El problema del poder es el problema fundamental de
la revolución y una cuestión vital que decide la victoria o el fracaso de la
revolución y el éxito de la labor de construcción. Las clases revolucionarias
pueden lograr la completa liberación nacional y clasista, y realizar la causa
del socialismo y el comunismo, solo cuando, tomando el poder en sus manos,
elevan sin cesar su función y papel fortaleciendo en forma ininterrumpida
la dictadura del proletariado. Una política revolucionaria consiste
también en alentar toda fisura, por mínima que sea, en el frente imperialista. En
el caso de este continente, el Comité de Coordinación de los Partidos y
Organización Maoístas del Sur de Asia, fundado en el 2001.
Comunicado del PC (M)
de Afganistan
El Partido Comunista
(maoísta) de Afganistán ha anunciado que muy pronto comenzará a combatir a los
“ocupantes imperialistas”, “fascismo” y el “oscurantismo” de los integristas y
contra el imperialismo de cualquier origen. En coherencia con esta posición,
luego de la invasión estadounidense de 2001, el PCA se convirtió en promotor
del renacimiento de una resistencia armada maoísta tanto contra pero también a
los “reaccionarios teocráticos islámicos”. Dentro de muy poco las tropas de
ocupación de la OTAN tendrán que combatir no sólo contra los talibanes y los
jihadistas sino también contra los guerreros comunistas. Esto es al menos lo
que se deduce de un reciente comunicado del Partido Comunista (maoísta) afgano,
una formación clandestina creada en 2004. “El partido está por dar comienzo a
la guerra popular en Afganistán, cuyo carácter específico en la actual
coyuntura es el de una guerra popular revolucionaria contra los ocupantes
imperialistas y su régimen fantoche.
Así concluye un comunicado
del PC (m) publicado el 15 de julio pasado en “Shola Jawwid” (Llama eterna),
órgano del partido para conmemorar al compañero Azad, histórico portavoz de los
guerrilleros maoístas indios “Naxaliti”, muerto en acción el pasado primero de
julio. El Partido Comunista (maoísta) afgano -cuya dirigencia ha permanecido
hasta ahora en la clandestinidad- es el fruto de un lento proceso de
reunificación y de revitalización de los restos de los grandes movimientos
maoístas afganos de los años 60 y 70, exterminados luego por los comunistas
filo-soviéticos y por los integristas filo-estadounidenses. Un proceso que comenzó
luego de la invasión aliada de 2001, con el objeto de instalar una guerra de
liberación nacional “autónoma” con relación a los grupos armados islámicos y en
nombre de una “tercera vía” alternativa ajena tanto a la ocupación extranjera
como a la teocracia islámica.
“Si las masas afganas
continúan pensando que las únicas alternativas son la rendición ante el
ocupante extranjero o el apoyo a los talibanes y a al-Qaida, la miseria de
nuestro pueblo no tendrá fin” se lee en un documento de 2002. “Nuestro partido
ha decidido movilizarse autónomamente para resistir a la invasión imperialista
como etapa necesaria hacia una revolución neodemocrática en Afganistán. Debemos
sin embargo considerar como enemigos nuestros no sólo a los imperialistas
estadounidenses y sus aliados, sino también a los reaccionarios
teocrático-islámicos, a los talibanes y a los jihadistas que son los que
controlan actualmente al país”.El PC (m) como moderno heredero de los Sholay
(llamas): los militantes maoístas de la Organización de jóvenes progresistas
(Sazman-e Jawanan-e Mutarraqi) creada en 1965 por Akram Yari, maestro hazara
originario de Jaghori (Ghazni)Los Sholai –del nombre de su popular revista
estudantil, Shola Jawid– nacieron como un movimiento juvenil de protesta contra
la monarquía de Zahir Shah, los fundamentalistas islámicos de Gulbuddin
Hekmatyar y el comunismo filo-soviético del Partido democrático del pueblo
afgano (PDPA) convirtiéndose muy pronto en el mayor movimiento de masas del
país.
Sobrevivientes de la
sanguinaria persecución, de la represión de la policía monárquica y de los
grupos islámicos integristas, los maoístas Sholay fueron puestos fuera de la
ley luego del golpe comunista de 1978: fueron arrestados por miles, torturados
y asesinados. Entre ellos Ahram Yari, quién sin embargo logró dejar una
importante herencia política a través de su discípulo Faiz Ahmad, fundador de
la Organización para la Liberación de Afganistán (OLA), grupo armado maoísta
que durante toda la década del 80 combatió a los ocupantes soviéticos (entrando
formalmente en el frente de los muyaidines combatientes por la libertad) pero
que muy pronto entró en conflicto con los integristas islámicos de Hekmatyar.
Fueron exactamente los muyaidines de Hekmayar los que, en 1986, asesinaron a
Faiz Ahmad, provocando de hecho el desmembramiento de OLA. De sus cenizas
nacieron, a fines de los 80, varios movimientos maoístas revolucionarios y en
1991 el Partido Comunista de Afganisán (PCA) que recuperó la tradición
“tercerista” de los Sholay de Akram Yari contra el las tropas de la OTAN como contra los
talibanes y los señores de la guerra, dando lugar al proceso político que
llevó, en 2004, a la creación del PCA (m).
El renacimiento del maoísmo
en Afganistán se inserta en el generalizado fenómeno del despertar de los
movimientos armados comunistas en muchos países pobres del continente asiático.
Desde la India rural hasta Nepal, hasta las Filipinas, el maoísmo se ha
mostrado capaz de interpretar las luchas campesinas e indígenas contra las
“razzias” de las multinacionales y las injusticias del liberalismo global. En
Afganistán en cambio se proponen como instrumento de liberación nacional y como
alternativa a la teocracia feudal: un desafío no tan irreal teniendo en cuenta
lo retrasado de la sociedad afgana y el resultado del fracasado experimento de
democracia occidental.
Publicado por PCP Argentina
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