por Quibian Gaytan
Desde los fondos del sistema se escuchan ominosos crujidos, quedos
ruidos y temblores anuncian tormenta. Todo el sistema económico nacional
imperialista, mundializado, se estremece. El temor perla la mente de los
hombres de presa… digo de empresa, lo que siempre se ha temido desde ese
catastrófico crack del 2008 es una amenaza acuciante y actual, ¿la “vieja” crisis
económica y financiera se ha prolongado inusitadamente en el tiempo o se ha
visto sucedida por el estallido de una nueva y en que la fase de recuperación de
aquella ha sido saltada?
Interrogantes que deben ser respondidas y los especialistas en la
materia y sólo los políticos de izquierda proletaria pueden absolver. Preguntas
a la que hay que sumar esta otra más concreta ¿Se encamina
la economía capitalista mundial hacia su
desplome?
Interrogantes y dudas sobre la solidez del sistema económico y
financiero imperialista que, de partida, ha provocado que el Club de Davos se
hundiera en la pesadumbre. Recordarán, del 20 al 23 de enero del corriente, se
ha reunido en la ciudad de Davos (Suiza) lo más granado del empresariado
capitalista mundial, 2.000 empresarios y líderes políticos, concluyendo con
pesimismo su insolvencia managerial, que lo de una economía controlada y la
crisis domada no ha sido más que un
cuento para aquietar al adormilado gallo rojo.
Mirad si no es negro el panorama: el
sector manufacturero se ha contraído en dos meses ya en diciembre del año
pasado, el nivel más bajo de los últimos seis años.
La cotización internacional del petróleo cayó en -30 dólares por barril. A todo lo largo de las primeras tres semanas de enero, según estimado
del Bank of America, las bolsas de valores sumaron pérdidas por 7,8 billones de
dólares. Aunque a ojos vista prosigue la economía en vía de desplome, sigue en
su espiral bajista. Ello pese a que los
bancos centrales de las grandes potencias imperialistas han inyectado a la economía global un
aproximado de 15 billones de dólares desde la crisis de 2008 mediante la compra
de bonos de deuda soberana y activos hipotecarios. Por su parte, en el área del
imperialismo USA, el que ha dado inicio a la crisis económico financiera
mundial, los precios de las materias primas ('commodities') han apuntalado
negativamente la apreciación del dólar y, con ello, se ha complicado la
posibilidad del gobierno yanqui salvar el peligro de la deflación (caída de
precios). Así, en conclusión, la economía capitalista mundial lejos de lograr
una recuperación, ha visto incrementarse la fragilidad del sistema financiero.
En vista de lo cual economistas, estadísticos, ideólogos e intelectuales
afectos han sido movilizados, como un ejército en víspera de guerra, ya en
preparación de las mentes de las masas burguesas y de las masas trabajadoras de
lo que se nos viene encima (¡ahora mismo en 2016!) o ya para desarmarlas
ideológicamente y desviarlas frente a la eventualidad cualquier intempestiva
intervención suya independiente o no controlada.
En él entre tanto, también han movilizado a especialistas y estrategas del
sistema político, los
famosos think-thanK,
que a la carrera elaboran planes y proyectos salvadores, ya no tanto de
superación de la crisis mundial, la que es ya imparable, sino para dar
respuestas adecuadas a sus consecuencias sociales y políticas que la misma
porta consigo. Planes de contingencias y preventivos. El Estado burgués se
autototalizarisa o descaradamente se fascistiza, los ejércitos nacional
imperialistas son movilizados bajo la excusa de la lucha antiterrorista (el
enemigo de hoy es “ISIS”, como ayer lo fueron los bolcheviques, los
“subversivos” comunistas, los narcotraficantes y los maoístas senderistas.
Siempre tendrán a mano un pintarrajo para cubrir su fea caratula reaccionaria
dominacionista) o ya para sus guerras de reconquista colonial o para la guerra interna
contra el real enemigo, jamás perdido de vista, el proletariado.
La catástrofe del sistema económico y político capitalista-imperialista
se ha acercado peligrosamente, y que quede claro de una vez por todas ni soy
“catastrofista” socialdemocrático ni conspiranoico. El capitalismo no se
hundirá por sí mismo, ni a causa del desenvolvimiento mecánico de sus leyes
económicas.
Pero que es así, por ejemplo, lo constata el liberal imperialista
estadounidense Lyndon LaRouche, un político yanqui avezado y realista, por
demás enemigo político acérrimo del presidente Obama y de los neoconservadores
yanqui. Él, el 29 de enero 2016, apunta “Todo el sistema financiero
transatlántico, incluyendo a Wall Street, está en sus últimos estertores de un
derrumbe total, y las señales ya son evidentes… Wall Street se tiene que someter
a bancarrota, y punto”.
Agregando de seguido, “La estratagema del imperio británico” –cualquiera
tiene una piedra en el zapato. N.d. Q. Gaytan)- “llamada “rescate interno”
(bail-in, en inglés), o sea, la “emisión cuantitativa” de dinero por parte de
los bancos centrales para rescatar a los bancos, a fin de tratar de prevenir un
derrumbe total. Lo que consistiría, nada más y nada menos que en el robo
descarado y la expropiación de los activos de los depositantes”. Lo que según
LaRouche “era genocida y que nunca funcionaría”. Y a la verdad no está
funcionando. Demostrable con la decisión sorpresiva hoy del Banco Central de
Japón de reducir las tasas de interés a tasas negativas, desde +0.1% hasta a
-0.1%, es solo un reflejo de ese pánico.
Pánico muy poco
disfrazado ya, aunque se intenta desviar las miradas de las causas reales. Así,
el semanario Economist de Londres que reconoce la gravedad de
la crisis pero inventa un cuento tras otro para encubrir el verdadero origen, en vez de enfrentar el hecho de que
todo su sistema está en bancarrota, intentando convertir ayer en chivo
expiatorio a China y ahora a la señora Janet Yellen, directora de la Reserva
Federal USA, atacada por su decisión a mediados de diciembre para elevar
ligeramente las tasas de interés, como la supuesta causa del derrumbe en
marcha.
Aquí se detiene LaRouche, teme ir más allá. Si hay apertura a una mayor
profundización de la misma (él dice “catastrófica”, “bancarrota y muerto” y
“derrumbe”) temiendo sacar la única consecuencia lógica de su denuncia, que ningún
reconocimiento del fracaso de la política administrativa económica, ni siquiera
una autodeclaración de bancarrota de Wall Street será solución a la crisis
sistémica, pues es todo el sistema económico-social el que está agotado históricamente.
Una crisis en sí, nacional o mundial, no es más que un síntoma de la existencia
de una contradicción económica fundamental que reclama radical solución. Toda
crisis es una solución espontánea, natural, en el curso del desarrollo de la
economía capitalista, reflejo de un desequilibrio existente en la necesaria
proporcionalidad exigida entre la producción social, distribución e intercambio. Desequilibrio que
puede ser convertido en fractura del sistema económico y político mismo.
Y eso no lo dirá jamás, por muy
realista crítico que sea, Lyndon LaRouche. Por algo es un pragmático yanqui;
por algo es un liberal imperialista. Criticar la mala gestión de administración
económica, poner al desnudo la dictadura financiera internacional de Wall
Street, los planes hegemonistas y guerreristas de las potencias anglo-americana
no es atacar la base misma del imperialismo como conjunto económico y política.
Es simplemente reformismo, intento de reforzar tal sistema capitalista y
echarse a la espalda al responsabilidad de un amplio acuerdo mundial de las
Superpotencias imperialistas dominacionista (USA-Rusia-China
socialimperialista). Pero, sobre todo, darle un esquinazo a la tarea histórica
del cambio de un sistema social a otro más racional, humano y cualitativamente
superior.
Eso que no admitirá nunca LaRouche, lo ha resumido brillantemente
Federico Engels, coautor del Socialismo Científico, hace ya 269 años, de la
siguiente manera,
“En
primer lugar, la de que la gran industria, que en el primer período de su
desarrollo creó la libre competencia, la ha rebasado ya; que la competencia y,
hablando en términos generales, la producción industrial en manos de unos u
otros particulares se ha convertido para ella en una traba a la que debe y ha
de romper; que la gran industria, mientras siga sobre la base actual, no puede
existir sin conducir cada siete años a un caos general que supone cada vez un
peligro para toda la civilización y no sólo sume en la miseria a los
proletarios, sine que arruina a muchos burgueses; que, por consiguiente, la
gran industria debe destruirse ella misma, lo que es absolutamente imposible, o
reconocer que hace imprescindible una organización completamente nueva de la
sociedad, en la que la producción industrial no será más dirigida por unos u
otros fabricantes en competencia entre sí, sino por toda la sociedad con
arreglo a un plan determinado y de conformidad con las necesidades de todos los
miembros de la sociedad.
En
segundo lugar, que la gran
industria y la posibilidad, condicionada por ésta, de ampliar hasta el infinito
la producción permiten crear un régimen social en el que se producirán tantos
medios de subsistencia que cada miembro de la sociedad estará en condiciones de
desarrollar y emplear libremente todas sus fuerzas y facultades; de modo que,
precisamente la peculiaridad de la gran industria que en la sociedad moderna
engendra toda la miseria y todas las crisis comerciales será en la otra
organización social justamente la que ha de acabar con esa miseria y esas fluctuaciones
preñadas de tantas desgracias.
Por tanto, está probado
claramente:
1) que en la actualidad
todos estos males se deben únicamente al régimen social, el cual ya no responde
más a las condiciones existentes;
2) que ya existen los medios de supresión definitiva de estas
calamidades por vía de la construcción de un nuevo orden social." (Autor citado, Principios del comunismo. 1847).
O sea, la crisis está abierta, con ella se apertura todo lo que la
burguesía imperialista siempre ha temido más que la peste: La crisis
revolucionaria, la revolución proletaria socialista como solución. Así, o la
crisis económica mundial provoca la revolución o la revolución proletaria
mundial elimina la causa de la crisis,
el capitalismo.
4 de febrero de 2016
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