El Gran Sol Rojo del Amanecer

sábado, 11 de junio de 2011

La democracia de los lobos

por Quibian

La “democracia” si nos atenemos a su definición etimológica significa algo así como “autoridad o gobierno del pueblo”.  En su acepción moderna traducible en “gobierno de todo el mundo” o de “la mayoría”, esto es forma de gobierno en que los acuerdos, decisiones y su aplicación se toman con participación política de todos los ciudadanos. Primaría en ella, pues, la voluntad colectiva de todos los ciudadanos. El consenso voluntario, el libre debate y la intervención directa o indirecta de toda la colectividad políticamente activa, aunque haya sido formada a base de ron, acarreados y el clientelismo. Luego vino la adjetivación de la palabra: democracia directa y democracia indirecta o “representativa”, democracia capitalista y democracia socialista. Hasta aquí todos de acuerdo y contentos (bueno, más o menos).

Pero, y nunca falta un pero, vino el triunfo de los revisionistas en los primeros países socialistas y de la restauración capitalista en ellos. Fue el momento de los tránsfugas políticos, de la cobardía ideológica y de los oportunistas que medraban en espera de su oportunidad. Y con esa tragedia el momento llegó. Y la tal denominación volvió a quedar colgada en el diccionario de las abstracciones generales y vacías. Los talentos literarios de las palabras hueras sintieron la urgencia de la recuperación nata de la expresión; nada, ni capitalista ni comunista, se dijeron. En sus tiernos corazoncitos de intelectuales del justo medio presintieron que la idea no cuadraba con la realidad social y política, henchida de tanto imperialismo, fascismo y militarismo. Había que impregnarle, pues, un nuevo sentido y adornarle con nuevos adjetivos. Nos colgaron, como letreritos de ventorrillo, lo de democracia participativa, pluralista e igualitarista.

¿Qué les resultó? Les resultó gobierno del pueblo; con la participación todo el pueblo;  en el cual todo el colectivo popular es parte, y; finalmente, en todos somos igualados a la hora de las decisiones y de las consecuencias que traen aparejadas el haber tomado mal que bien las mismas. ¿Qué es todo esto? ¿Un trabalenguas o vulgar sopa de palabras?

Por ahora sus creadores no han osado avanzar que entienden con esa palabreja compuesta ad arte. En los regímenes políticos autodefinidos de “democracia participativa” – de qué los hay los hay,  sino pregúntenle a los Chávez, Castros, Ortegas, Lula; a los browderistas del partido del pueblo y a los emelenistas-29- las burguesías y terratenientes, ya como compradora o ya como burocrático-estatalista, siguen posesionados de los medios de producción y de los medios de vida, monopolizan el poder político del Estado y de los grandes medios comunicación y de deformación ideológica. En fin, continúan  basando su poder económico y su poder político sobre la esclavitud asalariada, la percepción de la plusvalía y de todos los privilegios que históricamente han usurpado y que nunca han abandonado o se les ha quitado como clase. La tal democracia participativa, pluralista e igualitaria, contrariamente a lo que piensen sus creadores e ideólogos, es una nueva  hoja de parra  con que cubrir las vergüenzas de la vieja dictadura del Capital y las viejas relaciones sociales de producción.

Lenin ha tenido palabras sacrosantas al respecto, “si no hay igualdad para todos los ciudadanos, entonces no hay democracia”. Acaso, ¿en la sociedad capitalista burocrática, semifeudal y neocolonial, de este país, tienen los trabajadores el derecho de organizarse políticamente e independientemente del sistema de leyes establecido por los dominantes y de luchar sin cortapisa alguna contra la explotación salvaje a la que están sometidos? ¿Gozan de la libertad de luchar revolucionariamente por el establecimiento del socialismo en Panamá? ¿No es claro el reinado de la desigualdad económica, social, política y cultural sobre el modo de existencia de los trabajadores en la presente sociedad? Esta democracia, oligárquica y estrechamente clasista, no existe para nosotros los trabajadores, comunistas y luchadores sociales consecuentes.

Por lo que la democracia real, social,  no se consigue cambiándole el letrerito. La democracia es de clase o no existe. Para conquistar y establecer una democracia real, de masas, hay que subvertir todo el sistema de poder, cambiarlo y no simplemente mejorar el cumplimiento de sus leyes de funcionamiento o pretender “administrarlo” mejor que las clases histórica y políticamente dominantes.

Al respecto, no estaría nada mal que les repitiese una filosofía política esópica que he encontrado por ahí:

Lobos y corderos
En un verde valle vivían varios centenares de corderos y una manada de lobos. Cuando tenían hambre, los lobos bajaban de sus madrigueras a los pastos y daban caza a unos cuantos corderos. Los desdichados herbívoros, hartos de tanto sufrimiento, convocaron a los lobos a una reunión. Allí decidieron votar una Ley por la cual a partir de ese momento el verde valle sería gobernado democráticamente entre todos, lobos y corderos. El  obtuvo más de un noventa por ciento de los votos. A partir de ese momento se estableció solemnemente la República del Cambio Democrático de Valle Verde, compuesta por corderos y lobos como ciudadanos libres e iguales en derechos y obligaciones. A continuación se convocó un referéndum para aprobar la siguiente ley "Ningún ciudadano podrá comer a otro bajo ninguna circunstancia. Quien así actúe será condenado a pena de muerte." De nuevo, el  obtuvo un apoyo masivo.
Los corderos volvieron a sus pastos, balando alegremente, felices de que por fin las reglas de juego fuesen democráticas en ese valle. A partir de ese día todos, lobos y corderos, comerían hierba y convivirían en paz. Los lobos se retiraron a sus madrigueras, tristes por la derrota electoral. Aun no había amanecido cuando muchos de ellos empezaron a sentir hambre. Los lobeznos gemían pidiendo comida a sus madres. Probaron a comer hierba, pero, aparte de que les sabía asquerosa, sus estómagos eran incapaces de digerirla. Así que, poseídos por un hambre atroz, aullaron con vehemencia, con el pelo erizado y los colmillos iluminados por la luna.
A la mañana siguiente, una docena de corderos aparecieron cruelmente devorados y ninguna de los supervivientes se atrevió a acudir a la madriguera de los lobos para buscar y ejecutar a los culpables, tal y como estipulaba la ley.
No obstante, decidieron seguir manteniendo vigente la República del Cambio Democrático de Valle Verde. Mejor era eso que nada. Y, quién sabe, igual con el tiempo las cosas irían mejorando, igual con el tiempo los lobos irían comprendiendo que la democracia hay que respetarla. (Gracias Zalakain, por la fábula tomada en préstamo).

Los revisionistas modernos y sus herederos ideológicos nunca sacaron lección correcta de tan milenaria fábula. Quizás, atosigados por los librotes de Derecho y Ciencias Políticas (burguesas) como están, nunca se dignaron pasar sus ojos enaltecidos por las páginas de esas vulgares Fábulas de Esopo. Con sus cabezas pagaron, los que dieron crédito a esos oportunistas de derecha, aquellos que sacaron moraleja equivocada de las mismas Allende, el gral. Torrijos si damos crédito a que “fue asesinado por la CIA”, Aristide, el primer gobierno sandinista, Noriega, Saddam Hussein, Zelaya, los hoy puestos en la parrilla imperialista, el libio Khaddafy, Assad de Siria y el gobierno sandinista II.

Es la desgracia de siempre de los socialistas burgueses y de los mencheviques pequeñoburgueses del patio, poner a cocer las papas en olla de barro. Ellos olvidan siempre lo esencial en una sociedad dividida en clases sociales: la lucha de clases. Creen, en sus sueños locos, que las cosas cambian porque les cambiemos el nombre, que las exactas categorías científicas legadas por los Clásicos del Marxismo-Leninismo-Maoísmo no corresponden ya a las  “novísimas” realidades del mundo de hoy. “Novísimas realidades” que sólo existen en sus cabezas de talentos literarios frustrados.

La democracia es algo más allá que una simple palabreja sin contenido real. Es algo más allá que un simple conjunto de leyes iguales para todos. Ciertamente, la igualdad ante la ley, de obligatorio cumplimiento para todos, resulta una condición necesaria para definir la democracia. La democracia presupone siempre la igualdad ante la ley, no obstante mediando la sociedad de clase se convierte  en algo meramente  formal; en algo trunco y mocho por su realidad económica y social. Por lo que, esa igualación ante la ley no es suficiente, ni lo principal. Que la esencia, las más de las veces soslayada por los idealistas históricos, es la esclavización asalariada de los trabajadores lo que convierte dicha igualdad frente a la ley en engaño y en grillete obstaculizador de toda lucha contra la opresión de la clase obrera.

 Por lo que, en consecuencia, existente ésta esclavitud moderna, la democracia no existe ni existirá nunca para los explotados y oprimidos. Pero, eso sí, existiendo el capitalismo neocolonial, siempre será democracia para los ricos y superricos, democracia para los monopolistas burgueses y terratenientes. Y dictadura, cívico-militar o fascista, pero siempre de clase, contra los pobres, contra los trabajadores y explotados.

Para que exista en la realidad, la democracia debe quitársele a los dominantes y a los actuales gobernantes, se debe convertir a los explotados y oprimidos (la mayoría real) en los nuevos dominantes y los nuevos gobernantes. Hacer realidad de hecho, el derecho de los obreros y campesinos a gobernar el país. Y eso sólo si estos tienen poder real para decidir y participar, esto es estar organizados en partido revolucionario combatiente e independiente y sí cumplen con armarse de fusiles. Convertirse, luego de llevar a triunfar la revolución de nueva democracia, sólo así, en democracia de masas y para las masas; en fin, devenir en dictadura de nueva democracia popular con dirección de la clase obrera.

La tal “democracia participativa y pluralista” o es democracia popular real o mera mistificación política. Esto es, la vieja democracia burguesa semifeudal, la democracia de los lobos apenas mal cubierta con ese trapo de cocina llamado “democracia participativa”, debe romperse revolucionariamente para poder abrir paso, durante un proceso de democratización popular-socialista más o menos largo, al estadio comunista de la humanidad. Ella en modo alguno es insertable en el camino de la emancipación social del proletariado, todo lo contrario es una nueva arma política y un nuevo recurso obstaculizador de la burguesía contra la conquista de tal meta.

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Datos personales

periodista obrero. Comunista (marxista-leninista). Antiimperialista, anticapitalista y antimilitarista.