por Quibian
Gaytan
Lev Davidovich Bronstein, de siempre ha sido un enemigo irreconciliable
de Lenin y el leninismo (vale remarcar, bolcheviques). En un folleto suyo de 1904 le tira una palanganada de injurias: “dictador”,
de liderar una “teocracia ortodoxa“, de pretender instaurar un “centralismo autócrata
asiático”; amén de calificarle de “revolucionario
demócrata burgués” y “escisionista fanático”.
Fanático seguidor de la concepción
socialdemócrata de partido se opondrá, con no menos ardor, a la teoría
leninista de partido por cuanto en ella Lenin se desenmascara, según él, por
ser “partidario de un régimen
cuartelario”, de “mezquindad organizativa”, “dictador queriendo sustituir al
Comité Central”, “dictador queriendo instaurar la dictadura sobre el
proletariado” para el cual “toda intromisión de elementos que pensaban de otra
manera era un fenómeno patológico”.
Luego de retornar del exilio político, después de la revolución de febrero,
Lenin elaborando la línea política del Partido para transformarla en revolución
socialista, pondrá particular empeño en la búsqueda de fuerzas políticas
aliables (mencheviques internacionalistas de Martov, Socialrevolucionarios y
aún el pequeño grupo de los Mezhroyadontsy de Trotzky). De los que sólo, en ese
momento, los últimos terminaron afiliándose al Partido Obrero Socialdemócrata
de Rusia (b) y, eso, con algunas iniciales reticencias de Trotsky. Satisfecho
su ego, y guardándose bajo el saco su odio viceral contra el que desde entonces
será su “amado maestro”, entra en el Partido Obrero de Lenin en agosto de 1917.
Como hemos visto, con el beneplácito de éste último y oficializado como miembro
por Stalin en el VI Congreso del POSDR (b).
A propuesta de los bolcheviques es nombrado Presidente del Soviet de Petrogrado (San Petersburgo); participa en la insurrección de Octubre y en el nacimiento del Estado Soviético. La prensa capitalista mundial, con doble intención y no para disgusto del mismo, le equiparará al Jefe de la Revolución.
A propuesta de los bolcheviques es nombrado Presidente del Soviet de Petrogrado (San Petersburgo); participa en la insurrección de Octubre y en el nacimiento del Estado Soviético. La prensa capitalista mundial, con doble intención y no para disgusto del mismo, le equiparará al Jefe de la Revolución.
Así en 1923, gravemente enfermo Lenin,
Bronstein, frustrado ya en sus aspiraciones de sucederle a la cabeza del
Partido Comunista de Rusia (b), dadas sus maquinaciones fraccionalistas y
antipartido, además de sacar a relucir la supuesta “amenaza de la
burocratización del partido”, desempolva su podrida teoría de la “revolución
permanente”. Con las que se lanzará al ataque contra el Partido Comunista de
Rusia (bolchevique), contra la dictadura del proletariado y berreará sobre la
“imposibilidad de construir el socialismo en un solo país”.
Insemina, con ello, desconfianza hacia la Dirección partidaria, desconfianza en el campesino soviético, pesimismo y derrotismo en la clase obrera y la juventud.
Derrotado ideológica y políticamente, expulsado de la URSS, deviene en enemigo desembozado del Poder Soviético y de la Internacional Comunista. Juntando a oportunistas, renegados del comunismo y agentes profesionales de las potencias imperialistas, clamará por la aplicación de la política del “derrotismo” como respuesta frente a la en perspectiva II Guerra Imperialista Mundial, el derrocamiento del poder soviético y el asesinato de los líderes soviéticos. “¡Por una revolución antiburocrática!”, dice él.
Como fundamentación de esta franca traición a
la Patria Socialista y al Poder
Soviético, en su libro la Revolución Traicionada (1936), escrito con miras de
restarle al Partido Comunista de la URSS cualquier muestra de apoyo y
solidaridad por parte del proletariado comunista y revolucionario internacional,
remarcará taimadamente “no existe el menor socialismo en la URSS”. De ahí la
conclusión lógica y vaticinio político capitulacionista: el derrocamiento
violento del poder soviético y la inevitabilidad de la derrota militar
soviética de cara a la agresión de la Alemania nazi.
Sus discípulos, también en Panamá, aplaudieron
y apoyaron lo actuado por el trotskista falsamente arrepentido Kruschev, el
anticomunista de vieja data Gorbatchov y el agente de la CIA Boris Yeltsin,
enterradores del socialismo, puntales de
la contrarrevolución y de la restauración capitalista en la URSS, en Europa del
Este y en el Lejano Oriente, y les presentarán como auténticos realizadores de
la “revolución política” propugnada por su maestro.
Triunfante la contrarrevolución en la URSS y todos esos países otrora
socialistas o democrático populares, restaurada en ellos la salvaje dictadura
de los sectores más trogloditas y sedientos de sangre de la burguesía fascista
y anuladas y destrozadas la conquistas sociales, políticas y culturales
socialistas, los epígonos del “gran maestro revolucionario” corrieron a copar
puestos claves del Estado burgués restaurado. Ocuparon ministerios y Directorios de Oficinas de asuntos
económicos, principalmente, desde los cuales impusieron brutales
privatizaciones en las empresas estatales y redujeron a la clase obrera
anulando las protectoras legislaciones laborales socialistas, quitándoles su
derecho de administración colectiva en las empresas y fábricas, reduciendo a
niveles de hambre los salarios y sometiendo los precios a los mandatos del
“libre mercado” de los Grandes Consorcios imperialistas, que cayeron sobre esos
países como buitres.
En fin, las promesas quiméricas y engañosas hechas a los trabajadores de
un impulse superextraordinario de la economía socialista y de un reinado de la
democracia socialista -después de eliminada la llamada “burocracia soviética” y
el “terror stalinista”-, se convirtieron en todo lo contrario. Capitalismo
salvaje restaurado, dictaduras fascistas, desenfrenado anticomunismo e
impulsado desde las alturas del Estado mismo, esclavización asalariada de los
trabajadores, miseria física y miseria social, desocupación masiva,
prostitución generalizada. Prácticamente, las “sabias” predicciones de León
Trotsky han devenido en un infierno para los trabajadores de dichos países de
capitalismo restaurado.
No sin plena razón Lenin le ha calificado, en
su momento, de “el Judas Trotsky”.
Como tergiversa los acontecimientos, que falsedades que tratan de engañar a las nuevas generaciones de militantes. Fijese usted, ahora resulta que Trotski es responsable de que el régimen sovietico-stalinista burocratico de la URSS se haya caído sólo, No hubo tal revolucion antiburoctatica, todos los pCS, incluyendo el de la URSS aceptaban sin críticas las propuestas de los mandamaces de turno,como las de Gorbachow, Yetlsin, etc. La mayorí de las prediciones de Trotski sobre el stallinistamo se validaron por la historia.
ResponderEliminarNo hay "tergiversación" alguna, los hechos acontecidos confirman la complicidad trotskysta en ese acontecimiento antisocialista. Las "teorizaciones" de Trotzky, su política entrista y su conspiraciones al interior de dichos primeros países socialistas dieron cobertura a las acciones subversivas y agresiones políticas, así como en promover y consolidar a elementos degenerados para que paulatinamente fuesen aumentando las áreas de poder ya usurpadas. Ustedes fueron la quintacolumna, sostenedora del copamiento del poder de los revisionistas modernos, de la contrarrevolución antisocialista. Triunfante la restauración bien les premió el mperialismo con puestos claves en el "nuevo" poder burgués y en la economía para desmantelarla y aplicaron todas las recetas del neoliberalismo. Por ejemplo, en Checoslovaquia y Polonia. Trata de probar que no. Falseas y ocultas los hechos, pues, cuando escribes "se cayó solo". Fue el producto de la acción subversiva interna prolongada de aquellos trotzkystas dizque arrepentidos de 1929-30. Finalmente, si las "predicciones"de Trotzky sobre el socialismo soviético se han validado, entonces es de concluir que muy justamente se le eliminó como contrarrevolucionario antisoviético y anticomunista
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