por Quibian Gaytan
En el mundo capitalista, imperialista o deformado como en aquellos del Tercer Mundo, con la particularidad de que estos últimos formando la mayoría en el planeta y los que concentran precisamente la inmensidad de la población mundial, se da la paradoja de que 1 de cada 6 habitantes muere de hambre. Eso a pesar que dicho sistema de producción social crea los suficientes alimentos como para darle de comer a 12 mil millones de personas. En la realidad, sólo somos actualmente7 mil millones los subalimentados de este mundo… contado el ridículo 1% que integran el estrecho círculo de los saciados y gordos burgueses, a los propietarios y accionistas de los 150 mil gigantes monopolios internacionales que se reparten y dominan la Tierra.
Esto es, en medio de las riquezas producidas nadamos en la miseria más espantosa. Tal y cómo denunciase esta contradicción dialéctica, de eso hace dos siglos, un socialista francés “de la riqueza nace la pobreza”. Y es que el capitalista para sostener y ampliar permanentemente su masa de plusvalía, el alma misma del sistema, debe asegurarse la existencia de un cada vez más creciente ejército industrial de reserva -formado por una masa, de despropiados y pauperizados (desempleados temporales, desocupados crónicos, campesinos desalojados de sus tierras de labores, artesanos y burgueses arruinados, mendigos, vagabundos, pepeneteros y recogelatas)-, sometidos al hambre en masa, crónica y generalizada. El capitalismo que ha creado una inmensa masa de bienes materiales, alimentos y medios dinerarios para adquirirlos, es totalmente incapaz de satisfacer las mínimas necesidades individuales y sociales de la población del propio país y del mundo globalizado.
¡Mientras un puñado de ricachos come a doble carrillo y engorda como parásitos cebados, la gran mayoría de los habitantes de la Tierra han de padecer “las delicias del capitalismo!”. Explotación y esclavitud asalariada, miseria física y miseria social, desahucios violentos, represión policiaco-estatal y la muerte violenta (en las calles de cualquier ciudad del mundo a manos de un truhán uniformado o no, o en una de esas continuadas guerras imperialistas de agresión) es lo que ofrece y reserva este sistema económico injusto e inhumano a los trabajadores y a los pobres.
En Panamá, por ejemplo, aún hoy la gente recuerda con un gesto de desprecio y odio, a ese asesino en serie que fuese Presidente de esta República bananera y canalera, a mediados de los 60 del siglo pasado, Marco A. Robles, galardonado con el infame mote de “Marco rifle”. El energúmeno había establecido por ley el tirar a matar a cuanto desdichado que para poder comer hurtase o destinándoles a largas penas a realizar trabajo esclavo en la siembre y cosecha de arroz, para beneficio de comerciantes y la alta jerarquía militar de la Guardia Nacional, en la Isla Penal de Coiba. O más recientemente, 2000-2004, a la Alcaldesa capitalina Omaira Correa (alias, “Mayín”) que para librar del “feo espectáculo” de la presencia en las calles de la ciudad capital de mendigos, “piedreros”, recoge latas, sintechos, menesterosos y abandonados del sistema realizaba violentas batidas y los expulsaba de la ciudad dejándoles a su suerte.
Usted dirá, amable lector, cosas de la acumulación originaria del capital o se consolará con aquello de “cotidianidades de país subdesarrollado”. ¡Pues, no! No es solo propio de nuestros países pobres y periféricos al exclusivo sistema de los países ricos, imperialistas. Si acá cocemos porotos, allá enlatan frijoles. Lo repito, no es exclusividad de tal o cual sociedad, ni de niveles de desarrollo alcanzado es propio del sistema de organización económica del capitalismo entero.
Mire si no. En las ciudades estadounidenses de Filadelfia y Houston acaban de pasar una ley que prohíbe dar comida a los pobres y a los sintechos al aire libre. Según ha anunciado, el 14 de marzo, el alcalde de la primera ciudad, Michael Nutter, se prohíbe por ley alimentar a los sin hogar y a la gente necesitada al aire libre, en los parques y calles. Aduciendo que hacer eso viola las condiciones sanitarias, ya que “alimentar a los hambrientos no debe realizarse así como abrir un autocamión, distribuir sin pensar hamburguesas, u luego huir en la noche oscura y lluviosa”. Los que violen dicha ley recibirán dos advertencias y luego tendrán que pagar una multa de 150 dólares.
Prosiguiendo la senda de esta ley represiva y antihumanitarista, la que pretende extender por todo el país la clase dominante yanqui por intermedio de las autoridades locales, Houston ha anunciado la elaboración de su propia ley de prohibición de dar comida a los necesitados.
La adopción de tales iniciativas prohibicionistas ha generado una ola de indignación entre la población local. “Es una clara violación de los derechos civiles. Eso quiere decir que la gente que tiene que comer, puede comerlo en ciertos lugares. Pero la gente que no tiene, no puede comer lo que le dan”, a dicho un activista.
El capitalismo yanqui, estremecido por la prolongada y catastrófica crisis financiera y económica de 2008-2012 y en aras de la subvención y salvaguarda de los intereses de los grandes tiburones bancarios y financistas, sólo atina a ofrecerle a los menesterosos y trabajadores en desempleo crónico el camino de obligarles a alimentarse en los basureros. ¡Igualito que en Panamá u otro país subdesarrollado cualquiera!
Que nos esta diciendo eso. Simplemente que el capitalismo resulta incapaz de resolverle los más mínimos problemas sociales a los trabajadores y pobres. Que el capitalismo no ofrece ni puede solucionar las justas demandas de alimentación, bienestar y trabajo digno a la mayoría del mundo. Que él está agotado, histórica y económicamente, y lo único que queda es tirarlo al tinaco de la basura y, en su reemplazo urge una nueva organización económica de la sociedad, la sociedad socialista camino al comunismo.
De ahí, finalizando, comprometerse por organizar y llevar a la victoria a la Revolución Socialista Internacional. Sólo la dictadura socialista del proletariado garantizará a la humanidad trabajadora un luminoso futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario