LENIN
Tareas de las Juventudes Comunistas
1
2 de octubre de 1920
(extractos)
La primera respuesta y
la más natural parece ser que la Unión de Juventudes, y en general toda la
juventud que quiera el advenimiento del comunismo, tiene que aprender el
comunismo.
Pero esta respuesta, “‘aprender el comunismo”,
es demasiado general. ¿Qué hay que hacer para aprender el comunismo? De entre
la suma de conocimientos generales, ¿qué es lo que hay que escoger para adquirir
la ciencia del comunismo? Aquí nos amenazan una serie de peligros, que surgen
por doquier en cuanto se plantea mal la tarea de aprender el comunismo o cuando
se entiende de una manera demasiado unilateral.
A primera vista, naturalmente, parece que aprender
el comunismo es asimilar el conjunto de los conocimientos expuestos en los
manuales, folletos y trabajos comunistas. Pero esta definición sería demasiado
burda e insuficiente. Si el estudio del comunismo consistiera únicamente en
saberlo que dicen los trabajos, libros y folletos comunistas, esto nos daría
fácilmente exégetas o fanfarrones comunistas, lo que muchas veces nos causaría
daño y perjuicio, porque estos hombres, después de haber leído mucho y
aprendido lo que se expone en los libros y folletos comunistas, serían
incapaces de coordinar todos estos conocimientos y de obrar como realmente
exige el comunismo.
Uno de los mayores
males y calamidades que nos ha dejado en herencia la antigua sociedad
capitalista, es un completo divorcio entre el libro y la vida práctica, pues
teníamos libros en los que todo estaba expuesto en forma perfecta, pero en la
mayoría de los casos no eran sino una repugnante e hipócrita mentira, que nos
pintaba un cuadro falso de la sociedad capitalista.
Por eso, sería una gran
equivocación limitarse a aprender el comunismo simplemente de lo que dicen los
libros. Nuestros discursos y artículos de ahora no son simple repetición de lo
que antes se ha dicho sobre el comunismo, porque están ligados a nuestro
trabajo cotidiano en todos los terrenos. Sin trabajo, sin lucha, el
conocimiento libresco del comunismo, adquirido en folletos y obras comunistas,
no tiene absolutamente ningún valor, porque no haría más que continuar el
antiguo divorcio entre la teoría y la práctica, que era el más nocivo rasgo de
la vieja sociedad burguesa.
El peligro sería mucho
mayor todavía, si quisiéramos aprender solamente las consignas comunistas. Si
no comprendiéramos a tiempo la importancia de este peligro, si no hiciéramos
toda clase de esfuerzos por evitarlo, la existencia de medio millón o de un
millón de jóvenes de ambos sexos, que después de semejante estudio del
comunismo se llamasen comunistas, causaría un gran perjuicio a la causa del
comunismo.
Se nos plantea, pues,
la cuestión de cómo debemos coordinar todo esto para aprender el comunismo.
¿Qué debemos tomar de la vieja escuela, de la vieja ciencia? La vieja escuela
declaraba que quería crear hombres instruidos en todos los dominios y que
enseñaba las ciencias en general. Ya sabemos que esto era pura mentira, puesto
que toda la sociedad se basaba y cimentaba en la división de los hombres en
clases, en explotadores y explotados. Como es natural, toda la vieja escuela,
saturada de espíritu de dase, no daba conocimientos más que a los hijos de la
burguesía. Cada una de sus palabras estaba adaptada a los intereses de la
burguesía. En estas escuelas, más que educar a los jóvenes obreros y
campesinos, los preparaban para mayor provecho de esa misma burguesía. Se los
educaba con el fin de formar servidores útiles, capaces de aumentar los
beneficios de la burguesía, sin turbar su ociosidad y sosiego. Por eso, al
condenar la antigua escuela, nos hemos propuesto tomar de ella únicamente lo
que nos es necesario para lograr una verdadera educación comunista.
Y ahora voy a tratar de
las censuras, de los reproches que se dirigen por lo común a la escuela antigua
y que conducen muchas veces a interpretaciones enteramente falsas. Se dice que
la vieja escuela era una escuela libresca, una escuela de adiestramiento
autoritario, una escuela de enseñanza memorista. Esto es cierto, pero hay que
saber distinguir en la vieja escuela, lo malo de lo útil para nosotros, hay que
saber escogerlo necesario para el comunismo.
La vieja escuela era libresca, obligaba a
almacenar una masa de conocimientos inútiles, superfluos, muertos, que
atiborraban la cabeza y trasformaban a la generación joven en un ejército de
funcionarios cortados todos por el mismo patrón. Pero concluir de ello que se
puede ser comunista sin haber asimilado los conocimientos acumulados por la
humanidad, sería cometer un enorme error. Nos equivocaríamos si pensáramos que
basta con saber las consignas comunistas, las conclusiones de la ciencia
comunista, sin haber asimilado la suma de conocimientos de los que es
consecuencia el comunismo. El marxismo es un ejemplo de cómo el comunismo ha
resultado de la suma de conocimientos adquiridos por la humanidad.
Ya habrán ustedes leído
y oído que la teoría comunista, la ciencia comunista, creada principalmente por
Marx, que esta doctrina del marxismo ha dejado de ser obra de un solo
socialista, genial del siglo XIX, para transformarse en la doctrina de millones
y decenas de millones de proletarios del mundo entero, que se inspiran en ella
en su lucha contra el capitalismo. Y si preguntan ustedes por qué ha podido
esta doctrina de Marx conquistar millones y decenas de millones de corazones en
la clase más revolucionaria, se les dará una sola respuesta: porque Marx se
apoyaba en la sólida base de los conocimientos humanos adquiridos bajo el
capitalismo. Al estudiar las leyes del desarrollo de la sociedad humana, Marx
comprendió el carácter inevitable del desarrollo del capitalismo, que conduce al
comunismo, y –esto es lo esencial– lo demostró basándose exclusivamente en el
estudio más exacto, detallado y profundo de dicha sociedad capitalista,
asimilando plenamente todo lo que la ciencia había dado hasta entonces. Todo lo
que había creado la sociedad humana, lo analizó Marx en un espíritu crítico,
sin desdeñar un solo punto. Todo lo que había creado el pensamiento humano, lo
analizó, lo sometió a la crítica, lo comprobó en el movimiento obrero; formuló
luego las conclusiones que los hombres, encerrados en los límites estrechos del
marco burgués o encadenados por los prejuicios burgueses, no podían extraer.
Esto hay que tenerlo en
cuenta cuando hablamos, por ejemplo, de la cultura proletaria. Si no nos damos
perfecta cuenta de que sólo se puede crear esta cultura proletaria conociendo
exactamente la cultura que ha creado la humanidad en todo su desarrollo y
transformándola, si no nos damos cuenta de esto, jamás podremos resolver este
problema. La cultura proletaria no surge de fuente desconocida, no brota del
cerebro de los que se llaman especialistas en la materia. Sería absurdo creerlo
así. La cultura proletaria tiene que ser desarrollo lógico del acervo de
conocimientos conquistados por la humanidad bajo el yugo de la sociedad
capitalista, de la sociedad de los terratenientes y los burócratas. Estos son
los caminos y los senderos que han conducido y continúan conduciendo hacia la
cultura proletaria, del mismo modo que la economía política, trasformada por
Marx, nos ha mostrado adónde tiene que llegar la sociedad humana, nos ha
indicado el paso a la lucha de clases, al comienzo de la revolución proletaria.
Cuando con frecuencia
oímos, tanto a algunos jóvenes como a ciertos defensores de los nuevos métodos
de enseñanza, atacarla vieja escuela diciendo que sólo hacía aprender de
memoria los textos, les respondemos que, sin embargo, es preciso tomar de esta
vieja escuela todo lo que tenía de bueno. No hay que imitarla sobrecargando la
memoria de los jóvenes con un peso desmesurado de conocimientos, inútiles en
sus nueve décimas partes y desvirtuados el resto; pero de aquí no se sigue en
modo alguno que podamos contentarnos con conclusiones comunistas y limitarnos a
aprender de memoria consignas comunistas. De este modo no llegaríamos jamás al
comunismo. Para llegar a ser comunistas, hay que enriquecer indefectiblemente
la memoria con los conocimientos de todas las riquezas creadas por la
humanidad.
No queremos una
enseñanza mecánica, pero necesitamos desarrollar y perfeccionar la memoria de
cada estudiante dándole hechos esenciales, porque el comunismo sería una
vaciedad, quedaría reducido a una fachada vacía, el comunista no sería más que
un fanfarrón, si no comprendiese y asimilase todos los conocimientos
adquiridos. No sólo deben ustedes asimilarlos, sino asimilarlos en forma
crítica, con el fin de no amontonar en el cerebro un fárrago inútil, sino de
enriquecerlo con el conocimiento de todos los hechos, sin los cuales no es
posible ser hombre culto en la época en que vivimos. El comunista que se
vanagloriase de serlo, simplemente por haber recibido conclusiones ya
establecidas, sin haber realizado un trabajo muy serio, difícil y grande, sin
analizar los hechos frente a los que está obligado a adoptar tina actitud
crítica, sería un comunista lamentable. Nada podría ser tan funesto como una
actitud tan superficial. Si sé que sé poco, me esforzaré por saber más, pero si
un hombre dice que es comunista y que no tiene necesidad de conocimientos
sólidos, jamás saldrá de él nada que se parezca a un comunista.
La vieja escuela
forjaba los servidores necesarios para los capitalistas; de los hombres de
ciencia hacía personas obligadas a escribir y hablar al gusto de los
capitalistas. Eso quiere decir que debemos suprimirla. Pero si debemos
suprimirla, destruirla, ¿quiere esto decir que no debemos tomar de ella todas
las cosas necesarias que ha acumulado la humanidad? ¿Quiere decir que no
debemos saber distinguir entre lo que necesitaba el capitalismo y lo que
necesita el comunismo?
En lugar del
adiestramiento impuesto por la sociedad burguesa contra la voluntad de la
mayoría, nosotros colocamos la disciplina consciente de los obreros y
campesinos, que, a su odio contra la vieja sociedad, unen la decisión, la
capacidad y el deseo de unificar y organizar sus fuerzas para esta lucha, con
el fin de crear, con millones y decenas de millones de voluntades aisladas,
divididas, dispersas en la inmensa extensión de nuestro país, una voluntad
única, porque sin ella seremos inevitablemente vencidos. Sin esta cohesión, sin
esta disciplina consciente de los obreros y de los campesinos, nuestra causa es
una causa perdida. Sin ellas seremos incapaces de derrotar a los capitalistas y
terratenientes del mundo entero. No, sólo no llegaríamos a construir la nueva
sociedad comunista, sino ni siquiera a asentar sólidamente sus cimientos. Así,
a pesar de condenar la vieja escuela, a pesar de alimentar contra ella un odio
absolutamente legítimo y necesario, a pesar de apreciar el deseo de destruirla,
debemos comprender que hay que sustituir la antigua escuela libresca, la
enseñanza memorista y el anterior adiestramiento autoritario, por el arte de
asimilar toda la suma de los conocimientos humanos, y de asimilarlos de modo
que el comunismo sea para ustedes, no algo aprendido de memoria, sino algo
pensado por ustedes mismos, y cuyas conclusiones se impongan desde el punto de
vista de la educación moderna. (…).
Tienen ustedes que
educarse como comunistas. La tarea de la Unión de Juventudes consiste en
organizar su actividad práctica de modo que al estudiar, organizarse, unirse y
luchar, dicha juventud haga su educación de comunistas y la de todos los que la
reconocen como su guía. Toda la educación, toda la enseñanza y toda la
formación de la juventud contemporánea deben darle el espíritu de la moral
comunista.
¿Pero existe una moral
comunista? ¿Existe una ática comunista? Es evidente que sí. Se pretende muchas
veces que nosotros no tenemos nuestra moral propia, y la burguesía nos acusa
con frecuencia, a nosotros, comunistas, diciendo que negamos toda moral. Es una
forma como cualquier otra de embrollar las ideas y de arrojar tierra a los ojos
de los obreros y de los campesinos.
¿En qué sentido negamos la moral y la ética?
La negamos en el
sentido en que la ha predicado la burguesía, deduciéndola de los mandamientos
de Dios. Claro está que nosotros decimos que no creemos en Dios, y sabemos muy
bien que el clero, los terratenientes y la burguesía hablaban en nombre de Dios
para defender sus intereses de explotadores. O bien, en lugar de tomar como
punto de partida de la moral los dictados de la ática, los mandamientos de
Dios, partían de frases idealistas o semidealistas que, en definitiva, se
parecían extraordinariamente a los mandamientos de Dios.
Nosotros negamos toda
esta moralidad tomada de concepciones al margen de la naturaleza humana, al
margen de las clases. Decimos que eso es engañar, embaucar a los obreros y
campesinos y nublar sus cerebros, en provecho de los terratenientes y
capitalistas.
Decimos que nuestra
moral está enteramente subordinada a los intereses de la lucha de clases del
proletariado. Nuestra ática tiene por punto de partida tos intereses de la
lucha de clases del proletariado.
La antigua sociedad estaba fundada en la
opresión de todos los obreros y de todos los campesinos por los terratenientes
y capitalistas. Necesitábamos destruirla, necesitábamos derribar a estos
opresores, pero para ello debíamos crear la unidad. No era Dios quien podía crearla.
Esta unión no podía
venir más que de las fábricas, de un proletariado disciplinado, arrancado de su
viejo letargo. Solamente cuando se constituyó esta clase, comenzó el movimiento
de las masas que condujo a lo que vemos hoy: al triunfo de la revolución
proletaria en uno de los países más débiles, que se está defendiendo desde hace
tres años contra el embate de la burguesía de todo el mundo. Vemos crecer en
todo el mundo la revolución proletaria. Ahora decimos, fundándonos en la
experiencia, que únicamente el proletariado ha podido crear una fuerza tan
coherente; a la que sigue la clase campesina dispersa y fragmentada y que ha
sido capaz de resistir todas las acometidas de los explotadores. Sólo esta
clase puede ayudar a las masas trabajadoras a unirse, a agruparse, a hacer
triunfar y consolidar definitivamente, a coronar, en definitiva, la
construcción de la sociedad comunista.
Por eso, decimos que, para nosotros, la moral
considerada fuera de la sociedad humana no existe; es un engaño. Para nosotros,
la moral está subordinada a los intereses de la lucha de clases del
proletariado. (…).
Sólo ligando cada paso
de su instrucción, de su educación y de su formación a la lucha incesante de
los proletarios y de los trabajadores contra la antigua sociedad de los
explotadores, puede esta generación aprender el comunismo. Cuando se nos habla
de moral, decimos: para un comunista, toda la moral reside en esta disciplina
solidaria y unida y en esta lucha consciente de las masas contra los
explotadores. No creemos en la moral eterna, denunciamos la mentira de todas
las leyendas forjadas en torno de la moral. La moral sirve para que la sociedad
humana se eleve a mayor altura, para que se desembarace de la explotación del
trabajo.
Para alcanzar este fin
necesitamos de la joven generación que comenzó a convertirse en hombres
conscientes en las condiciones de lucha disciplinada y encarnizada contra la
burguesía. En esta lucha, la juventud formará verdaderos comunistas; a esta
lucha debe ligar y subordinar, en todo momento, su instrucción, educación y
formación. La educación de la juventud comunista no debe consistir en ofrecerle
discursos dulzones de toda clase y reglas de moralidad. No, no es ésta la
educación. Cuando un hombre ha visto a sus padres vivir bajo el yugo de los
terratenientes y de los capitalistas, cuando ha participado él mismo en los
sufrimientos de los que iniciaron la lucha contra los explotadores, cuando ha
visto los sacrificios que cuesta la continuación de esta lucha y la defensa de
lo conquistado y cuán furiosos enemigos son los terratenientes y los
capitalistas, ese hombre, en ese ambiente, se educa como comunista. La base de
la moral comunista está en la lucha por consolidar y llevar a su término el
comunismo. Igual base tienen la educación, formación y enseñanza comunistas.
Esta es la respuesta a la pregunta de cómo hay que aprender el comunismo.
No creeríamos en la enseñanza, en la educación
ni en la formación, si éstas fuesen relegadas al fondo de las escuelas y
separadas de las tormentas de la vida. Mientras los obreros y los campesinos
están oprimidos por terratenientes y capitalistas, mientras las escuelas sigan
en manos de los terratenientes y de los capitalistas, la joven generación
seguirá ciega e ignorante. Nuestras escuelas deben dar a los jóvenes los
fundamentos de la ciencia, deben ponerlos en condiciones de forjarse ellos
mismos una mentalidad comunista, deben hacer de ellos hombres cultos. En el
tiempo que pasan en la escuela, ésta tiene que hacer de ellos participantes en
la lucha por la liberación del yugo de los explotadores. La Unión de Juventudes
Comunistas tan sólo será digna de su título de unión de la joven generación
comunista, cuando relacione toda su instrucción, su educación y formación con
la parte que debe tomar en la lucha común de todos los trabajadores contra los
explotadores. ■
MAO
La orientación del movimiento juvenil
2 4 de mayo de 1939 (extractos)
En este mismo día, hace
veinte años, se produjo en China un importante acontecimiento, conocido en la
historia como el Movimiento del 4 de Mayo, en el cual participaron los
estudiantes; fue un movimiento de gran significación. ¿Qué papel ha desempeñado
la juventud china a partir de entonces? En cierta medida, un papel de
vanguardia, que, salvo los recalcitrantes, todo el país reconoce. ¿En qué
consiste ese papel de vanguardia? En tomar la cabeza, en marchar al frente de
las filas revolucionarias. En las filas antiimperialistas y antifeudales del
pueblo chino milita un contingente de jóvenes intelectuales y estudiantes. Es
un contingente de considerable magnitud que, a pesar de los muchos que han dado
su vida, suma hoy varios millones. Forma un ejército, y muy importante, en la
lucha contra el imperialismo y el feudalismo. Pero este ejército solo no es
suficiente; no podemos derrotar al enemigo contando únicamente con él, ya que,
pese a todo; no constituye la fuerza principal. ¿Cuál es, entonces, la fuerza
principal? Los obreros y campesinos. Nuestros jóvenes intelectuales y
estudiantes deben ir a las masas obreras y campesinas, que representan el 90
por ciento de la población, y movilizarlas y organizarlas. Si no tuviéramos
esta fuerza principal, los obreros y campesinos, si no contáramos más que con
el contingente de jóvenes intelectuales y estudiantes, no podríamos vencer al
imperialismo y al feudalismo. Por lo tanto, los jóvenes intelectuales y estudiantes
de todo el país deben integrarse con las amplias masas obreras y campesinas y
formar con ellas un solo cuerpo; únicamente así se podrá crear un ejército
poderoso. ¡Un ejército de cientos de millones de hombres! Sólo con este inmenso
ejército destruiremos las sólidas posiciones del enemigo y sus últimos
baluartes. Al evaluar el movimiento juvenil del pasado desde este punto de
vista, es preciso señalar una tendencia errónea: en el movimiento juvenil de
las últimas décadas, un sector de los jóvenes se ha negado a unirse con las
masas obreras y campesinas y se ha opuesto al movimiento obrero y campesino;
esto constituye una contracorriente dentro del movimiento juvenil. En realidad,
estos jóvenes son poco inteligentes, pues rechazan unirse con las masas obreras
y campesinas, que abarcan al 90 por ciento de la población, e incluso se oponen
radicalmente a ellas. ¿Es buena esta tendencia? Consideró que no, porque al
oponerse a los obreros y campesinos, esos jóvenes están oponiéndose a la
revolución; por eso decimos que es una contracorriente dentro del movimiento
juvenil. Un movimiento juvenil que tuviese tal naturaleza no llegaría a nada
bueno.
Hace unos días escribí un breve artículo en el
cual señalaba: “En último término, el criterio para distinguir entre los
intelectuales revolucionarios y los no revolucionarios o los
contrarrevolucionarios es ver si están dispuestos o no a integrarse con las
masas obreras y campesinas, y si realmente lo hacen”. Aquí planteo un criterio
que considero como el único válido. ¿Cómo juzgar si un joven es revolucionario?
¿Cómo discernirlo? Sólo hay un criterio: ver si está dispuesto a integrarse, y
se integra en la práctica, con las grandes masas obreras y campesinas. Es
revolucionario si lo quiere hacer y lo hace; de otro modo es no revolucionario
o contrarrevolucionario. Si se integra hoy con las masas obreras y campesinas,
es hoy revolucionario; si mañana deja de hacerlo o pasa a oprimir a la gente
sencilla, se transformará en no revolucionario o en contrarrevolucionario. ■
MAO
La Liga de la Juventud debe tener presentes en su trabajo las características
propias de los jóvenes
30 de junio
de 1953 (extractos)
La Liga de la Juventud
debe poner su trabajo en consonancia con la tarea central del Partido, pero,
dentro de este contexto, debe tener sus actividades independientes y tomar en
cuenta las características propias de la juventud. (…).
Las organizaciones de
la Liga de la Juventud deben tomar en consideración las características de los
jóvenes y realizar el trabajo propio de su organismo al mismo tiempo que se
someten a la dirección de los comités del Partido a los niveles
correspondientes. Esta no es una invención, sino algo que existe desde hace
mucho, y así lo ha dicho siempre el marxismo. Esto emana de la realidad. Los
jóvenes son jóvenes. Si no, ¿para qué crear la Liga de la Juventud? Los jóvenes
difieren de los mayores, y las muchachas, de los muchachos. Si pasamos por alto
estas diferencias, nos separaremos de las masas. Ustedes tienen ahora nueve millones
de miembros. Si no prestan atención a las características de los jóvenes, el resultado
será que tal vez sólo un millón de ellos los apoyen, mientras los restantes
ocho millones les nieguen su respaldo.
Sin dejar de prestar
atención a los jóvenes avanzados, en su trabajo la Liga debe poner los ojos en
la mayoría. Al proceder así, es posible que algunos elementos avanzados no se
sientan muy a gusto, pues ellos querrán que la Liga exija todavía más a todos
sus miembros. Pero esto no sería muy conveniente, y por eso se debe
disuadirlos. En el proyecto de Estatutos de la Liga se han estipulado
demasiados deberes y pocos derechos; es necesario aflojar un poco para que la
mayoría pueda mantener el paso. Ustedes deben poner el acento en la mayoría en
vez de fijarse sólo en un pequeño número. ■
No hay comentarios:
Publicar un comentario