No ha sido simplemente lo forzoso de la renuncia del Alcalde capitalino, Bosco Vallarino. Tampoco se trataría de un coñazo táctico contra el Partido Panameñista, como a su presidente y Vicepresidente de la República, Juan Carlos Varela, el cual ya había sido expulsado de las áreas del poder gubernamental y convertido en triste convidado de piedra en las reuniones del gabinete; ni considerable simple golpe dirigido al PRD, caracterizado por su oposición blandengue, inconsecuente y miope. Se ha tratado de un auténtico y real golpe (de Estado) institucional, por violatorio de la Constitución Política y del orden institucional postinvasión. La esencia y significado político de lo actuado por el Ducino Ricardo Martinelli, presidente de esta republíqueta de comedia, auténtica república bananera, es la palada trapera a la II República oligárquica presidencialista y corporatista. Sí de aquella República nacida de la invasión imperialista gringa, diseñada por el “toro” Balladares e inaugurada por la presidenta Moscoso, y que hoy gracias a las movidas maleantescas de Martinelli ya no es más. Por su esencia, se trata del nacimiento de la III República oligárquica, de la puesta en pies de una República fascista.
Las actuaciones que han girado alrededor del golpe institucional de Martinelli dado a la cabeza de la comuna alcaldicia capitalina; en consecuencia, la defenestración del Alcalde Bosco Vallarino –un personaje surgido de los fondos oscuros de la política criolla, y, cuyo retrato psicopolítico le presenta como un desdichado Fausto manejado por manipulador Mefistófeles- ; más allá de las campañas de desprestigio que se le han montado, de las amenazas, chantajes y presiones ha que ha sido sometido, aunado a su propia incapacidad congénita; aunado todo ello al secuestro de su persona por los servicios de la seguridad del Estado le han terminado por quebrarlo moralmente y a tener que poner su firma de “renuncia” al alto cargo alcaldicio que desempeñaba; ponen en evidencia los procedimientos lumpenescos y fascistas de Martinelli y su entorno inmediato. Vallarino, pobre hombre de mente estrecha, conocida su debilidad de carácter e incompetencia administrativa, no podía no prestarse voluntariamente a hacerse el harakiri político y a someterse cobardemente a tal violentación de la soberanía institucional.
Y no porque se encontrase indefenso y solitario. Tras él se encontraba el segundo partido político burgués más grande del país por la cuantía de adherentes y de votos, el mismísimo partido panameñista. Rodeado era de una guardia pretoriana, la policía municipal, bastante bien armada y que le debía acatamiento constitucional, la ilegitimidad misma de lo actuado por el presidente Martinelli. Beneficiado era de una relativa neutralidad benevolente del PRD, dado los ataques a que se veía sometido en su entidad orgánica por parte del Ducino Martinelli. Lo que le brindaba una ocasión de oro de convocar a las masas populares a defender la Constitución y la majestad soberana de la Alcaldía y la independencia municipal. Todo ello estaba a su favor, sólo sí Bosco Vallarino hubiese tenido un poquito más de cojones y una mayor amplitud de miras dado que en juego está todo el sistema de poder tradicional. Sólo pudo verse a sí mismo y no lo verdaderamente esencial.
Y no porque no haya experiencias al respecto, en este país, de las cuales podría haber aprendido: del cómo hacer para defender la soberanía política y la independencia institucional municipal. Por ejemplo, está aquella de las luchas municipales de 1958. Cuando un oportunista y politiquero de aldea como Ramón Pereira, concejal municipal en esos momentos, había sido puesto contra la pared por su pares rivales que le hacían el juego a la Oligarquía deseosa de quebrar la independencia municipal, se atrevió a recurrir a las masas ciudadanas comunales y al frente de ellas se tomó el municipio y paró así el golpe fraguado contra él y la soberanía popular municipal. Bosco Vallarino, un panameño nacionalizado estadounidense y luego renacionalizado panameño (¡pobre Constitución, pobre nacionalidad!), resulta a los ojos de los panameños demócrata y patriota un pobre ignorante de la historia político-social de la Capital y de su país (?).
Pero, no sólo. Con su cobardía y miopía política, al hacerle el juego a un chanchero autócrata ansioso de mayor concentración del poder en sus manos, contribuyó a brindarla la ansiada oportunidad al Ejecutivo de atentar contra la soberanía constitucional de todos los órganos electivos del país. Mal precedente propicio con su no hacer e inoperancia. Desde ahora, gracias a él, Alcaldías, Municipios y todo órgano sometido a elección popular a lo largo y ancho del país quedan sometidos, con la espada de Damocles sobre sus cabezas, máxime si están en manos de los partidos burgueses de oposición, a la voluntad omnímoda del Presidente Martinelli.
Los municipios son la base administrativa del aparato del Estado, en tanto que las Alcaldías las bases del poder ejecutivo. Ambos son, además, los eslabones más débiles de todo el aparato administrativo del Gobierno y del Estado burgués. Órganos de la democracia semifeudal, expresión de la soberanía popular-burgués citadina, con sus derechos políticos (de democracia directa u cuasi directa, independencia administrativa comunal, autonomía en la ejecutividad de sus funciones, etc.), que se pierden en la aurora de la sociedad clasista, ganados en el transcurso de la afirmación del poder económico de la burguesía comercial e industrial en fiera guerra de clase, violenta las más de las veces y relativamente pacíficamente las menos, contra el poder de los señores feudales y el centralismo monarquista en Europa y proyectada en las colonias americanas. Y que, hoy, con el ascenso del capitalismo burocrático son sometidos a reaccionaria ofensiva, desde los inicios del siglo pasado con miras a subordinarlos y vanificarlos. Todo ello, en aras del reforzamiento de la centralización del poder ejecutivo en manos de un presidencialismo absorbente y totalitario.
De ahí que, lo actuado por Martinelli se inscriba en el ascenso de un grupo económico específico, hasta ahora subordinado a aquellos pro-yanquistas liberales y panameñistas, el de los “italianos”, conformados por terratenientes y comerciantes descendientes de nacionales de dicho país y adscritos por tradición y vocación ideológica al mussolinismo, los que podrán los que podrán intervenir en la vida política del país aparte de los partidos políticos tradicionales y de la administración municipal brindándole al gobierno el necesario apoyo socio-político que le permita establecer una relación directa con el “pueblo” al margen de aquellos partidos. Es la consagración, tan largamente actuada, del protagonismo, decisionismo y las ambiciones reeleccionistas del neoDuce criollo.
El Estado, dentro del actual proceso de su fascistización “desde arriba”, inevitablemente tiende a romper la autonomía municipal –autonomía legada desde los tiempos colonialismo feudal castellano y relativamente respetada por la administración central colonial- y subordinarla al poder central. Proceso que, sujeto a leyes particulares históricas, se ha hecho indetenible a efecto en las condiciones de la lucha antagónica entre el imperialismo y la revolución proletaria internacional, entre la clase obrera y la clase capitalista, de una sociedad que ha entrado en su fase final de agotamiento histórico.
En las condiciones de Estado burgués burocrático-comprador, en la lucha entre la democracia burguesa y la oligarquía semifeudal, es inevitable e insoslayable la lucha por la defensa de la autonomía municipal y/o su recuperación, sin que ello signifique un condicionante a las tareas democráticas de la revolución social. Sólo es su complemento, independientemente que en el transcurso de la lucha democrático-revolucionaria por la destrucción del viejo y reaccionario Estado los Comités Populares revolucionarios una forma transitoria de municipio. La Comuna, bajo dominio del Estado burgués, son parte del viejo sistema de poder oligárquico; los Comités Populares Revolucionarios (CPR), formas políticas de auténtico e independiente poder popular. Ellos se diferenciarán cualitativamente de la vieja Comuna semifeudal y de aquella democráticaburguesa de viejo tipo, a las que hemos estado acostumbrados. Los nuevos órganos de poder popular –muy diferentes a esa caricatura de “poder popular” de los tiempos de la dictadura militar- en el transcurso de la lucha revolucionaria por la democracia directa, serán órganos de poder de nuevo tipo y con nuevo contenido: son gérmenes locales del nuevo Estado.
Hoy, mediante la acción aventurera y golpista de Martinelli, todo el orden institucional y constitucional del país, más que sacudidos ha resultados rotos. La II República oligárquica, después de 18 años postinvasión gringa de existencia, ya no es más.
Martinelli le ha dado la última palada. Con ello, además, la tan ambicionada y siempre soñada II Reforma del Estado, acuciosamente elaborada y tejida tanto por el Partido Revolucionario Democrático (Balladares y Martín Torrijos) y el partido Panameñista (Mireya Moscoso) ha sufrido una imprevista torsión, un brusco cambio de ruta. El Ducino Martinelli tira al tarro de la basura todo un proyecto, como lo ha sido el de la II Reforma del Estado, tan largamente acariciado y ejecutado transicionalmente como modernización de la vieja República liberal-oligárquica, para implementar uno mucho más reaccionario y descaradamente fascista. Proyecto identificable, sin duda alguna, como una III Reforma del sistema de Estado y del sistema de gobierno dirigida a sentar sobre bases más solidas a la República fascista.
Lo actuado por el pretendiente a Dictador burocrático-civil, Martinelli, además marcado todo ello con el protagonismo, el presidencialismo exacerbado y el personalismo mussoliniano es un delito execrable e intolerante. El cual lleva en sí la impronta de su matriz fascista de origen, forma de realización y finalidad. Clara señal de la consolidación de una nueva y más agresiva derecha, surgida de los fondos sociales y económicos de la facción burocrática de la gran burguesía criolla, de aquella ligada al capital monopolista italiano, la que riesga, por ahora, levantar bandera propia junto aquella del fascismo de tipo estadounidense, para poder afirmar su dictadura de tipo europeo mañana.
La liquidación definitiva, ya la oligarquía la ha tenido en su agenda desde 1958, de la independencia y autonomía administrativa de la Comuna capitalina –con ella, la de toda la estructura municipal a lo largo del territorio republicano-, además, busca alterar lesivamente todo el orden gubernativo central y el preparar, así, una grave distorsión del objetivo político buscado por las clases gobernantes en su conjunto en proyectadas reformas constitucionales, abriendo así la inevitable perspectiva de un golpe de Estado a toda regla y en beneficios de él mismo y sus acólitos.
Castrado así de su última y más importante prerrogativa, la autonomía administrativa y su independencia política, el orden municipal y alcaldicio convertido en desdichado peón de los planes centralizadores del Ejecutivo supondría la escogencia de munícipes y alcaldes directamente desde “arriba” y la alteración brutal de su escogencia mediante los constitucionales procesos eleccionarios, supuestamente garantía de los derechos políticos de la población. Aperturando con ello una “nueva” República plebiscitaria.
¿Le dejaremos hacer? ¿Le dejaremos pasar sus reaccionarios, antidemocráticos y fascistas planes políticos en daño del país? ¿Nos conformaremos con el emitir llorosos e impotentes comunicados que en esencia se reducen a “clamar por la constituyente”, denunciar a la “dictadura civil”, “contra la partidocracia” y por un “gobierno de los decentes”? Si no se recurre a las masas trabajadoras y populares, a la lucha política de masas y acciones revolucionarias y antifascistas jamás el pueblo tendrá la menor pizca de libertades políticas y de derechos democráticos. Sin impulsar la lucha de clases, sin convocar y dirigir la lucha de clase de la clase trabajadora, asalariada y no-asalariada, no se podrá detener esta marcha de la oligarquía a la consolidación de la dictadura fascista abierta.
¡Abajo la dictadura de la oligarquía mafiosa! ¡Abajo la dictadura fascista de Ricardo Martinelli! ¡Los obreros y campesinos tienen el derecho a gobernar este país!
Sólo los obreros, campesinos y masas indígenas pueden detener la consolidación de la dictadura fascista personalista, corporativista y falsamente populista. Debe ser la conclusión de esta amarga y antidemocrática acción y de finalidad política tan antiobrera y antipopular: porque cuanto ha estado sucediendo en estos últimos meses, de atentado al orden constitucional e institucional, debe servirnos para abrir bien los ojos respecto al programa político golpista y faccioso de Martinelli; ya que el mismo guarda la más clara analogía con aquellas ya materializadas, en su momento, con el general Torrijos y más allá con los de Mussolini en Italia en los veinte y los treinta del siglo pasado.
Por lo cual los comunistas (marxista-leninistas) de Panamá, en vista a lo que ha estado sucediendo en estos días, convocan a todas las fuerzas de izquierda, a las fuerzas democráticas y antifascistas a unirse en la más amplia Coordinadora Democrática Antifascista con el fin de cerrarle el paso y poner fin decisoriamente a las ambiciones ducinas del presidente Ricardo Martinelli.
De partida reclamando y exigiendo Ricardo Martinelli sea destituido y enjuiciado por violar la Constitución Política vigente y por atentar contra el orden institucional, nacional que municipal. Exigencia que para cumplirse no sólo demanda se pare de inmediato proceso de reformas de la constitución, dado que las mismas portan y portarán los designios antidemocráticos de Martinelli y de todo su entorno ultraderechista de perpetuarse en el Poder por medio de las mismas, la imposición entre otras medidas la inmediata reelección del presidente y la legitimización de la dictadura fascista. Máxime, como demuestran los hechos, unas tales reformas no son más que una contrarreforma autocrática, antipopular y antipatriótica.
Urgente pues éste gobierno, encabezado por Ricardo Martinelli, sea echado abajo. Que le botemos mediante la acción directa de las masas trabajadoras, con el recurso de la movilización y la huelga política general. Y que en el transcurso de la lucha o alcanzado su meta, esforzarse por la constitución de un Gobierno Provisional de Emergencia Nacional, cuyo principal cometido sea la convocatoria a elecciones a una Asamblea Nacional Constituyente, con pleno poder de constituir, como poder único, pleno y soberano.
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