni permitir que sean sus curas y agentes reformistas los que las organicen. Tenemos que ser nosotros los que los que nos encarguemos de su movilización por modestos que sean sus objetivos y llevarlas paso a paso, de experiencia en experiencia, a que se adhieran a la revolución. La lucha y sus derrotas les enseñarán y lo harán de forma particularmente rápida y eficaz en el caso de los miembros de las clases más oprimidas y explotadas. Más aún en la medida en que los comunistas estemos presentes y adoptemos una posición activa. Las enseñarán que es imposible mejorar la sociedad burguesa e inducir a la burguesía por las buenas a respetar los intereses de las masas populares y ni siquiera los derechos ya conquistados por ellas. El atraso de las masas nunca puede ser una buena justificación para la ausencia del partido: un partido es tanto más avanzado cuanto más capaz es de movilizar a las masas más atrasadas y de llevarlas también a la revolución (línea de masas). 
2. En cuanto a los comunistas dogmáticos de la insurrección, ya no desempeñarán de ahora en adelante un papel importante entre las masas populares. Sin embargo, todavía apartan a un cierto número de comunistas de la revolución porque han tenido una gran importancia política (negativa) hasta los años 70. Entonces englobaban a gran parte de la izquierda de los viejos partidos comunistas: a la izquierda que, debido a su dogmatismo, no supo hacer frente a los revisionistas modernos e impedir que tomaran la dirección de los correspondientes partidos comunistas. Los comunistas dogmáticos eran favorables a la revolución, eran revolucionarios sinceros, pero no extraían las lecciones que la práctica del movimiento comunista aportaba a todos los comunistas. Su anti-revisionismo dogmático ha perjudicado enormemente al movimiento marxista-leninista, del que muchos de ellos formaban parte. La ruptura con su dogmatismo presupone la aceptación del maoísmo como tercera etapa superior del pensamiento comunista. La contradicción entre los maoístas y estos dogmáticos era y es fundamentalmente  una contradicción entre lo nuevo y lo viejo, entre lo verdadero y lo falso. No es directamente una contradicción de clase, aunque la burguesía, cuando no tiene otra cosa mejor, se apoya en ellos para estorbar a los verdaderos comunistas. En cuanto a la estrategia revolucionaria, ellos y sus epígonos no tienen en cuenta la enseñanza que ya Engels extrajo de la experiencia del movimiento comunista y en particular de la Comuna de París (1871), sintetizada en la Introducción de 1895 a la reedición del folleto de Marx Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850 (véase al respecto el folleto CARC, F.Engels: 10, 100, 1000 CARC por la reconstrucción del partido comunista). Los dogmáticos no tienen una visión dialéctica de la revolución. Separan esquemáticamente las distintas fases de la revolución y no ven su conexión. No comprenden que de una fase se pasa a otra y menos aún cómo se produce esa transición. No ven, por tanto, que es preciso dirigir cada fase de modo que cuando llegue a un punto se transforme en la siguiente. Por consiguiente, cada fase está inmediatamente "marcada" por ese destino. En cambio, según ellos, el paso de una fase a la siguiente "cae del cielo", ocurre por casualidad, o bien responde a una decisión arbitraria y subjetiva. En suma, en su concepción falta el paso de una fase a otra mediante el desarrollo cuantitativo de la primera hasta que ese mismo desarrollo cuantitativo determina el salto cualitativo. Muchos de ellos esperan la insurrección (mantienen una actitud pasiva, de espera). Otros adoptan iniciativas aventureras (militarismo o putchismo). 
Según ellos, la acumulación de las fuerzas revolucionarias debería ser fruto de una labor partidista llevada a cabo totalmente en la legalidad, en el marco del orden burgués y bajo el poder de la burguesía. A no ser que la burguesía misma ponga fuera de la ley al partido comunista. Y ya aquí es evidente la debilidad de su razonamiento. ¿Acaso la burguesía ha prohibido por casualidad el partido comunista en muchos países durante el siglo pasado? ¿Cuál es el origen de este hecho y la enseñanza que extraen de ello? ¿Acaso no es inevitable que, por las mismas razones, lo prohiba de nuevo o impida su construcción a menos que el partido se pliegue a sus condiciones? ¿Qué hace el partido comunista cuando la burguesía lo prohibe? ¿Acaso no conviene a la causa del comunismo que el partido se anticipe a la decisión de la burguesía? ¿Son los trabajadores avanzados tan estúpidos como para no comprender que es justo que el partido comunista se anticipe a la burguesía? ¿Tuvieron una línea justa los partidos comunistas italiano y alemán cuando actuaron de tal modo que sus respectivos secretarios (Antonio Gramsci en 1926 y Ernest Thälmann en  1933) fueron detenidos y luego eliminados? ¿Acaso es una casualidad que nunca se haya desarrollado ninguna revolución socialista victoriosa en la forma en la que, según ellos, debería desarrollarse toda revolución socialista, aunque distintos partidos de la primera Internacional Comunista hubiesen tratado de seguir la línea que todavía ellos mismos proponen? Naturalmente, los dogmáticos no dan respuestas a estas preguntas. Si las buscaran, dejarían de ser dogmáticos. 
En general, los dogmáticos se distinguen de los revisionistas-oportunistas por la concepción que defienden, por la propaganda que hacen y por las consignas que lanzan. Es decir, se distinguen en el plano subjetivo, ideológico y en cuanto a sus aspiraciones. Pero, en el mejor de los casos, los dogmáticos sólo se distinguen en la práctica de los revisionistas-oportunistas, aunque no siempre, por sus objetivos y métodos de lucha radicales: son menos acomodaticios con respecto a la burguesía y tensan más la cuerda. Sin embargo, no por casualidad Pietro Secchia pudo convivir en el pasado en el mismo partido, hasta al final de sus días (1973), con Giorgio Amendola y Palmiro Togliatti. A diferencia (pero no siempre) de los revisionistas-oportunistas, algunos de ellos elevan a la categoría de principio revolucionario el rechazo a dirigir a las masas populares en la intervención en comicios electorales, en actividades parlamentarias y en general en la actividad política de la burguesía (abstencionismo). Con esta y otras consignas radicales tratan de distinguirse de los revisionistas-oportunistas de derecha. 
En cuanto al paso a la fase siguiente, a la insurrección, algunos de ellos cuentan con que "antes o después" se producirá un estallido del movimiento revolucionario de masas (una insurrección) y adoptan una posición pasiva, de espera. Otros cuentan con provocar el estallido mediante iniciativas insurreccionales. Éstos consideran como una Biblia el lamentable libro de La insurrección de Neuberg, redactado por una comisión del Ejército soviético por encargo de la primera Internacional Comunista. Este libro describe una serie de intentos de golpes de mano e iniciativas insurreccionales fracasadas. Algunos de esos intentos fracasaron, a decir de sus mismos autores, por motivos banales, que confirman en realidad hasta qué punto los partidos que los protagonizaron estaban desligados del movimiento de masas. Sus autores no consideran la insurrección como lo que ha sido en todas las revoluciones proletarias victoriosas: un momento de una guerra más amplia. La aíslan del antes y después, confiándolo todo a la espontaneidad de las masas (el estallido de su descontento) o a una u otra iniciativa más o menos acertada del partido comunista o de sus jefes geniales, cuya suerte depende, como tan seriamente osa decir Neuberg, de la puntualidad de los que participan en las operaciones, de la sincronización de los relojes, de la rigurosa observancia del secreto y de otros accidentes parecidos. Para toda persona que reflexione es evidente que el éxito de una determinada y puntual operación táctica militar depende ciertamente de factores como los ya indicados. Pero está completamente fuera de lugar sostener que el desarrollo o no de un movimiento revolucionario que, por su naturaleza tiene como protagonista a las amplias masas, depende de una sola operación táctica. Pensad en la insurrección de octubre (1917): dos importantes dirigentes bolcheviques (Kamenev y Zinoviev) denunciaron públicamente los preparativos insurreccionales, pero la insurrección se produjo de todas formas y con éxito. Pensad también en la Resistencia: ¿acaso no habría tenido lugar aunque una u otra operación militar, incluidas las iniciales, hubiera fracasado? En realidad, fracasaron diversas operaciones militares  , pero la Resistencia se desarrolló a pesar de todo. En conclusión, los dogmáticos no entienden que es el justo trabajo actual de los comunistas el que, llegado a un cierto nivel de desarrollo cuantitativo, debe determinar un salto cualitativo, la entrada en una nueva fase. Si el partido rechaza realizar el salto, el trabajo ya realizado degenera: así ha ocurrido más de una vez en el curso de la primera oleada de la revolución proletaria, precisamente porque muchos partidos comunistas no dominaron la teoría de la GPP. Cuando el salto cualitativo tiene lugar o está a punto de producirse, en general los dogmáticos no están preparados, se encuentran desprevenidos, no saben qué hacer y se dividen en cuanto a las soluciones a adoptar.
3. En cuanto a los dogmáticos que no distinguen entre lo universal y lo particular, son hoy uno de los polos de las contradicciones en el movimiento marxista-leninista-maoísta. En particular, la contradicción divide al Movimiento revolucionario internacionalista (MRI).
La concepción dogmática de la GPP es todavía hoy un serio obstáculo a su aplicación en los países imperialistas, puesto que no existe todavía una demostración práctica de que en un país imperialista haya resultado victoriosa una revolución socialista dirigida conscientemente como GPP. Un ejemplo práctico también serviría para convencer a los dogmáticos que sean sinceramente revolucionarios. Rechazando combinar las verdades universales con las verdades particulares, estos dogmáticos presentan la GPP de una forma que es impracticable. Quien comparte semejante concepción o bien se ve obligado a rendirse ante la evidencia de la imposibilidad de llevar a cabo semejante GPP, o bien se dedica a llevar a cabo intentos que resultan desastrosos y que son utilizados por los que se oponen a la estrategia de la GPP como demostración de que ésta es impracticable. Algunos compañeros consideran dogmáticamente como universales las leyes que la GPP ha seguido con éxito en su país, confundiendo lo particular con lo universal. El error más difundido es asumir como universales, es decir, como válidas también para los países imperialistas, las leyes seguidas por la GPP en países semifeudales y semicoloniales, pretender también seguirlas en los países imperialistas y no buscar las leyes específicas de la GPP en su propio país. "Cada verdad es concreta", es decir, cada afirmación sólo es verdadera con relación a determinadas circunstancias de tiempo y lugar, en determinadas condiciones, incluso cuando no se precisan porque se dan por supuestas o implícitas en la situación en que esa verdad es enunciada. La GPP ha sido teorizada por Mao Tse-tung sobre la base de la experiencia de un gran país concreto, semifeudal y semicolonial, dominado por potencias imperialistas en lucha entre sí: China. Mao Tse-tung no se ocupó de hacer una sistemática distinción entre las leyes universales y las leyes específicas de la GPP en China (1). De la misma manera tampoco Lenin se ocupó de hacer una distinción sistemática entre cuánto había de universal y cuánto de específicamente ruso en la línea seguida por su partido. Sin embargo, declaró más de una vez, en el marco de la primera IC, en cuya creación y actividad participó hasta 1922, que los comunistas de otros países no debían seguir al pie de la letra la experiencia rusa y que los comunistas rusos debían evitar favorecer o imponer la imitación de la línea rusa. También Stalin se cuidó mucho de imponer a otros partidos la línea seguida por el partido soviético. No por casualidad los partidos de la primera IC siguieron de hecho líneas muy diferentes entre sí. Si acaso hay que señalar que en la primera IC hubo una constante incertidumbre en cuanto a la estrategia general a seguir, como he puesto de manifiesto en el artículo La actividad de la Primera Internacional Comunista en Europa y el maoísmo publicado en el n. 10 de La Voce. La estrategia de la GPP fue seguida conscientemente por el Partido comunista chino, pero no fue indicada ni estudiada como posible estrategia universal. Sólo a partir de 1968 el PCCh sostuvo que el pensamiento de Mao también tenía un valor universal, pero no señaló nunca en un texto exhaustivo cuáles eran las principales nuevas aportaciones de Mao al pensamiento comunista. Por tanto, nada más fácil para los dogmáticos y demagogos que mantener que la GPP debe seguir en todos los países las mismas leyes enunciadas por Mao Tse-tung para China. Cosa que obviamente avala y da alas a los que defienden que la revolución socialista en los países imperialistas sigue otras leyes, diferentes a las de la GPP. También existen personajes que no se preocupan de trazar una línea específica para su propio país, recogen de aquí y de allí, como verdaderos espontaneístas que son, cualquier práctica corriente y enarbolan demagógicamente, ahora que está de moda, la GPP para darse pábulo y presentarse como grandes revolucionarios en la escena internacional, en los congresos y asociaciones internacionales, en las declaraciones y comunicados difundidos en el extranjero. Son como aquéllos (Togliatti, Thorez, etc.) que en el viejo movimiento comunista hasta 1956 alababan a Stalin y la URSS, mientras en su país seguían líneas que poco o nada tenían que ver con las enseñanzas universales de Stalin y de la Unión Soviética.  
Es importante distinguir claramente las leyes universales de la GPP de las leyes particulares, propias de un país o de un grupo de países. Sólo así conduciremos con éxito la lucha ideológica para que todos los partidos comunistas adopten la GPP como vía de la revolución proletaria. Sólo así extenderemos su aplicación práctica y lograremos, por tanto, el renacimiento del movimiento comunista que está ligado a ella. Es evidente, por ejemplo, que los campesinos de los países imperialistas (en los que son una pequeña minoría de los trabajadores, del 1 al 3 %, están completamente entregados a la producción mercantil, dominada en gran medida por los monopolios industriales y comerciales, y en ellos la ciudad predomina ampliamente sobre el campo) no desempeñan el mismo papel que en la GPP de los países semifeudales. En estos países los campesinos forman la amplia mayoría de los trabajadores, se dedican todavía en gran medida a una agricultura de subsistencia, dependen de relaciones semifeudales y en ellos el campo predomina sobre la ciudad, o al menos está poco ligado a ella.  
Son dos los partidos que dirigen actualmente en su país una revolución siguiendo conscientemente con mayor éxito y desde hace mucho tiempo la estrategia de GPP: el Partido comunista peruano y el Partido comunista nepalés (maoísta). Ambos destacan como condición necesaria para lanzar y llevar a cabo con éxito la GPP, junto a la adopción del marxismo-leninismo-maoísmo (es decir, la asimilación de las leyes universales de la GPP), la elaboración de una concepción y una línea basadas en las características especificas de sus respectivos países ("el pensamiento de Gonzalo” y la “vía de Prachanda", respectivamente).
A su vez el Partido comunista maoísta de Turquía y del norte de Kurdistán, que tiene una rica y larga experiencia de GPP, se ha posicionado muy justamente numerosas veces contra la aplicación a los países imperialistas como leyes universales de la GPP de las leyes específicas de ésta en los países semifeudales. Pero, precisamente debido a la falta de una distinción clara entre las leyes universales y las leyes particulares de la GPP, ha llegado a negar en bloque la validez de la GPP para los países imperialistas (véase la declaración enviada por el TKP(m) a la Conferencia Internacional de Palermo del 3-4 de enero de 2003). 
El Partido comunista revolucionario de EE.UU. y el Comité del Movimiento revolucionario internacionalista (MRI) niegan sustancialmente (como otros partidos y organizaciones comunistas que han participado en la Conferencia Internacional sobre la GPP de 1998) que la GPP sea también una estrategia válida para los países imperialistas, precisamente porque presentan las leyes específicas de los países semifeudales y semicoloniales como leyes universales de la GPP (véase el artículo On the Struggle to Unite the Genuine Communist Forces en A World to Win n. 30/enero de 2004).
El Movimiento popular Perú (MPP) - Sol Rojo ha hecho un serio esfuerzo, sobre todo recientemente, en la lucha que lleva a cabo por la adopción de la GPP como estrategia universal, por distinguir leyes universales y leyes particulares (véase la intervención presentada por el MPP a la Conferencia Internacional de París del 27-28 de marzo de 2004).  
¿Qué hacer para distinguir las leyes universales de la GPP? El marxismo-leninismo-maoísmo es una ciencia, no una doctrina esotérica, una adivinanza o algo por el estilo. Por tanto, se trata de analizar la experiencia de las revoluciones proletarias y de elaborarla para descubrir las leyes que han seguido en su desarrollo. Más concretamente: el desarrollo de un fenómeno sigue sus propias leyes aunque los hombres las ignoren. La ley de la gravitación universal (la atracción que cada masa ejerce sobre otra) fue seguida también cuando los hombres no la habían descubierto todavía. Cuando los constructores no situaban el baricentro de un edificio según criterios que sólo posteriormente se comprendieron, el edifico se derrumbaba. Después que Newton (1642 - 1727) la descubrió y fue asimilada progresivamente por científicos y estudiosos y poco a poco por “todo el mundo”, fue posible ver que, efectivamente, fenómenos que hasta entonces eran inexplicables, o parecían casuales o extraños, en realidad se hacían comprensibles a la luz de la nueva ley. También se hizo posible llevar a cabo con mucha mayor facilidad y regularmente operaciones que antes resultan unas veces exitosas y otras no, que eran difíciles de llevar a cabo o tenían un resultado incierto. Fue posible hacer cosas que antes nunca se habían logrado hacer. De la misma manera, si es verdad que la GPP es la forma universal de las revoluciones proletarias, eso quiere decir que cada revolución proletaria que ha tenido lugar hasta ahora se ha desarrollado según sus leyes universales, aunque sus protagonistas no las conocieran todavía. Si esas revoluciones proletarias han tenido éxito, es porque sus protagonistas han seguido esas leyes universales, aunque fuese a ciegas, instintivamente, sin saberlo, mediante sucesivos intentos. Por el contrario, si han fracasado, ha sido porque sus protagonistas, a pesar de su buena voluntad, entrega y heroísmo, se han obstinado en trabajar en desacuerdo con esas leyes que no conocían.

(Continuará en próxima entrega)

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Datos personales

periodista obrero. Comunista (marxista-leninista). Antiimperialista, anticapitalista y antimilitarista.