Vivimos una situación de
guerra internacional. El imperialismo, capitaneado por la superpotencia
estadounidense, atenazado por la grave y prolongada crisis económica y política
que le ha impuesto el marchamo “tenés que morir, hermano”, para alejar de sí
ese destino se ha puesto a cabalgar sobre aquello de la inexorabilidad de la
tercera carnicería mundial. Sólo que identificando esta guerra, con su versión
de “guerra nuclear”. Con ello vendiéndonos la idea de la imparabilidad de la
guerra; que ellos son los que mandan en
el mundo. Y en ello el pueblo sencillo, el hombre de la calle, nada puede
hacer.
Sobre nuestras cabezas, sobre la cabeza de la
entera humanidad trabajadora, se han puesto a blandir sus armas nucleares, la
bomba atómica. ¿Debemos temer a la bomba
atómica? No, esa arma alucinante y terrorífica ciertamente pone en peligro la
vida sobre el planeta, haría desaparecer de la faz de la Tierra a la gran
mayoría de la humanidad trabajadora, inclusive a ellos mismos. Ellos, los
imperialistas, encabezados por
EE.UU., correrían ese riesgo. Pero, sin
pueblo trabajador, sin la clase obrera, no hay plusvalía posible. Matándonos se
matan a sí mismos. Además, como nos han enseñado los camaradas maoístas
chinos encabezados por el Presidente
Mao, al imperialismo se le debe despreciar estratégicamente, pero tomándoles en
cuenta tácticamente. Y ese es el camino que nos han estado marcando innúmeros
Partidos Comunistas, basados ellos en la enseñanzas del Presidente Mao, que han
estado desarrollando victoriosas e inderrotables guerras populares de
liberación contra los opresores y agresores imperialistas en muchos puntos del
planeta. Por lo que, es de concluir, esa política de aterrorizar a los pueblos
del mundo con usar la bomba atómica, como medio de imponer su hegemonía sobre
el planeta, demuestra que son ellos, precisamente, quiénes temen a la
humanidad.
¿Por qué? Porque esa
situación de guerra internacional, existente hoy en el mundo, resultado de la agudización al extremo de la
contradicción entre el imperialismo y los pueblos nacionalmente oprimidos,
explotados, como todas las
contradicciones tiene un doble aspecto. Por un lado, es auténtica y existente guerra imperialista,
pero; por el otro, ha despertado en la mente de las grandes mayorías populares
la disposición de actuar contra la guerra imperialista.
De ahí debemos
extraer la única conclusión político-práctica que se nos impone: ¡Esta guerra
que se nos ha venido encima no es única y exclusivamente imperialista, sino que
también, paralelamente, es una guerra revolucionaria contra los guerreristas imperialistas
y los opresores de todos los países involucrados directa o indirectamente!
Que la naturaleza de la guerra
actual tiene un carácter dual;
claramente antagónicos entre sí. Por lo portadores concretos e
históricos que las impulsan y los objetivos políticos y sociales que tienden
materializar. Burguesa imperialista y hegemonista, por un lado, y la clase
proletaria revolucionaria y emancipatoria por el otro. Por medio de los cuales
se dirime, con las armas en la mano, el destino del mundo en esta entrada del
siglo XXI: la continuidad del capitalismo imperialista o la recuperación por la
humanidad trabajadora del camino al socialismo y al comunismo.
Con mayor claridad, que en
el pasado, arraiga el convencimiento de que la guerra imperialista de hoy es
una guerra injusta, colonialista y depredadora desatada en aras de los
intereses de la burguesía, de sus bandidos gobernantes y de los grandes monopolios internacionales,
y que; en respuesta, la guerra de los pueblos por su salvación nacional y por
la realización sus intereses y fines internacionales, mil veces superiores a
aquellos de la minoría capitalista mundial (apenas son el 1% de la humanidad),
resulta el aspecto progresivo, positivo, de dicha contradicción fundamental del
sistema social imperialista imperante. Por lo que el dilema es: La guerra
revolucionaria de los pueblos y naciones oprimidas y ocupadas militarmente
forzados a hacer de puntos estratégicos en la guerra interiimperialista mundial
o la guerra imperialista mundial, dicha
“guerra contra el terrorismo”, abre paso a la guerra popular de liberación
nacional o a la guerra civil por el comunismo. Esto quiere decir que,
contrariamente a la actitud que toma el pacifismo liberal burgués de oponerse
a la guerra imperialista mundial en
curso rechazando toda guerra en general, los obreros comunistas han de
empeñarse en preparar y organizar la guerra revolucionaria de los pueblos en
respuesta a la guerra imperialista. Preparar y organizar la guerra popular
revolucionaria contra los gobiernos imperialistas o no de los propios países,
sean de los agresores o de los agredidos cómplices. Impulsar y organizar la
lucha revolucionaria de las clases trabajadoras y de las clases populares las
miras puestas a llevarla a sus formas
más elevadas y consecuentes, el levantamiento insurreccional, la guerra popular y la guerra civil por el
socialismo.
Esa tarea política se puede
y se debe hacer. La clase obrera y las masas populares deben ser convencidas y
serán convencidas que, pese a los gritos plañideros de los pacifistas utópicos
y de la izquierda aburguesada que no deja de convocar a la “sensatez” de los
bandoleros que nos desgobiernan y que
las invitan a que centren su acción política en la supuesta “no-agresividad” de
los imperialistas emergentes presentados como “garantes de paz y democracia”,
cuando en realidad juntos realmente las mismas nos
empujan a su nueva carnicería mundial. Obviando
la correcta posición marxista-leninista-maoísta frente a tal perspectiva
combatir al imperialismo y su política belicista sea con la máscara que se nos
presente. De que el mundo de hoy, en esta entrada del siglo XXI, es monocolor y
monopolar capitalista imperialista. Eso porque aquella contradicción fundamental
marcadora de un estadio de la época actual, la contradicción entre países
capitalistas y países socialistas, ha desaparecido escenario político
internacional.
Erróneo resulta pues el pretender basar la
propia estrategia de la lucha contra el imperialismo y la guerra imperialista,
por la preservación de la paz, la conquista de la democracia popular y del
socialismo, en un baluarte estatal de la paz y del progreso social allí dónde
no está más.
Es esconder, tras un
antiyanquismo primario –supuestamente apoyados en las correctas tesis de las
Conferencias Internacionales de Moscú de 1957 y 1960, las que vieron juntos aún
a marxistas-leninistas y revisionistas modernos, de presentar al imperialismo
estadounidense como el enemigo principal de la humanidad y de la paz- y cuando
los revisionistas modernos han completado su subversión contrarrevolucionaria
antisocialista y ya no existe país socialista en el mundo que se ha perdido la
capacidad de razonar revolucionariamente y con sensatez. Que no hacen un análisis del mundo de hoy
utilizando las herramientas del marxismo-leninismo-maoísmo, que lo han
convertido en un recetario de fórmulas muertas, momificadas. “Olvidando”, muy oportunamente, un hecho
elemental que nos ha enseñado el marxismo: ¡El imperialismo, como sistema
económico y político, es el enemigo principal siempre de las clases trabajadoras y de su socialismo, pero el
imperialismo estadounidense es el enemigo concreto, inmediato y principal del momento!
Esto es claro para cualquier
y real comunista marxista-leninista. Pero, como hemos visto, para otros no.
Estos últimos con su uso doloso de la idea petrificada de “USA la única
potencia enemiga de la humanidad y la paz” siembran la confusión en la clase
obrera, en los pueblos y naciones victimadas por la agresión armada
imperialista, la desarman ideológicamente y la preparan a echarla en brazos del
nacionalcolaboracionismo, sea en aquellos de la potencias imperialista rivales
de aquel (que no únicamente son Rusia y el socialimperialismo chino) o en
aquellas de las burguesías del propio país, aún a costa de pintarla de “socialista”.
Mistificación de nacionalcapitulacionistas
y colaboracionismo de clase es la esencia contrarrevolucionaria de los
pacifistas burgueses y de los neorevisionistas postmodernos. Ocultamiento y
engaño que, conscientemente, se hace a la clase obrera, a los pueblos y
naciones victimados por la guerra imperialista en desarrollo. Incapacitación de
las masas obreras y masas trabajadoras a responder con la
justa medida a los imperialistas en su guerra.
Cuando no hay nada más
objetivo, revolucionario y verdadero que responder a la guerra con la guerra. Remarcar,
tras una auténtica labor comunista de esclarecimiento de las masas trabajadoras que están llamadas a ser el punto de torsión militar revolucionario de los planes
militares y políticos de dominación mundial de la burguesía imperialista. De la
urgencia de que vinculen su lucha por la
paz, la independencia nacional y la preservación de sus libertades democráticas
a la construcción de auténticos partidos comunistas de nuevo tipo en los países
imperialistas y en el resto de los países capitalistas dadores, como siempre se les ha exigido, de carne de
cañón y de puntos estratégicos a las potencias beligerantes. Partidos
Comunistas intransigentemente proletarios y consecuentemente revolucionarios,
los que al calor de esta guerra imperialista y de la maduración de la crisis
revolucionaria mundial se militaricen y encuadren a las masas trabajadoras en
la lucha revolucionaria, militarizándolas a su vez, y que las conduzcan al
derrocamiento del capitalismo y del imperialismo en todo el planeta abriendo
amplio curso a la guerra popular de liberación y/o a la insurrección proletaria, como a la guerra civil antiimperialista
y por el socialismo.
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