Les extrêmes se touchent, es un lugar común. Es una verdad lógica sólo para el pensamiento metafísico, no así para el materialista dialéctico. Tal aserto es el que propalan los imperialistas yanquis, autonombrados en defensores del “mundo libre”, como justificante de su lucha contra las fuerzas proletarias revolucionarias, patrióticas y democráticas que se le enfrentan con las armas en las manos. Arguyen, estos terroristas “buenos”, la democracia se encuentra atacada por los “agentes” de los sistemas totalitarios: el comunismo y el fascismo, presentados como fenómenos políticos “esencialmente similares”.
Para demostrar eso, los abogados del “mundo libre” no apoyan sus argumentos en las características internas de esos dos sistemas, sino que intentan descubrirlas en sus similitudes formales. Al pretender definir un sistema totalitario, ellos han de remarcar: la exaltación del Líder, la existencia de una ideología totalitaria, de un régimen de partido único, de una policía política secreta y ultraviolenta, del monopolio de la información y del ejército, y de una economía con dirección centralizada.
Pero, y nunca falta un pero, si comparásemos dichos Estados totalitarios sobre la base de su contenido, respecto a qué clase social tiene el poder en ellos y con qué objetivos lo ejerce, cual su Orientación General, esto es, su dirección y guía de acción política (hacia el comunismo o hacia el capitalismo), todo el andamiaje de la doctrina totalitaria se derrumba. Constataríamos que, pese a todo el montón de basura ideológica con que es recubierta, en los hechos, es precisamente la democracia burguesa – amén de su furgón de cola, la democracia semifeudal, oligárquica, propia de los países (neo)coloniales y semicoloniales- y el fascismo quienes representan “esencialmente la misma cosa”.
Que comunismo y fascismo, tan arbitrariamente mezclados, no son extremos de una misma entidad, de un mismo sistemas social. Que los extremos verdaderos y reales, teniendo como bases económico-sociales cualitativamente diferenciadas, se oponen radicalmente y se niegan antagónicamente entre sí. Por lo que privados de su contenido real, su naturaleza de clase, unas tales “similitudes” devienen en aberraciones, contrarios abstractos de una abstracción y sólo así, y únicamente así, el fascismo se “tocaría” con el comunismo.
Pero surge aquí la pregunta, ¿Qué es el comunismo?
A esa pregunta responde el camarada Mao Tse-tung así: “El comunismo es el sistema integro de la ideología proletaria y, al mismo tiempo, un nuevo sistema social, el cual es el más completo, el más progresista, el más revolucionario, el más racional de toda la historia de la humanidad”. ¿Qué dice él allí? Dice que al responder a dicha pregunta debemos separar claramente dos cuestiones: Uno, el comunismo como sistema de pensamiento, como teoría explicativa de los problemas fundamentales del universo y de la vida social. Dos, que en oposición superadora de la sociedad capitalista vigente el comunismo es una nueva formación económico-social. Esto quiere decir que en la sucesión de formas económico-sociales a lo largo de la historia de la humanidad - comunidad primitiva, despotismo comunitarista asiático, esclavismo, feudalismo y capitalismo- , proceso sujeto a leyes generales y objetivas, de inevitable cumplimiento, la sociedad comunista tiene su lugar histórico y representa la forma más alta y consciente de convivencia humana.
Veamos esto más detalladamente. El comunismo de nuestros días, como expresión concretizada de la conciencia de clase de la clase obrera, es el conjunto teórico sintetizador de las ideas y doctrinas de Carlos Marx, Federico Engels, Vladimir I. Lenin, José Stalin y Mao Tse-tung. Síntesis global de una cosmovisión general materialista del universo, de la vida social y de las leyes generales que la rigen, de un método dialéctico de análisis e investigación, y de una guía práctica revolucionaria para la transformación del mundo natural y del mundo social.
Esto es, una teoría general y una praxis social subvertidora resumida en Pensamiento-guía de la lucha de clase, de la revolución y construcción socialista, mediante los cuales la clase obrera realiza su misión histórica universal, emanciparse a sí misma y a toda la humanidad explotada y oprimida. En otras palabras, el comunismo es visión y línea de la clase proletaria para la conquista del poder político mediante la revolución social violenta, para el abatimiento de la dictadura de la clase capitalista y la instauración de la Dictadura del proletariado, para asegurar el triunfo completo del socialismo sobre el capitalismo.
Finalmente, el comunismo como ideología explicativa y como guía de la acción subversiva de la clase obrera, unión de la teoría y la práctica social revolucionaria, es pre-visión rupturista con relación a todo el viejo sistema explotador, con todo el orden social y político, estatal, institucional, constitucional, moral y cultural. De cara a hacer nacer lo nuevo. Destruir todo lo viejo y esparcir al viento sus cenizas; construir lo nuevo, sobre bases nuevas. Pues es la ideología más revolucionaria. Y como sistema social, concreto, vivido y gozado por bien 67 años, una sociedad auténticamente internacional, dónde no habrá más división de clases, ni lucha de clases ni explotación del hombre por el hombre, y el Estado se extinguirá en aras de la autogestión social comunista de los trabajadores.
Piensen lo que piensen lloricones pequeñoburgueses y burgueses “pañuelitos blancos, destrucción y construcción es el cometido esencial de la revolución social. Esto quiere decir que para llevar la revolución social consecuentemente a culmine, en base a las condiciones concretas, deberemos destruir, barrer y cancelar todo el andamiaje económico, estatal, institucional, militar y jurídico que ha servido a las clases dominantes burguesas y terratenientes para oprimir y explotar a los trabajadores. Esto es, con la conquista del poder político por la clase obrera y sus aliados, estos se convierten en nuevas clases dominantes. Sin eso no será posible construir la nueva sociedad, la sociedad socialista (o primera etapa de la sociedad comunista).
Dado que, remarca Marx, “entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado”. Fundamentando la necesidad de una tal dictadura en que “de lo que aquí se trata no es una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base sino de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en lo económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede”.
Esta primera etapa de la sociedad comunista, comúnmente conocida como socialista, resulta ser el viraje más radical que haya conocido nunca la historia de la humanidad, “es el pasaje violento – señala nuestro Programa Fundamental – del poder de la minoría de los explotadores a la mayoría de los explotados, el paso de la barbarie a la civilización, de la vieja sociedad basada en la propiedad privada y la explotación del hombre por el hombre a una sociedad basada en la propiedad colectiva sobre los medios de producción … es el reino de la democracia de la libertad y del bienestar para los trabajadores”.
Teniendo en mente la experiencia histórica de la dictadura del proletariado, en la ex-URSS y en el otrora Campo socialista mundial, de cómo fue derrocada y suplantada por la dictadura burguesa, fácil es prever que ya no solo la conquista del poder, sino la edificación del socialismo en este siglo XXI será una empresa difícil y prolongada. Pero esa enseñanza nos fortalecerá en la firme búsqueda de su realización y difícilmente nos dejaremos confundir y sorprender por los cantos de sirena de los revisionistas. Máxime cuando el camarada Mao nos ha dejado como legado esta lección, “la sociedad socialista abarca un período histórico muy largo, en el curso del cual existen aun las clases, las contradicciones de clases y la lucha de clases, existe la lucha entre las dos vías, el socialismo y el capitalismo, y existe el peligro de una restauración del capitalismo. Debemos comprender que esta lucha será larga y compleja, aumentar la vigilancia y desarrollar un trabajo de educación socialista. Debemos comprender y resolver de modo justo las contradicciones de clases y la lucha de clases, distinguir las contradicciones entre el enemigo y nosotros y las contradicciones en el seno del pueblo y darles a ellas una justa solución. De otra manera un país socialista como el nuestro se transformará en su opuesto, cambiará de naturaleza y habrá una restauración”. Es por eso que la clase obrera en el poder y para asegurar la senda de la edificación socialista necesita de la Dictadura del proletariado, con la dirección del Partido comunista, así como su pasaje a su siguiente fase.
En la fase superior de la sociedad comunista -dice Marx– cuando haya desaparecido la subordinación esclavizante de los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en su bandera: ¡De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades!
Todo esto ha encontrado su confirmación en la aplicación y materialización, dentro de un relativo largo período de la historia actual de la humanidad, en la experiencia de la revolución y construcción socialista en la URSS de Lenin y Stalin, en la China Popular de Mao y en los demás países conformantes del ex-Campo socialista.
Así pues el comunismo, como teoría y práctica social obrera, posee su propia identidad existencial, su entidad y su justeza histórica. H a sido y es una experiencia vivida y gozada directamente por la clase obrera y sus aliados y compañeros de armas, los campesinos, en contraposición antagónica y superadora a lo que han sido y son dentro del sistema capitalista y sus correspondiente superestructura política e ideológica (sea en su variante liberal, democrático parlamentarista o fascista).
Ya ahora podemos afrontar la pregunta ¿qué es el fascismo?
A ella contesta Jorge Dimitrov, en 1935 dirigente de la III Internacional o Internacional comunista, así: “El fascismo en el poder es la dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, más chovinistas y más imperialistas del capital financiero”. Con ello poniendo al desnudo los límites borrosos existentes entre la democracia burguesa, parlamentaria o presidencialista, y el fascismo, el líder tercerinternacionalista exponía su raíz común: el capitalismo monopolista. Que a la base de la superestructura política e ideológica del fenómeno fascista se encuentra la fusión del capital industrial y del capital bancario, la Oligarquía financiera, y precisamente su sector o fracción más agresiva, expansionista, militarista y reaccionaria.
Más aun desenmascarando las falacias de liberales y socialdemócratas, respecto de que el fascismo al poder “representa una tercera vía, entre el capitalismo y comunismo”, de estar “por encima de la burguesía y la clase obrera” o de aquella que pretende definirlo como “la pequeño burguesía sublevada que se ha apoderado del aparato del Estado”, Dimitrov ha de remarcar por el contrario que “el fascismo es el poder del propio capital financiero. Es la organización del ajuste de cuentas terrorista con la clase obrera y el sector revolucionario de los campesinos y los intelectuales”. Además de ser en política exterior el nacionalismo en su forma más brutal que cultiva un odio bestial contra los demás pueblos, naciones y países del resto del mundo.
Nada más sírvanos de ejemplo la política agresiva, ultranacionalista, racista, belicista, hegemonista, y de reacción en toda la línea en política interior, aplicada por el imperialismo yanqui, encabezado ayer por George W. Bush y hoy por Obama, que sustentado en las ambiciones de construirse su propio imperio global y en el fundamentalismo cristiano más extremo, desempeña el rol de tropa de asalto de la contrarrevolución internacional, como incendiario de la así denominada “guerra contrainsurgencia preventiva” y de escuadrón de la muerte contra los luchadores de la causa del socialismo, de la liberación nacional y el progreso social. Eso sin bajar de sus labios palabras como “defensa de la libertad (capitalista)”, “de la democracia (burguesa)” y de “los valores cristianos (fascismo de nuevo tipo)”. Ello con la única mira de defender el sistema capitalista y la explotación del hombre por el hombre.
Afirmamos y reafirmamos, toda democracia como forma de Estado, en sociedad de clases, tiene un doble carácter: es democracia para y entre las clases opresoras y dictadura contra las clases oprimidas. De ahí, fascismo y democracia burguesa son dos caras de una y la misma moneda, la dictadura reaccionaria del gran capital monopolista.
De cara a ésta conclusión marxista-leninista, hoy maoísta, exacta y probada en los hechos, a lo largo de casi un siglo de feroz lucha de clases, de lucha a muerte entre capitalismo y socialismo, los trotskystas son de otra opinión. Si se les cree, “marxistas revolucionarios” y “bolcheviques leninistas” ortodoxos a más no poder. No obstante, esa su afirmación, ellos soslayando hacer el análisis concreto de las características internas de los sistemas comunista y fascista, que le exige el método marxista de investigación, encuentran que son “fenómenos simétricos” (¡que viva la parageometría política! N. m., Q. G.) “que se parecen de manera agobiante” (León Trotsky, 1936). Reparad en ese “se parecen” de Trotsky. Le sirve para cubrirse - recordemos que proclamaba “defender a la Unión Soviética”… sólo que de ¡¿Stalin?! - y el no llevar su posición hasta sus últimas consecuencias lógicas: poner un signo de igualdad entre comunismo y fascismo.
Sus discípulos panameños – los Arauz, Beluche, González, Ricords y demás “demócratas humanistas” - más torpes (iba a decir, desvergonzados) que su “maestro”, hoy se sienten liberados de esta atadura. Escriben, por ejemplo, “la caída de los regímenes del socialismo real (?) puso al desnudo al totalitarismo que imperó en aquellos países, el dogmatismo, la burocratización extrema y la corrupción que imperó en aquellas sociedades”. (de: “Convocatoria a una Organización de Nuevo Tipo, p. 1, dic. 2000. Panamá. La cursiva es mía, Q. G.). Llegando así, mediante al culmine de la parábola degenerativa del trostkysmo criollo, a la espuria deducción: Comunismo = Stalin. Stalin = Hitler (como Hitler = fascismo). De ahí: ¡Comunismo = fascismo!).
O en otras palabras, a lo que no es menos absurdo aun, ¡la Rusia de dictadura capitalista y fascista de los enterradores del socialismo allí, Yeltsin – Putin y Mevdeviev, es preferible a la Unión Soviética de dictadura del proletariado de Lenin y Stalin! Colocándose así de espalda a la historia, a realidades económico - sociales y políticas socialistas incontrovertibles y, más allá, al Marxismo-leninismo mismo.
En primer lugar, porque los autores de dicho documento hacen renuncia, más bien reniegan, de un claro y preciso concepto político marxista leninista, hoy maoísta, (“fascismo”) recurriendo a una terminología abstrusa (“totalitarismo”) cuya función ideológica está perfectamente definida en la propaganda imperialista de la Guerra Fría. En segundo lugar, porque sus argumentos son abstractos y falsamente ingenuos ya que fingen aceptar el término “socialismo real”, acuñado por los revisionistas modernos para ocultar su pasaje real del socialismo a la restauración del capitalismo y a la instauración de una dictadura fascista “de tipo hitleriano” en reemplazo de la dictadura del proletariado, tal y como ya había sido denunciada, desenmascarada y combatida por los auténticos comunistas del mundo y soviéticos (ver: la Declaración-programática de los comunistas bolcheviques revolucionarios soviéticos, 1970. Sobre esta última fecha, me excuso ante los lectores por cuanto la cito de memoria. Q. G.). Pero, con todo, lo preguntamos a dichos autores, ¿en qué era “socialista” la Urss de Jruschev, Brezhnev a Gorbatchov?; a - históricos, por cuanto no se puede soslayar impunemente la periodización real de la historia económica y política de la URSS, aquella de los inicios (Lenin y Stalin) y la culminación de la construcción de la sociedad socialista (Stalin), la que abarcó de 1917 a 1956, y aquel que se inició con el XX º Congreso del PCUS, el abandono de la Orientación general socialista y la adopción oficial (XXII º Congreso del PCUS) de la línea de restauración del capitalismo allí (1956-1989); e ideologista-eclecticistas, al amalgamar conceptos y categorías propios de sistemas ideológicos contrapuestos y antagónicos. Ignorancia u objetivos oscuros y ocultos, anti-comunistas y anti-revolucionarios, pueden servir de motivaciones a gente que hacen recurso a tales procedimientos tan sin principios. Eso, para decirlo más suavemente y no se me acuse de grosero, es “abusar de la libertad literaria” y no ciencia política.
A la vez que velando los hechos reales, eras de salvar la “integridad” moral de su maestro, ocultan la lucha de nuestro camarada Stalin y los bolcheviques rusos contra el burocratismo realmente existente en la URSS y la democratización de su estilo de conducción.
Por ende, los autores se desenmascaran a sí mismos como metafísicos, poniendo en evidencia que se encuentran a distancia astronómica ya no del marxismo-leninismo sino del “marxismo”. Al entregarse al jueguito pseudointelectualista de las analogías formales ocultan, quizás contra su voluntad, lo real y verdadero de lo extremo contrapuesto existente entre esos dos sistemas sociales antagónicos. Al no desentrañar los fenómenos políticos en búsqueda de su contenido, qué clase o alianza de clases ejerce el poder estatal y en beneficio de quién o quiénes lo hace (de los capitalistas o de la clase obrera y sus aliados), demuestran que se encuentran a la greña con el pensamiento y el método dialéctico materialista.
Y al no cumplir con esa mínima exigencia del método marxista-leninista, hoy maoísta, de análisis de la realidad social y política, se ven colocados en la torpe situación de no ver los lazos que unen a la democracia liberal (dictadura de la burguesía) y el fascismo (otra forma de la misma dictadura burguesa). Que el fascismo nace y se acuna en el seno mismo sea de la sociedad y de la democracia burguesa imperialista, sea de la democracia semifeudal; y que, de allí surge al asalto del poder, sea con el agudizarse de las contradicciones interburguesas y los cambios en la correlación de fuerza entre la facción partidaria de soluciones de fuerzas y terroristas y aquella que se propone desarmar ideológica y políticamente a la clase obrera con el recursos de medios menos patibularios de agresión política, sea de la amenaza de la revolución social. En fin que el fascismo no es una fórmula de solución política, de último momento y a la desesperada, que la burguesía saca de un cajón de sastre, sino que es el sistema mismo de dominación de clase de la burguesía contra el enemigo interior y contra sus enemigos externos. Olvidar eso se traduce no sólo verse forzados a emperifollar al capitalismo imperialista, no sólo dejarse engatusar a si mismo y engañar a las masas trabajadoras, sino llevar agua puñeteramente a la política de difamación del comunismo (tal y como se ha concretado en los 39 años de democracia socialista proletaria en la URSS de José Stalin).
Y esa es, precisamente, la función primordial del trostkysmo, en general, y de la teoría antitotalitaria trotskysta en particular, negar la realidad del socialismo en la URSS, difamar al camarada Stalin, calumniar la dictadura del proletariado y al Partido comunista, sembrar dudas y desconfianza en las filas del movimiento comunista y obrero mundial, y en esa tarea se da la mano con la socialdemocracia, los imperialistas y los fascistas.
Ejemplo de una tal actitud de los anticomunistas de izquierda lo ha sido el volcar toda la culpa del ascenso del Nazismo al Poder en Alemania, a un supuesto “sectarismo” del Partido Comunista de Alemania que ha impedido la forja de un Frente único Antifascista con la socialdemocracia alemana. Ello ha sido una total superchería y que la historia (y los documentos) desvanecen. Aunque sólo sea citemos al escritor inglés Brar Harpal, en su estudio Democracia burguesa y fascismo, escrito en el año 2000. Él subraya:
“ Antes de que los nazis subieran al poder, el Partido Comunista junto con la RGO (Oposición Sindical Revolucionaria) publicaron llamados al Partido Socialdemócrata y a la Federación Sindical General Alemana - Allgemeinen Deutschen Gewerkschaftsbund (ADGB) - para la acción conjunta de todas las organizaciones obreras contra el inminente recorte de los salarios (petición de abril de 1932), contra la política de decretos de emergencia e por la disolución de las Storm Troops (“tropas de asalto”, milicia nazi. N. d. Q. G.) (petición del 20 de julio de 1932). Estas dos peticiones fueron rechazadas bajo la excusa de que un llamamiento a la huelga constituía una provocación, y que eran las urnas el único instrumento válido contra el fascismo. Una nueva petición para la formación de un frente único fue publicada por el Partido Comunista el 30 de enero de 1933, después de convertirse Hitler en nuevo Canciller”.
No sólo el PCA sino que el Partido comunista mundial, han sido objetos de tales infundios. En 1935 la Internacional comunista ha convocado a la constitución de Frentes unidos antifascistas en el plano nacional e internacional. Para rechazar eso se ha levantado la doctrina del totalitarismo: “Ni Moscú, ni Berlín”, ha sido su voz de mando.
No es pues de sorprenderse, sino disgustoso, que el profesor Olmedo Beluche en un artículo suyo nos venga con eso de: “Respecto a Alemania, a inicios de los años treinta, le tocó denunciar la política impuesta por Stalin (el llamado “tercer período) que privilegiaba el ataque contra los socialdemócratas facilitando el triunfo del fascismo de Hitler”. Dado que, además de irrespetar la memoria de Stalin, lo hace con la historia real y no la que sólo existe en su cabeza.
Justo después de la derrota de las potencias fascistas, ha tomado nuevo vuelo. Su objetivo primario, ahora, ha sido minar el prestigio y la simpatía de que se ha beneficiado la URSS luego de la victoria en la II Guerra mundial y para impulsar la guerra fría. La doctrina del totalitarismo le ha convenido perfectamente a la burguesía internacional para camuflar la ligazón entre el fascismo y el capitalismo. No olvidemos que la burguesía, después de la guerra, se ha desacreditado por su complicidad, apoyo y sostén al fascismo (¿Quién puede olvidar el apoyo al franquismo, o fascismo de tipo español, que le ha brindado los sectores de la burguesía católica panameña?). En búsqueda de lavarse la cara, pintarrajarse de “demócrata”, ocultar su vinculación al fascismo, toda una cohorte de intelectuales son contratados para cumplir tal tarea. (uno de ellos, por ejemplo, es el intelectual trotskysta Orwell, en la nómina del servicio secreto inglés, en la sección de propaganda anticomunista). Esa pseudoteoría del totalitarismo les ofrecerá numerosas ventajas.
Ella, primeramente, puedo ser utilizada como anticomunismo de “izquierda”. El antifascista y el antiimperialista que no creen más en la democracia burguesa y que no conocen el socialismo si no que a través de la propaganda anticomunista puede ser llevado del antifascismo al anticomunismo. Con ello aislar y desprestigiar a los comunistas de cara a los otros antifascistas y antiimperialistas, para así corromperlos. Así se busca, con la “buena intención” de no darle arma a los dirigentes sindicales y políticos de derecha, los comunistas renuncien a hablar de Stalin, de la dictadura del proletariado, de lucha de clases y de la revolución social, en fin que oculten la existencia del partido comunista. Claro es que esta presión de los anticomunistas tiende a integrar a los comunistas al sistema, hacerle aceptar el jueguito parlamentario, la legalidad y el pacifismo burgués. En fin, este antistalinismo primario busca crear en el Partido un “ala moderada y bien dispuesta”, en otras palabras su deslizamiento al revisionismo u oportunismo de derecha.
Asimismo, el antitotalitarismo ha servido para decapitar los movimientos antifascistas y antiimperialistas. Lo comunistas por todo el mundo han cumplido un papel de punta y han estado al frente de todas las luchas contra el fascismo, el capitalismo y el imperialismo. Ello porque han sido una alternativa real, revolucionaria y eficaz contra toda forma de dictadura del capital. Por lo que persistir en la política de aislamiento de los comunistas, contra la “buena voluntad” de la gente, se traduce en barrerle el camino al fascismo.
Así pues la teoría anticomunista del totalitarismo contribuye a banalizar al fascismo y adormecer la voluntad de resistencia de las masas frente a él. Como lo ha demostrado la práctica la consigna “contra el totalitarismo fascista y stalinista”, así lo han confirmado nuestros trotskystas, se convierte más rápido que se persigna un ñato en “Stalin es peor que Hitler”. Lo que al final quiere decir, justificar los crímenes de lesa humanidad de la dictadura fascista de la burguesía imperialista.
Resumiendo lo que llevamos dicho. El peligro del fascismo y el fascismo en el poder, más aun hoy e independientemente del país que sea, imperialistas o no imperialistas, proviene de la fusión del capital monopolista y el Estado burgués. La mejor política antifascista consiste en unificar a todas las clases revolucionarias, a todas fuerzas antifascistas, auténticamente democráticas, antiimperialistas, anticapitalistas y antisemifeudales a fin de derrotar a la Oligarquía financiera internacional y a las fuerzas oligárquicas fascistizantes en el interior de cada país.
Pero esta lucha no se puede llevar a cabo basándonos en la defensa de la democracia burguesa. Ella no es una barrera frente a él. Ello porque la democracia burguesa no está en contradicción inconciliable con el fascismo -aquí si los extremos se tocan- , al contrario, en un momento político dado una se convierte en el otro. Nosotros defendemos los derechos democráticos que han conquistado los trabajadores, aun en los marcos estrechos de la democracia burguesa semifeudal, así como también la libertad política completa para la clase obrera y su vanguardia política revolucionaria para luchar por el socialismo.
Nosotros, marxistas leninistas panameños, nos oponemos y combatimos la teoría del totalitarismo. Por lo que hemos ido tratando en este escrito, lo constata el lector, se demuestra que el fascismo es una forma de dictadura del capital, de la dictadura de la burguesía. Ella, la burguesía, eso es lo que quiere ocultar. Y, en tal tarea, una buena mano recibe de los trotskystas del patio.
Los trotskystas con su teoría del totalitarismo, al poner en el mismo plano comunismo y fascismo, flaco favor le hacen a la lucha antifascista. Más bien actúan como divisionistas en la lucha popular revolucionaria, como enemigos desembozados del comunismo. No es gratuita nuestra acusación. Si no vean, el antitotalitarismo trotskysta le sirve como recurso político para atraer a jóvenes revolucionarios, sinceros antifascistas y antiimperialistas, pero poco conocedores del Marxismo-Leninismo, hoy maoísmo, y de la historia del Movimiento comunista internacional, y, que por lo general sólo los conocen por la propaganda anti-comunista del imperialismo internacional y de la oligarquía de nuestro país, para intentar conformarlos y deformarlos en una sedicente Organización de izquierda anticomunista, socialista de palabra y procapitalista en los hechos.
Jorkin dice:
ResponderEliminar¡Ya sueltanos, amigo! ¡Joder! Las has agarrado con los marxistas revolucionarios. Sigue con tú pelea con los melenos y no des lata.