El Gran Sol Rojo del Amanecer

sábado, 22 de septiembre de 2012

DONDE LLEVA LA BANDERA DE GUEVARA (IVª Parte)


Algunas reflexiones sobre un diversivo creado  por los neorevisionistas y los trotskystas
Por: Giovanni Scuderi
(Documento aparecido en “El Bolchevique” nº 36 del 12 de
Octubre de 1995)


La guerrilla en Congo y Bolivia

Guevara corría tanto con la mente y la fantasía como estaba condicionado por sus sentimientos humanitarios y pequeñoburgueses y por su formación idealista y no marxista-leninista como separarse de la realidad, hasta el punto de exportar la guerrilla primeo al Congo y después en Bolivia, cometiendo los errores más gruesos e imperdonables, en daños de la causa del socialismo, del proletariado y de la revolución.
En la historia de las revoluciones de cualquier tipo no se había visto jamás que un puñado de guerrilleros extranjeros  haya hecho y vencido en una revolución en nombre y por cuenta del pueblo que se  quería liberar. Y, que este pueblo al final haya abrazado la causa de los liberadores extranjeros.
Pero Guevara, moderno Don Quijote, como el mismo se autodefinía en la carta de despedida de abril de 1965 a sus padres ya citada, quiere “demostrar” personalmente la “propia verdad”, que es posible suscitar la revolución del pueblo a través de la acción de un grupo guerrillero extranjero. Al contrario va al encuentro de dos clamorosas derrotas que constituyen la piedra tumbal del guevarismo, una versión del trotskysmo de los años 60 y 70.
Él entre otra, se mueve en el terreno práctico no teniendo a su espalda una teorización  suficiente, creíble y correcta.  Menos su escrito de 1960 “La Guerra de Guerrilla” puede sr considerado satisfaciente y aceptable. No allí se encuentra la menor traza de los potentes escritos militares de Mao.
La indicaciones que él da son exclusivamente de tipo militar, técnico, práctico. Absolutamente carentes en los planos políticos, estratégico y táctico. Citemos algunas perlas.
Hablando del ideal del guerrillero afirma: “Este ideal es simple, puro, sin grandes pretensiones y, en general, no va muy lejos pero es tenaz y claro que es posible sacrificarle la propia vida sin vacilar mínimamente.
Para la casi totalidad de los campesinos, está el derecho de tener un pedazo de tierra propia para cultivar y gozar de un tratamiento social justo. Para los obreros, es tener un trabajo, recibir un salario adecuado y también él, un tratamiento justo. Entre los estudiantes y entre los profesionistas se encuentran ideas más abstractas, como el significado de la libertad por la cual combatir” (41).
En un mensaje del 67 a los mineros bolivianos sostiene que “la lucha de masas en los países subdesarrollados, de mayoría campesina y con un extenso territorio, debe ser desarrollada por una pequeña vanguardia móvil, la guerrilla, radicada en el seno del pueblo. Esta ira adquiriendo fuerza a expensa del ejército enemigo, y catalizará el fervor revolucionario de las masas hasta crear la situación revolucionaria en el cual poder caerá de un solo golpe, bien asestado y en el momento oportuno” (42).
A un guerrillero de Guatemala que le saludaba antes de dejar Cuba no sabe más que darle este consejo militar: “Me limitaré a recomendarle insistentemente tres puntos: movilidad constante, desconfianza constante, vigilancia constante” (43).
Guevara era el teorizador y el exportador material del guerrillerismo, pero detrás de él estaba Castro, el cual concordaba la misión en Congo y en Bolivia. Si no era el inspirador. Lo testimonia él mismo, en una entrevista relanzada a Gianni Minà en junio de 1987, con estas palabras: “Yo mismo había sugerido al Che de tomar tiempo con los proyectos de América Latina, de esperar… Así lo designamos responsable del grupo que fue a ayudar a los revolucionarios del actual Zaire… Después del período transcurrido en Zaire el Che… no quería tornar a Cuba porque le embarazaba retornar después de la publicaciones de su carta (de despedida a Castro, n.d.a.)…
Había escogido el territorio (en Bolivia, n.d.a.) y había elaborado su plan de lucha. Nosotros le dimos la cooperación y el apoyo para poner en acto la idea…
Nosotros con gran lealtad, hemos dado al Che toda la ayuda que nos había pedido, los compañeros que nos había pedido, una colaboración total… Lo ayudamos, y ayudamos en una empresa que creíamos fuese posible. No habríamos podido  en alguna cosa imposible, cualquier cosa en la cuales no hubiésemos creído… El Che se comportó así y yo compartí su escogencia” (44).
La responsabilidad de las dos provocadoras aventuras trotskystas en tierras extranjeras sean de ahí distribuidas equitativamente entre ambos líderes históricos de la revolución cubana.
Para comprender en que situación se había metido Guevara, cuanto él fuese extraño no sólo al pueblo congolés sino a los mismos revolucionarios congoleses y las dimensiones de fracaso de su misión, es suficiente reportar unos pocos fragmentos con que concluye su diario, hecho público y publicado recientemente.
El primero: “Hemos continuado en la tentativa de enrolar con todos los medios a los congoleses en nuestro pequeño ejército y de darles rudimentos de instrucción militar, para tratar de salvar con aquel núcleo la cosa más importante, el animo, la presencia del sentimiento revolucionario…
Hacia ellos sentía toda la impotencia que dada la falta de comunicación directa; habría querido infundirles todo eso que realmente intentaba, pero aquella suerte de transformación que era la traducción, de ahí el mismo color de mí piel, anulaban todo esfuerzo. Inmediatamente a una de sus frecuentes trasgresiones (se habían rehusado trabajar, cosa que constituía una característica típica), yo he hablado con ellos en francés, enfurecido; yo he dicho las cosas más tremendas que he llegado a encontrar en mí descarnado vocabulario y, al colmo de la rabia, -ha agregado- que hubiera sido mejor ponerse una saya y a cargar yuca con las cestas (un trabajo preferentemente femenino), porque no servían para nada, hubiera preferido formar un ejército sólo de mujeres, que no con individuo como ellos; mientras el traductor repetía mí desahogo en swhili, todos los hombres me han escuchado y han estallado a reír ruidosamente” (45).
El segundo fragmento, es aquel del adiós: “Durante aquellas últimas horas de permanencia en el Congo me sentido muy solo como nunca antes, ni en Cuba ni en ningún otro lugar donde me hubiese  conducido mí peregrinaje, me he  encontrado así solo”…
Esta es la historia de un fracaso… Los protagonistas y los relatores son extranjeros que han arriesgado la vida en un territorio desconocido, donde se habla una lengua diversa y al cual le unen solamente los ligámenes del internacionalismo proletario, inaugurando un método no practicado en las guerras de liberación modernas… Más correctamente esta es la historia de una descomposición…
Me toca en este punto el análisis más difícil, aquello de mí comportamiento personal. Profundizando hasta donde soy capaz de autocrítica. He llegado a as siguientes conclusiones: desde el punto de vista de los comandos de la revolución, he estado obstaculizado por la manera ante todo anómala como he entrado al Congo y no he sido capaz de superar  tal inconveniente. En las relaciones he tenido un movimiento inconstante; por mucho tiempo he tenido una posición que podría ser definida excesivamente complaciente, y a veces me he dejado llevar por explosiones de rabia que herían; de ahí esta es una de las características innata…
En cuanto a los contactos con mis hombres creo de haberme suficientemente sacrificado para que ninguno pueda imputarme nada desde el punto de vista personal y físico, pero en el Congo mí dos debilidades fundamentales eran satisfechas: el tabaco, que me ha faltado bien poco, y la lectura, que sido siempre abundante… Sobre todo  el hecho de retirarme rápido, huyendo de los  problemas cotidianos, tendía a alejarme del contacto con los hombres, sin contar que aquí ciertos aspectos de mí carácter que no hacen fácil la intimidad con los otros…
He recurrido a métodos que no se usan en un ejército regular, como el dejar a los hombres sin comer; es el único sistema eficaz que conozco en situaciones de guerrilla. Al inicio he pretendido de aplicar coerciones morales, y he fracasado. He intentado de hacer en modo que los hombres tuviesen mis  mismos punto de vista, y he fracasado; no esta preparado para aguardar con optimismo a un futuro que necesitaba entrever entre brumas tanto oscura como aquellas del presente.
No he tenido el coraje de pedir máximo sacrificio en el momento decisivo. Era un obstáculo interno, psicológico. Para mí era muy fácil quedar en el Congo; desde el punto de vista del amor propio del combatiente, era lo que estaba realizado; desde le punto de vista de mí actitud futura, aún si no fuese resuelta del modo más conveniente, en aquel momento me era indiferente. Cuando valoraba la decisión, jugaba contra mí saber cuanto me hubiera resultado fácil escoger el sacrificio. Retengo que dentro de mí habría debido superar el lastre de esta autocrítica e imponer a un determinado número de combatientes el gesto final; aun pocos, si hubiéramos debido quedarnos.
En fin, ha pesado en mis relaciones con los hombres, lo he podido tocar con las manos, por cuanto sea todo subjetivo, la carta de despedida a Fidel. Ésta a hecho si que los compañeros viesen en mí, como tanos años hace en la Sierra, un extranjero en contacto con los cubanos. Entonces, era aquel apenas llegado, junto, a aquel que  se iba. Eran cosas que no teníamos en común, ciertos anhelos a los cuales había tácitamente y explícitamente renunciado y que resultan los más sagrado para cada hombre tomado individualmente: su familia, su tierra, su ambiente. La carta que había suscitado tantos elogios en Cuba y fuera, me separaba de los combatientes.
De ahí podrán parecer insólitas estas consideraciones psicológicas en el análisis de una lucha que tiene dimensiones casi continentales. Continúo ha ser fiel a mí concepto de núcleo, era el comandante de un grupo de cubanos, nada más de una compañía y mí tarea era aquella de ser su jefe real, el que les llevaría a la vitoria promoviendo el desarrollo de un auténtico ejército popular. Pero mí particular situación me convertía al mismo tiempo ser un soldado, el representante de un poder extranjero, instructor de cubanos y congoleses, estratega, político de alto vuelo en un escenario desconocido. Y un Catón el Censor, repetitivo y pedante, en mis relaciones con los jefes de la revolución. A fuerza de tirar tantos hilos, se ha formado un nudo gordiano que no he tenido la resolución de cortar. Si hubiese sido un soldado más auténtico habría tenido mayor influencia sobre los otros aspectos de mis complejas relaciones…
He aprendido mucho, en el Congo, allí están los errores que no cometeré más, de ahí otros no se repetirán o no los cometeré de nuevo. En ello he salido con más fe que nunca en la lucha guerrillera, pero hemos fracasado. Mí responsabilidad es grande; no olvidaré esta derrota ni sus preciosas enseñanzas” (46).
Y al contrario Guevara olvidará muy pronto esta derrota y sus enseñanzas. Dos años después repetirá los mismos errores y reportará los mismos fracasos en Bolivia.
En su diario testimonia el estado de aislamiento en la cual viene a encontrarse la guerrilla, que él inicia con cerca de 38 hombres, por lo más cubanos, respecto al pueblo y a los campesinos bolivianos. Cuatro meses antes de la derrota definitiva escribe: “Continúa la falta total ligámenes, lo que se reduce a 24 hombres…; continúa la falta de reclutamiento campesino” (47). Ocho días antes de ser capturado, y bárbaramente asesinado, escribe desconsolado: “La masa campesina no nos ayuda para nada y los campesinos se transforman en delatores” (48).
Y así viene  aún una vez más trágicamente demostrado que sin el pueblo los revolucionarios no son nada y no pueden hacer nada. “La guerra revolucionaria –revela Mao- es la guerra de las masas y es posible conducirla sólo movilizando a las masas y   haciendo confianza en ellas” (49). Y también: “El pueblo, y sólo el pueblo, es la fuerza motriz que crea la historia del mundo” (50). En fin, “Los verdaderos héroes son las masas, mientras nosotros somos muchas veces infantiles y ridículos; si no comprendemos esto, es imposible adquirir una conciencia aunque sea rudimentaria” (51).
Ignorar ésta verdad, comprobada por la práctica, quiere decir ir al encuentro de los más grandes fracasos históricos.

La bandera de la victoria

Si nuestro análisis es correcto, si está conforme a los hechos, ¿cómo pueden los jóvenes comunistas y los revolucionarios reconocerse en Guevara, tomándolo como modelo y alzar su bandera?
Pueden identificarse con él los trotskystas, los neorevisionistas, los anarquistas, los autónomos, los revolucionarios de salón, los pequeño burgueses rebeldes, los “ultraizquierdistas”, no cierto quién lucha efectivamente contra el capitalismo y el imperialismo italiano, por el socialismo. Como se ve en la práctica de ciertos grupos y movimientos, siguiendo aquella bandera no se llega a dar un solo paso en la lucha de clase y no se hace ni menos un rasguño al régimen neofascista, a su gobierno Dini y a sus siervos D’Alema, Prodi y Bertinotti. En con todo absurdo seguir una bandera que porta a la derrota, al fracaso  total.
La historia del movimiento obrero internacional conoce una sola bandera invencible y siempre victoriosa. Es la gran bandera roja de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao.
En el pasado, alzando esta bandera los pueblos de todo el mundo han asestado golpes devastadores al capitalismo, al imperialismo, al colonialismo, al razismo, al fascismo y al nazismo y conseguido esplendidas victorias, y el socialismo ha triunfado en un tercio del mundo.
En el presente, se puede hacer otro tanto. Se puede sacudir de nuevo los cielos y la tierra, reconquistar las posiciones perdidas e ir más adelante. Basta osar alzar de nuevo la vadera roja de los maestros y ponerse en primera fila en la lucha de clase.
Hoy esta gran bandera de la victoria la tiene alta y la propone sólo el PMLI, y de ahí a este Partido que es necesario dar toda la propia fuerza intelectual, política y material y el propio empeño político y organizativo a fin que él pueda ser el punto de referencia, de inspiración, de cosecha y movilización de todos los explotados y los oprimidos de nuestro país.
Lo deben hacer en particular las obreras y los obreros y las muhachas y los muchachos que se baten en primera fila en los lugares de trabajo, de estudio y de vida. Incumbe sobre todo a ellos llenar de nuevo de decenas, centenas, millares de banderas de los maestros las plazas en lucha, seguros que con los maestros y con el PMLI venceremos.

1 comentario:

  1. Giovanni Scuderi A donde esta tu Practica de
    Marxista Leninista Revolucionario ?

    Sos un pobre maje Revisionista !

    La expulsion del che de Cuba fue precisamente
    por ser Marxista Leninista Revolucionario y el
    marxismo leninismo llama aplicar todas las formas de lucha y en las condiciones dificiles
    del che no habia que "ESCOJER" lo mas facil que
    hacer,y lo que tu haces ponerte a escribir puras "PENDEJADAS"y SI NO es asi dame un SOLO ejemplo donde tu has HECHO UNA REVOLUCION UNA NADA MAS!

    DONDE LLEVA LA BANDERA DE GUEVARA (IVª Parte)

    Algunas reflexiones sobre un diversivo creado por los neorevisionistas y los trotskystas
    Por: Giovanni Scuderi

    (Documento aparecido en “El Bolchevique” nº 36 del 12 de
    Octubre de 1995)



    La guerrilla en Congo y Bolivia

    Guevara corría tanto con la mente y la fantasía como estaba condicionado por sus sentimientos humanitarios y pequeñoburgueses y por su formación idealista y no marxista-leninista como separarse de la realidad, hasta el punto de exportar la guerrilla primeo al Congo y después en Bolivia, cometiendo los errores más gruesos e imperdonables,etc...

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Datos personales

periodista obrero. Comunista (marxista-leninista). Antiimperialista, anticapitalista y antimilitarista.