por Quibian Gaytan
26 de mayo de 2011
Contrariamente a lo que piense de él el revolucionarismo pequeño burgués, el Marxismo-Leninismo, hoy Maoísmo, no es una vestido de gala, que se pone y se quita según la ocasión. No se puede recortarlo, ni alargarlo con remiendos de colcha, o adicionarle o supuestamente completarle con formas ideológicas pedidas en préstamos al liberalismo rancio o al Socialdemocratismo guabinoso. Adaptable según la querencia de los talentos de la pequeño burguesía, es decir de la burguesía. Se toma o se deja, no hay tercera fórmula en esto.
El Marxismo, máxime alcanzada su nueva, tercera y superior etapa como Marxismo-Leninismo, hoy Maoísmo, es una concepción general proletaria del universo, completa, armónica y científica. Ella está concatenada en un armonioso todo, en la cual Usted no puede rechazar o rebajar alguna de sus partes componentes, sin lesionarlo mortalmente. No se puede ser revolucionario consecuente si no es revolucionario proletario; no se puede ser revolucionario proletario si no se es político comunista; no se puede ser un político comunista si no se posee un pensamiento dialéctico marxista-leninista-maoísta.
Para poseer un pensamiento dialéctico marxista-leninista-maoísta hay que posesionarse de la ciencia general de la revolución, esto es aprehender la filosofía materialista dialéctica, la filosofía del materialismo histórico, la doctrina económico-política marxista-leninista, la doctrina del socialismo científico marxista-leninista-maoísta. ¿Termina todo allí? No. Puesto que para dotarse de un pensamiento dialéctico, marxista-leninista-maoísta, hay que estudiar y dominar la teoría general de las ciencias naturales, de las ciencias sociales y de las ciencias psicológicas y militares; además arte, literatura y las más diversas ramas de la conciencia social. En fin, el conocimiento general es la resultante general de nuestra investigación científico-histórica y de la generalización de la práctica revolucionaria de nuestra clase, la clase obrera. La concreción de nuestra actitud, visión y modo de pensar y actuar frente a la actual organización económica de la vida social capitalista e imperialista.
Ese conjunto resultante general de nuestro conocimiento del marxismo-leninismo y de la práctica revolucionaria de la clase obrera, considerada mundialmente centralmente, es lo que se denomina Concepción General Comunista del Mundo, nuestra herramienta de transformación de la realidad objetiva para obligarla a servir a la máxima satisfacción de las cualitativas necesidades de la humanidad trabajadora en su marcha al comunismo. Esta herramienta, la Concepción General Comunista del Mundo, es y no puede dejar de ser un conjunto de herramientas de utilizar constantemente de cara la diversidad de cuestiones que se nos plantean en la vida y en nuestra lucha diaria por la emancipación social de la humanidad trabajadora; la caja de herramienta del trabajador laborante por la emancipación social; cada una ellas teniendo un valor en sí y una utilidad en sí, no pueden ser manejadas cada una de ellas en su especificidad funcional aisladamente; sino que cada una de sus especialidades se entrelazan armónicamente las unas con las otras. Dándonos así un todo armónico e íntimamente concatenado.
En resumen, la Concepción General Comunista del Mundo sólo existe en cuanto en tanto ella ofrece a los revolucionarios proletarios: Un conjunto doctrinal interpretador de la realidad objetiva, una Orientación General de la marcha objetiva de la sociedad hacia él comunismo; una Línea General de revolución y construcción socialista para superación definitiva del capitalismo; de un Método de estudio y análisis de la realidad natural y de la realidad social en qué vivimos, trabajamos y luchamos, y; finalmente, con una guía para la acción práctica revolucionaria; esto es a partir de la conceptualización de la experiencia revolucionaria en el mundo, el cómo reagrupar nuestras propias fuerzas, cómo desplegarlas y el camino y la forma de lucha que debemos seguir (la estrategia y la táctica) para la feliz culminación de nuestra propuesta meta.
Como queda dicho, nuestra Concepción Comunista Marxista-leninista-Maoísta del Mundo es racional y objetiva, esto es verificable. Esa exactitud en el planteamiento y aplicación en el campo de la lucha de clase de la clase proletaria, ha sido verificada a lo largo de dos siglos de lucha revolucionaria. Período prolongado y marcado por sus derrotas y triunfos, avances y retrocesos. Ninguna otra teoría revolucionaria no proletaria, esto es burguesa o pequeñoburguesa, ha pasado por el crisol de la revolución ininterrumpida por etapas por tan prolongado tiempo, como esta del Marxismo-Leninismo, hoy Maoísmo. Su verdad científica y permanente actualidad ha sido comprobada por todo el curso del desarrollo contemporáneo de la historia, las ciencias naturales y las ciencias sociales, las que le han servido de fuente nutricia y seguridad permanente de su propio desarrollo. Desde que Marx y Engels la han creado, y Lenin, Stalin y Mao lo han aplicado y comprobado su justeza, en la práctica concreta de la lucha de clase de la clase obrera y de la revolución y construcción socialista, no hay lugar para una cualquier otra ciencia de la revolución proletaria.
Hoy hay que reconocer que aquí en Panamá, como condición sine qua non, que el Marxismo-Leninismo-Maoísmo es la auténtica y única ciencia de la revolución proletaria en las condiciones histórico-económicas actuales del Istmo; la única herramienta con que cuentan las masas de los explotados y oprimidos para su emancipación nacional y social del yugo de los explotadores y opresores; para ser auténtico comunista, revolucionario proletario consecuente hoy en Panamá. La pequeño burguesía, parte que es de la clase capitalista, ya no pudiendo negar esa verdad revolucionaria la asume, proclama es su arma ideológica pero mellando su filo de clase –asignándole a la clase obrera el ridículo rol de “aliado estratégico de la revolución” (Ver el folleto del economista emelenista Achong)- para tratar de mediatizar y suplantar la hegemonía del proletariado en la revolución; en ello, distorsionando o poniendo en cuestión sus verdades universales o tal cual componente particular de la misma.
El Marxismo-Leninismo, hoy maoísmo encarnado en el Partido Comunista (Marxista-Leninista) de Panamá, es la concreción orgánica de la ley de la contradicción. El Partido no puede desarrollarse, menos cumplir con su misión histórica, si no se enraíza firmemente en su clase, la clase obrera panameña. Sí aquel no aprende a nutrirse de la sabia vivificadora de la clase obrera, estableciendo esa necesaria ligazón, se secaría y moriría cual árbol sin nutriente.
Debe, cada vez más firmemente, anclarse en el seno de la clase a la que pertenece. En ello, debe resolver como destacamento más avanzado del ejército proletario, las contradicciones existente entre la vanguardia política y los destacamentos sociales obreros, resolverlas y llevar al seno de las mayorías trabajadoras, de sus elementos más avanzados la conciencia de clase comunista. Si eso la revolución en Panamá no avanzaría por el camino más correcto y consecuente.
Pero, no sólo. En su lucha por ganarse a la causa comunista a las masas trabajadoras, en primer lugar los asalariados, a los campesinos pobres, nacionalidades originarias, a los artesanos y a la intelectualidad laboriosa, el Partido no puede dejar de lado su lucha contra los portadores de ideas y modo de pensar y actuar burguesas. Entre ellas el modo y la acción de la intelectualidad pequeñoburguesa, fuente permanente de vacilaciones, oportunismo y desviaciones ideológicas y políticas en el seno del movimiento obrero y del movimiento popular. Queda claro las contradicciones con el elemento pequeñoburgués no son necesariamente antagónicas, irreconciliables. Son contradicciones en el seno de la clase obrera y en el seno del pueblo –esto es, campesinos, nacionalidades minoritarias, artesanos, pequeños y medianos propietarios, de la ciudad y del campo, intelectuales y sectores progresistas de la sociedad-, las que correctamente tratadas coadyuvan a la forja y construcción del Frente Único Revolucionario en la Revolución de Nueva Democracia Popular.
Pero, mal tratadas o utilizando incorrectos métodos de enfrentarlas y resolverlas, en seguida pueden devenir antagónicas y provocar negativas confrontaciones.
No tememos confrontarla ni luchar con ella cuando se desvía de la senda justa, con miras a recuperarla y ganarla para la revolución y la conquista, ulterior, del socialismo. Ella, la intelectualidad pequeñoburguesa, actúa positivamente cuando se proclama socialista, incluso comunista, marxista-leninista, No nos oponemos a eso, ni nos opondremos ella dé ese paso adelante. Empero, nada nos impide denunciarla, criticarla e, inclusive, combatirla cuando se desvía de la justa senda. Cuando actúa como agente diversionista de la Gran burguesía, cuando pone adelante sus prejuicios de pequeña propietaria, su individualismo, sus prejuicios antiproletarios y anticomunistas. Porque con ello pone en peligro a la revolución, en el caso nuestro, a la revolución agraria, antiimperialista y antioligárquica.
No es por gusto, nuestro señalamiento. De todas las clases sociales existentes en Panamá es precisamente la pequeño burguesía es mayoritaria y de mayor peso social. Además, aventaja al proletariado istmeño por tener mayor actividad política y una vida intelectual más ideologizada. Unas veces actúa e impulsa de conformidad con el marxismo-leninismo, difunde y masifica la idea del socialismo, del antiimperialismo y del anticapitalismo. En ello se muestra muy activa, impulsora y llena de audacia; otras, se hace portadora de ideas nocivas, antirrevolucionarias, conciliadoras y tolerante con el sistema imperante, entonces actúa como portadora del oportunismo, de la desviación y se muestra inconsecuente en la aplicación de las ideas comunistas marxistas-leninistas, se opone a él y le combate. Combatiendo al comunismo de la manera más rabiosa, tal y como la Gran Burguesía y el imperialismo, vil y repugnante. En esto, incluso, levantando la bandera roja, la efigie de Marx, Engels y Lenin para combatir mejor a los revolucionarios proletarios. En ese momento debe entablarse una lucha ideológica férrea, firme e intransigente.
En la actualidad, en Panamá se ha abierto uno de esos momentos que exige tal lucha. En el grado y medida que el señor Ricardo Martinelli, líder de una facción de la burguesía burocrática, abre todo un período de lucha interburguesa por el monopolio del poder en el Estado oligárquico, sentando pauta de fascistización, mirante de imponer una dictadura neofascista, de tipo mussoliniano, una parte de la pequeño burguesía levanta bandera de sacar a flote sus aspiraciones y sueños políticos. No es malo que lo haga, pero tira sus dados políticos en el ruedo del sistema imperante y eso sin riesgar quemarse los dedos. Sin romper con el sistema opresor obsoleto, sino el entrar en las áreas del gobierno buscando se parte del sistema político y haciéndole concesiones políticas al proyecto neofascista Martinellista. En el transcurso intentando arrastrar a las masas trabajadoras y masas populares a su egoístas y contrarrevolucionarios designios políticos, a costa de sacrificar u obstaculizar a la surgente revolución democrático-popular.
Así los líderes de los proyectos de partidos pequeñoburgueses de derecha, PAP y MLN-FAD, cada uno de su lado, convertidos en inseminadores de ilusiones electoreras y constitucionalistas, en aparente devaneo izquierdista levantan, instrumentalmente, como alternativa a la convocación de la facción martinellista de la Gran Burguesía de las fementidas reformas constitucionales, la bandera de ¡No a las reformas constitucionales, Constituyente YA!”. Esto es, darle una solución democrática a la actual crisis política y a la actual crisis del Estado oligárquico. Sin pararse a meditar en momento alguno que sí no están exigiendo arrancarles el poder a la burguesía y a los terratenientes revolucionariamente, entonces están piando lastimeramente por migajas envenenadas, por las mismas pinches reformas fascistas del neofascista gobernante.
Por allí, cabe insertar aquí como un paréntesis aleccionador, hace algunos días, se quejaba presuntuosamente un crítico “no entiendes que se trata de estrategia y táctica”. ¡Ciertamente ha dado en el clavo! No entiendo, de eso hace 8 meses que dura el debate entre el MLN-29 y nosotros, el por qué del abandono de la línea de principios de la violencia revolucionaria y la adopción de la vía electoral al poder, y tampoco cuál es la expresión y el contenido concreto de esa novísima estrategia que dará la mayoría al pueblo en el parlamento y le abrirá la perspectiva de cambiar al Estado oligárquico. Abandonar la revolución por la elección es, claramente, un trasfuguismo de los principios, de la estrategia y la táctica revolucionaria y el echarse en brazo de la reconciliación con el sistema oligárquico de poder. Para desenredar esa madeja, el rabioso “crítico”, o en su defecto alguno de la Dirección Central del MLN-29, por que no empieza por hacer pública esa famosa “Línea estratégica y táctica” y la somete a discusión libre entre toda la población trabajadora del país y de las Organizaciones políticas de izquierda. Aducir lo de la “clandestinidad” sería una excusa barata o facilismo escapista. ¿O sólo los magistrados burgueses del Tribunal Electoral tienen derecho a conocer la misma?
Evidentemente, aunque se indignen sobremanera contra los que les señalan que han rodado, miserablemente, al pozo de aguas negras del oportunismo legalista y pacifista, hemos de remarcarles que es ilusionismo constitucionalista el pretender que se tome como realidad lo que es una posibilidad, dentro de la actual constitución y bajo poder oligarca-imperialista, el reglamentar en un sentido democrático el Código Electoral, hecho para la burguesía y sólo para la burguesía. Dado que dicho Reglamento institucional, realidad concreta, es el taparrabo jurídico-político de la dictadura del capital monopolista oligárquico. Y si eso es posible, dado que resulta presupuesto ya que se tiene la fuerza de masas para inscribir al partido y el echar abajo al reaccionario Código, en la tesis de los promulgadores de dicha argumento táctico, ¿por que mejor no echamos abajo la antidemocrática Constitución Política o mejor, de una vez por todas, a la misma dictadura oligárquica?
El pretender aprovechar el debate que se abrirá alrededor de las reformas constitucionales, planeadas por Martinelli y el conjunto de su clase, para avanzar en la democratización de la sociedad apesta a menchevismo. Sacar a flote junto a los de los dominantes y gobernantes los propios intereses políticos de la clase obrera y de las amplias mayorías populares, quiere decir encadenarse uno mismo. No tomar en cuenta que el tipo, como burgués fascistoide como es, para burlar y cerrarle al pueblo las puertas en el debate de las mentadas “reformas”, ha escogido burocráticamente y de a dedo su “Junta de notables”, todos de su entorno y ligados por miles de hilos financieros, económicos y políticos a la burguesía, banqueros y comerciantes, y a los grandes propietarios semifeudales, ha viciado de partida todo diálogo. Eso, señores, es traducible en asignarse a sí mismo la innoble tarea de cubrir con las propias manos las vergüenzas del despotismo fascista de los oligarcas.
Al pretender exigir, como alternativa radical-popular, la inmediata convocatoria de la Constituyente, es saber no plantearse lo esencial: qué clases tienen en sus manos el poder real (las fuerzas armadas policiales y el ejército norteamericano de ocupación, el cual funge como retaguardia estratégica fundamental, aunque en primera instancias éste último aparenta no estar visible), del sistema de poder estatal y de gobierno. Olvidar el hecho, lo que sería toda una torpeza política, imperdonable además, que ya la oligarquía tiene de antemano el recurso “legal” para burlar y violar las auténticas aspiraciones de cambios democráticos populares de las clases trabajadoras y nacionalidades originarias oprimidas del país: ya con la convocatoria de la Constituyente paralela o ya para otorgarle plenos poderes, por intermedio de la Asamblea Nacional de Diputados, según la coyuntura de las pugnas interburguesas (compradores vs. burocráticos), a Martinelli, para que pueda, como fórmula solucionadora, transformarla en algo inútil o meramente consultivo, tipo referéndum o plebiscito propositivo.
Para rebatir éste señalamiento nuestro, los proyectos de partidos pequeñoburgueses indican que su estrategia (¿o su táctica?) se base en la constitución de los “comités o cabildos populares”. Primero, eso está aún en el papel, en la práctica nada se ha hecho, pero sí, por el contrario, se han lanzado prácticamente con todo en el proceso legal de inscripción; segundo, la experiencia política desde la revolución democrática rusa de 1905 y por todo el resto del siglo XX nos enseñan que no son simplemente organismos de sostén de las elecciones generales o ya de iluminados jugando al constituyentismo, sino órganos de la insurrección popular, de la guerra civil por la conquista de la nueva democracia popular.
Pero, es ese carácter de comités de combate insurreccional, precisamente, lo que dichos partidos han estado, desde entonces, rechazando y combatiendo con escarnecimiento digno de mejor causa. Exigiendo que las masas respeten y se atengan al orden constitucional vigente, exigiendo se legalice su derecho a la participación en la cosa pública y el que en el voto a voto se le gane la partida a los partidos burgueses oficiales y se sancione ello en la constituyente “originaria”. Cuando lo que tenemos que hacer es invitarlas a conquistar de hecho, revolucionariamente, la fuente de la originalidad de la Asamblea Constituyente, la violencia revolucionaria, el despertar en ellas una clara conciencia revolucionaria de poder de cambiar las cosas por sí mismas y el brindarles un Partido proletario combatiente y armado con una estrategia de poder revolucionario.
En todo caso la consigna de “Constituyente YA”, es decir, de hecho, de todo el poder a la Asamblea Constituyente, es claramente ilusionismo constitucionalista. Por muy radicalista y democraticista que nos parezca, en realidad, es soslayar que las viejas clases y el viejo Estado son llamados a organizar, convocar a las elecciones y contar y manipular los votos y la Constituyente misma. Cohabitación del viejo poder oligárquico y Constituyente es una aberración política, un mecanismo de colaboración de clases. Cuando la salida real, y única democrática, debe apoyarse en el ascenso de la lucha de clases, la organización, educación política y armamento independiente de la clase obrera y de las amplias masas populares. Soslayar eso se convierte repudiar esa verdad objetiva, absoluta y revolucionaria de que el poder político nace del fusil.
Una constituyente plenamente soberana sólo se conquistará con la lucha revolucionaria de clase, hegemonizada por la clase proletaria, o degenerará en una componenda contrarrevolucionaria. Del tipo del partido Frente Patriótico de la Juventud, de allá por el año de 1952. ¿Habéis olvidado tan nefanda derrota política del pueblo por seguir, la guía del marxismo-leninismo revolucionario, la LÍNEA ESTRATÉGICA Y TÁCTICA (ni tan siquiera democrático-burguesa, y sí filooligárquica) de la pequeña burguesía iluminista y populista?
Todo un retorno, en lo que han hecho, al elaborar sí es que la han meditado realmente la “novísima” línea política, al menchevismo. Porque, precisamente, fueron estos los al rechazar basar la acción de la socialdemocracia rusa en la línea estratégica y táctica leninista, consistente en conquistar para la clase obrera la dirección de la revolución democrático-burguesa rusa de 1905, se la abrían (¡y lo teorizaban!) a la burguesía liberal monárquica, a los enemigos más irreconciliables de la revolución el partido kadete. Y aquí en Panamá, cuando la revolución pugna por manifestarse, esa cuestión de ¿a quién debe corresponder su dirección, a la clase obrera o a la intelectualidad pequeñoburguesa, es decir la burguesía burocrática?
Y esto ha sido apuntado y remarcado muchísimas veces por el mismísimo Lenin, un clásico en la táctica política proletaria, “El problema de la Asamblea Constituyente está s u b o r d i n a d o al desarrollo y el desenlace de la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado”. En otras palabras, que el poder convocante de la Asamblea Constituyente lo tenga la clase obrera, como un todo colectivo y consciente, y no solamente una facción de ella, como lo pudiesen ser los obreros de la construcción, la que pese a manifestar un cierto grado de lucha, públicamente han puesto de manifiesto la falta de una conciencia de clase comunista y algún nivel de organización comunista de combate, pero sí de una conciencia de clase sindicalista, reformista. Y por la cual se condena a volver a dar con la cabeza contra el muro de la reacción, por ese seguidismo recalcitrante del ilusionismo constitucionalista pequeñoburgués.
Y sobre esa estrecha base social, de este destacamento social de la clase obrera, los proyectos de partidos pequeño burgueses –PAP y MLN- sustentan toda su estrategia política de arrancarle el poder a las clases oligárquicas por la vía legal. Arrancarle la convocatoria a elecciones de la Asamblea Constituyente. No percibiendo, o cerrando sus ojos a la realidad política dominante, quién tiene el poder real del Estado en sus manos y que para poseer poder convocante real no basta tamaña base política de masas, y; mucho menos para quitárselo de las manos a la coalición de clase burocrático-compradora y terrateniente.
Por lo que, es de concluir, hoy por hoy, para los actuales momentos políticos, levantar la bandera de la “inmediata convocación de la Constituyente” es una ilusión constitucionalista, una trampa reaccionaria. Dado que ella, la burguesía, sabe muy bien qué es la Constituyente, para qué sirve y el cómo hacer uso de la misma para su exclusivo beneficio político. Así como conoce la fuerza política real de su contrario histórico, en éste país. Que la Asamblea Constituyente es y siempre lo ha sido una institución burguesa que, prevaleciendo las condiciones políticas “normales”, convertible en sumidero se tragará las ilusiones de los refundadores pequeñoburgueses. Por lo que esa bandera, en la realidad política de Panamá de hoy, no está en manos del pueblo trabajador panameño sino en las propias de la Oligarquía burguesa-terrateniente.
La originalidad de la constituyente debe ser conquistada. La originalidad de la Constituyente consiste en arrancársela a los gobernantes y dominantes de hecho, con la lucha de clases llevada a sus formas más extremas, el levantamiento popular y la guerra civil por la nueva democracia. Sólo así resultará real y efectiva la consigna “todo el poder a la Constituyente”. Sí el pueblo trabajador, teniendo al mando a la clase obrera, no osa tomar en sus manos el poder político no habrá Asamblea Constituyente alguna, ni plena ni originaria. ¡Atención a eso! O Constituyente consultiva, referendaria, o constituyente nacida del cañón de un fusil. Todo lo demás es ilusión, engaño y estafa política.
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