Por una sociedad verdaderamente democrática
Las instituciones llamadas democráticas de ambos Estados en Irlanda, son una estafa, que no ofrecen ni una oposición real al capitalismo ni tienen que rendir cuentas de manera democrática ante el pueblo. Si es necesario entregar evidencias sobre la manera en que el sistema político pone los intereses privados sobre los del pueblo, la decisión del gobierno de Dublín de pagar un rescate financiero de más de €50 mil millones a los bancos privados, es suficiente. Esta decisión, que pone sobre los hombros del pueblo de los veintiséis condados, del Estado del Sur de Irlanda, una deuda masiva de la banca privada, por varias generaciones a futuro, demuestra la falacia de la noción de democracia en la sociedad capitalista.
Mientras tanto, negociaciones secretas conducidas entre los partidos políticos con representación en la Asamblea de los seis condados (el parlamento británico en el Norte de Irlanda) y los gobiernos británico e irlandés, sigue alienando el poder de las comunidades, dejándolas vulnerables a los intereses estratégicos de los partidos que dicen representarlas. Las instituciones democráticas liberales no cambiarán la naturaleza fundamental del sistema capitalista y son incapaces de consolidar una democracia verdaderamente participativa.
El desarrollo de estructuras comunitarias alternativas y de democracia plenamente participativa, deben proveer las bases para establecer una sociedad nueva y verdaderamente democrática. Como lo señaló Marx, la experiencia de la Comuna de París en 1871 demostró que “la clase trabajadora no puede sencillamente hacerse con la maquinaria del Estado así como está, y usarla para sus propósitos”. La clase trabajadora debe construir sus propias instituciones nuevas y democráticas –instituciones que puedan finalmente transformar el derecho del pueblo de Irlanda a poseer Irlanda de una aspiración a una realidad. Por su misma naturaleza, tal república popular, si es auténticamente libre, no debe tener terratenientes, ni banqueros privados, ni capitalistas, y debe basarse en los principios democráticos, de cooperación y solidaridad.
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