Desmontando las calumnias y denunciando el
anticomunismo del bloguero trolero, JMÁlvarez
Ante la continuidad de los ataques infundados y las continuas patrañas del
bloguero JMÁlvarez, la Red de Blogs Comunista denuncia:
“La injuria en política encubre a menudo la completa
carencia de ideas, la impotencia, la
flojedad,
flojedad repugnante de los
injuriadores” Lenin
En una reciente polémica, el conocido provocador y proimperialista ruso JM
Álvarez acusó (¿?) a uno de nuestros camaradas del tremendo delito de
"trabajar en una embajada", de donde deducía (¿?) que su actividad
política estaba al servicio del Estado. En un magnífico gesto de solidaridad,
la Red de Blog Comunistas (RBC) replicó de inmediato a Álvarez,
desenmascarándolo ante todos los lectores de la Red. Sin embargo, la cuestión
del matonismo en Internet dista de estar resuelta en términos de clase: la
contundencia del golpe de la RBC redujo a un elocuente silencio a Álvarez, tras
haber sido desvelada su calaña divisionista y mentirosa, digna de los más
inmorales gerifaltes fascistas.
Como siempre que se ha de indagar un fenómeno social, la pregunta cui
prodest nos permite situarlo correctamente en el marco de la lucha de
clases. Así pues, preguntémonos a quién beneficia denunciar a alguien a los
cuatro vientos de Internet.
1.- Si el denunciante no conoce en absoluto al denunciado, como es el caso,
esa denuncia constituye, sencillamente, una calumnia, que convierte al
denunciante en un puro y simple difamador.
El chivato Álvarez inventó un argumento que esperaba brotara en suelo
fértil y allí se transformara de mentira en verdad, sembrando la duda sobre la
honradez revolucionaria de un camarada. La práctica de la difamación es tan
vieja como el mundo: Shakespeare habla en alguna de sus obras inmortales del
"filo de la calumnia, más agudo que la espada". Existen también
abundantes casos históricos de empleo de la calumnia como medio de control
social, por ejemplo, las llamadas "mil bocas de bronce" de Venecia o
los sicofantes atenienses. El uso político de la difamación fue llevado al
paroxismo con los métodos de propaganda goebbelsianos, tan en boga en la
actualidad y cuyo seguidor fiel, como ha quedado desvelado en varias ocasiones,
es el tipejo anticomunista que nos ocupa.
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